Cruce de talentos

נכתב על ידי MartaGarzas

38.3K 4.8K 2.2K

Rebecca Armstrong es una escritora novel demasiado introvertida para publicar su arte. Odia con todas sus fue... עוד

Becky Armstrong
Saro
El evento
En la isla equivocada
El concierto
Una propuesta sorprendente
El primer contacto
Conocerse
Lawan
Jai
Acercamiento
Febril
Cambio de planes
Un antes y un después
Confesiones
Pai
De viaje
Vietnam
Caos
Cita
Revelación
Las cosas claras
Primera base
Juntas pero separadas
Esconderse
Despedida (I)
Control
Sanearlo
Despedida (II)
Amistad
Primer domingo

Provocaciones

1.4K 160 88
נכתב על ידי MartaGarzas

—21—

No sé de qué forma consigo alejarme de su boca insistente. Y es que Freen ha respondido a mis provocaciones con su artillería. Puede no haberse acostado nunca con ninguna mujer, pero los besos los domina a la perfección y sabe qué hacer para desestabilizarme.

Me pongo de pie con la respiración desajustada y le tiendo la mano.

—Ven conmigo.

Tiene los ojos más oscuros que nunca y se me hace tremendamente difícil recorrer el eterno pasillo que nos separa de su habitación y no desnudarla en el sofá del salón.

Ella debe pensar lo mismo porque cuando cruzamos la puerta, me presiona contra ella, besándome con una necesidad pasmosa y sus manos me sujetan la cara para impedir alejarme.

Me planto en su baja espalda, para acercarla a mi cuerpo como si pudiera fundirse conmigo, porque es que con ella me sobran hasta los milímetros.

Para mi sorpresa, aleja mi tacto de su culo y me apresa las manos contra la madera a cada lado de mi cabeza.

Sonríe de medio lado, como si hubiese hecho una travesura y me observa durante unos segundos, hasta que decido borrársela mordiendo su labio inferior.

Sabía que era competitiva pero no esperaba que mi provocación me hiciera conocer esta faceta de ella. Por favor, es absolutamente excitante dejarse dominar así.

Empieza a recorrerme el cuello sin delicadeza, mientras su mano izquierda baja delineándome el cuerpo, ligeramente por encima de mi pecho hasta llegar al borde de mi camisa. Sin dejar de devorarme, se entretiene en desabrochar el primero de los botones. Y al hacerlo busca mis ojos.

Puedo apreciar su determinación, pero también un deje de inseguridad que me gustaría poder borrarle de golpe.

—Sea lo que sea que quieras hacer, estará bien, Freen —le comento en un tono algo ronco—; no sabes las ganas que tengo de ti.

—Odio cuando las cosas se escapan de mi control —me confiesa.

No la veo capaz de echarse atrás, aún así, decido darle alguna pista más de mi predisposición. Bajo mi mano hasta posarla sobre la suya y la animo a seguir con la tarea de los botones.

—Por suerte, esto se pone muchísimo mejor precisamente cuando lo pierdes.

Dejo que se deshaga de mi camisa y aprovecho para quitarme también el sujetador. La forma en que me mira por poco hace que abandone la cordura que me queda.

La beso con verdadera hambre, sintiendo la necesidad real de que me toque por todas partes.

Hago que retroceda hasta toparse con el borde de la cama y una vez ahí, le doy un suave empujón para hacer que se siente. Y me coloco a horcajadas sobre ella, pues he descubierto que me encanta sentirla de esa forma debajo de mí.

Vuelvo a buscar su boca con cierta desesperación. Me recorre con la lengua de forma deliciosa y cuando me separo un poco en busca de aire, veo sus ojos perderse en mi pecho de nuevo.

—¿Quieres tocarme, Freen?

La veo asentir mordiendo su labio inferior, así que cojo su mano izquierda entre las mías, le beso los nudillos para posteriormente, lamer su dedo índice y morderlo como si le mostrara con exactitud lo que quiero que me haga. Su respiración se desajusta por completo y cierra los ojos para recuperar la compostura, en ese momento, planto su mano sobre mi pecho desnudo y ella vuelve a enfocarme.

    —Por dios, Rebecca.

    Mueve su pulgar acariciando mi pezón ya erecto y acerca su boca al otro para explorarme a conciencia. No hace nada de lo que yo he insinuado con su dedo, rebelándose y mostrándome que ella tiene unos movimientos todavía mejores con la lengua.

    No entiendo qué me pasa con ella, nunca me había sentido al borde del abismo solo con juegos e insinuaciones y ahora me encuentro a punto de explotar como una quinceañera hormonada.

    Un gemido se escapa de mi garganta cuando muerde con suavidad mi pezón antes de desviarse al otro y no puedo evitar empezar a mover las caderas contra sus piernas para aliviar un poco la tensión que amenaza con destruirme.

    Levanto su cabeza con cierta brusquedad porque necesito besarla con una urgencia desconocida. Ella coloca sus manos a mis caderas por inercia, apretándome un poco más contra su centro.

    Sin soltarla siquiera, bajo los tirantes de su vestido y tiro de él hasta enrollarlo en su cadera. Me encanta descubrir que no lleva sujetador.

    Sonrío complacida y rompo el beso para levantarme. Por un segundo me mira confundida antes de escuchar una nueva orden.

    —Quítatelo.

    No separa los ojos de los míos ni un solo momento mientras lo hace y yo aprovecho para deshacerme también de mis pantalones.

    Cuando va a volver a sentarse, la detengo.

    Me quito las bragas con una lentitud cruel, quedando completamente desnuda frente a ella y veo como traga con dificultad y separa los labios buscando algo de oxigeno.

    Cómo me gusta provocarle precisamente eso.

    —Preciosa la lencería —comento con una sonrisa traviesa—, pero no quiero que me moleste.

    Pongo mis manos en su cintura y me agacho despacio a medida que voy bajando la prenda. La insto a levantar un pie y después el otro para posteriormente, subir besando el interior de sus piernas hasta detenerme en su centro desnudo.

    No va a saber nunca cuánto tengo que contenerme para no devorarla ahora mismo a consciencia, pero le doy un beso suave y me levanto, empujando su cuerpo haciendo que vuelva a sentarse.

    Me coloco a horcajadas de nuevo sobre ella, moviéndome despacio, notando la humedad entre mis piernas.

    —¿Te sientes más segura ahora al ver lo que has provocado? —susurro antes de besarla con intensidad—. ¿O necesitas que te lo enseñe más de cerca?

    No pensaba que fuera a entrar en mi juego, pero me desestabiliza completamente cuando me suelta la siguiente frase:

    —Enséñamelo.

    —¡Joder, Sarocha! —suelto incapaz de contenerme.

    La beso con necesidad, perdiéndome en su lengua y sin separarme y con cierta urgencia, cojo su mano llevándola a comprobarlo.

    El gemido que suelta delata su sorpresa y excitación.

    ¿Cómo pretendía que estuviera con lo que está pasando?

    Y puede que toda esta desfachatez que he desplegado ante ella, haya servido de algo, porque empieza a moverse entre mis pliegues sin necesitar indicaciones a un ritmo tortuoso.

    Dejo reposar mi frente sobre la suya y comienzo a mecerme acoplándome a ella, tratando de hacerle entender que acelere.

    Pero en vez de ello, deja resbalar un dedo dentro de mí de forma sorpresiva, que me hace gemir al instante.

    —¿Eso te gusta? —pregunta separando un poco su cabeza de la mía para mirarme.

    Y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano por abrir los ojos.

    —Me va a gustar mucho más cuando metas otro y empieces a moverlos.

Me hace caso y yo ya no sé cómo seguir respirando. ¿Por qué tiene que hacerlo todo tan bien? Y, ¿por qué me afecta tanto cualquier cosa que venga  de ella?

    Soy incapaz de contener mi cuerpo, balanceándome de forma descontrolada, sintiendo que estoy llegando al límite, pero eso provoca que nuestros movimientos se desajusten y Freen pierda el ritmo.

Se da cuenta y pone su mano derecha en mi cintura obligándome a detenerme. Con rapidez, empuja mi cuerpo, haciéndome rodar hasta acabar tumbada a su lado. Se posiciona sobre mí y vuelve a meterme los dedos, esta vez con total libertad y su ritmo se acelera guiada por las sensaciones que deben recorrerla a ella misma.

Siento su humedad empaparme la pierna y eso solo consigue revolucionarme un poco más. Así que cuelo mi mano y la introduzco en su cuerpo sin aviso ni preparación y eso hace que por un segundo detenga sus movimientos y suspire de forma ahogada.

—No sé si voy a poder hacerlo si sigues tocándome, Bec —me dice un tanto afectada.

Como si de repente hubiese perdido toda la concentración.

    —Voy a matarte si paras ahora —la amenazo, buscando su boca con toda la intensidad que siento.

    La noto reír sobre mis labios y reinicio el movimiento cuando ella hace lo mismo.

    Con unos cuantos empujones más, mi cuerpo se tensa; tengo que separarme de su boca para respirar y eso parece afectarle demasiado. Eso y mi mano recorriéndola con soltura por dentro y por fuera.

Sus gemidos al correrse me llevan de nuevo al punto de salida. Por favor, es que es sexy a más no poder.

    No ha retirado su mano de mi interior, supongo que porque he cerrado las piernas para impedírselo, pero cuando yo salgo de ella, me copia, haciendo lo mismo.

    La beso con un poco más de calma, dejando que su respiración se acompase de nuevo, acariciando su espalda con todo el cariño del mundo.

—Ven, sube —me dice, tirando un poco de mí para posicionarnos más arriba en la cama y apoyar la cabeza en la almohada.

Soy incapaz de soltarla, es que me pasaría toda la noche haciéndole el amor si pudiera. Tengo que frenar mis impulsos todos los días frente a ella porque creo que mi ritmo y el suyo aún no se han acompasado, pero aquí, entre estas cuatro paredes, siento que puedo hacer lo que quiera.

Es la primera vez que se deja llevar de verdad y yo no estoy lista para renunciar a eso todavía.

Vuelvo a atrapar sus labios, con una calma que no siento. Deleitándome en su boca, en la curiosa forma que tiene de acariciarme con la lengua.

Me subo a su cuerpo, juntando nuestros sexos y cuando suspira bajito, la miro. No quiero sobrepasarme, pero necesito que entienda que para mí esto no es ningún juego y aunque no es una conversación que crea que podamos tener ahora mismo, es algo que puedo hacerle entender de otra manera.

Empiezo a moverme despacio, sin despegarme de sus ojos, haciendo que nuestros centros se conecten y todas las terminaciones nerviosas de nuestros cuerpos se pongan en alerta.

Freen me acaricia la cara hasta enredarse en el pelo de mi nuca y, una vez allí, ejerce una ligera presión para acercarme a ella. Me besa con más ansia esta vez, separando sus labios de vez en cuando para coger aire, como si lo estuviera perdiendo a medida que mis movimientos se vuelven más intensos.

Me gustaría hacer que se corriera así, pero también siento una necesidad real de besarla entera, así que bajo un poco para entretenerme en sus pechos.

Juego con sus pezones todo lo que quiero, disfrutando de esos gemidos suaves que siempre se empeña en esconder y hubiese seguido bajando si ella no me hubiese detenido.

—Seguro que voy a arrepentirme después de no dejarte hacerlo, pero me gustaría seguir sintiéndote encima de mí —comenta con la voz entrecortada.

Sonrío ante sus motivos y le cumplo sus deseos, porque que prefiera descontrolarse mirándome a la cara, me da unas cuantas pistas muy interesantes.

Me posiciono sobre ella y levanto una de sus piernas para acoplar mucho mejor nuestros sexos y eso le pilla desprevenida, gimiendo esta vez sin restricciones.

Me muevo ejerciendo más presión, pero manteniendo el ritmo, segura de que necesita más rapidez, pero deleitándme con esta pequeña tortura, porque la estoy obligando a moverse contra mí y me está encantando la escena.

No retiro la vista ni un segundo, tratando de memorizar sus expresiones. Los labios hinchados, la boca entreabierta, las mejillas sonrojadas y los ojos cerrados le dan una sensualidad superior que me descentra.

Y me doy cuenta de que puede que esté empezando a sentir algo profundo, de que todo esto va más allá del hecho de que me guste. Que ella es diferente y no quiero soltarla.

—Bec, no puedo más —suplica enfocándome por fin.

Y no hace falta que lo repita. Cambio el ritmo y lo acelero, buscando liberarme y liberarla hasta que colapsamos de nuevo.

Ella baja la pierna y me abraza, como si para recuperar el oxígeno le urgiera respirarme de cerca. Y a mí no me importa en absoluto.

Me desplazo de su cuerpo y nos coloco de lado. Estoy tan a gusto que los ojos empiezan a pesarme. Freen se mueve un poco, tirando de la sábana que se ha enrollado a nuestros pies y la sube, cubriéndonos con ella.

Pone su frente sobre la mía en un gesto que, en esta ocasión, derrocha demasiada intimidad.

—¿Lo has disfrutado? —me pregunta un tanto nerviosa.

—¿De verdad necesitas que te conteste a eso? —le digo apartándome lo justo para ver su expresión.

—Bueno, Bec, tú tienes más experiencia y...

—Ha sido lo mejor que me ha pasado en muchísimo tiempo —le confieso, interrumpiéndola, antes de besarla despacio, confirmándolo.

Y me sigo callando lo demás; que no había sentido esta conexión con nadie en la vida y ya me asusta suficiente a mí solita.

***

Freen no está en la cama cuando me despierto, pero la escucho tararear en la cocina.

Me coloco boja abajo, absorbiendo el olor que desprenden las sábanas y que identifico únicamente con ella.

Cuando entra a la habitación y me ve, sonríe de una forma preciosa que me obliga a esconder la cabeza avergonzada.

Y escucho su risa llenar el aire.

El colchón cede un poco a mi lado cuando se sienta.

—No me digas que ahora vas a hacerte la tímida.

—Siempre he sido una chica tímida —le rebato.

—Pues ayer no lo parecía en absoluto —comenta como si nada, apartando unos mechones que se empeñan en tapar la media cara que no he escondido en la almohada.

—Ayer no era yo misma.

Se acerca mucho más, hasta que su boca roza mi oreja.

—A mí me encantó esa Rebecca —confiesa, haciéndome temblar.

Su aliento huele ligeramente a menta y si tuviéramos más confianza, me giraría y la retendría en la cama besándola a conciencia, pero prefiero asearme un poco primero.

—Uf —suspiro contra el colchón.

Vuelve a reírse mientras recorre toda la extensión de mi espalda con la yema de sus dedos, hasta llegar a mi trasero y darme una palmada por encima de la sábana.

—Vamos, quiero ir a desayunar.

Solo puedo volver a respirar con normalidad cuando se aleja. ¿Cómo voy a sobrevivir a esto?

Al levantarme, veo que me ha preparado un legging negro, ropa interior y una camiseta blanca encima de la cómoda; y en el baño también ha dejado un cepillo de dientes por estrenar. Por favor, si es la perfecta anfitriona.

Me aseo e incluso me doy la ducha más rápida de toda mi vida antes de salir, porque tengo ganas de verla y por no hacerla esperar demasiado.

Me la encuentro tecleando algo en su teléfono con calma, sentada frente a una taza de café. Lleva un moño hecho de cualquier forma y un chándal de los que tanto me gustan.

Pongo una mano en la mesa y otra en el respaldo de su silla y me agacho un poco para quedar a la altura de su cara.

No sé cómo estamos ahora. Si hemos vuelto al mismo punto confuso de antes o si esto va a suponer algún tipo de cambio, pero se lo pongo fácil para que me bese si es lo que quiere. Yo desde luego, me muero porque lo haga.

—Buenos días, Sarocha.

Ella gira un poco la cara y sus ojos me enfocan la boca como si fuese algo inevitable.

Y al final soy yo quien la besa sin poder controlarlo.

—Te sienta bien mi ropa —comenta con una sonrisa.

—No me lo digas mucho, a ver si voy a robarte unas cuantas cosas.

—Igual soy yo quien quiere algo tuyo. Hay un par de modelitos que me gustan mucho.

—Venga ya, Freen —le rebato riendo—. Si tienes a las mejores marcas regalándote ropa solo para que la gente te vea usarla. ¿Qué va a tener la mía?

—Que es tuya —contesta con una seguridad pasmosa, antes de darle un sorbo a su café.

Siento mis mejillas arder ante su comentario pero no me da tiempo a recrearme demasiado porque notamos a alguien tratando de abrir la puerta.

La actriz me mira por un momento con cara de susto, antes de desviar su atención a la entrada y tratar de recomponerse.

Suenan dos golpes algo más fuertes y de repente, escuchamos una voz femenina.

—Freen, cariño, abre.

Ella se acerca mientras yo me quedo estática en el salón sin saber qué hacer exactamente.

—Hola mamá —la saluda, dándole un ligero abrazo—. ¿Habíamos quedado?

—¿Desde cuándo necesito una cita para ver a mi hija? ¿Vas a meterme en ese saco? —se queja en un tono bromista.

—Buenos días, señora —decido saludarla haciéndome presente, pues me parece de mala educación seguir ahí plantada como si nada.

Le hago el gesto wai y ella me mira con una expresión seria.

—Hola —dice y desviándose a su hija, añade—. No sabía que ibas a estar acompañada tan temprano.

Freen se esmera en parecer tranquila, aunque mi sensación es que le inquieta demasiado todo esto. No le pasó lo mismo con mi tía y la cosa fue mucho más evidente.

—Hemos quedado para ensayar la escena de mañana —se excusa.

Y me sorprende que lo haga por dos razones: porque no tiene sentido y porque es la primera vez que la veo mentir de forma tan descarada.

—¿A solas?

—No, Nam está de camino —continúa—, pero se ha retrasado cogiendo desayuno.

En toda esta versión aleatoria, Freen ni siquiera me mira y eso me acaba de dar todas las pistas que necesito para entender que alguna de las dos debe desaparecer de la ecuación y, por supuesto, esa no va a ser su madre.

—Ya tenía planes para nosotras —insiste la mujer—, ¿sería posible que ajustes los tuyos?

—Sí, claro, mamá —contesta obediente sin sopesar absolutamente nada.

—Vale, perfecto —intervengo, haciendo acopio de una frialdad que no sabía que podía tener—, así puedo irme a ayudar a Irin con la nueva canción.

Me siento un tanto decepcionada, pues aunque entiendo que se haya puesto nerviosa frente a la visita sorpresa de su madre, me inquieta mucho la actitud que está tomando Freen. No pretendo que le cuente que anoche nos acostamos, ni que estamos tratando de descubrir qué pasa entre nosotras, pero podría comportarse como una persona normal frente a una amiga, vamos.

Recojo mis cosas con rapidez y me giro para despedirme.

—Nos vemos mañana, Sarocha —comento como si nada—. Un placer, señora. Que tengáis buen día.

—Adiós —contesta ella.

—Rebecca —me llama la actriz, antes de traspasar la puerta.

Pero se mantiene en silencio como si quisiera decirme algo y no se atreviera a hacerlo. De momento, opto por tranquilizarla, supongo que ya podremos hablar de todo esto más tarde.

—No te preocupes, yo llamo a Nam de camino al estudio para informarla del cambio de planes —le digo con una ligera sonrisa—. Nos vemos.

Salgo de ahí con el corazón acelerado y una mala sensación. ¿Por qué parecía que no le agrado en absoluto a esa señora si ni siquiera me conoce? ¿Es siempre así con todo el mundo? Y, ¿por qué Freen se ha comportado de forma tan rara?

המשך קריאה

You'll Also Like

1.1M 190K 160
4 volúmenes + 30 extras (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso jus...
104K 13.6K 163
Entra para obtener más información de la historia 💗
1.9M 134K 90
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
49.8K 5.5K 15
𝙱𝚎𝚌𝚔𝚢 𝚍𝚒𝚛𝚒𝚐𝚎 𝚞𝚗𝚊 𝚌𝚊𝚋𝚒𝚗𝚊 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚞𝚍𝚒𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎𝚗 𝚍𝚎𝚌𝚒𝚛 𝚜𝚞𝚜 𝚜𝚎𝚌𝚛𝚎𝚝𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚗𝚎𝚛�...