Vidas Cruzadas El ciclo. #4 E...

By AbbyCon2B

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En el esplendor del siglo XIX, Peter Morgan había nacido en el centro de una de las familias más importantes... More

Nota de la autora.
Recapitulando.
A saber para la historia.
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ACLARACIÓN SOBRE LA MONEDA (+bonus)
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RECORDATORIO.
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By AbbyCon2B

¡ATENCIÓN! En este capítulo he intentado mostrar un poco de lo que sería la vida de los más desafortunados de Londres, enfocándome en hombres y niños que viven en pobreza y recurren a los crímenes y otras cosas, así como lo vulnerables que quedan al abusos de otros. Pero por la forma como se toca el tema, siento importante hacer una aclaración; Les pido que comprendan que he representado la situación aferrándome a la mentalidad de la época y el hecho de que el trabajo infantil estaba muy normalizado, así como que consumieran alcohol, fumaran y estuvieran involucrados en ambientes de adultos. 

No son cosas que apruebe y es muy importante para mí que se sepa que los niños jamás deberían consumir esas sustancias, ni estar en ambientes que no sean apropiados para su edad. Desafortunadamente, en la época y para los niños más pobres, estos criterios para su seguridad no estaban establecidos y los niños más pobres; en efecto, fumaban y bebían, así como eran expuestos a situaciones a las que no deberían ser expuestos. 

He intentado representar toda esas situaciones manteniéndome fiel a la época y los personajes y por lo tanto, no se hace mención de lo malas que son estas conductas o hábitos para los niños, pues en la época y la mente de los personajes, está muy normalizado. 

Pero sé que es impactante para un publico moderno, porque lo fue para mí al escribirlo y mientras estudiaba al respecto y por eso quiero hacer esta advertencia y dejar en claro que no apruebo ninguna de estas cosas.

  Así mismo, es importante entender al leer, que los personajes actúan acorde a su estado psicológico, lo que explicará en gran medida porqué dicen, hacen y piensan determinadas cosas. 

Espero haberme explicado bien y pues ahora sí, les dejo con este capítulo y espero les guste 🥰.

¡No olviden votar y comentar si lo disfrutan! Love u all ♥

12 de septiembre 1897.
Southwark, Londres.

—Debo admitir que tienes un excelente emprendimiento en tus manos, Kelly, incluso mejor de lo que imaginaba.

—¿De verdad me lo dice?

—Por supuesto, sí sabes que yo soy muy honesto, pero es que...No comprendo de dónde sacas a estos muchachos tan hermosos.

Kelly sonrió, con cierta picardía y un poco de humor en sus ojos y alzó los hombros.

—¿Qué puedo decir? Tengo un excelente gusto, señor. No por nada mis clientes son siempre tan apuestos.

El señor Treloar se rio ante el evidente halago dirigido en su dirección con esas palabras y tomó su sombrero del perchero que colgaba en la pared junto a la puerta.

—Usted es bueno con las palabras, señor, además de...otras buenas habilidades que disfruto mucho.

—Oh, pues vuelva pronto para probar esas habilidades —sonrió y le acarició la espalda antes de abrirle la puerta—. Y no olvidé comentarles a sus amigos de nosotros, mis muchachos están disponibles en cualquier momento y con o sin reservación previa.

—Por supuesto, lo comentaré por ahí. Creo que ya se me ocurren dos o tres caballeros que podrían estar interesados.

Asintió, sonriéndole y en cuanto lo vio alejarse por el camino del jardín hacia la acera, cerró la puerta y borró su sonrisa, poniendo sus ojos en blanco.

—Pensé que no se iría nunca —comentó Noel, asomando desde el salón y se apoyó en el marco de la puerta con los brazos cruzados—. ¿Por qué vino hoy si no trabajamos?

—Quería hacer nuevas reservas para la noche.

—¿Trabajaremos esta noche? —inquirió y Kelly asintió y pasó por su lado hacia el salón—. Oh...Que pena, esperaba irme a dormir temprano.

—¿A quién reservó? —inquirió Tony desde el sofá y cuando Kelly lo miró en silencio, en lo que se preparaba un trago de whisky en el minibar de la habitación, echó la cabeza hacia atrás y soltó un lamento exagerado—. ¿Pero por qué yo? Joder...Es tan feo.

—Pero paga bien, así que no te quejes.

—Es verdad, ya quisiera me reservara a mí —lamentó Noel y se sentó a su lado en el sofá—. Pero no, me toca el señor Pearce.

—Me agrada el señor Pearce...Al menos es lindo.

—¿Cambiamos?

—No pueden —interrumpió y ambos lo miraron—. Los clientes ya eligieron, así que no van a cambiar.

Suspiraron, sin protestar y Noel se recostó hacia atrás en el sofá, donde Tony apoyaba su brazo y le sonrió al mirarlo de reojo y terminó acercándose, para acurrucarse en su costado.

—¿Y qué hay del hombre del bar, jefe? ¿Será uno más de nosotros?

—No lo sé y hasta que no despierte y pueda hablar con él, tampoco podré saberlo.

—Es feo —murmuró y Noel asintió en acuerdo—. Pero supongo que si le tapan la cara no está mal ¿no? Tenía un buen cuerpo cuando lo vimos en el bar.

—Es la barba y el pelo —explicó Kelly—. Está muy desalineado, pero si lo arreglamos servirá. ¡Rees!

Pasaron unos minutos hasta que un muchacho llegó corriendo por el corredor y asomó en la puerta del salón, terminando de arreglarse la ropa para verse presentable.

—¿Sí, jefe?

—¿Despertó?

—No, pero ronca como una trompeta —aseguró con una mueca—. ¿Por qué teníamos que ponerlo en mi habitación?

—Porqué alguien debía vigilarlo mientras duerme. Intenta despertarlo ¿sí? Quiero hablar con él antes de que tengamos que irnos.

Se removió en el lugar, bastante incómodo con la idea de tener que volver a encerrarse en ese cuarto con aquel mendigo y Kelly alzó una ceja en su dirección.

—¿Algún problema?

—¿No? Es solo que...Huele muy feo y está muy feo también...

—Estoy pidiendo que lo despiertes, Rees, no que lo montes.

—Ya, sí...Lo sé.

—Piensa que...—comenzó Tony y se puso de pie para ir hacia él—...Si este hombre acepta el trabajo, entonces ya no serás el nuevo.

—Oh, es cierto, no lo había pensado. Lo convenceré para que acepte —aseguró y se marchó corriendo hacia las escaleras.

Subió de dos en dos, apresurándose hacia su dormitorio y cuando entró, arrugó la nariz con desagrado al ver a ese hombre ocupando todo un lado de su hermosa cama. Y con esa ropa que olía a muerto.

Tendría que cambiar las sabanas en cuanto se fuera.

Trepó en la cama para acercarse a él y se sentó en sus talones junto a su cuerpo y lo miró. Al menos parecía estar en forma y era bastante grande, por lo que podía llegar a encontrarle el atractivo si cubría su rostro con una bolsa de papel. No que hubiera mucho rostro para ver en primer lugar, la barba le cubría la gran mayoría y caía larga hacia su pecho.

Hizo otra mueca, mientras se inclinaba más cerca y terminó haciendo una arcada cuando sintió el aliento de sus ronquidos.

—Joder, qué comió...—. Tosió, cubriéndose la nariz y negó—. Oiga...Señor, despiértese que está en mi cama. Despierte, despierte, despierte...

Lo sacudió del brazo, intentando moverlo así fuera solo un centímetro y cuando no lo consiguió, le dio un golpe suave en la mejilla y luego uno más fuertes.

Los ronquidos cesaron y tuvo que volver a acercarse con el ceño fruncido y lo miró.

—¿Hola? ¿Señor...? No le pegue tan fuerte, no puede estar muerto.

—¿Despertó? —inquirió Kelly entrando en la habitación y Rees lo miró por sobre el hombro y negó.

—Pero al menos dejó de roncar.

—Apártate —pidió y Rees obedeció y se bajó de la cama.

Kelly abrió las cortinas al otro lado de la habitación, para que el sol los iluminara, rodeó la cama hacia la mesa de luz junto a Roland y tomó el jarrón con flores, retiró las flores y luego volcó el agua en su rostro.

Roland se enderezó bruscamente con el rostro empapado y lo primero que hizo fue empezar a toser, cuando el agua se le metió por la nariz y quemó su garganta.

—Buenos días, señor —saludó Kelly y tomó una toalla del armario para que se secara—. Vaya que le gusta dormir ¿uhm? Lleva todo el día roncando como si no hubiera un mañana.

—Y ronca muy fuerte —agregó Rees desde los pies de la cama—. Ni siquiera me dejó dormir.

Roland se llevó una mano al pecho, acariciándose donde le dolía por el susto y luego la bajó hacia su estómago. Sentía que iba a vomitar después de todo lo que había bebido y antes de hacerlo sobre la cama, Kelly consiguió una cubeta en el baño y se la dejó entre las piernas justo a tiempo.

—Eso es, señor, limpie su estómago —apoyó y le apartó el cabello de la frente, mientras le acariciaba la espalda con su otra mano—. Tráele algo de comer, Rees.

Se marchó apresurado hacia la cocina y Roland terminó de vomitar, lo que parecieron toneladas de whisky en la cubeta y se limpió con la toalla al terminar, mientras soltaba un quejido y apretaba los ojos que le ardían por toda la claridad en la habitación.

—¿Dó...dónde estoy?

—En mi casa, señor, es todo lo que necesita conocer de momento. Venga a lavarse.

Se arrastró hacia el borde del colchón, con su cuerpo pesándole toneladas y cuando dejó la cama, sus piernas le fallaron y la habitación giró a su alrededor, por lo que terminó cayendo de rodillas a los pies de Kelly.

—¿Necesita ayuda?

—No —gruñó y se apoyó del borde de la cama para enderezarse.

Le costó hacerlo sin ayuda, pero no cedió a su orgullo y cuando se puso de pie, se tambaleó detrás de Kelly hacia el baño.

Todavía estaba demasiado adormilado y mareado como para prestar atención al entorno o a la situación en la que se encontraba, así que no cuestionó las cosas cuando Kelly abrió la llave de la ducha y encendió el mechero para calentarla.

—Desvístase y báñese, lo necesita.

Kelly se marchó hacia el dormitorio, pero no cerró la puerta y Roland tampoco lo notó. Se quitó la ropa que estaba sucia, sudada y manchada en whisky y la dejó en el piso antes de meterse desnudo en la ducha, cuidando no golpear el duchero que contenía alcohol y fuego.

Mojó su rostro, frotándolo con ambas manos y soltó un jadeo de alivió cuando el agua caliente relajó la tensión en su cuello y sus hombros. Hacía tiempo que no se bañaba en una ducha y casi había olvidado lo agradable que podía ser.

Rotó sus hombros, intentando destensar los músculos en su espalda y Tony se detuvo en el marco de la puerta para observarlo y sonrió.

—Vaya...Sí que se traía el atractivo oculto.

Noel asomó por detrás de él y silbó.

—¿No quiere compañía allí adentro, señor?

—Déjenlo tranquilo, todavía está ebrio —intervino Kelly y pasó junto a ellos con otra toalla y ropa limpia.

Le echó un vistazo, evaluándolo desde los pies a la cabeza y asintió para sus adentros. Un cuerpo como ese podía ganar bastante dinero en el negocio y atraer a varios clientes, además de que tenía buenas proporciones y una buena anatomía, del tamaño apropiado y que a los clientes le gustaría.

Lo único que necesitaba, era pulir un poco su rostro; quitarle la barba, recortarle el cabello. Sí, eran cosas sencillas y que podía resolver sin problemas en solo unas horas, así que solo necesitaba que el hombre aceptara su oferta y se quedara a su lado.

—Aquí tiene ropa limpia, señor.

Roland lo miró de reojo, cuando dejó las cosas sobre el banco de madera junto a la ducha y luego de cerrar el agua, alcanzó la toalla y se envolvió, centrando su atención en ellos.

—¿Dónde estoy?

—Mi casa.

—Ya dijo eso —espetó—. No es a lo que me refiero. Estaba en el bar anoche y ahora... ¿Dónde estoy?

—Southwark, sur de la ciudad, lo encontramos en el bar cuando intentó dormir con mi muchacho, seguro recuerda eso.

Pasó su mirada desde Kelly hacia los dos hombres en la puerta y reconoció a uno de ellos de la noche anterior. El rubio bonito de ojos celestes y buen cuerpo. Este le sonrió como si estuviera recordando su encuentro de la noche anterior y Roland se estremeció.

—¿Nosotros no...no hicimos...?

—No, cariño, por desgracia te dormiste —lamentó Noel y frunció los labios en un puchero—. Pero podemos ir a mi dormitorio si quieres...

Arrugó la nariz con desagrado y sujetó la toalla con más fuerza a su alrededor para cubrirse.

Volvió su mirada hacia Kelly, luego de regresó a aquellos dos y frunció el ceño.

—Yo los conozco...Ustedes son...Oh, joder, no, no, no...

Pasó junto a ellos, llevándose la ropa en su mano libre y cuando entró en el dormitorio, tiró todo en la cama y empezó a vestirse tan rápido como pudo.

Le quedaba un poco apretado, pero no importaba en esos momentos, necesitaba salir de esa casa antes de que hablaran y lo tentaran. Antes de que lo hicieran caer de regreso en su adicción.

Se abrochó la camisa con manos temblorosas y Kelly asomó desde el bañó y se acercó.

—¿De dónde nos conoce, señor?

Lo ignoró y Noel empezó a asentir, pensativo.

—Ya me parecía que le veía rostro familiar.

—Oh, sí...Es el hombre del baño, jefe —agregó Tony y lo señaló—. El que estaba en Spitalfields, cuando nos dieron aquel hotel horrible.

—No lo recuerdo.

—Estaba con otro hombre —agregó Noel—. Un muchacho muy bonito...Joven y con un culo que podría...

Roland dejó caer el zapato antes de ponérselo y cuando se giró hacia Noel, lo agarró de la camisa y le cruzó el rostro con un puño mucho antes de que los demás pudieran siquiera reaccionar para detenerlo.

Noel cayó al piso, apretándose la mandíbula y soltó un juramento y apenas logró cubrirse cuando Roland lo aferró de la camisa y se preparó para golpearlo otra vez.

—¡Maldito marica, habla de él otra vez... ¡Vamos! ¡Dilo otra vez!

Kelly y Tony lo sujetaron con fuerza de los brazos, intentando tirar de él para quitárselo de encima, pero Roland se sacudió furioso y como sus brazos estaban inmovilizados, usó su pie para patearlo antes de que lo arrastraran lejos.

No llegó a golpearlo muy duro, pero aun así Noel soltó un quejido y giró sobre su espalda en el piso antes de ponerse de pie.

—No mi rostro, joder... ¡¿Cuál es su maldito problema?!

—¡Los putos como tu son mi problema!

—¡Ja! Y bien que querías chuparme la verga anoche —. Se rio y cuando se enderezó, Kelly soltó el brazo de Roland, dejando que Tony lo sujetara y se atravesó frente a Noel para detenerlo—. ¡No eres menos puto que yo, si hasta me pediste que te llamara así!

—Ya basta, Noel, retirarte.

—La mierda me voy a retirar —ladró e intentó esquivarlo para acercarse a él—. ¿Ofendí a tu noviecito o qué? Muy bonito culo tenía, voy a encontrar donde vive y comérselo mientras miras, pedazo de mierda.

Roland se sacudió con más fuerza y esta vez, Tony no logró detenerlo y cuando se soltó, se lanzó hacia Noel y los dos se agarraron al mismo tiempo, golpeándose por igual sin que Kelly pudiera hacer mucho para detenerlo.

No ayudaba que fueran los dos hombres más grandes del grupo y que Noel tuviera el carácter de una bolsa de pólvora. Solo necesitaba una pequeña provocación, una muy pequeña, y explotaba.

Rees y Trevor llegaron corriendo por las escaleras ante el alboroto y en cuanto vieron la pelea, se adelantaron para intentar ayudar a separarlos. Kelly y Rees sujetaron a Noel, inmovilizando sus brazos de la mejor forma posible y Trevor fue con Tony para intentar sujetar a Roland.

—Maldición, hombre, ya cálmate —le pidió Tony, pero Roland no desistió.

Estaba sangrando del labio y sus dientes se habían manchado por completo, pero le llenaba de orgullo ver que al menos Noel parecía estar peor, con la nariz sangrando sobre su boca y puntos rojos en las mejillas y el ojo que luego se tornarían en moretones. 

—Te voy a matar —gruñó en su dirección y Noel se rio.

—¿Sí? ¿No quieres montar mi verga primero como me rogaste anoche? —. Se rio cuando Roland se sacudió más molesto cada vez y él dejó de forcejear con Kelly y Rees—. O quizás prefieres chupármela, ya que me dijiste te gustaba tanto...O le pido a tu novio que me la chupe...

—¡Noel, basta!

—¿Por qué? No le debo nada a este imbécil.

Trevor y Tony tuvieron dificultades conteniendo a Roland en el lugar y cuando este logró soltarse del agarre de Trevor, le dio un golpe a Tony para quitárselo de encima y luego regreso a Noel y por un segundo, todos pensaron que lo volvería a golpear.

—Estás muerto, que lo sepas... ¿Noel te llamas ¿no? Sí, buena suerte con la policía, puto de mierda.

Se apresuró hacia la puerta del dormitorio y por un minuto, todos quedaron en silencio en la habitación y el pánico llegó como una ola de tormenta arrasando con todo en la costa del océano.

—No —jadeó Kelly y soltó a Noel para correr detrás de Roland—. No, señor, no puede...No, no haga eso...

Se atravesó en su camino, apretándose por su lado para bajar primero las escaleras y extendió sus brazos para que no pudiera pasar.

—Le imploro que no haga esto...Por favor, le daré dinero si es lo que quiere... ¿Quiere eso?

—O se aparta de mi camino o lo acuso a usted también.

—No, no, por favor, joder...Es todo un malentendido, podemos trabajar juntos, señor, usted estuvo con Noel anoche y...

Lo empujó a un lado, obligándolo a retroceder sin mucho esfuerzo y Kelly maldijo y se agarró la cabeza, al borde de una crisis que no sabía si le haría gritar, romper algo o simplemente empezar a llorar.

—¡Si me acusas con la policía, les diré que me la querías chupar y hasta me rogaste para hacerlo! —advirtió Noel asomando desde el dormitorio.

Roland se rio.

—No te preocupes, que se los digo yo mismo.

Se marchó, cerrando de un portazo a su espalda y el eco retumbó en la habitación y dejó otro silencio entre todos, mientras intercambiaban algunas miradas con el corazón acelerado.

—¡¿Qué mierda has hecho, Noel?! —gritó Kelly y su respiración acelerada le provocó un dolor en el pecho—. ¡¿Qué mierda?! ¡Joder!

—¿Qué...Qué vamos a hacer, jefe? —susurró Rees y Kelly se frotó el rostro con ambas manos e intentó calmarse—. ¿Vamos...Vamos a ir...pr-presos?

—No...Yo...Hablaré con él, ustedes...Esperen aquí y hablaré con él. Joder.

Tomó su sombrero del perchero y se marchó con paso apresurado, para intentar alcanzar a Roland antes de perderlo. Lo peor era que el hombre ya tenía la dirección de su casa, así que, si iba a la policía, los enviaría directamente a su puerta.

No era algo que hubiera estado esperando pudiera suceder, no cuando ese hombre había estado más que interesado en dormir con Noel la noche anterior.

Corrió por la cuadra cuando vio su cabeza dorada perdiéndose entre las personas en la distancia y una vez lo alcanzó, Roland rodó los ojos y giró en el lugar para irse por otro camino.

—Por favor, escúcheme —suplicó, pero Roland lo ignoró y se metió por un callejón vacío y apresuró el paso—. Señor, lo que planea nos arruinará.

—Como si me importara, lo hubieran pensado dos veces antes de ser un montón de asquerosos pervertidos.

—¿Nos culpa cuando usted claramente hace lo mismo?

—Cuidado, imbécil—escupió y se regresó en el lugar para enfrentarlo y lo empujó contra la pared del callejón. Kelly tragó con fuerza—. No soy como ustedes y no te atrevas a sugerirlo.

—Quería dormir con Noel anoche.

—Estaba ebrio.

—¿Y? Un hombre normal no ruega por un pene cuando esta ebrio, a menos que lo quiera también estando sobrio —espetó y no le habría sorprendido si lo golpeaba en respuesta—. Puedo ver que no le importa que lo acusemos con las autoridades, pero le importara si esto va a juicio...Le importará cuando empiecen a hurgar en toda su vida y sus relaciones, buscando hasta la más pequeña cosa para encontrarlo culpable y entonces encuentren a este muchacho al que claramente quiere proteger...

—No hables de él —gruñó, apretándolo con más fuerza contra la pared.

—Solo le advierto para protegerlo —explicó—. Si llegan a él y descubren que usted tuvo una relación con ese muchacho, lo arrestarán también...Lo hará pasar por todo este infierno como a nosotros.

—No tienen como llegar a él —aseguró, encogiéndose de hombros y Kelly se rio.

—Es estúpido si cree que nosotros no lo mencionaremos. Si nos acusa, lo primero que haremos será mencionar que tiene un amante y que se encuentra en Spitalfields y frecuenta la casa de baño en Fournier Street. Iré yo mismo y se los señalaré a las autoridades cuando lo vea.

—Maldita basura —gruñó y cuando le apretó el cuello, Kelly sujetó su muñeca y ni siquiera intentó apartarlo.

—Pero si no va a la policía —continuó y Roland lo miró a los ojos, sin soltar su agarre—. Entonces nosotros no le hablaremos de este muchacho y él estará a salvo...Todos ganamos.

Lo soltó bruscamente, empujándose hacia la pared opuesta y cuando su espalda la golpeó, se quedó allí, mirándolo en silencio y terminó riendo sin humor.

—Bien...Como sea...

—¿Volverá a la casa conmigo?

—Púdrete—espetó y se enderezó para seguir caminando. 

La voz de Kelly lo detuvo.

—Puedo ofrecerle trabajo.

Tomó una inhalación profunda y aunque su primer instinto fue huir, correr, alejarse tanto como fuera humanamente posible y no volver a ceder a esa tentación, otra parte de él, esa voz corrupta en el fondo de su cabeza se emocionó.

—Usted ya está en el negocio, se lo dijo a Noel a noche y dijo que ganaba solo once chelines, yo puedo ofrecerle mucho más, señor.

Y eso seguro lo mantendría callado y lejos de la policía, porque si conseguía ponerlo a trabajar con él y sus muchachos, entonces sería importante para Roland que ninguno cayera en manos de las autoridades; o todos caían.

—No estoy interesado.

—Quince libras a la semana —agregó y Roland se giró bruscamente—. No es broma.

—Sí claro. ¿Cuántos clientes? ¿Cincuenta por noche?

—Seis u ocho por noche...Puede hacer más si toma más clientes —. Miró a su alrededor, confirmando que no hubiera nadie cerca y se acercó, bajando su voz—. No encontrará una oferta como la mía en ningún lado.

—No...No estoy interesado.

—¿Y seguirá conformándose con once chelines a la semana con clientes sucios en un bar cuando lo que yo le ofrezco es mucho mejor?

—No es asunto tuyo lo que haga y tu oferta es una mierda, así que desaparece de mi vista antes de que cambie de opinión y te lleve con la policía.

Decidió no insistir esta vez y solo alzó sus manos y retrocedió un paso.

—Muy bien, señor...Sabe dónde encontrarme si cambia de parecer.

Se regresó hacia la casa, aunque no sin un nudo en el estómago de la ansiedad constante que le provocaba no saber lo que Roland haría a continuación y cuando se hubo marchado, Roland maldijo y se fue en la dirección contraria, sin rumbo alguno.

Solo tenía dos chelines, una deuda en un bar que no pensaba volver a visitar y demasiadas emociones volviéndolo loco por dentro.

Se encontraba en la misma situación de mierda que años atrás, cuando había llegado a la ciudad de Nueva York por primera vez y no había conocido el lugar ni a donde ir.

No conocía esa zona de Londres y tampoco sabía a dónde ir o qué hacer. Una parte de él estaba desesperada por volver con Peter, disculparse y abrazarlo y decirle que todo estaría bien y besarlo. Una parte de él quería aceptar la posibilidad de que Peter realmente lo quisiera y no fuera solo la confusión y la perversión.

Pero se obligó a ignorar todos esos sentimientos y terminó caminando por un par de cuadras antes de sentarse en el banco de una plaza.

Con los dos chelines que tenía podía conseguirse algo para comer y luego tendría que improvisar. Quería un trabajo para poder enviarle dinero a Peter, porque sabía que solo y en la fábrica, no sería capaz de mantenerse a flote y, además, no quería que siguiera en la fábrica cuando comenzaría sus estudios muy pronto.

Pensar en Peter en esos momentos dolía, podía imaginarlo solo y odiándolo por haberlo dejado y haber roto su promesa y podía entender que lo odiara también. Era un imbécil y tan egoísta como Mendoza lo había acusado una vez.

Se atrapó a sí mismo llorando sin darse cuenta y se apresuró a limpiarse las lágrimas antes de que alguien lo notara y suspiró.

Quince libras a las semanas...Con eso podría mantener a Peter e incluso ayudarlo a que se rentara otro lugar, una casa más grande y bonita como a las que él le gustaban.

Sacudió la cabeza, obligándose a alejar esas ideas y negó. No podía volver a ese negocio. No de nuevo, porque si caía en ese mundo una vez más, jamás lograría salir. Pero entonces... ¿Qué hacía? No era como que conseguir trabajo le resultara fácil y aunque no aceptara las quince libras, todavía necesitaba dinero para comer esa semana.

Pasó el día vagando por esa zona de la ciudad y revisando los precios en los bares para encontrar su mejor opción. No había ninguna. La mayoría de las comidas que se servían estaba por encima de los cinco chelines y los dormitorios se rentaban por ocho chelines la noche y a veces más. Encontró un bar donde la comida costaba unos peniques, pero aun así no le alcanzaría para un dormitorio donde dormir, porque necesitaba tres chelines para eso.

Al menos cenó cuando ya empezaba a caer la noche y se volvió a la calle para buscarse un lugar donde dormir.

No era nada nuevo dormir en un banco en la plaza o en un callejón, apretado contra una pared, pero se había acostumbrado a Peter en esos últimos meses y se había acostumbrado a su calor y su cuerpo y su compañía y su voz y su belleza y...

Rompió en llanto al pensar en él y se acurrucó en el suelo junto a un edificio y sollozó en silencio. Irse había sido la peor decisión del mundo y la más difícil también, no obstante, sabía que había sido lo correcto...Por Peter. Para protegerlo de tener una vida como la suya.

Durmió en el frío y duro suelo, sin siquiera una manta para abrigarse y pasó gran parte de la mañana sin saber qué hacer. Parte de él sabía cuál era la decisión que debía tomar para ganar dinero, pero se negaba a ceder y volver a eso tanto como se negaba a volver con Peter.

Pasó el día caminando sin rumbo y acabó visitando la Universidad en Gower Street, después de caminar cuatro kilómetros, solo para revisar en la lista de alumnos aceptados que Peter hubiera aprobado los exámenes. No le sorprendió encontrar su nombre en el tablero de la pared, pero si le alegró y lamentó no poder estar con él, abrazándolo, consintiéndole y diciéndole lo orgulloso que estaba por sus logros.

Se detuvo en administración y golpeó suavemente la ventanilla para que alguna de las mujeres lo atendiera.

—Buenas tardes, señor.

—Buenas tarde. Me preguntaba cuándo comenzarán las clases los nuevos estudiantes del periodo tardío.

—El próximo lunes, señor. ¿Necesita su hoja de horarios?

—No, no, muchas gracias.

Se marchó, haciendo una nota mental para volver el próximo lunes a la media noche y regresó a Southwark, la zona sur de la ciudad que estaba lo suficientemente alejada de Peter como para que no lo encontrara, ni lo tentara demasiado el ir a llamar a su puerta.

Logró cenar otra vez con el dinero que le quedaba y le sobró suficiente para al menos otra comida para el martes, pero seguía sin tener un lugar donde dormía y sabía que tarde o temprano tampoco tendría para comer.

Quince libras a la semana...

Podía mandarle catorce libras a Peter y vivir solo con una, sería más que suficiente para él. Rentaba algo que solo costará unos pocos chelines y comía lo mínimo necesario y Peter estaría bien con catorce libras. Joder, más que bien, hasta podría renunciar a su trabajo, aunque probablemente no lo haría, porque era demasiado terco y orgulloso.

Quince libras...Y era un trabajo que ya conocía, podía hacerlo. Era fácil y vamos, en el fondo lo disfrutaba ¿no? Aunque, seguro era mentira y no ganaría quince libras, era imposible. Nadie pagaba tanto y menos con solo cuatro clientes por noche.

Sí, probablemente era una estafa, porque había molestado a esos hombres y querían vengarse, así que no los necesitaba, estaba bien solo y podía trabajar solo. Siempre lo había hecho.

Dejó el bar después de terminar su cena y no le costó demasiado encontrar un burdel. Eran tan fáciles de identificar cuando sabía lo que buscaba y dónde buscarlo, además de que Southwark parecía estar repleto de ellos, con al menos uno por cuadra.

Entró en el primero que encontró, esquivando a los hombres que salían y cruzó los dedos para que los trucos que funcionaban en Nueva York, también aplicaran en Londres.

A simple vista, el burdel era normal, solo trabajaban mujeres y se paseaban con sus vestidos y camisolas, dejando ver el corsé o alguna pierna y ofreciéndose a los hombres que buscaban compañía, pero sabía que algunos burdeles tenían otros servicios en la parte de atrás.

Buscó a alguien que tuviera aspecto de dirigir el lugar y se acercó, retorciéndose las manos sudorosas. Siempre era un riesgo hacer esas cosas, hablar de esos temas, pero siendo sincero, su seguridad nunca había sido algo que le importara.

Se acercó a la mujer, que inspeccionaba todo el salón desde un sofá, vestida elegantemente y sin indicio alguno de que fuera una prostituta y esta lo miró, retirando el cigarrillo de su boca.

—¿Puedo ayudarlo?

—Me preguntaba si tendrá trabajo en la parte de atrás.

La mujer alzó una ceja y revisó detrás de él, como si esperara encontrar a alguien.

—¿Ofrece niñas?

La pregunta le hizo estremecerse y miró hacia la puerta que llevaba hacia la parte de atrás. Genial, con que ese era el servicio clandestino en ese burdel.

—No...Es para mí, señora. 

Notó por la expresión en su rostro que no le gustó la sugerencia y que probablemente le daba asco siquiera imaginarlo, así que no se quedó a esperar una respuesta o a que llamara a alguno de los guardias para que le diera una golpiza y simplemente se marchó. 

Probó en los siguientes dos burdeles, pero en uno casi lo agarraron a los golpes por confesar que buscaba trabajo como prostituto y en el otro amenazaron con llamar a la policía si no se largaba.

Tan solo tuvo éxito en el cuarto burdel, le preguntó al guardia de la puerta trasera si ofrecían trabajo para un hombre como él y este lo estudió de pies a cabeza y asintió.

—Tendrá que venir otro día y hablar con el dueño —le dijo—. Pero seguro que le dan un lugar, sí.

No le interesaba hablar con el dueño, en realidad, lo único que le interesaba era saber que esos hombres estaban buscando dormir con otros hombres y entonces, se dispuso a robarle al burdel algún cliente.

Salió del edificio, buscó el callejón a un lado que llevaba hacia otra entrada clandestina hacia la zona de homosexuales y se detuvo allí afuera, apoyado en la pared junto a la puerta y esperó.

Al menos tenía experiencia en ese mundo y sabía perfectamente cómo actuar, como hablar, qué decir e incluso como mirar a otros hombres, para transmitir todo en silencio. Era una ventaja por encima de los novatos dentro del burdel, que acostumbraban recibir a los clientes sin tener que ocultarse. 

Unió las manos en la espalda, recostándose contra la pared de ladrillos y esperó a que llegara alguien. Debía reconocer que ese burdel no estaba muy frecuentado, al menos no por esa puerta trasera, pero no podía ir e intentar robar los clientes estando adentro o el guardia lo sacaría a golpes.

Esperó por varios minutos, con la esperanza de que algún hombre se apareciera con la intención de visitar el burdel y cuando vio a uno, caminando por el callejón, esperó hasta estar seguro que iba al burdel y no estaba solo de paso y una vez se detuvo frente a la puerta, le habló.

—¿Tendrá un cigarrillo, señor?

El hombre cerró la puerta, volviéndose hacia él sin entrar y asintió.

—Por supuesto, caballero —. Buscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó un paquete de metal—. Aquí tiene.

Aceptó el cigarrillo que le entregó y se lo llevó a los labios.

—¿Fuego?

El hombre le ofreció el encendedor con una bonita funda de metal, pero Roland sonrió de lado, con el cigarrillo entre sus labios y bajó la mirada hacia este sin decir palabra.

Sonrió cuando el hombre se acercó para encenderlo por él y lo retiró de su boca, soltando el humo lentamente. Había pasado un buen tiempo desde la última vez que había fumado y lo había echado de menos tanto como el negocio.

—¿Viene a pasar el rato a este lugar? —inquirió y el hombre se guardó el encendedor y asintió—. Mmm... ¿Vale la pena?

—En cierta forma, sí.

—No parece muy convencido —observó y alzó su mano para acomodarle el cuello de la camisa—. ¿No le gusta, señor?

—No he dicho eso, solo...Es un poco llamativo venir a este lugar, es todo.

—Oh, comprendo, por eso tampoco me gustan los burdeles. Atraen mucha atención y yo prefiero hacer las cosas más discreto. Podría acompañarlo a su casa si le interesa...—. Se acercó un poco y bajó la voz—. No cobro mucho.

—Mmm... ¿Está en el negocio entonces? —. Asintió y el hombre miró hacia la puerta del burdel otra vez—. No lo sé, no lo conozco y no quisiera arriesgarme.

—Entiendo eso...Además no me veo muy guapo tampoco —lamentó y se alejó de regreso a la pared—. He querido afeitarme estos días, pero perdí mi hogar y no tengo dinero o a donde ir, así que...No puedo hacer mucho con mi imagen.

—Oh... ¿Perdió su hogar?

—Sí, un incendio —mintió y desvió la mirada, negando como si estuviera al borde de llorar—. Mi madre murió en el fuego y a veces todavía puedo escucharla gritar ¿sabe? Intente salvarla, pero...Todo colapso y no quedó nada...No ha sido fácil desde entonces...

Ponerse a llorar no fue difícil, tenía muchos motivos para hacerlo después de todo lo que le había sucedido en esas semanas y lo asqueado que se sentía con sí mismo por estar volviendo a ese mundo, así que puso lágrimas en su rostro y el hombre se acercó de inmediato, apenado.

No le extrañaba, a muchos clientes les gustaban los hombres más débiles y vulnerables, porque les hacía sentir a ellos más fuertes y como una especie de héroe.

—Lo siento tanto, señor...Lo que me dice es horrible y ni siquiera parece tan mayor...

—No lo soy —susurró entre las lágrimas y se limpió con las mangas de su camisa—. Apenas tengo diecisiete, señor...

Otra mentira, porque en realidad estaba a solo unos meses de cumplir veinte, pero su trágica historia dolía más si le sucedía a un muchacho joven, de apenas diecisiete años, que a un hombre que ya estaba en sus veinte.

—Pobre muchacho —lamentó el hombre y se acercó para abrazarlo—. Ya, ya, joven...Venga conmigo, no vivo muy lejos y podrá afeitarse en mi casa.

—¿Sí? No sé...No-No quiero molestarlo y usted ya dijo que no quería arriesgarse y...

—No se preocupe por eso, joven —interrumpió y señaló el camino—. Vamos a mi casa ¿de acuerdo?

Asintió, limpiándose las lágrimas y caminó por delante para dejar el callejón y miró sobre su hombro para confirmar que lo seguía.

—Usted es muy bueno —aseguró al tenerlo a su lado—. Y muy apuesto también. ¿Me tocará en su casa? Me gusta mucho cuando me tocan y...

—Guau, joven, baje la voz aquí afuera —reprendió y Roland fingió una risa inocente y nerviosa y se cubrió la boca.

—Perdón...Es la emoción y que usted sea tan guapo —aseguró, aunque solo era otro truco y uno que le daba ganas de vomitar.

Pero al menos funcionaba, claramente a ese hombre le gustaba que fuera vulnerable y afeminado. Eso que Roland tanto odiaba.

—¿Vive muy lejos?

—No, solo unas cuadras por aquí.

Asintió, siguiéndolo de cerca y cuando lo vio abrir el portón bajo hacia una casa de dos pisos, reprimió una sonrisa. Ese hombre debía tener dinero o no podría permitirse una casa como esa.

—¿Aquí es? —curioseó, aunque era evidente—. Vaya, su casa es muy bonita. ¿Vive sólo?

—Así es, joven. Pase usted.

—Gracias —contestó y se adelantó hacia el salón—. Guau...Que grande es aquí, mi casa era muy pequeñita y compartía cama con mis hermanos.

—¿Tiene hermanos?

—Sí...Ellos...—. Se detuvo, bajando la mirada hacia el suelo y fingió que volvía a llorar—. También murieron, las quemaduras fueron muy graves según el do-doctor...

El hombre dejó su saco y sombrero en el perchero junto a la entrada y se acercó a él para intentar consolarlo y Roland lo dejó, abrazándose a su cintura para recostarse en su hombro.

—Lo siento tanto, joven. Es usted muy fuerte y muy valiente, no debería tener que pasar por todo esto a su edad —. Le peinó el cabello y Roland cerró los ojos y por un momento se permitió disfrutar del afecto. No iba a negar que era algo que necesitaba, el único momento en el que podía permitirse ser el mismo y querer lo que siempre se prohibía—. ¿Cómo te llamas, muchacho?

—Noel Watts —mintió y lo miró—. ¿Usted?

—Señor Robinson. ¿Tienes hambre?

—Demasiada —rio y se alejó un paso—. ¿Tiene usted un baño donde pueda limpiarme? Me veré mejor para usted si me arreglo.

Asintió y tomó su mano para guiarlo por las escaleras y encendió las luces. Electricidad. Eso solo podía significar que ese hombre realmente tenía dinero y cuanto más dinero tuviera, más podría sacarle o quizás robar algo antes de irse y sin que se diera cuenta.

Lo siguió hacia una habitación y entró primero cuando abrió la puerta. Estaba en un bonito baño, con paredes e inodoro de madera, una bañera de mármol y las canillas con agua conectadas a la caldera.

—Puede darse un baño si lo necesita y afeitarse...Aquí tiene mi navaja y la espuma, solo procure dejar todo ordenado cuando termine ¿de acuerdo? Iré preparándole algo de comer.

—Muchas gracias —susurró y tomó su mano antes de que se fuera—. ¿Me da un beso, por favor?

El hombre le sonrió y se acercó para presionar sus labios suavemente contra los suyos. Sus barbas se engancharon en el proceso, el bigote de Robinson con el suyo, pero eso solo le hizo sonreír y cuando se apartó, volvió su atención hacia el espejo frente al lavado y tomó la espuma del cajón.

Dejó de sonreír en el momento que el hombre se marchó cerrando la puerta y dejó caer sus manos contra el lavado, centrando su atención en el espejo. Odiaba al hombre que lo miraba de regreso en esos momentos, sentía asco hacia su propia piel y sus ojos, a su mente dividida entre odiar lo que estaba por hacer y disfrutarlo.

Abrió el cajón para sacar la navaja y la tijera y se cortó el largo de la barba, dejándola tan rente a la piel como pudo. Se veía mejor si no la llevaba tan larga y se vería aún mejor cuando la hubiera retirado por completo, al menos de esa forma no parecería un hombre de veinticinco años y realmente aparentaría los diecinueve que tenía.

Cubrió sus mejillas y su cuello con la espuma y cuando tomó la navaja, la observó un momento al abrirla y ver la luz sobre su cabeza, emitir un destello contra la hoja afilada y por un segundo, un pensamiento lo atravesó, uno demasiado impulsivo y violento.

Realmente solo le tomaría un segundo deslizar la navaja por su garganta y poner fin a su miseria. No más sufrimiento, no más tentaciones, ni amar a un hombre que jamás podría tener. Solo silencio y paz absoluta...Sería tan fácil.

Pero luego llegaría el infierno, las llamas que lo quemarían por la eternidad y los demonios que lo atormentarían por sus pecados y no quería eso. No quería morir; no porque le importara su vida, sino porque le aterraba saber hacia dónde iría, así que sacudió la cabeza, ahuyentando esas ideas y empezó a afeitarse con cuidado.

Se dio una ducha al terminar y dejó el baño, solo llevando su pantalón, y la camisa, chaleco y chaqueta en mano. Al menos de esa forma, dejaría que Robinson fuera viendo y deseando su cuerpo, porque de algo de lo que sí estaba seguro; era que tenía un buen cuerpo que sus clientes siempre disfrutaban. 

—Su baño es muy bonito, señor, y limpie todo como me dijo.

—Muchas gracias, espero que disfrutara del ba...—. Enmudeció al girarse para verlo y Roland fingió una sonrisa inocente y se acercó a la mesa de madera en el centro de la cocina para sentarse—. Dios...Es...Es usted precioso.

—Gracias, señor, mi madre me decía lo mismo todo el tiempo —. Nunca en realidad, su madre preferiría que le cortaran la lengua antes que halagarlo, pero eso no importaba en esos momentos—. ¿Le gusta mi cuerpo?

Robinson asintió, dejando el plato con comida en la mesa y se acercó a él para observarlo mejor. Roland se echó hacia atrás en la silla, permitiéndole ver todo su torso sin la mesa de por medio y los ojos de Robinson lo recorrieron.

—Tiene un cuerpo magnifico y su rostro...Mi Dios...

Sonrió cuando Robinson le acarició la mejilla, deteniéndose de pie entre sus piernas y lo miró a los ojos, echando su cabeza hacia atrás para guiar su mano por su mejilla y hasta sus labios. Los separó lentamente, sin dejar de mirarlo y acarició la yema de su dedo índice con la lengua, antes de empezar a chuparlo lentamente, empujando centímetro a centímetro en su boca.

Robinson contuvo un gemido, con su respiración volviéndose más pesada y Roland retiró el dedo de su boca y esta vez, empujó dos juntos, chupándolos con la misma lentitud.

—Para alguien tan joven, sin duda sabes cómo animar a un hombre ¿no?

—Tengo mis talentos —contestó, sin importancia y se enderezó en la silla, para ponerse de pie frente a él—. Y decidí que puedo cenar más tarde, si eso le parece bien a usted...

—Puedo enseñarte mi habitación.

—Eso me gustaría mucho —aseguró y le acarició el hombro hacia el pecho de su camisa—. Pero... ¿Me pagará ¿verdad? Necesito el dinero para sobrevivir, señor, porque sin mi madre y sin un hogar, yo...Yo he estado viviendo en las calles y no me gusta, me da miedo y hay hombres muy...Muy malos...

—¿Te han hecho daño?

Apartó la mirada, fingiendo estar apenado y alzó los hombros.

—A veces...Algunos hombres son muy violentos y no me pagan después de usarme... ¿Usted no hará eso ¿verdad?

—Por supuesto que no, cariño, no te haré eso, prometo compensarte muy generosamente por tu compañía —. Tomó su mano para llevarlo al dormitorio, pero Roland lo detuvo y tiró de él cerca, para acariciarle el cuello y la mejilla—. ¿Sucede algo?

—Tan solo...Bueno, me ayudaría mucho saber cuánto me pagará...A veces algunos hombres dicen que lo harán y luego no lo hacen y yo me siento muy triste, porque me esmero por complacerlos y ellos me lastiman...Pero si usted me dijera cuánto, entonces yo estaré mucho más feliz de complacerlo...

—Oh...—. Robinson tardó un momento en asentir, comprendiendo perfectamente su sentimiento y la culpa le hizo empezar a tantearse los bolsillos—. Déjame...Ver... ¿Quince chelines te parece bien?

—¿Quince? Ah...Bueno...

—No pareces contento, joven —observó y Roland bajó la mirada, apenado y se encogió de hombros.

—No pasa nada, igual podré comer unos días con ese dinero...Supongo —. Soltó un suspiro exagerado y forzó una sonrisa que intencionalmente dejó ver era falsa—. ¿Me enseña su dormitorio entonces? Prometo que seré muy bueno con usted y obediente.

—Eres un joven tan bueno ¿no es así? —. Asintió, poniendo su sonrisa más inocente y Robinson suspiró y miró hacia las monedas en su mano—. ¿Qué tal si te pagó dos libras? ¿Te alegraría eso?

—Oh, ¿d-dos? —. Robinson asintió, empezando a sonreír al ver como su rostro se iluminaba—. Señor Robinson, usted sería el mejor hombre de todo el mundo, no, del Universo si hiciera eso y yo le querría tanto.

Lo abrazó, cubriéndole el rostro de besos y Robinson se rio y envolvió su cintura.

—Ya, ya, joven, me alegra mucho poder ayudarte, pero cumple con tu parte ahora y compórtate conmigo ¿sí?

—Por supuesto, señor Robinson, seré el más obediente de todos sus amantes, se lo aseguro. ¿Vamos a su habitación?

Lo guio por las escaleras y Roland lo siguió, intentando tragarse las náuseas que los nervios le provocaban y mantuvo su acto en marcha. Joven, inocente, patéticamente afeminado y delicado, vulnerable y en necesidad de un hombre que lo salvará.

Ya quería vomitar con la simple idea, vomitar y arrancarse el estómago por la garganta.

—Aquí estamos en mi habitación.

—Vaya, que bonita que es —halagó, entrando primero y giró por el lugar, poniendo una risa tonta al admirarlo todo—. Usted debe ser un hombre muy exitoso. ¿A qué se dedica?

—Soy abogado.

—Uy, exitoso e inteligente. Me gustan los hombres inteligentes y usted es inteligente, así que eso significa que me gusta. Además, también es muy apuesto —. Le acarició el pecho por sobre la ropa y Robinson se rio—. Quiero desnudarlo y meterlo en mi boca, señor... ¿Puedo hacer eso? Estoy tan ansioso.

—Puedo ver que lo estás... ¿Me demostrarías qué tan ansioso?

Roland lo miró y por un segundo casi dejó caer la máscara y quiso golpearlo y estrangularlo. Imbécil, pensó y supo exactamente lo que quería.

—Podría rogarle porque me deje chuparlo toda la noche, señor, pero...Pero eso me haría sentir muy triste —confesó, haciendo un puchero y Robinson frunció el ceño.

—¿Triste por qué, mi muchacho?

—Pues porque significa que he sido un mal chico ¿no? Es que los otros hombres siempre me hacen rogar cuando soy malo, pero yo...Yo no quiero ser malo con usted ¿lo he sido? Oh, señor Robinson, perdóneme si lo he sido, perdone...

Robinson suspiró, angustiado y lo abrazó, acariciándole el cabello y callando sus disculpas.

—Ya, ya, muchacho, no has sido malo y no debes rogar si no quieres. Lo haremos a tu manera ¿de acuerdo?

—Usted es tan bueno —susurró, abrazándolo más fuerte y susurró—. Lo quiero tanto, por favor, nunca me deje ¿sí?

Se apartó, para darle un pequeño beso en los labios y luego se giró hacia la cama y trepó en esta, brincando con la impresión de que estaba emocionado. En esos momentos, lo único que le emocionaba era haber hecho dos libras y que el viejo fuera tan fácil de manipular y utilizar.

Con suerte, sería fácil darle un orgasmo y agotarlo, para no tener que follar con él más de una vez, pero le molestaba tener esa voz en el fondo que rogaba poder ser follado toda la noche y sin piedad alguna.

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había estado con un hombre y se había excitado demasiadas veces en esos últimos meses, sin nunca alcanzar la liberación, así que no era sorpresa estuviera demasiado sensible.

—Venga, le chuparé muy bien, lo prometo, soy muy bueno en esto.

Lo atrajo, para empezar a desabrocharle el pantalón y Robinson lo observó en silencio, ya con una erección deformando la tela. Roland le dirigió una sonrisa traviesa, antes de bajar la tela y le levantó un poco la camisa, para desnudar su pelvis y el gemido que se le escapó, no fue fingido.

—Mierda —jadeó y Robinson sonrió.

—¿Sucede algo, joven?

—Uhm...—. Tragó con dificultad y su mirada se mantuvo fija en su erección—. Joder...Su pene es jodidamente hermoso... ¿Me follará duro con él?

—Lo haré.

—¿Muy duro?

Robinson asintió y Roland se relamió, ya sin poder ocultar su excitación o la necesidad en su interior y se inclinó más cerca hacia el borde de la cama.

—Joder, que bueno se ve...

Lo tomó en su mano, guiando la erección hacia su boca y gimió. Había pasado demasiado tiempo desde que se había permitido hacer algo como eso y no podía negar que una parte en él lo ansiaba y que, en esos momentos, en los que estaba con un hombre, su boca repleta de su masculinidad, era en los que más honesto consigo mismo se sentía, donde podía ser él mismo y por el breve minuto en el que la excitación nublaba su razón, no sentía culpa ni odio hacia lo que era.

Lo acarició desde la base hasta el glande y se relamió cuando vio la humedad del líquido preseminal mojando su uretra. Tenía un tamaño que sin duda sería doloroso cuando lo follara, pero eso le gustaba, el dolor al estar con un hombre era un calmante a la culpa que sentía. Si dolía, entonces podía considerar el sexo un castigo por su naturaleza desviada y eso le permitía disfrutarlo mejor, por más contradictorio que sonara.

Se lo llevó a la boca, con un gesto tímido e inseguro al comienzo y cerró los ojos, con un gemido ahogado, cuando sintió el sabor salado en sus labios y pudo relamerse y disfrutar del peso de su glande cálido y palpitante en su piel.

—Joder, tan...Tan delicioso, maldición...

Lo adentró en su boca por completo, engulléndolo hasta la garganta y sin importar si le atoraba o dolía en su mandíbula y Robinson amplió sus ojos del asombro y le aferró el cabello en su puño.

—Madre mía, Noel...

La respiración de Robinson se descontroló cuando Roland lo retiró de su boca y volvió a tomarlo por completo, empujándolo por su garganta con apenas la menor de las reacciones a la intrusión y luego volvió a retirarlo y chuparlo con las mismas ansias, mientras la excitación de Roland iba en aumento.

Lo sacó de su boca con un sonido húmedo y arrastró su lengua por el glande y las venas, descendiendo hacia los testículos para poder lamerlos y cubrirlos de besos.

—Es tan delicioso, señor...Tan...Mmm...Me encanta...

Lo chupó de nuevo, moviendo su cabeza constantemente para follarse a sí mismo en la boca con su pene y Robinson echó la cabeza hacia atrás y sus gemidos empezaron a llenar la habitación.

—Jo-Joder...No...Noel...Voy...Voy...a...

Roland no cedió, aunque comprendió la advertencia y tan solo aceleró sus movimientos, chupándolo más rápido y enviándolo profundo en su garganta, para sentirlo golpeando con fuerza hasta el punto en el que tenerlo en su boca dolía y su mandíbula se acalambraba.

Robinson gimió con más fuerza y sus caderas temblaron con agresividad cuando el orgasmo estalló en su boca. Lo observó con sus ojos brillosos por el placer y Roland lo chupó mientras tragaba y se relamió al retirarlo de su boca y exhalar de alivio, como si hubiera quitado un enorme peso de sus hombros.

—¿Lo hice bien, señor?

—Joder...Más que eso, muchacho...Fuiste maravilloso.

Sonrió, poniendo su mejor expresión inocente y seductora y se recostó hacia atrás en su codo.

—¿Y qué obtengo por haber sido tan bueno?

—Te daré el mismo placer que me has dado a mí —aseguró y se preparó para desabrocharle el pantalón, pero Roland se cubrió con una mano para detenerlo.

—Prefiero que me folle el culo, duro y fuerte.

—De acuerdo, déjame prepararte para eso entonces —cedió con una sonrisa, pero Roland negó.

—No hace falta eso, puede follarme en seco.

Se rio, apartándole la mano para continuar desabrochándole el pantalón y negó.

—¿Y quién te dijo a ti que así es como se debe hacer, joven?

—Mmm, todos los hombres con los que he estado lo han hecho así.

Lo cual era una exageración, pero no una mentira y lo prefería en seco también, porque era cuando más dolía y entonces eso se sentía mejor, como un castigo, algo que merecía por ser de esa forma y que aliviaba la culpa que sentía al terminar.

—Esos hombres son brutos, cariño —aseguró Robinson y se arrodilló en el suelo a los pies de la cama, al tiempo que le quitaba el pantalón y las pantaletas—. Pero yo no te haré daño, lo vamos a disfrutar juntos ¿de acuerdo?

No, quería decirle que no y que no quería eso, que debía hacerlo sufrir o no follaría con él, pero no tuvo mucho tiempo de responder cuando Robinson ya estaba besando sus testículos y ascendiendo por su erección hacia el glande.

Echó la cabeza hacia atrás, ahogando un gemido y sus brazos se aflojaron, haciéndole caer sobre su espalda en el colchón y se quedó mirando el techo. Estaba tan sensible, que solo esos besos eran suficiente para hacerlo acabar y le tomó todo su autocontrol no hacerlo.

Tembló, con pequeños espasmos haciéndole agitar las caderas y apretó los ojos con fuerza cuando Robinson lo metió en su boca y empezó a chuparlo. No quería que le gustara, no quería sentirse tan sensible como se sentía o gemir como lo hacía, pero no podía evitarlo.

La boca de Robinson se sentía tan bien y parecía experimentado, porque lo adentraba en su garganta con maestría, apenas dejando escapar un par de arcadas y lo chupaba mientras lo acogía allí, robándole más gemidos y jadeos.

El dinero, se dijo mientras lloriqueaba de placer, estaba allí por el dinero. Porque dos libras eran un buen pago y quince podrían llegar a ser mucho mejor, pero no era el sexo lo que le atraía. Era el dinero. Odiaba el sexo, odiaba disfrutar de ese sexo y no poder controlarse o ser normal. Resultaba aun peor si intentaba imaginar una mujer y no funcionaba, su excitación disminuía o directamente no era capaz de engañarse a sí mismo.

Era peor si pensaba en Peter, en lo mucho que quería que fuera Peter entre sus piernas, tomándolo en su boca, con esos labios inexpertos y su lengua vergonzosa acariciándole las venas y...

Arqueó la espalda, con la boca abierta sin soltar un solo sonido y todo su cuerpo se tensó cuando el orgasmo lo abandonó con violencia y lo sintió mojándole el vientre. Robinson no lo había dejado acabar en su boca y en su lugar, le había apuntado el pene hacia su abdomen para bañarlo en su propio semen.

—Eso fue muy bueno —sonrió Robinson y Roland se cubrió el rostro con ambas manos, usando su orgasmo de excusa para ocultar que estaba por llorar—. Te dije que lo disfrutarías...Ahora date la vuelta y preparare tu hermoso ano para mí ¿sí?

Se giró sin protestar, porque al menos de esa forma Robinson no vería todas las emociones de vergüenza y odio en su rostro y se enterró en el colchón, alzando sus caderas hacia él e intentó no sollozar de forma obvia.

Había pasado tres meses fuera de ese negocio. Tres jodidos meses y en solo dos días, enviaba todo su progreso a la basura y volvía a él. Pero era mucho peor esta vez, porque una parte de su mente no podía soltar a Peter y sabía que no quería estar haciendo eso con nadie más salvo él. Y era peor porque también pensaba en lo que Peter diría de él si lo viera en esos momentos, el asco y desaprobación que sentiría.

Y aún peor porque se sentía sucio e incluso menos dignos de su compañía y de su amor, pero quería tanto que Peter lo amara y lo sacara de ese mundo de mierda...Quería que lo sanara y estuviera allí a su lado, porque sabía que, si Peter estuviera allí, lo abrazaría y le diría que todo estaba bien y que no había nada de malo en él y en las cosas que le gustaban.

Peter lo traería de regreso a tierra como siempre lo hacía y se odiaba por haberlo dejado y por haber vuelto a sus viejas costumbres y arruinar la única oportunidad que había tenido de empezar de cero en Londres.

Robinson se fue hacia la mesa de luz junto a la cama y sacó un pequeño frasco para volverse a él.

—Realmente no es necesario usar crema, señor.

—Y quien sea que te dijo eso tenía muy malas intenciones —aseguró y se arrodilló en el colchón detrás de sus caderas—. Esto es lo que garantizará que no te duela y disfrutes conmigo.

No quería disfrutar, ese era el problema y enterró el rostro en el colchón, conteniendo su gruñido de frustración.

—Te prepararé muy bien y verás que no te dolerá ni un poco y así luego podrás corregir a esos hombres malos que te hacen daño.

—Me gusta el dolor —confesó, con la esperanza de que eso lo detuviera.

—Bueno, puedo causártelo de otras formas. ¿Un par de nalgadas te parecen bien?

No, pensó, porque ese era un dolor que realmente le gustaba y lo hacía disfrutar, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás, porque Robinson cubrió sus dedos en crema y los deslizó entre sus nalgas.

—Vamos a prepararte bien...Tienes un trasero tan hermoso, cariño.

Apretó los ojos y arrugó los dedos de los pies cuando sintió que uno de sus dedos embadurnado en la crema aceitosa se deslizaba en su interior, sin la menor de las resistencias y lo dejaba resbaladizo por dentro. Robinson sonrió satisfecho al escucharlo gemir y tomó más crema en sus dedos y esta vez, empujó dos.

—¿Qué tal eso, muchacho? ¿Duele?

Le molestó tener que negar y en su lugar gemir de placer. Era una sensación tan deliciosa y, aun así, lo atormentaba de sobremanera.

Robinson empujó un tercer dedo, moviéndose con lentitud y la delicadeza de un amante considerado y Roland soltó un quejido, que sonó como un gemido, pero era un sollozo entre las lágrimas que ocultaba en el colchón.

—Oh...Dios...Má-Más...Por favor...—gimió, rindiéndose ante el placer a pesar de la vergüenza.

Robinson movió los tres dedos en su interior, a un ritmo que debería considerarse ilegal por lo lento y tortuoso que era y cuando lo sintió acariciando el punto suave y esponjoso sobre su próstata, apretó los ojos con fuerza y varios jadeos consecutivos se escaparon de su garganta.

—Ahí...Oh, Dios...Ahí, se-señor, por-por favor...

—Lo tengo, muchacho, lo tengo.

Lo acarició un poco más, con esos lentos movimientos que lo volvían loco y cuando se retiró, Roland soltó un lamentó y empezó a negar. Estaba listo para suplicar que siguiera tocándolo y a la mierda la vergüenza, pero Robinson no le hizo esperar demasiado.

Se cubrió en crema, usando una abrumadora cantidad para que fuera más fácil deslizarse en su interior y ambos lo disfrutaran y sonrió cuando, apenas presionó su glande en su entrada, Roland empezó a gimotear y suplicar que lo follara.

A pesar de sus suplicas, se adentró en él con lentitud, permitiendo que se deslizara en su canal milímetro a milímetro. Tan lento, que Roland empezó a llorar de la desesperación. El placer era demasiado intenso y abrumador, incluso callando todo sonido de culpa o cualquier voz interior que lo reprochaba, pero entonces quería que Robinson lo follara y este se tomaba su tiempo para hacerlo.

Sintió la pequeña molestia inicial cuando su grosor obligó a sus músculos a abrirse para recibirlo, pero luego le siguió ese exquisito placer cuando lo sintió deslizándose en su interior, su pene palpitando contra su carne sensible y las venas serpenteando en su interior.

Aferró las mantas en sus puños, retorciéndolas mientras abría la boca con un gemido ahogado y cuando Robinson llegó a la base y su pelvis acabó apretada en sus nalgas, se concedió un momento para que Roland se acostumbrara.

—Estás muy apretado, chico... ¿Cuándo fue tu ultima vez?

Tres meses, pero decidió mentir.

—Un par de dí...días...

Gimió cuando empezó a retirarse con la misma lentitud abrumadora y luego de regreso, milímetro a milímetro, como si planeara volverlo loco.

—Se-señor, por-por favor...He sido bu-bueno.

—Lo has sido, sí... ¿Quieres que te folle duro, cariño?

Asintió frenéticamente, retorciéndose bajo su cuerpo en la cama y Robinson sonrió.

—No puedo decirle que no a un chico tan bueno como tú —aseguró y cuando lo sujetó por la cadera y se retiró, Roland esperó expectante.

Salió casi por completo de su agujero y bajó la mirada, para admirar la imagen. Ya estaba dilatado y sonrojado, con la crema haciéndolo resplandecer bajo la luz de la habitación.

Le clavó los dedos con fuerza en la cabeza y tiró de él a su encuentro cuando se empujó de una sola embestida.

Roland dejó escapar un grito ahogado contra el colchón y ni siquiera pudo sentir dolor alguno. Solo placer. Absoluto y magnifico placer.

Gimió y esta vez, cuando Robinson lo azotó en una nalga, dejándole la piel roja y ardiendo, el dolor sí llegó, pero fue de esos que solo lo ponían más duro y le hacían suplicar y rogar y volverse un manojo de gemidos y lloriqueos vergonzosos.

Robinson empezó a follarlo más fuerte, hasta que el sonido de sus carnes y sus gemidos era lo único que llenaba la habitación, con el ocasional chasquido de su mano azotándole la nalga y cuando le aferró el cabello en un puño y lo enderezó, dejó escapar un quejido y sus manos subieron hacia su muñeca por instinto.

—Te sientes muy bien, Noel... ¿Te gusta así? Dime, dime que te gusta...

—Sí...Ugh, más...Más, por favor, es tan bueno...Tan...

Cayó sobre el colchón otra vez, apenas logrando sostenerse en sus manos y cuando Robinson empezó a tomarlo con más fuerza, se dejó ir por completo en el orgasmo.

Robinson acabó en su interior pocos minutos después, cuando fue capaz de tener otro orgasmo y se salió, desplomándose a su lado en la cama con un suspiró.

—Mucho mejor que en el burdel —susurró y se rio y lo miró—. ¿Te gustó, joven?

Asintió, porque no tenía la fuerza para hablar y durante los primeros minutos después del orgasmo, su mente estuvo tranquila. Sospechosamente silenciosa.

Casi quiso alegrarse cuando pensó que, por primera vez en su vida, no sentiría culpa, pero por supuesto, se emocionó demasiado pronto. En cuanto la nube del orgasmo desapareció y sus ideas se aclararon, la culpa regresó. La misma asquerosa y retorcida culpa que siempre había odiado y no podía evitar.

—Bueno, será mejor limpiarnos y puedes dormir aquí esta noche. Hace mucho frío allí afuera para que estés en la calle.

—No puedo —mintió y se sentó, evitando mirarlo—. Tengo que buscar más trabajo, señor.

—No te preocupes por eso hoy, te pagaré dos libras.

—Aun así —insistió y cuando se puso de pie, no pasó por alto la humedad entre sus nalgas.

Probablemente tenía la corrida de Robinson, deslizándose entre sus mejillas y por sus muslos y el pensamiento le trajo más sentimientos de odio y vergüenza.

Se encerró en el baño para limpiarse y aprovechó la soledad, para llorar un poco y luego mojarse el rostro y eliminar el enrojecimiento de sus ojos.

Cuando volvió a salir, Robinson seguía acostado en la cama, pero había conseguido el dinero que ahora tenía a su lado y se enderezó al verlo.

—¿Estás bien?

—Sí, señor, lo disfrute mucho con usted.

—Me alegra escucharlo y espero aprendieras a no dejar que otros hombres te follen en seco —comentó y le extendió el dinero—. Aquí tienes, dos libras como acordamos y un cupón que tenía guardado. Son dos comidas gratis en cualquier bar de la zona.

—Muchas gracias, esto es...Es muy generoso.

Le dio un beso en la mejilla, a modo de despedida y cuando se giró hacia la salida, para bajar a la cocina por el resto de su ropa, Robinson tomó su mano.

—¿Volveré a verte? —. Asintió, aunque era una mentira y Robinson sonrió—. ¿La próxima semana, el viernes en el mismo lugar y a la misma hora?

Se obligó a asentir, forzando una sonrisa y luego se marchó, se puso el resto de su ropa en la cocina y abandonó la casa.

La semana desde que había tenido su noche con Robinson, lo había llevado de regreso al mismo mundo perverso.

La madrugada del martes, después de dejar la casa de Robinson, se fue a un bar y compró una botella de whisky con un chelín de las dos libras que tenía. Bebió, convenciéndose a sí mismo de que ya no buscaría más clientes, pero cuando estaba lo suficientemente ebrio para que ya no le importara, regresó al burdel y esperó por otro hombre que pasara por el lugar.

Cuando estaba empezando a asomar el sol, ya había estado con tres hombres y le dolía el trasero como recordatorio de que no habían sido tan gentiles como Robinson y lo habían follado en seco cuando se los había pedido.

Se compró dos botellas de whisky con parte del dinero que había hecho y durante la mañana, estuvo sentado en un banco en la plaza, ahogándose en la bebida, fumando de su nueva caja con cigarrillos y comiendo un paquete con galletas de chispas de chocolate que se había comprado.

Quince libras...Robinson le había pagado dos, pero los otros hombres no habían tenido tanto dinero y solo había logrado sacarle un par de chelines, pero quince libras...

No, probablemente era un engaño, sí...Era imposible hacer tanto dinero. ¿Pero y si no lo era?

Con quince libras a la semana, podría ayudar a Peter con su estudio. Joder, él necesitaba veinte libras para su segundo año en la Universidad y si hacía quince con ocho clientes, podía tomar el doble y hacer treinta...Eso aseguraría el futuro académico de Peter e incluso le permitiría comprarse una casa, ropa bonita, comer bien y hasta conseguirse una mucama, para que no tuviera que estresarse con las tareas del hogar ahora que estaba solo.

Ay, Peter...Bebió un largo trago de la botella de whisky y se preguntó qué estaría haciendo. Todavía no comenzaba las clases, así que estaría en la fábrica y con suerte ya habría superado su confusión y volvía a ser un hombre normal, que quería una esposa e hijos y no a otro hombre.

Observó a los peatones, que pasaban a su alrededor ignorándolo, mujeres con sus vestidos y sombreros exagerados y los hombres con trajes y sombreros bonitos y aprovechó su estado de embriagues, para admirar el trasero de alguno de ellos.

Joder, había olvidado lo divertido que podía ser sentarse en un parque y ver a los hombres pasar, evaluando cual era más atractivo. Le gustaban los castaños...como Peter.

Peter, Peter, Peter...Castaño, ojos celestes, hermoso cuerpo, hermosa sonrisa, personalidad perfecta, inteligente, voz grave y melodiosa, manos de pianista y aristócrata, pecas en la nariz, un lunar en el mentón, tres lunares en el hombro derecho y otro en la cadera, cerca del hueso que se asomaba en la V de su pelvis...

Regresó en sí, para volver a observar a los hombres a su alrededor y se detuvo cuando sus ojos encontraron los de un niño, que se había detenido frente a él en algún momento sin siquiera darse cuenta.

—¿Qué mierda miras? —escupió y él niño ni siquiera se alarmó.

—Parece triste, señor.

—Eso es porque lo estoy, ahora piérdete.

—También es grosero —regañó y alzó el mentón en su dirección.

—Y tu molesto. Largo.

—Pero tiene galletas —observó, señalando hacia su regazo y Roland las cubrió en un acto protector—. ¿Me da una?

—No. Largo.

—¿Por qué no?

—Porque son mías y trabajé jodidamente duro para ganármelas.

—Pero mi madre dice que hay que compartir —explicó y se cruzó de brazos—. Y que Dios castiga a los que no comparten.

Lo ignoró, esperando que eso lo hiciera desaparecer, pero en su lugar, el niño se acercó y tomó asiento a su lado en el banco. Roland lo miró con desagrado y se deslizó un poco más lejos, aferrando su paquete de galletas con fuerza.

—Se me hace familiar... ¿Lo conozco?

—No. Largo.

—¿Usted no vive en Spitalfields? —continuó y Roland lo miró de reojo. Prestándole atención, sí lo notaba familiar también—. Yo vivo allí, Fort Street, 14. Es un apartamento, quinto piso. Muchas escaleras y yo odio las escaleras.

Lo ignoró, llevándose la botella de whisky a los labios y el niño lo observó, agitando sus pies hacia el suelo.

—¿Puedo tomar?

—No.

—¿Por qué no?

—Mis. Cosas. Cómprate las tuyas.

—Lo haría si tuviera dinero —bufó y miró a su alrededor—. Pero por eso estoy aquí, un caballero vendrá a recogerme para un trabajo.

—¿Qué caballero? —inquirió frunciendo el ceño.

El niño se encogió de hombros.

—Uno que conocí en la estación de trenes. Me ofrece mucho dinero. Seis libras, dijo.

—¿Por hacer qué?

—No dijo, pero me pidió que viniera aquí solo y me llevaría a su casa. Así que aquí estoy.

Roland se llevó la botella a los labios otra vez, ahogándose otro poco en el alcohol y rio.

—Genial, te violarán, aquí...—. Le pasó la botella y eructó—. Bebe un poco y te dolerá menos.

—¿Violarán? No conozco esa palabra... ¿Qué es eso? —inquirió y tomó la botella para llevársela a los labios.

—Mmm...Es algo feo, pero te enseñará a no confiar en extraños. Seguro este hombre quiere ponerte en...—. Se detuvo a sí mismo, a pesar de su estado de ebriedad y suspiró—. Solo no vayas con este hombre ¿de acuerdo?

—¿Por qué no? Me pagará seis libras y necesitamos dinero, mi mamá trabaja mucho, pero no le alcanza y yo estoy buscando un trabajo y seis libras la harían muy feliz —. Se llevó la botella a los labios, sujetándola en ambas manos para darse otro gran sorbo del whisky—. ¿Puedo tener una galleta ahora?

—No. Y haz lo que quieras, si quieres ir con este hombre, pues bueno...No llores luego, porque te advertí.

—Pues creo que se equivoca, señor, y sigo sin saber que significa esa palabra. Violarán —. Dio otro sorbo a la botella, haciendo otra gran mueca cuando le quemó la garganta y Roland se la quitó y se terminó lo que quedaba, antes de abrir la otra—. Oh, allí está el caballero...Bueno, fue un placer, señor. Lo veré luego.

Saltó fuera del banco y Roland lo vio correr con una mano en su boina, hasta alcanzar a un hombre en la entrada del parque. Este no lo había notado todavía, pero sonrió al verlo y se agachó para abrazarlo, con sus manos acariciándole toda la espalda y más abajo antes de enderezarse.

Roland suspiró, se llevó la botella de whisky a los labios, viendo cómo se tomaban de la mano para empezar a alejarse y se echó hacia atrás en el banco, listo para dormir.

Estaba demasiado ebrio, pero el whisky era demasiado rico como para dejar de beber, así que se lo llevó a los labios otra vez y tanteó en su regazo por la bolsa con galletas. Abrió los ojos cuando encontró sus piernas vacías y se enderezó, para mirar a su alrededor en busca del paquete.

No estaba en el suelo, no estaba a su lado y estaba un 83% seguro de que no se lo había comido.

Alzó la mirada hacia el niño alejándose con aquel pervertido y apretó sus puños. El mocoso llevaba el paquete en sus manos y todavía le quedaban cuatro galletas. Oh, no, no se lo iba a obsequiar.

Se puso de pie y se tambaleó en el lugar cuando se volvió evidente había bebido más de la cuenta.

—Ah...Mierda...

Le tomó un minuto estabilizarse y recuperar la coordinación y entonces, se encaminó hacia el niño con pasos apresurados.

—...Es un trabajo sencillo, pero te explicaré sobre eso cuando lleguemos a la casa. ¿No le dijiste a tu madre ¿verdad?

—No, pero se pondrá muy contenta cuando vuelva con seis libras. Quiero que sea su regalo de cumpl...Auch, auch, auch...

Roland lo atrapó de la oreja, haciéndolo avanzar un par de pasos lejos del hombre y cuando lo soltó, lo giró y le dio una dura nalgada, antes de agacharse con torpeza y levantar el paquete de galletas del suelo.

—Rata ladrona —gruñó en su dirección y el niño le lanzó un puñetazo, que se sintió como una cosquilla y lo miró furioso mientras se agarraba la oreja.

—¡¿Por qué hizo eso?!

—¡Porque me robaste, mocoso! —. Sujetó el paquete de galletas frente a sus ojos y lo apretó—. Mis. Galletas. ¡Mías!

—¡Solo quedan cuatro! —chilló y lloró al mismo tiempo por el dolor en su oreja y sus nalgas.

—¡Y son mías! ¡No tienes idea de lo que sacrifique para conseguir estas galletas! —gritó, entre lágrimas de borracho y apretó el paquete con más fuerza— ¡Mis galletas!

El hombre intercaló su mirada entre ambos, centrándose principalmente en Roland y empezó a retroceder.

—Yo...Debo irme...A hacer otra cosa...

—¡Eso! ¡Huya, violador de niños! —rugió, apartando su atención del niño hacia él. Varias personas miraron en su dirección—. Genial...Acabo de salvarte el culo, me debes dinero.

—¡Me acaba de perder seis libras! ¡Y me golpeó! ¡Agg!

Arremetió contra Roland, gritando a todo pulmón mientras le impactaba los puños en el abdomen sin conseguir ninguna reacción y cuando Roland le tiró del cabello, decidió dirigir su puñetazo hacia su entrepierna.

—¡Ou!

Cayó de rodillas, apretándose con fuerza y el niño levantó el paquete de galletas del suelo y se las empezó a embutir en la boca, exagerando los sonidos al comer, para presumirlo frente a él.

—Maldito... ¡Aghh! —. Le tiro de la oreja otra vez, sacándole la galleta de la boca y se la comió y luego levantó las otras dos que se habían caído al suelo con el paquete y las comió también—. Mis galletas...—ladró con la boca llena.

El niño lo miró con la respiración acelerada y furioso y Roland lo miró de la misma forma, terminando de comerse las galletas y finalmente, ambos apartaron la mirada y se sentaron al borde de la acera.

—Lo odio —gruñó el niño y Roland bufó.

—Y yo a ti.

—Muérase.

—Tú también.

—Burro.

—Tonto.

—Feo.

—Oye —se quejó y frotó su mentón—. No soy feo, me afeite.

—Es feo y gordo.

—Oh, ahora sí que no... ¡¿Gordo dónde?!

—Nariz gorda. Y feo.

Se tocó la nariz, frunciendo el ceño y negó.

—No tengo nariz gorda.

El niño rodó los ojos y miró sobre su hombro, cruzando los brazos sobre sus rodillas.

—Seis libras...Lo odio.

—Ay, por favor, te salve el ano, me lo debes...

Ano es una mala palabra —escupió en su dirección, con ese tono de sabelotodo y Roland arrugó la nariz al hacerle burla.

—Ano es una mala palabra...—. Rodó los ojos y bufó—. Es mejor la mala palabra que lo que ese hombre iba a hacerte, así que me lo debes.

—No le debo nada y qué tienen que ver mis partes privadas con que me perdiera seis libras.

—Pues que...Ese hombre iba a poner su parte privada en tus partes privadas.

—¡No, claro que no! —gritó, poniéndose de pie y a ninguno le importó que los peatones los miraran—. ¡Miente, él no iba a hacer eso! ¡No lo iba a hacer!

—Pues ve, búscalo y descubre a ver si me equivoco. Tonto niño —. Se puso de pie, tambaleándose y soltó un quejido cuando enderezó su espalda—. Adiós.

Empezó a alejarse y el niño vio su espalda, volviéndose más pequeña a medida que avanzaba de regreso al parque y terminó corriendo para alcanzarlo y tomar su mano.

Roland lo soltó bruscamente.

—¿Qué haces? Largo...Desaparece.

—Tengo miedo —susurró y miró a su alrededor, paranoico—. ¿Y si ese hombre regresa y quiere poner sus partes privadas en mis partes privadas? Yo no quiero eso, señor...No quiero, no...Eso...Eso es malo, es muy malo...

—Eso te enseñará a no confiar en desconocidos —espetó—. Y a no ocultarle a tu madre lo que haces.

—Yo solo quería hacerle una so-sorpresa —lloriqueó y apretó la mano de Roland otra vez, agradeciendo que esta vez no lo apartara—. Por favor, señor, tengo miedo...

—Pues vete a casa.

—Pero vivo muy lejos y estoy solo.

—Yo no pienso acompañarte —gruñó y se dejó caer de regreso en su banco y agradeció que no le hubieran robado su botella de whisky.

—Bueno, me quedaré con usted hasta que quiera acompañarme.

—Nunca.

—Lo hará tarde o temprano —aseguró y le apartó los pies del banco, empujándolos hacia el suelo y se sentó a su lado—. Se cansará de mí y me llevará a casa.

—O podría matarte —supuso, sin importancia—. Eso sería mucho más fácil.

—¿No...No lo dice en sé-serio ¿verdad?

Alzó la cabeza del banco para mirarlo y la sonrisa macabra que le dirigió, le hizo estremecerse hasta que Roland soltó una carcajada y se acostó hacia atrás, cerrando los ojos.

—Malo —protestó y le golpeó en la pierna—. ¿Qué haremos aquí?

—Voy a dormir, así que cierra la boca.

Obedeció, abrazándose a sus piernas en el banco y se quedó mirando en todas las direcciones, con su máxima atención puesta en encontrar a ese hombre por si volvía a buscarlo.

Tan solo pasaron unos minutos hasta que los ronquidos de Roland lo sobresaltaron en el lugar y se le quedó mirando. Roncaba como si fueran truenos en una tormenta o estuviera por caerse la tierra y era realmente molesto, además de que sus piernas seguían empujándolo contra el brazo del banco y ya se le estaba clavando en la cadera.

Se bajó, poniéndose sus ojos en blanco y se detuvo a su lado, inclinándose sobre su rostro para verlo. El pútrido aliento de su boca cuando le roncó en la cara lo hizo apartarse con una arcada y se apretó la nariz con dos dedos, abanicándose con la otra.

—Pero qué ha comido, señor —susurró y sacudió la cabeza.

Se mantuvo alejado de su apestoso aliento y tomó la botella de whisky que sostenía en su mano colgando hacia el suelo, se la quitó sin mucho problema y volvió a sentarse en el banco para terminarse lo que quedaba (que no era mucho).

Para su desgracia, parecía que Roland planeaba dormir demasiado o al menos así se sentía después de que hubieran pasado ocho minutos. Una eternidad aburrida.

Se bajó del blanco otra vez, para pararse a su lado y con cuidado, intentó revisarle los bolsillos de su chaqueta, especialmente los interiores, que era donde muchas veces los hombres guardaban su dinero o cheques. No que esperara que este en particular tuviera demasiado, daba mucha pena solo verlo.

De todas formas, robarle no se sentía bien, después de todo el hombre lo había salvado, así que bufó y le acomodó la chaqueta cerrada sobre el abdomen.

Al menos tenía el sueño profundo por todo el alcohol o estaba seguro lo habría ahorcado si lo hubiera atrapado revisando sus bolsillos.

Estaba por volver a sentarse, cuando dos niños llegaron corriendo por el camino del parque y se detuvieron junto a Roland.

—¿Le encontraste algo de valor? —preguntó uno de ellos y lo miró con el ceño fruncido en respuesta.

No conocía a esos niños, pero después de todo, no conocía a la mayoría en esa zona de la ciudad, estaba a unos tres kilómetros de su casa y nunca visitaba Southwark. Los miró, estudiándolos de pies a cabeza y concluyó que debían ser de las calles como él; la ropa decía demasiado sobre una persona.

—¿Por qué quieren saber?

Lo ignoraron y uno de ellos se acercó para revisar los bolsillos de la chaqueta y el pantalón, mientras Roland seguía roncando, completamente ajeno a lo que sucedía.

—No pueden hacer eso —protestó y bajó del banco para intentar detenerlos—. Él me salvó, no pueden robarle.

—Mantente fuera de esto, niño —gruñó uno de los dos varones y se atravesó en su camino mientras el otro continuaba robando.

—¡Le diré a la policía!

—Ja, buena suerte con eso —rio y miró sobre su hombro—. ¿Le encontraste algo?

—Oh, sí, tiene tres libras y un par de chelines, también un cupón para cualquier bar.

—¡Basta! ¡Eso es de él, no pueden llevarlo!

—¿Y a ti qué te importa? —le espetó y se guardó el dinero en el bolsillo—. ¿Es tu padre o qué?

—Puaj —dijo y fingió una arcada—. Me ha salvado de que un hombre malo lastimara mis partes privadas y ahora yo debo salvarlo a él. Denme el dinero.

—¿Sí? —. Lo miraron con burla y luego se miraron entre ellos—. Ven a tomarlo entonces.

El niño que había revisado los bolsillos sostuvo las monedas en su dirección y cuando las miró, algo le dijo que era una trampa, ya fuera su instinto o la paranoia de casi haber sido arrastrado a una horrible situación con un hombre mayor.

Y esos muchachos eran mucho mayores que él, debían tener poco más de catorce años, así que supuso no sería una pelea justa, pero por desgracia, tampoco podía dejarlos huir con el dinero, así que se acercó para tomarlo y no le sorprendió cuando lo empujaron al suelo y el otro le escupió en la cara y lo pateó en el estómago.

—Tendrían que haberte roto el culo, asesino de Cristo.

El aire se le atoró en los pulmones por el golpe y giró en el suelo, apretándose el vientre y los vio marcharse corriendo por el camino del parque mientras se reían.

Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando empezó a girarse para ponerse de pie y se acercó a Roland y lo sacudió desde el hombro.

—Señor...Señor, despierte... ¡Despierte! Se llevaron su dinero... ¡Señor!

Le dio un par de manotazos y cuando nada funcionó, lo golpeó con el puño en la entrepierna.

Roland amplió sus ojos, enderezándose tan rápido que cayó hacia el suelo con ambas manos presionando en sus testículos y antes de que intentara estrangularlo por haberlo golpeado, señaló hacia los niños en la distancia.

—¡Le han robado, señor! ¡Su dinero, se lo llevan!

—¿Qué? —jadeó, todavía adolorido y dormido y se tanteó los bolsillos—. ¡¿Y qué mierda esperas?! ¡Síguelos!

Asintió de inmediato y se marchó corriendo detrás de ambos niños, aunque no estaba seguro de lo que podría hacer solo.

Roland se concedió otro minuto para espabilar y refrescar su mente, que todavía estaba algo confusa por el alcohol y después de unos minutos, maldijo y se puso de pie para correr detrás de los mocosos de mierda.

Los alcanzó demasiado rápido a pesar de su ebriedad, eran jóvenes después de todo. El pequeño ratón molesto que se le había pegado como garrapata no corría muy rápido y los otros dos solo le llevaban unas dos cuadras de ventaja que Roland eliminó con facilidad.

Los siguió por el callejón y empujó a uno de ellos hacia el suelo, usando el momentum de la carrera y este apenas logró aterrizar en sus manos y se golpeó el mentón contra el pavimento. Atrapó al otro de la chaqueta y cuando lo cinchó hacia atrás, lo empujó contra la pared y le cerró una mano en el cuello.

—Mi dinero —ladró y el muchacho se vació los bolsillos tirando todo el suelo sin dejar de temblar—. Todo mi dinero.

—¡Eso es todo, no te-tengo más!

—¿Y mis cigarros?

—No los ten...—. Le apretó la mano con más fuerza en el cuello y alzó una ceja—. Aquí...Aquí están...

Tiró los cigarros, el cupón y los caramelos al suelo y cuando Roland lo soltó, empujándolo hacia el piso donde estaba su compañero, se agachó y empezó a recoger sus cosas.

El molesto mocoso que se le había pegado como garrapata se les unió un poco más tarde, con su respiración acelerada y los pulmones calientes por la carrera, pero, aun así, celebró que Roland hubiera ganado.

—¡Les advertí que no le robaran! —. Se acercó al que lo había pateado y le regresó el golpe en el estómago, apretando sus puños, furioso—. ¡Y no soy judío, idiota!

—Auch —murmuró Roland e hizo una mueca cuando vio como el muchacho se apretaba el estómago—. ¿Por qué fue eso?

—Me insultaron y me dijeron cosas muy feas... ¡Y me pegaron!

—¿Qué te dijeron? —inquirió y el niño se detuvo a su lado, casi que usándolo de escudo para protegerse.

—Que me tendrían que haber hecho...hecho esa cosa mala que el hombre me iba a hacer...

Roland bajó la mirada hacia la rata molesta, que apenas le llegaba hasta la cadera y sintió como sus manos le apretaban el muslo, abrazándose a él por protección.

Suspiró, se agarró un cigarro de su caja y volvió su mirada hacia los otros muchachos.

—¿Ustedes les dijeron eso?

—Es un maldito judío, no me arrepiento de lo que dije.

—¡No soy judío! —rugió furioso y Roland le apoyó la mano en la cabeza para calmarlo como si de un cachorro se tratara—. No lo soy...Mi padre lo era, pero yo no.

—¿Qué mierda es un judío? —inquirió y los varones se arrastraron por el suelo, alejándose de él y se pusieron de pie.

—Asesinos, eso son.

—Son los responsables de que asesinaran a Jesús —escupió el otro—. Los de su clase lo mataron.

Roland bajó la mirada hacia la rata pegajosa y arrugó la nariz confundido.

—No soy muy inteligente, pero según recuerdo Jesús murió hace más de mil años y este niño no me parece como alguien que hubiera estado vivo en los tiempos de Jesús.

—Lo traen en la sangre —escupió—. Solo mírelo...Es asqueroso.

—¿Y entonces crees que es divertido desearle a un niño que lo violen ¿no? —espetó y cuando se acercó a él, el muchacho empezó a retroceder, mientras el otro permanecía congelado en el lugar y los miraba—. ¿Y si yo te follo ahora? ¿Qué tal eso? ¿Te divertiría?

Lo agarró antes de que intentara huir y le empujó contra la pared, golpeándole la mejilla en el muro de ladrillos.

—¿Quieres que lo haga? Digo...Ya que te divierte tanto...

Empezó a desabrocharse el cinturón del pantalón y el otro muchacho intentó detenerlo, golpeándole la espalda y tirándole de la ropa, sin siquiera moverlo o causarle dolor.

—¿Te estás divirtiendo ahora ¿uhm?

—No... ¡No, señor, por-por favor! ¡Lo siento, lo siento mucho, no...No lo haga!

Roland rodó los ojos y se inclinó cerca de su rostro.

—A ver si aprendes a no desearles a otros, lo que no deseas que te suceda a ti —. Se apartó, empujándolo hacia su amigo y ambos trastabillaron juntos y se enderezaron al mismo tiempo—. Largo, antes de que cambie de parecer y los mate a ambos.

—¡Sí, largo, idiotas!

Los dos brabucones se marcharon corriendo y Roland se acomodó el cinturón de su pantalón, sosteniendo el cigarrillo entre sus labios y luego buscó su encendedor.

—Eso estuvo genial, señor, realmente les enseñó una lección.

—Mmm...No creas que no lo harán otra vez —. Encendió el cigarrillo y se guardó el encendedor—. Brabucones como esos no aprenden hasta que realmente les dan una golpiza que les cueste olvidar. ¿Tú estás bien?

Asintió y se acarició el abdomen.

—Pero me duele un poco mi pancita.

Roland suspiró y sacudió las cenizas de su cigarro antes de agacharse en una rodilla.

—Déjame ver.

Lo atrajo de la chaqueta y le levantó el chaleco y la camisa, lo suficiente, para ver la zona donde lo habían pateado. De momento no había ningún moretón, pero se veía una marca roja en el espacio entre sus costillas, directamente sobre el estómago, así que probablemente se pondría morado en las siguientes horas.

—Eso dolerá por un par de días.

—Lo sé... ¿Pero cree que a ellos también les duela? Usted lo tiró al suelo y yo patee al otro.

—Seguro que les molestara un tiempo, sí —. Le acomodó la ropa y se puso de pie, bostezando—. Muy bien, ya estamos a mano. Te salve, me salvaste y reparamos tu honor ante esos brabucones, ahora, desaparece.

—Pero me debe llevar a casa.

—No —zanjó y empezó a caminar para dejar el callejón—. No volveré a Spitalfields, así que vete caminando por tu cuenta.

—Pero no quiero ir solo, me da miedo...Ese hombre podría volver para hacerme daño...U otro —. Corrió para alcanzarlo y tomó su mano—. Me quedaré con usted hasta que me lleve a casa.

—No te llevaré a casa.

—Pues entonces me quedaré con usted por siempre.

Soltó una carcajada, realmente encontrando esa idea entretenida y negó.

—¿Y qué hay de tu madre?

—No se dará cuenta, siempre estoy fuera.

Vaya madre, pensó, pero no dijo nada e intentó soltar su mano de la del niño. No funcionó.

¿Realmente no tienes a nadie más a quién molestar?

Usted me salvó.

—Comienzo a lamentarlo —murmuró, pero en el fondo sabía que no era cierto.

En cierta forma, había salvado al niño del mismo dolor que él cargaba cada día y eso le daba paz.

...

Nuevo personaje y de momento no se ha dicho su nombre, pero creo que lo adorarán mucho. Es tan lindo y tierno y me duele tanto la vida que tiene. Quiero ponerlo en una burbuja y que pueda tener una vida normal; yendo a la escuela y haciendo cosas apropiadas para un niño de su edad 😭😭😭😭

Como habrán notado, el comportamiento de Roland fue como de «moral gris» en este capítulo, porque pues, no es un personaje perfecto para empezar y además estaba muy ebrio, pero creo que aun así se puede ver la profundidad de su moral y su carácter leyendo entre líneas. 

También, admito que estoy modo #miedo con todo el asunto de la prostitución, sé que las lectoras a veces somos muy celosas con los personajes y pues me preocupaba que no se pudiera entender o separar el trabajo de lo amoroso. Ha sido muy difícil escribir todas esas escenas para mantener la separación bien clara y rígida y espero haberlo hecho bien y que disfruten de la historia y todo lo que presenta. 

Me alegra estar haciendo un libro que hable sobre la prostitución masculina, porque siento que con frecuencia ese es un tema que se ignora demasiado. 

Love u all ♥

-Abby 

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