Solo para mí. Serie Streoss...

By Themma

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Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuent... More

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By Themma


Sam se dio la vuelta y anduvo despacio hasta la sala, era consciente de que él la seguía. Se sentó en uno de los mullidos sofás, con las manos en las rodillas, erguida. Kylian se colocó en perpendicular a ella, no tan cerca, pero tampoco tan lejos; si estiraba sus dedos podría tocarlo.

Lo observó en silencio, atenta a su expresión, mientras el que era su marido rehuía de sus ojos aspirando con fuerza, recargando los codos en los muslos que tan bien conocía.

—¿Cómo te sientes? —comenzó él, armándose de valor, atreviéndose a encararla al fin. Sam sintió como algo cálido recorría su pecho después de llevar horas con frío en el interior. Su interés era genuino.

Se encogió de hombros apenas, y soltó un suspiro.

—No lo sé, todo es confuso, pero... quería conocerlo —admitió en susurros cargados de duelo. Kylian pasó saliva, estudiándola con detenimiento.

Nunca debió entrar en su vida, trasgredir sus límites, robarle su paz. Las puntas de sus dedos cosquillearon, si de ellos hubiese dependido, se habrían envuelto en aquel pequeño cuerpo y lo habrían arropado con el suyo, enjaulándolo por siempre.

Bajó la mirada al ser consciente de esos pensamientos cargados de asombrosa posesividad, unos que solo ella había conseguido despertar y que no tenía idea de si era bueno o malo tener.

—Lo lamento... —dijo alzando el rostro, clavando sus ojos grises en los otros índigo—. Lamento todo, Samantha, también lamento que ya no lo conoceremos —admitió con voz apagada.

La joven le creía, Kylian también ansiaba a ese pequeño que se desvaneció de sus vidas así de pronto, como llegó.

—Camille habló conmigo —cambió de tema, el otro era más doloroso y muy reciente, aún ni siquiera lo acomodaba en su interior.

Su esposo se tensó, pero asintió comprendiendo lo que sus palabras indicaban, lo que vendría sin remedio.

—No sabía cuándo era el momento para hablarlo contigo, iría más tarde a verte —replicó culpable, esperando ver alguna reacción en ella, pero lucía aterradoramente tranquila, aunque ojerosa y agotada.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó abrazándose a sí misma. Kylian soltó el aire, observándola. Esperaba alguna recriminación por no creerle, algún reproche, quizá una sonrisa de triunfo, pero ahí no había nada de eso, solo expectación, duda.

—Es... Es complicado. Estoy recabando información. Mañana tendré una reunión con Kasha, deberá asumir las consecuencias, así como yo.

—Es tu hermana...

Kylian arrugó la frente ante sus palabras cargadas de sinceridad y un dejo de asombro. No quería decepcionarla más, tampoco hacer las cosas de una manera equivocada.

—Y cometió un fraude forzando la información para que el culpable a todas luces pareciera ser tu padre. Eso es tan bajo como... como lo que yo te hice, Samantha —concluyó serio.

Sam desvió la mirada, repasando el lugar en el que vivió unas cuantas semanas, apenas respirando. Le dolía mucho lo que estaba ocurriendo, demasiado, y no experimentaba el alivio que creía que surgiría cuando todo se esclareciera.

—¿Por qué lo hizo? —murmuró a cambio, sin verlo.

Kylian no separaba su atención de su cuerpo delgado, de cómo se protegía de alguna manera, de sus ojos opacos buscando otros sitios donde evadir los suyos. Viéndola se sentía aún más miserable y un estúpido por pensar, de nuevo, en que ella reaccionaría de la manera lógica, pues durante el tiempo que tenía de conocerla, Samantha nunca había respondido de la forma en la que esperaba.

Dejó salir el aire y se frotó el rostro.

—No lo sé aún, estoy por saberlo más tarde. Pero la razón que sea no la exime de su responsabilidad, de lo que hizo. Y deberá enfrentarlo.

Sam asintió con la vista fija en el florero que estaba justo sobre la mesa de la sala, eran flores del invernadero, supo enseguida pues Kylian encontraba cierta paz en ese lugar.

—Me comentó Camille que la otra persona, Joe, trabaja para los árabes —completó como distraída.

—Es muy complejo lo que ocurre, Samantha, enrevesado y sucio. Lamento haberte metido en medio de todo esto —susurró al fin, logrando con ello que lo mirara. Kylian se aclaró la garganta, nervioso y con el pecho contraído.

—Creías que mi padre era el responsable —le recordó en voz bajita.

—Creía muchas cosas equivocadas, actué como un egoísta, hambriento de poder y avaricia. De alguna manera siempre supe que tu padre no sería capaz de algo así. No lo conozco tanto y cuando me acerqué a ti, lo confirmé. Pero decidí seguir a pesar de ello, justificándome en que las pruebas lo acusaban.

—Mi hermano cree que tú sabías la verdad, que lo hiciste con dolo.

—Que lo pienses es justo —replicó afligido.

—Yo no lo pienso, sé que no lo sabías —contradijo dejándolo estático.

—No te he dado ni un solo motivo para creer lo contrario, Samantha, para confiar en mí —susurró aturdido, sin poder alejar sus ojos de los de ella.

—Te equivocas, a pesar de que te resististe, terminé conociéndote. No lo sabías —determinó con una seguridad que erizó su piel. Ansiaba besarla, carajo. No la merecía en definitiva, jamás lo haría.

—Resolveré esto, tu padre no saldrá involucrado, llegaré al fondo de la situación y la enderezaré.

—Lo sé —confirmó Sam—. Solo recuerda que es tu hermana, Kylian —murmuró calmada, temiendo que eso fuese algo que él no tomaría en cuenta a la hora de juzgarla.

El hombre pasó saliva.

—Mi familia no es como la tuya, Samantha, y lo que hizo Kasha es un delito que costará muchísimo dinero, es grave.

La joven sintió una opresión en el pecho y asintió.

—Se equivocó, solo... solo escucha lo que ocurrió antes de nada, ¿puedes? —preguntó aturdiéndolo más.

—¿Cómo puedes pedir eso después de lo que ha pasado? No te entiendo. Es absurdo que intercedas por ella.

—No soy noble, Kylian, estoy furiosa pero ella no nos puso en este punto —explicó consiguiendo con ello congelarlo—. Fuimos nosotros.

El hombre se levantó negando, llevándose las manos al cuello, entrelazándolas con el pecho ardiendo y la encaró.

—Fui yo, tú no hiciste nada. El responsable de esto fui yo, y ella no pagará por mi parte, solo la que le corresponde.

Sam se limpió las manos en la tela de sus mallas, ahora un poco nerviosa por la manera en la que la miraba, su determinación. Entonces Kylian, tomándola por sorpresa, se acuclilló frente a ella, rodeó sus manos con firmeza y la contempló durante un largo minuto.

—Samantha, no aspiro a tu perdón porque no lo merezco. No sé cómo lo lograste pero te metiste en mi piel, en mis pensamientos, en mi pecho tan profundo como nunca nadie y... y te amo —declaró tembloroso, notando como los ojos de la joven se anegaban y apretaba sus labios en un línea tensa.

Mierda, ya no quería herirla más, pero tal parecía que era lo único que le salía bien con ella.

—Yo... —comenzó su esposa, sin poder seguir, su voz cortada, las lágrimas emergiendo. Él negó agobiado, entristecido pero decidido, limpiando con el pulgar su mejilla húmeda, para luego rodear su delicado cuello, sin soltar sus manos.

—Eres una mujer especial, una maravillosa, Sam, no tenía derecho a hacer lo que hice, no debí. Fui un bastardo que no quiso ver más allá de sus estúpidas metas, de su ambición. Ahora haré lo correcto —aseguró con el nudo en la garganta.

—¿Lo... lo correcto?

—Ya estoy preparando el divorcio —soltó sintiendo como esas palabras atravesaban su garganta, notando como la que aún era su esposa dejaba de respirar—. El acuerdo se anuló. Nada de esto debió ocurrir, no debiste estar en medio de mi torcida cabeza. Mereces todo, Samantha, y yo no puedo dártelo, no merezco hacerlo. Es lo justo, lo que debo hacer —determinó bajando la cabeza y soltando sus manos, pero sin alejarse.

Samantha respiraba lento, sentía como si hubiese recibido un golpe en el pecho que ya no podía más de dolor, pero un alivio que la sosegó a pesar de las palabras dichas. Escuchar de su boca al fin la verdad sobre lo que sentía por ella, la llenaba de una sensación parecida a la esperanza y que le estuviera diciendo justo eso más, paradójicamente.

Kylian tenía un camino que recorrer, uno que le correspondía transitar solo pues ella ni quería ni podía atravesarlo por él, pero saber que al fin tenía el panorama claro y que el hombre del que se enamoró aquellos días llenos de locuras, o las semanas transcurridas en la isla, estaba al fin desenterrándose, la inundó de una certeza que hasta ese momento no había sentido a su lado.

Alzó una mano y, despacio, la acercó a su frente. Kylian, nervioso como un colegial, atesoró su caricia sintiendo que se ahogaba. La estaba perdiendo, no, la realidad era que nunca la había tenido y ahora jamás podría perderse en sus ojos, en sus ideas, en su energía y ocurrencias, no volvería a escuchar su risa, o a probar esos deliciosos labios, tampoco disfrutaría de su aroma, de su calidez.

Ese era el precio que correspondía, lo tenía claro, pero no por eso no dolía como el mismo infierno.

Pronto la mujer acunó su mejilla y lo observó con los ojos llorosos. Él sujetó su mano y se la llevó a los labios, cerrando los ojos, fue entonces que notó como una lágrima humedecía su piel, su barba incipiente. Pasó saliva.

—Debo... debo irme —murmuró la joven, conteniendo el llanto.

Kylian abrió los ojos y se irguió, soltándola. Sam se incorporó, quedaron uno frente al otro.

—Hablaré con tu padre pronto —le informó metiendo las manos a los bolsillos del vaquero, pues temía que si no lo hacía, la tomaría por la cintura y abrazaría con fuerza y entonces no habría manera de que la soltara. Sam asintió con gesto triste.

—Sé que harás lo correcto —confirmó rehuyendo de su mirada.

—¿Viniste conduciendo? —se escuchó preguntar de pronto, alterado, viéndola alejarse. Ella negó sin voltear.

—Mamá está abajo —respondió abriendo el elevador. Kylian estaba a tan solo unos pasos, atragantándose con la sensación de pérdida, de impotencia y furia—. La fecha de caducidad no la decides tú —agregó Sam cuando las puertas se cerraron dejándolo solo, tan solo como nunca se había sentido, confundido también por el significado de sus palabras.

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