Cambios.

By vaneecomelibros

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Se necesita coraje para cambiar las cosas, para dejar de mentirnos, aceptar nuestras realidades y cumplir nue... More

Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo díez.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiseis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo veintinueve.
Capítulo treinta (Final).

Capítulo veintidós.

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By vaneecomelibros

Estaba sintiendo que encajaba en una fiesta por primera vez en mi vida, y lo mejor de todo era que se trataba de un ambiente sano, conformado por personas que no necesitaban alcohol ni drogas para divertirse. Sin darme cuenta, me había rodeado de amistades a las que les bastaba con un poco de música y comida para pasar un buen rato.

Me reí cuando Oliver se lanzó en forma de bomba a la piscina, salpicandonos a todos.

—¡Serás idiota!.—gritó indignada Hanni, que tomaba el sol en una de las tumbonas.

En respuesta, Oliver le sacó el dedo, sin dejar de sonreír.

—¿Han visto a Alejandro?.—pregunté mientras nadaba a duras penas hacia mí hermano.

—Pareces un gato mojado.—se burló Pol, que acababa de llegar.

No lograba entender su cambio drástico de actitud, de un día para otro volvió a hacer el Pol de antes; igual de amargado, pero buena persona. Lo más extraño, es que comenzó a comportarse como si las peleas y comentarios hirientes que había intercambiado con su primo no hubieran existido. Talvéz sufría de bipolaridad, pero ese no era mi problema; así que no le guardaría rencor por algo que no me hizo.

—No te metas con mi hermana, feto mal engendrado.—defendió Brandon, comenzando una pequeña guerra de agua entre ellos dos.

Me alejé de ellos, intentando no ahogarme. Definitivamente el agua no era mi lugar seguro, pero podría acostumbrarme.

—Mi primo está en la terraza, creo que estaba intentando localizar a Elsa.-me hizo saber Charlie, lo que agradecí con una sonrisa.

—¿Elza?. Recuerdo haber escuchado ese nombre en algún momento, pero siendo sincera, no tengo ni idea de a quien pertenece.-confesé.

—Es mi prima, la hermana de Alejandro.—explicó, estirando la mano hacia mí para ayudarme a llegar a la esquina de la piscina.

—Gracias.—dijé, ya en la superficie.

—No hay de qué, futura cuñada.—me guiñó un ojo, divertido.

Ignorando sus palabras, y con una sonrisa tonta en los labios, me envolvió en una toalla y entré en la casa sin importarme que tan empapada estaba. Recorrí un cortó pasillo hasta llegar a la terraza, que daba vistas al revoltoso mar. Me encontré a Alejandro apollado en la blanca barandilla con su teléfono móvil en el oído. Me recosté en el marco de la puerta mientras esperaba. Observé su espalda con curiosidad, intentando escuchar lo que decía la persona del otro lado de la línea.

—¿Segura de que todo está bien?.—insistió Alejandro—¿No necesitas más dinero?.

Se oyó algo parecido a una queja, seguido por la risa del chico que había venido a buscar.

—Esta bien, Elsa. Nos vemos pronto, cuídense.—se despidió.

—¿Qué tal está Mía?.—pregunté cuando acabó la llamada.

—¿Me estabas espiando, chica del suéter?.—se giró para enfrentarme, con su característica sonrisa ya dibujada en el rostro.

—Claro que no, egocéntrico. ¿Puedes responder a mi pregunta?.—me crucé de brazos.

—Mía está bien, mi hermana se está encargando de su cuidado.—explicó.

—¿Dejaste a tu hermana sola?.—fruncí el ceño.

—Tiene un novio nuevo, y según ella, no quiere separarse de él ni un solo segundo.-torció el gesto, haciendome reír.

—Pareces un padre sobreprotector.—me burlé.

—De cierto modo lo soy. ¿Para qué me buscabas?.

—Todos estamos en la piscina, pensé que talvéz querrías venirte.

—¿Verte en bikini y mojada?. No me lo perdería por nada del mundo.—paseó la vista por mi cuerpo apenas cubierto.

—Tampoco es que tengas tanto para mirar, no te hagas ilusiones.—me encojí de hombros, indiferente.

—¿Quién te dijo semejante estupidez?.—preguntó, como si fuera algo totalmente absurdo.

—No necesito que alguien me lo diga, tengo un espejo en casa.—respondí, confundida por su reacción.

—Eres perfecta, Alegre, y puedo mostrartelo cuando quieras.-la seguridad de su voz me hizo extremecer.

—¿Qué tal ahora?.—sonreí de lado.

Él no respondió, solo asintió una vez con la cabeza antes de acercarse a mi a pasos lentos, como si se esforzara en contenerse. Cuando solo unos frágiles centímetros nos separaban, se inclinó con cautela para unir nuestros labios en un beso dulce. Sostuvo mis caderas con cuidado, haciendo parecer que se trataba de una muñeca de porcelana a la que tenía que proteger. Me trababa con suma delicadeza, aunque su respiración agitada delataba cuando había anelado que este momento llegara.

—Te adoro.—susurró entre besos.

—¿Por qué retienes tu deseo?.—pregunté, media embobada por la calidez que me trasmitía a través de la ropa.

—No quiero que pienses que me estoy aprovechando de ti, preciosa.—dejó mis labios para bajar a mi cuello.

—Sé que esas no son tus intenciones, así que puedes hacerme lo que quieras.—permití, cerrando los ojos ante su tacto.

—¿Segura?.—mordió mi cuello, y yo asentí, dejándome llevar por el placer de sus caricias.

Alejandro.

La pegué a la pared, asegurándome de que su cabeza no se golpera, y me decise de la toalla que la cubría. Mis manos se movieron inquietas por su espalda, hasta llegar al comienzo de su pequeño bikini; me adentré en el, apretando su tracero con ansias. Un gemido se escapó de sus labios, los cuales no tardé en volver a besar; está vez, lo hice con fuerza, dejándole en claro lo mucho que me gustaba y excitaba.

—Eres hermosa.—logré decir con la respiración entrecortada—Tu cuerpo me está volviendo loco.

Llevé mis manos a sus caderas y las apreté lo suficiente como para robarle otro gemido. Quería más. Estaba consiente del lugar en donde nos encontrábamos, pero en ese instante mi cerebro no funcionaba correctamente, así que presioné mi cuerpo aún más contra el suyo, haciendo que mi erección palpitara contra su muslo.

—Alejandro....—gimió, aferrándose a mis hombros.

Estuve a punto de cargarla y llevarla a mi habitación para hacerla completamente mía, pero una estúpida y repugnante voz nos hizo parar en seco.

—¡Inviten!.—gritó alguien desde la calle que comunicaba a todas las casas de alquiler.

Cubrí rápidamente a Alegre con la toalla antes de separarme de ella, y caminar con enfadado hacia la barandilla. Mi molestia aumentó cuando divisé a un grupo de chicos riendo y mirando en nuestra dirección.

—¿No tenéis nada mejor que hacer, imbéciles?.—espeté con rabia.

—Íbamos a la playa, amigo, pero no nos importaría subir para acabarte el trabajo.—habló uno, colmando mi paciencia.

—Quédate aquí.—le ordené a Alegre.

Caminé a paso apresurado hacia el salón , apretando los puños con fuerza mientras me adentraba en la casa.

—¡Alejandro!.—gritó Alegre detrás de mí, pero la ignoré.

Abrí la puerta principal con brusquedad, sentí la madera crujir al chocar contra la pared pero no me importó; solo quería partirle la cara a cada uno de los hijos de puta que tenía en frente.

—Hola hermano.—rió uno, claramente ebrio.

—No se atrevan a hablar sobre mi chica, par de escoria.—escupí, agarrandolo del cuello de la camisa.

—Eh, amigo.—intervino otro—No queremos problemas.

—Lo superamos en cantidad, ¿Qué va a hacernos el solito?.—habló el que parecía más cuerdo.

—¡Alejandro!.—reconocí la voz de Charlie.—Vamos.

Intenté calmarme y obedecerlo, sin embargo, las asquerosas palabras de ese sujeto continuaban quemando en mi cabeza, y la rabia fluía por mis venas sin control alguno. Mi único freno en este instante sería Alegre, pero la quería lejos de todo esto.

—Vamos.—ordenó con más fuerza, haciendome reaccionar.

—Púdrete.—dije, antes de volver a dejarlo en el suelo.

Volví a entrar en la casa, sin mirar a Charlie; seguía furioso, y ni quería pagarla con él.

En pocos segundos, ya estaba en la terraza otra vez, busqué instintivamente a Alegre con la mirada; y la encontré sentada en el suelo, congelada.

—Mierda.—maldecí, acercándome a ella.

—Lo siento.—susurró.

—No fue tu culpa, preciosa.—besé su frente.

La cargué hasta llegar a su habitación, y la dejé reposar sobre su cama. Sin importar que tanto la deseaba, me tumbé a su lado, abrazando su piel fría.

—Es la segunda vez que discutes con alguien por mi.—soltó en un suspiro.

—Y lo haré mil veces más si es necesario.—aseguré.

—¿Por qué?.

—Porque eres mi princesa, y nadie te hará daño jamás.

Acaricié su cabello hasta que se quedó dormida, y antes de marcharme me aseguré de que su pelo no estuviera tan mojado; no me perdonaría a mi mismo si ella terminara resfriandose por mi culpa.

—Te amo, Alegre.—besé su mejilla y salí del cuarto.

Cada día estaba más seguro de algo, ella era mi pequeña chica del suéter, y yo era su mentiroso.

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hooolaaa!!! espero que les haya gustado<3!!.

capítulo dedicado a @PhantomD00 que siempre es uno de los primeros en leer, comentar, y votar<3!!.

beso en la pata<333!!!!!.

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