Anastasia
Me despierto al escuchar gritos y música. Eso es extraño, Christian prefiere el silencio, y se supone que él había salido. Me coloco algo de mi ropa que me ha dejado y salgo hacia el salón. Ya es de noche y empieza a hacer bastante frío, el invierno en esta zona del país es realmente horrible.
Me quedo viendo a todos mis amigos y a mi familia, todos vestidos de negro al igual que yo. La primera en verme es Kate, quien grita y se abalanza hacia mí y me abraza.
—Por fin despiertas. Estábamos tan preocupados...
Me suelta como si se acordara de algo y me da una fuerte bofetada que me deja en shock.
—Pero... —susurro adolorida.
Subo mi mano a mi mejilla que arde y todas mis palabras han desaparecido. Todos estaban mirando la dulce escena entre Kate y yo, y ahora miran horrorizados lo que acaba de suceder.
—Pero nada, Anastasia —empieza a gritar—. Todos estamos sufriendo por Lucy al igual que tú. ¿Y qué haces? Irte con tu novio sin importarte nuestro dolor. —Baja un poco la voz y mi corazón se quiebra al verla derramar esas lágrimas por mi culpa—. Siempre hemos tratado de cuidarte y tú lo único que haces es meterte en más problemas y ponerte en peligro. ¿Acaso no somos nada para ti??
Las palabras de Kate terminan de rompen mi corazón. Siempre he sido impulsiva y hago las cosas para tratar de aliviar mi propio dolor, nunca me había puesto a pensar en lo mal que ellos lo pasaban cuando desaparecía.
La abrazo y le pido mil veces perdón por mi torpeza. Siento que se nos abalanzan encima y caemos. Son Michael y Sarah.
—Yo también quiero —grita Mia y cae encima nuestro.
Grito, pero río al mismo tiempo y cuando escucho que Elliot también se quiere unir todos gritamos al tiempo del espanto. Van a terminar volviéndome puré.
—Basta, Elliot.
Oh, mi salvador...
—Pero yo también quiero jugar...
—Y van a terminar dejándome sin mujer —dice divertido.
Se hace un silencio bastante, bastante incómodo. Lentamente todos se bajan de encima mío, quedando sentados a mi lado. Miran a Christian y luego a mí. Qué incómodo. Incluso nuestros padres, Taylor y Gail quienes sonríen.
—¡Ay, ya basta! Ni que no se lo esperaran —digo exasperada.
Todos ríen y yo corro a los brazo de mi Christian, quien me recibe con una gran sonrisa que le correspondo con gran felicidad.
Cenamos todos hablando de cosas sin importancia, todos tratando de evitar el doloroso tema por el que estamos aquí, aunque sé que no será por mucho tiempo.
Voy a la habitación y busco las fotos que me ha tomado la seguridad de Christian mientras estuvimos separados. Nos sentamos en el salón y dejo caer las fotos en la mesa del centro.
Es momento de trabajar.
—¿Y esas fotos? —pregunta Carrick.
—Me las tomo Christian el tiempo que estuvimos separados.
Veo que se pone rojo.
¡Oh por dios! Christian Grey esta avergonzado.
—Uy hermanito... Eso es espeluznante. Y aún más viniendo de ti —dice Elliot fingiendo estremecerse y todos reímos.
Ahora está molesto.
—Ya basta, Elliot. No moleste a tu hermano. —Mamá al rescate—. Sólo se preocupa tu hermana.
Sarah toma las fotos y frunce el ceño.
—¿Desde cuándo? —pregunta ella mostrándome una foto en específico.
—La primera donde aparece es de hace dos semanas.
Le muestro y la toma rápidamente mostrándose enojada.
—¿Aparece quién? —pregunta Christian.
—Adam —le contesto pasándole una foto.
—Podemos usar eso a nuestro favor. —Ésta vez es Michael quien habla—. Si pudieron tomar esas fotos es porque no sabía o no sabe de la seguridad extra que el señor Grey le ha colocado a Annie.
—¡NO! —gruñe Christian tenso a mi lado—. No voy a permitir que la pongan en peligro.
—¿Dónde esta Ethan? —pregunto ignorando la demanda de Christian.
—Llegará mañana temprano —dice una muy seria Sarah con el ceño arrugado, sin apartar la vista de la foto que tiene en la mano.
—A mi se me ocurre algo —dice Kate con rostro iluminado.
Todos la miran expectantes y ansioso por saber su gran idea. Río un poco cuando se intimida. Ethan solía decir lo feliz y activa que era hasta la muerte de su padre. Esta es de las cosas más importantes que Steve le quito a las personas a las que dañó.
—Habla, nena —la anima Elliot besando su cabeza.
—Steve —murmura y frunzo el ceño.
—Puede funcionar —dice Sarah y me mira—. Adam lo traicionó, tal vez le interese ayudarnos.
Me levanto y camino de un lado a otro. Es una buena idea, lo malo es que nunca he estado en frente de ese sujeto. Pensar en ver su rostro por primera vez me pone tensa. Debo reconocer que tener frente a mí, al hombre que a matado a mi madre, a Ray, asesinó a mis segundos padres y es el culpable de todas y cada una de las desgracias de mi vida, incluso en la vida de Kate y de Ethan.
—No lo hagas, Ana —dice Christian cuando vuelvo al grupo.
—¿Tienes una mejor idea? —pregunta molesta.
Se pasa con su sobreprotección.
Resopla airado y se levanta para encerrarse en su estudio. Los demás se quedan hablando de las posibilidades que tenemos. Sarah se aleja con Taylor y noto cómo él también está de acuerdo con la idea que nos ha dado Kate. Cuando Taylor se aleja, me acerco a Sary.
—Es tu decisión, hermana —dice Sarah abrazándome y nos sentamos en la barra de desayuno.
—Lo sé, Sary... Siento mucho haber desaparecido.
—Eso ya no importa. Lo único que importa es que estás sana y a salvo... Nos envió su cuerpo —murmura entre lágrimas.
—Es un maldito. Arregla todo para viajar a Atlanta.
—¿Te irás sin decirle a tu marido?
—Mi marido... —Suspiro.
—¿Que sucede, Annie?
—Nada. Es solo que se escucha tan... Raro.
Ambas reímos.
—Me alegra que te haga feliz... Y que te cuide. Para una cabezota como tú, un cabezota más grande.
Volvemos a reír cuando le doy la razón.
—Iré a hablar con él —resoplo resignada.
A enfrentarse a la furia Grey. Le guste o no, debo ir. Es mi responsabilidad, todo este lío es por mi culpa, por mi complicada vida.
Cuando voy caminando hacia el estudio, mamá me sonríe y en sus labios articula un "tenle paciencia"... Demasiada paciencia. Es toda una proeza ser la mujer de Christian Grey. Aunque yo tampoco me quedo atrás.
Toco a la puerta, pero no contesta. Decido entrar y cierro la puerta inmediatamente, y ahí lo veo, parado frente al ventanal, mirando a las hormiguitas que van de un lado a otro, contemplándolos como el amo del universo.
Tiene las manos en los bolsillos. ¿Cómo puede ser alguien tan hermoso, sexy, ardiente, excelente en la cama, sensible, atento, cariñoso y desesperante al mismo tiempo?
—Debo ir —susurro, pero no se mueve.
Llego por detrás y rodeo su cintura aferrándome a él. Toma mis manos y se da vuelta, me toma por la cadera y me pega a él. Me da un beso posesivo, que pasa a ardiente en un segundo. De un momento a otro estamos desnudos sobre su escritorio.
Me desespera, pero lo amo con todo mi corazón.