Cambios.

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Se necesita coraje para cambiar las cosas, para dejar de mentirnos, aceptar nuestras realidades y cumplir nue... Еще

Capítulo uno.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo díez.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.

Capítulo dos.

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Nuestra mesa solo contaba con espacio para cuatro, así que decidimos comer en el salón, donde sí que cabíamos todos.

Al final solo seríamos nosotros cinco, Alejandro había dicho, muy educadamente, que no podía dejar solos a sus primos o terminarían quemando la casa.

—Que bien huele.—comentó Brandon, bajando las escaleras.

Se sentó a mi lado con una sonrisa, la cual se esfumó al ver mi plato. La Tía Carmen había preparado la salsa con condimentos, además de haber llenado los espaguetis de mucho queso y jamón. Yo, como buena sobrina, no comenté nada, a fin de cuentas, ella no me conocía tan bien como para saber mis gustos, a diferencia de Brandon.

Me arrebató el plato de las manos y lo dejó en la mesa, luego murmuró algo de ir a arreglar la salsa y salió pitando hacia la cocina.

El mejor hermano del mundo al rescate.

—¿Como te va en la pizzería, querida?.—preguntó La Tía Carmen, llenando el silencio e ignorando el abandonado plato de la mesa.

—Pues.....normal, supongo. Nada interesante que contar.

—Me imagino.—se quedó en silencio unos segundos—¿Y los chicos?.

—¿Qué quieres decir?.—uní mis cejas.

—No te hagas la tonta, me refiero a que sí hay algún chico por ahí. Ya sabes, algún noviecito.

No tenía noviecito desde los dieciséis.

—Por dios, Tía.—negué, sonrojándome.

—¿Y que hay del nuevo vecino? Es guapo, y agradable.

Iba a responder, pero mi hermano llegó con un plato de espaguetis nuevo. Justo como me gustaba.

El queso estaba sustituido por mucha leche en polvo y la salsa no tenía condimentos, era simplemente, salsa de tomate.—no me juzguen, de seguro ustedes se han metido cosas peores en la boca—Me entregó el recipiente, guiñándome un ojo.

—Tía, deja de buscarle novios a la niña. Y menos Alejandro, por dios, es muy mayor.—se quejó, tomando el plato antes ignorado para comenzar a comer.

—Tiene tu edad.—replicó la Tía Carmen.

—Pues eso, hace tiempo acepté que soy un viejo atractivo.

—Brandon, tienes veintidós años.

—En fin, Ale no puede tener pareja hasta los cuarenta.

—¿Hola? Sigo aquí.—moví las manos en el aire, de igual forma, siguieron ignorándome olímpicamente, toda la noche.

Me sentí como el pobre plato de espaguetis.
                                      
                                       *******
A la mañana siguiente, no fue la alarma del teléfono lo que me despertó, si no el insoportable llanto de Marquitos.

Cinco y media de la mañana, marcaba el reloj de la pared del salón.

—¿Se puede saber que pasa?.—gruñó Brandon, bajando las escaleras.

—Lo lamento mis amores.—empezó a hablar La Tía Carmen desde el cuarto de invitados—Marquitos tuvo una pesadilla, no está acostumbrado a dormir fuera de casa.

Suspiré, cerrando los ojos. Aún quedaban dos horas para iniciar mi turno de trabajo.

—Tranquila, tía. Ve a dormir, Brandon y yo le contaremos un par de cuentos. ¿A qué si, hermano?.

Silencio.

—¿Brandon?.—repetí.

Está vez si que hubo respuesta, un ronquido. Perfecto.

—No te preocupes.—habló mi tía.

—Ve a dormir. De todas formas, ya tenía que levantarme para el trabajo.—hice un gesto con la mano restándole importancia.

Marquitos aún tenía los ojos rojos y cristalizados. Le dediqué una sonrisa cálida y se subió a mi regazo, junto al desgraciado de mi hermano.

              ******
—Marchando una extra-queso.—sonreí al pequeño de unos nueve años que se apoyaba en la barra.

Avisé del pedido a Tony, el cocinero y seguí atendiendo clientes.

"Pizzas rápidas", era un local pequeño, con seis mesas de cuatro sillas repartidas en él. Sin embargo, a pesar del aspecto desenfadado del establecimiento, las pizzas eran increíbles. Tony era un chef envidiable.

No me podía quejar, el sueldo no estaba mal, y mi jefe era un amor. Talvéz demasiado pegajoso, pero nada que no pudiera controlar.

Llevaba casi tres años trabajando aquí, había dejado de estudiar porque, simplemente, no me apetecía seguir en ello. Ya se, no sería un buen ejemplo para mis nietos,—si es que llegaba a tenerlos—pero estaba cansada de la rutina escuela-trabajo-casa.

—¿Adivina quién orino la alfombra del salón?.

Levanté la vista de la caja registradora, para encontrarme a Hanni con una fingida cara de molestia.

Me llevé los dedos al mentón, fingiendo pensar la respuesta.

—¿Mi hermano?.

—Muy graciosa, Alegre.

—Es cosa de familia.—me encojí de hombros, aún sonriendo.

—Tu hermano estaba con el vecino nuevo ayer, los vi entrar a tu casa juntos.—comentó, mientras miraba de forma distraída su esmalte de uñas.

Sin poder evitarlo, me eché a reír. Mis carcajadas de delfín con asma—como a Hanni le gustaba llamarle—llenaron el pequeño salón. Suerte la mía que solo estaba el pequeño de nueve años y su mamá—que me juzgó con la mirada—. ¡Como si reírse raro fuera un delito!.

—¿Qué te hace tanta gracia?.—inquirió mi amiga, molesta por ya saber lo que venía.

—Nada, nada....—respondí con voz cantarina.

—Ash. Sueltalo.—se cruzó de brazos y apartó la mirada.

—¡No te hagas la tonta, Hanni! Estabas espiando a Brandon.—moví los brazos en su dirección—Otra vez.

Las últimas palabras estuvieron acompañadas por unas risitas, las cuales me arrepentí de soltar en cuanto Hanni amenazó con tirarme un tenedor.

—No se de que me hablas.—se encojió de hombros.

—Ya, claro.....

Un tintineo me hizo voltear a tomar el pedido. Olía de maravilla.

—Su orden está lista.—anuncié, poniendo servilletas alrededor de la pizza aún caliente.

El pequeño se levantó de un brinco y me la arrebató de las manos con un "gracias" saliendo de sus labios, mientras la madre sacaba el dinero del bolso.

—Esto está muerto hoy.—oí decir a Tony.

Razón no le faltaba, y es que como cada martes, la pizzería estaba vacía. ¿Por qué? Ni idea, pero a sido así desde que comencé a trabajar aquí.

Bueno, talvéz Tony y yo tuviéramos la sospecha de que nadie venía porque cada martes al jefe le da por torturarnos con sus malos intentos de cocinar. Lo llamábamos "Martes del terror". Aunque yo no la pasaba tan mal como el pobre Tony, que se ponía de los nervios cada vez que asaltaban su cocina.

La canción Hedwig's theme vibró en el pequeño local mientras limpiaba la barra donde Hanni se había dormido minutos atrás.

—Tu teléfono está sonando.—se quejó, bostezando.

—Revísalo tú, estoy ocupada.

Por el rabillo del ojo vi a Hanni estirar el brazo y desbloquear mi celular.

—Es tu hermano, dice que está noche hay una fiesta en casa de Jennifer. También a puesto "Por favor, invita a Hanni". ¿Qué significa eso? ¿Quiere que valla, o solo lo hace por educación?. Dios mío, ¿Qué me pongo?.

—Es increíble.—susurré.

—¿Eh?—sonreí ante la confusión de mi amiga.

—Digo que es increíble que no admitan lo mucho que se gustan.

—No me gusta.

Ash, tan terca como Dolores Umbridge.

—Como tu digas, Dolores.—me burlé.

—¿Como me llamaste?

Volví a estallar en risas mientras Hanni negaba con la cabeza, probablemente preguntándose por qué seguía siendo mi amiga.

—¿Piensas ir a la fiesta oliendo a pizza?—preguntó cuando le calmé el asma a mi delfín interior.

—Mis pizzas huelen igual o mejor que las axilas de Dios.—intervino Tony, indignado.

—Concuerdo con él.—le apoyé—Y no pienso ir oliendo a axila de Dios a ningún otro lugar que no sea mi casa.

—¡Tienes que venir, Alegre!.

—Estoy trabajando.

—Oye, ve a divertirte pequeña. Yo me encargo.—Tony sonrió, animándome.

—¿Seguro que podrás aguantar el "Martes del terror" sin mi?

—Seguro.—asintió, divertido.

Siendo sincera, no me apetecía nada ir a una fiesta. Pero...no me vendría mal relajarme, ¿No?

—¡Hola chicos!—gritó nuestro jefe, entrando en la pizzería con su delantal de My Little Pony.

Miré a Tony en busca de ayuda y el me guiñó un ojo.

—Oiga, Alfred, llamaron diciendo que el gato de la pequeña sufrió un accidente y debe irse corriendo a verle.—mintió, con una expresión dramática en el rostro.

No te rías, Alegre.

—Oh, que desgracia. No sabía que tenías un gato.

Yo tampoco.

—Lo adopté hace unas semanas.—intenté parecer triste.

—Nosotros nos quedaremos aquí, cocinando. Llámanos si necesitas algo.

—Hasta mañana.—me despedí con la mano.

—Me encanta Tony.—canturreó Hanni subiendo a su auto.

—Es muy buena persona. ¿No es idéntico a Rubeus Hagrid?—pregunté, abrochadome el cinturón de seguridad.

—Deja de comparar a todo el mundo con los personajes de Harry Potter, rarita.

—Cállate.—murmuré, fingiendo molestia.

Hanni subió el volúmen de la música.

—Quita esa cara de amargada. ¡Que nos vamos de fiesta!

—Pues yo preferiría hacer maratón de Harry Potter con mi hermano mientras nos comemos las sobras de los espaguetis de ayer.—mi voz quedó opacada por Softcore de Neighbourhood.

La odio con toda mi alma, pero vuelvo a amarla cuando pone esas canciones.

Bueno.....¡Fiesta a la que no me apetece ni un poco ir, allá voy!

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