Cruce de talentos

By MartaGarzas

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Rebecca Armstrong es una escritora novel demasiado introvertida para publicar su arte. Odia con todas sus fue... More

Becky Armstrong
El evento
En la isla equivocada
El concierto
Una propuesta sorprendente
El primer contacto
Conocerse
Lawan
Jai
Acercamiento
Febril
Cambio de planes
Un antes y un después
Confesiones
Pai
De viaje
Vietnam
Caos
Cita
Provocaciones
Revelación
Las cosas claras
Primera base
Juntas pero separadas
Esconderse
Despedida (I)
Control
Sanearlo
Despedida (II)
Amistad
Primer domingo
Abogada Jensen
Un paso atrás
Declaración
La fiesta
Rota
Tregua
Dolor y amor
Nuestra realidad (I)
Nuestra realidad (II)
La calma
La calm...
Un plan fallido
Egocéntrica
Una sola pregunta

Saro

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By MartaGarzas

—2—

Supongo que un viaje de quince horas debería haberse hecho larguísimo, pero cuando entro en modo escritora autómata, las horas se me pasan volando; y nunca mejor dicho. He conseguido dormir un poco y he escrito mucho, demasiado quizás, porque tengo los ojos resentidos y secos.

Richie piensa que es absurdo dedicarle tanto tiempo a algo que va a quedarse encajado dentro de un ordenador por el resto de sus días, pero lo que él no entiende es que para mí, escribir es una liberación y una lucha. Escribir me permite crear la realidad que me apetezca, ser dueña de algo por una vez. Es como que te crezcan alas de repente y puedas volar, así me siento en realidad.

Nunca lo he hecho para ganar dinero y creo que tampoco me gustaría. Eso de ponerme frente a decenas de personas para hablarles sobre mí, me viene bastante grande, así que prefiero seguir disfrutando a mi manera.

Me lavo la cara para despejarme un poco y me echo un par de gotas de colirio que siempre llevo encima. Al mirarme al espejo, mi reflejo me devuelve una imagen cansada, con el inicio de unas ojeras que se incrementarán en el transcurso de los días hasta que consiga superar el maldito jet lag, pero al menos, ya estoy en Chiang Mai.

«Becky: Dime que me has traído algo rico de la tía May. Estoy muerta de hambre».

Recojo la mochila y abro la puerta para salir del baño, justo en el momento en que recibo la respuesta de mi prima.

«Irin: Te conozco de sobras, vengo preparadísima».

«Irin: ¿Ya tienes la maleta?».

No me doy cuenta que alguien está tratando de entrar a la misma vez que yo abandono el baño, hasta que es demasiado tarde y me choco de bruces contra ella.

Es un "ella" claramente por dos razones obvias: porque es el baño de mujeres y porque su perfume floral se me cuela hasta el cerebro cuando se sujeta a mí para mantener el equilibrio.

—Lo siento —me disculpo dando un paso atrás, rompiendo la inoportuna cercanía.

Y antes de poder verle siquiera la cara, me apartan con brusquedad aún más de la chica, haciendo que me golpee el hombro con el marco de la puerta y suelte un quejido de dolor.

—Oye, ¿a ti no te han enseñado modales o qué?

—Niñita, eres tú quien deberías mirar por dónde vas —me enfrenta en tailandés, supongo que esperando que no la entienda.

Y este tipo de cosas me suceden a menudo cuando piso el país. No esta en concreto, pero sí que asuman que desconozco el idioma por mis facciones occidentales.

—Neung —le advierte la chica del olor a flores, reprendiéndola por su actitud grosera, antes de girarse y encararme.

Lleva el pelo recogido en un moño alto y una sudadera demasiado ancha para su delgada complexión. Sus gafas oscuras me impiden verle con claridad los ojos por un momento, pero enseguida se las sube hasta dejarlas descansar en su cabeza, como si de una diadema se tratase.

Y me doy cuenta de que con toda la historia y mi posterior escrutinio, no he oído nada de lo que me ha dicho.

—¿Qué?

Ella frunce un poco el ceño en un gesto adorable, tratando de concentrarse de repente y vuelve a hablarme, esta vez en un inglés algo torpe.

—Perdona, no miraba por dónde iba —se disculpa en un tono suave—. ¿Estás bien?

Por educación, tal y como se ha empeñado siempre en enseñarme mi madre, le cambio al tailandés en el que parece sentirse mucho más segura.

—No te preocupes, yo era la que iba distraída

Asiente y me sonríe correcta, antes de que la bruta de su acompañante la reclame de nuevo.

—Saro, no tenemos todo el día.

Me hace el gesto wai, con una ligera inclinación y desaparece por la puerta del baño.

¿Saro? ¿Qué clase de nombre es ese?

«Irin: Cuanto más tardes, menos comida te quedará»

«Becky: No te atrevas a amenazarme con eso, que no respondo de mí».

«Becky: He tenido un pequeño contratiempo, pero ya salgo».

Después de recoger la maleta en un tiempo récord, me dirijo a la puerta de salida y enseguida veo la cabeza de mi prima en primera fila saludándome con efusividad. Acelero un poco el paso y ella se adelanta también para interceptarme por el camino y cuando está lo suficientemente cerca, se lanza sobre mí en un abrazo tan desestabilizante como necesario.

—Por favor, qué largos se me han hecho estos seis meses —comenta apretándome más fuerte contra su cuerpo.

—Irin vas a asfixiarme.

—A ver si así consigo que te quepa menos comida en ese cuerpecito, que ahora tendré que compartir las delicias de May —bromea.

Y suelto una carcajada de las de verdad, de esas que te hacen achinar un poco los ojos, porque cuando quiere es muy payasa y yo tengo debilidad por sus bromas absurdas.

Al abrirlos y aún sin perder la sonrisa, siento la necesidad de observar un punto en concreto detrás de ella. Me topo con una mirada penetrante que consigue dejarme una sensación extraña en el cuerpo.

La tal Saro, al verse descubierta, se coloca sus gafas oscuras y desaparece con cierta prisa.

—¡Becca! —me llama mi prima, chasqueando los dedos frente a mí.

Porque he desconectado por un momento y necesita traerme de vuelta al mundo real.

—Ten, come algo anda, a ver si despiertas de una vez.

Me quita la maleta de la mano y empieza a caminar hacia la salida.

—Tenemos tres horas de viaje, así que ya puedes ser amena —me dice en tono amenazante.

—Pero si ya sabes absolutamente todo de mí, Irin —me quejo, dándole un bocado a la dumpling de pollo de mi tía.

E igual es una tontería, pero de momento prefiero guardarme para mí la nueva novela en la que estoy trabajando, porque reírme de ella y su fanatismo para después escribir algo con los mismos protagonistas de su serie, no es demasiado congruente.

—No, todo no —me contradice—. El sábado pasado te fuiste a una fiesta universitaria. Tú. Y seguro que encontraste algo más interesante que tus amigos los escritores solitarios.

—Oye, yo no me meto con tu fandom/club de las enamoradas de la telebasura.

—No estamos enamoradas de la serie, sino del actor en sí. Focalízate.

—Igual te tienes que focalizar tú en gente real de tu alrededor —le comento con suavidad—. Los famosos juegan en otra liga, Irin.

—Creo que estás tratando de distraerme y yo he preguntado primero. Suelta prenda, Becky. ¿A quién intentaste convencer con tu versión del amor no romántico?

Me río de su estupidez para darme un margen de rememorar la historia, porque yo soy muy introvertida hasta que me topo con alguien que me hace dejar de serlo.

—Fuimos a casa de Jane, la que vive a las afueras y la idea era quedarnos las de siempre y tomar algo, pero la cosa se desmadró un poco y acabamos siendo alrededor de 20 personas —le cuento— y vino Nop.

—Dime que no te has liado con Nop —me interrumpe con cara de circunstancias.

—No, por favor —exclamo con desagrado—. Trajo a su prima Amanda y Amanda fue extremadamente convincente.

—¿Convincente con qué?

—Hicieron una apuesta absurda entre ella y su primo sobre quién besaba mejor —le explico divertida—, y a Nop no quise ni acercarme, pero a ella la dejé enseñármelo.

—Esa es mi chica —me felicita, sabiendo cuánto me cuestan este tipo de cosas—. ¿Fuiste a su casa?

—Irin, sabes que no me acuesto con cualquiera.

—Becky ya no tenemos quince años. Te liaste con ella y la dejaste volver a casa con el calentón.

—Y mi número de teléfono —agrego, orgullosa de mí misma.

—Después de eso no va a escribirte nunca —sentencia cual oráculo.

—Llevamos hablando desde entonces.

—El mundo se está yendo a pique —suelta con una mueca exagerada.

Porque mi prima es más del tipo de personas que piensan que hay que vivir cada momento y exprimirlo como si fuese el último sin importar nada y yo, más de las que creen en conocer a la gente por dentro antes que por fuera, aunque el envoltorio sea tremendamente atractivo, como lo era Amanda.

—O puede que le gustara y tampoco sea esa clase de chicas —le digo ofreciendo una alternativa.

—Eso es porque no te has encontrado nunca a tu pasión arrebatadora.

Y con eso lo explica todo siempre, como si la vida fuese una telenovela. Otra vez con los amores a primera vista y las pasiones irrefrenables, como si hubiese algo en la vida que no se pudiese controlar, pero es imposible que en este tipo de cosas nos pongamos de acuerdo.

—Irin, somos personas, no animales, podemos contenernos.

—Hasta que te pase —me contradice.

—Si me pasa —insisto.

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