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By macabeso23

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Ella creyó tenerlo todo, pero olvidó una cosa; de encontrar el amor nadie se escapa. ¿Podría más la soberbia... More

Capítulo 1. [Daños Colaterales]
Capítulo 2. [Desde El Día Uno]
Capítulo 3. [La Propuesta]
Capítulo 4. [Eternas Coincidencias]
Capítulo 5. [Imagen Y Semejanza]
Capítulo 6. [La Casa Del Cielo]
Capítulo 7. [Inefable]
Capítulo 8. [Acertijos]
Capítulo 9. [Resarcimiento]
Capítulo 10. [Secuelas Del Pasado]
Capítulo 11. [El Primer Beso]
Capítulo 12. [Lágrimas Y Olvidos]
Capítulo 13. [Pasiones Recíprocas]
Capítulo 14. [Efímero'S]
Capítulo 15. {Guía Espiritual}
Capítulo 16. [Mundos Cruzados]
Capítulo 17. [La pieza del rompecabezas]
Capítulo 18. [La curiosidad mató al gato]
Capítulo 19. [Entre Imaginación Y Realidad]
Capítulo 20. [Un Juego De Seducción]
Capítulo 21. [ Islas Canarias, Parte 1]
Capítulo 22. [Islas Canarias, parte 2]
Capítulo 23. (Entre Su Mundo Y Mi Mundo)
Capítulo 24. [Avril]
Capítulo 25. [Libre Verdugo]
Capítulo 26. [El Plan Cero]
Capítulo 27. [Fragmentos De Verdades]
Capítulo 28. [Fragmentos De Verdades part. 2]
Capítulo 29. [Quince Minutos]
Capítulo 30. [La Efímera Felicidad]
Capítulo 31. [Colisión]
Capítulo 32. [Al Descubierto]
Capítulo 33. [El primer amanecer]
Capítulo 34. [El mejor de los inicios]
Capítulo 36. [No estaba triste, estaba nostálgica...]

Capítulo 35. [Las Personas Inteligentes...]

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By macabeso23

Seguía resultando increíble la manera en la que los días habían cambiado significativamente desde entonces. Encontrarse a sí mismo durante la tormenta, siempre había sido un reto que las personas, mayormente, evitaban a toda costa. No, porque no valiera el esfuerzo, si no porque las energías no eran suficientes para afrontarlo. La realidad era subjetiva, pero, algunos solo buscaban una forma de aliviar sus penas.

Si hablamos de penas, se podrían abordar tantos escenarios que, de intentarse, quedaría allí, solo en la imaginación de quien alguna vez creyó que era buena idea empezar a darle cabeza a algo que nunca tendría pies.

Pero, la vida también tenía días coloridos. No solo se veían nubes grises, como antes, pero, cambiando la perspectiva, siempre podría salir algo bueno de cada situación. 

Las personas inteligentes no se destruyen a sí mismas“

—Interesante.

Fue un ruidito agudo apenas perceptible, pero, lo suficientemente alto para que una mujer frunciera su ceño e hiciera una mueca con sus labios al escuchar un suspiro. ¿Por qué suspiraba?

—No sabía que a parte de cursi, también leyeras libros motivacionales y suspiraras en el proceso—dijo con cierto humor—. El cambio es verdaderamente significativo. El amor puede hacer tantas...—lo pensó por un momento y sonrió—, cosas. Realmente estoy sorprendida.

Bárbara entrecerró los ojos al escuchar a Elisabeth hablar, pero, sin embargo, decidió no darle importancia. Los momentos como ése se habían repetido tantas veces que, simplemente, uno más no haría la diferencia. Lo que sí resultaba increíble era la forma en la que la morena había empezado a empatizar más y a enojarse menos, sobre todo si de Elisabeth se trataba. La rubia siempre intentaba encontrar el escenario perfecto para hacerla molestar. Al principio terminó resultando divertido, pero de pronto la diversión dejó de hacer parte de las bromas porque Bárbara simplemente había decidido ignorar a su mejor amiga cuando intentaba hacer su día con ella.

—Sé lo que intentas y no va a funcionar—le advirtió Bárbara sin dejar de leer su periódico. La morena se llevó nuevamente la taza con café a la boca bajo la mirada quisquillosa de Elisabeth. —. Deberías buscar un oficio real. Ocuparte de tus modelos, tal vez. Tanto tiempo libre está haciéndote daño.

Elisabeth dibujó una sonrisa en sus labios.

—Cuando tenga que partir espero que no sufras por mi ausencia—le dijo Elisabeth con seriedad, pero Bárbara no la miró. —. No te interesa porque ahora tus prioridades son otras, con otras—enfatizó capturando la atención de Bárbara—. Deberíamos hablar sobre tus nuevas hazañas clandestinas.

La morena al escucharla levantó una ceja.

—¿Hazañas clandestinas?—Elisabeth sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos. Sonreía tanto que la curiosidad se hizo presente en los ojos de la morena. Por supuesto, la rubia sabía que realmente Bárbara no entendía de qué estaba hablando.

—Estoy hablando de las nuevas formas que usas para que tu nueva y muy bonita novia acepte irse a la cama contigo. —dijo y sonrió cuando Bárbara abrió los ojos—. Estoy aprendiendo de la mejor. Lo he puesto en práctica, y aunque me sentí abrumada al principio por lo ridículo que puedes ser cuando te enamoras, me funcionó. Estoy realmente sorprendida con tu audacia, Bárbara.

—No sé de qué hablas—dijo evitando su mirada.

—Lo sabes—afirmó Elisabeth con una sonrisa. —. ¡Claro que lo sabes! ¡Lo sabes de sobra!—la rubia sonrió aún más al ver el semblante serio de Bárbara—. Puede que mientras tú estabas haciéndole un ofrecimiento sexual a tu novia, yo estuviera detrás de la puerta escuchando absolutamente todo—Bárbara abrió aún más los ojos y apretó los labios. La mataría. Ahora sí lo haría.

—Si esta es otra de tus mentiras, Elisabeth, voy a...—la rubia no dejó que Bárbara terminara de hablar.

—Me gustaría que lo fuera, pero lastimosamente y para mi desgracia, no es así. —le dijo burlona—. Fue una coincidencia encontrarlas en tu oficina teniendo sexo—Elisabeth paseó la mirada por toda la extensión de la oficina de Bárbara y sonrió. —. ¿En cuál lugar lo hicieron?—le preguntó divertida—. ¿En ese sofá? ¿Sobre el escritorio? ¿Contra las paredes?—Bárbara cerró los ojos fugazmente—. Me sorprende que nadie más las escuchara. ¿Cuál de las dos era la que gemía pidiendo más?—hizo una mueca como si estuviera pensando—. Seguro fuiste tú.

—¡Deja de decir tonterías!—vociferó la morena poniéndose de pié y empezando a pasear por toda su oficina pensando. —. Seguramente escuchaste mal.

Elisabeth entrecerró los ojos.

—¡Seguramente!—dijo irónicamente y luego continuó—. Aunque ciertamente, no pudo haber sido otra cosa más que gemidos. Estoy segura que Helena también los escuchó.

Cuando Bárbara escuchó el nombre de Helena volteó a ver a Elisabeth con una expresión furiosa.

—¿Helena?—le preguntó incrédula—. ¿Qué hacías con ella?

—Queríamos invitarlas a un club gay que abrieron en el centro de la ciudad, porque queríamos, ya sabes, estar dentro de nuestra zona de confort—Elisabeth le guiñó juguetonamente—, pero ustedes ya habían empezado la fiesta mucho antes. Creí que eras tú viendo algunos vídeos subidos de tono para aprender un poco más sobre los encuentros sexuales lésbicos, pero, cuando escuchamos la voz de Macarena, lo supimos todo. Me hubiese gustado ver tu rostro, pero Helena fue considerada y decidimos irnos de fiesta sin ustedes.

—Lo que escuchaste no fue más que una conversación entre una pareja que se ama—dijo Bárbara cruzándose de brazos—. Pero, por supuesto que jamás sabrás que es eso porque tú estás empeñada en romantizar tus encuentros con Helena en vez de buscarte a una mujer que te ame y casarte con ella—la rubia hizo una mueca.

—Lo que más me sorprende de la situación es la audacia que tienes para invertir los roles—sonrió—, pero está bien. Puedes juzgar lo que quieras, pero sabes perfectamente que así como estoy, luzco de maravilla. No me hace falta un matrimonio para sentirme viva y deseada—mordió su labio inferior mientras Bárbara entrecerraba los ojos—.  Como dije, cada día me sorprendes más.

—Si tan interesada estás en mi relación, solo tienes que preguntar y contestaré a cada una de tus dudas sin que tengas la necesidad de escuchar detrás de la puerta—Bárbara hizo una mueca—. Es parte de mi privacidad, Elisabeth. No puedes venir a mi oficina sin pensar y menos escuchar mis conversaciones.

—Lo que escuché fue todo menos una conversación—dijo sonriendo burlonamente—. Comprendo tu fascinación. Yo también lo estaría si estuviera con una mujer como Macarena. Es completamente hermosa y a veces me resulta tan sexy—dijo con pasión y Bárbara la fulminó con la mirada—. No me mires así. Solo estoy reconociendo su belleza, que no es para nada modesta.

—No me gusta que te expreses de esa forma de Macarena. —le dijo Bárbara con mucha seriedad.

—¿Por qué no?—cuestionó Elisabeth. —. Seguramente habrá más personas que incluso fantasean con ella. No puedes controlar lo que los demás piensen o digan de tu novia.

—Puedo hacerlo—dijo la morena con firmeza—. Nadie en mi presencia puede emitir alguna palabra sobre ella—Elizabeth elevó una ceja—. Es mía. Nadie tiene derecho.

—¿Desde cuándo eres tan posesiva?—la morena rodó los ojos. —. Insisto. Casi no te reconozco. Lo que ha hecho Macarena contigo es digno de una felicitación, así que, es por eso que he venido a verte—Bárbara la vio sin entender—. Helena y yo...—Bárbara levantó la mano para que Elisabeth se detuviera.

—Cuando tus grandes ideas empiezan con "Helena y yo", no puedo esperar nada bueno—la rubia entrecerró los ojos—. Lo siento, pero no.

—No seas tan aburrida, Bárbara—empezó Elisabeth a decirle pero Bárbara la ignoró dándole la espalda y respirando hondo. La morena había accedido a muchas invitaciones inesperadas de Elisabeth y simplemente no podía esperar nada bueno. Realmente, nada. La última vez que Elisabeth intentó persuadirla, tuvieron un accidente. Nada grave, pero si con un buen susto de por medio. Desde entonces, Bárbara aborrecía cualquier invitación de Elisabeth aunque fuera su mejor amiga. Le diría que no, siempre.

—No puedes ignorarme, Bárbara.

—La última vez que accedí, terminamos con una llanta explotada y casi me convierto en una asesina de perros—recordó brevemente el momento exacto dónde Bárbara casi le pasaba su auto por encima a un perro de la calle. Aunque no fuera muy amante de ellos, los respetaba—. Si tienes ganas de emborracharte...

Elisabeth la interrumpió.

—No quiero que se trate solo de mi—le dijo—. Quiero también disfrutar de la versión romántica y feliz de mi mejor amiga—Bárbara frunció el ceño—. Desde que Macarena y tú oficializaron su relación, no tienen tiempo para nadie más que no sea ustedes dentro de una cama. Por supuesto, no me molesta, en lo absoluto—dijo rápidamente—, pero tanto Helena como yo necesitamos a nuestras mejores amigas.

Bárbara hizo una mueca.

—Cuando dices "mejores amigas" te ves tan infantil, Elisabeth—la rubia sonrió abiertamente ante el gesto de Bárbara—. ¿Qué quieres hacer?—le preguntó—. ¿Emborracharnos hasta perder el conocimiento? ¿Salir a tus dichosos clubes y terminar ahogadas en alcohol?—Bárbara negó—. No necesito eso ahora. Estoy feliz con mi vida sobria, Elisabeth. Y estoy muy segura como que me llamo Bárbara López que Macarena no estará de acuerdo.

—No has escuchado mi idea—repitió Elisabeth viéndose la manicura—. Pero si es lo que te preocupa, tranquila. Helena se está encargando de Macarena y por supuesto, yo me encargo de ti.

—"Encargando"—murmuró Bárbara y luego vio a Elisabeth quien no dejaba de sonreír—. Si acepto, ¿me dejarás en paz?—Elisabeth asintió frenéticamente y Bárbara rodó los ojos—. ¡Bien! Acepto ir a lo que sea que tengas planeado pero debo consultarlo primero con Macarena.

—Ya te dije que por la sexy no te preocupes, Bárbara.

—Deja de decirle sexy—Bárbara la apuntó.

Elisabeth levantó sus manos me señal de rendición y luego se puso de pie sin dejar de ver a la morena.

—Consulta lo que tengas que consultar con la sex...—Elisabeth se interrumpió y luego sonrió—, Macarena y lo que decidas está bien para mi, pero, estoy casi segura que Helena logrará convencerla también y tendremos nuestra salida de cuatro.

—¿Y De las Casas está al tanto de lo que está haciendo su chica?—le preguntó la morena y Elisabeth suspiró. El tema con Helena y Ariel seguía siendo una odisea, pero ella había preferido ignorarlo porque no le podía importar menos lo que Helena hiciera con él.

—¿Qué es lo que tiene que saber sobre Helena?—cuestionó Elisabeth con confusión—.  Somos dos personas adultas que saben lo que hacen y reconocen perfectamente las consecuencias de sus acciones. Helena no tiene una relación sentimental con Ariel—Bárbara levantó una ceja—, y por lo tanto no tiene nada que decirle y él reprocharle. Ella está con quien quiere estar—puntualizó.

—Si ese tipo de relación es el que te hace feliz... No es mucho lo que pueda decirte—ambas estuvieron de acuerdo—. Si te funciona, está bien.

—Me funciona y créeme que ambas nos entendemos perfectamente—dijo con seriedad—. No todas las personas tenemos el propósito de encontrar al amor de nuestras vidas. Tú tuviste suerte y encontraste a una mujer que supo conquistar tu frío e insensible corazón—Bárbara entrecerró los ojos—. Cuando Macarena no estaba en tu vida, te empeñabas en decir que el amor era para los débiles. Que te hacía vulnerable. Que jamás ibas a enamorarte—le recordó sonriendo—, e incluso me llamaste "ingenua" muchas veces cuando me fijaba en mujeres comprometidas.

—Porque lo eras—dijo con simplicidad. —. Tu forma de conseguir conquistas es poco ortodoxo, Elisabeth.

—Sin embargo... Me funcionaba. Era lo que quería. Solo pasar momentos agradables con una mujer guapa. No estaba buscando enamorarme de ninguna de ellas y es exactamente lo mismo que sucede con Hels. No estoy enamorada—la morena ladeó la cabeza de un lado hacia el otro.

—¿Entonces tu obsesión con ella es por qué?—cuestionó Bárbara rápidamente. Elisabeth quería explicarle a Bárbara la situación, pero, en vista de la negativa de la morena, seguramente no le creería nada y seguiría pensando que sí estaba enamorada, aunque claramente, ella no estaba enamorada.

¿O si?

—Mi "obsesión" va más allá de los sentimientos—se encogió de hombros—. Si quieres puedo contarte todo para que entiendas por qué me gusta tanto esa mujer—dijo sugerente pero Bárbara hizo una mueca de disgusto.

—No necesito que me cuentes nada—dijo firmemente—. Es mejor que empieces a hablar de tu invitación. No tengo todo el día para que estés hablándome de tu relación con la mejor amiga de mi novia.

Bárbara le dio la espalda y se sentó nuevamente frente a ella mientras reposaba su barbilla sobre sus nudillos. Elisabeth después de sonreírle con gracia y divertida de la situación que las arropaba en ese momento, empezó a contarle la idea de su salida. No era nada extraordinario, pero Elisabeth quería volver a los viejos tiempos donde Bárbara y ella se divertían, aunque esos escenarios fueran pocos. La morena ciertamente odiaba sus planes, pero, no porque fueran planificadas por Elisabeth si no por la magnitud de las consecuencias.

La relación de Bárbara y Macarena estaba avanzando más de lo normal y casi nunca podían compartir como antes. Elisabeth no estaba en contra de aquello, pero también deseaba tener algo de diversión con ellas. Junto con Helena había planificado un viaje de fin de semana y aunque al principio Bárbara se sorprendió por lo repentino, no objetó nada. Le agradaba la idea de compartir otros ambientes con ellas y también con Macarena quien sabía que después de todo, estaría feliz de aceptar.

La morena había descubierto lo aventurera que era Macarena. Le gustaba explorar, conocer y deslumbrarse con las pequeñeces que podían encontrarse en su camino. La castaña de ojos azules se deslumbraba con facilidad e increíblemente, con su inteligencia bastante notable, sorprendía a Bárbara con cada detalle. Si recorrían algún museo, estaba lista para escuchar datos científicos que Macarena empezaba a nombre en cuanto veía algo que llamara su atención.

Sus salidas eventuales siempre terminaban con algún conocimiento extra. Bárbara no era muy conocedora del arte; admiraba a los que hacían arte con sus manos, pero más allá de tener conocimientos reales, no. Ella se debajan endulzar por la belleza de las cosas y podía encontrar arte en cualquier parte. En cambio Macarena, quien si conocía del arte en toda la extensión de la palabra, adoraba explicarle a Bárbara cada detalle. La manera en la que Bárbara se mostraba entusiasta en cada una de sus palabras lograba que su corazón bombeara con fuerza. Nunca antes había sentido que alguien, a parte de su padre, verdaderamente se interesara en ella. En Bárbara había encontrado a una mujer que más allá de tener un pasado terrible y de su fachada de mujer ruda, era un alma sensible. Aunque nadie lo pensara, era adorable.

En poco tiempo de relación la había empezado a conocer mucho más. Su manera de dormir, la forma en la que se tomaba el café, sus expresiones faciales. Sabía cuándo Bárbara estaba molesta o cuándo estaba feliz. Cuando sentía una pizca de ilusión hacia algo aunque quisiera mostrar su dureza con el ceño semi fruncido o simplemente cuando existía algo que la emocionara.

Pero también había descubierto que Bárbara era una mujer que no se emocionaba por cosas simples. A diferencia de ella, que cualquier detalle la hacía estremecer. Desde entonces, solo se había dedicado a su relación, a su arte y a vivir y disfrutar plenamente su vida al lado de una mujer que la tenía enamorada.

Macarena la adoraba porque sabía que había encontrado a la persona correcta. Poco le importaba lo que sucedió meses atrás; ya no era la misma. Nadie era el mismo desde entonces y muchas cosas cambiaron.

Dejar ciertos hábitos había sido prudente para empezar a tener una vida plena. Al principio fue duro porque los cambios drásticos siempre le daban miedo, pero en el proceso había logrado encontrar una paz genuina que ahora podía identificar. Era algo que empezó a conocer de sí misma y que no quería volver a perder. Cada día era una nueva oportunidad y ella quería aprovecharla al máximo.

Siempre se puede empezar desde la experiencia.

...

Macarena y Helena no podían llegar a un acuerdo.

Helena había estado insistiendo que era mejor organizar un viaje hacia la playa, pero Macarena prefería la montaña. Helena había interrumpido su sesión de yoga para hablarle sobre su idea con Elisabeth pero era imposible llegar a un acuerdo si ambas querían cosas totalmente diferentes. Necesitaban un equilibrio. Un punto en común.

—Me gustaría que te centraras en lo importante y dejaras el móvil a un lado.

Helena se cruzó de brazos al ver a Macarena textear rápidamente en su teléfono. La castaña la vio paulatinamente.

—Bárbara y yo estamos de acuerdo en realizar un viaje a la montaña—dijo. Helena blanqueó los ojos.

—Las dos están completamente equivocadas. Es nuestra invitación, por lo tanto nosotras decidimos a cuál lugar iremos y lo que ustedes tengan que decir u opinar, créeme que no me puede importar menos.

—Eres tan irritante a veces, Helena—se quejó Macarena.

—Solo quiero que digas que si quieres ir a la playa.

—Pues no quiero—se cruzó de brazos. Helena se llevó los dedos al puente de su nariz.

—Creí que te gustaría ver a Bárbara en poca ropa—dijo sugerente mientras sonreía—. La chica tiene un cuerpazo. Lo pude detallar cuando estuvo aquí, en tu alberca—Macarena la vio con seriedad—. ¿Qué?, me gusta admirar la belleza y lo sabes.

—Puedes admirar la belleza de otras mujeres, no la de mi novia—comentó.

—Da igual—dijo con desinterés—. No me gustan tan... Mandonas.

Macarena entrecerró los ojos.

—Ella no es...—lo pensó. Sí lo era, pero no lo admitiría. Macarena mordió su labio inferior y suspiró—. Mandona. Es hermosa. Es divina.

—Déjame pensar lo contrario cuando era ella quien te exigía que gimieras su nombre.

Helena le dio la espalda mientras dejaba a Macarena con la boca abierta.

—¿Qué dijiste?—le preguntó Macarena completamente desentendida y curiosa de saber si realmente había escuchado bien. Helena siempre bromeaba, pero, esta vez pudiera que no se tratara de ninguna broma.

—¿De verdad necesitas que te lo repita?—la vio con ironía. Macarena desvió la mirada. Necesitaba ver a su novia. —. ¿Sabías que Elisabeth y yo estuvimos ayer en la oficina de Bárbara?—le preguntó y Macarena abrió los ojos. No tenía conocimiento. —. Fue todo un espectáculo. Sobre todo la parte donde se escuchó perfectamente "sí, dame más".

Macarena se cubrió el rostro. Quería que la tierra se abriera y se la tragara por la vergüenza que estaba sintiendo. Desde que entró por la puerta de la oficina de Bárbara, Macarena dedujo que nada podía salir bien. Había ido a visitar a su novia porque quería verla. Habían pasado algunos días desde la última vez que se vieron, y por lo demandante que estaba siendo el trabajo de la morena últimamente, la castaña había decidido visitar sorpresivamente a su novia.

Para Bárbara fue toda una sorpresa que al regresar de un almuerzo de negocios, encontrara a la castaña sentada en su silla habitual, con una sonrisa ensanchada y un lindo vestido que a pesar que no era ceñido, resaltaba sus curvas disimuladas y su hermosa piel pálida.

La manera en la que Bárbara también la había extrañado era enloquecedora. Aunque, la morena creía que el amor que estaba sintiendo por Macarena la estaba volviendo loca, desquiciada, apasionada. A cada momento la anhelaba, a ella en su totalidad, pero lo que más añoraba del día era poder besarla y abrazarla hasta que alguna necesitara separarse. Con Macarena todo era tan diferente a lo que ella creía que era el amor. Su amor no estaba condicionado, Macarena nunca le pidió hacer nada para merecer su amor. Nunca le exigió poner sus necesidades por encima de la propias para creer que solo así podía merecerla.

Al principio adaptarse fue difícil. Había que cambiar muchas cosas que podían entorpecer su relación futura. Bárbara estaba consciente que Macarena era diferente al resto. No la idealizan, pero, tampco le quitaba créditos. Ella diariamente le demostraba el tipo de amor que podía ofrecerle y para la morena era mucho más que suficiente.

Amar nunca se había sentido así, tan diferente... Tan sublime. Con su pasado no vivió un amor como ése. Era distinto en todas sus facetas. Con Sáhara las cosas siempre fueron a como ella lo decidiera. Cuándo y cómo ella quisiera. La morena debía adaptarse a su manera de amar porque solo así tenía esperanza de poder tenerla. Su amor más que genuino, siempre fue arriesgado. La idea de saber que en cualquier momento alguien podría descubrirlas era algo que no permitía que Bárbara la amara con plenitud.

Pero, ahora que el panorama era muy diferente, la morena se preguntaba si realmente alguna vez amó.

Fue más difícil descifrar la respuesta a aquella pregunta que nunca se hizo pero siempre estuvo. Aunque muchas veces intentó controlar sus emociones para no dejarse doblegar por nadie, Bárbara reconocía que aunque fallaba diariamente, no todo estaba perdido. Que aunque en su pasado no funcionara, no condicionaba en lo absoluto su presente y mucho menos su futuro. El pasado solo era eso, pasado, y quedarse allí solo lo hacían los tontos. Los que buscaban cualquier excusa para justificar sus acciones y no reconocer que a pesar de todo, siempre habrían caminos diferentes y que de nada servía vivir en el ayer.

Desde entonces, Bárbara solo podía pensar en lo que estaba viviendo al lado de Macarena. Era lo que de niña siempre imaginaba. Nadie sabía que dentro de ella solo existía un alma que deseaba fervientemente que la amaran y la ayudaran a reparar sus grietas. Grietas que dejaron otros, pero que poco a poco había empezado a reconstruir. El amor era así; la manifestación más hermosa a la que muchos recorrían para sanar. La morena lo había logrado, después de tanto, y seguía luchando por aquella felicidad absoluta de la que los libros tanto hablan.

—Dejaré que hables con tu chica y lleguen a un acuerdo—dijo Helena mientras veía por encima del hombro de la castaña. Detrás de ella, estaba Bárbara con un ramo de flores rosas en su mano. No sonreía. Helena supuso entonces que el motivo era por quien estaba detrás de ella saludándola enérgicamente con un movimiento de mano.

Macarena al escucharla y ver qué Helena no la veía, giró sobre sus talones, encontrándose sorpresivamente a Bárbara y a... Elisabeth.

Una sonrisa incontenible se asomó en sus labios. Sus azules brillaban con tanto ímpetu que los marrones de Bárbara brillaron también al sentir la mirada de Macarena sobre ella. Le gustaba en exceso cómo la observaba. Como si estuviera apreciando una joya muy preciada. La castaña dio unos pasos hacia ella, alternando su mirada entre su boca, sus ojos y el ramo de flores tan lindo que colgaba en las manos de Bárbara.

—Hola—dijo Macarena casi en susurro. La morena suspiró y también la observó. Era hermosa. Era la mujer más hermosa que hubiera visto jamás. Le sonrió, divinamente y luego juntó sus labios rápidamente en un beso.

—Hola, ojitos bonitos. —le dijo al separarse—. Esto es para ti. —señaló las flores—. Sé que es una visita muy sorpresiva, pero necesitaba verte. Ha pasado mucho desde entonces.

Alguien jadeó tan sonoramente que Bárbara y Macarena dejaron de verse.

—Solo han pasado algunas horas y ya se extrañan—dijo Elisabeth sonriendo. La escena le divertía. —. Eres toda una cursi, Bárbara. Aunque debo admitir que me gusta verte en acción. Me hace sentir orgullosa de ser tu mejor amiga.

Bárbara hizo una mueca, pero Macarena sonrió abiertamente tomando las flores y dejándolas sobre el mesón de la cocina. Elisabeth se acercó a Helena y le besó fugazmente la mejilla para luego darle un guiño coqueto. Todo bajo la mirada examinadora de Bárbara, quien seguía sin entender la extraña relación de ese par.

—Entonces...—se escuchó la voz de Macarena.

—Entonces está decidido—dijo Helena sonriendo—. Iremos a la playa.

—No hemos decidido aún—dijo Bárbara con firmeza—. Mi novia tiene la última palabra.  Lo que sea que ella decida está bien para mí—apretó su mejilla con delicadeza y tanto Elisabeth como Helena hicieron el gesto de vomitar logrando que Bárbara rodara los ojos y Macarena riera por lo bajo.

—De hecho...—Macarena mordió sutilmente su labio inferior. —. Helena tiene razón—dijo y Bárbara, Elisabeth y Helena abrieron los ojos—. Nos vendría bien algo de sol. ¿No crees?—fue sugerente. Bárbara se mostró confundida, puesto que le había enviado un mensaje a su móvil donde le decía que prefería la montaña, pero lo que Macarena decidiera estaba bien.

—Sí, claro—dijo viéndolas a todas rápidamente—. Lo que prefieras.

—¡Bien!—gritó Elisabeth. —. Ahora que está decidido, partiremos al amanecer. Les recomiendo que preparen su equipaje y guarden su mejor bikini—levantó las cejas juguetonamente. Ella y Helena chocaron las manos, sintiéndose victoriosas.

—¿Así, sin más?—preguntó Bárbara confundida.

—Así, sin más. No siempre necesitas planificar algo dos meses antes, Bárbara—dijo Elisabeth con fastidio. Sabía que Bárbara era mujer de planificar todo, pero esta vez quería que todo, absolutamente todo fuera diferente. Incluso algo tan básico como un viaje a la playa.

—No me hace sentir segura...—dijo con indecisión. Era algo que sin duda tenía que trabajar aún.

—Tiene razón—dijo de pronto Macarena. Bárbara la vio en silencio—. A veces tienes que ceder el control, mi amor—le dijo cariñosamente. Los ojos de Bárbara brillaron un poco pero al ver cómo Macarena mordía su labio inferior muy disimuladamente, sabía que no solo se estaba referendo a ceder ese control.

La morena se acercó a ella sutilmente y la vio directamente a sus ojos, con tanta fijación que Macarena tragó grueso por su innegable mirada penetrante. A ella también le gustaba cuando Bárbara la veía sin cohibirse. Era una mirada tan difícil de descifrar pero que dejaba mucho a la imaginación por su forma de verla. Era intensa. Lujuriosa y deseosa.

Bárbara la tomó de la cintura y apretó ligeramente sus caderas. Le sonrió, mostrando sus dientes blancos y luego besó su mejilla.

—Lo que tú desees son órdenes para mí.

Los azules de Macarena brillaron y bajó la mirada, pero Bárbara hizo que la viera nuevamente. ¿Cómo podía ocultar su nerviosismo?

La morena siempre encontraba la forma de intimidarla.

—Siento que en cualquier momento van a tener sexo—se esuchó la voz de Helena y Elizabeth se echó a reír con ella. La morena había olvidado brevemente que ellas estaban ahí y luego cobró postura para verlas con cara de pocos amigos.

—Vayamos a mi habitación—le pidió Macarena en voz baja, pero no tan baja. Incluso Bárbara estaba con los ojos abiertos y un ligero sonrojo—. Podríamos hablar allí—se encogió de hombros.

—¡Hablar!—ironizó Helena riendo. —. Creo que la parejita quiere nuevamente acción, así que...—tomó la mano de Elisabeth—. Nosotras le daremos la privacidad que necesiten. Solo no vayan a gemir tan alto esta vez—les dio un guiño juguetón. Macarena rodó los ojos y Bárbara también. —. Hasta luego, parejita.

Elisabeth y Helena se marcharon dejándolas solas y luego Bárbara atacó la boca de Macarena. La tomó de las caderas con firmeza y la besó. La besaba con tanta urgencia que aquel beso era desmedido. Por supuesto que Macarena estaba necesitada de sus besos y de sus caricias. Era un beso sediento.

—¿Realmente me hiciste una propuesta atrevida en frente de nuestras amigas?—la mano de Bárbara se fue al costado de su cuerpo y la introdujo para sentir su piel contra la suya. Macarena sonrió instantáneamente.

—Se escuchó mal—le dijo con la voz entrecortada al sentir los besos húmedos de Bárbara en su cuello y su mano tocarla—. No era lo que tenía en mente.

Bárbara dejó de besarla y la vio a los ojos. 

—¿Y ahora?—preguntó con curiosidad. Los ojos de Macarena brillaron de emoción. De excitación. 

—Ahora podemos hacer lo que queramos—le dijo a Bárbara mientras ella repartía besos sobre su rostro. La morena cerró los ojos, sintiendo su cálido aliento y sus besos.

Bárbara quería continuar, allí, sobre el mesón de la cocina, pero había algo que le hacía exageradamente ruido y era que Macarena no vivía sola. No obstante, nunca estaba sola tampoco. Su mirada recorrió todo el lugar y aunque no vio a nadie, no dudó que alguien podría verlas si continuaban.

—Me gustaría continuar, pero me temo que debo parar—dijo con simplicidad separándose de Macarena. La desilución alcanzó los ojos de Macarena y Bárbara lo notó. —. No me hace sentir cómoda que estés rodeada de tantas personas—le recordó con una sonrisa—. Creo que tu padre aumentó la seguridad desde que somos novias—bromeó riendo. Macarena rio con ella. —. No me gustaría dar un espectáculo aquí. Suficiente con el que le dimos ayer a nuestras amigas—Bárbara hizo una mueca.

—Fue mi culpa—dijo Macarena. —. No debí haber ido así a tu oficina y mucho menos llegar a los extremos.

La morena negó rápidamente.

—Lo que hicimos sucedió porque ambas lo deseábamos. Las que no tenían que estar allí eran nuestras amigas—le dijo—. No tienes que sentir culpa por algo en lo que yo también participé y también deseé. Además...—Bárbara volvió a acercarse a ella—, me gustan esas visitas sorpresas. Sobre todo si van a terminar como la nuestra—le dio un guiño coqueto.

—¡Bárbara!—exclamó Macarena riendo. Golpeó su hombro, pero sin ánimos de hacerle daño. El colorete rojo llegó nuevamente a sus mejillas.

—Me gusta cuando sonríes—le dijo la morena—. Te hace ver mucho más guapa. Con respecto a tu invitación a la habitación...—besó sus labios suavemente—, voy a rechazarla, por hoy—aclaró—. Si subimos, posiblemente empecemos algo que no podamos terminar y me sentiré muy decepcionada si eso ocurre. Sin embargo, voy a esperar ansiosamente nuestro fin de semana juntas en la playa—le dijo con una sonrisa—. Estoy ansiosa por verte en bikini.

Macarena se sonrojó sutilmente pero su cordura pasó a un lado cuando los labios de Bárbara volvieron a los suyos. Adoraba eso. Adoraba que ella tuviera la iniciativa de besarla, de tocarla, de desearla. Adorada cada parte de cuerpo.

—Por el momento solo puedo hacerte otro tipo de invitaciones—dijo Bárbara sonriendo levemente. Macarena se perdió en ese marrón que habita en sus ojos y suspiró—. Tengo una cena de negocios, pero, me gustaría que fueras conmigo. Mis socios irán con sus esposas y yo... Yo quiero que vayas conmigo—dijo con cierta timidez y Macarena abrió los ojos con asombro—. Lo sé, es... Extraño. Si vas conmigo sería la primera vez que me verían con alguien, pero no puedo estar más feliz si ese alguien eres tú. Si crees que es algo precipitado, no estás en la obligación de acompañarme y...—Macarena la besó.

La morena suspiró y se dejó querer.

—Estaré encantada de ir contigo—los ojos de Bárbara brillaron—. A donde tú quieras, yo iré contigo.

—Te quiero—dijo en un susurro mientras sus ojos se encontraban. —. Te quiero—repitió sonriendo. —. Te quiero como jamás he querido a nadie.

—Yo también te quiero—respondió Macarena con una sonrisa.

Bárbara besó sus labios rápidamente y finalmente se separó de ella.

—Personalmente vendré por ti—le dijo.

—¿Qué debo usar?—le preguntó con cierta preocupación. Bárbara sonrió.

—Cualquier cosa que uses te hará ver preciosa. Tú no deberías preocuparte por eso—le dijo con sinceridad.

—Quiero verme presentable y dar una buena impresión—le dijo.

—Tú siempre luces hermosa, Macarena. Eres preciosa.

—De acuerdo...—susurró. Macarena se acercó a Bárbara, la rodeó con sus brazos y la besó. La morena la recibió gustosa. Feliz.

—Te veré más tarde—le dijo besando por última vez sus labios.

Macarena asintió y cuando sintió la ausencia de Bárbara, se dejó caer. Era tan hermosa que dolía. Le encantaba esa mujer.

Con una sonrisa en el rostro se despidió mentalmente de su amor para enfocarse en lo que había dejado pendiente cuando Helena la interrumpió. La castaña volvió su mirada al lugar donde Bárbara había estado segundos atrás. Luego analizó lo desesperada que se pudo haber escuchado cuado le hizo la invitación a su habitación y sonrió, pero poco le importaba. La adoraba. Le gustaba y no podía reprimir sus deseos más profundos.

Por su parte, Bárbara conducía con una sonrisa inmensa en el rostro porque finalmente las cosas habían empezado a tomar su curso y todo parecía ir bien. Era era suficiente para sentirse motivada y feliz y aunque le cosas habían empezado mal, también se puede terminar bien.

Sobre todo si se trata de un amor como el de ellas.

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