Llegó el esperado viernes, que era mi día para celebrar.
Todos los invitados de mi alrededor cantaban el típico cumpleaños feliz antes de que pidiera un deseo y apagara las velas.
Aunque aún faltaban metas por cumplir en mi vida, tenía la sensación de estar en donde siempre había querido, rodeada de personas que amaba verdaderamente.
Estaba en un punto de estabilidad.
Layla fue la primera en correr y darme un abrazo confortable, después siguió Joseph, que eran mis mejores amigos.
Tenerlos cerca después de muchos meses lejos, me hacía muy feliz, aunque hablamos poco porque hay mucha música y más alcohol.
—Feliz vida, Vic.
—Gracias, los extrañé, chicos.
—Nosotros a ti.
Más tarde nos pondríamos al día.
Después de ese emotivo momento comenzó la fiesta, las rondas de shots y el DJ que hacía increíbles mezclas con el setlist.
Antes de que mis sentidos estallaran, saqué muchas fotografías instantáneas para después mostrarle a Felipe un poco de lo que fue.
Dos horas después me sentía al borde de la locura, en mi vida había consumido tanto alcohol, no tenía la certeza de saber si iba a despertar a la mañana siguiente, pero esa no era buena excusa para no disfrutar al máximo de esa gran noche, mi noche.
Lo último que recuerdo antes de perder la noción fue cuando llegamos de madrugada a donde seguiría el after.
[...]
No estaba enterada de qué manera había llegado hasta mi cama, los recuerdos no eran lo suficientemente claros.
Lo importante es que ahora estaba segura y descansando en casa.
Era imposible seguir ignorando los golpes de la puerta, cuando mi madre llevaba más de cinco minutos ahí.
Salí de la cama no sin antes darme un vistazo en el espejo sólo para confirmar lo destruída que estaba, aunque fue inevitable no sonreír por los recuerdos.
Repetiría la fiesta miles de veces si tan sólo la resaca no existiera.
—Buen día —saludé al abrir la puerta.
—Son más de la una de la tarde —dijo dejando sobre mis manos un vaso con zumo de naranja y una píldora para el dolor de cabeza —Toma esto.
—No es necesario, estoy bien.
—No quiero oír ninguna excusa, con eso te sentirás mejor y después me lo agradeces.
—Gracias.
Estaba segura que por la mirada que mantenía sobre mí me estaba juzgando, pero no era capaz de decir nada al respecto.
El post-cumpleaños me ayudó.
—Tienes una visita, hace un rato que llegó —dijo tomando asiento sobre la cama —Es agradable el chico... Me contó que es de Argentina.
Felipe!
Tenía que ser una broma.
No podía creerlo.
Su llegada estaba para mañana.
Pero las cosas habían cambiado, Felipe estaba en casa y había conocido a mi madre.
—¿En serio está aquí? —pregunté en un tono bajo.
—Victoria sé que eres adulta y no debo meterme en tu vida, pero, ¿Cuándo pensabas contarme sobre tu novio? Pensé que entre nosotras había confianza.
—Confío en ti, mamá, pero no hay nada que contar. Se llama Felipe y no somos novios.
Asintió, pero era evidente que mi respuesta no la había dejado convencida.
Estaba a punto de continuar con las preguntas pero por suerte no siguió.
—Voy a bajar y preguntarle si necesita algo.
Felipe no podía verme de esta manera.
—Dile que ya bajo por favor.
Antes de verlo tenía que hidratarme lo suficiente y darme una ducha.
—Okey, no tardes, querida —dijo al salir.
Estaba confundida, no podía sacarme sus palabras de la mente. Mi mamá era una de las personas más complicadas que existían en el mundo y había dicho que Feli era agradable, seguramente había visto más de una cosa buena a su favor.
Tenía miedo que mientras estaban solos pudiera contarle sobre mi reciente borrachera o aún peor, anécdotas vergonzosas de mi infancia, así que tomé precauciones.
Bajé lo más rápido posible después de ducharme, ponerme ropa cómoda y gafas de sol.
No ver a mi madre cerca me dió un poco de tranquilidad.
Felipe antes de notar mi presencia estaba sobre el sofá, mientras Sunny estaba a sus pies recibiendo una dosis de cariño, mi perro lo quería.
—Hola —lo recibí con los brazos extendidos para abrazarlo.
—¿Cómo estás? —saludó.
Esa voz, aquella que había extrañado tanto los últimos días.
Mi mente era invadida por las cosas malas que tal vez pensaba sobre mí, por suerte no tenía que verme directo a los ojos.
—¿Mi madre te contó algo sobre la fiesta?
—Algo así —respondió divertido.
Ay no.
—Lo siento, odio que me veas en esta situación.
—No debes sentirte mal por eso, lo importante es que te divertiste, ¿No?
—Mucho, pero hiciste falta.
—Espero no hacerte sentir incómoda por el atrevimiento de venir hasta tu casa, pero quería saber cómo estabas, te extrañé mucho.
Era buena noticia tenerlo de vuelta.
—También te extrañé —dije tomando asiento. —Cuéntame exactamente lo qué te dijo mi mamá.
—Nada malo, no te preocupes.
Hasta este punto estaba alterada, pero sabía disimular muy bien.
—Espero que no haya dado tantos detalles —reí nerviosa.
Vaya día.
—Tengo un par de regalos para vos.
—¿En serio?
No esperaba que fuera más de uno, pero nunca dejaba de sorprenderme.
[...]
Le quité el polvo al auto que estaba olvidado en el garage y le pedí a Felipe que manejara por mí, porque yo era pésima estando al volante.
La primera parada fue en un restaurante en el que fui obligada a comer proteína y una gran cantidad de vegetales, para estabilizar al metabolismo después de la terrible resaca.
La jaqueca que antes tenía había desaparecido por completo, razón por la que no tenía que seguir usando los lentes de sol.
La segunda parada fue en su apartamento porque 'accidentalmente' había olvidado los regalos ahí.
Colocó tres cajas frente a mí, una más grande que la otra.
En la caja pequeña había un collar de oro rosa.
La siguiente caja contenía un álbum fotográfico con la frase:
Enjoy the now, then you enjoy your whole life.
Y en la última había un sweater rosa.
—¿Te gusta?
—Es lindo, pero un poco abrasador para la playa, ¿no lo crees?
—Lo sé, pero tal vez pronto se dé la ocasión para que lo uses.
No estaba entendido.
—¿A qué te refieres?
—Es algo que forma parte de una última sorpresa, pero por ahora no puedo adelantar nada.
—Espero que te hayan gustado, mi favorito fue el álbum, así podés crear una colección de momentos y verlos cada que vos quieras.
Me tomo el tiempo para apreciarlo a detalle, son objetos hermosos con un enorme valor, más allá de lo material.
—¿Qué pasa, Victoria?
—Gracias, me encantan, pero... —me limité a decir para dejarlo con la duda —Hay algo más.
—¿Crees que no son suficientes? —preguntó extrañado.
—Lo son, pero falta algo más.
Pude ver angustia y un poco de decepción en su rostro.
—Decime lo qué es y haré todo por encontrarlo.
—No lo creo, es algo que no hace falta buscar.
—Dale, ¿De qué se trata?
—Un beso de cumpleaños, eso es lo que quiero.
No tuve que pedirlo una vez más, las palabras fluyeron como fuerza de magnetismo.
Él aceptó después de soltar una risa contagiosa, se acercó lo suficiente, hasta el momento de tener sus labios sobre los míos.
Disfruté la sensación de esa nueva experiencia donde Felipe tomaba el control.
Nada mejor que seguir los impulsos, pensé.
Pude ver dilatación en su pupila, cuando al separarnos cruzamos miradas, su manera de mirarme me hacía sentir dentro de una ilusión.
—¿Podés sentirlo? —preguntó después de colocar mi mano sobre su corazón, en el extremo izquierdo del pecho.
Había demasiada intensidad en los latidos de su corazón mientras una emoción única me invadía.
—Puedo sentirlo, Philip —confirmé.
—Es por vos, Victoria —respondió con mucha seguridad, viéndome directamente aún con la respiración agitada. —Por favor sé mi novia.