Solo para mí. Serie Streoss...

By Themma

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Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuent... More

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By Themma


El alba pintaba aquella habitación que, durante semanas, fue testigo de un mundo que nunca se atrevió a imaginar que pudiera experimentar a su lado. Se recargó sobre su codo, la mejilla la apoyó en su palma abierta y entonces se perdió en sus facciones. Dormía boca abajo, con su rostro varonil girado hacía ella, sereno, desprovisto de cualquier pensamiento, ajeno a lo que en su cabeza ocurría.

En un par de días regresarían y no estaba segura de qué cambiaría, pero tenía claro que nada sería igual a lo que vivió durante esas semanas a su lado. Sentía un regusto agridulce en la lengua.

Por un lado, las charlas infinitas, el olvido de las formas, del deber ser, las personas, el que dirán, todo aquello con lo que siempre había peleado, con lo que jamás se sintió identificada y que buscaba los medios para revelarse. Aunado a un Kylian dulce, divertido, juguetón, con una energía infinita que la había conseguido agotar y creía que eso era imposible, él lo logró.

Un hombre dinámico, consentido, cariñoso incluso.

Tardes enteras buscando cangrejos, competencias en el agua, un desastre en la cocina al intentar preparar un pie de moras que Kylian se empeñó en comer y que ambos cocinaran, el resultado, una explosión en la que acabaron embadurnándose de lo que más o menos era una tarta, lamiéndose uno al otro en medio de temperatura alta y carcajadas.

Mirar partidos de futbol en el televisor en medio de malas palabras y arranques de furia por parte de Samantha, donde el hombre que la tenía embrujada, solo reaccionaba con carcajadas, mismas que ella acallaba dándole un cojinazo trepada en el sofá.

Persecuciones por la casa para que uno, u el otro, aceptara tal o cual ocurrencia. Dalia solo los observaba con un trapo en la mano, negando, sonriendo. Atardeceres, simplemente tomando el té en la terraza, caminatas tomados de la mano y, sin remedio, con cada día, conocerse más y más.

Ahora sabía más de su niñez, la manera en la que se expresaba de su madre era hermosa y conmovedora, le narró anécdotas de muchísimas travesuras, de sustos, de risas. Fue un niño feliz, conjeturó, pero cuando ella faltó su mundo cayó.

Durante esas semanas no había conseguido extraer mucha información de aquella época, solo que su padre se deprimió y que tuvieron que mudarse de Boston a Grecia, desde ese momento ya nada fue sencillo ni volvió a ser lo que era, Kylian tampoco.

Su marido había sido un chico intrépido, inquieto y con muchos sueños, mismos que nunca cumplió debido a lo que debía ser, el lugar que ocupaba en su familia y entonces, de alguna forma, notó que entre ellos había más coincidencias que las que alguna vez imaginó; los dos eran resultado de lo que debían ser, no de lo que querían y habían tenido que reprimir mucho de sí mismos gracias a las familias en las que nacieron, ahora sabía que él mucho más que ella.

A veces lo observaba sin que lo notara, miraba al horizonte pensativo, pero relajado y sabía que escondía nostalgia, miedo... Otras, se perdía en sus facciones cuando estaba concentrado en algún juego de mesa entonces la táctica se apoderaba de sus rasgos y era otro, aunque con aire infantil que suavizaba al hombre calculador que sabía habitaba en su interior y era pésimo perdedor, se enfurruñaba y aseguraba que había hecho trampa, aunque luego de una mirada severa de su parte, bajaba la guardia.

Kylian era mucho más complejo de lo que alguna vez pensó. A su lado se sentía una niña y no solo por la diferencia de edades, sino porque ella había tenido una vida fácil, esa era la verdad. Sus padres eran fuertes y decididos, amorosos, con un matrimonio asombroso, tenía hermanos con los que contaba de forma incondicional, amigos maravillosos, la vida resuelta.

Sus batallas habían sido de otra índole, tenían que ver con que le permitieran ser lo que quería y la verdad, si era sincera, había ganado la mayoría cediendo un poco a lo que su madre le pedía de vez en cuando.

Sí, su vida había sido un camino sin contratiempos, sin preocupaciones importantes, caprichos y llena de mimos.

La de él parecía haber estado lleno de soledad y responsabilidades, de pérdidas y decisiones que lo hicieron renunciar a mucho más de lo que a simple vista se veía.

—Pelirroja, ¿no tuviste suficiente con lo de anoche? —habló de repente él, con los ojos aun cerrados. Sam sonrió sonrojándose sin vergüenza, solo por ser descubierta. A su lado el placer era inconmensurable y eso lo no la apenaba, menos las reacciones que le arrancaba.

Aun recordaba cómo le había pedido que se tocara a sí misma, mientras la observaba excitado, tras ella. Había dudado, pero a su lado ansiaba sentir todo lo que pudiera, así que lo hizo y después de un grito cargado de orgasmo y sexo, Kylian la tocó de esa manera asombrosa y en medio de jadeos, los dos se corrieron sin que ella lo hubiese tocado solo con la fricción de su espalda sobre su miembro.

Su cuerpo nunca la había avergonzado, se conocía, pero jamás de la manera en la que lo estaba haciendo a su lado. Era tan inquieto y ocurrente como en todo lo demás. Así que se había encontrado haciendo cosas que jamás pensó, participando en juegos que habría clasificado de pervertidos en otro momento pero que con él ansiaba vivir y la llenaban de expectación, de curiosidad y calor, mucho calor.

En respuesta se subió sobre su espalda, aplastándolo. Kylian gimió riendo ante su arranque.

—Quiero que tú te toques para mí —pidió osada con los brazos cruzados sobre sus hombros, el hombre giró el rostro adormilado, topándose con los ojos de su mujer. La observó entre asombrado y extasiado.

—¿Quieres que me masturbe? —interrogó con voz ronca importándole un carajo el aliento mañanero; durante esas semanas los dos había mandado al diablo todas las buenas formas, se sentía más él que nunca, viviendo en un estado un tanto primitivo, instintivo, donde el hombre que era, no asomaba sus narices. Al lado de esa mujer, era simplemente fácil.

—Sí, mastúrbate —repitió sin inhibición alguna. El hombre buscó morderle los labios, se alejó riendo, así que la hizo girar y terminó sobre ella, a horcajadas, ambos desnudos.

Samantha jadeó al verlo erguido sobre su cadera, excitado y con las pupilas dilatadas.

—No puedes tocar —advirtió Kylian aceptando la petición.

—¿Qué si quiero hacerlo? —lo desafió.

—Te amarraré las manos.

Eso ya lo había hecho, ella a él también.

—Sin tocar —accedió obediente, entones lo vio llevar sus dedos grandes a su hombría y rodearla con decisión.

Kylian se dejó llevar perdido en sus ojos, en su manera de observarlo, en el calor que esa mujer le provocaba con tan solo existir. Ella, rompiendo las reglas, acercó su mano lamiéndose los labios secos y sujetó la parte baje de su glande, el hombre gruñó.

—Las manos —le recordó extasiado.

—Cambié de parecer —respondió ella acariciándolo como él le había enseñado y vaya que aprendido.

Húmeda en su entrepierna, no lo soltó, él tampoco lo exigió mareado por el deseo, traspirando y después de un tiempo, entre besos, jadeos, eyaculó con fuerza sobre el abdomen de la pelirroja soltando ruidos roncos deliciosos.

Esta, con las mejillas encendidas, acarició la erección que bajaba y luego se llevó los dedos a los labios para probar sus fluidos bajo la mirada de su marido, que respiraba agitado.

—¿Qué intentas? —quiso saber con los brazos apoyados a los lados de su cabeza.

—Probarte —respondió pícara. Kylian asintió sonriendo de forma torcida, jamás se podría cansar de una mujer como Samantha y eso lo asustaba como nada, pero había decidido, por primera vez en años, olvidarse de todo lo que era su realidad y concentrarse en lo que anhelaba: a ella.

—¿Y qué tal?

—Sabe mejor tu boca, tu cuello, tu piel, pero me gusta también este sabor —determinó serena, lamiendo otro dedo. En respuesta él tomó su mano y se llevó sus dos a los labios, los lamió con destreza hasta que estuvieron húmedos, luego se alzó un poco apoyándose solo en sus rodillas y buscó sus pliegues, ella aguataba la respiración mientras Kylian hacía que introdujera uno de sus dedos en su interior.

Jadeó arqueándose.

—Este es un juego de ida y vuelta, señora Craig —murmuró él mientras la sujetaba para que no cesara, instándola a introducir otro dedo, dándole ritmo y besándola a la vez mientras se tragaba sus ruidos lujuriosos.

Dos días después se despedían de aquel sitio, Kylian lucía igual de serio que ella, ambos miraban la propiedad hacerse pequeña desde las alturas. Ese era el comienzo de la realidad y no tenían idea de qué les depararía, tampoco de cómo serían. Kylian notaba a Sam agobiada, no podía ocultarlo ni quería, así era ella, genuina, tragó con fuerza.

Esas semanas la había visto florecer, expresarse y mostrarse. Samantha era un huracán, pero en realidad era una mujer vibrante, llena de vida e inquietudes, fuerte y determinada, era alguien que vivía libre y, de alguna manera, había conseguido liberarlo durante ese tiempo, ahora se sentía vulnerable y temeroso de esa vida que construyó durante años y a la que se sentía ajeno, pero a la que no había opción a renuncia solo que... de alguna manera, sabía que no era comaptible con lo que construyeron durante ese tiempo y que quizá, no debió permitir.

Apretó su mano, su mujer volteó y le sonrió a medias. Ella había sido feliz ese tiempo, pero no era idiota, no de una manera entregada, sino resignada, como quien va tomando lo que se presenta sin ninguna seguridad. Samantha, de alguna forma, sabía que lo ocurrido en la Villa, quedaría ahí, él también.


⋆ALGUNAS FOTOS DE LA LUNA DE MIEL: 


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