El sonido dentro casi me golpea la cara en cuanto nos acercamos a la puerta. Por un momento quiero tirar de la mano de Arón afuera, correr para alcanzar al chofer y que nos lleve a ambos a encerrarnos en su departamento para jugar hasta la madrugada.
Jugar en la consola. Nada sucio.
Intento dar la vuelta, pero me encuentro de frente con la sonrisa cálida de Oli. Viene casi colgada de Alex, aunque no de borracha, sino porque al parecer son personas muy cariñosas entre sí.
—¡Bria! —exclama emocionada.
Yo sonrío como respuesta en un gesto entre la alegría y la resignación. La saludo desde lejos con la mano, pero Oli parece ser una especie de monito que pasa de colgarse del cuello de una persona a la otra.
—Ven conmigo, deja a tu novio cinco minutos. A mí no me ves todos los días.
No es una petición, es más una orden.
Ya me he soltado de la mano de él en cuanto me he dado cuenta de que tenía que atrapar a Oli. Él parece sonreír para sí mismo y me hace un gesto con la mano para indicarme que me vaya tranquila. Me despido desde la entrada de la casa y lo veo conversar con Alex y otro chico que se acercan. O bueno, al menos los dos chicos están hablando, Arón creo que solo está allí.
Los primeros minutos desde la entrada van de Oli saludando al montón de creadores que conoce de otros eventos o que es la primera vez que los mira en persona, pero parecen ser mejores amigos. De paso yo termino conociendo a un par de personas de las que sigo su contenido y miro sus stream, pero con quiénes jamás me atrevería a hablar más que como una fan.
Recibo muchas invitaciones para jugar. Son cosas informales, quizá algo que solo dicen para quedar bien, pero se siente bien que tanta gente aquí sepa mi nombre. Oli dice que ella se encargará de que no sean solo palabras vacías.
Después de ese recorrido de presentaciones, llegamos a la barra para pedir unos tragos. A Oli ya se le pasó el efecto de lo que tomó en el evento, pero decide pedir solo una copa de una bebida dulce para el resto de la noche.
—Es que me emborracho muy fácil —comenta al recibir su trago.
—No me había dado cuenta —río.
Ella me empuja amistosamente y yo me dedico a equilibrar la copa para que el líquido no se derrame sobre mi ropa.
Nos quedamos hablando en una esquina cerca de la barra.
—Me gustó el evento que hiciste con Mya, el de construcción. Perdí en la primera ronda, pero me gustó ver lo que hacían los demás.
—Gracias —dice fascinada—. La gente no suele apreciarlo y a mí me encantó. ¿Has hecho algún evento del que me perdiera este año?
—No, en realidad no —admito mientras tomo un trago de mi bebida. Oli ya se ha terminado el suyo y estira la copa al tipo de la barra para pedir uno igual.
—Está muy bueno. —Señala su copa ahora llena de nuevo. Yo me río por lo bajo cuando la miro darle un trago—. Casi no haces cosas con otra gente, ¿no? Creo que eres más de jugar sola.
—Pues no, la verdad es que no. Aunque últimamente me ha gustado jugar con ustedes y eso. Pero no me veo capaz de organizar un evento, mi TDAH no lo permitiría.
—¿Del hiperactivo?
—No, del inatento. Digo TDAH por costumbre.
—Yo lo tengo combinado.
Aquí estamos, hablando de enfermedades mentales como si fuera la compra del súper. Vaya bonita generación en que me tocó nacer. Casi quiero ponerme a cantar
Quisiera decir que no se le nota. Que no la vería en medio de una multitud y la señalaría como una compañera en el TDAH. Pero no sé si sería grosero.
Me pondría a cantar «Soy como tú» cual Barbie, de no ser porque Oli se lo toma como cosa de nada.
—¿Tomas medicamentos? —pregunta y procede a dar el último trago de su bebida.
—No. Hace años lo intenté, pero los efectos secundarios eran...
—Horribles. Sí, me pasó también. —Pide el relleno de la copa—. Me costó unos cinco o seis años dar con las pastillas correctas. Si quieres puedo pasarte el contacto de mi psiquiatra, es buenísima y muy atenta.
—Ah yo... —No sé si quisiera intentarlo de nuevo, me da miedo sentirme muerta por dentro como antes, o que me laven el cerebro, o que mi personalidad se vaya a la mierda y deje de ser divertida para los demás... Pero Oli parece que genuinamente quiere ayudar—. La verdad es que me serviría, gracias.
—No hay de qué. Igual, si no te interesa la medicina. —Saca su teléfono y empieza a mostrarme cosas en la pantalla—. Tengo un par de cuentas de Instagram y de Twitter o X, como se llame. También algunos canales de YouTube y eso. No son de los que siempre te recomiendan que vuelvas todo un hábito y esos consejos que no sirven de mucho. Este es de técnicas y este otro es de una chica que hace caricaturas para explicar cómo funciona tu cerebro.
Oli me enseña su montón de recursos y cuentas útiles hasta que está demasiado borracha para tener coherencia y comienza a enseñarme las mismas cosas que antes. Al parecer, Oli es de las borrachas que se duermen, porque al poco rato la escucho roncar mientras intentaba mostrarme algo.
Yo: oli se acaba de quedar dormida sobre la barra de las bebidas
Tipo Lindo: Vamos
Alex, Arón y yo, nos dedicamos a buscar una cama donde esta chica pueda quedarse. Todos los rincones de la casa parecen estar ocupados con gente conversando y bebiendo, pero de cualquier manera no parece que nada vaya a despertarla.
Terminamos por adueñarnos del cuarto cuando se nos unen Viktor, Mya, Sam y Jo.
Arón y yo tratamos de sentarnos uno a lado del otro. Yo no lo hago por aparentar, sino porque es como un lugar seguro entre estas personas que acaban de salir de mi pantalla para convertirse en gente real. Y poco a poco, a lo lago de la noche, se transforman en amigos.
Termino enriquecida y con una sonrisa en el rostro. Desde el arsenal de recetas en tiktoks que me pasa Mya para que pueda hacer comidas decentes que sean tan rápidas de preparar, que no me dé tiempo de hartarme. El montón de listas de recomendaciones para todos los moods de Viktor. O los juegos que pienso probar lo más pronto posible gracias a Alex, que es quien más se me parece en gustos.
La conversación sigue, las risas se vuelven más estridentes y el alcohol se diluye en nuestro sistema. Aunque en mi cabeza las voces se vuelven apenas un susurro mientras me quedo parcialmente dormida sobre el regazo de Arón.
Una voz en mi interior me dice que debería levantarme, pero ahora mismo mi cabeza parece muy pesada para moverla y el cuerpo de Arón es muy cómodo. Aunque nunca llego a cerrar los ojos por completo, todo parece un borrón mientras intento mantenerme despierta.
Alcanzo a distinguir las manos de Arón sobre mi mejilla, creo que sostiene mi rostro para que mis cabezadas de persona con sueño no me lleven al suelo.
Y poco a poco mis ojos se cierran hasta que todo se vuelve negro.
Quisiera poder defenderme diciendo que estoy muy ebria para darme cuenta de lo que hago, pero la verdad es que apenas tomé dos copas después de darme cuenta como a Oli la tumbaron un par de ellas. Lo siguiente es obra exclusiva del sueño y mi tendencia a no pensar mucho mis decisiones.
Porque si estuviera ebria, no habría podido distinguir claramente la manera tan delicada en la que Aron pasaba un mechón detrás de mi oreja y acariciaba mi cabello antes de susurrar cerca de mi oído:
—Te quiero, Gine.