Vidas Cruzadas El ciclo. #4 E...

By AbbyCon2B

14.4K 1.9K 11.2K

En el esplendor del siglo XIX, Peter Morgan había nacido en el centro de una de las familias más importantes... More

Nota de la autora.
Recapitulando.
A saber para la historia.
327
328
329
331
332
333
334
335
336
ACLARACIÓN SOBRE LA MONEDA (+bonus)
337
338
339
340
341
342
343
344
RECORDATORIO.
345
346
347
348

330

631 93 577
By AbbyCon2B

Realmente agradezco mucho a todos los que están votando y comentando. Significa el mundo para mí 🥺💖 

Sería genial si pudiéramos llegar a los 700 comentarios en este capítulo 😘

Y espero que lo disfruten, se acerca el viaje de Peter a Londres y vendrá con muchas aventuras, personajes emocionantes y drama 😏. 

Love u all ♥

Mismo día, en la noche.
White Oak, Minnesota.

Eli dejó su chaqueta sobre el brazo del sofá y empezó a desabrocharse el chaleco en lo que Odelia comenzaba su rutina de cada noche frente al tocador que tenían en la habitación.

Siempre se peinaba el cabello unas cien veces antes de ponerse su gorra para dormir, incluso aunque ahora lo llevaba corto por sobre los hombros desde que se lo había cortado para que Olivia no se sintiera tan sola con su nuevo estilo. También se limpiaba la cara con agua tibia y aplicaba algunas de sus cremas hidratantes antes de enjuagarse otra vez con agua fría.

Eli solo se ponía su pijama y la esperaba en la cama leyendo un libro, pero esa noche, su mente estaba demasiado dispersa por la discusión con Peter como para querer leer.

Se acercó a ella desde la espalda y pudo verla a través del espejo mientras masajeaba la crema en su piel.

—¿Estás enojada conmigo? —se interesó y apoyó ambas manos sobre sus hombros suavemente.

—Debería estarlo, ibas a echarlo en medio de la noche.

—No debí hacerlo, lo sé —. Le acarició el cabello, enrollando los cortos mechones en su dedo y se inclinó para dejar un beso en su cabeza—. Por favor, no estés enojada conmigo.

—No lo estoy —concluyó finalmente y respiró aliviado—. Pero esto no puede repetirse, Eliott. Te respeto como mi marido y obedezco todas tus ordenes, incluso aunque no esté de acuerdo, pero lo hago, porque confío en tu juicio y en tu capacidad para dirigir a nuestra familia...No podré seguir confiando si me demuestras que eres incapaz de regular tus emociones.

—Lo sé...Lo siento...Sabes que no es propio de mi enfurecer, pero la sugerencia que Peter ha presentado esta noche; cambiarse el nombre...No pude contener mi enojo.

—Peter no pretendía ofenderte con su planteo y ahí estuvo tu error, deberías conocer mejor a tu hijo, saber que él se muere por tu aprobación y orgullo por sobre cualquier cosa.

Se colocó la gorra para dormir, anudándola en la nuca para que no se le soltara durante la noche y dejó la silla para ir a lavarse el rostro en el baño. Su voz le llegó desde el otro lado de la pared y la puerta abierta, aunque no podía verla desde la cama.

—Siempre le has hablado sobre los deberes de un hombre, como independizarse y ser auto-suficiente es la principal tarea de todo hombre que algún día desea ser bueno y útil para su familia...Y cuando finalmente te plantea sus ambiciones, las cuales se alinean con lo que le has enseñado...Le gritas y lo echas de la casa, Eliott. En serio, no te comprendo.

—Ya he dicho que fue un error de mi parte, Odelia. ¿Me concederías siquiera una noche para ser un ser humano capaz de cometer errores, por favor?

Ella suspiró cuando se detuvo en la puerta del baño y Eli rodó los ojos, arrepintiéndose de sus propias palabras y se dejó caer hacia atrás sobre el colchón, ocultándose en ambas manos.

—Lo siento...Tal parece no estoy de humor esta noche.

Quería seguir molesta con él, recordándole una y otra vez del error que había cometido esa noche, para que pudiera seguir retorciéndose en la culpa por haber lastimado a Peter, pero al mismo tiempo, como esposa, no podía lastimarlo de esa forma, no cuando sabía que él necesitaba su consuelo, no su furia.

Cruzó el dormitorio para acercarse a la cama y cuando él se enderezó, se acomodó de pie entre sus piernas y dejó que descansara la cabeza contra su vientre.

—Perdón —susurró y Eli alzó la cabeza, apoyando el mentón contra ella y frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Por poner tanta presión sobre ti y ser tan dura —. Le acarició el cabello y él cerró los ojos para disfrutarlo—. Siempre has sido el más fuerte de los dos, tanto que a veces olvido que también tienes tus debilidades...

—Debo ser el más fuerte de los dos, por eso lo de esta noche ha sido inaceptable de mi parte.

—Lo fue en cierta forma, pero...También entiendo lo mucho que el apellido de tu padre significa para ti y como podría afectarte que Peter deseara cambiarlo.

Se sentía ofendido, así era como le afectaba, porque después de todo lo que sus padres habían hecho por la familia, no le sabía bien que su hijo quisiera renunciar al apellido. Se sentía como una forma de traición, incluso aunque era consciente de que eso no era lo que Peter pretendía.

—Quiere irse a Londres —señaló y recostó su mejilla contra el pecho de Odelia—. ¿No te enfurece eso? Tú eras quien no quería que se fuera muy lejos.

—Y no me gusta su idea, pero... ¿Qué podemos hacer? Le dijimos que ya tenía edad para empezar a tomar sus propias decisiones y eso ha hecho, aunque no nos gusten.

—Pero es que no lo entiendo —suspiró y se enderezó para mirarla—. Tiene todo lo que podría necesitar y más, hay gente que mataría por tener una pequeña parte de su vida y lo primero que hace...Lo primero que hace al alcanzar la edad, es tirarlo todo a la basura ¿y para qué?

—Quiere ser como tu padre y hacerte sentir orgulloso ¿Qué no lo conoces todavía? —. Ahuecó su rostro en ambas manos y trazó la forma de sus pómulos en lo que lo miraba a los ojos—. ¿Y debo recordarte que tu tenías ambiciones muy similares en tu juventud?

—Pero nunca lo hice.

—Porque no pudiste —le recordó con cierto reproche—. Asumiste tus responsabilidades como padre y marido y dejaste tus sueños a un lado y sé, aunque no lo digas, que eso todavía pesa en tu corazón...

—No lo hace —se apresuró en negar y le acarició la cintura, trazando la forma de sus curvas que se moldeaban debajo de la camisola—. Tuve mis ambiciones de joven, pero...Fuero solo una etapa, un simple capricho de la edad, lo que tengo ahora contigo es la única ambición más grande de mi vida y la que me llena de felicidad cada día.

Odelia sonrió y se inclinó hacia su boca, para unir sus labios en un dulce beso y lo sujetó con fuerza, envolviendo su cuello en sus brazos y pegándose a él como si pretendiera fusionarse.

—Siempre tienes las palabras más dulces y románticas para conquistarme, pero te conozco, mi cielo, podrás ser feliz en nuestro hogar y nuestra familia, pero una cosa no anula a la otra. Tuviste tus sueños y ambiciones, te privaste de alcanzarlos para cuidar de nosotros y ahora tienes la oportunidad de que Peter lo consiga por ambos, por ti y por él mismo.

—¿Entonces crees que debería dejarlo ir? —inquirió y Odelia se apartó de su cuerpo con un suspiro y tomó asiento a su lado.

—No se trata de lo que crea o quiera...Si de mí dependiera preferiría que no se marchara a ningún lado, pero es la vida de Peter ahora.

—Podría salir lastimado en Londres —comentó y era un miedo que ambos compartían—. Estará muy lejos de nosotros y nos tomará semanas poder recibir sus cartas, incluso meses obtener una respuesta...Podría perderse o necesitarnos y no lo sabríamos...

—No ayudas a mis ansias, Eliott.

—Apenas puedo contener las mías —confesó y se cubrió el rostro con una mano—. Sé que fue mi idea que se independizara, pero esto no es lo que tenía en mente, querida, sabes que mi plan era conseguirle un lugar seguro donde vivir, con conocidos para que lo cuidaran.

—Lo sé, lo sé...Pero al menos tendrá a tu hermana en Londres ¿no?

—No —lamentó—. Amelia vive en Cambridge, como a dos horas de Londres y además...Peter no quiere nada que ver con la familia, se cambiara el nombre por un motivo después de todo.

—Pero, aunque él no vaya a buscarla, ella podría vigilarlo ¿o no?

—¿Y molestarla haciéndola viajar hasta Londres? Tiene su propia, vida, querida, es madre y una mujer importante de la nación, no tiene tiempo para estar vigilando a nuestro hijo.

Tuvo que darle la razón en eso y suspiró al dejar la cama para ir a terminar de aprontarse. Prefería no pensar demasiado en todo lo que podía salir mal si Peter se marchaba, porque entonces empezaría a llorar y sus nervios se dispararían. Ya estaban disparados, su corazón latía rápido y le sudaban las manos, pero qué podía hacer.

Realmente... ¿Qué podía hacer? No mucho, si su hijo quería marcharse lo haría, ahora o dentro de dos años y aunque conocía a su muchacho lo suficientemente bien como para saber que el obedecería sin protestar si Eli le ordenaba que se quedara, también sabía que no estaría contento con esa orden. Probablemente se desilusionaría y guardaría cierto resentimiento.

—Entonces, tal vez, solo podemos prepararlo lo mejor posible y rezar por su seguridad.

—¿Y que nos garantiza eso?

—Ten algo de fe, Eliott.

Negó, no podía poner la seguridad de su hijo en "fe" y aunque era creyente en Dios, porque teniendo una madre que había viajado en el tiempo era fácil creer en un ser superior, no podía poner su absoluta confianza en que ese Dios cuidaría de su hijo.

Dios tenía sus propios planes y Eliott no podía confiar en que se alinearían con los suyos.

—¿Entonces no lo dejarás ir? —preguntó y hubo una chispa de esperanza en su corazón. Quería que él asintiera, pero no le sorprendió cuando empezó a negar.

—No puedo prohibirle su independencia o dictar como ha de vivir su futuro, eso fue lo que mi abuelo hizo con mi padre y no terminó bien.

—Lo sé —susurró y se reclinó contra el tocador—. Supongo que...Habrá que planear una despedida.

—Lo siento —. Se puso de pie para acercarse a ella y Odelia intentó contener sus lágrimas hasta el momento en el que él la abrazó y no pudo resistir mucho más—. Desearía poder hacer más.

—Está bien —susurró, aunque internamente nada lo estaba—. Es un muchacho valiente e inteligente, seguro le irá bien.

Eli se obligó a asentir para no angustiarla con sus propias dudas y preocupaciones y le acarició la espalda cuando Odelia se recostó contra su hombro y sollozó sobre su camisa.

Tal vez podía pedirle a su padre que interfiriera, que aconsejara a Peter en contra de irse a Londres y entonces Peter tomaría en cuenta su consejo y cambiaría de parecer, sin que tuviera que prohibirle el viaje o quizás podía contarle a su madre lo que Peter planeaba y dejar que ella lo detuviera, pues sabía que Olivia jamás estaría de acuerdo con Peter viajando tan lejos y con solo diecisiete años.

Pero sin importar todas las opciones que tenía, ningún se sentía correcta, después de todo; era su culpa que Peter quisiera marcharse, él le había inculcado las ideas sobre la independencia de los hombres, la individualidad y ahora, si su hijo decidía alejarse, era todo porque...él lo había empujado a eso.

Le ardían los ojos por las lágrimas, pero decidió no comentar nada al respecto y se concentró en consolar a Odelia hasta que ambos se fueron a la cama para dormir.

No pudo conciliar el sueño, su mente lo mantenía despierto bombardeándolo con una multitud de ideas y pensamientos desgarradores, donde Peter terminaba por irse de viaje solo y cada vez que cerró los ojos para dormir, la imagen de su hijo desorientado, angustiado y solo, lo obligó a despertar otra vez.

Nunca había sido un padre sobreprotector, no con sus hijos al menos. Siempre se había sentido tranquilo y seguro con que ellos estarían bien y llegarían lejos, pero era la primera vez que sentía miedo, miedo de haber cometido un error y que ese error llevara a que su hijo saliera lastimado.

Miró hacia Odelia, dormida a su lado y cuando confirmó que no despertaría, dejó la cama silenciosamente y tomó su bata del armario antes de abandonar el dormitorio.

La casa estaba sumida en la penumbra de la noche y como de costumbre, el suelo de la escalera crujía al pisarlo, retumbando como un eco en el silencio. Bajó hacia la cocina, sin molestarse en encender la luz y supuso que un vaso de leche tibia lo ayudaría a relajarse.

No había sido el único con la idea y cuando entró en la cocina y vio una sombra sobre la mesada, encendió rápidamente la luz y se relajó al descubrir que solo era Peter, bebiendo un vaso de leche tibia con una rodaja de pan mojado.

Tenían la misma costumbre de tomar leche tibia cuando no podían dormir y simplemente disfrutar del silencio y la oscuridad hasta que les regresara el sueño y sus mentes se calmaran.

Era algo que Peter había aprendido de su padre, Eli lo hacía siempre que el trabajo lo estresaba tanto que no conseguía dormir y se lo había enseñado a Peter cuando era niño y despertaba llorando por su madre, de esa forma, Peter lograba calmarse sin molestar a Odelia por las noches y normalmente Eli siempre estaba allí, haciéndole compañía porque tampoco podía dormir.

Volvió a apagar la luz, para volver a la acogedora penumbra de la noche y cuando se acercó a la mesada para tomar la jarra con leche, Peter miró hacia el suelo.

No había logrado dormir muy bien a pesar de tener a Esmond a su lado y aunque había calmado sus nervios estando en la cocina, volvía a sentirse nervioso ahora que su padre estaba con él.

Le era imposible saber si seguía enojado y que no le hablara no ayudaba a sus sentimientos.

Eli volcó un poco de leche en la olla sobre la cocina y avivó las brasas dentro de esta, aunque el hierro ya estaba lo suficientemente caliente como para que la leche empezara a hervir en un minuto.

—¿Londres entonces? —preguntó con cierta indecisión y Peter alzó la mirada hacia él de inmediato.

—Sí...

Asintió, evaluando en su cabeza lo que eso significaría y cuando sirvió su taza con leche, la dejó en la mesada junto a Peter y se agarró una rodaja de pan de la mesa de madera.

—¿Y quieres usar el apellido de mi madre?

—Si te ofende no lo haré.

Sabía que no lo haría y le llenaba de orgullo que su hijo supiera respetar a sus mayores, pero ni siquiera estaba seguro de si le correspondía impedirle seguir con sus ambiciones.

Untó mermelada en su rodaja de pan y se acercó a la mesada para trepar en esta como Peter y sentarse a su lado, con sus pies colgando hacia el suelo.

La única luz les llegaba desde las ventanas en la cocina y corrió un poco la cortina a su lado para que iluminara mejor.

—Me preocupa ofenda a mi padre.

—Ya hablé con él —se apresuró a decir y Eli frunció el ceño.

Estaba por preguntarle cuándo lo había hecho, pero se detuvo y suspiró.

—El viernes cuando fuiste a su casa ¿no? —. Peter asintió—. ¿Y qué te dijo?

—No le molestó si es lo que te preguntas, al menos no pareció molesto y no es como que el abuelo sea bueno disimulando sus emociones.

Eli se rio y dio una mordida a su pan con mermelada.

—Sí, no lo es.

—Me hizo varias preguntas que no pude responder y me advirtió de que sería peligroso, pero fuera de eso, le pareció una buena idea.

Asintió en lo que pensaba al respecto y tomó la taza con leche que había dejado a su lado y le dio un sorbo buscando hacer tiempo antes de tener que volver a hablar.

¿Qué podía decirle?

—¿Por qué Londres?

—No lo sé...Es más parecido a nosotros y supuse que no sería tan difícil adaptarme a las costumbres.

—Tendrás que acostumbrarte a tomar el té como un maniático —murmuró y Peter se rio.

Al menos el humor servía para aligerar la tensión entre ellos y Eli sonrió por ello en lo que daba un sorbo a su leche.

—No me molesta tomar el té a las cuatro...suponiendo que tenga tiempo.

—¿Trabajaras entonces? ¿En qué?

Peter se encogió de hombros.

—Encontraré algo.

—Pero no puedes irte sin un trabajo asegurado... ¿Qué tal si no consigues nada?

—Eventualmente algo aparecerá ¿no? —supuso y se terminó la leche que le quedaba—. Además, siempre puedo ponerme a lustrar zapatos o vender en la calle si no consigo nada.

—No lo entiendo... ¿Por qué querrías hacer eso? Con la vida que tienes y todo lo que te hemos dado, podrías entrar en una buena empresa con un puesto de importancia y...Ser alguien.

—Pero ese alguien no sería yo ¿o sí? —señaló y Eli frunció el ceño confundido.

—Por supuesto que serías tú ¿Qué cosas dices?

—No, papá, no entiendes. Si hago lo que sugieres, siempre seré el hijo de Eliott Morgan o el nieto del grandioso Jonathan Morgan...Pero no seré yo, nunca seré solo Peter.

Reinó el silencio entre los dos cuando Eli se concedió un momento para calmar sus nervios y evaluar esas palabras y le fue difícil no reaccionar con emociones a lo que señalaba. Tenía razón de todas formas, siempre lo conocerían por los hombres importantes en su familia y no por él mismo, Eli había lidiado con algo similar en su juventud, siempre opacado por el nombre de su padre. Incluso en su madurez todavía había momentos en donde solo lo reconocían por los logros de su padre y no los suyos propios.

A diferencia de Peter, eso nunca le había molestado, no del todo, pero entendía que su carácter y el de su hijo no eran iguales.

—¿A eso te referías con la sombra de nuestra familia?

Peter asintió.

—No intentaba que sonara como un insulto.

—Lo sé, lo malinterprete y te debo una disculpa por eso.

—Está bien, no hace falta —aseguró, pues sabía que no era fácil para su padre disculparse—. Puedes expresarla con tu apoyo, realmente es todo lo que quiero.

—Y quiero poder dártelo, pero me cuesta, Peter...Verte partir a Nueva York era una cosa, aun iba a poder cuidarte desde aquí, pero Londres y... ¿Con otro nombre?

—Estaré bien, papá. Quiero esto y sé los riesgos a los que me enfrento.

—¿Lo sabes? ¿Realmente? Tu nunca has visto pobreza —dijo y agregó antes de que Peter hablara—. Y no, ver mendigos en la calle no es suficiente. Con verlos no logras realmente entender lo que es vivir en esas circunstancias. Yo sé y te digo que no era agradable.

—Pero tú siempre dices que la experiencia hace al hombre.

—Eso no significa que debas privarte de disfrutar de los logros de tu familia, Peter —. Dejó su taza vacía a un lado en la mesada y se frotó el rostro—. Sé que dije que debías construirte a ti mismo y sé que tal vez es mi culpa que tengas estas ideas, pero no era lo que intentaba enseñarte.

—Solo lo dices porque no quieres que me marche, pero era exactamente lo que intentabas enseñarme y era cierto también.

Eli bajó de la mesada con un suspiró y negó.

—Desearía que no lo fuera —confesó y se giró para mirarlo—. ¿Escribirás siempre que puedas? ¿Y acudirás a tu tía si estás en problema?

Sonrió y empezó a asentir, aunque dudaba alguna vez pedir ayuda a su familia si fracasaba. La vergüenza que eso traería sería insoportable.

Saltó hacia el suelo desde la mesada y cuando Eli abrió sus brazos para recibirlo, no lo pensó dos veces y se lanzó contra él, envolviendo su espalda y apretándolo con fuerza.

Le alivió que su padre lo abrazara de la misma forma, con seguridad y firmeza y apaciguó todas esas inseguridades en su pecho y el miedo de decepcionarlo.

Eli recostó el mentón contra su hombro y suspiró.

No sería fácil, verlo partir y tener que confiar en que todo estaría bien.

Si tan solo hubiera podido leer el futuro...

—¿Cuándo te irás?

—Aun no lo sé —contestó y se apartó de su abrazo—. Esperaba poder estar a tiempo para la vuelta a clases, así podré buscar una Universidad en la que aplicar, suponiendo que pueda pagarla.

—Entonces deberíamos ir a la ciudad y preparar todo para que tengas tiempo.

—¿Me ayudarás?

Asintió y enjuagó los vasos donde habían tomado leche.

—Me tomaré el día del trabajo para que podamos asegurar todo lo que necesitas y luego tendremos que hablarlo con tu abuela, lo cual no será nada fácil —. Guardó el pan y agregó—. Espero que mi padre pueda intervenir por nosotros.

—Él puede decirle sin que se enoje ¿no?

—Lo dudo, la abuela se toma estos temas muy personalmente, pero ya veremos cómo hacer. Ahora ve a dormir ¿sí? Acompañaremos a tu hermano a la estación en la mañana y luego iremos a preparar todo para tu viaje.

Se marchó a su dormitorio con una renovada tranquilidad por la conversación con Eli y cuando volvió a acostarse en la cama junto a Esmond, pudo dormir mejor de lo que había dormido en toda la semana.

Se sentía bien que su padre lo entendiera y lo apoyara, mejor aún...Se sentía maravilloso.

Esmond se marchó en la mañana, así que después del desayuno, lo acompañaron a él, su esposa e hijos hacia la estación de trenes en Minneapolis, para poder despedirse propiamente antes de que se fuera hacia California y no lo vieran por meses o incluso años. Peter sin duda no contaba con volver a verlo pronto juzgando que se iría del país y su hermano no podría viajar a verlo.

—Escríbeme una vez tengas decidida la fecha de partida —pidió Esmond una vez en la estación y lo sujetó por los hombros—. Vendré a despedirme ¿de acuerdo?

—¿Tendrás tiempo para eso?

—Haré el tiempo —aseguró y tiró de él hacia sus brazos—. Pero ten cuidado ¿sí? Piensa bien lo que harás y no tomes decisiones estúpidas.

—Lo sé, te extrañaré.

Esmond sonrió, abrazándolo con más fuerza y suspiró al recostar la cabeza en su hombro.

—También yo, enano, pero cuando regreses de Londres hecho todo un hombre adinerado, iremos a cenar juntos y me contaras de tus aventuras ¿De acuerdo?

Reprimió una sonrisa y se aseguró de asentir.

—Es una cita y me aseguraré de marcarla en el calendario. 

Roland se rio y le dio un apretón en el hombro antes de alejarse. 

Esperaba poder acumular las aventuras que todos creían tendría en su viaje y también ansiaba alcanzar ese éxito que todo el mundo anticipaba, pero siempre había vivido bajo la presión de esas expectativas y en el fondo, seguía odiándolo.

Odiaba nunca poder ser solo un hombre, un joven muchacho imperfecto y propenso a los errores, porque siempre estaría opacado por esa grandeza, esa...aspiración familiar, predestinándolo a un futuro que ni siquiera sabía si lograría alcanzar.

Se quedaron en la estación hasta que su hermano se adentró en el vagón siguiendo a su esposa, con su hijo en brazos y Mary de la mano. El tren se marchó a las doce y cuarto en punto y les aguardaba un viaje de unos cuatro o siete días hasta alcanzar la ciudad de Los Ángeles en California. Era un viaje largo y con muchas paradas y cambios de tren, pero apenas sabrían sobre su llegada dentro de un mes, cuando Esmond les escribiera desde su casa y la carta los alcanzara.

Peter se alejó del borde de la plataforma para ver el tren alejarse y agitó su sombrero en el aire, hacia donde su hermano asomaba por la ventana para despedirse. Su madre volvía a llorar como era costumbre cada vez que Esmond visitaba y se regresaba a su casa y su padre la abrazaba desde la cintura y agitaba su sombrero también, despidiendo al mayor de la familia.

Era extraño ver al hijo mayor marcharse, con frecuencia, eran los que más cerca de los padres permanecían, porque estaban preparados para heredar la fortuna y el negocio familiar y tener una vida cómoda y continuar con el legado. Esmond nunca había querido nada de eso, él había empezado su propio negocio en Los Ángeles, adentrándose en la industria del modelaje como fotógrafo y empresario.

Peter era el heredero familiar entonces...Pero...Con su inminente partida a Londres, ni siquiera sabía cómo terminaría todo eso.

Dejó la estación con su familia y se mantuvo cerca de su padre mientras este hablaba con Jonathan y Olivia, pues sabía que irían a organizar algunos de los muchos asuntos pendientes para su viaje.

Todavía no se lo habían comentado a Olivia y no lo harían pronto tampoco, Eli necesitaba hablar con Jonathan a solas para recibir algunos consejos y probablemente, sería mejor decírselo en la casa, donde ella estaría tranquila y libre de miradas curiosas que pudieran prejuzgar su reacción sin contexto.

Cruzaron la calle rumbo a la estación que regresaba a Rochester y antes de avanzar demasiado, su padre se detuvo y bajó a Aron hacia el suelo.

—¿Podrían seguir ustedes y acompañar a los niños a casa? —pidió y Olivia y Jonathan se detuvieron para mirarlos.

—¿No vendrán?

—Tenemos que hacer algunos mandados y aprovecharemos ahora que estamos en la ciudad —explicó y Aron no dudó en correr hacia Jonathan y alzar los brazos para que lo levantara.

Olivia se regresó hacia ellos por completo y se acercó unos pasos.

—¿Qué mandados? Podemos acompañarlos si total, nadie tiene prisa.

—Preferiría que los niños estén en casa, se aburrirán de todas formas.

—En eso supongo que tienes razón —. Miró hacia Jonathan, buscando su opinión y él solo se encogió de hombros y asintió—. Muy bien, se vendrán con nosotros y pueden pasarlos a buscar por casa cuando regresen ¿sí?

—¿Almorzaremos con la abuela entonces? —inquirió Issy y Olivia asintió—. ¡Sí! Me encanta almorzar en casa de la abuela.

—Y prepararemos lo que ustedes quieran. ¿Peter, no vienes?

—Uhm...No, yo iré con papá y mamá, pero gracias.

Olivia solo asintió, sin pensarlo demasiado y después de despedirse de Odelia y Eli con un beso, lo abrazó fuertemente y se marchó con Jonathan y los niños, llevando a Brian de la mano e Issy enganchada de su brazo mientras charlaban sobre lo que almorzarían.

—¡Pórtense bien! —recordó Odelia antes de perderlos en la distancia y luego suspiró y se giró hacia ellos—. Habrá que decirle tarde o temprano, Eliott.

—Preferible que sea tarde, querida, si a nosotros nos ha costado aceptar la decisión de Peter, para mamá será imposible.

Se acomodó el sombrero que caía un poco torcido en su cabeza y le ofreció su brazo a Odelia para que se enganchara y empezaron a caminar juntos hacia el banco.

Peter solo los siguió, yendo junto a su padre y al ritmo apresurado con el que ambos caminaban.

La ciudad siempre estaba tranquila a esas horas del día, pero empezaba a verse más transitada cuanto más se acercaban al centro, donde las avenidas se cruzaban y los autos y carruajes se amontonaban en filas y filas interminables, por donde era difícil encontrar un hueco en el cual colarse para cruzar la calle.

El banco se alzaba en el medio de una cuadra, entre dos casas y con una enorme puerta de cristal y madera oscura. Tenía un guardia en la puerta que les abrió al llegar y los saludó por el nombre. Solo otro recordatorio de que su familia siempre era reconocida en la ciudad.

—¿Qué es lo que pretendes hacer aquí, cariño? —se interesó Odelia y sus pasos retumbaron sobre el suelo de baldosas cuando cruzaron el recibidor hacia las taquillas.

—Quiero saber cuánto está nuestra moneda en Bretaña y como nos convendría cambiarla. Peter, no te quedes atrás, hijo.

Aceleró el paso, para alcanzar a su padre hacia el mostrador de cajeros que encerraba todo el enorme vestíbulo, llenando las tres paredes que tenía enfrente y cuando se detuvieron frente a uno de los mostradores, un hombre los atendió desde el otro lado de la ventanilla adornada con accesorios de bronce.

Todo el banco era extravagante y lujoso, con sus techos altos y bien iluminados, con candelabros que colgaban hacia el suelo y los focos de luz expuestos a la vista y curiosidad de todo el mundo, así como las columnas de madera tallada o los mostradores de cerámica pintada.

Se detuvieron frente al mostrador, adornado con un marco de madera tallada que sostenía el cristal separándolos del banquero y el hombre terminó de sellar un sobre, lo dejó a un lado en el espacio que tenía disponible en la mesada y les sonrió.

—Bienvenidos, señora y señor Morgan, siempre es un gusto recibirlos en nuestro aclamado banco estatal. Por favor, ilústrenme en que podría servirles... ¿Un retiro, tal vez?

—No está vez, señor Cadden —dijo Eli y abrió su chaqueta para buscar un recorte de periódico que había conseguido en la mañana—. Buscaba confirmar la veracidad de este anunció del periódico del año pasado. ¿Sigue el dólar valiendo tan poco en Bretaña?

—Ah, ya veo...Se avecina un viaje a través de las aguas me supongo.

Tomó la hoja que Eli le entregó por la apertura en el cristal y le echó una ojeada por encima del borde de sus lentes, antes de girarse hacia el armario repleto de documentos que tenía detrás.

Su espacio de trabajo era estrecho y estaba flaqueado por dos paredes, separándolo de los dos cajeros a cada lado y una puerta al final de la pequeña cabina, por la cual podía abandonar su puesto y marcharse.

—Ya veo...En efecto, la información es correcta, señor Morgan, pero debo corregirlo con todo respeto, en que no es un valor inferior en lo absoluto. Nuestra hermana Bretaña tiene una forma...peculiar de administrar su economía, si así pudiera decirlo —. Le regresó la hoja y se enderezó en su asiento—. Un dólar le conseguirá alrededor de cuatro chelines en Inglaterra...Una humilde cantidad, posiblemente el pago semanal de más de un trabajador londinense.

—¿Sería suficiente para una vida cómoda y asegurada?

—¿Para un caballero de su grandeza? No, señor, en lo absoluto. Si desea un viaje a Inglaterra, le aconsejaría hacerse de unas generosas libras, dependiendo la duración de su viaje, podríamos establecer cuanto le sería sabio llevar.

—No es para mí —explicó Eli y miró hacia Peter, tirando de él un poco más cerca del mostrador—. Mi hijo desea buscar su independencia en el exterior.

El señor Cadden amplió sus ojos por detrás de los lentes redondos que descansaban en el puente de su nariz y sonrió con interés.

—Ya veo, ya veo...Fascinante aspiración en un muchacho tan joven, seguro que ha hecho a su familia desbordar de orgullo.

—¿Usted conoce Londres? —inquirió Odelia, asomando por detrás de Peter.

Cadden miró hacia ella enderezando su postura.

—No personalmente, señora Morgan, pero tengo un primo mío que fue de visita no hace mucho...Solo tuvo grandes halagos para compartir de la ciudad y su belleza.

—¿Entonces cree que será seguro para mi hijo? Es que siendo tan joven y estando allí solo... —. Se aferró al brazo de Peter, suspirando con pesar y Cadden la miró comprensivo.

—La preocupación de una madre por su hijo es un sentimiento que transciende generaciones, señora Morgan, y uno completamente entendible, pero con precaución, inteligencia y madurez, estoy seguro de que su hijo tendrá un viaje enriquecedor y memorable.

Odelia agradeció las palabras y dejó un beso en la mejilla de Peter, antes de apartarse para volver al lado de Eli y escuchar la conversación.

Eli estaba repasando el recorte del periódico una vez más, leyendo los valores de la conversión de dólares a libras para hacer los cálculos en su mente de cuanto le serviría cambiar.

Miró hacia Peter y le hizo un lugar para que se acercara otro poco.

—¿Cuánto quieres llevar, hijo?

—No lo sé, padre...Lo que tu consideres prudente, pero no más de lo estrictamente necesario.

Eli suspiró, eso no le servía de mucho.

Volvió su atención hacia Cadden y se apoyó en el mostrador.

—¿Qué tal la economía en Londres? ¿Hay algo que pueda comentarme al respecto? Aceptaré cualquier orientación que pueda proporcionar.

—Y es mi placer poder ayudarle, señor Morgan, pero en tales aspectos hay poco o nada que podría decirle con certeza, lo que sé de la vivencia de mi primo es que no es una ciudad económica, eso es seguro...Pero imagino dependería de la zona en la que uno se hospede y seguro para una familia de su inminencia el dinero será el último de los problemas.

—Usualmente sería el caso, pero mi hijo desea desprenderse del nombre familiar y la eminencia que lo procede —explicó sin mucha emoción en su voz y Peter se mordió la lengua para no hacer comentarios.

Al menos su padre estaba intentando apoyarlo, no significaba que estaría feliz de hacerlo.

La sorpresa volvió al rostro de Cadden cuando miró hacia Peter y esta vez, no hubo tal emoción como la que había iluminado su mirada antes, pareció más cauteloso, como si no supiera del todo como reaccionar.

Se peinó el bigote que cubría su labio superior y forzó una sonrisa.

—Ya veo, señor Morgan —comentó, intentando no emitir opinión alguna sobre la información anterior—. En ese caso...Las zonas más humildes de la ciudad podrían ser más accesible, pero le aconsejaría visitar la oficina de emigrantes por más y mejor información, ellos sin duda podrán orientarlos.

—De acuerdo...Supongo que iremos hacia allí y volveremos para cambiar el dinero.

—Oh, antes de que decida nada al respecto, permítame aconsejarle, señor Morgan, que, aunque nuestro banco es de los más prestigioso (sino) el más prestigio de la ciudad, en asuntos de intercambio, especialmente con grandes sumas de dinero, sería mucho más ventajoso para usted...O en este caso su hijo, si intercambiara los dólares una vez en Bretaña.

—¿Podría ilustrarme en el motivo?

—Puede que le ofrezcan un mejor acuerdo, con frecuencia se tiende a perder dinero haciendo el cambio en América y, además, es más seguro que viajar con mucho dinero en los bolsillos.

—Comprendo... ¿Y se necesitará algo para que mi hijo pueda hacer el intercambio una vez en Inglaterra?

—Solo una carta emitida por el banco, particularmente uno en conexión con la línea en la que desea viajar y puede presentar la carta en cualquier banco de Inglaterra y recibir el dinero estipulado por una pequeña suma de dinero.

Eli asintió, evaluando las opciones y finalmente se guardó el recorte de periódico en su chaqueta y buscó por la mano de Odelia a su lado.

—Muchas gracias, señor Cadden, evaluaremos un poco más nuestras opciones y volveremos de ser conveniente.

—Esperaremos a su servicio, señor Morgan, tenga usted y su familia un gran día y éxitos para el joven muchacho en su travesía.

—Gracias, señor —dijo Peter y se despidió con una inclinación antes de acompañar a sus padres hacia la salida—. ¿Y ahora qué haremos?

—Vayamos hasta la oficina de migración y veamos que nos aconsejan.

Decidieron caminar hasta allí, después de todo estaba a un par de cuadras del centro y no les sentaba mal el movimiento. Su padre siempre iba del lado de la calle, con su madre caminando a su lado y Peter iba junto a ella o al otro lado de su padre, pero nunca entre medio. Eli y Odelia disfrutaban caminando juntos con sus brazos enganchados o sus manos entrelazadas.

Entraron en la oficina de emigración, que se alzaba en la esquina de la avenida, con un diseño no muy distinto de aquel que gobernaba sobre el banco y siguieron a su padre hacia una de las ventanillas de atención al público justo debajo del cartel que colgaba del techo y rezaba "Europa".

Había una mujer del otro lado, con el cabello recogido en un rodete alto y algo alborotado y una camisa de cuello largo y cerrado, adornado con puntilla blanca y una falda azul que llegaba hasta el suelo.

Les sonrió amablemente para recibirlos y corrió la ventanilla que les permitía hablar.

—Buenos días, señor Morgan. ¿En qué puedo ayudarle?

—Buenos días, señora Buckman. Mi hijo aquí presente está planteando un viaje por el Atlántico hacia la ciudad de Londres, esperábamos poder obtener algún tipo de orientación sobre los pasos a seguir para garantizar un viaje seguro.

—Por supuesto, señor Morgan —. Ella acomodó su banco, para poder sentarse al otro lado del mostrador y extendió un libro en la mesada frente a ellos—. Londres es un excelente destino y muy popular en esta época del año también. ¿Planea hacer turismo o es una estadía permanente?

—Permanente —contestó Peter y su padre no logró contenerse de chasquear la lengua en desaprobación.

—¿Y ya ha pensado en qué fecha le gustaría viajar? Tenemos barcos partiendo de los puertos de América todos los días.

—Finales de julio o comienzo de agosto podría servir, las clases comienzan en septiembre.

Ella asintió, avanzó por las páginas del libro, hacia la sección reservada a todos los viajes con rumbo a Londres y lo giró hacia ellos, para que pudieran echar un vistazo.

Con la punta de su lápiz, le señaló las fechas más apropiadas.

—Esta es la línea que recomendamos, es una conexión directa entre Nueva York y Liverpool y sus barcos parten todos los miércoles. El Majestic, que es uno de sus barcos más recientes, partirá el cuatro de agosto como puede ver aquí...

—Ocho y cuarto —leyó Eli y marcó con su dedo en la página—. Mira, llegarás en una semana.

—Aproximadamente —agregó la señora Buckman en lo que asentía—. El viaje puede durar entre cinco a siete días, aunque puede extenderse dependiendo de las condiciones climáticas que se enfrenten en el camino.

El listado en el libro se extendía por unas docenas de páginas, incluyendo todos los viajes que se hacían cada año en las mismas fechas y por los mismos barcos. El Majestic estaba listado un total de doce veces.

—El Teutonic partirá el catorce de julio —observó Peter al pasar por las páginas—. ¿Cuándo llegaría entonces?

—Alrededor de una semana más tarde, el veintiuno del mismo mes podría ser.

Miró hacia su padre, intentando buscar su opinión y Eli se encogió de hombros.

—Eso es dentro de unas tres semanas, Peter.

—Lo sé.

—¿Y quieres irte tan pronto? Apenas hemos empezado a organizarnos.

—Tres semanas es más que suficiente para organizarlo todo, padre, y, cuanto antes llegue a Londres, antes podré organizarme allí.

Tal vez ni siquiera lograría conseguir una Universidad con un precio accesible en la que anotarse, la mayoría de Universidades que conocía en Inglaterra, eran privadas y prestigiosas y él, que iría como un simple y ordinario muchacho, buscando una nueva vida, no tendría oportunidad alguna de conseguirse un lugar.

Pero si llegaba con el tiempo suficiente, entonces tendría una posibilidad, por más pequeña que fuera, de continuar su educación. Y de no ser posible, pues...Se conformaría con trabajar hasta haber ahorrado lo suficiente.

—¿Estás seguro, Peter? —inquirió Odelia a su lado—. Es demasiado pronto, cariño, y apenas has terminado las clases.

—No quiero esperar mucho más, madre —. Cuanto más lo pensara, más fácil sería para él dejarse llevar por el miedo y cambiar de parecer—. Creo que julio es la fecha apropiada.

Miró hacia la señora Buckman, que no parecía querer entrometerse en la discusión y señaló hacia el libro.

—¿Dónde debo comprar el pasaje, señora?

—En el puerto de Nueva York, señor, aunque puede reservarlo por correo y pagarlo el día de su viaje —. Tomó una tarjeta que se encontraba guardada en una caja de madera sobre el mostrador y se la entregó—. Estas son las direcciones de los puertos de Nueva York, comuníquese con ellos para obtener más información.

—Peter —susurró Odelia a su lado y sujetó su brazo—. Tres semanas no, cariño, es muy pronto.

—Mamá, por favor, si espero hasta mediados de agosto es posible que ya hayan cerrado todas las inscripciones Universitarias.

—Y comienzas el próximo año —sugirió, pero Peter ya estaba negando.

Eli se acarició el puente de la nariz, dejando escapar un suspiro de cansancio y decidió no comentar nada al respecto y volver su atención a la señora Buckman.

De todas formas, podían discutirlo en la casa cuando estuvieran a solas y tratar de convencerlo de que no reservara ese pasaje para julio, pero de nada servía discutir ante todo el mundo.

—¿Qué hay de los documentos para el viaje y el equipaje? ¿Qué nos recomendaría?

—Para viajar necesitará su certificado de nacimiento, señor Morgan, y con eso bastará para presentarlo al momento de abordar en primera clase.

—¿Y si no viajo en primera clase? —curioseó Peter y Buckman frunció el ceño.

—Pues...En ese caso, el certificado de nacimiento no es excluyente, pero su pasaje tendrá que incluir una descripción de su apariencia y deberá presentar un certificado de vacunación.

Eli se giró hacia Peter, como si pretendiera comentarle algo, pero cambió de parecer y volvió hacia Buckman.

—¿Y le proporcionarán todo lo necesario en el barco?

—Solo si viaja en primera clase, señor Morgan, los pasajeros de segunda clase pueden pagar extra por los accesorios necesarios para el viaje y los de tercera clase pueden llevar los suyos propios. Algunas líneas proporcionan un listado de lo que es recomendable empacar para el viaje, puedo ofrecerle un folleto si desea.

Asintió rápidamente y apenas ojeó el papel que ella le entregó, antes de pasárselo a Peter para que lo guardara.

—Muy bien y qué podría decirnos de Londres. ¿Es seguro para vivir? ¿Tiene una buena economía?

—Oh, señor Morgan, Londres es una ciudad maravillosa. Excelentes jardines y restaurantes, podrá tener sus defectos como cualquier parte del mundo, pero aún no he escuchado a nadie que se arrepienta de viajar a conocer la ciudad o vivir en ella.

Ni siquiera estaba seguro de si podía creerle o acaso era parte del oficio tener que halagar la ciudad de destino para la cual trabajaba.

Tamborileó con sus dedos, mirando un momento hacia Peter a su lado y luego a Odelia, que estaba detrás de Peter y lo sujetaba firmemente por los brazos, como si temiera que fuera a desaparecer ante ellos.

Que se fuera en tres semanas se le hacía una locura, más aún cuando todavía no había terminado de asimilar que se iría en primer lugar. Pero lo miraba y solo encontraba determinación en sus ojos, una terquedad que parecía correr en la sangre de su familia y la cual podía considerar peligrosa, pues muchas veces los metía en problemas innecesario.

—¿Es seguro? —inquirió, volviendo su atención hacia Buckman.

Ella apretó una sonrisa.

—Depende de la zona, señor.

Había esperado una respuesta como esa y se quedó asintiendo en lo que pensaba.

Terminó agradeciéndole por su tiempo y ayuda y cuando abandonaron el lugar, se regresaron a la casa y no hablaron mucho acerca del viaje. Todos parecían preferir evitar conversaciones al respecto.

Y Peter no era excepción.

El resto de la semana armó sus planes; hizo un listado de todo lo que debía empacar y se consiguió dos buenas maletas para el viaje y un bolso que podía llevar colgado al hombro. Compró ropa de segunda mano, pues no sería coherente que se presentara como un simple trabajador vistiendo seda y las costuras más sofisticada de los Estados Unidos y se guardó algunos libros para que no se aburriera en sus ratos libres una vez en Londres.

También les comentó a sus primos su decisión, Franklin siendo el primero con quien habló mientras se reunían en los campos durante una tarde del fin de semana.

Su reacción fue como había esperado:

—¡¿Estás mal de la cabeza?! ¿Cómo qué te irás? ¡¿Sólo?! ¡Y cambiándote el nombre! Oh, terminarás muerto, es oficial...Me quedaré solo, no puede ser...

—Me iré a Londres, no a la guerra.

—Es prácticamente lo mismo, con esos egocéntricos londinenses...Te devoraran como pirañas.

—Estoy seguro de que eso no sucederá —murmuró con cierta burla en su voz, pero Franklin lo ignoró y siguió paseándose frente a él por el campo.

—¿Qué se te ha dado por hacer esto? ¡Y avisarme tan tarde! Estoy ofendido... ¿No pensaste invitarme?

—¿Quieres irte a Londres conmigo, cambiarte de apellido y vivir con lo poco que logremos hacer trabajando?

—¿No? —respondió con el ceño fruncido y Peter lo señaló.

—Ahí lo tienes, por eso no te he invitado, pero no te preocupes ¿sí? Esto es lo que necesito para mi futuro y será divertido para mí, una gran aventura e historias para contarle a mis hijos algún día.

—Eso suponiendo que siquiera vivas para tener hijos...Podrías morir.

—¿Podrías no ser tan pesimista?

—Solo soy realista —corrigió y se sentó a su lado en el muro—. Londres es peligroso y estarás solo y pobre.

—Conseguiré trabajo.

—Lo dices como si fuera fácil —rio—. ¿Qué no lees los periódicos?

—No... ¿Por qué?

—Deberías, Londres no es ningún paraíso y mucho menos para la clase trabajadora. Solo no olvides escribirme ¿sí? Al menos así sabré que sigues vivo.

Revisó el periódico tan rápido como pudo después de volver a su casa esa tarde y confirmó que Franklin tenía razón. El periódico internacional hablaba muy mal sobre la situación en Londres en la actualidad; la pobreza había estado aumentando, la comida escaseaba entre los pobres y las casas de trabajo y para desempleados se habían estado llenando. Incluso había manifestaciones y marchas bloqueando calles importantes.

Al parecer, había elegido el peor momento para dejar el país e irse a Londres...Y lo peor, es que ya era demasiado tarde para cambiar de parecer, su padre ya había ido a contarle la noticia a su abuela. 

Continue Reading

You'll Also Like

16.6K 740 11
Ryan se ha metido en serios problemas, un malentendido podría costarle vida Para salvar su pellejo tendrá que fingir una relación, con la hermana m...
532 64 27
Dame el calor de tus labios una vez más brindame el toque sutil de tus manos mientras te deslizas junto a mí en una danza que no terminará cuando la...
339K 21.3K 29
Chiara y Violeta son compañeras de piso, y no se llevan bien. Discuten a menudo, y cuando no lo hacen, se ignoran. Cuando se adelanta la boda de su h...
889K 64.8K 56
El príncipe de Inglaterra vive una situación inesperada con una enfermera, en el hospital en donde ella es pasante. Se vuelven inseparables cuando de...