Placeres Inmorales

Bởi KathaMorgan

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Inmoralidad, deseo, amor y pecado. Emma, dieciocho años recién cumplidos y esos ojos azules que llevan su i... Xem Thêm

RETIRADA
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Un poco de tus pensamientos
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Llamada a la condena
Llamado al error
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21

Capítulo 6

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Bởi KathaMorgan

Emma

Luego de unas semanas tan agotadoras cómo se han sentido, Sean desaparece, y la verdad no tengo ánimos para jugar a la investigadora. Simplemente decidí venir y pasar el rato con Megan en su casa. Aunque no voy a mentir, pensé que su regreso era para recuperar el tiempo perdido y las únicas respuestas que me da son: Trabajo es trabajo, cuando crezcas lo entenderás.

— Así que, Emma —la voz de Megan me regresa a la tierra, su tono es malicioso —, ¿Qué tal la cita con el barman?

Mueve las cejas sugestivamente, y es que prefiero contarle mis reprochables actos con ese hombre antes que sacar el tema de Sean viendo sus historias y que se vuelva a obsesionar. Ya debería tener eso controlado.

— Supongo que podemos empezar con lo aburrido —le digo aun con la vista en el jardín —, su nombre es Eliot. Estudia ingeniería y trabaja de noche. —pienso en lo demás antes de continuar —. Ah, Tiene una pequeña hermana con deseos de ser dinosaurio.

La escucho soltar un sonido qué me indica que deje de aburrirla y llegue a la cita en sí.

— ¿Y cuál es la parte divertida? —cuestiona.

Me hundo en la silla como si pudiera esconderme y evitar el momento.

— Tú sabes como soy yo...

No pasa ni un segundo antes de que suelte una carcajada.

—¿Te le tiraste encima?

— Bueno... una araña se apareció y no iba a desaprovechar la oportunidad. —resumo.

— Algo bueno has aprendido de mí.

Le sonrío, negando con la cabeza antes de darle una fugaz mirada, y como ella, solo seguimos recostadas viendo el techo cristalino de la piscina cubierta, las gotas de lluvias caen al cristal creando un ambiente pacífico que va en aumento cuando cierro los ojos relajándome aún más.

Presiento que podría quedarme dormida...

— ¿Emma? —pregunta una confundida voz.

Mi cuerpo se tensa al escuchar la voz de mi hermano, abro los ojos de golpe solo para encontrar a la tentación andante frente a mí con su físico perfecto envuelto en una camisa negra y jeans. Me observa genuinamente confundido, yo podría estarlo también, ya que no sé qué carajos hace aquí.

¿Me habrá seguido?

— ¡Por todos los brujos a los que he ido! —exclama Megan, de vuelta con una sonrisa llena de picardía.

Cálmate si no quieres morir antes de tiempo.

Mi hermano apenas y la mira, apegándose a sus palabras de la otra noche, supongo.

— ¿Qué haces aquí? —pregunto, manteniendo un tono neutro.

Sus ojos pasan de estar vagando entre el traje de baño que llevo y quizás la pared hasta centrarse en mis ojos nuevamente, el animal que habita en su interior parece querer salir. Traga saliva con fuerza pensando en su respuesta.

— Es la dirección que me dio un amigo que vino de Londres. —explica, frunciendo el ceño extrañado —, ¿Qué hay de ti?

— Es la casa de Megan —respondo, sigo confundida.

Nadie a parte de sus padres y los empleados han pisado este lugar, al menos no durante los años que tengo viniendo.

Es una decepción que él no esté en traje de baño.

Megan parece querer unirse a la conservación, pero la cabeza de su madre asomándome por la puerta nos hace callar a todos. Y como su hija, para cuando está adentro empieza a detallar a Sean como si fuera un saco de carne. Le sonríe de una manera que nos provoca escalofríos a los aquí presentes.

— Debes ser el amigo de mi sobrino. —le dice coquetamente.

Sean solo le da un leve asentimiento a la señora.

— Tu primo está aquí —se dirige a Megan —, tal vez quieran ir a saludar. —concluye, da media vuelta y se retira.

— Eso fue raro —suelto.

— Olvidé que el hijo del tío Daniel vendría. —se levanta de su cama playera y me toma la mano obligándome a hacer lo mismo. —. Hay que conocerlo.

Termina llevándome fuera del lugar, siento como mi hermano nos sigue el paso y es como si me quemaran al sentir el peso de su mirada todo el tiempo sobre mí. Luego de un par de minutos pisamos la sala, un hombre que a decir verdad es muy atractivo se encuentra de pie frente al ventanal.

Tiene un vaso de whisky en la mano, su piel está bronceada y viste jeans y una camisa azul, su pose de medio lado hace relucir una incipiente barba negra y la mandíbula cincelada.

— ¿Konstantin? —se pregunta Sean.

El hombre no duda en voltear y mi ritmo cardiaco se acelera cuando ese par de ojos verdes empiezan a escanearnos, no dejo de preguntarme quién hace a estos hombres y dónde puedo conseguir más.

La madre de Megan vuelve a entrar a la escena, llevándose las miradas ahora solo es capaz de siquiera apartar la vista de su celular para decir unas cuantas palabras de bienvenida o lo que sea.

— Konstantin, ella es Megan —la señala —, sé que se llevarán bien.

Es todo lo que expresa antes de irse tecleando quien sabe que cosas, volvemos a ser solo nosotros y no creo ser la única que nota el ambiente pesado y con Megan sin dejar de ver a su primo como si estuviera en un zoológico.

— Bueno, creo que eres el único familiar de mi edad —, empieza a hablarle, emocionada —. No te preocupes, que soportarme es tarea fácil.

Se le acerca para darle un pequeño abrazo de bienvenida, lo cual es raro teniendo en cuenta su frecuente actitud explosiva.

— ¿Según quién? —sigo la conversación.

El primo ríe, ahora enfocado en mí.

Escucho un bufido a mi lado, seguido de otro que suelta mi amiga.

— ¿Y de dónde se conocen? —le pregunto interesada.

Es Sean quien responde antes que nadie, apenas y giro el rostro para prestarle atención.

— De la universidad —su tono se llena de peligro —, Konstantin, ella es la enana de mi hermana.

Acentúa el título que me corresponde y no sé para quién es bueno el que lo haga. No lo dudo en golpear su hombro cuando me dice pitufa, no es mi problema que él sea una jirafa a la que apenas y le llego al mentón.

Sean se burla.

La expresión en la mirada de su amigo se llena de calor a penas suelta las palabras y podría disfrutar del fuego un rato más.

— Ah —suelta, con una sonrisa lobuna —. La pequeña Davies —siento como se saborea —, es un placer.

Me tiende la mano y es cuando me permito apreciar su acento, recuerdo los lugares que tienen las publicaciones de Sean y las tierras rusas resaltando cada que aparecía con alguien más joven, pero parecido a él.

Cuando su cálida mano envuelve la mía es que tomo una decisión.

Nos vamos a Rusia.

— Soy Emma, un gusto. —le respondo para luego soltarnos.

Sé que la mente nos traiciona cuando recibo un guiño de su parte, pero quién soy yo para no apreciar esta belleza.

Siento a Megan tensa a mi lado cuando de repente se le abalanza al ruso para tomarlo del brazo, levanta el mentón con la intención de mirarlo y este ya le tenía la ceja arqueada.

— Entonces primo, cuéntamelo todo —empieza a llevarlo fuera de la sala —. ¿Vivías en Rusia? Es obvio, que tonta...

Es todo lo que se escucha antes de que desaparezcan por completo, ni siquiera le da tiempo al pobre hombre para que pueda decir una palabra.

Ojalá no se asuste y huya por la ventana.

— ¡Escuché tu pensamiento! —resuena un grito a lo lejos.

Me río resignada a que mi día de chicas quedó arruinado por estos machos y una loca.

— Creo que me voy —dice, permaneciendo a mi lado —. ¿Te llevo?

— Seguro.

Empiezo a caminar fuera de la sala con él al frente, ahora soy yo quien parece querer atravesarlo con la mirada durante los próximos pasillos y hasta la puerta. No volvimos a ver a la mamá de Megan y termino de nuevo en la entrada con las gotas de lluvia mojando el traje que no me molesté en cambiar.

La puerta del Ferrari es abierta y terminamos en un silencioso camino de vuelta a la casa, de vez en cuando lo detallo. Mantiene ambas manos en el volante a una velocidad prudente, no se inmuta y creo que tampoco se molesta en mi presencia, solo parece perdido en sus pensamientos.

Llegamos no mucho después, y lo que pensé iba a ser nuestro día juntos termina en la basura, ya que la única que se baja del carro soy yo. No le pregunté nada, lo conozco y ya no creo que vuelva a la casa por la noche, por lo menos tuvo la decencia de dejarme en la puerta de la casa.

Voy directo a mi cuarto, y, una vez en este, agarro un pijama enterizo con capucha de oso que me regaló mi padre hace un par de meses. Luego de bañarme me pongo calientita en la misma y con un bowl de palomitas empiezo me postro en la cama para prender el televisor y empezar una nueva serie.

No creo que pase más de medio capítulo cuando no hay más comida y el sueño termina ganando.

Con la serie de fondo caigo en los brazos de Morfeo al mejor sueño que he tenido en la vida, pero los ruidos y golpeteos que me despiertan arruinan lo que iba a ser una fantasía cumplida.

Los gemidos se escuchaban como ecos y no dejaron que Nick Bateman se volteara completamente para apreciar su frente desnudo, pienso en llorar al tener de conformarme con la espalda definida.

A estas alturas debería planear un secuestro para que se haga realidad.

Los rayos de sol llegan a mi rostro un rato después, y junto con ellos, el sonido de la alarma que siempre olvido apagar. ¿Qué podría ser peor? ¿No dormir bien o que te interrumpan el sueño?

De un suspiro tomo el control remoto y apago el televisor antes de levantarme.

O bueno, primero intento dormir durante una media hora más, pero no lo consigo y termino levantada. Lo primero que hago es agarrar un conjunto de sudadera para luego darme una rápida ducha y salir de mi habitación rumbo a la cocina.

Una vez en esta me dirijo a la nevera por la botella de jugo, lo destapo para tomar directo del envase y estaría a punto de ahogarme con lo que encuentro cuando volteo si no fuera por ese diablito en mi hombro diciéndome qué hacer.

Una rubia con una sonrisa y lo que reconozco como la camisa de mi hermano se encuentra en uno de los taburetes, me sonríe cómo si de una amiga de toda la vida se tratase.

— ¡Hola! —chilla de emoción —, ¡Debes ser la compañera de Sean!

Pero de celda

El diablillo me guiña un ojo dejándome saber que es el momento perfecto para empezar a demostrar que esas clases de actuación no fueron en vano.

Así que dejo el jugo en el mesón y la observo con mi mejor cara de pena.

— Si —suspiro —, él no debió salir...

— ¿Al club? Pero si ahí me conoció. —me sonríe.

Niego como si ella no entendiera y la tristeza me toma con solo decirle lo siguiente.

— No lo pude controlar, dime que no te hizo nada. —le digo esperanzada.

Ella me mira confundida.

— ¿A qué te refieres?

Me tomo un par de segundos antes de responder.

— Querida —tomo su mano —, la institución mental me lo dejó por un día, decían que estaba mejorando —lágrimas falsas amenazan con salir a medida que avanzo —. Se me escapó.

Mantengo la confesión agachando la cabeza, avergonzada de no haberlo retenido.

— ¿Qu-que? —tartamudea.

Sigue, Emma. Vamos muy bien.

— Pobres animales —me lamento cubriéndome el rostro —. Oh, esos agujeros en sus cuerpecitos.

Ahora la vuelvo a mirar, para mi suerte está más que espantada.

— Estoy tan feliz de que no te haya hecho daño. —sueno aliviada colocando una mano en mi pecho.

Su expresión es digna de una caricatura, es como si saltara del taburete sin poder mantener los ojos en sus cuencas y camina lentamente, alejándose de la cocina como si en algún momento el internado fuera a aparecer.

— Debe-debería irme. —tartamudea asustada.

Sale corriendo como alma que lleva al diablo, yo solo la sigo para asegurarme de que llegue a la puerta, misma que abre con apuro y para cuando yo llego al marco está prácticamente volando entre los carros.

— ¡Cuídate mucho! ¡No salgas de clubes con desconocidos! —exclamo, sonando genuinamente preocupada.

— ¡Gracias! ¡No volverá a pasar! —grita asintiendo fervientemente.

Choco la punta de mi dedo con el diablillo antes de que desaparezca y yo cierro la puerta sin resistir por más tiempo la carcajada. Termino de rodillas en el piso y con mi vientre doliendo, pero con la victoria en mano.

Al sentir pasos levanto la vista, me encuentro a Sean con el pantalón de pijama negro y sin camisa bajando las escaleras que conectan a la entrada. Me sonríe con malicia.

— ¿Te divertiste asustando a aquella?

Me seco las lágrimas asintiendo en su dirección.

— Eso te pasa —suelto otra carcajada sin poder hablar —. ¡Por salir de la institución mental!

No soy capaz de dejar el piso, una seca risa deja sus labios y lo siguiente que sé es que estoy siendo agarrada y levantada como un costal de papas, termino golpeando su espalda con la intención de que me libere.

Pero, mientras eso pasa, podemos admirar su perfecto y redondo culo.

— Pequeña, no debiste hacer eso. —comenta en un tono extraño.

— ¡Suéltame!

Y lo hace.

Me golpeo contra el sofá, al levantar el rostro me encuentro con su mirada y parece querer abalanzarse a mí. No lo hace con las intenciones que esperaba, luego de unos segundos termina picándome las costillas y otro ataque de risa abandona mi cuerpo.

— ¡Para!

— Esa no es la palabra mágica.

¿Ahora es hechicero?  

— ¡Sean! —no se detiene —, ¡Por favor! —suplico.

Se detiene para mirarme con una sonrisa, pretendo limpiar las lágrimas de mis ojos, pero mis manos quedan a medio camino cuando me toma de las muñecas con solo una de sus manos y termino aprisionada. Se apoya en una rodilla sobre el sofá y no sé por qué mi mente se lo imagina en medio.

Sin saber a dónde va todo esto decido hablar.

— Debiste ver su cara. —le sonrío y hace lo mismo.

— Lo hice —asegura —, aunque no he descubierto el motivo, Emma.

Mi voz queda atrapada al no poder responderle, así que sigue hablando.

— ¿A dónde fuiste hace dos días? —pregunta con interés —. Llegué antes que tú.

Oh, carajo

El rostro de Eliot viene a mi mente y no veo por qué mentirle, es decir, el mete desconocidas a la casa, yo también puedo hacer lo que quiera.

— Una cita. —es todo lo que digo.

Parece reaccionar ya que deja su agarre sobre mí y se separa sin perder los segundos, observa a su alrededor como si estuviera despertando de algún trance, con una actitud demasiado neutral se pasa la mano por el rostro y vuelve a mírame.

Para entonces ya estoy sentada.

— ¿Dónde están las empleadas?

— Les extendieron las vacaciones, deberían llegar junto con nuestros padres.

Este asiente.

— Iré a preparar el desayuno.

No espera una respuesta, da media vuelta con la intención de desaparecer lo más rápido posible.

El muy cínico tiene el descaro de actuar como si yo hubiera hecho algo malo, me río de solo pensar en las cosas que pasan por su mente.

Si tan solo fuera consciente de que no es el único en esta casa que puede tener un rato de diversión.

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