𝖢𝖺𝗉𝗂́𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗍𝗋𝖾𝖼𝖾.
“𝖳𝗈𝖽𝗈 𝗌𝖾 𝗋𝖾𝖽𝗎𝖼𝖾 𝖺 𝗅𝖺 𝗎́𝗅𝗍𝗂𝗆𝖺
𝗉𝖾𝗋𝗌𝗈𝗇𝖺 𝗊𝗎𝖾 𝗉𝗂𝖾𝗇𝗌𝖺𝗌 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗇𝗈𝖼𝗁𝖾.
𝖠𝗁𝗂́ 𝖾𝗌 𝖽𝗈𝗇𝖽𝖾 𝖾𝗌𝗍𝖺́ 𝗍𝗎 𝖼𝗈𝗋𝖺𝗓𝗈́𝗇”
▬ 𝖦𝖺𝖻𝗋𝗂𝖾𝗅 𝖦𝖺𝗋𝖼𝗂́𝖺 𝖬𝖺́𝗋𝗊𝗎𝖾𝗓.
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⠀⠀⠀⠀⠀HABÍA LLEGADO EL FIN DE semana, el tan "esperado" encuentro con la señora Cullen ha llegado. Admitía que me encontraba un tanto nerviosa, no sabía la razón de porqué pasaba por mi mente de que debía de caerle bien a la señora a toda costa.
— ¿Me imagino que me veo bien, no? —me pregunté a mi misma antes de voltearme y ver a Hachiko que descansaba sobre mi cama—. ¿Tú qué opinas, Hachiko? ¿Me veo bien?
Hachiko ladró, cosa que tomé como una afirmación porque no estaba en mis planes pasar otra media hora pensando en qué me iba a colocar. Sí, pasaba horas pensando mi atuendo pero, ¿supongo que nos ocurre a todas, no?
Escuché a lo lejos el teléfono sonar para posteriormente oír el grito de la abuela llamándome, bajé las escaleras con Hachiko detrás mío ya que a él no le gustaba quedarse solo. La abuela me extendió el teléfono.
— ¿Quién es el chico? —preguntó sin rodeos mi madre, al otro lado de la línea podía percibir su emoción de que salga con un chico.
— Ya te había hablado de él, mamá.
— ¿El hijo del médico apuesto? ¿Edward, no?
— Sí, Edward, ¿Cómo supiste que saldría con él? —Yo misma me interrumpí al recordar que en mi círculo social existía una mujer que divulgaba mis cosas —, ¿Fue la abuela, no?
— No te vayas a enojar con ella Miranda, sabes que a ella le emociona que estés saliendo con el chico más apuesto de Vancouver, aunque también dice que te trata muy bien.
— Lo es, es agradable, pero no creo llegar a tener algo con él.
— No seas tan negativa. Eres una chica muy guapa y con buenos sentimientos, ¿Qué chico no estaría loco por ti?
— No es eso, mami, sino que veo algo raro en él y en su familia...algo que me impide acercarme con el.
— Miranda, no entiendo lo que me quieres decir. Dices que no puedes estar cerca de ellos...¿Entonces, por qué sigues saliendo con Edward?
Su pregunta me quedó resonando, no tenía respuesta en ese momento porque ni yo sabía el porqué.
— ¿Miranda? ¿Hola? ¿Me estás escuchando?
— Sí, te escucho, pero no lo sé, mamá. Quisiera también saberlo.
— Es que sí lo sabes, mi niña, estás teniendo sentimientos por el chico y por eso quieres seguir estando cerca por él. No me lo puedes negar.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀— ¿QUÉ TRAES AHÍ? —me preguntó Edward, una vez que llegué con él que tenía su característica sonrisa pícara.
— ¿Crees que a tu madre le guste el daifuku? —pregunté, señalando el porta comida transparente que permitía ver unas bolitas de arroz de varios colores.
— Estoy seguro que sí, se ven muy lindos, ¿los hiciste tú?
— Obviamente. Duré dos horas haciéndolos, para lo poco que se me da la repostería debo de admitir que me quedaron bien, ¿quieres probar uno ahora? —extendí el daifuku, pero él simplemente se rió y negó con la cabeza.
— Se lo hiciste a mi madre, primero lo debe de probar ella.
Me encogí de hombros y él me abrió la puerta del copiloto, pero antes de que me subiera susurró al oído.
— Estás muy hermosa hoy. —mientras su aliento helado hacía que me erizara.
Al escuchar su halago me tiré al Mazda y cerré la puerta sintiendo mi cara arder a lo que él se rió al ver lo que ocasionó.
La casa de los Cullen era inmensa, me gustaba el estilo vintage que le daban y era espaciosa. Tenían diplomas de honores en la pared, podían llegar a tener hasta cinco por integrante cosa que me hizo dudar de mi intelecto ante ellos.
— ¿Ya habías hecho una carrera antes? — pregunté al ver su nombre en la que era otorgado para ser ingeniero electrónico.
— Sí, me gradué a temprana edad de la escuela. —contestó.
— Pero al parecer también tus hermanos se graduaron a temprana edad. —dije, viendo sus nombres en carreras profesiones totalmente distintas a los que cursaban hoy en día.
— ¿Qué te puedo decir? Es de familia ser todos unos genios. —respondió con un aire a egocentrismo.
— Tenías cara de ser el menteco de la familia, Anthony. —me rei, llamándolo por su segundo nombre.
Edward me guió por un largo pasillo que daba con la sala de estar, donde mi corazón comenzó a tener taquicardia al ver a una mujer de espaldas que al escucharnos llegar se volvió con una cálida sonrisa en sus labios.
— Es más linda de lo que describiste, Edward. —dijo la mujer con una voz tan dulce como las flores en primavera.
Me sorprendí ante la belleza y el amor que irradiaba la mujer. Su piel no era tan distinta a su familia ya que también tenía la piel pálida sin embargo, el cabello color caramelo y la forma de su rostro en forma de corazón la hacía parecer única entre ellos. Lo más sorprendente es que era la única que no veía su forma espectral.
— Es un gusto conocerla, señora Cullen. Soy Miranda Sāto. —me presenté.
— Oh, dime Esme, querida.
— Está bien, Esme. Por cierto, le traje esto y espero que sea de su agrado. —extendí el portacomida a lo que Esme lo recibió encantada.
— Se ven muy ricos, ¿qué son? —preguntó curiosa y abriendo el envase a lo que la habitación se llenó de un olor a dulce.
— Se llaman Daifuku, es un postre tradicional en Japón y dicen que al comerlo atrae la suerte —respondí.
— Los hizo ella misma, pero ten cuidado con una intoxicación, madre. —bromeó Edward.
— No se lo crea, Esme. Mi abuelo es experto en Daifuku así que él me fue indicando.
Esme se rió ante el comentario de su hijo. Nos llevó a los lujosos muebles que podían costar una fortuna, hacía juego con la iluminación artificial en colores fríos, y eran tan cómodos que me hacían sentir un ligero sueño. Agarró un Daifuku color rosado y se lo llevó a la boca donde lo saboreó e hizo una expresión de placer.
— ¡Están deliciosos! —exclamó, saboreando el daifuku de fresa con chocolate.
— Me alegra que le haya gustado, también hice de té verde y de vainilla por si el chocolate no es de su preferencia. —indiqué. Esme tapó el portacomida.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀— SIENDO SINCERA, CREÍ QUE tus hermanos estarían presente. —le confesé a Edward, él me miró unos segundos y negó con la cabeza.
— No, sé que te incomodan así que les pedí el favor que salieran. —dijo mientras apoyaba sus brazos en el barandal.
— No debiste de hacerlo. Qué pena con haberlos sacado de su comodidad por mi culpa. —comenté.
Edward se rió.
— No, ellos no tuvieron ningún problema. —respondió.
Observé el bosque que rodeaba la casa de los Cullen, aunque bien le daba cierto aspecto tétrico también otorgaba la tranquilidad y serenidad.
Miré de reojo a Edward quien se veía atractivo bajo la luz de la luna, su cabello oscuro hacía que su piel pálida y de porcelana resaltara aún más. Su camisa beige había sido remangada lo que le daba un aspecto más maduro, sus ojos melados me miraban con dulzura y fascinación.
En ese momento pensé, ¿cómo alguien tan hermoso podría tener una aura estremecedora?
— ¿Finalmente te parezco atractivo? —preguntó con burla.
Negué con la cabeza.
— No, estaba pensando en que...bueno, no sé cómo decirte...—desvié mi mirada para centrarla en el cielo nocturno.
— ¿En qué si te puedo acompañar a la boda de tu prima? —asentí con la cabeza avergonzada antes de caer en cuenta que en ningún momento había comentado sobre el matrimonio de Leslie—. Tu abuelo me lo comentó mientras te estaba esperando afuera. Quería ver si yo lograba convencerte para que fueras.
Vireé los ojos mientras pensaba en cuan chismosos podrían llegar a ser mis abuelos.
— Iré, solamente no quiero ir sola. —admití.
— Entonces yo te acompañaré, porque ya no estás sola en este mundo, Miranda. —dijo, mientras se acercaba cada vez más a mí dejando un diminuto espacio entre los dos.
Podía sentir el roce de sus manos heladas acariciar mis brazos con cuidado.
— « Nunca más lo estarás... porque ahora yo cuidaré de ti.