Las chances de estar contigo...

By nicole-cohen

2.1M 153K 50.9K

Caeli comienza a usar una aplicación para medir las chances de enamorar a su crush, pero él guarda secretos q... More

LIBRO 1: Las chances de estar contigo
1. What a Chance!
2. Tira y afloja
3. Guerra de miradas
4. Perdiendo el equilibrio
5. Peligrosamente cerca
6. El beneficio de la duda
7. Sensaciones
8. Su otro yo
9. Señales confusas
10. Trabalenguas
11. Debilidad
12. Tropezar con la misma piedra
13. Fuera de control
14. Sabor a chocolate
15. Un segundo intento
16. Sin excusas
17. Tiempo al tiempo
18. Chantajes
19. Eco
20. Palpitaciones
21. Con otros ojos
22. Amores que matan
23. Dardos, cuchillos y flechas
24. ¿Por qué no?
25. A quien corresponda
26. Empezar de cero
Epílogo
¡Especial 1 Millón!
LIBRO 2: Los riesgos de quererte
1. La verdad y sus consecuencias
2. Un reencuentro accidentado
3. De aquí a diez años
4. Admiradores secretos
5. Somos pocos y nos conocemos mucho
6. Un pedido... de auxilio
7. Bravo, Caeli...
8. Cumpleaños... ¿feliz?
9. Dejar ir
10. El Comité de Fracasos Amorosos
11. Romper reglas y corazones
12. Escapando de la realidad
13. Vaivén
14. Ensayo de sonrisas falsas
15. La charla
16. Ahogarse en un vaso de agua
17. A la espera de nada
18. Caer en la red
20. De extremo a extremo
21. Esperanza en cautiverio
22. La condena de los justicieros
23. Lo que oculta la verdad
24. Palabras entre las brasas
25. Un (¿buen?) punto
26. Irónico
27. Una marea de dudas

19. Baldazo de agua

5.4K 455 84
By nicole-cohen

Volver a la casa de mi familia fue un tanto... extraño. Me había acostumbrado a la rutina que compartía con los hermanos Leroy y, además, mudarse de regreso al hogar del que tardé años en salir me pareció un retroceso enorme. Por fortuna, mis padres ya habían emprendido viaje hacia la aventura de sus años dorados con su casa rodante. Por lo tanto, solo me quedaba una compañera de piso: mi hermana menor, Daniela.

En un principio, evalué la posibilidad de vivir con Dexter, pero dadas las circunstancias, me pareció mejor respetar su espacio personal. Después de todo, él, tanto como yo, estaba sufriendo las secuelas de una ruptura, y lo que menos necesitaba era tener a una niña llorona usurpándole el departamento las veinticuatro horas del día.

Pasaron dos semanas desde que vi a Emmett por última vez. Mi miedo a cruzarlo era tal que decidí esconderme en el único lugar de nuestro pequeño pueblo donde no podría verme: entre las cuatro paredes de mi vieja habitación. Las llamadas a mi teléfono eran incesantes, pero las ignoraba cada vez que su nombre se reflejaba en la pantalla del móvil. Noemi también había intentado comunicarse, aunque le dejé en claro que no quería saber nada de nadie, y lo mismo le di a entender a Lisa, a pesar de que viajó kilómetros desde su universidad para venir de visita.

La única conversación de más de cinco minutos que mantuve en todo ese tiempo fue con Dexter respecto a la pastelería. Acordamos, por voto unánime, no trabajar por un tiempo, y colocamos un cartel en la puerta de la tienda que anunciaba "¡Cerrado por vacaciones!" con nuestro modesto intento de evitar que el verdadero motivo de nuestra ausencia se expandiera por todo el barrio.

Un día, Daniela irrumpió en mi cuarto sin previo anuncio y me quitó la cobija que me cubría de un tirón.

—¡Oye! ¡¿Qué hacés?! —le reproché, mientras me estiraba a recuperar la manta.

Ella, en consecuencia, la desechó al suelo a una distancia considerable de mi cama.

—¿La quieres de vuelta? Levántate y búscala —me desafió.

Entendí de inmediato lo que estaba intentando hacer y me rehusé a obedecer.

—¿Crees que soy una maldita rata de laboratorio? Déjame en paz —dije y giré sobre la cama para darle la espalda.

—Te estás pudriendo en ese colchón, Caeli.

—Ese es mi problema.

—¿Cuándo fue la última vez que te bañaste o comiste? Ni siquiera tocaste la cena que te preparé anoche. —Fue a mi escritorio a levantar el plato lleno del que ya se estaban adueñando un par de moscas—. Este lugar es un asco. Ni siquiera desempacaste, solo sacaste tu ropa de la maleta y la revoleaste por doquier. ¡Y por todos los santos, ventila! ¡Huele a muerto aquí! —No esperó a que yo lo hiciera, directamente trepó sobre mi cama para alcanzar las ventanas y abrirlas de par en par.

—¡Sal de aquí! ¡No eres mamá para decirme qué hacer!

—¡Más vale que no! Porque si mamá estuviera aquí, se la pasaría hablando de lo maravilloso que es Emmett y por qué mereces que lo perdones. Yo no estoy para esas cursiladas, ni mucho menos para permitirte que pierdas tu tiempo por un hombre.

—Se nota que nunca has estado enamorada —murmuré con los labios pegados a la almohada.

—Menos mal, porque viéndote así, se me quitaron todas las ganas. Vamos. —Me tomó de los brazos y comenzó a tironear.

Forcejeé en la dirección contraria, pero mi vaga energía perdió contra los sesenta kilos de pura fibra que acumulaba mi hermana en sus clases de artes marciales. Terminé cayendo al suelo y fui arrastrada a la ducha, a la que me metió con un empujón. Luego, sin importarle que estaba vestida, abrió el grifo.

—¡Te voy a matar!!! —grité cuando las gotas heladas cayeron sobre mí.

—¡Yo también te quiero! —respondió Daniela. Acto seguido, salió y cerró la puerta.

El peso de la prenda mojada me echaba cuesta abajo. Me la quité y tiré a un costado, prometiendo lavarla a mano después de días usándola sin cesar. Regulé la temperatura del agua y me dejé absorber por el calor abrasador de la lluvia que caía sobre mí. La piel se fue enrojeciendo poco a poco, mas no le presté atención hasta que me terminé de bañar y me posicioné frente al espejo. Allí pude contemplar las manchas coloradas contrastándose con la palidez generada por la falta de sueño y buena alimentación.

Así, como un auténtico baldazo de agua, me di cuenta que esto no podía seguir así. Mi yo del pasado, la misma que trabajó duro para convertirse en una persona segura de sí misma, estaría muy decepcionada si me estuviera viendo en ese momento.

Fue así que, al día siguiente, decidí retomar el gimnasio. Necesitaba liberar una buena dosis de dopamina, serotonina, endorfina y cualquier otra "hormona de la felicidad" terminada con el sufijo -ina.

—¡Oh, Caeli! Hace mucho que no te veo por aquí. —La entrenadora de turno me recibió con una amplia sonrisa.

—Hola, Amanda —la saludé, aunque con menos entusiasmo que ella.

—Oye, se te ve agotada. ¿Estás segura que quieres entrenar hoy?

—Sí, absolutamente. Fueron días difíciles, y un poco de ejercicio hará la diferencia.

—De acuerdo. Confío en ti para detenerte de inmediato ante el mínimo síntoma de fatiga. Estaré pendiente a cada uno de tus movimientos.

Le dediqué media sonrisa a modo de agradecimiento y me dirigí a la cinta para comenzar a precalentar. En la máquina contigua había un muchacho trotando, completamente sumergido en la ruidosa música que chillaba desde sus audífonos. Espié de reojo la lista de reproducción reflejada en su móvil, pero él la quitó de mi vista y reprochó:

—¿Qué miras?

—Disculpa —murmuré, avergonzada, y seguí la caminata sin despegar la mirada de la pared.

Suspiré al recordar que Emmett y yo nos habíamos conocido en circunstancias similares. Solo una persona como él podría tomárselo con humor.

Terminé el precalentamiento y me dirigí al fondo de la sala para estar apartada del resto. Tomé una colchoneta y aterricé sobre ella con pesadez. Estuve a punto de colocarme los audífonos y aislarme del mundo cuando, de repente, una sombra se elevó sobre mí.

—Qué gusto que hayas vuelto —me dijo el hombre parado enfrente mío. Tardé en reconocerlo: era el mismo que, meses atrás, me había intentado coquetear de manera insistente y abrumadora.

Le lancé un "hola" a secas y comencé a scrollear por mi móvil para que entendiera que la conversación no iba a escalar, pero él no cazó la indirecta. Por lo contrario, se puso de cuclillas a una intimidante distancia de diez centímetros.

—¿Qué te toca hacer ahora? —preguntó.

—Abdominales. Con permiso. —Agité mi mano a un costado para pedirle que se apartara. Lo hizo en un principio, pero cuando me acosté e inicié la primera serie, volvió a arrimarse y me tocó las rodillas que tenía doblegadas.

—¿Qué haces? —cuestioné cuando incorporé mi dorso para hacer la primera flexión.

—Asegurándome de que mantengas una buena postura. Un pequeño mal movimiento puede dañarte la espalda, ¿sabías?

—No necesito tu ayuda. Amanda ya me corregirá si lo estoy haciendo mal. —Miré por detrás del chico y descubrí que, en realidad, la entrenadora no estaba vigilándome como había prometido; se la veía muy entretenida charlando con uno de sus colegas.

Viendo que el muchacho no se iba a alejar a menos de que yo lo hiciera, me puse de pie para escapar al centro del salón y meterme entre la multitud de gente que estaba abarrotando el gimnasio. Sin embargo, eso no lo desmotivó. Me siguió hasta la silla romana. Yo ya estaba recostada boca abajo; me inclinaba hacia delante hasta sentir un estiramiento en los muslos y volvía a la posición inicial. Aún teniéndolo detrás mío, sentía su mirada clavada en mi trasero.

—Me estás matando —musitó.

—Basta. —Abandoné el ejercicio para enfrentarlo—. Aléjate de mí ahora o...

—¿O qué? ¿Vendrá tu noviecito a ponerme los puntos? —Carcajeó—. No lo veo aquí, linda. Estás sola.

Esa última palabra rebotó por las paredes de mi consciencia. Miré a los costados; percibí que todos estaban atentos a la conversación y a lo mal que la estaba pasando, pero ninguno intervino. ¡¿Por qué nadie hacía nada?! Tal vez era cierto: estaba sola, no tenía a nadie en quién contar. Me sentía expuesta y vulnerable. Creí que, en los últimos años, había aprendido a valerme por mí misma y, de pronto, recapacité: nunca fue así. Si no me ayudaba Emmett, lo hacía Dexter, sino mis padres. Jamás me había enfrentado sola a un problema sin que me salvaran.

¿Era este momento el adecuado para empezar a hacerlo?

—Me puedo defender así, sola —recalqué.

—¿Ah, sí? ¿Y qué harás respecto a esto? —Se me acercó hasta rozar mi nariz con la suya e, inmediatamente, lo empujé con fuerzas. Pero él insistió, perseverante a su objetivo de incomodar, y regresó a su sitio—. ¿Y esto? —Agregó, mientras me acariciaba el brazo. En ese instante, quedé paralizada; mi cuerpo no pudo obrar en defensa propia porque mi mente no lograba procesar lo que estaba pasando. Su mano siguió en descenso hasta posarse en mis glúteos—. ¿Y esto?

No tuve tiempo a pensar qué haría al respecto, alguien más se encargó de quitarlo de mi vista. Me sacudí del trance y solo entonces logré ver lo que estaba pasando. El acosador había sido tumbado al suelo y acorralado por unas manos rojas y venosas que lo inmovilizaban. El dueño de aquellas manos estaba de espaldas a mí, sentado arriba del muchacho y sacudiéndolo con vehemencia.

—¡¿Qué crees que haces, basura?! —le gritaba con la voz desgarrada; una voz que reconocí de inmediato.

—¿Emmett? —Me acerqué a comprobar que estaba en lo cierto—. ¡Emmett! ¡Por favor, detente!

—¡¿Piensas que puedes hacer lo que se te dé la gana?! —Seguía vociferando él, ignorando mi pedido de paz—. ¡Te quiero ver ahora, pedazo de idiota!

—¡S-suéltame! —mascullaba el otro chico entre dientes. Las manos que antes lo esposaron, ahora estaban amordazando su garganta y no podía formular ni una palabra más.

—¿Qué se siente perder el habla y que los demás se aprovechen de eso? —inquirió Emmett. Para ese entonces, varios de los presentes intentaron detenerlo, pero él los quitaba a empujones—. Es una sensación asfixiante, ¿verdad? Literalmente asfixiante.

—¡Basta! —seguía gritando.

Los dos entrenadores presentes corrieron hacia nosotros y lo sujetaron de ambos brazos para levantarlo.

—¡Que ni se te ocurra volver a acercarte a ella! ¿Me escuchaste? —dijo Emmett una vez que lo alejaron lo suficiente.

—¡Cálmate, por dios! —Lo arrastré hacia afuera, mientras el personal del gimnasio se encargaba de interrogar a los testigos de la riña—. ¡¿Estás loco?! —exclamé cuando nos aislamos en el callejón más cercano.

—¡¿Él te tocó sin tu consentimiento y yo soy el loco?!

—¡Estaba por darle su merecido hasta que tú apareciste!

—¡Y te fue de maravilla!

—No uses ese tono sarcástico conmigo, Leroy.

—Y tú no me llames por mi apellido, Caeli.

Nos detuvimos un instante para recuperar el aire. Notaba cómo respiraba entrecortado. Su rostro se había inflamado y enrojecido, y el sudor le corría desde la frente hasta el mentón. Mierda, ¿cómo hacía para verse tan bien aún en ese estado?

«Resiste, es solo la abstinencia hablando», dije en mis adentros.

—¿Estás bien? —preguntó una vez que recuperó la calma.

—Sí, descuida —contesté con apatía.

—Me refiero a si estás bien... en general.

—¿En general? —Me atreví a mirarlo directo a los ojos. Tomé una gran bocanada de aire antes de responder—. Lo estaré.

—Yo no —repuso de inmediato—. Estas últimas semanas fueron un infierno para mí. No encontraba motivos para levantarme de la cama hasta que Leo me convenció de que saliera del departamento. El único lugar al que se me ocurrió ir es al gimnasio. Supongo que fue una elección inconsciente; este sitio me recuerda tanto a ti...

—Emmett, no hagas esto.

—Lo siento, Caeli, está fuera de mi control. Te echo de menos, de veras. ¿Tú no?

Negué con la cabeza, y ese gesto bastó para hacerlo retroceder.

—¿No me extrañas en lo absoluto? —replicó.

—A ti, no —dije, cabizbaja, puesto que las lágrimas estaban amenazando con salir—. Extraño al Emmett de hace un año, el que no me ocultaba nada, ni me mentía, ni me hacía sobrepensar las cosas aún sabiendo cuánto podrían lastimarme. Extraño al Emmett que jamás respondía con violencia, sino que se las ingeniaba para resolver todo con ingenio. Y, más que a nada, extraño a mí vieja versión, la que movió cielo y tierra para confiar en ti después de tantas defraudaciones amorosas. Pero a ti, ahora mismo, no te extraño ni un poco.

¡Splash! Otro baldazo de agua. Lo había dicho sin meditarlo, como si ese pensamiento estuviera merodeando en mi cabeza hacía rato. Nunca se me ocurrió pensar que la persona que yo amaba ya se había ido y quizás nunca iba a regresar

Tal vez, ese era el cierre que necesitaba para seguir adelante.

—Quédate en este gimnasio. Yo buscaré otra alternativa —dije antes de marcharme, dejándolo con la boca entreabierta por las cosas que me quería decir y no le permití expresar. Era algo tarde para hablar.

***

 ¿En qué momento todo se fue así a la mierrrr?

Expresen su angustia aquí y lloremos juntas →

Continue Reading

You'll Also Like

1.3K 79 9
"COMPLICADO (I)" AMAR NUNCA FUE TAN COMPLICADO Ojos del color del océano, pelo rubio y alborotado... Tentador, ¿verdad? Pues déjame decirte que deja...
153K 10.5K 31
-Espera espera...¿6000 años? -Más, de 6000 años pequeña...más de 6000 años... ⚠️historia 100% mía⚠️ ⚠️ créditos al creador/a de la foto de la portada...
1.3K 184 18
A veces busco el folio como el que busca la lumbre Para escapar del hambre y del frío de noviembre A veces solo tengo la fuerza de la costumbre Y el...
29.1K 1.3K 10
☏︎ ¿ que pasaría si en el juego del calamar no hubiera solo un líder? Kim Hye-jin es una mujer que siempre obtiene lo que quiere...una mujer...