1. What a Chance!

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─Sesenta y dos, sesenta y tres, sesenta y cuatro

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─Sesenta y dos, sesenta y tres, sesenta y cuatro...

─¡¿Hiciste sesenta abdominales seguidos?!

─No, estoy enumerando los insultos que quiero dedicarte por arrastrarme al gimnasio.

Lisa se incorporó de su colchoneta y me lanzó una mirada áspera. Yo, muy lejos de arrepentirme de lo dicho, continué con el conteo, mientras doblegaba y estiraba mi vientre. A esa altura del ejercicio, el dolor era tal que mis músculos se retorcían por sí mismos, tanto que me los imaginaba enmarañados como un ovillo de tela.

─Tú misma te quejaste de haber descuidado tu salud, Caeli.

─La queja es mi estilo de vida; ayer me quejé de que el helado no estaba suficientemente helado.

─¡¿Helado?! ¡Nos habíamos comprometido a hacer dieta y rompiste la promesa en menos de veinticuatro horas!

─Para ser justas, es más tiempo de lo que creí que iba a durar.

Lisa hubiera continuado regañándome de no ser porque escuchó unos ronquidos provenientes de su lado izquierdo. Era Noemi que se había quedado dormida en su colchoneta. La sacudió del hombro hasta despertarla e hizo una mueca de disgusto al ver un hilo de saliva desprenderse de su boca.

─¿Ya terminamos el ejercicio? ─balbuceó esta.

─Ni siquiera empezaste.

─Oh, vaya...

Con un brinco prolijo que sacó a relucir sus destrezas físicas, Lisa se incorporó y nos miró desde la altura que le propiciaba su metro setenta y cinco. Ajustó la coleta que recogía su cabello rojizo, colocó las manos sobre su cintura esbelta, y con un discurso motivacional digno de una charla TED, intentó reavivar nuestra moral. Dijo algo sobre que este sería el primer día de nuestras vidas, que estábamos destinadas a cumplir con cualquier meta que nos propusiéramos, que llegaríamos al verano con un abdomen más plano que nuestro trasero y un trasero más redondo que nuestro abdomen.

No era la primera vez que nos daba ese sermón, había intentado inculcarnos la costumbre de la vida saludable desde que abandonó su carrera en atletismo. ¿Para qué ser miserable uno mismo si puedes fastidiar a tus amigos, cierto?

Me limité a asentir y Noemi, a chasquear la lengua en señal de irritación. Pasaba una mancuerna de cinco kilogramos de mano en mano, preguntándose cuál sería el momento oportuno para lanzársela a Lisa por la cabeza. Decidí intervenir cuando agarró una de diez.

─De acuerdo, seremos más cuidadosas ─prometí a nombre de ambas y me puse de pie para sellar el acuerdo con un apretón de manos─. De ahora en más, nada de comida chatarra, dulces...

─Ni alcohol.

─¡¿Ni alcohol?! ─Noemi se levantó también para enfrentar a Lisa─. ¿Qué se supone que beberemos esta noche en la fiesta? ¡¿Agua bendita?!

Las chances de estar contigo [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now