Vidas Cruzadas El ciclo. #4 E...

By AbbyCon2B

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En el esplendor del siglo XIX, Peter Morgan había nacido en el centro de una de las familias más importantes... More

Nota de la autora.
Recapitulando.
A saber para la historia.
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ACLARACIÓN SOBRE LA MONEDA (+bonus)
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RECORDATORIO.
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By AbbyCon2B

Comienzo esta historia oficialmente y espero la disfruten de principio a fin. 

En este libro, como ya les comentaba, seguimos el trayecto de los Eades por un tiempo. Ya vimos todo el curso de los Morgan, para ser la familia que son y ahora es el turno de conocer a los Eades y para ello, debemos comenzar por el comienzo.

Espero les guste y por favor, no olviden dejar su apoyo en los comentarios y votando el capítulo. Siempre me ayuda y motiva un montón y lo aprecio demasiado. 

Aviso: Los capítulos en este libro son muuuy largos. 

Sería genial si pudiéramos llegar a los 1000 comentarios.

Los amo un montón y me alegra estar de vuelta. 

...

11 de junio 1897.
Nueva York, Estados Unidos.

Las clases habían terminado ese viernes por la mañana y después de nueve largos e insufribles años, finalmente, Peter se había graduado.

Asistió a la ceremonia temprano en la mañana, como si se tratara de cualquier otro día de clase, aunque sabía que no era cualquier otro día, sino el último...Eso dependiendo de lo que quisiera hacer a continuación; podía trabajar o ir a la Universidad, pero todavía no se había decidido.

En la ceremonia con todos sus compañeros, se pusieron sus túnicas de graduados y los sombreros con la cima cuadrada y un lazo colgando hacia un costado y se hicieron un par de fotografías grupales y otras individuales.

Estuvo la mayor parte del tiempo hablando con su primo Franklin (hijo de Oliver y quien, milagrosamente, también se estaba graduando) y el resto del tiempo lo pasó felicitando a sus compañeros y siendo felicitado de regreso.

El diploma que le entregaron no le servía de mucho, salvo quizás, para colgarlo en la pared de su casa y que su madre pudiera presumir tenía otro hijo graduado.

Después de la ceremonia, esperó por su primo en la puerta de la escuela y se marcharon juntos hacia White Oak, siguiendo el camino de tierra y tomando un desvío por el bosque y no fue hasta que estuvieron solos, rodeados por el silencio de la naturaleza, que se permitieron un momento de celebración para reírse y revisar sus diplomas.

—Mi padre no me lo va a creer —confesó Franklin, sosteniendo el diploma con ambas manos y leyéndolo una y otra vez, como si tuviera que memorizarlo antes de que desapareciera—. Ahora no tendrá opción salvo comprarme las entradas para el campeonato de ajedrez de este año.

—¿Vas a ir?

—Uhm...Vamos a ir —corrigió y Peter se rio y empezó a negar.

—¿Vamos? Vaya, gracias por consultar conmigo.

—Me dirás que no si te lo pregunto amablemente, así que he optado por obligarte —. Se quedó con el diploma en una mano, para no arrugarlo al guardarlo en su chaqueta y esquivó las raíces de los árboles que abultaban la tierra del bosque—. ¿Sí vendrás, ¿no?

—Pensé que me obligarías.

—Bueno...Ese es el plan, sí, pero sería mucho más fácil si simplemente accedieras y me ahorrarás el tener que arrastrarte hasta Chicago.

Peter se rio, mirando hacia sus pasos por el bosque y terminó encogiéndose de hombros al aceptar.

—Si estoy libre para ese entonces, iré contigo, pero no puedo hacer promesas —. Cortó unas flores amarillas que crecían a los pies de los árboles y avanzó hasta alcanzar a Franklin en el camino—. Mi padre quiere que me consiga un trabajo lo antes posible y podría estar ocupado para la fecha.

—¿Tienes que irte a trabajar tan pronto?

—Sí, ya conoces a mi padre. Si no estoy estudiando, debo estar trabajando.

—Ya lo sé, pero...Pídele un respiro, por Dios, apenas nos hemos graduado ¿Y qué hay de las vacaciones?

No había vacaciones en su vida, no cuando su padre estaba revisando cada movimiento que hacía, pero tampoco le molestaba porque ya estaba acostumbrado.

Eli siempre había sido exigente con todos sus hijos varones y lo había visto hacer lo mismo con Esmond, así que Peter siempre había estado preparado para lo que le tocaría.

Su hermano mayor se había graduado de la escuela a los quince años y dos semanas más tardes ya se encontraba tomando un trabajo en una compañía de Minneapolis y dos meses después se había mudado a su propia casa en la ciudad.

Imaginaba que le aguardaba un destino algo similar; empezaría a trabajar, ahorraría lo suficiente y se iría de la casa para vivir en la ciudad, lejos, pero no lo suficiente como para perderse las comidas familiares.

Su hermano Esmond sí se había alejado, después de pasar unos años en la ciudad se había mudado a Los Ángeles, porque se había casado y la familia de su esposa vivía en California. No lo veían seguido desde entonces y a su madre no le había gustado, pero supuso que así funcionaba la vida y algún día; él también se casaría y se iría a vivir con su propia familia.

—Seguro tendré una semana libre —supuso en un intento por animar la situación y Franklin arrugó la nariz con desagrado y lo miró de reojo.

—¿Una semana? ¿Qué haremos en una semana? Una semana es lo que me tomaría siquiera empezar a preparar unas buenas vacaciones...Tendré que hablar con el tío —concluyó y aceleró sus pasos—. O puedes mudarte conmigo, mi padre no te hará trabajar...A veces resulta sorprendente pensar que son hermanos.

—Sí y dudo que mi padre me quiera pasando más tiempo del necesario en tu casa —señaló e igualó sus pasos para estar a su ritmo—. Cree que te falta disciplina y que tu padre es muy débil contigo.

—¿Débil? —. Franklin soltó una carcajada—. Eso porque no lo ha visto enojado...Creo que todavía tengo marcado el cinto de aquella vez que me castigó cuando tenía once años.

Peter aguantó la risa y no dijo nada.

A diferencia de su tío Oliver, su padre Elliot nunca lo castigaba físicamente y la única vez que lo había hecho, había sido unos ocho años atrás, cuando tenía siete años, y porque había adquirido el mal hábito de contestarle a su madre.

Aquel día, le había hablado mal a su madre en más de una ocasión, primero cuando ella lo había enviado a limpiar su dormitorio y le había gritado que lo dejara en paz, luego cuando le había pedido por segunda vez que recogiera sus cosas y también cuando lo había enviado a bañarse y le había dicho de malos modos que ya lo haría más tarde. Su padre había escuchado cada una de sus contestaciones desde la oficina.

Usualmente él no estaba en la casa, así que no sabía realmente con qué frecuencia Peter se comportaba de esa forma con su madre y Odelia tampoco se lo contaba, porque intentaba ahorrarle a su hijo un castigo. Esa tarde empezó a considerar seriamente darle el castigo ella misma. Había estado más insoportable de lo usual.

Su padre había empezado a contar hasta un millón en su oficina, se concentraba en su trabajo y luego el silencio se veía interrumpido por un berrinche de Peter, seguido de los intentos de Odelia por regañarlo. Quería confiar en su esposa para manejar la situación, pero sabía que Odelia podía ser demasiado permisiva con los niños.

Eventualmente, Peter le había contestado a su madre y aunque no recordaba con claridad lo que había dicho, sí recordaba el momento exacto en el que había escuchado a su padre subiendo por las escaleras con sus pasos sonando fuertes en la madera.

Su madre había intentado detenerlo, pero Eli la había apartado gentilmente de su camino y le había dado a Peter dos duras nalgadas antes de dejarlo acostado en la cama.

Había sido la primera y única vez en la que su padre lo había castigado físicamente, porque en su mayoría, Eli estaba en contra de emplear castigos físicos como disciplina. No significaba que no lo castigara, no, Peter había pasado veranos enteros sin poder salir a jugar con sus amigos por estar en penitencia, pero, aunque en su momento había odiado a su padre por todas esas cosas, en la actualidad, se sentía agradecido.

Su padre le había enseñado un sentido del respeto y la responsabilidad que hacía que su transición hacia la vida adulta no fuera tan complicada. Al menos no siendo un Morgan.

Charló con su primo hasta que alcanzaron su casa y entonces tuvieron que despedirse, con la promesa de que se verían más tarde.

Vivían en el camino principal que llevaba hacia la casa de sus abuelos, así que estaban a solo unos pasos de distancia y visitarse no era un gran problema.

Se despidió con la mano y esperó en las escaleras del porche hasta que lo vio alcanzar su casa y desaparecer dentro de esta.

La zona era tranquila incluso cuando estaban cerca del mediodía, solo su familia vivía alrededor y no tenían calles transitadas donde el ruido de los carros y caballos fuera a volverse molesto. Era un paisaje perfecto y todo lo que conocía, pues había vivido allí toda su vida.

Terminó de subir el porche de su casa y cuando abrió la puerta principal, el sonido de la madera contrastó con el absoluto silencio adentro de la casa.

Frunció el ceño en lo que se quitaba su saco para colgarlo en el gancho en la pared detrás de la puerta principal y cruzó el corredor hacia el salón, buscando a su familia.

Normalmente, nunca habría silencio cuando estaban cerca de la hora del almuerzo. Tenía hermanos pequeños que siempre llenaban la casa con sus risas y gritos e incluso aunque ellos no estuvieran, siempre había ruido en la cocina o en el salón, donde su madre estaría buscando algo con lo que mantenerse ocupada.

Su padre era el único que nunca estaba en la casa durante el mediodía (excepto los domingos) y regresaría para la cena en la noche, a menos, claro, que pudiera trabajar desde casa.

Abrió las puertas corredizas de madera que tenía el salón y se sobresaltó en el lugar cuando encontró a toda su familia en el lugar.

—¡Sorpresa!

Su hermana lanzó un puñado de papelillos de colores hacia el aire sobre su cabeza y se rio cuando sus hermanos se lanzaron sobre él para abrazarlo.

—Nuestro graduado —sonrió su madre y le estrujó el rostro antes de besarlo en ambas mejillas.

Habían decorado el salón con un cartel de felicitaciones sobre la chimenea de la estufa y tenían la mesa del comedor, servida con un pequeño banquete para compartir en familia, incluyendo una botella de champagne para brindar.

Abrazó a sus hermanos de regreso, apretándolos con fuerza y cuando Aron, el más pequeño de todos, quedó apretado entre sus cuerpos, sujetándose de su pierna, lo alzó en sus brazos para que estuviera a la altura y este le dejó un beso en la mejilla.

Su hermana Issy se unió a ellos en el abrazo y cuando se separaron, pudo dirigir su atención hacia su madre y también hacia su padre, quien parecía haber faltado al trabajo por el día.

Odelia lo apretó con fuerza contra su pecho y besó su cabeza como hacía siempre desde que tenía memoria. La dejó, mientras sonreía y luego puso a Aron en sus brazos para girarse y abrazar a su padre.

—Mi muchacho —sonrió Eli y lo sujetó con fuerza, dándole unos golpes afectivos sobre la espalda, mientras recostaba el mentón contra su hombro—. Muéstrame ese diploma, quiero ver lo que han puesto.

Buscó por la hoja que había guardado en el bolsillo de su chaleco y Odelia se acercó con Aron en brazos para leer con ellos.

—Graduado con honores —leyó Eli y le dio un golpe a la hoja para señalarla—. Mira eso, Odelia, con honores nada más y nada menos.

—Ese es mi niño, siempre tan inteligente.

Su madre le acarició la mejilla, mirándolo con esos ojos amables y orgullosos y luego volvió a leer el diploma con Eli y decidió buscar un portarretrato que pudiera desocupar, para poner el diploma en la pared.

Había imaginado que harían algo como eso.

—No grites, pero...Tenemos una sorpresa ¿vale? —informó su hermana Issy, atravesándose en su camino para detenerlo de ir hacia la mesa servida en el comedor.

Moría de hambre, pero se detuvo para asentir y la miró expectante.

—¿Qué sorpresa?

Ella sonrió, con sus ojos celestes aclarándose dos tonos por las lágrimas de emoción y cuando miró hacia la puerta abierta del comedor y se apartó de su camino, Peter miró en la misma dirección.

Primero vio a sus sobrinos entrar en la habitación, Mary y Allen Morgan. Eran los hijos de su hermano mayor y no los veía muy seguido, ellos vivían en California y solo visitaban en navidad. Por desgracia, no habían viajado en las últimas navidades por el clima y porque la esposa de su hermano, Lillie, se había enfermado.

Cuando la vio a ella entrar en la habitación, le sonrió y tomó otro segundo que la comprensión se asentara en su cabeza.

Volvió a mirarla, frunciendo el ceño y borrando su sonrisa y luego miró hacia su madre, intentando buscar una confirmación de que no estaba soñando y la familia de Esmond realmente estaba de visita.

Ella asintió hacia él con su hermosa sonrisa y lágrimas en sus ojos y fue la confirmación que le bastó para adelantarse unos pasos y entrar en el salón, pasando junto a sus sobrinos y su cuñada.

Esmond estaba ocultó en un rincón junto a la puerta y en cuanto Peter asomó, saltó para asustarlo y Peter gritó de emoción y se lanzó a sus brazos sin importarle que ya no pesaba solo cincuenta kilos como cuando era un niño.

Odelia e Issy se rieron al ver como Peter se colgaba de Esmond y este luchaba por sujetarlo y no irse hacia el suelo bajo su peso y con ellas también se rieron los niños, aunque no comprendieran cual era la broma.

—Viniste —casi gritó Peter en su oído y Esmond asintió mientras lo abrazaba—. No me sueltes, no todavía...Te extrañé, te extrañé demasiado...

—También yo, enano, también yo.

Se abrazaron por un extenso minuto y Peter aprovechó que estaba de espaldas a su familia y nadie podía verlo, para tragarse las lágrimas y controlar su emoción.

Había pasado más de un año desde la última vez que se habían visto, lo cual era demasiado tiempo para ellos. Su relación con Esmond siempre había estado marcada por la fuerte unión entre ellos. Esmond había sido su mentor en muchas cosas y también su ejemplo a seguir; a Esmond le había ido bien en clases y por eso él quería que le fuera bien en las suyas, Esmond siempre estaba leyendo un nuevo libro y Peter siempre leía un nuevo libro también y cuando podía, se aseguraba de leer los mismos libros que su hermano y así tendrían muchas cosas para hablar.

Al menos así era cuando vivían juntos, pero desde que Esmond se había marchado, apenas sabía lo que sucedía en su vida y las cartas demoraban una eternidad en llegar.

—¿Pensaste que me perdería tu graduación? —inquirió Esmond cuando se apartaron y ahuecó su rostro en ambas manos.

—No estaba seguro...Como no vinieron para navidad —explicó y se limpió los ojos con la manga de su camisa.

—Queríamos venir, pero fue complicado y con Lillie enferma no podíamos arriesgarnos —. Le pasó un brazo por los hombros para apretarlo contra su costado y dejó un beso en su cabeza—. Pero no me iba a perder tu graduación, papá me dijo que te estaba yendo muy bien y por lo que escuché, te graduaste con honores.

Asintió, todavía intentando contener las lágrimas de emoción y cuando Esmond se alejó para ir a revisar el diploma que su madre había enmarcado, silbó por lo bajo y lo miró con una sonrisa.

—Mira nada más, el enano superando a su hermano mayor. ¿Has visto eso, papá?

—Se ha quedado con toda la inteligencia de la familia.

—Ah, mira, Issy, ahora sabemos qué te pasó.

Peter se rio cuando su hermana lanzó un manotazo hacia el abdomen de Esmond y este se encogió, reprimiendo una carcajada y le guiñó un ojo en su dirección. Él siempre sabía cómo irritar a sus hermanas.

—Peter pasa todo el día metido en sus libros, no es sorpresa que le haya ido tan bien —comentó Issy y agregó—, es más, sería preocupante si no le fuera tan bien.

—Tienes razón, querida, pero no hay que quitar mérito a la inteligencia de tu hermano —dijo Odelia y Peter le sonrió cuando ella abrió los brazos para recibirlo—. Mi hermoso niño, estoy muy orgullosa de ti, sé que trabajaste muy duro por esas notas.

—Ay, me voy a poner celoso —murmuró Esmond y se apartó, fingiendo estar ofendido cuando Odelia intentó abrazarlo también—. A mí no me dijiste que estabas orgullosa.

—No seas mentiroso, Esmond, te dije exactamente lo mismo y ven aquí, que quiero darte un abrazo.

Se rindió ante su madre para abrazarla y Odelia se rio cuando él la apretó cálidamente contra su pecho.

Había habido una época en la que ella era más alta que él y podía acurrucarlo en sus brazos y cantarle una canción para dormir, pero ahora, Esmond era un hombre hecho y derecho y la superaba por más de media cabeza de altura.

Alzó la mirada hacia él, con una sonrisa orgullosa y se alzó en la punta de los pies para darle un beso en la mejilla, antes de apartarse.

—Bueno, ya —dijo y cruzó el salón hacia el comedor—. Tenemos que hacer un brindis todos juntos para celebrar a nuestro nuevo graduado en la familia.

Peter no había imaginado que su familia lo recibiría con una celebración por su graduación, mucho menos que su padre faltaría al trabajo y su hermano vendría de visita para celebrarlo. Para él, era un evento insignificante, algo que ya había estado asegurado desde hacía varios meses, pues sus calificaciones siempre se habían mantenido constantes, pero no podía negar lo mucho que le alegraba estar con todos a los que más amaba y poder compartir la tarde con ellos.

—¿Los abuelos no vendrán? —preguntó a su padre cuando se unió a él para ir al salón.

—Sí, pero vendrán en la tarde, han tenido que dividirse para pasar un rato en la celebración de Franklin y Avonela.

—Podrían habernos hecho una fiesta para los tres ¿no?

—Lo propuse, pero tu abuela temía que la atención no se distribuiría justamente si nos mezclábamos —. Se agarró una copa de la mesa que Odelia sirvió con un poco de champagne y tomó otra para Peter—. Por un excelente futuro para ti, hijo mío.

—Gracias, papá.

Brindaron entre todos, con los más pequeños acompañándolos con unos vasos con jugos y cuando hubieron terminado, tomaron asiento entorno a la amplia mesa del comedor, donde su madre ya había servido un delicioso almuerzo.

Empezaron con los aperitivos mientras charlaban sobre el cierre del año escolar y Peter se sirvió un par de huevos rellenos con una rodaja de pan y se tomó su tiempo para comer, en lo que escuchaba la conversación y respondía algunas preguntas.

—¿Y qué harás ahora, enano? —inquirió Esmond, sentado a su lado y se recostó un poco en la silla, extendiendo su brazo hacia el respaldo detrás de Peter—. ¿Seguirás estudiando?

—Aun no estoy seguro —. Se llevó la copa a los labios antes de continuar y dejó los cubiertos en su plato, ahora que había terminado el aperitivo—. Creo que papá tiene unas propuestas para mí, pero aún no lo hemos discutido.

Eli asintió desde su lado de la mesa y dejó su copa vacía junto al plato.

—Lo hablaremos más tarde, Peter.

Asintió, porque de todas formas no estaba entusiasmado con descubrir los trabajos que su padre había conseguido y rio cuando Esmond golpeó su rodilla bajo la mesa para llamar su atención y lo sorprendió con dos escarbadientes de madera en sus labios, asomando como los colmillos de una morsa.

—¿Cómo me veo, uhm? —inquirió y se pasó una mano por su cabello engominado con cierta arrogancia—. No me tengas tanta envidia, hermano...Sé que es imposible lucir tan bello como yo.

Peter se rio y sus hermanos más pequeños y sus dos sobrinos también se rieron cuando Esmond se giró hacia ellos para hablarles. Las palabras asomaban con dificultad por los escarbadientes en su boca y se movían con sus labios, dando la impresión de que estaban adheridos a sus dientes.

—¿Se ríen de mí? —les dijo a sus hijos y estos se cubrieron la boca con sus manos e intentaron negar—. ¿Por qué se ríen? ¿Qué tengo? ¿Tengo algo en la cara?

—Sí —dijeron los dos al mismo tiempo, extendiendo la palabra.

—¿Dónde? —inquirió Esmond y se tocó la frente—. ¿Aquí?

Ambos negaron y Aron se les unió desde el otro lado de la mesa, agitando sus piernas hacia el suelo y riéndose por la confusión que Esmond simulaba.

—¿Entonces aquí? —preguntó y se picó un ojo—. ¡Ay, mi ojo!

Los niños estallaron en carcajadas mientras Esmond se echaba hacia atrás en la silla, apretándose el ojo con ambas manos y Peter se rio junto con sus hermanos más pequeños y corrió un poco su silla, cuando su sobrino Allen intentó trepar en su regazo para estar más cerca de la acción.

Lo alzó para sentarlo en su pierna y Allen miró hacia su padre y se rio cuando lo vio señalando hacia sus cejas para saber si había algo mal con ellas.

—¡Es tu boca! —señaló Aron con impaciencia—. ¡Tienes palitos en la boca!

—¡¿Palitos en la boca?! —gritó Esmond y se aferró al borde de la mesa, ampliando sus ojos como si fueran a estallarse de sus cavidades—. ¿Cómo que tengo palitos en la boca?

—Aquí —dijo Mary y se inclinó desde su asiento para tocarlos con la punta de su dedo índice.

Esmond miró hacia abajo, intentando observar los escarbadientes en sus labios y frunció el ceño.

—Yo no veo nada —comentó y Peter se rio—. ¿Aquí tengo un palito? —dijo y su dedo señaló hacia su labio superior, lejos del escarbadientes.

—No, ahí no —respondió Aron—. Al lado...No, el otro lado... ¡Eso, eso!

Las conversaciones en la mesa habían terminado ahora que los niños estaban acaparando toda la atención en su juego con Esmond y Eli observaba el intercambio desde su asiento, con una sonrisa en los labios en lo que terminaba sus aperitivos.

Normalmente, Odelia habría pedido cierto orden durante la comida y que no jugaran con los utensilios de mesa, pero como era un día especial y estaba feliz de tener a toda su familia reunida, no dijo nada y simplemente disfruto de ver a su hijo luciendo ese don que tenía con los niños.

—Te casaste con el indicado, querida —le comentó a su nuera cuando la vio sonriendo hacia Esmond.

Ella asintió en su dirección y su mirada se iluminó mientras Mary intentaba retirar uno de los escarbadientes de la boca de Esmond y este fingía gritar de dolor para que se detuviera.

—Eso fue porque criaste al indicado, mamá.

Agradeció el cumplido, conteniendo ese repentino impulso de llorar de orgullo y le dio un suave apretón en la mano que Lillie descansaba sobre la mesa y se excusó para marcharse a buscar el almuerzo en la cocina.

Les había dado el día libre a su empleada para poder tener una tarde a solas con su familia y ser ella quien se encargará de prepararles la comida. Había cocinado unas verduras en el horno con leña y también había preparado un puré de papas y una deliciosa carne rellena que se terminaba de cocinar en sus jugos dentro de la fuente de metal.

Tomó un trapo para poder sacar la fuente del horno y la estaba dejando sobre la mesada de madera, cuando sintió a Eli, recostando el mentón contra su hombro y besando su cuello desnudo.

—Huele delicioso —susurró y Odelia sonrió cuando sus brazos la envolvieron desde la espalda y pudo recostarse en el calor de su pecho.

—La he preparado con la salsa que tanto te gusta.

—Uhm...En ese caso, tendré que quedarme con toda la fuente para mí solo —. Rio y se apartó después de que Eli le diera un dulce beso en los labios y tomara la cuchilla para encargarse de cortar la carne—. Tendrán que buscarse algo más para almorzar.

—Ja, ja, muy graciosos, Eliott.

Se encargó de preparar el puré de papas y Eli terminó de cortar algunas rodajas de la carne rellena para poner en la fuente que llevarían a la mesa y se agarró algunos trozos que se desprendían y quedaban remojados entre todo el jugo.

—Mmm...Te quedó especial, querida —halagó y se chupó los dedos antes de limpiarse en uno de los trapos—. ¿Puedo ayudar en algo?

—Ya no queda mucho por hacer, solo terminaré de preparar esto y lo llevaremos a la mesa.

Se quedó a hacerle compañía en lo que ella terminaba con la comida y recostó su cuerpo contra el borde de la mesa, desde donde podía observar sus movimientos y esperar con los brazos cruzados.

—¿Qué haremos con Peter ahora que ha terminado los estudios? —preguntó.

Odelia volcó el puré en una bandeja para llevar a la mesa y lo decoró con unas hojas de romero.

—Pensé que ya tenías algunas opciones de trabajo.

—Sí, pero...No sé si serán de su agrado, ya sabes que es un muchacho especial —. Intentó agarrarse una cucharada de puré y Odelia le dio un golpe en la mano para detenerlo y apartó la fuente de su alcance. Eli solo cruzó los brazos decepcionado y continuó hablando—. No le gusta que le resuelvan los problemas y sé que no le gusta que le diga que hacer.

—Te respeta demasiado como para no hacerte caso, cariño.

—Sí, pero...Tal vez debería darle su espacio...No lo sé...Ya no es un niño.

—Tu madre difiere en eso —le recordó y Eli rodó los ojos.

—Mi madre tiene la cabeza en otros tiempos con esos temas y querramos o no, Peter ya no es un niño, se está convirtiendo en un hombre y necesita su propio espacio y tomar sus propias decisiones —. Se agarró un trozo de carne antes de que Odelia pudiera detenerlo y limpió sus manos en el trapo en lo que ella ponía la fuente con verduras asadas en la mesada—. Debe aprender a valerse por su cuenta ¿no crees?

—¿Y qué sugieres?

No respondió de inmediato, se quedó de brazos cruzados, un pie doblado enfrente del otro con el cuerpo apoyado contra el borde de la mesada y cuando se mordió el labio inferior, mirando hacia el suelo, Odelia detuvo lo que hacía y agitó el trapo en su dirección.

—No te atrevas.

—Pero ya no es un niño...

—Lo es para mí —espetó—. Ni siquiera ha cumplido los dieciocho años, Eli.

—Pero los cumplirá y será una buena experiencia para él —. Se descruzó de brazos, enderezando un poco su postura y agregó—. No estoy proponiendo que vaya a vivirse solo.

—¿No? ¿Entonces qué propones?

—Una Universidad...En Nueva York, por ejemplo, yo estudié allí y no dudarán en recibirlo y entonces podrá estar con otros muchachos de su edad y aprender a vivir por su cuenta.

Odelia ya estaba rodando los ojos en lo que él terminaba de expresar su idea y le dio la espalda exasperada, para distraerse con la comida. Ya ni siquiera estaba de humor para cocinar.

—Tuvimos esta misma discusión con Esmond, Eliott, y me ignoraste completamente.

—¿Y me equivoque en hacerlo? —inquirió y señaló hacia la puerta que llevaba al salón—. ¿Acaso no es Esmond un buen hombre, de excelente carácter y responsabilidad? Tú misma lo dices, Odelia...Presumes todo el tiempo lo orgullosa que estás de él...

—Siempre lo estuve.

—Oh, no, querida —rio—. Permíteme recordarte que Esmond solía ser un muchacho muy rebelde hasta que tomé la decisión de enviarlo a vivir por su cuenta y fue específicamente porque tomé esa decisión, que él aprendió a ser responsable y agradecido.

—Pero Peter no necesita aprender ninguna lección —espetó, con un trapo apretado en sus manos y giró para enfrentarse a él—. Es un niño muy bueno, es educado y obediente, siempre ordena su cuarto y hace todas sus tareas. Y es inteligente y atento, enviarlo lejos siendo tan pequeño sería como un castigo y pobrecito, ha estado tan estresado últimamente.

—Es muy vulnerable, Odelia.

—¿Y qué tiene eso de malo? —soltó a la defensiva y Eli tuvo que acariciarse el puente de la nariz y respirar un momento.

Se calmó, antes de responder con molestia y un tono más alto del necesario y cuando habló, lo hizo con una voz suave y tranquila.

—Necesita ser un hombre, querida. Y para eso, debe aprender a controlar sus emociones y a vivir por su cuenta, sin la protección de la burbuja en la cual tú lo pusiste.

—No estoy de acuerdo —concluyó y se dedicó a limpiar la mesada, aunque no fuera necesario—. Todavía es muy joven para dejar la casa y te equivocas, Eliott, él es perfectamente capaz de vivir por su cuenta y ser fuerte, simplemente no necesita serlo porque me tiene a mí y así está bien. Ya tendrá suficiente tiempo para ser un hombre cuando sea más grande y yo no esté.

Había imaginado que la discusión no terminaría como él esperaba, porque la misma situación se había dado con Esmond años atrás y él había tenido que elegir por su cuenta, ganándose el enojo de su esposa por varios meses en ese primer año.

No estaba seguro de si le tocaría hacer lo mismo otra vez.

—No puedes protegerlo para siempre, Odelia.

—Espera hasta que cumpla dieciocho —pidió y Eli negó.

—Ya estará muy cerca de casarse y empezar su propia familia a esa edad, necesita aprender desde antes. Puede irse a la Universidad en Nueva York o puedo conseguirle un trabajo y que se mude a la ciudad, pero sea lo que sea, Peter debe irse.

Le costó mantener la postura cuando Odelia lo miró con lágrimas furiosas en sus ojos y le lanzó el trapo en la cara, el cual cayó sobre la mesa frente a él. Lo tomó, para doblarlo y lo dejó a un lado.

—Le diré a tu madre —acusó y Eli cerró los ojos y suspiró—. Si no me escucharás a mí, entonces tendrás que escucharla a ella.

—Querida...

—No...No quiero escucharte, no quiero siquiera verte en estos momentos. Primero envías a Esmond lejos y ahora apenas puedo verlo una vez al año y ahora harás lo mismo con Peter y él se irá y no volveré a verlo nunca más...

—Mi amor, no seas tan dramática —pidió y eliminó la distancia entre ellos para sujetarla y abrazarla, aunque ella intentó resistirse al comienzo—. Lo volveremos a ver, por supuesto que sí.

—No, porque se enamorará de alguna muchacha en Nueva York y elegirá vivir allí para no alejarla de su familia y entonces tendré a mi hijo mayor en una punta del país y al menor en el otro extremo y no los veré nunca...

Se ocultó en sus manos contra el torso de Eli y lloró más fuerte, intentando no hacer demasiado ruido para que no pudieran escucharla desde el salón.

—Los volveremos a ver, cariño, y sí, tarde o temprano Peter también se enamorará de alguna joven mujer y decidirá construir una familia con ella, pero así es la vida. Tú y yo lo hicimos, nuestros padres antes que nosotros y lo harán también nuestros hijos.

Le limpió las lágrimas con los pulgares, ahuecando su rostro en ambas manos para que alzara la cabeza y lo mirara a los ojos y le sonrió, en un intento por reconfortarla.

—Nuestro trabajo es asegurarnos de que él logre alcanzar ese camino, que pueda llegar a tener su propia familia y una vida sana y estable. Le damos las herramientas que necesita y cómo usarlas y lo enviamos al mundo para que pueda ponerlas en práctica...

—No todavía —susurró entre lágrimas.

—Sí, mi amor, es ahora...Mientras todavía es joven y es más fácil aprender —. La besó en la frente y tomó el pañuelo de su traje para limpiarle las lágrimas—. No llores, por favor, no quiero hacerte llorar.

—No estaba preparada para tener esta conversación —confesó en lo que se limpiaba las lágrimas y Eli asintió.

—Lo sé, perdón, escogí un mal momento —. Le sujetó el rostro desde el mentón y unió sus labios en un suave y dulce beso—. Lo haré mejor la próxima vez ¿sí?

Peter asomó en la habitación, interrumpiendo justo cuando Odelia terminaba de limpiarse las lágrimas y ella le dio la espalda rápidamente, para ocultar sus ojos rojos y fingió que terminaba de acomodar la comida.

—¿Necesitan ayuda? —preguntó y llevó su atención de su padre a su madre y de regresó a su padre.

No quiso demostrar que los había escuchado durante toda su discusión y las ideas de su padre para su futuro, pero estaba seguro de que lo tenía escrito en todo el rostro.

Odelia se limpió la nariz y forzó una sonrisa al mirarlo por un segundo antes de volver a ocultar su rostro lloroso.

—Puedes llevar la carne, hijo.

Peter cruzó la cocina hacia la mesa y tomó la fuente con las rodajas de carne y un trapo para ubicar debajo de esta en la mesa del comedor.

Miró un momento a su madre, quien seguía con la atención en la mesada, para mantener la cabeza agacha y con cuidado, le acarició la mejilla usando el dorso de sus dedos.

Ella lo miró.

—¿Estás bien, mamá?

Sonrió para reconfortarlo y asintió.

—Solo un poco nostálgica, pero tu padre ya estaba consolándome, cariño, no te preocupes ¿Sí?

Sabía que no era verdad, pero decidió no intervenir en conversaciones donde no lo llamaban y solo asintió y se regresó al salón con la carne.

Sus padres no tardaron en unírsele, trayendo el resto de la comida y continuaron con el almuerzo y las conversaciones que iban y volvían por toda la mesa.

Peter no habló mucho, su mente había quedado ausente y sumergida en todos esos pensamientos que lo estresaban desde hacía ya algunas semanas.

Puesto en pocas palabras; crecer era una mierda.

Al menos esa era la conclusión a la que había llegado mientras intentaba decidir lo que quería hacer con su futuro y es que, simplemente no tenía idea de qué quería. Apenas cumpliría dieciocho años en noviembre, no estaba seguro de como quería que se viera el resto de su vida, ni siquiera estaba seguro de haber encontrado sus pasiones todavía.

Sí, le gustaba leer, pero dudaba poder conseguir un trabajo de eso y todavía no se conocía lo suficiente como para elegir entre los negocios, las ciencias o la ley. Tal vez podía seguir en los pasos de su padre y ser abogado, pero luego miraba a su padre, estresado todos los días por un caso distinto y dudaba.

No comió mucho por estar dando vuelta a sus ideas, en su lugar, se quedó con los cubiertos en sus manos y cada tanto, removió el puré y las verduras en su plato y tomó un pequeño bocado.

Estaba demasiado estresado como para pensar en comida y empezaba a sentir un pánico creciendo en su pecho.

No le sorprendía que su padre quisiera se fuera de la casa, había hecho lo mismo con Esmond cuando esté se había graduado con quince años y haría lo mismo con el resto de sus hijos varones. Era parte importante de la vida y de crecer y volverse independiente, su padre también lo había hecho, aunque un poco más tarde por la situación económica de su familia cuando él tenía quince años.

Tampoco le molestara que ese fuera el plan, le estresaba un poco, pero no le molestaba. Quería poder ser independiente, incluso podía decir que necesitaba demostrarse a sí mismo que podía serlo, porque después de haber pasado toda la vida bajo la protección de sus padres y enfrentando pocos o ningún desafío, le preocupaba que no estuviera preparado para el mundo real, el cual ni siquiera estaba seguro de conocer.

Se llevó un pequeño trozo de carne a la boca y estaba masticando lentamente, cuando la rodilla de Esmond golpeó la suya bajo la mesa y lo miró.

—¿Estás bien?

Se obligó a asentir, forzando una sonrisa, pero supo por las cejas fruncidas de su hermano y sus ojos entrecerrados, que no lo convencía.

Esmond no dijo nada al respecto durante el almuerzo, solo le regresó la sonrisa y le llenó su copa con un poco de vino fresco y dulce que su padre había puesto en la mesa.

—Ya eres un hombre ahora —le dijo cuándo le puso la copa en la mano—. Puedes beber con los adultos.

Esta vez su sonrisa fue genuina e hizo un brindis con su hermano antes de beber al mismo tiempo. Concluyó que no le gustaba el vino, al menos no esa marca, el sabor agrio que le llegaba justo después de ese dulce inicial, se quedaba en su paladar y no había forma de quitárselo, incluso aunque tomó un poco de agua.

Continuaron charlando todos juntos en la mesa, con Peter escuchando parte de una conversación y luego la otra, cuando el sonido de la puerta principal abriéndose los interrumpió y el rostro de Aron se iluminó desde su lado de la mesa y abandonó rápidamente su asiento.

—¡Abuelo!

Odelia sonrió desde su banco y miró hacia el recibidor, girándose en el asiento.

Aron había cruzado el salón corriendo hasta alcanzar a Jonathan y Olivia en la entrada principal y había pasado por completo de Olivia, para aferrarse a las caderas de Jonathan y brincar a sus pies para que lo alzara.

Olivia sonrió, le acarició el cabello repleto de rulos dorados y pasó hacia el salón para reunirse con los demás.

—Pasan completamente de mí mis nietos —dramatizó y dejó un beso en la mejilla de Odelia—. Pero no este nieto ¿verdad, mi niño?

La sonrisa de Peter no cabía en su rostro cuando retiró la servilleta de su regazo para dejarla en la mesa y se puso de pie con la intención de ir a abrazar a su abuela.

Ella lo apretó con fuerza como siempre hacía y cubrió sus mejillas de besos melosos que solían irritarlo cuando era niño, pero que ahora solo agradecía.

—Mi niño—sonrió Olivia y ahuecó su rostro en ambas manos—. Tienes que contarme todo, quiero saber que dijo tu maestra y cuáles fueron las notas. Ya escuché por ahí que alguien se graduó con honores...

—¡Oh, sí! Tenemos el diploma —presumió Odelia y dejó su asiento para correr a buscar el portarretrato que había colgado en el salón—. Mira qué maravilla, mamá...

Olivia tomó el portarretrato para leer lo que ponía y ahogó un gritó de emoción al volver su atención hacia Peter.

—Primero de su clase —celebró y buscó la mano de Peter para apretarla suavemente en la suya cuando él se detuvo a su lado—. Que orgullo nos das, cariño. Sé que trabajaste muy duro por estas notas.

—Ya le dije yo que estamos muy orgullosos —comentó Odelia y dejó el retrato colgado otra vez en la pared—. Es un joven muy inteligente, su maestra incluso le dijo que espera escuchar sobre él en el futuro logrando grandes cosas.

—Oh, no cabe duda—coincidió Olivia—. Yo siempre le digo a Jona que nuestros nietos están destinados a ser grandes.

Miró a su alrededor, buscando por Jonathan en el salón y no le sorprendió encontrarlo todavía en el recibidor, rodeado por sus nietos más pequeños, Aron de cuatro y Brian de nueve y también sus dos bisnietos, Mary y Allen.

—Jona, ven a saludar a Peter.

Jonathan dejó a Aron en el suelo, después de haberlo abrazado fuertemente y les pidió a todos que aguardaran un momento, en lo que terminaba de entrar en la casa y se reunía con Peter.

—Felicidades, hijo —le dijo y lo atrajo en un cálido abrazo—. Merecido tenías ese diploma, tu padre nos contó que estudiaste todo el invierno.

—Así es y mira, se graduó con honores —señaló Olivia y Jonathan observó hacia el diploma en la pared.

—Vaya...Si tan solo tu padre se hubiera esmerado tanto. Claramente no sacaste la inteligencia de él.

—Gracias, papá —murmuró Eli y se les unió desde el comedor—. Siempre tan cariñoso.

—Era una simple observación.

—No le hagas caso, cariño —intervino Olivia y acarició la mejilla de Eli—. Siempre has sido muy inteligente, tal y como tu padre y Peter no se queda atrás. Cuéntame cómo fue la graduación, por favor. ¿Qué hicieron?

Olivia se fue hacia el comedor con Peter, para acompañarlos en el almuerzo y Esmond se cambió de lugar, para permitir que su abuela pudiera sentarse con él y seguir charlando. Odelia y Eli los acompañaron y Jonathan pretendía hacer lo mismo, cuando Aron se detuvo a su lado, tomó su mano y tiró de él hacia las escaleras.

—¿Qué sucede, pequeño?

Lo siguió hacia el piso de arriba, con Mary y Allen acompañándolos para ver lo que Aron tenía para enseñarles y cuando entraron en su dormitorio, que siempre estaba bien organizado, Jonathan descubrió que Eli había mantenido su palabra y le había comprado a su hijo aquel juego de trenes y vías férreas que había prometido.

—¡Guau! —dijo Allen y se apresuró para irse hacia el suelo de rodillas junto a las vías armadas—. ¡Tienes muchos trenes!

Allen no perdió tiempo en empezar a explorar todos los juguetes que Aron tenía guardados en su baúl junto a la vía armada en el suelo y la cual ocupaba una porción de la habitación y Mary se mantuvo de pie junto a su hermano, observando un poco más vergonzosa.

—¿Todo esto te regalaron tus padres? —preguntó Jonathan y Aron asintió y tiró de él para que se sentara en el suelo a jugar—. Pero solo un rato ¿de acuerdo? La abuela va a regañarme por no estar con todos en la mesa...

Se agachó hacia el suelo, con cierta dificultad porque ya le pesaban los huesos y una vez estuvo con las piernas cruzadas, tomó algunos de los trenes que Aron le compartió y armó una fila de tres vagones para poner sobre las vías.

Estuvieron jugando por un rato, eventualmente Mary perdió la vergüenza y se arrodilló en el suelo, en el centro del circulo que formaban las vías y entre los cuatro formaron una historia para su juego, usando algunas de las figuras de madera que Allen había sacado del baúl de juguetes.

Al final, ese poco rato que Jonathan había dicho pasaría jugando, terminó convirtiéndose en casi una hora, que solo notó cuando Olivia subió a buscarlo.

—¿Qué están haciendo por aquí? —preguntó, entrando en la habitación, con los pasos de sus tacones resonando en la madera—. ¿A qué juegan?

—A los trenes y exploradores —contestó Mary y se sentó sobre los talones para mirar como Aron hacía avanzar el tren por las vías.

Olivia se detuvo junto a Jonathan, quien seguía sentado en el suelo, vistiendo una de las muñecas de tela que Mary había conseguido de los juguetes de Aron y que probablemente era de alguna de sus hermanas.

—No saludaste a la abuela, Aron —reprendió Odelia, uniéndose a ellos en la habitación.

—Oh, tranquila, querida, no me molesta. Estaba ansioso por venir a jugar con el abuelo ¿verdad? —. Aron asintió y aun así se puso de pie y cuando Olivia se inclinó a su altura le dio un beso en la mejilla y luego volvió a su juego—. Veo que Eli le consiguió el juego que quería.

—Sí, después de buscarlo por todas partes —comentó Odelia y observó hacia el tren circulando por las vías—. Tuvo que viajar hasta Chicago para comprarlo, solo había una tienda que lo tenía.

—Qué raro, pensé que eran muy populares.

—Ese es el tema, son tan populares que no quedaban en ningún lado —explicó y cuando Aron se puso de pie para ir a buscar más juguetes en su baúl, Odelia lo siguió y le acomodó la camisa que se le había escapado de adentro del pantalón—. Y ahora se pasa todo el día aquí jugando con su hermano.

—Está bien, hay que disfrutar los juegos —. Observó cómo Aron volvía al suelo con otros juguetes en sus manos y luego detuvo su atención sobre Jonathan, que seguía concentrado, armando otra combinación de vagones—. ¿Vamos, mi amor?

Le acarició el cabello que traía algo largo y ondeado, con un par de canas pintadas entre los mechones de color castaño y Jonathan no le prestó atención de inmediato. Olivia reprimió la risa cuando encontró su mirada con Odelia.

—¿Jona?

—¿Mmm?

—¿Vamos? —dijo y él alzó la mirada y frunció el ceño.

—¿Tan pronto?

—Ha pasado una hora, cariño, y todavía tenemos que ir a casa de Emma, para celebrar la graduación de nuestra nieta.

Una hora. No sabía en qué momento se le había pasado una hora y ni siquiera había charlado con Peter acerca de su graduación.

Dejó el tren en el suelo, para empezar a ponerse de pie, pero Aron negó y lo tomó de las manos y se sentó sobre sus piernas.

—Aron, deja que el abuelo se tiene que ir —pidió Odelia, pero él negó.

—No quiero...Quiero jugar.

—Yo también, mi niño, pero tengo que ir a ver a tu prima —le explicó y dejó un beso en su mejilla antes de alzarlo y dejarlo en el suelo a su lado—. Mañana vendré otra vez en la tarde y jugamos más rato ¿Qué dices?

No parecía muy convencido, pero supuso que era mejor a que no jugaran en lo absoluto, así que asintió y se sentó con los brazos cruzados y lágrimas en los ojos.

—No llores, pequeño —pidió Jonathan y le levantó el rostro desde el mentón—. Tienes que compartir y desafortunadamente, solo hay un abuelo y no me puedo partir a la mitad. ¿Quiere que juguemos mañana?

—Sí...—sollozó y se limpió los ojos con sus puños.

—¿Me das un abrazo?

Asintió y se puso de pie para dejarse caer contra los brazos de Jonathan.

Olivia lo ayudó a ponerse de pie, con Aron en brazos y este se abrazó a su cuello y recostó la mejilla en su hombro sin querer soltarlo. Sus ojos estaban todavía algo húmedos cuando Olivia lo miró y con cuidado, le limpió las mejillas y le dio un beso en la frente.

—El abuelo vendrá mañana ¿sí?

Asintió, pero no soltó a Jonathan de inmediato y pasaron unos minutos, en los que Jonathan lo consoló, antes de dejarlo en sus pies y que Aron regresara a jugar con sus sobrinos estando mucho más tranquilo.

—Veo que se divirtieron —señaló Olivia, una vez hubieron dejado la habitación.

—Sí. ¿Has visto los trenes? No había de esas cosas cuando yo era niño.

—Eran bastante populares en mis tiempos —recordó Olivia y se adelantó por las escaleras, cuando Jonathan se hizo a un lado para dejar que ella y Odelia fueran primero—. Mi hermano pasaba horas jugando con sus trenes de batería.

Jonathan no podía siquiera imaginar su infancia de esa forma, tenía vagos recuerdos de haber pasado sus días en el jardín, jugando con palos y piedras y como su padre le fabricaba algunas espadas de madera y se reunía con su hermano en el bosque para "ir de cacería", pero nada muy extravagante.

Entraron en el salón, donde estaba el resto de la familia reunida y Olivia se esperó un momento, para que Jonathan pudiera comer algo y charlar un poco con los hombres.

Había hecho lo mismo en casa de Franklin, pues allí a donde iban, Jonathan se entretenía jugando con los niños y el tiempo se le pasaba, hasta que llegaba la hora de irse, así que debía esperar a que él terminara de socializar con los más grande y luego irían hacia la siguiente casa para repetir el mismo proceso otra vez.

No le molestaba, los niños acaparaban toda la atención de Jonathan en cuanto entraba en la habitación y él siempre había tenido un talento natural para estar con ellos y mezclarse en sus juegos sin problema alguno. Además, sabía que le gustaba jugar con sus nietos, él siempre había disfrutado de pasar tiempo con los niños de la familia y ayudarlos a crear historias de aventuras en las que sumergirse y los niños lo adoraban por eso.

Peter estuvo de pie, acompañando al círculo de charlas que se había formado en su familia y donde sus abuelos se dedicaban a charlar un poco con todos, yendo y viniendo con distintos temas. 

No habló, supuso que con estar presente bastaría para que no llamara la atención, pero su mente seguía sumergida en otras cosas y no estaba de humor para una celebración. Tal vez tendría que haberlo estado y no quería contagiar a su madre con su estrés y arruinarle a ella la felicidad, pero su graduación de la escuela había sido todo, menos emocionante.

Dio un sorbo a su copa con champagne, de la cual llevaba bebiendo desde hacía media hora, sin terminarla nunca y cuando su hermano mayor pasó por su lado y le dio un suave golpe en el hombro para llamar su atención, lo miró y este le indicó que lo siguiera, con un movimiento de su cabeza.

Se excusó con su familia, aunque estaba seguro de que ni siquiera lo notaron y dejó su copa sobre la mesilla del salón, antes de irse hacia la puerta principal por donde Esmond había salido.

Se había alejado, cruzando el jardín trasero hacia los pies del bosque que rodeaba White Oak y después de cerrar la puerta, corrió para alcanzarlo y caminó en silencio a su lado por lo que parecieron varios minutos.

Terminaron encontrando un par de troncos caídos en el bosque y se sentaron a admirar la naturaleza que los rodeaba y el silencio, únicamente interrumpido por la brisa que hacía mover las copas de los árboles y silbaba entre las ramas, así como algunas aves, cantando o alzando el vuelo desde sus nidos.

Esmond cruzó una pierna sobre la otra, acomodado en el tronco a su lado y cuando sacó una caja de metal con cigarrillos, le ofreció uno y Peter dudó un momento, antes de aceptar y llevárselo a la boca.

Esmond le arrimó la llama del encendedor al extremo opuesto del cigarrillo y cuando este ardió, formando pequeñas cenizas, Peter inhaló por su boca y las cenizas se iluminaron de un rojo intenso antes de que el humo en su garganta lo hiciera empezar a toser.

—Más lento, enano, es difícil al comienzo.

—Es horrible —tosió y tuvo que aclararse la garganta antes de poder hablar—. Ugh...Sabe horrible también.

—¿Sí? No lo noto, pero puede que solo sea falta de costumbre —. Se encendió su propio cigarrillo y le dio una calada en lo que se guardaba el encendedor—. ¿Lo terminarás?

—Sí...Solo necesito tiempo.

Tuvo que prepararse mentalmente para llevarse el cigarrillo otra vez a los labios e inhalar y Esmond reprimió una sonrisa al verlo y sacudió la cabeza.

—Es un cigarro, Peter, no una bomba.

Tosió otra vez, atorándose con el humo en su garganta y escupió hacia el suelo cuando le quedo ese sabor extraño en la lengua.

—Tal vez todavía eres muy chico para est...

—No empieces con eso —zanjó y le apartó la mano cuando Esmond intentó quitarle el cigarrillo—. Falta de costumbre ¿no dijiste?

Esmond sonrió, alzó los hombros y no dijo nada más, solo se limitó a fumarse su cigarrillo y observar los árboles que tenían en frente.

Peter tosió otro par de veces en lo que intentaba aprender como se hacía y después de otros dos intentos fallidos, se obligó a aguantar la tos y lo fue dominando. No era tan difícil cuando no sentía una comezón ascendiendo por su garganta y su pecho apretándose por la llegada del humo.

—Entonces... ¿Me dirás qué te sucede?

Levantó la mirada hacia el perfil de Esmond y se olvidó por completo del cigarrillo que seguía consumiéndose en su mano.

—Nada...—mintió, aunque sabía que no servía de mucho con su hermano.

Esmond sacudió las cenizas de su cigarrillo y cruzó un brazo sobre su abdomen, usándolo como soporte para el codo de su otro brazo, con el cual llevó el cigarrillo hacia sus labios.

—¿Sucedió algo en la escuela?

—No, por supuesto que no, fue un buen día.

—¿Entonces? No me mientas, Peter, sabes que no me gustan las mentiras —. Se giró en el tronco para enfrentarlo y buscó su mirada—. ¿Qué sucede? Dime, enano, siempre me cuentas todo.

No respondió de inmediato, porque se quedó en silencio, mirando sus pies apoyados en la tierra y pensando si siquiera valía la pena compartir sus preocupaciones. No era como que Esmond pudiera resolverlas, nadie podía salvo él mismo.

—Papá quiere que me marché...como hizo contigo...

—De acuerdo... ¿Y no quieres marcharte? ¿Es eso?

—No —contestó y subió sus piernas hacia el tronco, para abrazarse a ellas—. Supongo que sí me da un poco de miedo, pero no me molesta, sé que debo hacerlo, pero mamá no quiere...

—Mamá nunca quiere, ya la conoces...Si pudiera tenernos en la casa hasta los treinta lo haría encantada.

Se rio, sintiéndose un poco más ligero en el proceso y tuvo que darle la razón.

Esmond volvió a girarse hacia los árboles que tenían enfrente y se terminó su cigarrillo.

—Si no es miedo ¿Qué es entonces?

Ocultó el rostro entre sus rodillas y le avergonzó compartir lo que pensaba, ni siquiera estaba seguro de que fueran sentimientos válidos o que su hermano fuera a entenderlo y también temía ofender con sus opiniones, después de todo, contrastaban con lo que su hermano había hecho.

Suspiró, bajó sus pies hacia el suelo para enderezarse sobre el tronco y se encogió de hombros.

—Me siento como un impostor.

—¿Por qué? —se interesó Esmond frunciendo el ceño.

—Porque Franklin se ha graduado.

No se explicó de la mejor forma, así que tampoco le sorprendió que Esmond lo mirara, cada vez más confundido y se hiciera a ideas equivocadas.

—¿No querías que se graduara?

—No debería haberse graduado —corrigió—. No es lo que yo quiera, es simplemente, que, con sus notas y su rendimiento, no tendría que haberse graduado, pero lo hizo.

—Creo que no te estoy siguiendo...

—Franklin nunca estudia, no tendría que haber aprobado el año y, sin embargo, le dieron su diploma porque saben quién es y si él ha aprobado tercero de la clase, sin siquiera haber estudiado, entonces qué mérito tiene que yo también me graduara con honores. Me han regalado la nota, solo porque el abuelo es dueño de la escuela.

—Eso no es verdad, Peter, puede que se lo regalaran a Franklin, pero tú eres muy estudioso.

—No para estar entre los primeros tres de la case —señaló—. Cissy Must debería haber estado entre los primeros tres de la clase o Hubert, Jim, incluso Tom...Ellos obtenían mucho mejores notas que yo y estudiaban más también y sin embargo... ¿Sabes quiénes quedaron entre los primeros tres?

—¿Quiénes? —preguntó.

—Avonela, yo y Franklin... ¡Franklin! —. Se frotó el rostro exasperado y sacudió la cabeza—. Y sé que no lo merezco, Cissy Must merecía mi lugar...Pero como el abuelo es dueño de la escuela y él paga todo, por supuesto que nos han dado preferencia, aunque no la merecemos.

—Pero tú mismo lo dijiste, el abuelo paga todo en la escuela.

—Sí, pero eso no es mérito mío...No deberían solo obsequiarme las cosas —protestó—. Y no es lo único, Esmond...He estado pensando y siempre lo han hecho...Cuando tenía siete años y golpee a Ebenezer Brant ¿Lo recuerdas? No me castigaron, pero sí castigaron a Ebenezer...Tendrían que haberme castigado ese día, lo merecía, yo lo molesté, pero no lo hicieron y todo porque no querían molestar a mis padres.

—Peter, lo estás pensando demasiado.

—O tú no lo piensas lo suficiente —señaló y se puso de pie—. ¿Qué no entiendes? Nada de lo que haga es realmente logro mío, no si la gente simplemente hará lo que yo quiera para complacerme. Y ahora, papá quiere enviarme fuera y si decido ir a la Universidad, escribirá a Yale para pedirles un lugar para su hijo y simplemente se lo darán. Miles de hombres compiten todos los años, estudiando todo el verano para poder conseguir un lugar y yo simplemente lo obtendré por ser un Morgan.

Se frotó el rostro con ambas manos y negó.

—Y si no quiero ir a la Universidad y decido trabajar, papá me conseguirá opciones de trabajo como lo hizo contigo y me contratarán solo por saber mi nombre...Sin importar mis logros o habilidades.

—Y veo que eso no te gusta.

—No —concluyó—. Lo detesto, porque todo el mundo sigue diciéndome lo inteligente que soy, lo dotada que es mi mente, pero no lo siento así...No cuando me siguen poniendo el camino más fácil...

—Está bien —. Se puso de pie para acercarse a él y lo sujetó por los hombros—. Tranquilo ¿sí? ¿Qué quieres hacer?

—No lo sé y eso me estresa.

Se recostó contra el hombro de su hermano cuando este lo abrazo y apretó los labios, conteniendo sus ganas de llorar.

—Podrías hablar con papá.

—No, creerá que estoy quejándome y que no soy agradecido por lo que tengo —. Se apartó, porque demasiado afecto lo detendría de contener sus lágrimas y volvió a sentarse en el tronco—. Pero sí estoy agradecido, tan solo no me gusta recibir cosas que no merezco y por las cuales no me he esforzado.

—Entonces podrías pedirle que no envíe una carta a Yale y hacerlo tú mismo para aplicar.

—Da igual, me darán un asiento en cuanto vean mi nombre.

—Cámbialo entonces.

Peter alzó la mirada con el ceño fruncido y se enderezó sobre el tronco.

—¿Puedo hacer eso?

—Por supuesto, el abuelo lo hizo ¿recuerdas?

—Sí, pero eso fue hace años.

Esmond se encogió de hombros, caminó hacia el tronco para sentarse a su lado y unió las manos entre las piernas.

—Todavía es posible, poca gente nos conoce en persona, si cambiaras tu nombre es posible que no te reconozcan y entonces quedarás libre de la influencia de la familia como tanto quieres.

No se le habría ocurrido si no hubiera sido por la sugerencia de su hermano, pero, aunque su primera reacción era rechazar la idea, ya no podría dejar de pensar al respecto.

Tal vez cambiarse de nombre era una opción. La única que tenía.

—Tienes la noche para pensarlo, pero cambia tu humor, por favor, mamá está emocionada con tu graduación y se esmeró cocinando y preparando la mesa, no hagas que se angustie ¿sí?

Asintió, intentando dejar sus preocupaciones para más tarde y cuando Esmond se puso de pie para volver a la casa, lo imitó y caminaron juntos de regreso. 

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