Solo para mí. Serie Streoss...

By Themma

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Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuent... More

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By Themma


El agua estaba helada, la joven se estremeció aferrándose con mayor fuerza a ese cuerpo esculpido, arrebatadoramente masculino.

—¿Esta es tu idea de bajar nuestra temperatura? —preguntó casi sobre sus labios, que sabían a sal, a mar. Kylian sonrió negando.

—¿Por qué querría bajarla? Me gustan nuestras chispas —admitió con simpleza, atento a sus facciones infantiles, relajadas. La joven se encogió de hombros, viéndolo a los ojos.

—¿Nuestras chispas?... —susurró perdida en una ensoñación, en esa a la que él la arrastraba una y otra vez. El hombre aprovechó y repasó su quijada, la curva de su cuello, lamió tras su oreja.

—Quiero estar dentro de ti, pelirroja —murmuró logrando con ello erizar su piel nívea, mientras acariciaba la curva de su cintura, el comienzo de su trasero.

—Quiero que estés dentro de mí, Kylian —admitió sin tapujos. Éste soltó una carcajada ronca que recorrió su piel, erizándola, y sin verlo venir se hundió con su cuerpo a cuestas, sumergiéndolos en el agua fría.

Al salir ella jadeó asombrada, tomando aire.

—¡Qué pasa contigo! —gruñó quitándose el cabello del rostro, conmocionada. Kylian no aguantó las ganas y soltó una risa profunda que jamás le había escuchado. Lo había hecho para molestar, comprendió asombrada, porque ese hombre cada día le mostraba una faceta nueva y la picardía que leyó en su mirada, era la de un crío que gozaba hacer travesuras. Entornó los ojos, soltándolo, pero él no dejó de rodear su cuerpo—. Cambié de opinión, sí quiero que me sueltes —refunfuñó.

Él negó decidido, deleitado por la forma en la que ella se removía desnuda sobre su cuerpo más que excitado, listo para esa mujer.

—Oh, tú eres un... —no le permitió terminar, rodeó su nuca y la besó con profundidad, adhiriéndola más a su ser.

La joven gimió en respuesta, primero por la sorpresa, luego por lo genial que se sentía esa lengua caliente adentrándose en su boca. Tan perdida en las sensaciones se encontró que no notó cuando su cuerpo terminaba tendido sobre la arena, el aire acariciando su piel húmeda y el hombre que estaba trastornando su mundo se ubicaba entre sus piernas.

—Te voy a penetrar, ahora, Sam —rugió con determinación Kylian, protegiéndose con el condón que había dejado sobre sus ropas, que ahora estaban mojadas gracias a ellos y, una vez listo, la embistió de un solo movimiento consiguiendo con ello que ese cuerpo menudo, precioso, se arquera soltando un grito que nada tenía de remilgado.

—No pares, Dios, no pares —rogó ella aferrada a sus anchos hombros mientras se hacían uno en medio de ese sitio cargado de un aroma delicioso, del oleaje, de la penumbra.

—No lo haré, preciosa —aceptó tomándola con brío, sin limitarse, soltándose por completo, uniendo sus latidos a los de esa mujer que temblaba entre sus brazos, que lo recibía y envolvía en aquel apretado lugar, con una necesidad primitiva y dulce, con esa ingenuidad y exigencia tan característica en ella.

El orgasmo llegó en forma de hecatombe, arrasando con todo lo que estuviera a su paso, incluidas sus barreras, los motivos por los que sus vidas se habían cruzados.

Desnudos, saciados, permanecieron tumbados en silencio. Kylian acariciaba su brazo, mientras ella aspiraba el aroma de su cuello, ese del que ya no podría desprenderse jamás.

Jamás había llevado a nadie a ese lugar, varios recuerdos aparecían, momentos complicados, otros delicados, muchos más llenos de alegría, de esa paz que otorga la falta de experiencia, la ignorancia de lo que la vida tiene deparado para cada persona.

—Londres... —habló al fin. La joven se tensó enseguida, esperó.

—Sí —respondió en murmullos.

—¿Por qué tan lejos?

—Conseguí la beca, quería hacerlo por mí misma —admitió, expectante. Odiaba sentir que su vida estaba de nuevo en manos de alguien más, se suponía que era justo lo que buscaba evitar, por lo que luchó.

—No la necesitas —lo escuchó decir y entonces algo se rompió de nuevo en su interior, justo en ese momento que había sentido que Kylian llegaba a un lugar al que nadie nunca había logrado acceder. Se irguió importándole nada su desnudez.

—¿A qué te refieres? —quiso saber, temblorosa.

Él se recargó en un codo, poniéndose de costado, observándola.

—Que puedo pagarla. Deja eso para alguien que no tenga los recursos económicos.

—¿Dejarás que... dejarás que vaya? —preguntó aturdida. Kylian entornó los ojos, luego se puso boca arriba, recargando la cabeza en uno de sus brazos flexionados.

—No es el mejor momento, pero tampoco firmaste un acuerdo para ser mi esclava, Samantha.

—No entiendo.

—Puedo pagarte lo mismo aquí, no detendré tu carrera, pero Londres por ahora lo complica todo...

Sus palabras la desinflaron enseguida, pues, ingenuamente pensó que le daría la posibilidad de seguir lo planeado a pesar de todo. La joven asintió cabizbaja.

—Esta semana hablaré para rechazarla. Entiendo.

Kylian se incorporó, sus piernas denudas se tocaron, pero la pelirroja rápidamente se alejó, con la mirada sobre el océano. Fue desconcertante notar el momento exacto en el que esa mujer se replegaba.

—Aun estás a tiempo de hacer las cosas diferentes. Solo tienes que decirlo, podríamos... podríamos empezar de otra manera —se escuchó decir bajito, sin atreverse a mirarlo. Oyó como respiraba con fuerza.

—Las cosas entre nosotros funcionarán, de eso no tengo duda, pelirroja, comprobarlo solo corrobora que mi elección es la correcta. No hagas caso a la manera, solo déjate llevar y disfruta tal como lo hemos hecho. ¿Es tan difícil? —inquirió él, atento a su perfil.

Enseguida, y no supo cómo, sintió como ella se alejaba a miles de kilómetros de esa playa, pero es que no entendía qué quería entonces. ¿Un cuento de hadas? ¿Qué hablaran de sentimientos? Era absurdo, hasta esa joven lo sabía.

—¿Has planeado cada cosa? ¿Esto? —preguntó con la voz en un hilo, sin voltear sintiendo como su pecho se estrujaba. Kylian arrugó la frente.

—No, me he dejado llevar, conoces más de mí que la mayoría de las personas que me han rodeado por años. Sé que nuestra unión funcionará, tiene todos los ingredientes que se necesitan, ya debiste darte cuenta.

Samantha lo encaró, extraviada.

—¿Cómo puedes ser fuego y hielo? —susurró asombrada, con un grito hondo apareciendo en medio de su pecho. Él no mostró lo que en realidad le hizo sentir aquella aseveración.

—No te he mentido, en ningún momento lo he hecho. Soy lo que soy, como soy.

—No me gusta —determinó la joven, buscando su ropa, encontró sus bragas y se las puso. Kylian la detuvo por el brazo. Ella se zafó.

—No volvamos a eso, somos adultos.

—Y tú una piedra, deberías agregar. Si sigues con esto hasta el final, Kylian, si no lo detienes y nos das una verdadera oportunidad, una real, jamás sabrás lo que pudimos llegar a ser juntos —advirtió cabreada, contenida. Encontró su sostén, éste se lo quitó, molesto.

—No hay nada que detener. Somos afines, nos deseamos, confío en ti. No se necesita nada más —concluyó serio, tendiéndoselo, un tanto exasperado porque ella no viera las cosas de esa misma forma y las complicaba de manera innecesaria. La joven se lo arrebató, se dio la vuelta para ponérselo. Kylian supo que ya no podía tocarla.

—Eres práctico, sin duda. Una mente que trabaja para obtener lo que desea, nunca por instinto, por impulso. Qué vida tan vacía tienes —terminó poniéndose la camiseta húmeda.

El hombre sintió un pinchazo doloroso recorrer su estómago, para explotar en su pecho. Se vistió molesto.

—No soy un adolescente, Samantha, sé lo que quiero y cómo —gruñó decidido.

Ella se ponía los tenis, evidentemente fastidia.

—Llévame a casa —ordenó desde su lugar, amarrándolos.

—Eres una mujer, no una niña, deja esos berrinches de una vez —advirtió con tono hiriente, metiendo los brazos en la camiseta. La pelirroja sonrió sacudiendo la cabeza, se puso de pie y lo observó con aquellos ojos cargados de una inteligencia que ya conocía.

—El que va detrás del caramelo sin importar lo que joda en el camino eres tú. Quien es aquí un niño, eres tú. Eso sí, tu disfraz de hombre decidido y frío, te va de maravilla, no te preocupes —dijo dándose la vuelta caminando rumbo a la maleza que les dio la bienvenida unas horas atrás.

¿Cómo era que había estropeado todo? ¿Cómo era que ella había perdido de vista la verdad?

Kylian la sujetó por el brazo cuando llegaba a la moto.

—Esto puede ser lo que queramos que sea, sabemos qué podemos conseguir juntos. ¿Por qué lo tienes que complicar, Samantha? —rugió cabreado. Ella se soltó de una, respirando agitada.

—Porque sé lo que estoy sintiendo por ti, maldita sea, y no es lo mismo que tú. Porque mientras yo quiero conocerte, saber más de ti, dejarme llevar por el único hombre que ha despertado todo esto en mí, tú buscas tener más, acorralar a mi padre, conseguir acciones, conquistar más poder del que ya tienes. Lo nuestro, Kylian, así nunca sucederá, jamás —determinó tomando el casco para colocárselo en la cabeza, dejándolo aturdido.

Nunca se había enfrentado a una mujer tan bravía, y no porque no hubiese convivido con muchas llenas de poder, despiadadas incluso, sino que en su mundo, hablar de sus sentimientos era algo que jamás ocurría, precisamente porque ese tipo de valor no era el que se poseía.

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