Solo para mí. Serie Streoss...

By Themma

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Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuent... More

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By Themma


La probó con voraz deseo, uno que no podía ocultar. La joven enredó sus dedos en su cabello ondulado y se levantó atraída a su cuerpo, ansiando sentir su cercanía adherida a su pecho.

Kylian rodeó su cintura con una mano, necesitando más de esa mujer que estaba debilitando sus barreras sin siquiera darse cuenta. Sus labios eran suaves, tiernos pero cargados de exigencia. Le quitó la goma que sujetaba su melena rojiza e introdujo una mano en su nuca, profundizando aquel roce.

Ella, en respuesta jadeó sobre sus labios abandonada al placer insólito que estaba experimentando. Entonces él la alzó. Samantha se encontró enredando las piernas en torno a su cadera. Éste la sujeto con fuerza importándole una mierda dónde estaban y la llevó a uno de los sofás de terraza que ahí se encontraban. Era tan ligera, sus labios carnosos se derretían en su boca, su aroma lo embriagaba y cualquier atisbo de razón se fue al infierno al tenerla de aquel modo.

Recargó una rodilla en el sillón y la fue recostando pasando una mano por su talle delgado, luego acarició su mejilla, lamió sus labios, entonces abandonó su boca y descendió por su quijada, alentado por las reacciones cargadas de abandono que Samantha mostrada.

Repasó una de sus delgadas piernas, aferrándola con fuerza, siguió el camino de la malla por dentro de la blusa y encontró su piel suave. Esa mujer era una delicia por si misma. Besó su lóbulo succionándolo, ella se arqueó y aprovechó para apresar uno de sus senos sobre el top.

Samantha soltó el aire, intentando encontrar un rayo de cordura, pero no daba con él porque cuando parecía que lo conseguía Kylian hacía algo que la sumergía de nuevo en esa nube voraz de deseo, de placer, uno que en su vida había experimentado.

La tocaba con posesividad, con destreza. Pronto sintió su palma bajo el top y sus dedos manipulando su seno, torturándolo. Dejó salir un sonido ahogado. No entendía por qué los sentía tan sensibles, pero jamás le había ocurrido algo así.

Kylian recorría su cuello como si fuese un dulce delicioso, dejando su aliento ahí, por donde pasaba. Aferró sus bíceps fuertes, tensos, sin desenredar sus piernas. Su vientre se contraía, se sentía húmeda, ansiosa de más.

Le costaba respirar, pero él atacaba su boca de vez en vez regalándole la posibilidad de llenar sus pulmones y arremetía de nuevo. Su lengua era ambiciosa, decidida y se enredaba en la suya con hambre.

Notó cuando le subió la blusa, luego el top y su boca experimentada devoró su seno. Soltó un grito perdida en las sensaciones tan potentes, tan llenas de fiereza y primitivo anhelo. Sus dientes mordisquearon su carne sensible, succionando, repasándola enseguida con la lengua para darle alivio.

—Dios —se escuchó decir y eso la alertó, su propia vez proyectada en un momento cargado de lujuria donde los pensamientos sensatos parecían no tener la menor intención de irrumpir. Entonces lo detuvo por los hombros, asustada, con los ojos azules bien abiertos. Kylian de inmediato la observó. Estaba despeinado, con las pupilas dilatadas, era notoria la necesidad que tenía de continuar, pero no se movió, lo cierto es que en ese momento fue consciente de la enrome excitación de él que rugía entre sus piernas, tan cercana a esa humedad desbordada que nunca había conseguido.

Se obligó a no frotarse contra él, como su cuerpo le exigía.

El hombre comprendió su impulso, la soltó despacio, con mucho esfuerzo porque no recordaba la última vez que había ansiado hundirse en un cuerpo de esa forma casi desesperada, penetrar tan profundo que no existiera separación entre ambos, olvidando todo lo que le rodeaba.

Acomodó su top con movimientos cuidadosos, luego bajó su blusa, mientras esa hermosa pelirroja lo observaba, conmocionada, con su pecho subiendo y bajando. Se alejó de ella y se puso de pie dándole la espalda, dándole espacio.

No se arrepentía, pero sabía que no era el lugar y no tenía idea de en qué puñetas estaba pensando, si es que lo hacía.

La vio por encima del hombro.

—Debo revisar unas cosas —solo dijo y entró a la oficina.

Sam temblaba, no reconocía ni su cuerpo, ni sus reacciones. Se humedeció la boca, luego pasó un dedo por sus labios. Los sentía tan sensibles. Cerró los ojos sujetando los laterales del asiento.

¿Cómo era que había reaccionado así? Se reprendió cabreada. Miró por encima del hombro, él revisaba algo en uno de los monitores. No era ninguna ingenua, entre ellos había una atracción sexual con la que no sabía lidiar, pero estaba segura de que para él no era nueva y si no lo detiene termina desnuda sobre su cuerpo... en su empresa.

La pura idea la puso peor. Gruñó poniéndose de pie. Debía entrar y enfrentar lo ocurrido. No tenía ni una jodida idea de cómo, pero no era de las que se acobardaban, tampoco se lo echaría en cara, porque nadie le puso una pistola para responderle como lo hizo, ¿verdad? Así que como una mujer, debía asumir su parte.

Hizo lo planeado, él no alzó la mirada, eso la tranquilizó y tensó a la par. ¿Cómo conseguía eso? No tenía una maldita idea pero comenzaba a pensar que con Kylian así serían las cosas y la asustaba, también la intrigaba si era sincera.

Experimentar con tal potencia no era algo que en la atracción hubiese vivido, pero sí en cada aspecto de su vida y, a pesar de las circunstancias desagradables, ansiaba aquello, ansiaba dejarse llevar, sentir el cuerpo explotar.

Se sentó en el sofá que hacía un rato había ocupado y regresó a lo suyo, o lo intentó en realidad, con el lápiz del iPad en la boca alzó la mirada sintiéndose en una colegiala, pero al hacerlo notó aquellos ojos grises hacían lo mismo. Sonrojada sonrío con suavidad.

Él respondió por impulso, agachado mientras manipulaba una imagen con el mouse. Sacudió la cabeza mostrando los dientes y volvió a lo suyo.

La joven olvidó el nerviosismo con ese simple gesto cargado de complicidad, de accesibilidad. Pudo avanzar un poco en su trabajo, abstrayéndose al fin.

Una hora después él se acercó. No había podido dejar de verla, era como si sus ojos tuvieran un imán y es que era una mujer que sin remedio lo intrigaba; sus reacciones contradictorias, su forma ligera de dejarse ir, la vida que llevaba consigo a cada paso, la pasión que hacía unos momentos pudo sentir desbordarla.

Samantha no era nada de lo que había pensado, de lo que se había hecho una idea, pero tampoco lo molestaba, esa era la verdad, de alguna forma lo conectaba con algo que había olvidado tiempo atrás, algo que, por las circunstancias había dejado de ser y el que fuera así, no tenía por qué joder lo que buscaba: una mujer que cumpliera con su papel, quizá al contrario, podrían pasarla realmente bien.

—¿Nos vamos? —se encontró preguntando. Ella posó sus ojos en él.

—Solo trazo esto —murmuró con suavidad. Kylian se sentó a su lado observándola mover aquél lápiz. Lo hacía con soltura, con habilidad.

—¿Cómo le darás sombra a eso? —preguntó interesado, señalando una parte de la quijada de uno de los personajes. Ella sonrió y comenzó a explicarle, jugado con los tonos, moviendo todo de una forma rápida y asombrosa. Al terminar arqueó las cejas—. Vaya.

—No debe ser tan diferente de esos programas en 3D que usan los arquitectos.

—Pues son cosas diferentes, creo espacios, lugares, no sentimientos, quizá solo sensaciones —concedió relajado.

—Me gustaría luego verte haciendo algo de eso —murmuró.

—Cuando quieras, pero es tardado, igual te aburres.

—Quizá no, y aprendo.

—Quizá —secundó Kylian.

Le abrió la puerta del auto, después la cerró con caballerosidad y le un guiño ojo.

—¿Qué me quieres mostrar? —preguntó intrigada.

—Algo que creo que puede gustarte, o quizá no. Ya veremos —respondió evaluándola, pero estaba convencido que sí le agradaría.

Llegaron a su penthouse y ella arqueó una ceja cuando se estacionó.

—¿Es en serio? —replicó. Kylian sonrió negando. En serio. Era directa, sin pose.

—No necesito un crear un teatro para llevarte a mi cama, pelirroja, los dos lo sabemos —le hizo ver abriendo la puerta, logrando con ello que sus mejillas se sonrojaran. Idiota.

Bajó sin esperarlo. Él le aventó las llaves a Lautano sonriendo, viéndola pasar, su escolta las cachó al vuelo. El auto de Samantha ya debía ir rumbo a su casa.

—Si tienes pensada una fiesta sorpresa, o algo así, no estoy en condiciones —gruñó pues lo dicho segundos atrás la había hecho sentir expuesta, aunque no mentía, mientras esperaban subir al ascensor.

Kylian río con suavidad pero de forma masculina.

—Tu cabeza es un manantial de ideas. Pero no, de hecho vas perfecta.

La joven miró su ropa. Estaba segura de que eso no era posible. En el elevador no hablaron, entraron a aquel elegante lugar y ella se detuvo.

—¿Qué pretendes? —curioseó intrigada.

—Si te quedas ahí, no lo averiguarás —la desafió. Ella rodó los ojos y fue tras él. Subieron a la segunda planta. Aquello era aún más sobrio que abajo, noto, mientras la conducía por un pasillo en el que contó cuatro puertas, finalmente abrió una pesada que estaba justo en el fondo.

—Adelante —le instó con un movimiento de mano. Las luces se prendieron en ese momento y abrió los ojos asombrada.

—¿Es tuyo?

—Sí, ¿de quién más? —preguntó con simpleza, a su lado, disfrutando de su reacción.

A otra mujer quizá una joya, o un lugar caro, algo bien producido le hubiese generado ese gesto tan cargado de alegría, de curiosidad y aceptación, pero con ella, comenzaba a entender, las cosas debían ser distintas y su muro para escalar, era algo que la pelirroja sabría apreciar.

—¿Puedo intentarlo? —preguntó acercándose, atraída por las ganas de experimentar.

Kylian sonrió. Sí, esa era lo que esperaba escuchar.

—Claro, ¿lo has hecho alguna vez?

Ella negó.

—Pero me gustaría —concedió.

—Debo mudarme, dame un par de minutos.

Samantha asintió sin verlo, avanzando por el lugar, inspeccionándolo. Cuando regresó ya había repesado con sus manos las protuberancias donde se podía ir subiendo, en frente había un ventanal de doble altura con una vista impresionante.

—¿No necesito calzado especial? —quiso saber, tragándose las ganas de acercarse, pues al verlo vestido con usos panteoncillos cortos, zapatos para ello y una camiseta ligera que enmarcaba su cuerpo, una descarga había cruzado su cuerpo desde los pies hasta la cabeza.

—Sí, espero que sean de tu talla.

Le quedaron perfectos, él la ayudó a colocarse el arnés, acercándola a veces más a su cuerpo, ella sonreía ante los movimientos y cuando estuvo lista se enfrascaron en ello, sin notar como con cada minuto ahí, las barreras puesto por ambos iban cayendo.

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