Manual de lo prohibido | Chae...

By sooyaverse

31.9K 4.4K 602

𝗖𝗦» ¿Algunas vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista de "no toques ni codici... More

Prólogo
↳ Capítulo 1.
↳ Capítulo 2.
↳ Capítulo 3.
↳ Capítulo 4.
↳ Capítulo 5.
↳ Capítulo 6.
↳ Capítulo 7.
↳ Capítulo 8.
↳ Capítulo 9.
↳ Capítulo 10.
↳ Capítulo 11.
↳ Capítulo 12.
↳ Capítulo 13.
↳ Capítulo 14.
↳ Capítulo 15.
↳ Capítulo 16.
↳ Capítulo 17.
↳ Capítulo 18.
↳ Capítulo 20.
↳ Capítulo 21.
↳ Capítulo 22.
↳ Capítulo 23.
↳ Capítulo 24.
↳ Capítulo 25.
↳ Capítulo 26.
↳ Capítulo 27.
↳ Capítulo 28.
↳ Capítulo 29.
↳ Capítulo 30.
↳ Capítulo 31.
↳ Capítulo 32.
↳ Capítulo 33.
↳ Capítulo 34.
↳ Capítulo 35.
↳ Epílogo.

↳ Capítulo 19.

740 121 24
By sooyaverse

Bajé las escaleras a toda prisa, mis zapatos golpeaban rítmicamente en los escalones que pasaban debajo de ellos, salí al aire exterior llenando mis pulmones de éste. Estaba asustada, no sabía qué pensar o qué pensamiento en mi cabeza obedecer.

Necesitaba huir al menos por un rato, sacar a Rosé de mi cabeza al menos por una fracción de segundo.

Saqué mi móvil y tecleé el número de Lisa.

—¿Aló?

—Lisa, soy yo, Jisoo. ¿Podrías hacerme un favor?—, pregunté con la voz que me salía temblorosa de mi garganta.

—Claro, dime.

—¿Podrías ir por Jennie a su trabajo?

—Pero... ya salió, ¿no?

—Sí, pero encuéntrala en el camino, antes de que tome un taxi o algo parecido. Y ofrécete a traerla a casa todos los días, por favor—, farfullé mientras caminaba calle abajo.

—Puedo preguntar ¿por qué?

—Sólo tráela a casa, ¿quieres? Luego te explico.

—Está bien.

—Date prisa, adiós.

—Hasta pronto.

—Gracias—, musité.

—No, gracias a ti.

Corté la llamada y devolví el celular a mi bolsillo.

Me abrace debido al frío y seguí caminando sin dirección. Mi plan era que Jennie estuviera más pronto en casa de lo que suele llegar. Todos y cada uno de los días que me restaran aquí. Así, no ignoraría a Rosé de forma tan obvia, pero sería menos tiempo estando con ella y eso ayudaría bastante a que de una vez por todas controlara mis sentimientos.

Decidí parar a mitad de una calle, no sabía a dónde me dirigía y si seguía sin rumbo, seguro me perdería. No podía ir a donde Irene debido a que allí no había nadie, ella seguro estaría en su cita con Seulgi.

La gente me esquivaba y pasaba a mi lado, totalmente indiferente, mientras yo me quedaba inmóvil allí. Había caminado apenas dos calles lejos del edificio, y sabía que si caminaba más terminaría perdiéndome.

Recordé un pequeño parque a unas cuantas cuadras más, un fácil camino para seguir, así que fui hasta allá, a desperdiciar el tiempo y que se hiciera tarde solamente para no verle el rostro a ella.

Cuando llegué, me apoderé de una de las bancas de metal negro que adornaban los caminos del parque y me senté a observar cómo el cielo oscurecía totalmente.

No pude evitar pensar en Rosé, la amaba, ni siquiera sabía cómo y con tanta rapidez. Me era absurdo, ilógico. Era casi ridículo cómo quería escapar de esos sentimientos que no debían de estar en mi corazón.

Ridículo, sí. Porque en realidad estar a su lado era lo único que en este momento quería hacer.

Apreté el sobre en mis manos, haciéndolo crujir. El viento me movió los cabellos y me despejó un poco la mente, haciéndome pensar en algo que hasta el momento le faltaba atención de mi parte.

Algún día tendría que irme.

¿Y qué pasaría? ¿Qué me llevaría?

La agobiante presión en el pecho apareció apretujando mi corazón y sacudiéndolo de forma violenta. El solo hecho de pensar en eso, me dolía. Me iría y tendría que dejar aquí mi corazón, pero sabía que era la mejor opción que podía hacer.

Me burlé de mi misma, yo no era tan distinta a Jennie, huir también era mi opción fácil.

Pero al pensar en Jennie, el corazón se me encogió aún más, adolorido. La historia podría repetirse de nuevo y ella ¿a dónde huiría esta vez? Su antigua novia, la había lastimado tanto con aquella actitud que había tomado. La había cambiado de un día a otro y el frágil corazón de Jennie no pudo resistir aquello, la dejó destruida porque ella la amaba; al punto de que decidió mejor mudarse de país, de continente.

Ahora, yo no quería ser la bruja malvada que le arrebataría de nuevo algo que ella amaba, preferiría morir atropellada por un autobús, eso sería más digno.

Suspiré y me llevé las manos a la cabeza, dejando el sobre amarillo sobre mis piernas. Cerré los ojos por un minuto, anhelando que el viento susurrara la respuesta a mi oído de mi gran dilema.

Por allí oí decir que el amor ensuciaba, yo parecía estar manchada de todos lados. Pero huir era mi mejor opción hasta el momento, sólo que no sabía cuándo.

Mi plan había funcionado.

Jennie había llegado a las siete treinta el jueves y viernes, gracias a Lisa; por lo tanto, los minutos se me reducían a la mitad para estar con Rosé. Algo que aunque no me gustaba mucho hacía menos difícil la resistencia. Sin embargo, no dejaba de ser dura.

Miré la hora cuando el timbre sonó, sólo dos minutos tarde había llegado Irene. Apagué el televisor y me encaminé hasta la puerta.

—Lindo apartamento—, musitó paseando su mirada por todo alrededor. —Aunque el edificio es... un poco melancólico.

Sonreí.

—Gracias por venir—. Le dije.

—Para mí es un honor que me hayas invitado a tu casa... bueno, apartamento—, rió.

—Gracias, eres la única con la que puedo hablar sobre esto— fui hasta mi habitación e hice que me siguiera.

—Sabes que siempre podrás contar conmigo, Jisoo—, sonrió, mostrándome confianza.

—Soy un caso perdido—. Me puse en cuclillas y rebusqué entre los cajones de mi buró, del inferior saqué mi gran tesoro. Un sobre amarillo en tamaño carta y de un grosor considerable que aventé luego sobre la cama, haciéndolo rebotar sólo un par de veces.

Le hice una seña a Irene para que abriera aquel sobre y al instante que comprendió, se acercó y lo tomó entre sus manos.

—Vaya, sí que pesa—, bromeó, alzando sus delicadas cejas.

Deshizo el pequeño hilo rojo y abrió el sobre. Sacó el montón de fotografías que estuvieron a punto de caérsele.

—¡Wow!—, dijo sorprendida cuando notó cuántas fotos eran y sobre todo, de quién eran. —Esta tipa podría trabajar como modelo—, musitó y aunque aquello era para hacerme reír, no pude hacerlo. —Esto es como un libro—, hizo referencia al grosor. —O como una exposición de algún museo.

—O un manual de lo prohibido—, musité.

—Eso suena interesante—, rió.

El timbre apagó la risa de las dos, eran las seis con quince minutos apenas, ¿quién sería?

Ambas nos miramos extrañadas.

—¿Esperas a alguien?— me preguntó Irene.

—No que yo sepa—. Negué con la cabeza y luego salí de mi habitación para abrir la puerta.

Irene fue detrás de mí y cuando abrí la armazón de madera me llevé una gran sorpresa al ver a Rosé allí. Los ojos casi se me salían de las órbitas.

—¿Park?—. Articulé claramente sorprendida.

—Ay, yo pensé que ya habíamos dejado las formalidades—, bromeó y luego miró por encima de mi hombro a Irene, quien la miraba embobada.

Se pasó sin que le dijera que lo hiciera y le sonrió a Irene.

—Hola—. Le dijo. —Soy Rosé—, extendió su mano.

—La novia de Jennie— dije cerrando la puerta de mala gana. ¿Por qué nunca dejaba bien claro quién era?

—Hola—, musitó Irene, tendiéndole la mano también. —Irene.

—No, yo soy Rosé— dijo ésta.

Irene rió.

—No, no, digo que yo soy Irene.

—¡Oh! ¡Irene, claro! He oído hablar mucho de ti—, dijo. —Me da mucho gusto conocerte al fin.

Me aclaré la garganta, haciéndome notar.

—Irene, amm... el manual en mi habitación, amm... podrías guardarlo, ¿por favor?— farfullé, recordando que habíamos dejado las fotografías al descubierto y regadas en la cama.

—Claro—. Captó rápidamente el hilo de mis palabras y salió disparada a mi habitación.

Miré a Rosé, aunque no quería admitir que estaba encantada de que estuviera allí, traté de permanecer seria.

—¿No es muy temprano para que vengas?—, traté de sonar lo más normal posible, pero el pánico no se podía ocultar muy bien detrás de mi voz.

—Sí, pero ya que mañana será la fiesta del señor Chan, quiero saber qué vamos a hacer mañana o a qué hora nos iremos—, su mirada gacha bailó fugaz.

—Pero...

—¡Listo!—. Irene me interrumpió, saliendo de mi habitación con su sonrisa brillante en el bello rostro.

En ese momento agradecí al cielo que ella se encontrara allí; así al menos no me vería tan obvia, no sería tan torpe al hablar con ella. Y mi razón mantendría calmado a mi corazón.

Irene y Rosé conectaron enseguida, ambas eran muy sociables y la plática entre ellas fluyó de manera rápida, aquello me alegró.

Cuando Jennie llegó junto con Lisa sonreí de manera significativa, aunque me doliera en lo más profundo de mi alma ver juntas a Rosé y a Jennie, sabía que aquello me serviría para ponerle un freno a mis absurdos sentimientos.

Luego de que Irene y Lisa se fueran, me encerré en mi habitación como de costumbre, pero no pasó mucho tiempo cuando oí que llamaban a mi puerta, el murmullo de voces había desparecido del exterior y sólo los golpeteos en la puerta, algo apagados, se oían en aquel silencio sepulcral.

Salté de la cama y abrí la puerta, la cara de Jennie no era la misma, estaba bastante triste, podía notarlo.

—Jendeuk, ¿qué pasa?— pregunté preocupada.

—Necesito hablar contigo— me dijo y se sentó en mi cama.

No sólo su rostro estaba triste, su voz parecía haber dejado la alegría también.

—¿Sobre qué?— inquirí, ahora nerviosa, ¿sospecharía acaso que yo estaba enamorada de su novia?

Me quedé de pie, mordiéndome el labio inferior y esperé a que hablara.

—Es Rosé—. Musitó.

El corazón se me paró por un segundo.

—¿Qué...? ¿Qué pasa con... Rosé?— farfullé torpe.

—Ya no es la misma de antes— bajó su cabeza y las hebras de su castaño cabello se amoldaron a su posición, cayendo en dirección al suelo.

—¿Qué quieres decir?—. Me senté a su lado.

—Casi no está conmigo, ya no me llama todos los días y cuando vengo del trabajo, se va rápidamente. La notó distraída cada vez que hablamos, como si su mente estuviera en otro lugar— confesó.

Abrí los ojos de par en par, aquello sí que no lo esperaba. Es decir, desde que conocí a Rosé como la pareja de Jennie, se veía claro que la quería muchísimo, estaba siempre al pendiente de ella y yo era a veces testigo de sus demostraciones de amor. Pero junto al desconcierto, la culpa comenzó a aflorar.

—Hablé con Lisa sobre esto— continuó, ahora mirándome. Noté como ahora sus pequeños y oscuros ojos tenían menos luz que de costumbre.

—¿Con Lisa?— casi no podía creerlo.

—Sí, es su hermana, digo, ¿quién podría conocerla mejor? Pero sólo me dijo que Rosé es así de rara, que me quería y que dejara de preocuparme.

—Eso es cierto, mandu. Mira, Rosé y tú son la pareja perfecta— dije, aunque me costara aceptarlo. —Rosé te quiere, créeme. Eso se nota—, pasé mi brazo por su hombro.

—No tanto—, resopló.

¿Qué podía decirle? Yo me sentía culpable, no es que tuviera el ego muy grande ni nada de eso, pero sabía a lo mejor el porqué del comportamiento de Rosé.

—Mira, tranquila, ¿sí?—. La animé. —Mañana iremos a la fiesta esa de tu jefe, relájate, trata de no pensar en eso. Verás que tarde o temprano, Rosé volverá a ser la misma—, dije mientras en mi cabeza ya pensaba en la fecha en la que partiría.

Esa noche, traté de dormir, pero lo cierto era que no podía cerrar los párpados durante un par de horas.

Jennie ya había comenzado a notar que Rosé estaba extraña, por supuesto, ella no era para nada tonta y tarde o temprano se daría cuenta de la razón de su comportamiento.

Tenía que irme, tenía que irme pronto. Antes de que esto se complicara más, me iría y dejaría que Rosé y Jennie volvieran a sus vidas antes de que yo llegara a Londres.

Por mi parte, yo intentaría olvidarme de ella, seguiría mi vida como había sido antes, llamaría a Jennie todos los días y si acaso, sólo pediría que saludara a Rosé de parte mía.

Huir era lo mejor. Lo mejor hasta ahora.

No sé porqué me encontraba nerviosa desde que desperté, Jennie estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche.

—¡Te espero abajo junto con Rosé!—, me gritó Jennie desde el exterior de mi habitación y luego se paró en mi puerta. —No tardes— sonrió.

Lucía hermosa con ese vestido azul que había comprado para esta ocasión especial. Aquel hermoso satín se le entallaba a su esbelto cuerpo con precisión en el pecho, y caía hermoso tapando sus piernas. Llevaba su cabello liso, y suelto cayendo libremente por sus hombros desnudos.

—Ya voy—, musité. —Sólo me pongo el vestido.

Me sonrió y oí cuando salió del apartamento.

Suspiré, combinando mi dióxido de carbono con el oxígeno de mí alrededor. Tomé el vestido que Rosé me había elegido y me lo puse, intentando no despeinar mi cabello, que lucía rizos anchos que caían como caireles hasta mi espalda.

Traté de subir el cierre del vestido que se ataba atrás de mí, pero me costaba un poco de trabajo poder alcanzarlo.

—Demonios—. Farfullé.

Salí de mi habitación, Jennie había apagado las luces del apartamento y sólo era iluminado por el atardecer del exterior que se filtraba por la ventana y la luz amarillenta que salía de mi cuarto entreabierto. Intenté subir el cierre de nuevo, pero fracasé en la maniobra.

De pronto, la puerta se abrió, Jennie podría llegar a ser muy desesperada.

—¿Tienes problemas?—; pero esa no era la voz de Jennie.

Me quedé inmóvil al reconocer a Rosé, luego me giré avergonzada. Aún en la oscuridad, podía verla.

Llevaba puesto un vestido negro, ajustado a su perfecto cuerpo; llevaba unos tacones negros con pequeños brillantes y no muy altos. Su figura me quitó el aliento.

—Emm... no puedo subirlo—, musité atolondrada. —¿Podrías...?— manoteé en la oscuridad, señalando el cierre de mi espalda.

—Claro—. Se acercó hasta mí, su perfume bailoteó por mi nariz.

Me giré y le di la espalda para que pudiera subir el cierre y recogí con una mano mi cabello, haciéndolo a un lado.

Sentí sus manos en mi espalda, tratando de subir el cierre; el tacto hizo que la piel de todo el cuerpo se me erizara. El sonido de la cremallera encajando lentamente quebrantó el silencio, no se oía nada, excepto nuestras respiraciones y los sonidos apenas audibles provenientes del exterior. El cierre encajó por completo, pero no me moví. Ella aún sujetaba con sus manos mi espalda.

Y de pronto, sentí cómo acurrucó su nariz entre mis desatados cabellos y cómo su respiración los traspasaba golpeando con delicadeza mi cuello. El corazón se me aceleró, tanto que me pregunté si ella podía oírlo.

—Rosé...— murmuré, ¿qué estaba haciendo?

Pero el silencio persistió y su respiración acariciaba la piel de mi cuello con más intensidad, haciendo que el estómago se me encogiera, que la piel se me erizara y que toda mi cordura huyera.

—Chicas, ¿por qué tardan tanto?— la voz de Jennie me hizo pegar un brinco.

Continue Reading

You'll Also Like

5K 736 19
William sigue un papel desde que tenía nueve años, ha silenciado cada voz interior que le indique lo contrario a lo que se le pide. Pero el día de la...
164K 4.4K 30
la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...
8.5K 119 6
(+18)para nada es una historieta inventada por mí cuando estoy en clase de mates mientras fantaseo con mí profesor.
299K 16.9K 167
Rosé una chica de pocas amigas y sin autoestima, estaba locamente enamorada de su pareja: Lisa, la típica rompecorazones avergonzada de su orientació...