𝔸𝕕𝕧𝕖𝕣𝕥𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤: 𝐒𝐞𝐱𝐨 𝐬𝐮𝐚𝐯𝐞, 𝐥𝐞𝐯𝐞 𝐦𝐚𝐦𝐚𝐝𝐚, 𝐬𝐞𝐱𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐛𝐚𝐧̃𝐨, 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐬𝐨𝐟𝐭.
Su pulgar y su dedo índice delinean el borde del botón de tu camisa. Parece que Alejandro está tratando de recordar la textura y la forma, como si fuera algo importante, como si necesitara memorizar cada pequeño detalle que te constituye en tu totalidad . Puedes sentir el calor que irradia la palma de su mano: te envuelve el cuello como si te estrangulara, te pone la piel de gallina y te hace respirar un poco más fuerte.
Sus movimientos son dolorosamente lentos, pero sus ojos están en llamas. Impaciente y ávido. Pestañas largas y negras enmarcan las brasas de sus iris y puedes jurar que puedes ver la danza de llamas bermellones dentro de ellas. Tu cuerpo se acerca a él cuando te desnuda. Te quitaste la camisa. Ahora sus dedos rodean la cremallera de tus pantalones y los baja junto con tu ropa interior. Él nota la mancha húmeda en tus bragas, la consecuencia de haberte molestado durante toda la cena, susurrando la amalgama de suaves confesiones y deseos ásperos.
"Tienes tanta hambre de mí, ¿no? Estos están empapados, cariño", dice en voz baja, mientras se arrodilla ante ti para trazar con la yema del dedo el algodón húmedo. Él recoge tu humedad y la prueba. Sus ojos inmediatamente encuentran los tuyos. Hay más que un deseo en su mirada. Hay avaricia y casi... bullicio porque Alejandro es un hombre tallado por el mar turbulento y el calor despiadado del sol de Las Almas.
El tipo más duro del regimiento.
Y se arrodilla ante ti.
Este hecho se instala lentamente en tu mente y atraviesa tu ser. La imagen de él mirándote es surrealista. Hay algo casi pecaminoso en esto: es algo derivado directamente de una fantasía prohibida. Porque Alejandro no es de los que se rinden. Y entonces... entonces lo sientes . Cuando sus manos descansan sobre tus muslos, cuando abre los labios y respira tu aroma, es el maestro de los títeres y el actor principal al mismo tiempo. Y el control nunca se le escapa.
Así que ignoras a tu coño necesitado que no se aferra a nada. Ignoras el anhelo y la agitación en tu núcleo: el deseo ardiente de pasar tus dedos por su cabello y presionar violentamente su cabeza hacia tu coño. Montar su cara, hacer que te pruebe bien antes de llenarte con su polla. Bolas profundamente dentro de ti, su mano en tu cuello con fuerza, tus uñas trazando caminos entre sus omóplatos cuando te empuja ferozmente.
"Mía." Esa es la única palabra que escapa de su boca cuando tiene los ojos cerrados y su cuerpo presionado contra el tuyo. "Mía. Mía. Eres mía".
Y quieres que vuelva a decir eso. Quieres rendirte, darle todo el control que tienes y dejar que te tome y te arruine como le plazca. Pero...
En lugar de eso, envuelves tus manos alrededor de su cuello y tus dedos recorren la delicada piel bañada por el sol de su nuca.
"Ven conmigo", susurras, levantándolo ligeramente del suelo, hasta que su figura se eleva sobre ti.
Estás desnuda; él todavía está completamente vestido. No hay un centímetro de tu cuerpo que esté oculto a sus ojos, pero no te sientes avergonzada. Ya no. No con él. No cuando se lame los labios agrietados y te mira así. Como si supiera y quisiera tu verdadero yo.
"¿Qué tienes en mente, cariño? ¿De dónde viene esa pequeña sonrisa, hm?
"Lo quiero un poco diferente hoy". Las comisuras de tus labios se levantan en una suave sonrisa cuando ignoras la expresión confusa de su rostro. Sus cejas ligeramente fruncidas, ojos vigilantes como si hubiera entrado en el nuevo territorio.
"No puedes enseñarle nuevos trucos a un perro viejo", dice, pero aún así te deja llevarlo al baño. Sus pesadas botas siguen tus pies descalzos.
"Ya lo veremos."
Pronto, el baño caliente estará listo, esperando que ambos se sumerjan en él. Velas encendidas, luces tenues. El vapor permanece en tu piel a medida que te acercas a Alejandro. Y los roles cambian. Te deja desnudarlo. Dolorosamente lento. Tienes todo el tiempo del mundo, ¿verdad? ¿O tal vez no hay ningún momento en el que solo estén él y tú?
Tus manos descansan sobre su pecho cuando intentas respirar con él, el ritmo es constante. Él te mira, sus ojos del color de las brasas, siempre encendidos cuando caen sobre tu cuerpo. Abre la boca y las palabras se agolpan en su lengua. Prueba su dulzura pero luego los traga. Es mejor dejar algunas cosas sin decir. Nunca formado. Y por un breve segundo pensaste que Alejandro teme que su voz rompa el hechizo de este momento.
Le quitas la camisa. Tus manos recorren sus brazos cansados, cicatrices superficiales y profundas, heridas de bala y piel desgarrada que debieron tardar una eternidad en sanar. Una vez te dijo que eres la única medicina que necesita, pero tú simplemente le sonreíste. Después de todo: lo único que puede matar a Alejandro es Alejandro. E incluso si desaparecieras y murieras, este hombre seguiría adelante, seguiría luchando incluso si estuviera completamente solo y el resto del mundo estaría en su contra.
Eso es lo que piensas de él. Eso es lo que quieres que sea.
Pero la mirada en sus ojos dice algo diferente. El fuego en su interior sigue presente. La oscuridad sigue ahí. Pero la efervescencia está teñida de tranquilidad, similar a la que cae después de una tormenta de nieve furiosa. Todo está cubierto de nieve. Todo está en silencio. No hay sol, el cielo es tan profundo y blanco como ventisqueros que se acumulan a tu alrededor y te encierran.
A veces parece como si no lo conocieras en absoluto, como si acabaras de tocar la superficie y aún tuvieras que explorar lo que es estar con él.
Te arrodillas ante él, con las rodillas presionadas contra la alfombra del baño, mientras le desabrochas los pantalones. El pecho de Alejandro se eleva cuando plantas un beso en la base de su polla. La punta de tu lengua traza una de las venas prominentes y él resopla. Sus ojos entrecerrados. Tu mano lo rodea, suavemente, mientras lo adoras. Su piel es suave. Tan suave. Y te hace desear poder ser tú quien lo proteja. Al menos una vez. Ahora te toca a ti luchar con las palabras. Quieres decirlas tanto que duele. Es como si te asfixiaran, te hicieran llorar los ojos.
Pero es mejor no hacerlo. Te llevas su pene a la boca, con las mejillas hundidas y la tarareas con satisfacción. La mano de Alejandro encuentra su camino en tu cabello y lentamente te guía, te hace saborearlo en el fondo de tu garganta, hace que tu nariz toque su cabello negro recortado. Y justo antes de que sea demasiado, antes de que el primer dolor te queme los pulmones, él se retira, se inclina sobre ti y conecta sus labios con los tuyos. Es un beso doloroso (dientes y lengua), está lleno de hambre y de todas esas palabras no dichas que ninguno de los dos puede decir.
Alejandro te deja sin aliento cuando se separa, pero sus ojos siguen fijos en los tuyos. Y en ese momento no puedes decidir si hay chispas de fuego en su interior, o si es el resplandor del sol que se refleja en la nieve.
"Tú primero", murmuras casi de manera inaudible, y él finge obedecer.
Entra a la bañera y se hunde en el agua tibia. Lo sigues inmediatamente, apoyando tus manos sobre sus hombros, sentándote a horcajadas sobre sus piernas y lentamente, lentamente, descendiendo sobre su polla. Cuando un silbido escapa de tu boca, las manos de Alejandro están instantáneamente en tus caderas tratando de aliviar el dolor. Su toque es abrasador, te hace renunciar al dolorido tramo de tu coño.
Y sus labios se mueven –forman las palabras sin decirlas– pero aún se puede leer su forma. La respiración se corta en tu garganta cuando te dejas descansar sobre él. Tu pecho se presionó fuertemente contra el suyo, tus manos rodearon sus bíceps y tu cara acarició la curva de su cuello.
"Lo sé", susurras. Las siguientes palabras que dices se hunden en la serenidad que viene después.
Su pene palpita dentro de ti, los músculos de su abdomen se contraen y Alejandro inclina la cabeza para besarte una vez más. Esta vez más suave. El vapor del baño caliente envuelve sus cuerpos, el murmullo del agua acompaña el silencio. Y él te rodea con sus brazos. Estrechamente. Como si tuviera miedo de que desaparecieras cuando pierda su control sobre ti.
Le toma un tiempo a sus músculos relajarse, a que sus dedos tracen patrones perezosos en su espalda, a que sus ojos chispeen con vehemencia. Y es como si la nieve nunca hubiera estado allí. Como si volviera a ser inmune al tormento y la muerte. O tal vez es cierto que al final lo haces así.
Yo leí esto y me dio algo jsjsj
yo estaba buscando algo sucio y cochino, pero no pude evitar traer algo suave, siempre viene bien. 🤧🤧
Gente, ya me dieron fecha para mis cursos, empiezo el 18 de septiembre, así que posiblemente se reduzcan las actualizaciones (espero y no 🥺🥺)
Y estoy algo preocupada con eso jajaja, porque tengo una lista ya hecha con los OS que quiero traerles, así como también en mi otro libro de OS.
Trataré de al menos traer una actualización por semana luego de empezar mis clases, no les abandonaré!! ❤️🩹❤️🩹
Muchas gracias por leer, cualquier error, déjenlo saber en los comentarios!!
Sr_Macaroni