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"Oh, Dios mío", susurró, con los ojos pegados al hombre alto y apuesto al otro lado de la pista de aterrizaje.
El coronel vestía de verde oscuro hoy, con un pesado chaleco táctico y botas de combate cubiertas de barro. Sus gafas de sol colocadas sobre su cabeza, el cabello negro peinado hacia atrás, pero la última hora del día y la humedad habían hecho un trabajo maravilloso al devolverle algunos rizos naturales. Tenía buen aspecto. Más que bueno. Bien. Caliente. Listo para comer.
Y él venía hacia ustedes, rápido.
Schwalbe se puso apresuradamente unas gafas de sol, feliz de que la máscara azul sobre su boca y nariz funcionara y ocultara la mayor parte de su rostro indudablemente sonrojado. Alejandro estaba hablando rápidamente con Rodolfo por radio mientras se acercaba, un español suave y sexy y, querido señor, estabas tan jodida.
