Treinta y un días sin M.
Querida Mae:
Estaba en mi
apartamento;
en compañía
de la soledad,
en la cama
[mi cama,
tu cama,
nuestra cama].
Buscándote
a mi lado.
Han llamado
a la puerta.
He ido,
arrastrando
los pies, y
he abierto.
Eras tú.
Mi alma ha caído
al suelo
[o lo que quedaba
(dejaste) de ella].
Estabas tan preciosa
como siempre.
Me has mirado
a los ojos.
Tú has suspirado,
yo he aguantado
la respiración;
me había quedado
sin palabras,
como siempre
que estabas
(tan) cerca.
"Te quiero, Anaëlle," has dicho.
Luego me has besado.