El trabajo de Biología // Hon...

By claarxx9

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Emil Steilsson se acaba de mudar a Nueva York desde su amada Reikiavik con su sobreprotector hermano mayor. D... More

Prólogo
Amigos
Cupido
Fiesta de pijamas
A escondidas
Aviso
Hermano sobreprotector
Fuera de casa
Recapacitar
[Final] Promesa cumplida

El trabajo

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By claarxx9

Emil llegó a su casa donde todos le recibieron con una sonrisa menos Berwald. 

– ¡Holi! ¿Qué tal te fue hoy? – gritó Mathias. Lukas le pegó una patada en el estómago por gritar – ¡Au! ¡Duele!

– ¿Qué tal Emil? ¿Hiciste algún amigo? – preguntó Tino desde el sillón.

– No, pero he invitado a un chico a casa – respondió el islandés. Lukas se levantó y se acercó a él.

– Yo no te he dejado invitar a nadie, hermanito – dijo. Esto enfadó a Emil.

– ¡Es para un trabajo! ¡No tengo tres años y no somos hermanos! – se alteró.

– Relájate Emil. ¿Ya comiste? – se levantó Tino y se puso en medio de estos para que no empezaran a pelear.

– No. No he comido.

El finlandés le puso la comida a Emil, que se la comió. Lavó los platos y se fue a su habitación. Estaba todo recogido, así que sacó su móvil para matar tiempo antes de que llegara Leon. Vio que le había llegado un WhatsApp. Era un número desconocido.

"Emil"
"Soy Leon"
"Me llevo los materiales para armar la maqueta a tu casa, llego en media hora"

El joven islandés respondió con un "OK".

––––––––––

Hey Noru. Deberías de dejar de ser tan sobreprotector con tu hermano. Tiene diecisiete años, sabe lo que hace. – dijo Mathias mientras armaba una torre de Legos.

– No me llames Noru. Yo soy su hermano y lo tengo que proteger. Si no lo protejo, se hará amigo de malas influencias – replicó Lukas con un tono serio. 

– ¿Pero no tiene Emil edad para saber quién es mala influencia y quién no? – preguntó Tino mientras abrazaba a Berwald.

– Concuerdo – añadió la pareja de Tino.

La torre gigante de Legos mostraba signos de derrumbarse. Mathias puso otro Lego más y justo cuando se iba a caer, Lukas empujó al danés, quien se cayó al suelo.

– Noru... – murmuró Mathias. – M-Me has salvado – sus ojos brillaban mucho.

––––––––––

Leon llegó y llamó al timbre del Quinto C.

– ¿Sí? ¿Quién es? – preguntó Emil por el telefonillo.

– Leon. Vengo a hacer el trabajo.

Emil abrió la puerta principal y Leon entró. Cuando subió por el ascensor Tino le estaba esperando. 

– ¿Tú eres el compañero de Emil? – preguntó con su dulce voz.

– Sí. Soy Leon Wang.

– Bien, ven conmigo.

Leon siguió a Tino y entró en el pequeño piso. Lukas le miró de arriba a abajo con una cara intimidante. 

– Ahí está Emil – dijo Tino.

– Gracias, hasta luego – respondió Leon y llamó a la habitación – Soy Leon. ¿Puedo pasar?

Emil estaba viendo el móvil en su habitación y llamaron a la puerta. 

Emil le dejó pasar y el chico entró con un montón de bolsas con los materiales. Los sacó todos y había plastilina, témperas, bolas de plástico entre otros. El islandés se sorprendió de todo lo que había traído para el trabajo. Se ofreció a pagarle algo por todo lo que tenía pero Leon se negó porque se lo había regalado su hermano. ¿Cuántos hermanos tenía?

Estuvieron un buen rato hablando mientras moldeaban la plastilina y pintaban las cosas con acuarelas. A Leon le agradó Emil, aunque este no sabía mostrar bien sus emociones. Leon tampoco es que supiera mostrarlas bien, pero se entendían. Estuvieron tres horas para hacer la maqueta y todavía quedaba un rato para que su hermano mayor viniera a por él, así que hablaron.

– ¿Y tú de dónde eres? He notado que no eres de aquí – preguntó Leon curiosamente.

– Soy de Islandia. ¿Y tú? – Emil lanzó la misma pregunta.

– Yo soy de Hong Kong – respondió el chico sonriendo.

– ¿Y cuándo te mudaste aquí? 

– Me mudé con mis hermanos cuando era muy pequeño. Tenía cuatro años. ¿Y tú? – añadió el hongkonés.

– Me mudé hace tres semanas. Dejé Islandia para venirme aquí. – Leon se arrepintió de lanzar la pregunta pues Emil se entristeció y se notó en su voz.

– Ah... Debes estar pasándolo muy mal.. – se dijo a sí mismo. 

– Yo no quise venir aquí... Me obligaron. – el islandés se aguantaba las lágrimas.

Sin pensar Leon le dio un abrazo a Emil. Este lo correspondió, incómodo. Se acababan de conocer, pero el hongkonés había tocado un tema muy personal. Cuando pararon, le sonó el teléfono a Leon. Era su hermano que iba a pasar a por él.

– Eh... ¿Llevas tú mañana la maqueta a clase? – preguntó antes de irse.

– Sí. Te acompaño a la salida. No quiero que mi hermano te mate. – se excusó Emil.

Los dos salieron y se despidieron en la puerta.

––––––––––

– ¿Y qué tal? – preguntó Tino. – ¿Podemos ver vuestra obra de arte?

– Es mejor que lo la veáis. Nos ha quedado horrible – dijo Emil.

– Está bien. ¿Quieres cenar? Se te ha hecho tarde.

Emil cenó, se duchó, vio la tele un rato y se fue a dormir. Mientras intentaba conciliar el sueño pensó en si Leon se acercaría alguna vez más a él. Hizo el ridículo porque casi se puso a llorar. Sería normal si este no le hablara ninguna vez más. Pero a Emil sí le agradó Leon. No sabía cómo mostrar sus emociones. Seguro que lo había tomado como un idiota.

––––––––––

Un nuevo día del infierno. Emil salió de casa con la maqueta. A primera hora tocaba Biología. Todos los alumnos entregaron sus maquetas y el profesor las evaluó todas en alto. Leon y Emil sacaron una A+. No sabían cómo reaccionar. Les había quedado horrible. El chino y su hermana Mei se dieron unas miradas llenas de alegría. Algunos chicos se miraron con miradas de enfado porque no sabían cómo el chico que nunca hablaba tenía la máxima nota.

En el recreo el islandés logró ver a Leon con su hermana Mei y su otro hermano. Este último le miró pero no le dio importancia que estaba solo en el mismo banco de siempre.

Después de todas las clases aburridas Emil estaba saliendo del instituto. Recorrió los callejones para llegar a su casa y se dio cuenta de que un grupo de personas de su clase le seguía. El de cabello plateado intentó ir más rápido pero el grupito corrió y le pilló.

– ¡Ey! ¡ ¡Emil! – gritó uno. El nombrado se dio la vuelta.

– ¿Q-Qué pasa? – tartamudeó Emil.

– Has sacado más nota que yo en el trabajo. Yo merecía la A+ – el chico dio una pausa. – Es hora de que pagues.

Emil intentó correr hasta su casa pero le agarraron del brazo y se cayó de espaldas al suelo. Se raspó las manos. El chico que había hablado antes le estaba pisando la cara, mientras otros tres le agarraban y el que quedaba grababa. Estuvieron como cinco minutos pegándole hasta que se aburrieron y se fueron. A Emil le sangraba la nariz y tenía un moratón en el ojo, a parte de que le salía sangre de los raspones de las manos. Se levantó a duras penas y se fue a su casa.

Entró intentando que no le pillaran en ese estado, pero Berwald estaba esperándole en la puerta de la casa.

– ¡Coño! – gritó Emil entrando. – ¡Qué susto Berwald!

– Estás sangrando – dijo el sueco con el mismo tono neutro de siempre. Lukas, Tino y Mathias llegaron corriendo.

– ¿Qué te ha pasado Emil? – preguntó Tino preocupado. Después se fue a por su kit de primeros auxilios.

– ¿Quién te ha hecho esto? – interrogó Lukas agarrándole del mentón.

– M-Me caí – tartamudeó el islandés. – Me he caído por las escaleras.

– Pues sí que te has dado un buen golpe. ¿Te has caído de boca? – añadió Mathias. El noruego le empujó para atrás y este se fue con Tino.

– ¿Me lo debería creer? – Emil sabía perfectamente que si le decía a su hermanastro que le han pegado una paliza su complejo de hermano sobreprotector mataría a los chicos. – Esto no es un juego, Emil Steilsson.

– ¡Corre Emil! ¡Te va a matar! – gritó Mathias.

– Nadie va a matar a nadie. Ha sido un accidente – tranquilizó a todos Tino. – Siéntate para que te cure las heridas. 

El finlandés le aplicó hielo al ojo del afectado, le curó los raspones de las manos y le puso un pañuelo para que le dejara de sangrar la nariz. Media hora después había mejorado, así que Tino le puso un parche en el ojo y le dijo que se fuera a descansar.

––––––––––

– No se ha caído. Es obvio que le han pegado una paliza – manifestó Lukas.

– Tú eres muy sobreprotector. Déjale tener sus propios problemas. Seguro que los resuelve por él mismo – replicó su amigo danés.

– ¡Tú cállate! ¡No es tu asunto! – alzó la voz el noruego.

– Mathias tiene razón, Lukas. Eres sobreprotector con tu hermano. Entendemos que no quieres que le pase nada malo pero tiene diecisiete años. – intentó tranquilizarle Tino.

– Concuerdo – asintió Berwald. 

Lukas no supo qué hacer. Se metió a su habitación a meditar. ¿Quién le había pegado esa paliza? ¿Debería dejarlo pasar y fingir que se tragaba su mentira? ¿Debería encarar al malparido que hizo eso?

––––––––––

Pasaron cinco días y todos los días Emil llegaba con nuevas heridas. Su hermanastro no se enteraba porque Mathias le distraía. Pero si llegaba así todos los días Lukas se iba a dar cuenta. Los bullys creían que Emil y ellos estaban solos en la calle, pero había una persona curiosa que los persiguió para ver por qué siempre llegaba lleno de heridas. 

– ¡Leon! – llegó gritando el hermano más pequeño.

–  ¿¡Dónde estabas-aru!? – manifestó su hermano mayor. – ¡Te estamos esperando para comer!

– ¡Leon! ¡Leon! ¡He visto a unos chicos pegando a tu amiguito-daze! 

– Siéntate a comer y luego habláis – dijo su otro hermano mayor, Kiku.

– ¿Qué amiguito? – preguntó Leon.

– ¡Al del trabajo de Biología! 

– ¿Dónde? – su hermano se levantó de un salto.

– ¡Sentaros a comer-aru! 

––––––––––

Otra vez, Tino curándole las heridas a Emil. ¿Cuántos días se iba a repetir este infierno? Esta vez Mathias le estaba diciendo a Lukas que si le acompañaba a la tienda a comprar una cosa para que no se diese cuenta de las nuevas heridas.

– Tienes que decirnos qué te pasa, Emil. No puedo estar todos los días curando heridas. Te queremos ayudar – manifestó Tino mientras le aplicaba hielo en un ojo.

– No puedo – replicó el islandés.

– ¿Por qué?

Emil se fue sin responder. De verdad tenía que hacer algo para hacer que parasen esos bullys. No podía estar todos los días igual.

––––––––––

Un día del infierno más para Emil Steilsson. Se despertó, se aseó se despidió de sus compañeros y se fue. Llegó a la secundaria antes, así que aprovechó para hacer la tarea que no había hecho.

Las clases transcurrieron normal hasta la hora del recreo. Emil llegó a su banco de siempre y se sentó. Vio que Leon, Mei y el otro chico le miraban más de lo normal. Este creyó que estaban hablando mal de él. No, nunca le hablarían de nuevo.

Salió del instituto y los bullys le persiguieron hasta que se acercaron a él y le agarraron. Le iban a empezar a pegar.

– ¡Oi! ¡Dejadle en paz! – gritó alguien. Emil no pudo saber quién era pero la voz se le hacía familiar. – ¡Si no le dejáis le diré al director!

El grupo de chicos se empezó a reír a carcajadas.

– ¡Qué miedo! – añadió el líder.

– ¡Estamos grabando! – gritó una voz femenina.

Todos los chicos se fueron corriendo. Emil miró a la persona que le acababa de salvar.

...
––––––––––
Bueno gente, os dejo con el suspense <3
¿Quién creen que es la voz?

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