La pequeñita de papá

由 Babywichis19

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-Mi niña, cuando entres aquí serás una bebé... Mi bebé. ¿Estás de acuerdo con ello? Lo miré emocionada. Aunqu... 更多

Capítulo 1: Conóceme y verás que sólo quiero lo mejor para ti, pequeñita
Capítulo 2: Créeme que no te arrepentirás
Capítulo 3: El adiós a la vida
Capítulo 4: Es momento de comenzar una nueva vida
Capítulo 5: Mi otro gran amor
Capítulo 7: Te prometo que hoy será un día inolvidable
Capítulo 8: Mañana será un día mejor
Capítulo 9: Te aseguro que no vas a estar sola
Capítulo 10: Te dedico eso y más, mi niña
Capítulo 11: ¿Todo bien, mi niña?
Capítulo 12: Me gusta mucho verte tomar biberón, pequeña
Capítulo 13: ¿Por dónde quieres empezar?
Capítulo 14: Eres única, mi niña
Capítulo 15: Juntos, cualquier aventura es la mejor de mi vida
Capítulo 16: Ven, es momento de arreglar las cosas
Capítulo 17: Eres mi motor para seguir adelante
Capítulo 18: Bueno, es momento de la despedida
Nota
Capítulo 19: Sin lugar a dudas, no estoy lista
Capítulo 20: Cuéntamelo, vamos a hacerlo juntos
Capítulo 21: Te mereces el mundo
Capítulo 23: Gracias a ti, mi niña
Capítulo 24: Yo sólo quiero verte feliz
Capítulo 25: Gracias, abuela
Capítulo 26: No tienes nada que agradecer, pequeñita

Capítulo 6: Ahora, permíteme arroparte

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由 Babywichis19

-El age-play involucra que, con tu consentimiento, yo me convierta en tu "papi". La idea es que abandones toda actitud de persona adulta y regreses a ser esa linda bebita que imagino que fuiste cuando eras pequeña. Tu única labor será dejarte querer, ser buena niña y disfrutar de las comodidades que te ofrece el "nacer de nuevo"- me sonrió, como si se tratara de lo más normal del mundo. -La rutina diaria trataría de lo siguiente: establecer horarios para despertar, para bañarte, para jugar, para estudiar, para comer, para dormir la siesta y para dormir.- ¿Horarios? ¿Cuándo fue la última vez que tuve 3 comidas al día? ¿O que dormí más de 8 horas? ¿O que tomé una ducha diaria? -Además de la rutina, mi labor como papá es bañarte, alimentarte, vestirte y cambiarte. Además, quiero que regreses a la escuela, por lo que contrataré un tutor privado para que trabaje contigo y puedas ponerte al día. No hay nada que me haría más feliz que verte en la universidad.- ¿La universidad? ¿Cuándo fue la última vez que soñé con graduarme en alguna carrera? ¿Cómo me reincorporaría a la escuela? Sé que no soy una persona tonta, pero nunca fui muy brillante para la escuela -¿Tienes alguna duda con eso, peque?- asentí -¿Cccomo me bañarías? Y cambiarías y vestirías...- me sonrió y observé como se ruborizaba. -Bueno, justamente como se cambia a un bebé, Annita. La idea es que yo te meta a la tina, te duche y te vista. En el clóset hay mucha ropa para ti, mi amor. Y bueno... cambiarte se trata de... Justo de eso: cambiar tu pañal, mi niña.-

Al escuchar la palabra "pañal", sentí como mi estómago se revolvía, como me temblaba el cuerpo, como el sudor rodaba por mis sienes. -Estás pálida... ¿te sientes bien, peque?- se preocupó Julián, sonriéndome con comprensión. Asentí y abracé mis piernas, buscando protegerme de algo. -Pppero yo sé ir al baño.- dije nerviosa. Julián esbozó una media sonrisa y juro que pude observar como su corazón latía fuertemente por abajo de la camiseta negra que traía puesta. -Lo sé, pequeñita. Como te dije, la idea es que vuelvas a la niñez. No quiero que te preocupes por nada... Ni siquiera por ir al baño.- ¿O sea que tendré que ir al baño en un pañal? -Mira, peque. Te juro que no te molestará en lo absoluto. Yo estaré siempre ahí para cambiarte en cuanto lo necesites.- me sonrió y acomodó un mechón de pelo tras mi oreja. -Iremos poco a poco, te prometo que te gustará ser mi bebé. ¿Qué opinas si con ese tema también vamos un paso a la vez?- me sonrió y asentí rápidamente, como temiendo que cambiara de opinión. -Muy bien, entonces podemos empezar sólo con usarlo, ¿qué dices?- asentí, pensando que de todas las opciones era, definitivamente, la mejor. 

-¿Tienes más dudas, mi niña?- negué. Realmente, fuera de los verbos "cambiar", "vestir" y "bañar", todo parecía estar muy claro para mi. -Perfecto... ¿tienes hambre, nena?- asentí y sentí como me tomaba en brazos repentinamente. Julián me cargaba como si fuera la cosa más ligera del mundo entero, con agilidad y con ternura. -Bueno, vamos a la cocina. Te voy a preparar la cena y luego iremos a que tomes tu baño y a dormir, ¿te parece?- sonreí y asentí. -¿Hoy tengo que dddormir en la cuna?- pregunté nerviosa, pensando que se trataba de uno de los menores de mis "problemas" al pensar en el tema del pañal. -Si, mi amor. Los bebés deben dormir protegidos. Pero recuerda que estoy en la habitación de al lado y puedo ir si necesitas algo.- dejó un beso en mi frente mientras entramos a la cocina, donde me encontré con la primera prueba de esta nueva dinámica: la silla alta. Con rapidez, Julián levantó los seguros de la mesa y me depositó en el mullido asiento color amarillo pastel, el cual estaba decorado con pequeños leoncitos. Rápido, el pelinegro me puso el cinturón que rodeaba mis piernas y aseguró la mesa, dejándome completamente asegurada en el asiento. Incómoda, me removí sobre la sillita mientras Julián preparaba algo que, sin alcanzar a verlo, olía delicioso. 

-Listo, ya está su cena, señorita.- giró sobre sus talones y me sonrió, mostrándome un plato decorado con un elefante y un león infantil. El plato, en brillantes colores, estaba lleno de un esponjoso arroz blanco y un pedazo de pollo empanizado. Lo dejó en mi mesa y se dirigió al refrigerador. ¿Con qué voy a comer? No me dejó cubiertos. -Julián... ¿me puedes pasar un tenedor y un cuchillo, por favor?- pregunté educada, a lo que el pelinegro soltó una pequeña risita. -Peque, los bebés no usan cubiertos de adultos. Espera un segundo en lo que sirvo tu bebida y ya voy a darte de comer.- ¿Darme de comer?  ¿Cuándo fue la última vez que alguien me dio comida casera en la boca? Ni siquiera recuerdo que mamá o papá lo hicieran cuando era más chica. -Toma, tu vaso.- me sonrió mientras me tendía un vaso entrenador color verde pastel, decorado con elefantitos. Incrédula, lo tomé y me removí incómoda en la sillita, sin poderme mover mucho. -Y ahora, ahí viene el avioncito.- me dijo Julián sonriente, mientras tomaba un cubierto color verde con azul de plástico y me tendía un pedazo de pollo hacia mis labios. 

Sintiéndome la persona más inútil del mundo, clavé mis ojos en la gran sonrisa de Julián y abrí la boca, permitiéndole que depositara el pedazo de pollo en mi lengua. El sabor rápidamente invadió mis papilas gustativas haciéndolas bailar. -¡Está delicioso, Julián!- sonreí y le pedí más con la mirada. -Me alegra que te guste, peque. Lo cociné con mucho amor. Ahora, si terminas toda tu comida, te daré postre.- me sonrió y repitió la operación anterior, haciendo ahora ruidos de turbinas con su boca. Sin quererlo, comencé a reírme por lo bajo, sintiendo mis mejillas arder de pena. -Me encanta tu risa, pequeñita. Nunca dejes de sonreírme así, por favor.- el calor de mis mejillas se intensificó mientras que Julián me sonreía y depositaba pedazos de la deliciosa comida en mi boca mientras jugaba al avioncito conmigo, haciéndome sentir como una verdadera niña pequeña. 

Intentando ignorar por completo el vasito entrenador con jugo, terminé el pollo y el arroz rápidamente, pensando en lo mucho que llevaba sin comer tan delicioso. -Muy bien, peque. Termina tu jugo mientras preparo tu postre.- se levantó de la silla y caminó a la alacena, dejándome ahí sola con el vasito. Lo miré como si se tratara de la cosa más horrible en el mundo. Resignada, lo tomé y lo acerqué a mi boca, intentando succionar grandes cantidades de líquido. El jugo de manzana invadió mi sistema dejando un rastro dulzón. Estaba igual de delicioso que la comida. Con destreza, succioné tantas veces como fue necesario para terminar el contenido, pensando en que no era mi actividad favorita. -¡Eso, mi niña!- escuché la voz de Julián mientras daba el último sorbo al vaso. -Muy bien, peque. Me enorgullece mucho que hayas terminado de comer.- me sonrió y dejó un beso en mi mejilla. "Me enorgullece mucho"... Palabras que tenía tanto tiempo sin escuchar que parecía que jamás alguien me las había dicho. Le sonreí y le di un rápido beso en la mejilla, sin saber de donde salió la valentía para hacerlo. -Que bonito beso, peque.- Julián caminó rápidamente al refrigerador y sacó un enorme tazón de gelatina roja brillante. Al verla, sentí como se me hacía agua a la boca. 

-Aquí está tu postre, peque. ¿Quieres comerla tu?- dijo tendiéndome un plato con muchos cubitos partidos en pedazos pequeños y mostrándome una cuchara de plástico color amarillo. Intentando aferrarme a lo poco de comportamiento adulto que me quedaba, y con el permiso de Julián, asentí y tomé el cubierto infantil que me estaba ofreciendo. Me sonrió y comenzó a lavar los platos mientras devoré con rapidez todos los cuadritos de gelatina. Tanta azúcar en mi cuerpo hacía que mi corazón bailara de alegría. Mi estómago, por una vez en mucho tiempo, no se iría a dormir vacío. -¿Te gustó?- asentí y sonreí, emocionada porque ya me bajaría de la incómoda sillita. -Que bueno, mi amor. Ven, vamos arriba. Es hora de la ducha.- dijo mientras abría los seguros de la silla y me ayudaba a bajar de ella. Me dio la mano y la tomé, mientras caminábamos por la parte baja de la casa hacia las escaleras. Estaba a punto de subirlas cuando sentí que me cargaba en sus brazos. -¿Qué pasa?- pregunté sorprendida. -Los bebés no suben las escaleras, es peligroso.- me sonrió y subió un escalón a la vez, mientras que su calor corporal me invadía, acurrucándome en sus brazos. 

-Juega un poco mientras preparo tu ducha, peque.- me sonrió dejándome en la alfombra rosa de mi habitación con ternura, mientras que dejaba un rápido beso en mi frente. -No tardaré, diviértete.- se fue al baño y a los pocos segundos pude escuchar como se comenzaba llenar la tina. Nerviosa, caminé hacia uno de los baúles y lo abrí, buscando algo con qué entretener mi corazón y que no fuera del todo infantil. Me senté en el piso e inspeccioné el contenido del mismo, sacando uno a uno los juguetes que Julián había comprado para mi. Tomé entre mis manos los bloques de construcción, cuidándolos como si pudieran romperse. Saqué los libros de cuentos del mismo y me detuve un instante a verlos, admirando la tersura de la superficie acolchada. Llegué hasta el fondo del baúl cuando encontré, entre los muchos animales de felpa, un pequeño teclado de colores. Admirando la delicadeza de las teclas, lo tomé entre mis manos y pasé mis dedos por ellas, intentando tocar música con ellas. Al ver que no sonaban, comencé a desesperarme y a preocuparme que, quizás, en mi torpeza lo hubiera roto. -¿Peque? ¿Con qué juegas?- me sobresalté al escuchar a Julián y escondí detrás de mi el juguete, como si fuera un gran secreto. -¿Qué tienes ahí, jovencita?- me preguntó, agachándose hasta el tapete y sonriéndome. Lentamente, saqué de detrás de mi el teclado y se lo mostré asustada. -Creo que lo rompí.- dije en un hilo de voz, evitando sus ojos. -No amor, sólo te falta esto.- me dijo, sacando del baúl un pequeño palito color amarillo. -Amor, esto es un xilófono... Se toca con esto.- me dijo, pasando el palito por encima de las teclas de colores y haciendo una bonita melodía con él. Así que no es un teclado... Hay tantas cosas que no conozco y que él puede enseñarme. Nerviosa, tomé el palito que me ofrecía e imité lo que había hecho, haciendo que las teclas emitieran ruidos melodiosos. Sonreí y reí un poco mientras que tocaba ahora en otra dirección las teclas con el palito. -Ahorita continuas jugando, amor. Es hora de la ducha.-

Me levantó en brazos y me llevó al baño de mi habitación, el cual despedía un gran aroma a lavanda. -Te preparé la ducha así, pero si quieres otro aroma podemos intentarlo mañana.- me dijo, depositándome en el enorme cambiador color verde que estaba en la habitación. -Ahora, vamos a la ducha.- Con ternura, Julián tomó la gorra que había puesto en mi cabeza y la quitó de ahí, desenredando los mechones de pelo que estaban enroscados en ella. Tiernamente, bajó su mano hasta el filo de mi vestido y comenzó a deslizarlo hacia arriba cuando, con velocidad, detuve su mano y me removí incómoda en mi asiento. -Amor, para ducharte, necesito quitarte la ropa.- me sonrió comprensivo. -Pppero... Nunca nadie me ha visto...- no pude terminar la frase, invadida por la pena. -Tranquila amor, te prometí que no te haría daño. ¿Confías en mi?- asentí rápido, sonriéndole sin saber por qué lo hacía. -Levanta los brazos, mi niña.- me pidió, levantando mi vestido y dejándome en mi pequeño sujetador y mis bragas. -Ahora, este vestido va a la ropa sucia junto con esto.- me dijo, deslizando la ropa interior fuera de mi cuerpo. Sentirme y verme expuesta así me hizo iniciar a sollozar mientras que Julián regresaba del cesto de la ropa sucia. -Amor, no tengas pena... No llores por favor.- me pidió, dejando una caricia en mi mejilla, sin ver mi cuerpo como un pedazo de carne... Sin verme con malas intenciones. 

-Vamos al agua.- me dijo, tomándome en brazos y dejándome dentro de la tina. El agua caliente invadió mis terminaciones nerviosas, haciéndome estremecer. ¿Cuándo fue la última vez que había tomado una ducha caliente? -Voy a lavar tu cabello, amor.- dijo Julián, dejando unas gotas de shampoo en mi cabeza, iniciando un ligero masaje que relajó todos mis sentidos. Mientras lo hacía, el pelinegro murmuraba una canción tierna, que hablaba de la arena y el mar. Julián lavó mi cabello y, con agilidad, tomó una esponja de color rosa de un costado de la bañera y comenzó a limpiar mi cuerpo con un tierno y suave masaje. Al llegar a mis piernas, Julián se detuvo y observó las cicatrices que había en ellas. -Amor, ¿qué te pasó aquí?- preguntó tierno, a lo que me removí incómoda. Jamás había hablado con nadie de lo sucedido con dichas cicatrices. Cerré los ojos y le di la espalda, buscando evitar sus ojos y su escrutinio. -Te pregunté algo, Anna. ¿Por qué tienes esas cicatrices?- preguntó, buscando mi mirada, la cual escondí nuevamente en la tina. -Okay... No me lo dirás ahora, pero muy pronto tendremos una conversación sobre ello, jovencita.- dijo serio, terminando de limpiar mi cuerpo. Al finalizar la labor, me envolvió en una enorme toalla color lila mientras continuaba murmurando su canción y ambos fingíamos que no había sucedido lo anterior. -Voy a cepillar tu cabello, peque.- dijo, colocándose detrás de mi y pasando un suave cepillo por mi delgado cabello, dejando caricias en la base del mismo. 

Unos minutos más tarde, Julián finalizó el cepillado y de secarme. Me envolvió ahora en una toalla color amarillo y con rapidez me levantó del cambiador y me llevó a la habitación central, donde me sentó en el alto cambiador que estaba a un costado de la cuna. Me recostó en él y me sonrió mientras que untaba crema en mis extremidades. -Voy por tu ropa. Quédate quieta, podrías caerte.- asentí y lo observé ir a la cómoda, sacando de ahí una piyama color azul cielo. -Te verás hermosa con éste.- dijo y se acercó a mi, mostrándome lo que usaría para dormir. Asentí y me relajé, esperando que me pusiera mis bragas cuando lo observé levantar mis piernas y colocar abajo de mi un suave pañal. -Pppero... pensé que iríamos lento.- dije, conteniendo las lágrimas que peleaban por salir de mis ojos. -Justamente iremos lento, amor. Ahora sólo lo usarás para acostumbrarte a él. En un tiempo empezarás a usar realmente el pañal para lo que se usa.- me sonrió y, antes de que me diera un momento para renegar, sentí como llenaba mi zona íntima con talco con aroma a bebé y como, con agilidad, cerraba el pañal. 

Bajé la mirada para encontrarme con un decorado pañal color blanco con animales de la selva en el cintillo. -Sé que te gustan los elefantes, tiene ese decorado mi amor.- me sonrió con ternura y comenzó a vestirme con el conjunto azul cielo que usaría como piyama. La fina tela acogió mi cuerpo con ternura y me sentí muy cómoda en la ropa mientras que intentaba no pensar en el mullido pañal que tenía en mi parte baja. -Listo amor, ya estás lista para dormir.- me dijo Julián, ayudándome a bajar del cambiador y depositándome en la cuna con ternura. Al dejarme dentro de los 4 barrotes de la misma, me sentí tan indefensa y tan asustada que no pude evitar temblar. -Pequeñita, aquí adentro no puede pasarte nada. Ten, aquí está el Señor Elefante.- me dijo sonriendo, entregándome el elefante que se encontraba en una esquina de la cuna. Lo abracé como si de ello dependiera mi vida misma. -Pondré el monitor aquí y escucharé si necesitas algo, amor.- me dijo, encendiendo un radio y colocándolo en la mesa de noche a un costado de la cuna. -Ahora, permíteme arroparte.- me dijo, mientras que me acomodaba en la cuna y me colocaba cobijas encima. -Listo, es la hora de dormir.- dijo sonriente. 

Me removí un instante incómoda bajo los atentos ojos del pelinegro, quien me sonreía con todo el corazón. -Ah, se me olvidaba algo.- me dijo luego de un instante. Caminó rápido al otro extremo de la habitación y regresó con una pequeña cajita color verde limón. -Aquí adentro está una sorpresa más que tengo para ti. Ábrela.- me dijo, ayudándome a salir de las cobijas. Aún dentro de la cuna, Julián me tendió la caja y la abrí con emoción, encontrándome dentro de ella con un chupete. El artefacto tenía colores lilas y azules claros. Estaba decorado con un pequeño elefante con un biberón y tenía en una esquina mis iniciales "A.T." -Espero que te guste, mi niña.- sentí como me temblaba el cuerpo entero. -Amor... si estoy yendo muy rápido, perdóname... Dámelo, prometo no molestarte con esto hasta que te sientas lista.- me dijo, intentando quitármelo de las manos, a lo que me negué sin saber realmente porque lo hacía. -Mmemmee lo quiero quedar.- dije, abrazándome a mi misma. -Está bien, pequeñita. Te voy a dar tu espacio, ¿vale? Si necesitas algo, sólo házmelo saber por el monitor.- me dio un rápido y casto beso en la frente y se fue, dejándome bajo las cobijas con el chupete en una mano y el Señor Elefante en otra. Apagó la luz y prendió una suave luz de noche, cerrando un poco la puerta tras de si. 

Nerviosa, me recosté intentando relajarme, sintiendo las finas cobijas de seda sobre mi cuerpo. El pañal me incomodaba de cintura para abajo, pero por alguna razón me daba una extraña sensación de seguridad. Observé un segundo el chupete y, buscando algún motivo lógico, lo introduje en mi boca, esperando sentir algún alivio. Sin darme cuenta, sentí como el sueño comenzaba a vencerme y, resignada, abracé al Señor Elefante con fuerza y cerré los ojos pensando e imaginando lo que sucedería mañana. Me estaba quedando a la expectativa del día siguiente mientras caía en los brazos de Morfeo. 

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