Olas de intensidad

By nniss9

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A veces no se conoce a una persona de la forma más bonita, pero lo importante es lo que pasa después. Justo... More

Capítulo 1. Qué pesadilla.
Capítulo 2. ¿Lo conoces?
Capítulo 3. Soy imbécil.
Capítulo 4. No, gracias.
Capítulo 5. ¿Todo bien?
Capítulo 6. ¿Es tu novio?
Capítulo 7. Deja de hacerlo.
Capítulo 8. Como quieras.
Capítulo 9. Que ni la miréis.
Capítulo 10. ¿Yo para qué?
Capítulo 11. Joder...
Capítulo 12. Fuiste tú el que me besaste.
Capítulo 13. ¿Te hace gracia?
Capítulo 14. ¿No vas a decir nada?
Capítulo 15. Gracias por quedarte.
Capítulo 16. ¿Qué te pasa?
Capítulo 17. Deja de provocarme.
Capítulo 18. Te quiero.
Capítulo 19. Espera, Valen.
Capítulo 20. Pedri...
Capítulo 21. Te voy a matar.
Capítulo 22. Gracias por traerme.
Capítulo 23. Ni se te ocurra.
Capítulo 24. Valen, por favor.
Capítulo 25. Ya te gustaría.
Capítulo 26. Lo siento...
Capítulo 27. Qué guapa eres.
Capítulo 28. Hasta mañana.
Capítulo 29. Como te quieren.
Capítulo 30. Pídemelo.
Capítulo 31. No pasa nada.
Capítulo 32. No puede ser...
Capítulo 33. Dame un beso.
Capítulo 34. Si quieres...
Capítulo 35. Nada que no sepas.
Capítulo 36. ¿Puedes llevarme a casa?
Capítulo 37. ¿Estáis juntos?
Capítulo 39. ¿Has dicho...?

Capítulo 38. No te preocupes.

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By nniss9

Después de desayunar, mi hermano me llevó a las oficinas, de las cuales le enseñé un poco la entrada y el vestíbulo. 

-Madre mía -miró todo impresionado. 

Sonreí y asentí, yo tuve la misma reacción. 

-Hey, Valen -escuché que me llamaban por detrás. 

-Ah, hola, Alejandro -me giré sonriente. 

Mi hermano se giró también y observó al chico que se acercaba hacia nosotros, quien lo miró algo extrañado.

-Alejandro, este es mi hermano, David. David, Alejandro -los presenté rápido. 

-Encantado -contestó el último tendiéndole la mano. 

-Igualmente -asintió mi hermano. 

-¿Subes? -me miró después el moreno. 

-Claro -sonreí hacia él-. Luego te llamo -miré a David. 

Nos despedimos de él y Alejandro y yo nos dirigimos hacia el ascensor, para después ir directos al despacho. 

-Hoy Belén no está, tenía una reunión fuera de la ciudad, así que podemos ocupar el espacio que sea -me dirigí hacia mi silla. 

-Genial, porque me temo que vamos a tener que hacer muchos papeleos -se posicionó enfrente. 

-¿Tan malo es? -elevé la mirada hacia él. 

Suspiró y se encogió de hombros, pero solo con ver su expresión ya supuse que sí. 

-Genial... -murmuré irónica. 

-Bueno, no te preocupes, lo resolveremos -le quitó importancia sacando el portátil. 

Asentí y saqué también el mío, aunque no tardé en dirigirme con la silla a su lado para mirar el suyo, pues ya tenía un montón de información. 

-¿Cuándo has hecho todo esto? -fruncí el ceño bajando páginas y páginas con el ratón. 

-No soy de dormir mucho -sonrió tranquilo. 

Alcé las cejas y tomé aire al llegar al final de todo. 

-¿Has llegado a alguna conclusión? -pregunté alejando un poco el portátil y cogiendo mi cuaderno de notas. 

-Desgraciadamente sí -murmuró sacando una carpeta de la mochila que tenía sobre la silla de su lado. 

-Algo me dice que no es buena -lo miré nerviosa. 

-Efectivamente -sonrió sin solución. 

Suspiré y me quedé observándolo esperando a que continuara. 

-Ayer dijimos que no salían las cuentas -recordó-. Cuando llegué a casa me puse a mirarlas, y la verdad es que no le encontraba ningún sentido. Hasta que me di cuenta de que el porcentaje de los impuestos que teníamos puestos sobre las revistas cada vez bajaba más y más. 

-¿Qué? -fruncí el ceño. La verdad es que no tenía ni idea de qué me estaba hablando. 

-Mira -se levantó tomando aire. 

Puso delante de mí el portátil y se apoyó con una mano en el respaldo de mi silla, mientras me señalaba en la pantalla una larga cadena de pagos. 

-Empieza con un porcentaje del 25%, que es el beneficio que nos llevamos nosotros por cada edición de la revista -comenzó a explicar-. Pero en la siguiente edición, ya baja a 24,99%, en la siguiente a 24,98; la siguiente a 97, y así todo el rato -siguió apuntando con el boli-. Eso al principio no se nota porque no es algo muy relevante, pero al hacer los cálculos, con el 25% que se supone que nos dan siempre, no corresponde, por muy pequeña que sea la diferencia -me miró obvio. 

Asentí y seguí bajando en la página que me estaba enseñando. 

-Pero... -dudé. 

-Dime -me miró expectante. 

-No entiendo por...

-¿Por qué baja? -me interrumpió. 

-Mhm -lo miré rápido. 

-Porque se piensan que somos gilipollas -soltó entonces. 

Fruncí el ceño y él cogió unas cuantas hojas que tenía al lado. 

-Denuncia, denuncia y denuncia -las puso una a una delante de mí-. Son todas las empresas que han denunciado a la marca por infracciones. 

-¿Qué? -cogí uno de los papeles. 

-Suelen empezar por evadir impuestos poco a poco, hasta que terminan por no pagar y después se desvinculan de la empresa con la que trabajaban -explicó incorporándose un poco. 

-¿Qué dices? -lo miré incrédula. 

-La cosa es que siempre trabajan con empresas muy grandes, las cuales casi nunca se dan cuenta a tiempo de lo que pasa, ni llevan los ingresos tan a raja tabla, básicamente porque tienen un montón -habló de lo más tranquilo. 

-O sea, que lo que hacen es estafar a las empresas hasta que llegan a un límite y después rompen el contrato antes de que les pillen -deduje. 

-Exacto -asintió-. Hay algunas, como las que tienes delante, que sí se han dado cuenta y han denunciado, pero casi nunca se consigue nada, porque según los jueces son cantidades muy insignificantes para los ingresos que suelen tener esas empresas, entonces no suelen perder demasiado tiempo en el caso y lo archivan rápido -se encogió de hombros. 

-Me estás jodiendo... -murmuré volviendo a mirar los papeles. 

No me podía creer que una marca tan importante estuviera haciendo eso, así como tampoco me podía creer que no hubiera salido en las noticias ni en ningún lado. 

-Ellos son los que controlan todo lo que sale, nadie se les va a tirar encima porque tienen mucha repercusión -habló Alejandro como leyéndome la mente. 

Asentí y dirigí la mirada hacia él. 

-¿Y ahora qué hacemos? -pregunté nerviosa. 

Tomó aire y me miró también, sin solución. 

En ese momento no pude evitar sentirme culpable. Antonio había rechazado muchas veces el proyecto de Belén, hasta que llegué yo y lo convencí para aceptarlo. Y lo único que había conseguido con ello era que la empresa perdiera dinero y meternos en un problema. 

-Mierda... -suspiré dándome cuenta, pasándome después la mano por la frente. 

-¿Qué? -se acercó Alejandro apoyándose en la mesa a mi lado. 

Elevé la mirada hacia él y me quedé pensativa. 

-Fue idea mía presionar al dueño para que aceptara el proyecto -murmuré entonces. 

Frunció el ceño y se cruzó de brazos mirándome. 

-Belén me va a matar... -aseguré después. 

-Qué dices, Valen -soltó confuso. 

-Encima se supone que soy la encargada de llevarlo, ¿Cómo no he podido darme cuenta antes? -pensé el voz alta. 

Alejandro chasqueó la lengua y negó con la cabeza. 

-Te acabo de decir que hay gente que nunca se ha dado cuenta de que les ha estafado -repitió-. Y tú a los pocos meses ya lo has hecho. 

-Joder, pero...

-¿Qué? -me interrumpió. 

Bufé y aparté la mirada hacia otro lado. 

-No ha sido culpa tuya -habló de nuevo. 

-Nos han estafado -volví a mirarlo. 

-Ni siquiera han llegado a bajar un número entero en el porcentaje, tan solo decimales -rebatió. 

-Da igual, Alejandro, esos decimales ya son mucho dinero -me levanté del asiento. 

-Si fueran mucho dinero Belén ya se habría dado cuenta hace bastante -aseguró siguiéndome hacia el ventanal. 

Suspiré y negué con la cabeza, pensando en cómo iba a decirle eso, y agradeciendo que ese día no hubiera venido. 

-¿Qué hacemos? -me giré hacia Alejandro. 

-¿Qué hacemos? -alzó las cejas-. No, no, qué haces tú, esto es problema tuyo, a mí déjame -levantó las manos inocente, desentendiéndose del problema.

Clavé mis ojos en los suyos sorprendida y entonces soltó una carcajada. 

-Es broma, Val -posó una mano sobre mi hombro-. Ya he pensado en soluciones. 

-Estaba a punto de matarte -aseguré sin apartar la mirada de él. 

-Lo siento -rió un poco más. 

Tomé aire y volví a pasarme las manos por la cara. 

-No te agobies, anda -sonrió levemente-. Ven, te enseño lo que he preparado. 

Acto seguido, llevó una de sus manos a mi espalda baja, dándome la vuelta junto a él hacia el escritorio. 

Mi cuerpo se tensó al instante y traté de que no se me notara la cara de incomodidad al notar su contacto, yendo un poco rápido para separarme cuanto antes, sentándome en la silla nada más llegar. 

-Una opción es esta -inclinó su cuerpo cerca de mí para señalármela en el ordenador. 

Me explicó todas y cada una de las soluciones que había pensado, y yo no podía flipar más. Eso había debido costarle muchísimo trabajo, y que lo hubiera hecho en una sola noche me impresionaba mucho. 

Estuvimos toda la mañana con eso, dando forma a varias de las soluciones que proponía Alejandro, creando nuevas y pensando más ideas. 

Comimos en el despacho, sin dejar de trabajar, y a pesar de que él estaba de lo más tranquilo, a mí cada vez me aumentaban más los nervios. 

Sentía que no íbamos a encontrar ninguna solución que funcionara del todo, y sobretodo pensaba en qué diría Belén cuando se lo contara. Solo esperaba solucionarlo antes de volver a verla, y así al menos, que viera que aunque la había cagado ya estaba todo arreglado. 

-Valen, ¿Me estás escuchando? -preguntó Alejandro haciendo que saliera de mis pensamientos. 

-Sí, sí, perdona -suspiré. 

Sonrió levemente y se levantó de la silla, acercándose a mí, que estaba apoyada sobre la mesa. 

-Creo que deberías tomarte un descanso -murmuró mirándome. 

Negué rápido con la cabeza seguí mirando el papel que llevaba entre las manos, el cual me quitó al instante. 

-¿Quieres que vaya a buscarte un café? -ofreció amable. 

-No, no te preocupes -negué rápido-. Ya me he tomado tres. 

-Cuatro -corrigió. 

-Peor aún -sonreí cansada. 

Sonrió también y se quedó observándome. 

-Podemos salir a dar una vuelta por alrededor de las oficinas, tomamos un poco el aire y después seguimos -ideó entonces. 

Me quedé observándolo ante eso, y él asintió levemente, como diciéndome "¿Qué te parece?". Y sinceramente, no me parecía mala idea, pero no sabía en qué sentido lo decía. No quería pensar que iba con segundas, porque no tenía por qué, pero preferí no hacerlo.

-Es igual, sino se nos hará tarde -rechacé tranquila. 

Justo cuando fue a hablar de nuevo, alguien llamó a la puerta y abrió sin esperar respuesta. 

-Hey -alcé las cejas al girar la cabeza y ver a Gavi. 

-Hola -nos miró un poco serio. 

-Buenas -sonrió Alejandro separándose hacia un lado. 

El futbolista tensó la mandíbula y posó sus ojos sobre mí. 

-¿Necesitas algo? -me incorporé dudosa. 

-¿Podemos hablar? -preguntó sin contestarme. 

-Claro, ¿Qué pasa? -fruncí el ceño. 

-A solas -alzó las cejas después. 

-Ah -miré a Alejandro. 

-Sí, claro -sonrió él amable y se dirigió hacia la puerta para salir, dejándonos solos. 

El sevillano lo siguió con la mirada, y después se acercó a mí, quedándose en frente. 

-¿Ha pasado algo? -pregunté confusa. 

-¿Qué estabais haciendo? -me miró serio. 

-Trabajando -me encogí de hombros. 

-¿Trabajando? -repitió. 

Rodé los ojos y lo miré de nuevo. 

-Sí, Gavi, trabajando -aseguré tranquila. 

Asintió incrédulo y se humedeció los labios. 

-¿Y por qué estaba tan cerca de ti entonces? -alzó las cejas. 

-¿Qué? -fruncí el ceño. 

-Según entendí ayer se trataba de un error de cálculos, no de una clase de tango para que estuvierais así de pegados -murmuró acercándose un poco más. 

-Madre mía... -suspiré llevándome una mano a la frente. 

No dijo nada y siguió mirándome como esperando a que hablara. 

-Oye, mira Pablo, no tengo tiempo para esto, ¿Vale? -lo miré de nuevo-. La empresa de Antonio nos ha estado estafando, y por eso salieron mal los cálculos. Hemos estado todo el día intentando solucionarlo y no estamos encontrando nada definitivo, así que bastante tengo ya con eso como para que ahora tenga que lidiar con tus celos -aseguré cansada. 

-¿Con mis celos? -pasó por alto todo lo demás. 

Rodé los ojos y me crucé de brazos. 

-Mis celos son tu culpa -soltó entonces. 

-¿Perdón? -fruncí el ceño. 

-Si hubieras aceptado ser mi novia, no estaría así ahora -aseguró. 

-¿Qué tiene que ver? -lo miré confusa. 

-Pues que todos sabrían que eres mía, y no se te acercarían de esas formas -se justificó. 

-Pablo, ¿De qué formas? Solo me estaba diciendo que descansáramos, porque me ha visto agobiada -expliqué obvia. 

-Bueno, pues que no se preocupe tanto por ti, que de eso me encargo yo -sentenció. 

-Lo ha hecho por amabilidad -rebatí. 

-Sí, por la amabilidad de querer follarte. 

-¡Pablo! -golpeé rápido su pecho. 

Tensó la mandíbula y yo lo imité, sin apartar mis ojos de los suyos. 

-Si no quieres verlo no es mi problema -habló con superioridad. 

-No vuelvas a hablar así -ordené ante las maneras. 

Tomó aire serio y después negó con la cabeza. 

-Llevo toda la mañana estresada, pensando en qué decirle a tu madre, y agobiada por cómo solucionarlo. Te digo que nos han estafado y a ti lo único que te importa es cuántos metros de más se me ha acercado a Alejandro -solté entonces. 

Se quedó mirándome y yo apreté la mandíbula. 

-Mira, no voy a decir que no estamos juntos, porque no sería justo. Pero no puedes hacer esto, ¿Vale? -hablé de nuevo-. Estábamos trabajando, e intentando solucionar un problema grave, así que no tengo tiempo para estas tonterías. Nunca te he dado ningún motivo para que desconfíes de mí, ni siquiera he estado ni hablado con otro chico cuando dejamos de tener contacto, así que, por favor, intenta controlarte -pedí de una forma lógica. 

-Val...

-No, Val no -lo interrumpí. 

-No es porque no confíe en ti. Es porque si ya hay gente la cual que aunque sepa que tienes novio intenta ligar contigo, imagínate si no lo sabe -trató de explicar. 

-¿Si no lo sabe qué? -pregunté obvia-. Yo sí lo sé, y sé los límites que tengo que poner, no te preocupes -aseguré irritada. 

Asintió levemente sin apartar sus ojos de mí y se humedeció los labios, para después acercarse un poco más. 

-Vale, tienes razón... -suspiró-. Lo siento. 

Negué con la cabeza y tomé aire, mirando hacia otro lado y volviendo a mirarlo a él al ver que Alejandro se dirigía hacia el despacho, pero antes se paraba a hablar con un compañero. 

-Voy a tener que volver al trabajo -murmuré sin solución-. ¿Necesitas algo más o solo era eso? -pregunté irónica. 

Cogió una de mis manos entre las suyas y yo traté de que no se viera. 

-En verdad venía a ver cómo estabas -balbuceó mirándome. 

Asentí y tragué grueso. 

-Creo que ya ha quedado claro -contesté sin saber qué decir. 

Asintió también con algo de pena y se mordió el labio inferior. 

-Lo siento, otra vez -jugueteó con mis dedos. 

-No pasa nada -negué con la cabeza. 

-Llámame si necesitas algo -ofreció entonces-. Y tranquila, que lo solucionarás. Bueno, lo solucionaréis -corrigió después. 

Asentí y entrelacé mi mano con la suya. 

-¿Quieres que te espere para cenar? -elevó la mirada de nuestras manos a mis ojos. 

-No, tranquilo, no sé cuándo terminaré -resoplé. 

-Puedo venir a recogerte -se acercó un poco más. 

Es que cómo iba a poder enfadarme con él, si con esas cosas siempre me ganaba. 

-No te preocupes -sonreí levemente. 

-Avísame, ¿Vale? -murmuró despacio. 

Tomé aire y asentí, sabiendo que no iba a aceptar un no por respuesta. 

-Disculpad. Valentina, te ha llamado Belén -abrió la puerta Alejandro. 

-Mierda -reaccioné al instante buscando el móvil-. ¿Crees que se habrá enterado? -miré rápido al moreno. 

-Val -me miró con cara de "¿En serio?".

-¿Val? -repitió Gavi bajito, a lo que le di un golpe disimulado y él tensó la mandíbula. 

-Ahora la llamo -informé con prisa. 

-Bueno, pues yo me voy -habló Gavi. 

Asentí sin mirarlo, y sin poder reaccionar cuando noté que dejaba un beso sobre mi mejilla, a lo que rápido lo miré. 

-Luego nos vemos, amor. Y no te estreses -sonrió separándose. 

A mí si en ese momento no se me cayó el mundo encima ni bien ni mal. No sabía cómo había tenido las narices de llamarme así, ni por qué las pulsaciones en mi pecho se aceleraron de cero a cien al escucharlo. 

-Hasta luego -fue lo único que acerté a decir, con una sonrisa un poco forzada y descolocada, siguiéndolo con la mirada. 

Sonrió tranquilo al pasar por lado de Alejandro, despidiéndose de él con un "que vaya bien", a lo cual el chico correspondió con una sonrisa y un movimiento de mano leve. 


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Hola! Este es el último de hoy, que se me ha hecho tarde. Mañana habrá más!

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