Olas de intensidad

By nniss9

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A veces no se conoce a una persona de la forma más bonita, pero lo importante es lo que pasa después. Justo... More

Capítulo 1. Qué pesadilla.
Capítulo 3. Soy imbécil.
Capítulo 4. No, gracias.
Capítulo 5. ¿Todo bien?
Capítulo 6. ¿Es tu novio?
Capítulo 7. Deja de hacerlo.
Capítulo 8. Como quieras.
Capítulo 9. Que ni la miréis.
Capítulo 10. ¿Yo para qué?
Capítulo 11. Joder...
Capítulo 12. Fuiste tú el que me besaste.
Capítulo 13. ¿Te hace gracia?
Capítulo 14. ¿No vas a decir nada?
Capítulo 15. Gracias por quedarte.
Capítulo 16. ¿Qué te pasa?
Capítulo 17. Deja de provocarme.
Capítulo 18. Te quiero.
Capítulo 19. Espera, Valen.
Capítulo 20. Pedri...
Capítulo 21. Te voy a matar.
Capítulo 22. Gracias por traerme.
Capítulo 23. Ni se te ocurra.
Capítulo 24. Valen, por favor.
Capítulo 25. Ya te gustaría.
Capítulo 26. Lo siento...
Capítulo 27. Qué guapa eres.
Capítulo 28. Hasta mañana.
Capítulo 29. Como te quieren.
Capítulo 30. Pídemelo.
Capítulo 31. No pasa nada.
Capítulo 32. No puede ser...
Capítulo 33. Dame un beso.
Capítulo 34. Si quieres...
Capítulo 35. Nada que no sepas.
Capítulo 36. ¿Puedes llevarme a casa?
Capítulo 37. ¿Estáis juntos?
Capítulo 38. No te preocupes.
Capítulo 39. ¿Has dicho...?

Capítulo 2. ¿Lo conoces?

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By nniss9

Tardé un poco en rodear a todo el mundo y cuando llegué me apoyé también en la barra al lado del futbolista.

-¿Estás bien? -me miró frunciendo el ceño.

-Cuanta gente -tomé aire muy cansada.

Alzó las cejas y no me dio demasiada importancia, porque volvió a mirar el móvil.

-¿Necesitas algo? -preguntó entonces.

Lo miré tratando de enfocar y recomponiéndome un poco.

-Que dejes de mirarme como si hubiera intentado matarte -contesté obvia.

Se giró hacia mí incrédulo y yo traté de mantenerme seria.

-No lo he dicho a malas, y si te ha sentado mal, lo siento -me encogí de hombros.

-No importa -contestó apretando la mandíbula.

-Ya -sonreí sin creérmelo al ver su reacción.

Se humedeció los labios y yo dirigí mi mirada hacia allí sin poder evitarlo.

-Ahora que veo que vas borracha no me lo voy a tomar tan enserio, porque no debías saber lo que decías -aseguró.

Yo fruncí el ceño y levanté la vista a sus ojos.

-No voy borracha y sí sabía lo que decía -rebatí.

Juraría que en ese momento una media sonrisa apareció en su cara, pero estaba demasiado borracha como para recordarlo del todo.

-¿Qué? -me quedé mirándolo.

-No he dicho nada -se defendió.

-Menos mal -balbuceé algo irritada y me giré hacia la barra dispuesta a pedir mi agua e irme de ahí.

-¿Solo has venido para decirme que dejara de mirarte mal? -preguntó entonces.

Puse los ojos en blanco y lo miré de nuevo.

-Y que en realidad eres malísimo -solté.

Entonces sí sonrió, y lo recuerdo de forma muy clara, porque la sonrisa en su boca duró varios segundos.

-¿Ah, sí? -alzó las cejas.

-Eres el peor, de hecho -dije seria.

Asintió sin creerme y siguió mirándome.

-¿Cómo puedes ser mi fan y odiarme al mismo tiempo? -preguntó con algo de superioridad.

Entonces sí sonreí, pero de forma irónica.

-Fácil. Porque no soy tu fan.

Sonrió de nuevo y recorrió mi cuerpo con la mirada, haciendo que me pusiera un poco incómoda.

-¿Entonces por qué me has pedido una foto? -insistió.

Yo fruncí el ceño.

-No te la he pedido, lo ha dicho Álex -recordé, aunque ni siquiera sé cómo.

-Podrías no habértela hecho -argumentó tranquilo.

-Ya, pero no quería que te sintieras mal si me hacía una foto con él y contigo no -rebatí.

Soltó una carcajada y yo sonreí también.

-Veo que te gusta mucho engañarte a ti misma -murmuró después.

Me encogí de hombros y me giré de nuevo hacia la barra, para poder pedir por fin mi agua al camarero que había. La pagué y le di las gracias mientras la abría y le daba un trago.

-Eso, mejor deja de beber, que se te está distorsionando la realidad -Gavi volvió a coger el móvil de la barra y se lo guardó al bolsillo.

Rodé los ojos y me giré hacia él.

-Por mucho que se me distorsione seguirás... -en ese momento nuestros cuerpos se juntaron de golpe cuando una chica se puso a mi lado en la barra haciendo que perdiera el equilibrio.

-¿Qué? -el sevillano llevó rápido las manos a mi cintura para retenerme ante él.

No sé si en ese momento me concentré más en mantener el equilibrio o en intentar no mirarle los labios.

-¿Se te ha comido la lengua el gato? -preguntó con superioridad mientras clavaba sus ojos en los míos muy de cerca.

Apreté la mandíbula y me tensé un poco al seguir notando sus manos sobre mi cuerpo.

-Que te vaya bien -bajé mis manos hacia las suyas y las aparté de mí para irme, mientras él sonreía con éxito ante mi pérdida de argumentos.

Negué con la cabeza y me dirigí algo desconcertada por la situación hacia el baño, donde había una cola más que terrible. No entendía cómo la gente podía tardar tanto, y me daba una rabia terrible, porque yo era siempre súper rápida intentando no hacer esperar mucho a las siguientes.

Los pies empezaban a dolerme y todo a darme vuelas. Le di otro trago a la botella de agua y tomé aire mientras me apoyaba en la pared.

Entonces me di cuenta de que la cola del baño de chicos ya se había acabado.

Me asomé un poco y vi que no había nadie.

-¿Queréis pasar? -ofrecí a las chicas que estaban primeras en la fila.

-Sí, mejor, que sino aquí no meamos nunca -aceptó una de ellas.

Las demás dijeron que no, así que yo entré también con bastante prisa. Me senté en el váter y meé tranquila mientras cerraba los ojos muy cansada. Siempre que salía de fiesta y al cabo de un rato me sentaba sentía que podía dormirme ahí mismo.

Abrí los ojos de golpe pensando que podía quedarme dormida en cualquier momento y una vez terminé salí para retocarme un poco frente al espejo después de cerrar la puerta de la entrada para que no me vieran.

-Mierda... -murmuré cuando vi que llevaba el pelo enredado en un lado.

La puerta del váter de al lado se abrió mientras yo intentaba desenredarlo.

-Oye, ¿No llevarás un peine? -pregunté a la chica que había entrado conmigo.

Sin embargo, no contestó, así que miré por el espejo para buscarla con la mirada, sobresaltándome al ver que el que estaba detrás de mí era un chico.

-Ay, perdona -murmuré al darme cuenta.

-Puedo ayudarte si quieres -sonrió recorriendo mi cuerpo de arriba abajo.

-No, gracias -contesté cogiendo el bolso de encima del lavabo para irme.

-Ven, anda -me cogió de la mano impidiéndomelo.

-¿Qué haces? -traté de soltarme pero no pude, y él se acercó más a mí.

-Deja que vea ese pelo -fue a llevar su mano en dirección hacia allí.

-Oye, te he dicho que no, suéltame -intenté apartarlo.

Pero no lo conseguí. Era más grande que yo y encima no tenía fuerzas a causa del alcohol.

El tío llevó su mano a mi pelo mientras yo trataba de apartarme, para después posarla sobre mi cuello rodéandolo.

-Por favor, para -pedí alejando la cabeza.

Sonrió levemente y me pegó hacia la pared que quedaba detrás de mí.

-¿No sabes que este baño no es el de chicas? -preguntó divertido-. Aquí pueden pasar cosas malas -sonrió de una forma asquerosa.

A mí ni siquiera me salían las palabras por el asco y la rabia que sentía, y también miedo. Solo trataba de asimilar lo que estaba pasando mientras su mano me empezaba a ahogar.

-Suéltame -tragué grueso y le pegué en el pecho, cosa que no hizo mucho efecto porque ni siquiera pareció notarlo.

Negó con la cabeza y acercó su cara todavía más a la mía, haciéndome notar toda su respiración caliente y con olor a alcohol. Las tripas se me empezaron a revolver, y sentía como mi cuerpo se volvía un flan ante él.

-Por favor -insistí a punto de llorar llevando mis manos a su brazo para intentar apartarlo.

Ni siquiera se inmutó ante eso, y con la mano que le sobrara, comenzó a recorrer mi pierna derecha subiéndome el vestido de satén que llevaba.

Negué con la cabeza y puse las manos en su pecho intentando alejarlo, para después bajar una de ellas a la mano que subía intentando apartarla.

-Estate quieta o será peor, y ni se te ocurra gritar -me golpeó fuerte la mano y me apretó todavía más el cuello.

Ahí ya sí me asusté del todo, y tenía la sensación de que cuanto más empujaba a él más le ponía.

Siguió subiendo de forma lenta por mi muslo, haciendo que el rastro que dejaba me quemara la piel, como si lo hiciera con un mechero encendido.

No tenía fuerzas para quitármelo de encima y no sabía si debía gritar, porque igual me callaba de una hostia, además de que con el ruido que había fuera no se me escucharía ni de lejos.

Pronto su mano llegó cerca de mi intimidad, haciendo que mi cuerpo empezara a temblar entero. Sonrió todavía más al notar mi ropa interior, y fue acariciando sus bordes despacio, casi salivando por la excitación. Justo cuando fue a apartar la tela que cubría mis partes y mientras yo estaba a punto de empezar a llorar del todo, la puerta se abrió a mi izquierda.

-Joder -nos miró Gavi.

El tío me soltó de golpe y el sevillano frunció el ceño.

-Al menos podrías irte a un hotel y no hacer esto aquí -dijo mirándome sin darse cuenta de lo que estaba pasando.

Yo ni siquiera tenía voz, el vestido se me había quedado medio subido y una lágrima comenzó a caer por mi mejilla.

Entonces sí pareció darse cuenta y se acercó hacia donde estábamos. Miró mi cara confuso, y luego mi cuello, el cual supuse que tenía toda una marca roja por la fuerza que había hecho el otro.

-¿Qué cojones? -murmuró y se giró hacia él.

El tío lo miró como con superioridad pero sin saber muy bien qué decir.

-¿Lo conoces? -me miró después serio.

Negué con la cabeza como pude mientras la mirada se me emborronaba.

Se giró hacia el chico y éste levantó las manos inocente.

-¿Qué mierda estabas haciendo? -le preguntó furioso.

-Tío... -intentó defenderse el otro.

-Largo de aquí -ordenó el sevillano con mucha rabia.

-Ella quería -soltó.

Gavi fue a llevar sus manos al cuello de la camisa del chico pero éste rápido se echó para atrás, abriendo de golpe la puerta y saliendo corriendo.

Yo seguí pegada a la pared, tragando grueso e intentando no caer como si fuera plomo hacia el suelo.

El sevillano se giró hacia mí y se acercó con prisa, recorriendo mi cuerpo entero con una mirada preocupada y sorprendida.

-¿Estás bien? ¿Te ha llegado a hacer algo? -preguntó clavando sus ojos en los míos.

Apenas lo veía, porque las lágrimas me nublaban la vista, y la voz no me salía.

Al no contestarle se acercó un poco más, apartó el pelo de mi cuello y lo examinó con cuidado.

-Menudo hijo de puta... -susurró con rabia.

Tragué grueso y me estremecí ante el contacto de su mano con mi piel, apretándome todavía más contra la pared.

-Tranquila -volvió a mis ojos.

Las manos me temblaban mientras las subía hacia mi cara para secarme las lágrimas y él me miró sin saber qué hacer.

-Voy a bajarte el vestido, ¿Vale? -dijo al darse cuenta de que lo llevaba subido.

Lo miré con miedo y él llevó sus manos hacia allí despacio, sin apartar sus ojos de los míos, como comprobando que no me estaba alterando. Bajó el vestido de una forma muy suave y cuidadosa, volviendo a cubrir parte de mis muslos, y luego levantó las manos para enseñármelas como diciendo "ya está".

Abrí la boca para intentar tomar aire, y se me secó todavía más. No me quedaba ni una gota de saliva.

-¿Quieres que te lleve al hospital? -preguntó el futbolista.

Negué con la cabeza y me dejé bajar hacia el suelo con la espalda todavía pegada a la pared.

-Será mejor que vayamos, si te ha hecho algo hay que denunciarlo -me siguió.

Negué de nuevo y él se posicionó de cuclillas frente a mí.

-¿Con quién has venido? -habló de nuevo.

Lo miré sollozando y sin poder contestar.

-¿Estabas con amigas? -siguió mirándome.

Asentí lentamente.

-¿Dónde? Voy a buscarlas -se levantó de golpe.

Entonces yo agarré rápido una de sus manos casi entrando en pánico al escucharlo decir que se marchaba y se quedó parado mirándome.

-Vale -murmuró al darse cuenta-. Ven.

Me levantó del suelo y yo traté de mantenerme en pie.

Se acercó a una expendedora de papel y cogió unos cuantos trozos para tendérmelos. Los cogí con las manos temblorosas y fui a secarme la cara, suponiendo que la llevaba todo el maquillaje corrido.

-Dame -ordenó el sevillano al ver cómo me temblaba el pulso.

Cogió el papel de mis manos y procedió a limpiarme él haciendo bastante fuerza, a lo que fruncí un poco la cara.

-Perdón -dijo al darse cuenta.

Negué con la cabeza y él limpió una última lágrima que resbaló por mi cara.

-Vamos a hacer una cosa -informó-. Aquí a la izquierda hay una salida de emergencia, voy a pedirle al de seguridad que nos deje salir por ahí e iremos a mi coche, que está aparcado detrás. Llamas a tus amigas y que salgan.

Asentí como pude y él me imitó de forma lenta.

-¿Puedes caminar? -preguntó antes de empezar a hacerlo él.

Volví a asentir y me di la vuelta hacia la puerta algo mareada.

El sevillano pronto se posicionó detrás de mí, así que abrí la puerta y con él pegado a mis espaldas salimos hacia donde había dicho.

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