Seduce Me

By Cesebe_writer

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Mujeriego, inalcanzable y comedido. ÉL es jugador profesional de fútbol americano en Los Ángeles, con dos úni... More

SINOPSIS <3
1. La chica que nadie conoce
2. ¡Reto!
3. Menudo lío
4. Tú nunca molestas
6. Es curioso cómo una persona puede poner tu mundo del revés...
7. ¿Qué está pasando aquí?
8. No me gusta que te miren
9. Adiós a mi anonimato
10. Esperar el momento adecuado
11. Estás a salvo
12. Todo va a estar bien
13. Ella siempre va a merecer la pena
14. Esto no va a terminar bien
15. Acabas de firmar un pacto con el diablo
16. Esta noche no va a ser la última
17. Tiene la habilidad de alterar mi corazón sin siquiera tocarme.
18. Yo jamás finjo cuando se trata de ti
19. Lo único que quiero es desaparecer
20. Pensaba que eras diferente
21. No me parece justo que nos riamos juntos pero que llores sola
22. Hoy mandas tú
23. No sé ser sin él
24. Tu vuelo sale en dos horas
25. Él y su manía de acelerar mi ritmo cardíaco
26. Que no quieras volver
27. Que vicio es mirarlo cuando sonríe
28. No la voy a volver a soltar en toda la noche
29. Es broma, pero si no quieres no es broma
30. Odio no saber si puedo contar con ella
31. No sé qué haría sin ti
32. Somos imparables
33. Me está enamorando y él ni siquiera lo sabe
34. Entonces sí es lo que parece
35. Palabras mudas que no hacen falta ser pronunciadas
36. Una sonrisa más y te beso
37. No sé qué somos, pero hay que seguir siéndolo
38. Que no sea la última vez que lo hagas
39. Solo inténtalo
40. Por los sueños que se hacen realidad
41. Ella no eres tú
42. Soy más valiente si estás cerca
43. Yo tampoco me creo la suerte que he tenido
44. Ahora es más mío que nunca
45. Te vas a arrepentir de tus propias palabras
46. Hazlo, y no dejes nunca de hacerlo
47. Yo también te echaba de menos
48. Todo se va a arreglar
49. Probablemente me cargue lo mejor que me ha pasado en la vida
50. No es mío
51. Tru tru
52. EPÍLOGO
53. Extra 1
54. Extra 2

5. Te lo prometo

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By Cesebe_writer


—Llegas tarde —Eliot me pone una cerveza en la mano incluso antes de que pueda sentarme.

Rhys le echa una mirada de reproche.

—Esa era para mí.

Me encojo de hombros y le doy un trago sin dejar de mirarle con una sonrisa. Rhys bufa como respuesta y se adelanta para robarle la suya a Eliot, que se levanta molesto a por más bebida.

—¿Dónde estabas, mamón? —Chris me sonríe con picardía, me conoce lo suficiente para saber porque llego tarde.

La cosa entre nosotros ha vuelto a lo de antes. Ninguno de los dos ha vuelto a sacar el tema de Jenna, salvo algún comentario para tocarle los huevos al otro. Nada que no hiciéramos antes.

—Con tu hermana —las carcajadas de los demás hacen que borre la sonrisa de la boca y me dé tal puño en el brazo que me lo deja acalambrado durante minutos.

—Que te jodan.

—¿Recuerdas la periodista? —sonrío cuando entrecierra los ojos con desconfianza.

—¿La rubia del escote?

—Hemos tenido una entrevista privada —paso el brazo por el respaldo y me acomodo en la silla, mientras Rhys y Eliot silban con asombro.

No sé porque hemos venido a este sitio tan cutre. Entiendo que quieran salir de fiesta como la gente normal, y que desde los tres últimos partidos que nos han hecho subir como la espuma, ahora es mucho más complicado disfrutar de un poco de intimidad, pero venir al bar más cutre de Los Ángeles, no creo que sea necesario. Aquí solo hay cuatro borrachos y un par de prostitutas, este sitio apesta, y me ha costado más de media hora aparcar.

—De mayor quiero ser tú —Chris me da unas palmaditas en la espalda con una sonrisa traviesa, me encojo de hombros y le doy otro trago a la cerveza.

—Es de las ruidosas.

—No me puedo creer que te hayas tirado a Megan Clark —Rhys me mira con recelo sin dejar de girar el vaso en las manos.

—No se me ha olvidado que me debes doscientos pavos.

—¿Tienes pruebas? —todos me miran expectantes, por supuesto que las tengo. No me he acostado con una de las periodistas de deportes más sexi porque apostara con Rhys que me la llevaría a la cama, eso ha sido un gran aliciente, por supuesto, solo con verle la cara que tiene ahora merece la pena, pero si no se me hubiera insinuado dos minutos antes, no me habría arriesgado por tan solo dos de los grandes.

—Siempre cumplo un reto.

Pongo el móvil encima de la mesa y abro la galería de fotos, me voy a las más recientes, y el rostro sensual de Megan aparece mordisqueando mi barbilla. No tengo la necesidad de tener que hablar de mis conquistas, suelo mantenerlo siempre en un segundo plano, fuera de los chismosos de mis amigos, pero si me retan, cumplo.

—La hostia.

Rhys sonríe satisfecho, y tal y como bloqueo la pantalla, saca un par de billetes y me los pone sobre la mesa.

—Hablando de retos —Chris se hace escuchar mientras me guardo el dinero en el bolsillo— ¿Qué tal la llamadita?

Los tres me miran con una sonrisa burlona, bebo con fastidio, intentando no pensar en el pinchazo que he sentido en cuanto he recordado la voz dulce y erótica que casi consigue que me corra en los pantalones.

—Mira que sois tocapelotas.

—A eso nos dedicamos —se burla Eliot.

—Venga ya, no nos has contado nada —se queja Rhys.

—Si tienes tanto interés, llama tú y compruébalo por ti mismo.

—Quizás lo hago —sonríe con diversión— ¿Cómo se llamaba? Seguro tenía nombre de guarrilla.

—A ella no.

Los tres me miran con la misma expresión en el rostro. Me enderezo en la silla y me termino la bebida. Levanto el dedo, y la camarera que lleva mirándome desde que he entrado, se acerca con otra una jarra helada. De repente, un incómodo silencio parece rodearnos. Me muevo y los miro con el semblante serio, sin mostrar nada que pueda delatar que pasa por mi cabeza en este momento. Siempre se me ha dado bien ocultar lo que siento. No pienso contarles que no me corrí, que tan solo quise hablar con una desconocida durante una hora, que lo habría alargado durante toda la noche con tal de seguir escuchando su voz, una que me hizo dejar de pensar y llevarme a otra parte del mundo. No les voy a explicar nada de lo que ocurrió en realidad.

—¿A ella no? —Eliot curva una ceja hacia arriba con expresión juguetona— ¿Desde cuándo nos pedimos a las tías?

Desde nunca. Es probable que nos hayamos follado a las mismas mujeres en varias ocasiones. Jugar en la NFL hace que estemos en el punto de mira, nunca he tenido problemas para ligar, pero desde que juego en la liga profesional, el sexo femenino ha pasado por mi cama sin control.

—Déjalo, que se ha enamorado —Chris me mira con una mueca de burla mientras Rhys y Eliot ríen a carcajadas.

—Cuando Turner se enamore se acabará el mundo —añade Rhys, estirando los brazos tras la cabeza.

—Mira que sois gilipollas —me acerco la cerveza a los labios y siento el frío líquido bajar por la garganta— Hay una lista interminable de tías con las que podéis hablar mientras os hacéis una paja. A ella me la quedo yo.

No sé por qué he dicho eso. Ni siquiera sé si voy a volver a llamar tal y como le dije. La idea me parece absurda, jamás he pagado por una mujer, y mucho menos para mantener una conversación. No me gusta hablar. No se me da bien, en cambio, no he podido dejar de pensar en su voz, en lo fácil que resultó todo, y en el picor que me recorre la palma de las mano cada vez que he abierto la aplicación y he estado a punto de reservar hora.

No sé por qué no lo he hecho.

No sé por qué quiero hacerlo.

—¿Eso quiere decir que vas a volver a llamar? —Chris apoya los codos en la mesa y se incorpora hacia delante, con una expresión de sorpresa en la mirada— ¿Tanto morbo da?

—No he dicho eso —me apresuro a decir.

—Se te ve bastante interesado —se mofa Eliot.

—La próxima vez pensáis un reto que no vaya a gustarme, castigarme con una paja no fue muy inteligente —les muestro una sonrisa ladina.

—Por lo visto voy a tener que hacer una llamada de esas —dice Rhys con una sonrisa que no trae nada bueno— No será complicado averiguar con quien la tuviste tú.

—Suerte —resoplo.

—No sé vosotros, pero yo creo que ya tengo el siguiente castigo para el capitán —Chris me da unas palmaditas en el hombro hasta que se las aparto de un manotazo— Ya sabemos que no tardará en liarla.

Los tres brindan con sus jarras mientras yo bebo en silencio, sintiendo el sabor amargo en el estómago.

—Ahora quiero que la cague pronto —añade Eliot mientras le guiña el ojo a la camarera alzando su jarra vacía.

—Es Turner —se ríe Chris— Es su especialidad.

—¿Se podrá hacer una llamada grupal? —pregunta Rhys con cara de morboso.

—No pienso hacerme una paja mientras me miras —se queja Eliot.

—Si es tan buena como dice, eso será el menor de tus problemas —le responde con un movimiento de hombros.

—Rhys, estás enfermo —Chris le da un codazo.

—Te veo desnudo cada día —señala su entrepierna con la mirada— No tienes nada que no conozca.

Los tres se ponen a discutir sobre la diferencia entre compartir los vestuarios en los entrenamientos o conocer la polla del otro de memoria. Están hablando como si estuvieran sordos, a un volumen que podrán entender hasta los dos borrachos que hay en la esquina opuesta, intentando quitarle los sujetadores a las chicas que han pagado para que los soporte durante un par de horas. No solemos venir a sitios como este, no solo porque da asco, sino porque no hay mujeres. Rara vez han escogido un sitio que no estuviera de moda o repleto de bellezas exóticas que llevar a la cama. Siempre me dejo llevar, nunca pongo resistencia a los planes, suelen convencerme con facilidad, pero desde luego, este ha sido el peor plan hasta el momento.

—¿No había un sitio más cutre? —echo un vistazo a mi alrededor— ¿De quién ha sido la brillante idea?

—Rhys —dicen Eliot y Chris al unísono.

—No me sorprende.

—¿No queréis salir sin que nos acosen todo el tiempo? —abre los brazos y señala todo el espacio— Pues, de nada.

—Es la última vez que eliges.

—¿La última y seguimos en mi casa? —pregunta Chris con la cerveza en la mano, mirándome directamente a mí, como si yo tuviera la última respuesta.

Me encojo de hombros.

—¿Estará tu hermana? —todos reímos salvo él— Venga ya, no voy a dejar de bromear hasta que te rías.

—Te follaste a mi hermana. ¿Qué parte es la que debería hacerme gracia?

—La de que no lo recuerdo.

—¡Oh, si! ¡Mucho mejor!

Rhys dice algo, pero desconecto totalmente de la conversación cuando la puerta que tengo de frente se abre, y aparece Payton, con un vestido naranja atado al cuello y la espalda completamente desnuda. Me deslizo por la silla hasta sentarme correctamente. La observo todo el trayecto hasta que elige una mesa vacía y se sienta sola.

¿Qué narices hace ella aquí?

No puedo dejar de mirarla. Desentona en un sitio como este. Payton es tímida y reservada. Siempre con vestidos de niña pequeña llenos de colores. Como si fuera una piruleta. Observo como mira a su alrededor con cautela, como arruga la nariz cuando visualiza a los dos borrachos del fondo, con las manos ocupadas en los pechos desnudos de sus acompañantes. Abre los ojos con sorpresa cuando uno de ellos se mete un pezón en la boca, y aparta enseguida la mirada, dejándola clavada en la mesa. Se retuerce los dedos con nerviosismo, mira la puerta en repetidas ocasiones, está claro que espera a alguien.

Tras varios minutos, hago como que participo en la conversación para que ninguno de mis amigos centre su atención en ella, pero sin dejar de mirarla fugazmente y asegurándome de que está bien. Si mi hermana se entera que hemos molestado a su amiga, tendré bronca para rato. Jasmine es de lo más pesada cuando quiere, que es el noventa por ciento de las veces, y más cuando se trata de Payton. Agradece con una sonrisa cuando la camarera se acerca y le deja una botella de agua y un vaso en la mesa. Juega con las pulseras de bolas de colores que tapan sus muñecas. Todo en ella es cursi y recargado. Como si una niña viviera dentro de su cuerpo, uno que parece mucho más interesante con ese vestido.

Me humedezco los labios con la cerveza cuando se aparta la larga melena rubia a un lado y queda su espalda a la vista. El naranja resalta en su piel bronceada por el sol, contrastando con el dorado de su cabello, ese que suele llevar siempre recogido con pinzas de colores. Sujeta el bolso con la axila, con miedo a que alguien pudiera acercarse y quitárselo de un tirón. Tiene la mirada ansiosa. Sé que no está cómoda en un sitio como este. Nadie en su sano juicio lo estaría. Si no fuera porque ella acaba de entrar, me iría ahora mismo de este cuchitril.

Pero ahora todo ha cambiado.

—¿Pedimos otra? —pregunto ante las miradas confusas de los demás.

—Tío, ¿pero no decías que este sitio daba asco? —pregunta Eliot.

—La cerveza es barata y bien fría.

—Sabía que te acabaría gustando —Rhys sonríe satisfecho, menos mal que tiene el cerebro del tamaño de una hormiga y no se entera de nada.

—Eres un crack —le devuelvo la sonrisa.

Chris me mira en silencio, con los ojos entrecerrados. Siempre ha sido el más listo de todos, y el que mejor me conoce. Tengo que andar con cuidado, lo último que quiero es llamar su atención y que se centren en Payton.

Evito mirarla todo lo que puedo, hasta que pedimos otra ronda de cervezas y la conversación vuelve a ser natural. Ha pasado casi media hora desde que ha entrado. No deja de mirar la hora, morderse el labio, mirar a la puerta, y tirar de una de las pulseras en repetidas ocasiones, casi como un mantra para no perder los nervios. Si sigue tirando con tanta fuerza, la mesa y el suelo acabarán repletos de pequeñas bolas de todos los colores.

Espero que no haya quedado con mi hermana. Si Jasmine decide poner un pie en este antro, tardaré dos segundos en sacarla a rastras y llevarla bien lejos. Sobre todo, si Chris anda cerca, desde lo de Jenna, no me fío a que mantenga el trato que un día hicimos. Nada de hermanas. La puerta se abre de nuevo. Levanta la mirada de la mesa con emoción, pero la sonrisa se congela en su cara cuando es un señor mayor que no consigue dar más de dos pasos seguidos, el que entra.

Le tiembla el labio. No debería importarme, pero no soy tan gilipollas como para verla sola, en un sitio como este, a punto de llorar, y no acercarme, aunque eso suponga que ponga en riesgo que la vean. Si digo que voy al baño, rodeo la parte de atrás, y en el último momento, giro a la derecha, ninguno de los tres se dará cuenta de que no he entrado, y que al contrario, me he sentado en la mesa donde Payton espera sola.

—Voy al baño.

Ninguno dice nada. Están tan metidos en la conversación que no me prestan atención. Justo lo que ahora necesito. Miro hacia atrás cuando estoy de camino al baño, compruebo que ninguno me mira y aprovecho para rodear la zona y cambiar el sentido en el último momento. Cuando apenas estoy a dos metros, Payton se pone en pie y le da un beso en la mejilla al tío que acaba de entrar. Me paro en seco. Lo conozco. Es Patrick Hunt, la persona más ruin que he conocido jamás, y uno de los mayores enemigos de Los Rams. Me quedo de pie, mirándolos fijamente, ninguno se da cuenta de mi presencia. Payton se sonroja por algo que Hunt le dice al oído, posa la mano en su cadera y desliza los dedos por su espalda desnuda, Payton se aparta con disimulo para dejar de sentir el roce de su asquerosa mano, pero por la tensión de su mandíbula, sé que a él no le ha gustado ese rechazo.

Ambos se sientan, él intenta acercarse, pero Payton mantiene el espacio entre sus cuerpos. Solo con ver la rigidez de su espalda, se puede intuir que no está cómoda. No debería importarme, pero lo hace. Tengo que volver a la mesa y centrarme en mis asuntos, que Payton tenga una cita con un gilipollas no es mi problema. Regreso con los demás, pero en cuanto me siento, mi mirada vuelve a la mesa, dónde Hunt le aparta un mechón de la cara y ella se estremece.

¿Quién trae a una cita a un sitio como este?

Bebo cerveza en silencio. Respondo con monosílabos cuando se dirigen directamente a mí, pero mantengo toda mi atención en ellos dos. Sé de qué palo va Hunt, como trata a las mujeres, y la clase de persona repugnante que es. No sé de qué conoce a Payton, pero no tienen nada que ver. Solo hay que verlos para darse cuenta. Él es un baboso que la mira hambriento, como si la fuera a devorar de un momento a otro, mientras que ella es como un cervatillo, mirando asustada a su alrededor, con los enormes ojos que hoy ha maquillado. No debería haber perdido ni un minuto de su tiempo por alguien como él. Solo de pensar que pueda ponerle una mano encima hace que me tense y quiera estamparle la jarra en la cabeza.

Aprieta la botella de plástico en las manos. Mueve la rodilla que tiene oculta bajo la mesa, cada vez más rápido, aumenta el ritmo según los dedos de Hunt se mueven por su cuello. No puedo ver bien su cara desde aquí, pero no hay que ser un lumbreras para darse cuenta de que no está cómoda. Jamás tocaría a una mujer que no quiere ser tocada. Me parece repugnante.

Aparto la mirada y me centro en la conversación. Lo intento. Presto toda mi atención. Me esfuerzo en no desplazar la vista a unas mesas más allá, pero me es imposible. Ya ni siquiera quiero seguir bebiendo, tan solo quiero partirle los dedos uno a uno, los mismos que no dejan de tocar toda la piel desnuda de Payton. No lo aguanto más. Me pongo en pie, ni me molesto en poner una excusa, he entendido un par de palabras, y con eso me ha bastado para intuir el tema de conversación «follaba» «modelo», por lo que ninguno va a ser consciente durante minutos de que no estoy en la mesa.

No hago el paripé de dar un rodeo, voy directo a la mesa, con paso decidido. El primero en verme es él, que se queda de piedra cuando me reconoce y sonríe como si fuéramos amigos o algo por el estilo. Cuando Peyton se libra de sus manos de pulpo, escucho como suspira y levanta la mirada para comprobar que ha generado ese cambio, cuando me ve, su rostro se vuelve pálido, como si fuera la mismísima muerte en carne y hueso. Payton es diferente, las mujeres me miran con deseo, ella como si le diera miedo, no acabo de acostumbrarme a la forma intensa que tiene de mirarme.

—¡Turner! —Hunt se levanta de forma patosa, y alarga la mano de forma temblorosa para que se la estreche. Está mal de la cabeza si cree que voy a tocarle la mano.

Le ignoro y me dirijo a Payton, la que no ha dejado de mirarme con la misma expresión.

—Hola pequeña —la voz me sale ronca, no pretendía que sonara de ese modo, pero tengo que fingir ser alguien que no soy— Te he estado buscando.

Le cojo de la mano y le ayudo a levantarse. Sigue mirándome de esa manera, como un cuadro de Margaret Keane en la película Big eyes. Tan intimidante que tengo que apartar la mirada para poder continuar con este circo. Le rodeo la cintura con la mano y la pego a mi pecho, subo la mano por su espalda, lentamente, y acerco la cara a su cuello para poder susurrarle sin que nos oigan.

—Sígueme el rollo —le doy un beso en la mejilla, siento como se estremece ante mi tacto, por lo que me separo enseguida.

Hunt retira la mano que ha quedado en el aire y se la mete en el bolsillo del pantalón. Nos mira a ambos con sorpresa, traga saliva y entonces me mira, donde le espero con el gesto más frío que tengo en el repertorio.

—¿Os conocéis? —se mueve nervioso— ¿Es tu chica?

—¿Tú qué crees? —respondo en tono tajante.

—No es lo que parece —da dos pasos hacia atrás— Tu chica estaba en la app de citas. Yo solo...

—Si continúas hablando tendré que partirte la boca.

—Fue ella la que me habló, en esa app que hay para...

Deja de hablar cuando ve como tenso la mandíbula. No digo nada, no me hace falta, puede ver que pretendo hacerle como siga por ahí.

—No quiero problemas. No ha pasado nada entre nosotros, lo prometo —mira a Payton para que lo corrobore, pero ella me sigue mirando a mí, de cerca tiene pequeñas motas verdes que salpican el marrón de sus ojos. No había sido consciente de ese detalle hasta ahora— Mira tío, no quiero movidas. Fuera del campo somos colegas.

Intenta hacerme la pelota, siempre es así cuando quieren algo de mí, pero eso jamás funciona.

—Tienes tres segundos para largarte si no quieres acabar en una ambulancia.

Asiente con la cabeza, pero el muy imbécil no se mueve del sitio. En cambio, algo en la forma de mirarme cambia.

—Mira, no pretendo contar a nadie que tu chica... —se detiene cuando aprieto los dientes— Pero quizás si te replanteas nuestra oferta, me resultaría más fácil.

Me separo de Payton, deslizo la mano por su cintura hasta que dejo de sentir su cuerpo cálido a mi lado. Acorto la distancia hasta que quedo justo enfrente de Hunt, le cojo del cuello de la camiseta y hablo de forma pausada y en un tono neutro, pero que refleja perfectamente que no estoy nada contento.

—¿Alguna vez me has visto lanzar la pelota? —tiro hacia arriba, dejándolo con los pies en el aire, me mira con pánico, parece que ahora no tiene tantas ganas de tocarme las narices— ¿Quieres que use esa fuerza para dejarte en una cama de por vida?

Niega con la cabeza. Lo mantengo ahí un poco más, sosteniéndolo por el cuello, mientras lo miro fijamente. Cuando le suelto, no tarda más de dos segundos en largarse del bar. Me giro para buscar a Payton. Sigue en el mismo sitio, con la boca tan abierta que parece un ventrílocuo. Le rodeo la mano y entrelazo nuestros dedos, cojo la botella de agua que no ha abierto y salgo con ella de la mano de este antro. No la suelto en ningún momento, ella tampoco lo intenta. Caminamos en silencio por el oscuro camino en dirección al aparcamiento. La miro de reojo, pero esta vez tiene la mirada clavada en el suelo y las mejillas encendidas.

—¿Patrick Hunt? —rompo el silencio con tanta impulsividad que se sobresalta.

—¿Le conocías? —apenas es un susurro en medio del silencio de la noche.

—Este no es sitio para ti —ignoro su pregunta, mientras siento su tacto frío bajo mi mano.

—Pero si para ti —contesta perspicaz.

—Yo no he quedado con un desconocido que he encontrado en una aplicación para ligar en un lugar asqueroso —tenso los músculos de la espalda cuando se muerde el labio nerviosa— ¿Dónde está el coche?

—He venido en autobús.

Me freno en seco y la miro con el ceño fruncido.

—Payton, estamos a una hora de tu casa —me revuelvo el pelo con la mano libre— Has tenido que coger al menos tres para venir hasta aquí.

—Han sido cuatro —se encoge de hombros— Soy adulta, sé moverme por la ciudad.

Ignoro su mirada de advertencia y camino hasta el lugar donde he aparcado. Continuamos en silencio, hasta que consigo visualizar el coche a lo lejos. Saco la llave del bolsillo y se la pongo frente a la cara.

—Conduces tú.

—¡¿Qué?! ¡No!

—No es una pregunta —se la pongo en la mano.

—No es buena idea. No puedo conducir tu coche. Es muy grande. Y caro. Si le hago algo, no podría pagarlo. No. Tienes que hacerlo tú.

Suelta todo el aire tras el discursito. Me apoyo en la puerta y la miro en silencio. Niega con la cabeza. Mira el coche y a mí en repetidas ocasiones. Sé que tiene carnet, y según mi hermana, es la persona más prudente que conoce al volante. Es la primera vez que alguien que no soy yo lo va a conducir, pero confío en ella, en el caso contrario no lo haría.

—He bebido alcohol, y tú no has bebido ni agua.

—Pero...

—Sube.

Suelto su mano y una extraña sensación de vacío me acompaña en la palma en forma de cosquilleo. Le quito la llave y abro el coche, me subo al asiento del copiloto y la introduzco en el contacto. Espero hasta que sube indecisa y cierra con cuidado. Me mira una vez más. Acerca el asiento al volante hasta que está cómoda, revisa el espejo retrovisor y se pone el cinturón. Arranca el motor con las manos temblorosas, y tras respirar un par de veces, pone el coche en movimiento.

—¿Sabes indicarme el camino hasta tu casa?

—Iremos a la tuya, puedo conducir solo después hasta la mía.

—Prefiero dejarte yo —me mira, a la espera de que le indique por dónde continuar.

—No he bebido tanto —digo con sinceridad— Pero hay controles en las salidas, no quiero arriesgarme. Además, te he birlado el agua.

La abro y le doy un largo trago que me calma la sequedad de la garganta. El móvil vibra en mis pantalones, cuando lo saco, el nombre de Chris aparece en la pantalla.

—¿Dónde narices te has metido?

—Habéis tardado, ¿cuánto? ¿Media hora en daros cuenta que no estaba?

Varias carcajadas suenan de fondo.

—¿Te has pirado a casa?

—De camino.

—¿Vas con una tía?

Miro de reojo a Payton, que mira concentrada la carretera mientras le indico con el dedo por donde continuar.

—Sí.

—Cabrón. Te has pirado a follar.

—Nos vemos mañana.

No sé qué es lo que dicen, porque cuelgo antes de que terminen la frase. Continúo indicando a Payton el camino hasta su casa, no es hasta que llegamos a la zona de su barrio, que es consciente de a dónde la llevo.

—Caden, esto no es tu casa.

—No —sonrío de lado— Mi barrio es mucho mejor.

Payton resopla, pero continua sola, sin necesidad de más indicaciones. Reduce la velocidad cuando llegamos a su casa y me mira antes de salir.

—Gracias. No sé cómo me habría librado de él sin ti.

—Ya te estás borrando de esa aplicación, a ti no te hacen falta esas cosas, eres mucho más inteligente que todo eso.

Hace una mueca con los labios.

—Prométeme que me vas a escribir cuando llegues a casa.

La miro con sorpresa, aparta la mirada enseguida cuando ve mi gesto. No esperaba que fuera a decir eso. Trago saliva antes de responder.

—No necesito un canguro.

—Vale, pues te llevo —hace amago de volver a arrancar, pero le sujeto la mano antes de que siga.

—Que sí, que sí. Venga, baja.

—No me voy a dormir hasta que lo reciba.

—Joder, que pesada —resoplo ante su cara de insistencia— Te lo prometo.

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