Señorita, permítame besarla ✓...

By CarlieLeblanc

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Brenda Callahan pasa sus días entre correos, tecnología y catálogos, además de su vida universitaria, ser la... More

Señorita, permítame besarla
Capítulo 01. Pésimos buenos días
Capítulo 02. La solución perfecta
Capítulo 03. Malos instintos
Capítulo 04. Una sorpresa inesperada
Capítulo 05. Coincidencia
Capítulo 06. Decisiones
Capítulo 07. No es por ella
Capítulo 08. Contradicciones
Capítulo 09. Mentiras y permisos
Capítulo 10. Un largo camino
Capítulo 11. Trampas y consecuencias.
Capítulo 12. Condiciones
Capítulo 13. Intenciones
Capítulo 14. Dulces sueños
Capítulo 15. La caída
Capítulo 16. Una próxima vez
Capítulo 17. Una invitación
Capítulo 18. Romper promesas.
Capítulo 20. Nada inocente
Capítulo 21. Señorita, permítame...
Capítulo 22. Un jodido sueño...
Capítulo 23 Lluvia sin refugio.
Capítulo 24. Probabilidades
Capítulo 25. Siguiente paso
Capítulo 26. Lo reconozco.
Capítulo 27. Una respuesta
Capítulo 28. Una distracción...
Capítulo 29. Señorita, permítame...
Capítulo 30. Señor, permítame...
¡SPB PRONTO EN FISICO! 🩷✉️

Capítulo 19. Las cosas pequeñas

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By CarlieLeblanc



29 de enero 2021

—¿Cuándo fuimos a cenar lo acompañaban?

En el estacionamiento nos encaminamos al auto en que vinimos, sin embargo, a diferencia de cuando llegamos hace unas horas que lo conducía un hombre que ahora—luego de las palabras de Caleb en la cocina —me hace pensar en que seguramente es un guardaespaldas, es él quien se desliza tras el volante luego de que ocupo mi lugar en el asiento de copiloto.

—¿Quiénes? —cuestiona saliendo del estacionamiento unos pocos minutos después.

—Seguridad, guardaespaldas—Bajo la vista a sus manos en el volante, mientras lo hago sopeso el hecho de que conduce confiadamente, como si conociera esta ciudad completamente.

Esto solo afirma mi teoría de que el departamento le pertenece, esa es la razón por la que no lo vi traer ninguna maleta y conoce perfectamente la ciudad, probablemente pasa mucho tiempo aquí, cosa que no dudo.

Una de las razones por las que Cecile se inmiscuye tanto en sus vidas es porque viajan con frecuencia y mi jefa, aunque parece ligeramente malévola tiene una debilidad por sus hijos.

—Supongo que si—murmura mirándome brevemente cuando se detiene en un semáforo. Observo la ciudad a través de la ventana mientras nos desplazamos

—¿Por qué no los vi?

—Eso no es necesario mientras cumplan su labor.

—Pero no existe la posibilidad de ser invisible, Spencer, no me quieras engañar—Entrecierro mis ojos hacia él notando la manera en que la comisura de sus labios se alza.

Ahora hace mucho eso, sonreír. O casi hacerlo.

—No son invisibles, solo saben mezclarse entre la gente—Relamo mis labios haciendo un sonido bajo en mi garganta mientras lo pienso.

—Bien, ¿Eso quiere decir que en alguna mesa había un hombre que trabaja para cuidarte? ¿O tal vez el camarero que nos atendió?

—Es probable, si—Tuerzo los labios mirando hacia atrás y luego por el espejo retrovisor—. ¿Está buscando un auto siguiéndonos? —Vuelvo a mirarlo encogiéndome de hombros con indiferencia.

—Tal vez...

—Si los encuentra me avisa, no sé quiénes son.

—¿Qué?

—Los contrata Cecile, no yo, pero los cambia constantemente porque descubrí los primeros y suele decir que si sabes cuales son entonces los miras inconscientemente lo cual alerta a cualquier enemigo según sus conclusiones—Alzo las cejas entreabriendo los labios en una "o".

—¿Y si justamente porque no sabes quienes son terminan haciendo algo en tu contra? —Se encoge de hombros mientras frunce el ceño, girando el volante hacia la izquierda. Vuelvo a mirar por la ventana cuando las aceras comienzan a lucir concurridas.

—Cecile no comete errores—detiene el auto solo unos pocos metros más adelante y yo observo los múltiples establecimientos a nuestro alrededor antes de imitarlo saliendo del auto, su mano toma la mía entrelazando nuestros dedos cuando me encuentro a su lado y me lleva con él por la acera hasta ingresar en un restaurante que luce como italiano.

El lugar se encuentra ligeramente lleno, pero todavía conseguimos una mesa cerca de la ventana, no es hasta que me siento frente a él que me doy cuenta de que parece conocer todo.

—¿Has vivido aquí?

—Cinco años, volví a Keaton hace dos años.

—Pensé que vivías en la ciudad—murmuro bajando la vista al menú sobre la mesa, inspecciono lo que ofrecen.

—Vivo allí, solo viví en Keaton un año por ciertos asuntos—No me pierdo la manera en la que evita tener que dar detalles sobre eso, no es como que vaya a pedirlos, pero ahora tengo curiosidad, de cualquier manera, no pregunto nada mientras él vuelve a hablar—. Mi padre era de aquí, todos nacimos aquí, excepto Mark, él nació en un viaje a Australia porque Cecile sufrió una caída y tuvieron que sacarlo antes de tiempo—Entreabro los labios abriendo mucho los ojos y Caleb sonríe—. Salió algo testarudo, pero nada de qué preocuparse.

Ruedo mis ojos justo cuando una joven con un delantal con un bordado color rojo del nombre del restaurante se acerca para tomar nuestras ordenes, vuelvo a observar el menú sin saber qué escoger, al final me voy por la opción segura eligiendo espaguetis a la carbonara y una ensalada caprese.

—No creo que "la testarudez" sea solo por la caída de Cecile, probablemente es genético porque usted no se queda atrás—murmuro cuando la chica se va luego de anotar nuestras órdenes.

—Tal vez sea genético, sí, pero me ha servido lo suficiente en la vida— sacudo la cabeza apoyando mis codos sobre la mesa mientras llevo mis manos entrelazadas bajo mi barbilla, una sonrisa divertida ensancha las comisuras de sus labios mientras me observa.

—¿Como por ejemplo para seguir persiguiéndome?

—Como por ejemplo para ir siempre por lo que quiero—Suelto un resoplido desviando la vista por el lugar, probablemente habría esperado que me trajera a uno de los lugares que su madre frecuenta aquí, sin embargo, me he dado que de hecho Caleb prefiere acomodarse a mis gustos a la hora de invitarme a salir.

O al menos las dos veces que ha sucedido.

—¿Sus gustos son neutros o por qué siempre me invita a lugares que sabría que me gustarían?

—Podríamos tener gustos similares.

—Estoy segura de que no es así, una vez sí, pero no dos.

—Tiene razón, el restaurante griego no es mi favorito, en este caso sí estamos compartiendo una elección—Ladeo la cabeza tomando una servilleta del centro mientras tuerzo los labios—. ¿Qué estudias?

—¿Su informante no le dijo eso?

—Creo que no era relevante.

—¿Mi carrera no es relevante, Spencer?

—El dato no era relevante para agradarle, señorita Callahan, además de que dijo que mi madre debería dejar de ventilar su vida. Es su turno para decirme lo que me interesa saber sobre usted—Se encoge de hombros, relamo mis labios antes de volver apoyar mis codos sobre la mesa para sostener mi barbilla con interés.

—¿Ah sí? ¿y qué tanto le interesa saber?

Todo—Me remuevo en mi lugar mientras sopeso la fuerza de su respuesta.

—¿Qué cree que estudio?

—¿Diseño igual que mi madre? —Sacudo la cabeza sintiendo mis labios curvarse en una sonrisa—. ¿Comunicación social?

—Lejos.

—¿Facultad?

—Ciencias económicas—Ladea la cabeza vacilante como si intentara adivinar alguna.

—Economía.

—Finanzas y negocios internacionales—reviro encogiéndome de hombros, sus cejas se alzan hasta que casi rozan su cabello—. Y solo para que lo sepa llevo uno de los mejores índices de la facultad.

—No esperaba menos de un carácter tan fuerte como el suyo—El orgullo florece en mi pecho deslizando una media sonrisa en mis labios sin que pueda evitarlo.

Por supuesto, incluso sin quererlo, me han gustado las veces que ha halagado mi belleza o como lucía cuando me vio, en general están bien, sin embargo, me gusta más la gente que halaga la inteligencia o el carácter, como ahora.

» ¿Qué sucedió con sus padres?

—Nada, mamá vive en Alaska desconectada del mundo y hundida en su trabajo como bióloga, la vemos cada seis meses, papá por otro lado vive en Alemania con su nueva novia, nunca tuvimos mucha conexión desde que se separó de nuestra madre así que Breanna y yo elegimos quedarnos aquí cuando ambos tomaron rumbos distintos—Él alza las cejas con sorpresa.

Si, sé que probablemente investigó sobre mi con su madre, pero por alguna razón—inconscientemente—evito hablar de mi familia, no me gusta que la gente se inmiscuya en mi vida personal, a veces ni siquiera lo noto, simplemente lo evito y es lo mejor.

Nuestros pedidos llegan antes de que pueda preguntar algo más, el silencio se extiende entre nosotros mientras comemos, para el postre elijo un tiramisú, él no pide nada.

Mientras esperamos decido tomar el turno para preguntar.

—¿Cuántos años tiene? —Una risa trepa por las paredes de su garganta.

—Veintiocho.

—¿Y ya tienes una empresa?

—No podemos negar que he sido privilegiado a la hora de crearla, mi padre tenía contactos, mi madre tiene dinero...

—Si, pero no sirve de nada crear algo y no saber mantenerlo, si lo has hecho entonces no puedes restarte méritos—Me encojo de hombros, la chica que nos ha atendido regresa trayendo mi postre, le sonrío antes de que se vaya mientras tomo la cucharilla.

—No lo hago, simplemente sé que la gente lo piensa de esa manera al saber que soy considerablemente joven.

—No te la tengas tan creída, Spencer, estás a dos años de tener treinta—Una media sonrisa curva sus labios mientras ladea la cabeza.

—Uno y tres meses—corrige y yo jadeo.

—¿Qué?

—Veintinueve en tres meses, así que solo queda un año y tres meses.

—¿Lo ves? Ya no puedes alardear juventud.

—¿Y eso me hace viejo?

—Seis años es mucho, Spencer—Lo señalo con mi cuchara mientras sacudo la cabeza con desaprobación.

—¿Lo suficiente para que vuelva a negarse a nuestra cita de mañana? —Hago un gesto vacilante mientras recojo una porción de tiramisú en mi cuchara antes de envolverla con mis labios, sus ojos bajan allí mientras lo hago y evito rodar los ojos.

—Lo suficiente para que me replantee las razones por las que acepté este viaje.

—Es un poco tarde para eso, señorita Callahan.



***




El hotel Van Archibald es lo suficientemente grande como para perderse en él y lo suficientemente lujoso como para sentir que desencajas desde cualquier lado que mires el lugar.

Caleb sostiene mi mano mientras pasamos el vestíbulo, muerdo el interior de mi mejilla preguntándome por qué justo ahora se siente natural que lo haga. Mientras caminábamos hace unas pocas horas después del almuerzo entendí que no quería perderme entre las personas que al igual que nosotros solo paseaban, sin embargo, ahora no voy a perderme.

Y tampoco quiero que suelte mi mano de todas formas.

Miro brevemente nuestros dedos entrelazados mientras continuamos nuestro camino hacia un jardín que prácticamente iguala en tamaño el espacio que ocupa el hotel, pero no nos detenemos hasta llegar un camino empedrado que da a una especie de muelle donde ya varias personas se encuentran.

No pasamos desapercibidos, Caleb es conocido entre estas personas y ellos también para él. Los saluda a casi todos con naturalidad y ellos también a él, de paso me saludan sin hacer muchas preguntas, cosa que agradezco porque ¿Qué titulo podría darme?

Relamo mis labios mirando alrededor, el yate ya se encuentra en el agua, la parte superior del costado está cubierto por un largo manto blanco que contrasta con el color negro del que está hecho, las barandillas doradas me hacen cuestionarme si este hombre puedo haberlas bañado de oro.

Y honestamente viendo el lujo del hotel no lo dudaría.

—Caleb Spencer—No tengo que girarme para ver a la persona que dice su nombre porque ella nos rodea para estar frente a nosotros—. Papá va a estar más que feliz de que hayas venido, normalmente no asistes a las presentaciones.

—No puedo decir lo mismo.

—¿Ah no? ¿Y eso?

—No me gustan estas cosas, sin embargo, necesitaba una excusa para viajar a California —No tengo tiempo para pensar demasiado en sus palabras porque grandes ojos oscuros se clavan en los míos, a pesar de la soberbia que parece destilar la mujer frente a mí no es una mala mirada la que me da.

Es alta, de melena oscura lacia cayendo por su espalda, un ceñido vestido blanco de mangas largas que llega hasta sus rodillas, zapatillas de aguja y muchos tirantes a juego con su vestido, la joyería en su cuello y muñeca deberían darme un indicio de que es igual de exuberante que su padre.

Me inspecciona, las comisuras de sus labios se fruncen en una casi sonrisa y extiende su mano hacia mí, relamo mis labios mientras la estrecho.

—Stella Van Archibald, un placer...

—Brenda Callahan...

—Mmm, conozco ese nombre, eres la asistente de Cecile Spencer ¿No? —Asiento —. He visto tus correos en la bandeja de papá, debo decir que eres igual a tu jefa.

—¿Eso es un halago o una ofensa?

—Dependiendo tu perspectiva de la vida, un poco de ambos—Alzo las cejas—. Me encargaré de hacerte llegar una invitación a mi boda, Caleb y no estoy segura de si estás aquí como su cita o algo así, pero también puedes venir—Ella nos da una última sonrisa antes de alejarse.

Me quedo mirando por más tiempo del que debería como se mueve entre las personas en este lugar, hablando y saludando como si conociera a todos, sin embargo, ni una vez una sonrisa muy grande aparece en sus labios. Es neutra, como si estuviera aquí porque encaja, pero este no es su lugar. Probablemente siendo obligada por su padre a estar aquí.

—¿Me parezco a tu madre? —cuestiono mirando a Caleb mientras mi ceño se frunce, una risa ronca trepa por las paredes de su garganta mientras su brazo rodea mi cintura acercándome a su costado.

—Responder eso sería perturbador teniendo en cuenta que usted me gusta, señorita Callahan—Relamo mis labios entrecerrando los ojos hacia él—. Pero creo que se refiere a que tienen carácter similares, de otra forma no hubieras permanecido mucho tiempo trabajando para Cecile y ya sabemos cómo son tus correos, muñeca.

Tuerzo los labios volviendo a desviar la vista por el lugar.

Algunos minutos después el anfitrión aparece.

Albert Van Archibald es un hombre alto, de cabello oscuro y ojos del mismo tono, compartiendo los mismo rasgos que su hija. Viene con un traje de tres piezas color gris, no habla demasiado, nos da la bienvenida, agradece que estemos aquí y luego le agradece a Caleb por su trabajo antes de retirar el manto en el costado del yate para revelar el nombre de su hija allí en cursiva dorada.

Stella sonríe ampliamente acercándose a él para besar su mejilla en agradecimiento, pero nada más, parece feliz al lado de su padre, pero no lo suficiente como para decir que desborda de amor por él.

Regresamos a uno de los salones alrededor del vestíbulo del hotel para un brindis antes de que Van Archibald y su hija se vayan.

—Si salimos ahora tenemos tiempo de llegar—murmura Caleb dejando su copa vacía sobre una mesa al azar.

—¿Llegar a dónde? —cuestiono mientras él entrelaza nuestros dedos nuevamente guiándome hacia la salida.

—Ya lo verá.

—No me gustan las sorpresas, Spencer—mascullo frunciendo la nariz con disgusto. No estuvimos siquiera una hora en la presentación a pesar de que luego del brindis habría toda una "fiesta" a la que podríamos quedarnos.

Por supuesto que Caleb no vino por esta presentación, ya me quedó claro que solo quería una excusa para traerme, sin embargo... ¿Una excusa de solo una hora para traerme casi tres días?

—¿A dónde vamos? —cuestiono en cuanto abre la puerta de copiloto para mí, cruzo mis brazos sin deslizarme en mi lugar mientras él me observa—. Quedamos en que no voy a ningún lado sin saber—Una de sus manos ahueca mi barbilla al tiempo que inclina su rostro presionando un beso sobre la comisura de mis labios.

—No seas una controladora, muñeca.

—No intentes manipularme, Spencer, no me gusta—Entrecierro mis ojos hacia él haciendo que sus labios se curven en una media sonrisa.

—No vamos a ningún lado, volvemos al departamento.

—¿Entonces por qué tenemos el tiempo contado?

—Porque el atardecer desde el ventanal desaparece demasiado rápido, muñeca, ¿feliz? —Me encojo de hombros antes de deslizarme en mi lugar dejando que él cierre la puerta.

Admito que no puedo verlo como el empresario que se supone que es y como la persona inescrupulosa que Ronnie insinuó que era si hace este tipo de cosas.

Se desliza tras el volante, el silencio se extiende en el auto mientras conduce y cuando llegamos al departamento me desplazo rápidamente hacia el ventanal reemplazando la pared para observar el sol comenzar a esconderse.

El color rosa anaranjado reemplaza el cielo azul que había esta mañana, definitivamente un contraste maravilloso que pinta los cristales de los edificios alrededor de nosotros.

Caleb se detiene a mi lado llevando sus manos a sus bolsillos mientras observamos.

—No pensé que fuera un hombre que apreciara estas cosas.

—Cuando estás acostumbrado a los excesos terminas admirando y aferrándote un poco más a las cosas pequeñas, las que no puedes conseguir de otra forma que no sea desligándote de esos excesos—murmura distraídamente, desvío la vista del ventanal para ver la manera en que el anaranjado ilumina sus rasgos afilados, los mechones de su cabello perfectamente peinado hacia atrás,

La visión de esto casi me hace concluir perfectamente la razón por la que no ha desistido de buscarme. Al igual que en mi vida, para él esto es un desliz del control, de los excesos, por eso insistió en que viniera, somos similares y esta es la única forma en que no estamos planeando o siguiendo un control de todo.

Tal vez debería agradecer por esto.

Él me mira de reojo y yo relamo mis labios desviando la vista hacia el ventanal nuevamente, el silencio nos inunda por tanto tiempo hasta que el cielo se oscurece, tiene razón, el atardecer aquí desaparece rápidamente con ello también la calidez que se sentía al tocar el cristal.

Lo miro cuando el espectáculo en el exterior termina para encontrarlo mirándome.

—Tiene buen gusto, Spencer.

—Créame, lo sé—Ruedo mis ojos cuando ahueca un costado de mi cuello con su palma, se inclina presionando un beso sobre mi sien, deteniéndose allí por unos cuántos segundos en los que siento los latidos de mi corazón detrás de mis orejas temiendo que él puede escucharlos—. Gracias, muñeca.

—¿Por qué? —cuestiono llevando una mano a su antebrazo, inconscientemente moviendo mis dedos hasta sentir su pulso contra ellos mientras sus ojos se clavan en los míos, entreabro los labios para respirar.

—Por no rendirse con su invitación a esa boda, aunque no vaya a asistir—Ruedo mis ojos palmeando su hombro y él ríe por lo bajo.

—Eres un imbécil, Spencer—su pulgar rastrea la línea de mi barbilla antes de alejarse hacia la cocina diciendo:

—Tú también eres preciosa, muñeca.

——— · ♡ · ———

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