𝑃𝑅𝑂𝑇𝐸𝐢𝑇𝐸𝐷 ❙ ONE PIEC...

By ihwax_

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𝑃𝑅𝑂𝑇𝐸𝐢𝑇𝐸𝐷
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By ihwax_

HOMBRE INIGUALABLE

Afuera de la bodega había un pasillo estrecho alumbrado precariamente con tubos fluorescentes que funcionaban de manera intermitente. El piso, los muros y el techo eran de concreto, y en el aire rondaba el húmedo olor característico del abandono. A Hiromi le recordó los confusos pasillos que habia tenido que atravesar antes de reencontrarse con sus compañeros, la preocupación era mayor cuando se trataba de una escalofriante mente perversa como la de Nash que, al parecer, estaba interesado en ellos, principalmente en el hombre que tenía a su lado. Aquel que parecía importarle muy poco que un loco estuviera obsesionado con él.

El silencio plúmbeo del pasillo era perturbado por el zumbido de los tubos luminosos y por el taconeo de Hiromi, que por mucho que se forzó por caminar con suavidad, la peligrosa agujilla de sus zapatos de igual manera hacía eco en cada extremo del lugar. De hecho eran botas negras pero con tacon, eso la hacía lucir un poco más alta, pero no lo suficiente para alcanzar a sus compañeros. En el momento en que estuvieron por dar la vuelta en un pasillo, escucharon un par de voces femeninas conversando entre ellas. Hiromi se detuvo pegándose a la pared. Y los dos hombres la imitaron a su lado.

—Lisa y Kilu fueron asesinadas en el sector C—hablo una mujer de voz prepotente—Fueron esos dos hombres.

—¿Del Hēishôu?

—Así es, ellos fueron los culpables de matar a nuestras hermanas.

—Desgraciados.

Roan y Jeremy intercambiaron miradas rápidas, sin necesidad de formular palabras. Y con una pequeña sonrisa dibujada en sus rostros.

—Debemos movernos, el señor Nash dio la orden, y sabes que una orden directa de él es inamovible—dicto aquella voz prepotente.

—Pero...

—No. Si no queremos fracasar en esta misión, debemos estar en cinco minutos en el piso superior.

—¡Entendido!

—Muy bien, entonces—finalizó la mujer—Mantengamonos fuertes, hermana.

Roan frunció las cejas, decidiendo que, definitivamente, ya no había tiempo que perder con interrogantes. Los minutos estaban contados.

Sin cuidado alguno empujó a Jeremy hacia adelante, dejándolo a la vista de esas dos mujeres, que inmediatamente se pusieron en guardia al notar la presencia de un hombre el cual no era Nash.

—Bastardo..—murmuró entre dientes, él pelianaranjado.

—Tú—hablo una de las mujeres apuntándole con un arma.

—¿Yo?—se señaló a él mismo con una sonrisa.

—No te hagas el idiota. Se que fuiste tu quien asesino a una de mis hermanas.

—¿Hablas de la pelinegra?—puso uno de sus dedos sobre su labio inferior fingiendo pensar, porque estaba más que claro que Jeremy no pensaba—Si. Fui yo quien la desmembro. ¡Fue muy divertido!—solto una risa que hizo enfurecer a la mujer.

Hiromi quien aún se encontraba oculta volteo para encarar al moreno, pero para su sorpresa, este habia desparecido. Lo maldijo internamente apretando sus puños, siempre hacia lo mismo. Primero los metía en problemas y luego desaparecia como si nada. Era todo un bastardo.

Dejándole el pequeño trabajo a Jeremy a la vuelta del pasillo desde donde oía gritos escandalizados y estuvo segura de oír también una carcajada divertida del pelianaranjado. Sabía que se estaba divirtiendo.

De pronto, el seguro de un arma a sus espaldas la hizo fruncir ligeramente el ceño. Si la mataban ahora, iba a culpar a Roan por esto y lo iba a atormentar hasta la eternidad. Giro lentamente su cuerpo, hasta quedar enfrente de aquella persona que le apuntaba con un arma. La vio, y abrió sus ojos con sorpresa. Su cabello color violeta al igual que sus ojos, ella no era nada más que una niña, quizás una adolescente por las facciones de su rostro.

—No te muevas o disparo—advirtió ella con el ceño fruncido.

Hiromi pudo reír ante tal amenaza, pero no lo hizo. Simplemente alzó sus manos, indicando que ella estaba desarmada.
Sus ojos se clavaron en el arma que apuntaba justo a su cabeza, le parecía extraño. No es que fuera precisamente una experta en armas, pero cuando se vive en la piratería y las armas de fuego constituyen una amenaza constante, debía tener algunos conocimientos básicos.

—Parece muy peligrosa esa arma, no es bueno que una niña como tú la use de esa forma tan inapropiada—su voz salió de forma suave y tranquila.

No tenía planeado intimidarla, al menos no por ahora. Primero debía sacarle algo de información, preguntarle un par de cosas sobre el sistema de seguridad de este lugar. Además, ella ya parecía alterada debido al los gritos, disparos y carcajadas que provenian de donde estaba Jeremy, posiblemente torturando a la mujer o volviéndola loca.

—Tus amigos mataron a mis hermanas—comenzó ella con voz hostil—Pagaran por eso.

—No son mis amigos, has lo que quieras con ellos—se encogió de hombros.

—¿Entonces por qué estas con ellos? Son hombres—exclamó con desagrado.

—¿Qué tiene de malo que sean hombres?—pregunto.

Si, admitía que eran algo estúpidos, pero no le veía nada de malo a eso. Todos somos estúpidos, incluso ella lo era en algunas ocasiónes.

—Son mentirosos, crueles, idiotas, inmaduros, engañosos. Todo lo ven para su conveniencia. Son egoístas—cada palabra de su boca salía con repugnancia, como si detestara el simple hecho de hablar sobre un hombre—Viven para si mismos, sin importar el daño que les causan a los demás. Se creen reyes pero son basura. Los hombres son completamente esco...

Sus palabras quedaron ahogadas en su garganta, el arma cayó al suelo, y sus pequeñas manos fueron hacia su cuello en donde tenía enredado una cadena dorada que le estaba quitando el aire y no solo eso. Hiromi bajo sus manos dejándolas en su cintura, pasando su vista por la persona detrás de aquella joven. Aquel hombre, él cual se había cansado de verla hablar.
Apretando la cadena para inmovilizarla y que se dejara de retorcer de una buena vez.

—Pensé que te habías ido—exclamó llevando sus brazos sobre su pecho.

—Pensaste mal—fue lo único que dijo, dejando caer el cuerpo de la joven de cabellos violetas en el suelo.

Hiromi miró el cuerpo de ella, se dio cuenta que él no la había matado, solo la habia dejado inconsciente.

—Es solo una joven, no pasa más de los 19 o tal vez 20—comentó ella mirándola.

—Tan joven y parece muy dolida con los hombres—hablo el moreno.

—No hay edad para sentir dolor. Tal vez Nash la hizo sufrir o quien sabe—se encogió de hombros—No es asunto nuestro.

—Por supuesto que no lo es . No somos sus héroes ni nada parecido.

Ella asintió, de acuerdo con sus palabras. Ellos no habían venido a salvar a éstas personas, solo habían venido con un objetivo en mente, una misión que debían cumplir.

—¿Y Jeremy?—pregunto mirándolo y él señaló hacia donde estaba el pelianaranjado.

—¡Aquí estoy!—grito cayendo frente a ellos con la mujer debajo de él.

Ella tenía varias heridas en su cuerpo, su ropa estaba rasgada, dejando ver cortes profundos en su piel. Su cabello color ceniza ahora estaba mas oscuro debido a la sangre que brotaba de su cabeza. Tenía un corte que comenzaba en la frente y terminaba donde le nacía el flequillo. Su respiración era entrecortada, debido a que Jeremy estaba sentado justo arriba de ella, aplastando sus pulmones. Además, tenía heridas de balas, que posiblemente seguían dentro de ella.

—¿Te divertiste?—pregunto la mujer de rulos acercandose a él.

—No tanto. Fue muy fácil de vencer, además, no grita mucho—hizo un pequeño puchero.

—No te preocupes, seguro encontrarás más—acarició suavemente su cabello.

—Aún esta viva, por si quieres preguntarle algo—comentó, con sus ojos cerrados al sentir las caricias de Hiromi en su cabello.

—Está bien, despiertenlas—pidió alejándose de él.

Camino hacia donde estaba el Arma que había dejado caer la joven. Se sentó de puntillas y tomó el arma. Volvió el seguro a su lugar por precaución y, tras varios intentos antes de descubrir el truco, quitó el cargador. Los casquillos de las balas redondeadas eran singulares. El cargador mismo tenía en su interior un diseño peculiar.

—¡Nela!

Su atención paso a la joven quien intento levantarse para correr hacia la mujer debajo de Jeremy. Pero toda acción fue detenida por Roan, quien sin cuidado alguno piso la espalda de ella haciendo tronar sus huesos. Y volvió a pasar esas cadenas por su cuello.

—No te di permiso para que te movieras.

Al moreno lo traía sin cuidado el daño que podía causar en el cuerpo de ella, si era mucho o poco, cualquiera de los dos le vendría bien. Además, planeaba darle el mismo final que sus hermanas.

—S-Suika.

La voz casi inaudible de la otra mujer se hizo presente. Apenas y podía hablar, si quiera respirar. Debido a que el pelianaranjado aún seguía sobre ella impidiéndole moverse.

—¡Despertaste. Que bueno!—sonrió Jeremy.

Hiromi guardo los casquillos en el bolsillo de su chaqueta. Ese diseño que tenían. Luego tendría tiempo para observarlos mejor. Por el momento debía concentrarse en el asunto frente a ella.

—Tú..ser miserable—el murmuró ácido de aquella joven dirigido hacia Jeremy—Aléjate de Nela.

—No quiero, tú no me mandas—contestó como un niño.

—Jeremy—susurro Hiromi.

—¡Ah, cierto! Mi amiga quiere hacerles algunas preguntas, ¡Espero y colaboren!

La forma infantil en la que hablaba era espeluznante. Era como si no tuviera en cuenta que debajo de él había una mujer agonizando.

—¿Y que si no lo hacemos?—se atrevió a preguntar la pelivioleta.

—¡Mi amigo te aplastara los órganos!—rio.

Decir eso con la voz de un niño, le hacia dudar sobre la mentalidad que tenía el pelianaranjado. No entendia como alguien como él pudo derrotar a su Hermana Nela.

—Bien. ¿Qué nos pueden decir sobre el Proyecto Dhartām ?—fue la primera pregunta.

—Nada—fue la respuesta de la joven.

Hiromi puso sus ojos en blanco, estaba tratando de ser buena, pero esta niña le sacaba las ganas de ser buena persona.

—Jeremy—chasqueo sus dedos y el mencionado sonrió.

—¡A la orden!—esbozó una gran sonrisa antes de sacar un sable corto, que Hiromi reconoció como Wakizashi.

Esa era el arma que Jeremy llevaba todo el tiempo con él. Por lo poco que conocía de esa arma, tenía entendido que su filo es generalmente más delgado y por lo tanto puede herir con mayor severidad a un objetivo desprotegido. Como lo era Nela en este momento.

Él sin dudarlo mucho, entendiendo lo que le pedía Hiromi. Clavo la Wakizashi  justo en el muslo izquierdo de la mujer, haciéndola soltar un grito. Peor fue cuando aquel sable comenzó a subir creando un corte mayor y más profundo de lo que ya era.

—¡Para! ¡¿Qué crees que estás haciendo?!—chilló la joven, intentando moverse pero, él moreno que estaba arriba de ella pisandola se lo impedía.

—¡Les dije que colaborarán!—exclamó Jeremy con una sonrisa—Si no lo hacen pasará esto.

—¡Detente!—pidió ella, pero el pelianaranjado la miro con el ceño fruncido.

—A mi no me dan órdenes, mucho menos una mujer como tú—penso un segundo en sus dichas palabras—¿Que digo?..solo eres una Mocosa.

Saco la Wakizashi  de la pierna de la mujer y con otra sonrisa volvió a enterrarla justo sobre su hombro. Un aullido de dolor se escucho por todo el lugar, y la pelivioleta dejo de respirar por unos segundos.

¿Por qué las personas eran tan malas con su hermana? Se preguntó así misma. Ella no había hecho nada malo, solo intentaba protegerla y aun así sufría por eso.

—Detente, por favor—pidió con un nudo en su garganta y lágrimas que amenazaban con salir.

—Ya te lo dije, tu no me...

—Jeremy—la morena volvió a chasquear sus dedos.

—Pero Hiromi...

—Hazle caso, estúpido—hablo Roan.

Él pelianaranjado frunció el ceño, pero de igual manera saco la Wakizashi del hombro de la mujer.

—Habla—ordenó Hiromi mirando a la joven—Si no lo haces, tu hermana morirá.

Suika apreto sus dientes con fuerza, si hablaba estaba más que segura que el señor Nash la castigaria. Pero si no le decía algo, estas personas matarian a su hermana sin dudarlo.

—¿Eres sorda?—pregunto Jeremy peinando su cabello hacia atrás—Mi amiga te esta ordenando algo.

—Si les digo lo que quieren—comenzó—¿Prometen dejar a Nela en paz?

—¿Intentas ponernos condiciones?—inquirió Roan con el ceño fruncido.

—No estás en posición de hacerlo ¿lo sabes, verdad?—hablo Hiromi de brazos cruzados—Si ellos lo quieren—señaló a sus compañeros—Podrían aplastarlas con el más insignificante de sus esfuerzos.

—Qué niña tonta—se burlo Jeremy.

—Pero si la información que nos das es de utilidad para nosotros—comenzó la morena—Tal vez, pueda perdonarles la vida.

Suika toma esas palabras como una pequeña esperanza para que su hermana viviera. ¿Confiar de esa forma en el enemigo? Si. Era peligroso, pero no tenía otra opción.

—No sé nada del proyecto Dhartām—confesó—Pero, si les interesa puedo decirles sobre la seguridad y el método de ataque que usarán en contra de ustedes—se apresuró a decir—Al menos lo poco que se respecto a eso.

—Bien. Eso nos sirve. Cuéntanos ¿Qué planes tienen para nosotros?

Suika miró unos segundos a Nela, la cual aún se mantenía respirando, muy a penas. Y volvió la vista a la mujer de pie frente a ella. ¿Por qué era diferente con ella? ¿Qué tenía la morena que no tuvieran su hermana y ella?

—Él piso superior esta repleto de mujeres dispuestas a atacarlos sin dudarlo dos veces.

—¿Una emboscada?

—Algo así, pero el señor Nash esta en la azotea. Las mujeres en el piso superior son dirigidas por Nala.

—¿Nala?—repitió confusa.

—Me suena a nombre de Perra—comentó Jeremy.

—Nala es un mujer rubia que siempre esta al lado del Señor Nash, fue la primera en atacarlos—explicó.

—¿La que quiso tener Sexo con Roan en pleno...

—Si, es esa. Cierra tu boca—lo regaño el moreno.

—Nala es quien dirige a esas mujeres, pero siempre bajo las órdenes del Señor Nash. Ella planea matarlos a ustedes y dejar vivo al inigualable.

Automáticamente Hiromi y Jeremy miraron a Roan. Sabían desde que entraron al Hēishôu que él era alguien especial, que a pesar de no ser el primero, se había ganado el respeto de su jefe, Tengen-sama. Que sus compañeros también lo respetaban y él era el primer oficial a cargo. De los 13 oficiales. Roan era el único capaz de hacerle frente al Hēishôu entero. No estaban seguros de que a Tengen también, porque nunca habían visto el potencial de ese anciano, pero sabían que era poderoso. 

Roan se habia convertido en un pilar importante en el Hēishôu. Habia hecho muchas cosas malas, no se detenía ante nada para completar las misiones que se le otorgaban, incluso si eso significa arrasar con sangre inocente. Por eso era considerado el mejor de los trece.
Porque a él no le temblaban las manos a la hora de asesinar. Él no lo pensaba dos veces y manchaba sus manos en sangre de sus víctimas sin asco alguno.

Por eso tenía ese título, así lo habia bautizado Tengen-sama. Sólo él sabía el porqué de ese título, de ese nombre que intimidaba y doblegaba a los demás. Y que lo hacia superior a todos.

—¿Por qué lo quiere a él?—se atrevió a preguntar Jeremy con el ceño fruncido.

Se sentía molesto. ¿Porqué todos querían a su Roan? Él lo había encontrado primero, él habia visto esa chispa resplandeciente mucho más antes que los demás. Porque Roan siempre le había llamado la atención, Porque aquel hombre de piel morena era el único que podia llenar aquel vacio que sentia dentro de si mismo. Y era tan egoísta que no quería compartirlo con alguien más que no fuera Hiromi. Porque también estaba claro, Aquella mujer tampoco pretendía entregar a Roan de forma simple. Ambos eran egoístas.

—No lo se, El señor Nash dice que el inigualable lo hace sentir emocionado, y exitado...

—No digas más, ya quedo claro eso—se apresuró a decir Roan.

—¿Como que exitado? ¿Nash es..

—¡A nadie le importa eso!—interrumpió.

—A mi si, o sea, ese tal Nash te quiere violar y no voy a permitir eso—exclamó Jeremy con disgusto.

—No quiere violarlo, solo quiere marcar su cuerpo.

—¡Eso es peor! ¡¿Qué le pasa a ese enfermo mental?!—comenzó a gritar exaltado el pelianaranjado.

—Hablo el trastornado.

—¡Oye!

—¿A que te refieres con marcar su cuerpo?—pregunto Hiromi.

—No estoy muy segura, Quizás, quiere que el inigualable sea suyo y no del Hēishôu.

—¡No lo voy a permitir!—volvió a interrumpir Jeremy.

Roan hizo una mueca ¿Qué tenían con él? Dios, estaba tan harto de todo esto.

—No importa, voy a matarlo seas como sea—hablo el moreno—¿Dijiste que estaba en la azotea?—ella asintió—Bien, es a donde iré.

—¡Dijeron que dejarían a Nela!—exclamó Suika.

—¿Y nos creíste?—pregunto Hiromi con una sonrisa—Muy estúpido de tu parte.

Y sin decir nada más chasqueo sus dedos, dándole el permiso a los hombres para que hicieran lo que quieran con ellas.
Roan sin dudarlo mucho aplastó el cuerpo de Suika conta el suelo, sus huesos y órganos quedaro hechos polvo. ¿Qué era solo una joven? A él no le importaba. En cambio Jeremy fue cortando miembro por miembro el cuerpo de Nela quien había muerto ya hace unos minutos. Suika creía que su hermana estaba con vida pero, no era así, Nela había muerto hace minutos antes de terminar de darles la información a ellos.

Hiromi observó la escena frente a sus ojos, ambos hombres cubiertos de sangre. Jeremy quién parecía molestar a Roan con el brazo de la mujer muerta, recibiendo un golpe por parte del moreno. Parecía niños jugando. Jugando con mujeres muertas y desmembradas. 

—Vuelves hacer eso y te pateo la cara—amenazó.

—¡Es muy divertido!

Chasqueo su lengua y quitó su pie de la espalda de aquella joven, literalmente le habia aplastado todos los órganos por completo. Sus pies estaban cubiertos de sangre y sentía húmedo sus zapatos.

—¡Atrapala Roan!

Levantó la mirada y por reflejo tomó lo que Jeremy le habia lanzado, a los pocos segundos se dio cuenta de que era la cabeza de aquella mujer.

—¡Retrasado!

Hiromi solto una carcajada, por lo cual Roan frunció el ceño molesto.

—Ten, Hiromi.

—¿Eh?

No tuvo tiempo a reaccionar cuando él le había dejado la cabeza de aquella mujer en sus manos. Inmediatamente la solto dejándola caer al suelo, rodando hasta los dos cuerpos inertes.

—¡¿Qué te pasa, Tarado?! Eso fue asqueroso—se quejó.

—Estamos a mano, estúpida.

Jeremy solto una carcajada y se acercó a ellos.

—No se peleén.

—Cierra la boca, trastornado—dijeron los dos.

—Groseros.

Hiromi suspiro y limpio sus manos con la ropa de Jeremy, él cual la miró indignado, aunque tampoco podía quejarse mucho, literalmente él ya estaba cubierto de pies a cabeza en sangre.

—Bien, iremos arriba, sabemos que nos están esperando así que...—miró a los dos hombres—Jeremy y yo estaremos con esas perras, mientras que Tú..

—Iré por Nash—completo con una sonrisa.

Ella asintió, haciendo una pequeña mueca. Cuando subieran al último piso deberían separarse, de nuevo, y no es que no confiara en ellos, pero algo dentro de ella la molestaba, la hacia sentir algo insegura respecto al resultado de la pelea.

—Miren bastardos, no me agradan en lo absoluto—comenzó y los dos la miraron confundidos—Pero si se llegan a morir como unos idiotas, los maldecire y escupire en sus tumbas.

Jeremy solto una risita al igual que Roan. Los dos sabían que Hiromi estaba preocupada, pero era tan orgullosa que no lo iba a decir directamente. Así que lo decía atraves de insultos.

—Lo mismo digo, te atreves a morir y no te lo perdonaré, Reina estúpida—dijo con una media sonrisa.

—Hablo el Rey estúpido.

—¿Y yo que seria?—pregunto Jeremy al sentirse excluidos de los apodos que se ponían—También quiero un apodo—hizo un puchero.

—Qué te parece..—penso un momento, bajo la atenta mirada del pelianaranjado—Él príncipe trastornado ¿Te gusta?

—Te queda perfecto—comentó Roan con una sonrisa.

Jeremy peino su cabello hacia atrás, y miro a los dos morenos frente a él.

—¿No te gustó?—inquirió.

—Para nada—negó, sin embargo se lanzo a los brazos de Roan el cual lo miro confundido—¡Me encanto!

Hiromi sonrió. Siempre había tuvo un apodo guardado para él.

—Muy bien, debemos ir a...

La mano de Jeremy sobre su cintura la interrumpió. Tiro de ella hasta quedar entre medio del cuerpo de ellos dos.

—Si se mueren, yo me quedaré con sus cuerpos—murmuró el pelianaranjado.

Hiromi solto una risa.

—No voy a morir, así que, suerte con eso—aseguró Roan.

—Tampoco está en mis planes morir—le siguió la pelinegra.

Los tres eran personas que se tambalean entre la locura y la sensatez; entre el bien o el mal; entre la delgada línea de ser considerados unos héroes misericordiosos y ser considerados unos monstruos insensibles. Consiente de sus decisiones, de sus actos atroces. Y de lo que estaba por ocurrir ahora.

En este preciso momento debían hacerle entender a estas personas quienes eran ellos, de donde venían y para quien trabajaban. La amenaza que representaba el Hēishôu entero para ellos. El East Blue estaba bajo el control de ellos.

¿Qué era el mar más débil? Pura palabrería. Porque en este mar se creaban grandes bestias, futuras promesas. Personas que conquistarian el mundo si así lo quisieran. En el East Blue nacían las grandes leyendas del mar.

Pisando con fuerza, haciéndoles saber que estaban allí y que no tenían planeado huir. Miles de ojos se posaron en ellos, la mayoría viéndolos con enojo, despreció, asco, rencor, curiosos e inquietos. Todo en un silencio mortal, hasta que un pequeño tintineo resonó en el lugar.

—Han llegado—la voz aterciopelada fue lo único que se escucho.

Sentada en la barandilla de aquel balcón hecho de mármol, se encontraba la mujer rubia conocida como Nala. Mirándolos con una sonrisa, pero sus ojos solo se posaban en el inigualable. El premio mayor.

—Parece que se divirtieron antes de llegar aquí—paso su dedo por la comisura de sus labios—Si quieren encontrarse con él señor Nash, deberán enfrentarse a la furia de mis amigas antes.

Las mujeres gruñeron con enojo, dispuestas a atacar ante el más mínimo movimiento de sus enemigos. Mientras que los del Hēishôu sólo permanecían allí, observando el panorama frente a ellos.

—¿Cuantas son? ¿unas 100? ¿200, quizás?—pregunto Hiromi.

Vio de reojo como una de ellas se le acercaba, y extendía su mano hacia sus rulos negros, como si quisiera acariciarlos, frunció el ceño y aparto aquella mano femenina de un manotazo.

—No me toques perra—gruñó con molestia. Odiaba que gente desconocida tocara sus perfectos rulos.

—Qué engreida ¿Acaso sabes con quién estás hablando? Debes tener más res...

Chasqueo sus dedos, y automáticamente la filosa hoja de la Wakizashi  le abrió el cuello en la zona yugular en un corte vertical. Gotas de sangre salpicaron sobre su piel, pero ella no aparto la mirada del frente. La mujer cayó al suelo llevando sus manos a la zona cortada intentando que la sangre dejara de salir, pero era imposible.

—No me interesa—respondió a la pregunta antes dicha.

Las mujeres miraron confundidas al pelianaranjado que había acatado las órdenes de aquella morena con tan solo chasquear sus dedos. No hubo palabras de por medio, él sin dudarlo dos veces mato a la mujer que habia tocado a Hiromi.

—Son trescientas perras—murmuró Roan después de un rato.

—¿trescientas?—repitió.

—Las demás están escondidas, pero están aquí—explicó.

—Ya veo..

—¡¿Qué tanto murmuran?!—exclamó aquella mujer de poca paciencia—¿Es que acaso tienen miedo? ¿De eso es lo que esta hecho el..

El bisturí que Hiromi llevaba consigo en su chaqueta, ésta vez arrojado con una fuerza desmedida, voló con tal rapidez que la mujer si quiera pudo verlo cuando ya estuvo estampado justo entre sus cejas. Sangre comenzó a salir cayendo sobre sus rodillas con un ruido sordo. Las mujeres que estaba allí comenzaron a preguntarse porque aquella morena había atacado a una mujer como lo era ella.

—No interrumpas cuando hablo—dijo de manera firme.

Involuntariamente una sonrisa se dibujo en el rostro de los dos hombres detrás de ella. Habia muy pocas veces en las que lograron ver a Hiromi de esa forma, alguien desinhibida y feroz; valiente y segura de si misma. No sabían mucho sobre su pasado, pero sabían que ella guardaba un rencor hacia las mujeres-no todas-algunas las despreciaba, era muy selectiva en ese aspecto, siempre sabiendo a quien escoger como su blanco. La miraban con orgullo, sabiendo que ella también representaba a los suyos, que era la única mujer en el Hēishôu que tenía el respeto de los hombres. Aunque tampoco es que ella lo necesitara.

—Roan, ve por Nash y acaba con él—su voz era clara y fuerte—Nosotros nos encargaremos de ellas.

El mencionado sonrió y palmeo su espalda antes de alejarse.

—Aplastenlas a todas.

Ella asintió ante esas palabras, no había porque tener piedad con estas mujeres. No habia porque contenerse, porque la única mujer que debía salir con vida de ese lugar era ella; Hiromi.

Hiromi debía ser la última mujer en pie cuando las cosas terminaran. De lo contrario esos dos monstruos arrasarán con todo a su paso.

Sus ojos estaban abiertos, pero no veía. Ya no. Las imágenes continuaban, una y otra vez, y ya no las comprendía.

Quiso pensar en algo coherente, pero sus pensamientos se perdían entre quimeras alienadas que lo adormecían, lo aturdían. Sus párpados no se cerraban. No se cerrarían.

Cada ciertos minutos, un hombre al cual no veía se aparecía a su lado, le hacía una pregunta y luego le echaba un par de gotas en los ojos, provocando un efecto aliviador similar al de un parpadeo. Pero no era igual. Los ojos le ardían. Las lágrimas caían rendidas quemándole las mejillas.

Las imágenes y el ruido continuaban. Una y otra vez. Los hombres con máscara, la niebla, Roan, Lyanna, sangre, el hombre de las gotas, las bestias, la niebla, Roan… Y el círculo continuaba cada vez más rápido; llegaba a su fin y volvía a repetirse.

La desesperación ya lo había abandonado. La voz hace mucho que se le había perdido en la garganta destrozada por sus gritos. Sus músculos estaban demasiado fatigados para retorcerse. Y su cerebro había recibido un daño considerable como para emitir cualquier orden.

—Kian—habló el hombre de las gotas—. ¿Conoces al Rey sin corona?

La pregunta formulada en un tono monótono e impersonal se la había hecho tantas veces que ya le sabía rara. Como cuando se repite una y otra vez una misma palabra y al rato parece perder su sentido. Pero de alguna forma vaga e instintiva, sabía que no debía responder a esa pregunta, por mucho que su cuerpo y su cerebro se lo pidieran a gritos. Las imágenes eran de apariencia inofensiva, casi una sátira infantil, pero contenían un fuerte sentido subliminal que le estaba provocando náuseas. O tal vez eran las intravenosas, que quién sabe qué le estaban suministrando. O probablemente eran los aparatos que mantenían sus párpados abiertos; el cansancio visual no debía ser subestimado.

—Kian. ¿Conoces al Rey sin corona?

Sabía que su silencio otorgaba una respuesta afirmativa. A pesar de que en un principio se negó rotundamente haciéndose el desentendido, intentando mantener oculta la identidad y su relación con aquel hombre.

—Kian. ¿Conoces al Rey sin corona?

Él mismo se hizo la pregunta en más de una ocasión. Sabía de su familia, de sus gustos reducidos y sus disgustos numerosos. Sabía cómo Roan reaccionaría ante una u otra cosa, aunque usualmente sus respuestas eran más sorprendentes y divertidas que sus supuestos. Kian admitía que se le había pegado como una lapa durante un año completo del Hēishôu antes de que Roan lo eligiera como su compañero, no, de hecho siempre estuvo pegado a él, desde niños, pero también admitía –y Roan probablemente lo sabía– que eran pocas las personas con las que él se encaprichaba. Roan tenía una mente increíble y una voluntad de hacer lo que se le antojara. No como él, que muchas veces sus miedos le hacían desistir.

—Kian. ¿Conoces al Rey sin corona?

Sí, lo conocía. Kian podía depositar su confianza completa en el moreno, pero también sabía perfectamente que Roan era, por naturaleza, un hombre que hacía lo que se le diera la gana, un hombre el cual no seguía las reglas al pie de la letra. Él creaba sus propias reglas poniendo todo el juego a favor de él mismo.

No vengas aquí Roan...

Miró su reloj de pulsera por décima vez durante la última media hora y comenzó a impacientarse.

—Kian… —habló casi con pesimismo—. ¿Conoces al Rey sin corona?

Hizo la pregunta y ya no esperó respuesta, echándole al hombre las dichosas gotas en los ojos antes de volver a su lugar tras él. Las órdenes fueron claras: antes de medianoche debía tener respuestas a una extensa lista de preguntas. Claramente, aún no lograba pasar siquiera de la primera que constaba de una obvia respuesta, pero que sabía bien era parte del protocolo de un interrogatorio. Si aún no contestaba esa, nunca contestaría las más complejas y capciosas.

Gruñó por lo bajo, dedicándole nuevamente una mirada nerviosa al reloj. Tres minutos. Si no salía de ahí en tres minutos quedaría sepultado en ese recóndito cuartucho sin que nadie lo supiera más que su compañero tras la puerta que ninguno podía traspasar.

¿Por qué alguien como él tenía que hacer el trabajo sucio? Nunca se le dieron bien los interrogatorios. Aparentaba ser un hombre duro, pero no podía negar que le remordía la consciencia torturar de esa manera a ese rubio.

—Kian. Respóndeme, Por favor...¿Conoces al Rey sin corona?

Tal y como lo esperaba, Kian no abrió la boca ni aunque hubiese reformulado un poco la pregunta y cambiado su tono por uno incluso suplicante.

Dos minutos. Si en dos minuto no le sacaba palabras a Kian  estaría en serios problemas. Mucho le había costado llegar a esa posición en la que se encontraba. Rehusándose a perder la confianza que le habian dado y a quedar sepultado en el olvido, se armó de valor y tomó las pinzas quirúrgicas, posicionándose junto al rehén. Si el estrés psicológico no era suficiente para quebrantar su voluntad, entonces un poco de dolor gatillaría al menos alguna reacción de su parte.

No, no era bueno interrogando ni torturando. Pero si para salvarse la vida y mantener su reputación debía mancharse las manos, lo haría.

—Kian, lo preguntare por última vez—dijo entonces—¿Conoces al Rey sin corona?

Los ojos verde coartados a permanecer abiertos estaban clavados en el monitor de imágenes confusas. Sin embargo, cuando sus deseos de gloria y fama vencieron su humanidad, casi da un respingo cuando el rehén de pronto le miró a los ojos como si hubiese comprendido la amenaza implícita en sus palabras. Abrió la boca repetidas veces, como si el formular palabras claras constituyera un trabajo complejo.

—V-Ve…

—¿Kian? —intentó persuadirlo, acercándose un poco a él para oírlo mejor. Él rubio resopló con cansancio, tomó aire y finalmente –de manera arrastrada y mal pronunciada– dijo:

—Vete a la mierda, bastardo—apenas lo balbuceó, pero la sonrisa satisfecha que se acomodó en sus labios secos fue suficiente para que el hombre perdiera la escasa paciencia.

—¡Maldito! ¡Me has estado escuchando todo éste tiempo!

Una fugaz ráfaga de aire serpenteante y filosa le rozó los cabellos enmudeciendo sus palabras de inmediato, destruyendo en aquel hálito el enorme monitor. Parpadeó confundido, y acto seguido un ruido estridente lo sobresaltó. Los ojos casi se le salen de las cuencas cuando la gruesa puerta metálica –capaz de contener explosiones y de aislar el ruido– voló por los aires y cayó atronadora a escasos metros de sus pies. El polvo se alzó parsimonioso nublándole la vista.

—Se tardaron, idiotas..

—¡Fue culpa de este estúpido!

—¡No me heches la culpa a mi, estúpida!

—¡No es momento para eso, infelices, Saquenme de aqui!—grito él rubio desesperado.

Extrañaba tanto a Roan. Nada de esto le hubiera pasado si él estaba aquí a su lado. Aunque después de ver todas esas cosas, no estaba seguro de quien era en realidad.
Y dudaba de si aquella niña que el protegía fuera tan inocente como aparentaba ser.

Quizás solo era una faceta de niña buena para esconder el monstruo que era en realidad.

Camino a paso lento y tranquilo con las manos en los bolsillos de su pantalón, el viento golpeaba su rostro de manera suave y el cielo comenzaba a oscurecerse.
Sus ojos pasaron por alrededor del lugar, era un lugar libre y muy amplio. Movió la cabeza hacia un costado, viendo aquella persona que estuvo buscando durante unos minutos.

Freno su andar, mirándolo desde esa distancia. Nash ahora no traía ese traje rojo de antes, ahora solo vestia una camisa negra pegada al cuerpo y unos pantalones del mismo color. Su cabello azul estaba desordenado y gotas de un líquido-que prefirió no saber que era-caían por su mandíbula.

—Por fin has llegado.

Roan movió lentamente su cuello hacia los lados haciéndo tronar sus huesos, y un suave suspiro se escapo de sus labios.

—Para tu desgracia.

Nash sonrió y camino lento, apreciando cada minucioso detalle de la persona frente a él. Su rostro serio, dándole a entender que no tenía tiempo para jugar con él, aquella cicatriz dibujada en su rostro, sus ojos, sus ancho hombros, la remera gris que se pego a su cuerpo debido a la sangre de sus víctimas. Todo en aquel hombre le fascinaba.

Finalmente llegó, pegando su frente contra la de él. Ambos con sus miradas a sólo centimetros de distancia.

Se sembró el silencio entre ellos dos. Hasta que un alarido que parecía venir de adentro de aquel edificio; desde las entrañas de las víctimas. Todo dolor se expresó en aquel lastimero chillido. Otro se elevó segundos después, y otro le siguió, hasta que se entonó una orquesta de lamentos de aquellas mujeres. Se oyeron forcejeos, quejidos, maldiciones, risas, gritos e incluso súplicas de misericordia.

—Parece que tus amigos se divierten—murmuró Nash sin despegar su vista del moreno.

—Si. Puedo oír los lamentos de tus perras—sabía que sus compañeros ya habían empezado aquella masacre.

¿Ellas los superaban en número? Por supuesto que sí. Pero esos dos estaban completamente locos, ellos dos juntos eran el dúo perfecto. La inteligencia, astucia, ingenio, precisión que posee Hiromi para idealizar un plan en cuestión de segundos, más, la fuerza bruta, furia, destrucción, locura y terro que causaba Jeremy en las personas. Eran la combinacion perfecta.
Juntos generaban el escenario perfecto para Roan.

Nash fue el primero en hacer un movimiento en contra de su oponente. Lanzando un derechazo que impacto en la mejilla del moreno. La fuerza fue tanta que el suelo debajo de él se agrieto levemente.

—Vamos, Rey sin corona. Vuelveme loco—expresó Nash con una sonrisa.

Él moreno escupió una pequeña cantidad de sangre mezclada con saliva. Un pequeño hilo de sangre bajaba por el lado izquierdo de su boca. Y una sonrisa burlesca se encontraba grabada en sus facciones.

—¿Ese es tu mejor golpe?

Nash sonrió y volvió a lanzar otro golpe hacía aquel hombre, Roan solo uso su mano para detenerlo aplicando más fuerza en su agarre. El peliazul lo miro para solamente sentir algo impactar en su rostro. El suelo se hundió y el polvo se levantó.

Una pequeña risa se escucho entre el polvo y el humo generado, unos ojos rojos le devolvieron la mirada hacia los oscuros de él.

—Perdón. Esta vez no me contendre—rio.

El puño de ambos conectaron con la quijada de su oponente. Y la onda expansiva detrás del impacto mando hacia atrás al par de hombres. Sin dudarlo dos veces Roan arremetió contra el hombre aturdido que movía su mandíbula disminuyendo el dolor, lo cual no le sirvió de nada cuando el moreno apareció frente a él golpeando su lado izquierdo, el sonido de sus costillas partirse le hizo saber que aquel hombre tampoco se estaba conteniendo.

Retrocedió hacia atrás antes de que él usará las cadenas en sus manos para aprisionarlo.

—Nada mal—halago con un hilo de sangre bajando por su boca—Stuha—murmuró.

Roan no llego a reaccionar. Salió impulsado hacia atrás por el puñetazo mortal, soltando una estela de sangre en el proceso. Ese golpe, por alguna extraña razón había sido más preciso que los demás.

Debajo de ellos se encontraba una mujer de rulos cubierta de sangre, toda su ropa, su cara, su cabello, es como si se hubiera dado un baño de sangre. Sangre de sus víctimas.

—Ese idiota—murmuró entre dientes.

—No te preocupes por él. Roan puede ser peor que un demonio. Créeme. Cuando pelea no se guarda ni un golpe. En realidad, no se guarda nada.

Hablo el pelianaranjado con una sonrisa en su rostro. Diablos, anhelaba tanto estar allí para poder verlo pelear

—Vamos, Reina estúpida, aún nos quedan cucarachas por aplastar.

—Te sigo, príncipe trastornado—rio.

Era cierto, no habia porque preocuparse. Tal vez Nash tuviera sangre de un Bersērker en sus venas, pero eso no bastaría para acabar con aquel hombre.

—Mierda—murmuró tocando su frente, sintió el líquido rojo y caliente bajar hasta su mandíbula. Ese golpe habia dolido.

Le hecho una ojeada a Nash, y se reincorporó sacudiendo sus ropas. Volvió a mover su cabeza de un lado a otro tronando sus huesos.

—¿Qué pasa? ¿Eso es todo lo que tienes para darme?—preguntó el peliazul.

—Cállate, me tienes harto—escupió la sangre que se acumuló en su boca—Me canse de esto—paso una mano por su cuello—Antes de matarte quiero preguntarte algo.

Nash lo miro curioso, y puso toda su atención en el moreno que se acercaba de manera lenta.

—¿Cómo carajos me quito estas cadenas?—movió sus manos, indicándole que aún seguía con esas estúpidas cadenas por su culpa.

—Ah, sí aceptas venir conmigo, te las quitaré—propuso.

—Bien—estiró sus brazos de forma despreocupada—Supongo que tendré que matarte.

El peliazul ni siquiera pudo notar claramente la rapidez con la que Roan lo golpeó, hasta que sintió sus órganos estrujarse dentro de si. Dio un salto para esquivar el segundo golpe que amenzaba con destrozarle la otra costilla. Miró al moreno desde esa altura y frunció el ceño al verlo sonreír.

—¿Qué..

Sintió un tirón en su tobillo. Roan había enganchado la cadena en ese lugar y de un tirón lo hizo bajar. El edificio se sacudio, y un gran estruendo se escucho. Nash abrió la boca dejando escapar una gran cantidad de sangre.

—¿Eso es todo Nash?

Stuha—volvió a murmurar.

El moreno tuvo que mover su cabeza hacia atrás y hacia un costado. Un pequeño corte apareció en su ceja izquierda.
Los reflejos pulidos, años de experiencia, y entrenamiento le habían advertido de ese ataque. No sabía muy bien lo que era y de qué forma funcionaba, pero ese ataque ahora no tenía precisión, no tanta como el anterior.

No importaba. Nada de eso importaba ahora. Sólo debía terminar con esto de una buena vez y así podría volver con Lyanna.

Con una de sus manos atrapó el rostro de Nash, estrujandolo con fuerza. Lo levantó lentamente, clavando sus oscuros y fríos ojos en el peliazul.

—Creí que eras más fuerte. Que decepción, resultaste ser igual de débil que las perras que te sirven—apreto aún mas su agarre, tanto que los ojos de Nash amenazaban con salirse de sus cuencas—Pero bueno, dicen que toda mascota se parece a su dueño ¿no es así? Eso explica muchas cosas de ti.

La cara de Nash fue estampada contra el techo del edificio. Roan sonrió superponiendo más fuerza.

—Dime, ¿qué se siente ser humillado igual que esas mujeres? Terminarás de la misma forma que ellas. Asesinado por alguien superior a ti.

Nash abrió sus ojos, esos ojos color sangre con las pupilas verticales. ¿Cuánto había pasado? Durante estos años había acabado con los que lo creían débil, uno tras otro, innumerables mujeres e incluso hombres se arrodillaban ante él. Era raro. Antes era alguien débil, pero ahora todos perdían fácilmente contra él. Bueno, hasta ahora.

Nash se consideraba especial, pero el hombre frente a él. Era singularmente inigualable.

Ahora lo entendia. Entendia porque sus superiores querían a este hombre.

Sintió el suelo agrietarse bajo él debido a la fuerza que ejercía, a los pocos segundos la superficie se quebró en pedazos. Y Roan siguió estampando el rostro del peliazul, piso por piso de aquel edificio, sentía sus huesos partirse, sus órganos reventarse, sus ojos apunto de salirse, todo hasta llegar a la planta baja en donde su cuerpo entero se estrello contra el piso de concreto creando un agujero enorme. Todo el edificio tembló, las estructuras amenazaban con caerse.

Y entre el humo, polvo, y pedazos de escombros se podía visualizar la silueta de un hombre en pie, pisando el cuerpo de Nash, cubierto de sangre, y tomando pequeñas bocadas de aire. Sus ojos habían dejado de ser rojos y ahora eran de un color opaco, sombrío, sin una pequeña pizca de brillo.

Lo había entendido completamente.
Desde que Roan había pisado Mārlett, desde ese preciso momento. Su destino había sido sellado, no había forma de correr de su destino; el cual era morir a manos de este hombre. De hecho creo que siempre lo supo, después de todo ese estúpido anciano se lo habían dicho.

"Morirás a manos de un rey sin corona"

Ahora mismo eso le parecía muy especifico. Él jefe del Hēishôu también se lo había advertido, que el enviaría a su más grande oficial, aquel al que le había puesto el título de; Skairipa.

Pero en ese último ataque lo sintió, era totalmente absurdo querer marcar al Rey sin corona....

Que vive entre los de sangre sucia y marginados.

—In-Inigualable—tosió sangre espesa.

—¿Ah?

—Lo has notado ¿Verdad?

A él lo habían elegido entre todos los malditos...

—¿De qué hablas?

—Te quise marcar desde un principio—su voz sonaba algo imperceptible.

Entre los corrompidos y los que son escoria..

—¿De qué...

Su vista se nubló y retrocedió hacia atrás torpemente, se estaba empezando a marear.

Su historia aún no termina, porque su hermano mayor lo habia maldecido, esa maldicion que era llamada; Amor.

Convirtiendolo ahora en el guardián de la loba de hebras blancas.

Entre todos lo malditos de este mundo, fuiste escogido como la llave hacia la verdad.

—Tú ya fuiste marcado desde antes.

Roan cayó de espaldas hacia los escombros detrás de él, sentía un ardor recorrer todo su cuerpo, la piel le quemaba y sentía una punzadas en la nuca.
Sintió el suelo temblar bajo él.

—¡Roan!—el grito de Hiromi le alertó que algo estaba mal.

—¡Roan!

Una y otra vez ¿que le estaba pasando?

—¡Roan, Por favor, Despierta!

La calavera que resplandece con sed de sangre en la oscuridad eterna...

—¡Roan!

Eterna sea la noche..

—¡Hiromi el edificio se nos viene encima, muévete!

Ven a mi que te estoy esperando...

—¡No podemos dejarlo!

Rey sin corona..

—¡Roan, Por favor, Despierta!

Porque a ti te elegí entre todos ellos..

—¡Hiromi, si no nos movemos moriremos!

Tu historia no ha sido borrada..

—¡Jeremy!

Oh, ven a mi

—¡Maldición!

Hombre inigualable.

—¡Roan!

El grito de Hiromi fue lo último que se escucho antes de que él edificio entero se viniera abajo.

La noche en aquel lugar era pacífica y sin estrellas. La temperatura había descendido, pero el aire húmedo persistía. La iluminación, aunque escasa debido a las nubes que abrigaban la luna.

Una pequeña figura femenina se encontraba sentada observando los árboles moverse al compás del viento, su cabello negro-mejor dicho la peluca negra-se movía suavemente acariciando sus mejillas blancas. Un suspiro brotó de sus labios, entrecerrando sus ojos, pensativa.

No entendia el por qué, pero una sensación rara se había apoderado de su pecho, algo que no le permitían dormirse, la inquietud de saber el por qué de tal sensación. No podía dormir.

—¿Lyanna?

La voz susurrante detrás de ella, la hizo voltearse encontrándose con aquel rubio mirándola

—Sabo.

Él trato de ignorar el cosquilleo en su estómago al oír su nombre salir de los labios de ella. Sacudio su cabeza levemente y se acercó a paso lento.

—¿Qué haces aquí? Podrías resfriarte—comentó.

—Estoy bien, solo..—apreto sus labios.

—¿Necesitabas tomar aire?—inquirió con una media sonrisa.

—Algo así. Solo necesitaba pensar un poco—sonrió.

Se aguantó las ganas de preguntar en que estaba pensando. A veces Lyanna le resultaba alguien extrañamente interesante, hasta llegaba a pensar que era una adulta en el cuerpo de una niña.

—¿Tú que haces aquí?—pregunto mirándolo de reojo.

—Luffy me pateo la cara y me desperté. Al no verte con nosotros, quise buscarte—contestó sincero.

—Me disculpo por lo de Luffy.

—Tranquila, está bien. No es la primera vez que pasa—se encogió de hombros.

—Igual, eso no quita que te haya despertado de esa horrible forma.

Sabo no podía expresar con exactitud que era lo que pensaba de Lyanna,  a parte de ser interesante y extraña. Aquel manto que la rodeaba solo intensificaba sus inmensas ganas de saber que era lo que la hace ser tan...ella.

—¿Estás bien?—pregunto ella al ver como el rubio habia dejado de parpadear y respirar.

Las mejillas de él se tiñeron de rojo y comenzó a toser con fuerza mientras golpeaba su pecho.

—Sabo, ¿Estás..

—¡Estoy bien!—se apresuró a decir, tomando distancia.

El estar serca de ella lo hacía actuar como un imbécil. Y agradecía que ni Ace o Luffy estuvieran cerca.

—¿Seguro? Podrías de...

—¡ir a debo dormir,  hasta mañana luego!—sacudio su cabeza antes sus propias palabras—¡Noches buenas, Lyanna!

Lyanna frunció el ceño y luego soltó una pequeña risita. Sabo quería que la tierra lo tragara ¿Qué rayos es lo que había dicho? Ni él se entendió.

—Buenas noches, Sabo.

El rubio asintió frenéticamente y se dio media vuelta, dispuesto a irse. Pero antes, le hecho una última mirada a la ojiazul, la cual se abrazaba a sí misma mientras se volvía a sentar en el suelo.

Hizo una mueca y volvió acercarse a ella, quitándose la chaqueta azul que siempre traía puesta. Con cuidado la coloco sobre los hombros de ella e inmediatamente se volteo para entrar a la casa.

—Gracias, Sabo.

Fue un simple agradecimiento, un pequeño acto de amabilidad. Pero fue suficiente para que el corazón del rubio comenzará a bombear con fuerza. Se apresuró a entrar a la casa antes de que dijera otra estupidez más. Dejando nuevamente a la ojiazul sola.

Alzó la mirada hacia el cielo que estaba oscuro, sin estrellas que brillen. Aún sentía una sensación rara dentro de ella, algo que la inquietaba.

Cerro sus ojos un momento contando, uno dos, tres... Ya había pasado un buen tiempo desde la última vez que lo vio, pero aun así su rostro seguía perfectamente gravado en su mente, su voz, aún podía oírla en sus pensamientos. No se había olvidado de él.

Aun seguía esperando su regreso, de hecho se lo habia imaginado muchas veces. Él llegando de sorpresa y ella corriendo a sus brazos, primero le diría lo mucho que lo extraño, le daría muchos besos y abrazos, luego le preguntaría si quería algo para comer, también le prepararía un pastel de mandarina-su favorito-y luego charlarian sobre las cosas que había pasado estando uno lejos del otro. Tambien volverían a ver las estrellas juntos, desayunar, almorzar, merendar, entrenar. Volverían hacer todas esas cosas juntos.

Volvió a sentir una pequeña punzada de dolor en su pecho, haciéndola fruncir los labios y apretando la chaqueta azul con fuerza. Estaba volviendo a sentir ese dolor feo. Hizo un pequeño puchero.

—Te extraño, Papá.

Nadie, ni nada podría igualar ese lugar que ella le habia dado a él en su corazón.


Bueno este tremendo capitulazo va para FernandaEscobar420 usar sabiamente el cosito ese de los mensajes, ¿tablero se dice? Bue queceyo como mierda se llama. Pero ella lo uso de forma útil, saludandome por mi cumpleaños jaksjsj. Espero te guste el capítulo♡

Quiero decirles que esta es la primera vez que narró una pelea y tuve que buscar muchas palabras para no ser repetitiva. Les juro que puse todo de mi para que quedara bien, se los juro, estaba sufriendo.
Espero que les guste, y el primero que se queja de algo, le voy a dar tremendo voleo en el orto. Encima que me esfuerzo lo último que falta es que me critiquen, loco. Les voy a bajar un par de dientes.

Bueno como sea, NO SE ENOJEN QUE YO TAMBIÉN SUFRO CON ESTO.

Ahora sean buenitos y contéstenme las preguntitas. O déjenme sus teorías queceyo. En este capítulo hay mucha información que procesar.

¿Qué opinan sobre el como Nash se refiere a Roan como "El rey sin corona"? ¿por que creen que sea?

¿Quien creen que haya marcado a Roan? Respuestas no Gei, por favor. Seamos serios.

¿Qué creen que haya visto Kian?

Bueno, creo que eso es todo. Espero les haya gustado el capitulo, no olviden dejar su estrellita y un comentario. Ahre flashaba canal de YouTube jaksjsj

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