Seduce Me

By Cesebe_writer

642K 31.6K 4.6K

Mujeriego, inalcanzable y comedido. ÉL es jugador profesional de fútbol americano en Los Ángeles, con dos úni... More

SINOPSIS <3
2. ¡Reto!
3. Menudo lío
4. Tú nunca molestas
5. Te lo prometo
6. Es curioso cómo una persona puede poner tu mundo del revés...
7. ¿Qué está pasando aquí?
8. No me gusta que te miren
9. Adiós a mi anonimato
10. Esperar el momento adecuado
11. Estás a salvo
12. Todo va a estar bien
13. Ella siempre va a merecer la pena
14. Esto no va a terminar bien
15. Acabas de firmar un pacto con el diablo
16. Esta noche no va a ser la última
17. Tiene la habilidad de alterar mi corazón sin siquiera tocarme.
18. Yo jamás finjo cuando se trata de ti
19. Lo único que quiero es desaparecer
20. Pensaba que eras diferente
21. No me parece justo que nos riamos juntos pero que llores sola
22. Hoy mandas tú
23. No sé ser sin él
24. Tu vuelo sale en dos horas
25. Él y su manía de acelerar mi ritmo cardíaco
26. Que no quieras volver
27. Que vicio es mirarlo cuando sonríe
28. No la voy a volver a soltar en toda la noche
29. Es broma, pero si no quieres no es broma
30. Odio no saber si puedo contar con ella
31. No sé qué haría sin ti
32. Somos imparables
33. Me está enamorando y él ni siquiera lo sabe
34. Entonces sí es lo que parece
35. Palabras mudas que no hacen falta ser pronunciadas
36. Una sonrisa más y te beso
37. No sé qué somos, pero hay que seguir siéndolo
38. Que no sea la última vez que lo hagas
39. Solo inténtalo
40. Por los sueños que se hacen realidad
41. Ella no eres tú
42. Soy más valiente si estás cerca
43. Yo tampoco me creo la suerte que he tenido
44. Ahora es más mío que nunca
45. Te vas a arrepentir de tus propias palabras
46. Hazlo, y no dejes nunca de hacerlo
47. Yo también te echaba de menos
48. Todo se va a arreglar
49. Probablemente me cargue lo mejor que me ha pasado en la vida
50. No es mío
51. Tru tru
52. EPÍLOGO
53. Extra 1
54. Extra 2

1. La chica que nadie conoce

25.1K 863 103
By Cesebe_writer

Hola guapuras, os dejo el primer capítulo. Antes de nada me gustaría aclarar algunas cosas.

Es una historia repleta de amor y toques de comedia con el cliché hermano de mi mejor amiga. ¿Habrá escenas +18? Sí, amigas. Pero no es una historia erótica, tenedlo en cuenta durante la historia, por favor.

IMPORTANTE: Es una historia ficticia, con personajes ficticios, y aunque parece obvio, me gusta aclarar que los pensamientos, actos o comportamientos que tengan los personajes, son por el bien de la historia y porque así lo he creído necesario, pero no quiere decir que sea mi manera de pensar o actuar.

Con todo esto aclarado, solo me queda agradeceros una vez más que me acompañéis en este viaje. Disfrutad de la lectura, guapuras.

--------------------------------------------------------

Conectada a Seduce me.

Llamada entrante en...

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos.

—¿Hablo con Scarlett?

Reconozco su voz enseguida, es la tercera vez que llama esta semana, y estamos a miércoles. Cuando decidí trabajar en mi tiempo libre en una línea erótica —quién dice decidir, dice, no me quedó otra si quería seguir pagando la universidad y el piso que comparto con mi mejor amiga, y hace tan solo tres meses, con mi hermana pequeña—, no imaginaba que se me daría tan bien, nunca he sido muy atrevida, soy bastante insegura, de hecho, quién me conoce, piensa que soy una persona tímida. En realidad, no lo soy, pero me entusiasma hacer creer que sí. Me gusta pasar desapercibida, ser invisible siempre me ha servido para no destacar, para poder recorrer el camino como me dé la gana, sin que nadie me juzgue o tenga una opinión al respecto. Nadie, salvo Jasmine y Winter —mejor amiga y hermana, respectivamente—, conocen mi pequeño secreto. De hecho, no lo supieron hasta que Jas me pilló gimiendo, rectifico, hasta que Jas me pilló fingiendo un gemido en mi dormitorio, y no tuve más remedio que decirle la verdad, porque la historia que se había inventado en su cabeza era digna de un Oscar, y fue menos obscena la realidad que su calenturienta cabeza diabólica. No tardó ni dos minutos en llamar a mi hermana pequeña y contarle con lujo de detalles —unos que se había inventado, por supuesto—, a lo que me dedicaba en mi tiempo libre. Ser pobre es una mierda, pero fingir que un hombre me hace llegar al cielo, es pan comido, y un dinero fácil que me ayuda a llegar a fin de mes.

La boca es el arma más peligrosa que tiene la mujer, y no solo lo digo por lo que sabemos hacer con la lengua, sino porque, con solo unas palabras, podemos hacer magia, que es justo lo que pretendo hacer en este momento, una hora antes de mi primera clase en la universidad.

—La misma, cielo —respondo con un susurro seductor.

Lo más importante en este trabajo es fingir. En todos los sentidos que puedan otorgarse a esta palabra. Finge tu nombre, tu edad, tus gustos, cualquier dato que te pregunten, y si eres tan buena como lo soy yo, incluso el tono de tu voz.

—Soy Ernest, es decir, no, soy Matt —dice apresuradamente, al darse cuenta de que me ha dicho su nombre real— Matt, eso. Sí. Te llamé ayer.

Y antes de ayer, y antes de antes de ayer...

—Hola Matt... —modulo la voz para conseguir el matiz adecuado— Te recuerdo que esta llamada es completamente segura y confidencial. Puedes relajarte, tumbarte en algún sitio cómodo y decirme que te apetece probar hoy.

—No tengo mucho tiempo, mi mujer llega a las... —se corta en seco, de verdad que este tío es imbécil perdido, y para más inri, un infiel— Bueno, qué necesito que sea algo rápido. Ya sabes, ponme a cien como tú sabes.

Me meto los dedos en la boca y finjo una arcada en silencio, por suerte, en las llamadas no hay cámaras a no ser que paguen un extra considerable y que la chica acepte. En mi caso, no he aceptado ninguna de las veces.

Me pinto las uñas de los pies de un color diferente cada una, mientras finjo que me estoy excitando por solo el sonido de su voz.

—¿Duro? —pongo voz de supermandona sexi, mientras repaso el amarillo pastel del dedo meñique.

—¡Sí, nena! ¡Joder! ¡Ya me has puesto cachondo con esa voz que tienes! —escucho el sonido de la hebilla del cinturón chocar y la cremallera deslizarse hacia abajo— ¡Sigue así!

Es importante saber utilizar las palabras. No todos los hombres son iguales, ni tienen los mismos gustos. Lo primordial, es empezar poco a poco, hasta que la temperatura esté por las nubes, pero en casos puntuales, con clientes habituales, puedes saltarte ese paso e ir directa al grano.

—¡Desnúdate! —utilizo un tono de mandato, a algunos hombres les gusta que le digan que hacer, a Ernest, perdona, Matt... claro, se la pone dura que le ordene absolutamente todo— ¡Más rápido, no tengo todo el tiempo del mundo!

—Ya... ya estoy —se apresura a decir y escucho la ropa caer al suelo mientras me tapo los labios para que no se escuche el bostezo que acaba de salir de mi boca.

—Espero que ya estés de rodilla y a cuatro patas, de lo contrario, voy a tener que castigarte —finjo estar super furiosa, cuando en realidad, intento mover los pies en el aire para que se termine de secar el esmalte.

—Lo estoy —responde sumiso.

—Voy a tumbarme entre tus piernas, ábrelas bien, más, un poco más... —me meto en el rol caliente más sexi que consigo a las ocho de la mañana— ¡Oh, Dios! ¡Tengo tus pelotas en la cara! Te las estoy cogiendo con fuerza, rodeándolas con mis pequeños dedos suaves. Voy a chuparlas con la lengua...

—Sí... —gruñe.

De verdad, habrá que darle un premio a este tío por la imaginación que tiene, seguro que ya está a punto de correrse y aún no he dicho nada, solo porque por esa sucia cabeza está pasando la imagen de mi lengua rozando sus asquerosas pelotas. Que asco. Seguro que son del tamaño de unas canicas.

—¡Están deliciosas! ¡Me encantan! —empiezo a gemir, si quiero quitármelo cuanto antes, más me vale que se corra pronto, total, siempre paga para una hora, aunque no dure más de cinco minutos— ¡Madre mía, son enormes! —tengo que taparme la boca para no echarme a reír— Méteme la polla en la boca. ¡Ahora!

—Joder... me pones a mil.

—¡No puedo aguantar más, estoy cachondísima! —jadeo en alto, elevando la voz con cada frase, como si estuviera al borde del mejor orgasmo de toda mi vida— ¡Fóllame!

—¡Eso hago! ¡Oh, joder! —escucho el roce de su mano contra su polla y como chapotea a punto de correrse en el suelo, que seguramente, limpie su mujer.

—Mmm... —suspiro— ¡Ohhh! ¡Justo ahí! ¡No pares! ¡Más rápido! ¡Sí, sí! —gimo mientras hago mis estiramientos frente al espejo— ¡Dios de mi vida! ¡Estoy a punto!

—Nena, me voy a correr... —habla con la voz entrecortada, mientras sigo fingiendo el orgasmo más largo de mi vida.

¿Puede correrse ya?

—¡Azótame! —meneo el látigo que tengo de atrezo en el aire, y el sonido que causa al chocar con el suelo, consigue que mi cliente jadee como una niñita— ¡Oh, Matt! ¡Me vuelves loca! ¡No pares, más rápido, más duro, como solo tú sabes!

—Joder, joder, joder...

—¡Estoy llegando! —jadeo con voz aguda, exagerando más que en las películas porno— ¡Más! ¡Me voy, me voy!

—Ahh... —al fin, la hostia...— Nena, eres la mejor de todas.

Lo sé.

—Matt, ha sido maravilloso —suspiro, como si estuviera tan agotada que no pudiera ni moverme— Eres una bestia.

—La próxima vez será mejor, te lo prometo, hoy tenía poco tiempo y...

—¿Nos vemos pronto? —le corto, no quiero que me cuente su vida.

—Claro preciosa, a la hora de siempre.

—Hasta entonces, Matt.

Llamada finalizada. Tiempo transcurrido: 4 minutos 14 segundos.

Apago la aplicación del móvil que me conecta a la red y me deja oculta de cualquiera que llame y preparo las cosas para la universidad.

Ordeno por tamaño las libretas que voy a necesitar para las tres clases que tengo hoy y las guardo al fondo, afilo uno a uno los lápices de carboncillo, reviso las acuarelas y elijo los pinceles específicos para una de las asignaturas de hoy. Guardo mi cámara de fotos en su funda tras limpiar con cuidado el objetivo, y le hago hueco en el interior de la mochila, junto con todo lo demás. Incluyo un par de barritas de cereales y dos piezas de frutas cortadas cuidadosamente, un zumo de arándanos y la botella de agua que acabo de sacar de la nevera. Todavía me quedan cincuenta minutos, y tan solo tardo treinta en bici, pero me gusta ir con tiempo, poder parar por el camino a hacer fotos y poder ser la primera en llegar para elegir la mesa perfecta. Ni muy cerca del profesor, dónde siempre están los empollones, ni al fondo del todo, dónde están los que hacen una carrera para matar el tiempo o porque tienen padres artistas que pretenden dejarle alguna galería en herencia. Siempre que puedo, me sitúo en el medio, en una zona apartada de miradas indiscretas.

Estudio en el Art Centre College of Design, de Pasadena, California. Es una universidad privada dónde estudian los jóvenes más ricos de Estados Unidos. Todos menos yo. No encajo. En cuanto puse mi primer pie supe que no encajaría nunca, y dos años después nada ha cambiado. No he hecho muchos amigos, salvo un par de compañeros que se dignan a saludarme en este grupo de hienas. Todos en esta Universidad se rigen por su estatus. No hace falta ser muy inteligente para saber quién manda, y por consecuencia, a quién no debes acercarte. Por ese mismo motivo, desde que llegué, he intentado pasar desapercibida, no llamar la atención, conseguir que ninguno de la pirámide sepa siquiera que existo. Nada. Ser invisible, y que no tenga que explicar cómo alguien de mi estatus puede permitirse estudiar aquí.

«Finjo correrme unas diez veces al día».

Nadie me tomaría en serio si supieran la verdad, y no se me ocurre ninguna excusa válida para tapar la realidad. Peyton no existe, Peyton puede seguir con su vida en el anonimato y disfrutar de lo que tanto le gusta. El arte. La única cosa que consiguió separarme de mi hermana Winter durante dos años, los más largos de toda mi vida, hasta que al fin cumplió la mayoría de edad y conseguí que dejara la vida de mierda —con perdón—, que mi padre y mi madrastra podían darle en la caravana roñosa que conocemos por hogar. No es que sea un mal padre, porque siempre nos ha tratado bien a mi hermana y a mí, y ha hecho lo que ha podido, pero siempre ha sido conformista. Que no había comida, pues no se comía, que no podía pagar la casa, pues se compraba una caravana, que no había agua, pues se bañaba en perfume barato. Jamás le he visto esforzarse por nada. Ni siquiera cuando mi madre se fugó cuando solo tenía cinco años, con su nuevo novio, y nos dejó a mi hermana y a mi solas. Simplemente se buscó una sustituta que hiciera el trabajo que mi madre hacía hasta el momento. Estoy segura, de que, si le dijera que soy prostituta, no reaccionaria de ninguna manera, afirmaría con la cabeza y se encogería de hombros.

He enviado dinero a mi hermana durante estos dos años, no ha sido fácil, pero sé cómo es la vida allí, tenía que alejarme, porque si no lo intentaba, quizás nunca podría llegar a ser nadie. Ser la primera de mi familia en ir a la universidad no solo ha sido un reto para mí, sino el empujón que necesitaba para recordarme que no soy como ellos, y que Winter tampoco lo va a ser.

Somos las Cook. Ahora no somos nada, pero pronto, lo seremos todo.

Me cuelgo la mochila de pelo rosa que todo el mundo odia, pero que Winter me regaló hace tres años y adoro, y me pongo los auriculares con música de fondo. Desconecto de todo lo demás, olvidando lo que ha pasado en mi dormitorio hace cinco minutos, mientras muevo las caderas al ritmo de Dua Lipa. Reviso una vez más que esté todo y cojo las llaves de casa antes de salir al patio enano que tenemos, con unas vistas horribles del edificio de enfrente, para sacar la bicicleta que conseguí en una ganga de segunda mano, y que, tras mucho trabajo, dejé como nueva. Pesa como un muerto —no, nunca he cogido uno, pero me imagino que debe pesar igual que la dichosa bicicleta—, la arrastro mientras camino de espaldas, intentando subirla por el pequeño escalón que separa el interior de la casa con el cutre-patio, hasta que siento una presencia a mi espalda y me giro de golpe. Creo en los fantasmas, ¿vale? Y ni Winter ni Jas se han levantado jamás tan temprano, por lo que...

—¡AHH! —grito como si me fuera la vida en ello, si hubiera postulado para ser la víctima en las películas de terror, el papel sería mío sin dudarlo.

Toda mi blusa blanca queda completamente mojada por una bebida fría que está poniendo mis pezones como piedras. Una gran mancha marrón cubre desde mi barriga hasta las piernas, estropeando el conjunto que había pensado durante horas.

Me gusta tener todo bajo control. Soy una mujer de costumbres. Siempre guardo las cosas en el mismo orden, me gusta que estén por tamaño o color. Pienso la ropa que me voy a poner con una semana de antelación. Soy indecisa. Mucho. Pienso las cosas un millón de veces. Lo único que he tenido claro en la vida, ha sido que el arte era mi vocación, y que Caden Turner, es el hombre más guapo que he visto en la vida. Pero para mí desgracia, también el hermano de mi mejor amiga, y para ponerlo mucho más complicado, uno de los tíos más conocidos de California. Si te gusta el deporte, claro. A mí no me gusta, pero si me gusta él.

Le conozco prácticamente de toda la vida. Jasmine y su familia fue nuestra vecina hasta que mi madre se piró para vivir la vida loca, mi padre perdió la casa, y nos mudamos a la caravana oxidada en la que vive actualmente junto a Roxana, mi madrastra, y sus dos hijos, Angus y Duncan, los seres más repugnantes que pueden existir. A pesar de la distancia, siempre fuimos amigas, y años después, compañeras de piso, tal y como juramos con siete años, bajo la trinchera de almohadas que construimos en el porche de su jardín.

No supe que era el amor hasta que lo vi. Moreno, piel bronceada, los ojos más turquesas que haya visto en la vida, y los hoyuelos más adorables del planeta. Siempre y cuando sonría. Que pasa cada vez menos. Caden jamás me ha mirado, no como se mira a una chica, sino como a la amiga pesada de su hermana pequeña. Tampoco lo he intentado nunca. Es Caden Turner. No tengo nada que hacer.

—¿Estás bien?

No. No lo estoy. Tengo la ropa mojada. Por el olor, debe ser café helado lo que hay en mi ropa. Tengo que cambiarme y limpiarme enseguida. Romper mi norma de elegir la ropa con una semana de antelación y ponerme otra cosa. Pedalear como si fuera Eddy Merckx para no llegar tarde. Dios mío. Voy a llegar tarde. No. Jamás en los dos años que llevo matriculada he llegado tarde. No puede ser. Payton Cook no llega tarde. Jamás. No. Puedo. Llegar. Tarde.

Me encuentro mal. Me falta el aire. Hace mucho calor. ¿Tú también lo notas? No me llega el aire. Algo no va bien. Veo lunares negros. ¿Es normal?

—Payton —la voz grave de Caden me trae de vuelta, consigo dirigir la mirada hasta el sonido de su voz, y en cuanto veo sus dos grandes iris azules, todo se vuelve mucho más denso. Dios mío, estoy teniendo un ataque de ansiedad delante de él, de la última persona que quiero que me vea así. ¿Dónde está Winter? Ella sabe qué hacer en estos momentos. Yo no puedo respirar. Me estoy...— Céntrate en mi voz. Coge aire por la nariz y expúlsalo por la boca. Hazme caso Peyton. Coge aire por la nariz —pestañeo incrédula. Caden está aquí. En mi casa. Me está mirando. Mueve las manos hasta ponerlas en mi cara. Me está tocando. ¿Cómo voy a respirar si me toca?— Expúlsalo. O te vas a poner violeta —sonríe. Caden Turner está sonriendo. Esto es un hecho histórico. Hace más de un año que no le veo sonreír. Los hoyuelos se le marcan a ambos lados, provocando un cosquilleo en mi barriga que sube hasta mi cuello. Me está sonriendo. A mí. A Payton Cook. Creo que he muerto. No hay otra explicación. ¿Soy un ángel? ¿Es eso?— Sigue así, lo estás haciendo bien —¿Bien? ¿Pero estoy haciendo algo a parte de pestañear?— ¿Mejor?

No respondo. Al menos los segundos que sus pulgares siguen acariciando mis mejillas, seguramente sonrojadas.

—Gra-gracias...

Aparta las manos y el gesto serio y frío que le define vuelve a su rostro. No he muerto. Ni he perdido el conocimiento. Caden ha conseguido que respire y no pierda los nervios. No sé cómo lo ha hecho, pero quiero que no deje de hacerlo nunca.

El cambio brusco en el ambiente hace que reaccione y recuerde que; uno, estoy mojada y voy de blanco, dos, llevo un sujetador de encaje, tres, su mirada está puesta justo ahí, cuatro, me estoy excitando. Cruzo los brazos por encima de mi pecho y aparta la mirada enseguida. No puedo evitar ponerme roja como un tomate y salir corriendo hasta mi dormitorio.

No quiero ser pesada, pero llego tarde, y no sé qué ponerme. No es el problema más grave del mundo. Pero sí cuando te gusta tenerlo todo bajo control, y con él cerca, no hay forma de controlar nada. Cierro a mi espalda y descruzo los brazos de mi pecho. Me miro en el espejo y veo la gran mancha marrón que cubre mi ropa, pero eso no es lo peor de todo, si no que mi ropa se ha pegado a mi piel y mis pezones se transparentan a través de la fina tela del sujetador. No creo en Dios, pero si existe, por favor, haz una brecha en el suelo y deja que me trague para siempre.

La puerta se abre a mi espalda. Me sobresalto al verlo dentro de mi dormitorio. Ni se ha dignado a llamar. He soñado con este momento un millón de veces. Pero en ninguno era así.

—¿No sabes llamar? —le espeto de malas maneras.

—¿Aún no te has cambiado? —me mira de arriba abajo, con el azul hielo colándose por todas las grietas de mi cuerpo— Vas a llegar tarde.

—¡Oh, vaya! ¡No me había dado cuenta! ¡Muy listo, Turner!

Espera. ¿Lo he dicho en alto? No. No, no, no. Hola Dios. Este es el momento para que hagas que crea en ti. Haz una pequeña rajita en el suelo. Soy pequeña, puedo colarme por donde sea.

Una carcajada llama mi atención. No puede ser. Dos veces. Ha sonreído dos veces en menos de diez minutos. ¿La habré palmado y esto es el cielo?

—Esa bici que usas no es segura. La he revisado. Los frenos no funcionan.

¿Qué?

—Si no sales no puedo elegir qué ropa ponerme —evito el tema.

—Puedo ayudarte —se sienta sobre el colchón de mi cama, dónde duermo, dónde me he tocado pensando que eran sus manos. Esto no puede ser sano para mi pobre corazón.

—No.

—Ese vestido es mono.

¿Ha dicho mono mientras señalaba mi vestido preferido? Lo miro confusa, debo de tener una cara de lo más rara, porque se levanta y lo saca de la percha sin decir ni una sola palabra.

—Ponte este. Y date prisa, o llegarás tarde.

En cuanto sale de mi dormitorio me apresuro a quitarme la ropa sin dejar de mirar la puerta. Lo último que quiero es que vuelva a entrar sin llamar y me vea desnuda. Eso sí que no lo soportaría. Lanzo las prendas a la cesta de ropa sucia y me pongo el vestido verde lima con flores blancas que ha elegido. Lo conseguí el verano pasado en una tienda de segunda mano, me quedaba un poco grande, pero con la ayuda de Jas, me lo ajustó y le hizo un par de arreglos para convertirlo en la prenda más bonita de todo mi armario. Me pongo las sandalias. Me recojo el pelo en una coleta con una pinza extra grande del mismo verde lima, y me saco un par de mechones para que caigan por mi rostro. Salgo a toda velocidad con la mochila colgada al hombro y me paro en seco cuando no veo mi bici en el salón, justo donde estaba hace unos minutos.

—¿Dónde está? —me muevo nerviosa por toda la sala, buscándola a toda velocidad.

—Fuera. ¿No es ahí donde la guardas? —se apoya en la pared, señalando con la barbilla el patio.

—¡¿Para que la sacas?! ¿Tú sabes lo que pesa? —me muevo furiosa, en busca de mi bicicleta para volver a empezar de nuevo, asegurándome esta vez de que no hay nada líquido en sus manos.

—Lo sé. La he movido yo —me frena por el codo— Venga. Te llevo.

—No hace falta —me pongo nerviosa por la cercanía de nuestros cuerpos. Su hermana está dormida a menos de un metro y yo estoy mojando mis braguitas solo por el tacto de sus dedos. No puedo seguir pensando en tantas guarradas cuando me mira.

—Vas a llegar tarde por mi culpa. Claro que hace falta.

Abre la puerta y me espera en el marco. No me queda otra que hacerle caso. Refunfuño por el camino hasta que me subo a su coche, y el cosquilleo de mi barriga se vuelve un picor insaciable.

No hablamos durante todo el camino. Compruebo la hora. Me quedan veinte minutos todavía. No voy a llegar tarde. Puedo respirar de nuevo. Apoyo la espalda. No lo había hecho todavía. Estoy tan tensa que no sé cómo sentarme. Le miro de reojo, pero tiene la vista en la carretera. Está tan guapo concentrado... Bueno, Caden está guapo siempre. ¿He dicho ya que es el hombre más guapo que he visto nunca? Me encantaría sacar la cámara y guardar esta imagen. Fotografiaría cada ángulo de su rostro, todos sus gestos, aunque no sea muy expresivo, pero lo que más me gustaría, sería conseguir captar uno de sus hoyuelos, eso que hoy he tenido el placer de ver dos veces.

—¿Puedes ir más despacio por esa avenida? —pregunto mientras saco la cámara de la funda y miro a través del objetivo. No responde, pero cuando siento que reduce la velocidad, disparo varias veces para capturar el paisaje que se posa ante mí. Paso por aquí cada día. Pero jamás me canso de admirar California. Los colores, la gente, la diversidad. Todo es inspiración para mí, y no puedo evitar fotografiarlo— Gracias —me giro para mirarle y asiente con la cabeza.

No vuelve a decir nada más. No hace ningún comentario ni intenta sacar ningún tema. Conduce en silencio, de una forma prudente y segura. Tengo que guardar la cámara de nuevo cuando siento el hormigueo en la punta de los dedos al observarlo. No puedo hacerle una foto sin su permiso, y sé que él jamás me lo daría.

—Déjame aquí —le pido antes de llegar a la esquina.

—Será rápido, puedo dejarte en la puerta.

—Prefiero que me dejes aquí.

—¿Por qué? —me mira impasible.

—No quiero que me vean contigo.

Si me ven aparecer con Caden Turner, será el fin de mi anonimato. No quiero que me relacionen con él, con el mejor jugador de Los Ángeles, ni siquiera que sepan que le conozco. No soportaría ver como se acercan a mí solo para conseguir un autógrafo o incluso una cita. Me gusta ser Payton, la chica que nadie conoce.

Continue Reading

You'll Also Like

466K 9.7K 7
Al darse cuenta de que se ha enamorado de William, el amigo de sus hermanos, Sarah intenta huir. En su viaje reconstruyéndose el corazón, encontrará...
4.3K 487 46
Venu Smith cayó enamorada ante su compañero de intercambio, pero lo descubrió muy tarde pues él debía regresar a su ciudad y seguir con su vida, tant...
6.2K 392 60
El último curso de instituto parecía ser igual que los demás. Sin embargo, una charla con la orientadora hace que Tyler y Cassie se replanteen su fut...
1.2M 57.2K 53
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...