CADENAS DE SANGRE ✦ HOTD +18

Galing kay jackedoll

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𝐂𝐃𝐒 | Los príncipes Jacaerys y Lucerys Velaryon eran, a simple vista, jóvenes intachables y un ejemplo a s... Higit pa

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Galing kay jackedoll

127 d.C.


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AEGON resultó ser imposible de olvidar. Aquella noche se repitió. No una, ni dos, incontables veces. Cada vez que la familia de la princesa Rhaenyra visitaba Desembarco del Rey o el Rey Viserys, asesorado por Lord Mano, invitaba a sus nietos para involucrarse en los asuntos del reino, Jacaerys aprovechaba para retozar en los aposentos de su tío omega.

Aegon le enseñó tantos usos de su cuerpo; boca, su lengua, sus manos... Estaba absolutamente enamorado de sus grandes manos y su nudo. Con el tiempo lo moldeó a su gusto y creó a su amante perfecto, así como Jacaerys hizo de Aegon el omega de sus más oscuras fantasías. Poco quedaba ya de aquel inexperto alfa desesperado por complacer.

Aegon era la obsesión de Jacaerys y él era el gusto culposo del que el alfa no podía librarse.

Aunque no debería ser tan importante, al final del día, solo era puro sexo, desenfrenado y adictivo.

¿Pero lo era realmente?

¿Era solo el vínculo entre un alfa y un omega que confiaban el uno en el otro, si Jacaerys apenas observaba a los demás omegas y a Aegon ninguna polla podía satisfacerlo como la de su sobrino?

En una ocasión en el que hubo una gran celebración en Desembarco del Rey, las Casas mayores brindaron su presencia y La Fortaleza Roja se encontraba abarrotada, con demasiados ojos curiosos, lenguas mezquinas y oídos expectantes por intrigas.

La desesperación por disfrutar de al menos minutos a solas con Aegon era tanta que Jacaerys se vio obligado a solicitar la ayuda de su hermano menor para que lo cubriera durante una de las fiestas.

Era lamentable al punto que había llegado. Asimismo, no contribuía el que se sintiera avergonzado cada vez que hacía un nudo al pensar en Aegon ahogándose con su polla o recordando cómo se sentía su el cálido interior del omega.

No se arrepintió de tocarse a sí mismo. Estaba avergonzado de llegar al abismo del placer con un recuerdo que con seguridad apostaría, carecía de toda importancia para Aegon, cuando para él cada toque del omega se tatuaba en su cuerpo y alma. Pero Jacaerys nunca se atrevería a pedir más. No sería capaz de romper la confianza de Aegon y arriesgar el paraíso que construyeron en las habitaciones del príncipe omega.

Por supuesto, Lucerys no se tragó ninguna de las excusas que le dio su hermano mayor. Eran los mejores amigos y habían crecido juntos, el chasqueo en su mandíbula cuando mentía lo delataba. Abochornado, Jacaerys no tuvo mayor remedio que confesar su más grande secreto.

Lucerys no dijo una sola palabra hasta que finalizó el relato con una gran cantidad de eufemismos y oraciones susurradas con las mejillas rojas. Al final, se limitó a mirar a su hermano con los ojos bien abiertos, riéndose a carcajadas diciendo:

—Eso explica por qué el tío Aegon luce como si se estuviera aguantando las ganas de ir al baño cada vez que estás cerca. Creí que no le gustaba tu olor.

—Él adora mi olor —replicó el alfa con tanto ímpetu que Lucerys tuvo que reírse de nuevo. Jacaerys lo empujó para que se recompusiera, no fuese a ser llamara la atención de alguien.

El heredero al trono de Driftmark no abandonó las burlas, contento de aprovechar cada oportunidad que tenía para señalarle a su hermano que no era tan intachable como aspiraba a ser. A pesar de ello, fuera de ellos dos, nadie era más fiel a él, por lo que se aseguró de que Jacaerys pudiera escabullirse sin problemas.

Jacaerys no esperaba menos, Luke era su mayor apoyo siempre.

Lo que no supo, fue que al contarle de sus escapadas, dio luz verde a las fantasías del pequeño Lucerys. Quien, contra todo pronóstico y algunos bromean, a pura fuerza de voluntad, se presentó dos días antes de su decimocuarto onomástico como un alfa. Casi a la misma edad que su hermano mayor.


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Era extraña la forma en que obraban los dioses. Debido a la posible extinción de una de las pocas casas Valyrias que quedaba, El Destino tomó las cartas necesarias para guiar a una nueva generación liderada por sus instintos, a una forma en que tíos y sobrinos no se alzaron el uno contra el otro.

Lucerys estuvo desbordante de alegría ese día cuando visitaron Desembarco del Rey por primera vez desde que se había presentado, su padre sir Harwin Strong —padrastro ante la ley de los hombres— se había asegurado de que su hijo pudiera controlarse ante de exponerlo ante todos.

Jacaerys no dejaba de poner los ojos de blanco cada vez que Lucerys regalaba amplias sonrisas a todos los que le veían con ojos curiosos, aunque era una fachada para mantener el ego de su hermanito a raya, a todos les trajo dicha la presentación de Lucerys. El banquete opulento y especial que la princesa Rhaenyra organizó con todos sus familiares de la casa Velaryon para celebrar la presentación de un nuevo alfa a la familia fue una muestra de ello. Lord Corlys celebró tanto que la princesa Rhaenys tuvo que quitarle el vino de la mano, con el rostro sonrojado de ver aquella vigorosa jovialidad en su esposo que le recordaba sus primeros años de matrimonio. Fue un día muy feliz para todos.

Y no era extraño que fuese un alfa, siendo hijo natural de una madre alfa y un padre alfa. Aun así, Lucerys siempre fue un niño bonito, muy bonito. La perla del mar, lo había llamado Lord Corlys cuando lo tuvo en brazos, convencido de que aquel lindo bebé que jugaba con sus trenzas y mechones de cabello con adoración, haría historia para su familia. No era el sobrenombre común para un alfa, pero ya lo conocían como tal y así se quedaría.

A simple vista no había mucho diferente con él, sí, era unas pulgadas más alto que antes de su primera rutina, pero seguía teniendo ese rostro dulce que delataba su edad.

Ahora, su olor era una cuestión distinta, los omegas que pululaban en los alrededores de la fortaleza respiraban profundamente, saboreando algo mentolado en el aire, que mezclado con una esencia que solo podía recordarles al mar, era exótico por no decir mucho.

—Luke —regañó su padre—. No puedes ir por allí oliendo así.

—Pero...

—No es amable con los demás, hay omegas que no están emparejados —agregó Rhaenyra con su cuarta hija, Aemma, en brazos.

—Y los alfas que tienen parejas van a sacarte la...

—¡Joffrey! —amonestó Rhaenyra sin dejar terminar al más pequeño de los niños.

Jacaerys solo negó con la cabeza silenciosamente con una sonrisa divertida. Por dentro ardía de emoción, hacía tres lunas que no veía a Aegon, no podía esperar para hundirse en su delicioso agujero y follarlo hasta que llorara de placer. La última vez que se habían visto le sorprendió con una ropa de dormir que tenía tan poca tela que Jacaerys se preguntó si no estaba pasando frío, sin embargo, cuando vio los pezones rígidos todas sus bromas quedaron relegadas.

Ay, ya quería saber con qué sorpresa le esperaría esta vez.

Como siempre, Lord Mano Lyonel Strong, recibió a la princesa heredera por lo grande. Un banquete esperaba a la familia Velaryon-Targaryen-Strong, por lo cual la reina Alicent se mantuvo circunspecta, sin ningún cabello fuera de lugar, fiel al lado de su esposo. Todos sus hijos desempañaban su papel a la perfección firmes como soldados, solo necesitó gritarle dos veces a Aegon para que, incluso él, luciera presentable.

Muy diferentes a ellos, estaban la familia encabezada por el príncipe alfa Daemon Targaryen y su esposa omega, Lady Laena. Jacaerys, Lucerys y Joffrey saludaron con calidez a su familia más cercana, las gemelas se apuraron a contarles con emoción a sus primos sobre los últimos parajes que habían visitado con sus padres.

La princesa Rhaenyra intercambió bebés con su querida prima Lady Laena, jugando con el pequeño Baelon mientras Laena arrullaba a Aemma. Sus esposos estaban convencidos de que las mujeres ya se habían puesto de acuerdo para comprometer a sus más pequeños retoños.

Pero la celebración duró muy poco.

Ni siquiera lograron sentarse, las felicitaciones permanecieron en la boca de todos, incluso el comentario fuera de lugar que Aegon ideó para avergonzar al nuevo alfa se le quedó en la punta de la lengua cuando algo extraordinario sucedió.

El impecable e inconmovible Aemond, se había desplomado sobre sus rodillas en cuanto Lucerys pasó a su lado. La reina gritó por ayuda y corrió hacia su hijo, quería tocarlo, pero Aemond retrocedió por el dolor agudo que atravesaba su abdomen. Su piel ardía, la cabeza le dolía, sentía como si el aire a su alrededor se espesase y, con las manos temblorosas, trataba de liberarse de los botones de su ropa.

Tan consternados estaban todos que Aegon fue el primero en darse cuenta, rompió en una carcajada por la pura incredulidad y entre risas logró decir: —Siete infiernos, el hijo pródigo resultó ser otro omega.

Desde ese momento, todo se descontroló. Alicent gritó como si la revelación le produjera dolor físico. Laena se apresuró a despachar a los niños, sir Criston fiel a su reina, corrió en busca de los maestres. En cuestión de segundos, todos los alfas del salón pudieron experimentar un aroma que se hacía más y más fuerte a medida el celo de Aemond llegaba a todo su cuerpo y sus glándulas de olor se impregnaban.

Aemond estaba disgustado con su cuerpo. La contracción de su agujero y la extraña sensación de la lubricación lo hicieron encogerse. ¿Cómo pudo su cuerpo traicionarlo de esa manera? ¿Cómo podía hacerlo desear que lo llenaran?

Negándose a ceder a sus instintos primarios, intentó a quitarse la ropa. Nada de esa ridícula situación arrancaría lo mejor de él. Aemond cerró los ojos e hizo los ejercicios de respiración que su madre le había enseñado.

Para su total consternación, resultó ser una pérdida de tiempo y energía. Se estaba volviendo imposible ignorar la humedad que empapaba su ropa interior. Fue horrible. Si fuera otra persona, podría haberse roto en llanto allí mismo. Su cerebro y su cuerpo no parecían estar sintonía, apenas podía escucharse así mismo entre todas las voces alteradas a su alrededor.

«Oh, íbamos a cenar... Todos están aquí» pensó justo antes de desvanecerse sobre la fría piedra.


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La emanación permaneció en el aire, era como canela y el extraño olor que tenían los pergaminos, un aroma maduro como el de un omega envejecido, distaba del dulzor habitual que para algunos alfas podría resultar ser empalagoso.

A Lucerys, el olor de las feromonas de su tío le hizo sentir tan febril que creyó que se iba a desmayar. Se sabía que el nivel de feromonas que exudaban los omegas fértiles en su primer celo era un tema serio, por eso las grandes familias cuidaban de manera recelosa a los potenciales omegas. Si lograse alcanzarles su celo en el lugar equivocado, podría tener aquello un final funesto para el nombre de la familia y, sobre todo, para el pobre omega en cuestión.

El alfa tragó saliva e intentó concentrarse y ordenar sus ideas, pero falló miserablemente. Los guardias escoltaron a todos los jóvenes fuera del salón, incluidos los hermanos de Aemond, sus primas, él y sus hermanos, solo los adultos se quedaron. Baela y Rhaena se marcharon con Helaena, quien se había quedado muy afectada por ver a Aemond de esa manera. Aegon se retiró detrás de ellas después de guiñarle un ojo a Jacaerys.

A Lucerys le hizo agua la boca y, sin reflexionarlo mucho, hizo además de regresar a la habitación porque incluso a puertas cerradas aquella delicia llegó a su nariz.

Jacaerys, al comprender la mirada y el comportamiento de su hermano, corrió para atraparle antes de que este hiciera una tontería. Luke luchó con salvajismo por liberarse de su agarre hasta que ambos acabaron rodando en el suelo, tratando del someter al otro.

—Déjame ir —gruñó Lucerys entre dientes—. Es mío Jace, él me necesita a mí.

—¡Eres muy joven, Luke! —Esquivó un cabezazo de su hermano—. ¿Olvidas que es su primer celo? No puedes hacerle eso.

—Tenías mi edad cuando tomaste a Aegon por primera vez.

—Es diferente —Jacaerys hizo una mueca, Luke intentó zafarse de su agarre con un rodillazo—. ¡Quédate quieto!

—¡No, yo...!

—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —Daemon Targaryen observó, con la comisura de su labio ligeramente alzada, a los dos jóvenes en el piso de piedra, Jacaerys sobre Lucerys con su antebrazo apoyando al niño para que no pudiera incorporarse. El caos en el que todos estaban sumidos nutría su alma y llámalo presentimiento, pero tenía una idea de qué estaba sucediendo con los dos hijos de Rhaenyra—. Creí entender que su madre les dio una orden, retírense.

Alfas o no, los jóvenes príncipes reconocían la autoridad y Daemon estaba muy por encima de ellos, al menos por ahora. No había manera de negarse y querer enfrentarlo, así que uno, más molesto que el otro, tuvieron que retirarse. Al igual que un cachorro regañado, Lucerys tuvo que soportar que su hermano mayor lo acompañara hasta su habitación, solo para asegurarse de que no cometiera ninguna imprudencia.

«Hipócrita, como si no supiera que en cuanto se marche va a correr a buscar a Aegon» refunfuñó Luke en su mente.

Pero él no se iba a quedar así.

Los dioses concedieron que su tío fuera un omega y él ya lo había marcado aquella terrible noche en Driftmark. Aemond Targaryen era suyo, se encargaría de que todos lo supieran.














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NOTA DE AUTOR:

¿Les gustó el capítulo? No me escondo, amo mucho a Aemond Omega, soy TAN fan de los omegas fuertes fuera de lo convencionalmente visto. Espero qué, incluso si esto no es lo suyo, puedan darle una oportunidad al libro. Pobrecito Aemond, no se esperaba eso :(

Aviso desde ya que el libro tendrá muchos saltos en el tiempo del pasado al presente, así que no se asusten cuando lean el próximo cap que sucederá un par de años en el futuro y puesto que estamos en confianza, les cuento un secretito: se nos viene el Mpreg.

Capítulo 03: 15 de junio.

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