La última de las estrellas ✓

By Mari_p08

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LIBRO 1. SAGA «COX» Dani es la típica chica que nunca puede decir que no. Ryan es el goodboy que tiene un in... More

Sinopsis.
Capítulo 1. Bien
Capítulo 2. ¿No sabes quién soy?
Capítulo 3. Yo puedo
Capítulo 4. ¿Eso piensas?
Capítulo 5. A primera vista
Capítulo 6. Esperaba encontrarte.
Capítulo 7. No sabes cuánto.
Capítulo 8. Me encanta sorprender.
Capítulo 9. Lo haré
Capítulo 10. No es casualidad
Capítulo 11. ¿Pensando en mí?
Capítulo 12. Te gusta.
Capítulo 13. No pienso hacerlo.
Capítulo 14. Tengo una pregunta
Capítulo 15. Yo te ayudaré
Capítulo 16. Eres maravillosa
Capítulo 17. Me preocupo por ti.
Capítulo 18. Más fuerte de lo que crees
Capítulo 19. Lo soy contigo
Capítulo 20. Es un sí
Capítulo 21. Felicidades, elefante.
Capítulo 22. Por siempre.
Capítulo 23. ¿Quién es ella?
Capítulo 24. Por ahora.
Capítulo 25. Te tengo a ti.
Capítulo 26. Yo estoy aquí.
Capítulo 27. Ayúdame.
Capítulo 28. Eres todo lo que quiero.
Capítulo 29. No me alejaría de ti.
Capítulo 30. A dónde sea.
Capítulo 31. Lo haría siempre.
Capítulo 31. Parte 2
Capítulo 32. Quédate.
Capítulo 33. Te necesito
Capítulo 34. Solo un minuto.
Capítulo 35. ¿Estás bien?
Capítulo 36. Yo sí lo creo.
Capítulo 37. No te vayas.
Capítulo 38. Tu eres mi suerte.
Capítulo 39. Déjame estar contigo.
Capítulo 40. Me tendrás
Capítulo 41. Guapa.
Capítulo 42. Como la primera vez
Capítulo 43. Igual que el mío.
Capítulo 44. ¿Te gusta bailar?
Capítulo 45 final. Estoy orgulloso de ti.
Epílogo. Todos los días
Agradecimientos
Extra 1.
Extra 2.
ESPECIAL HALLOWEEN
ESPECIAL NAVIDEÑO
Extra final.
ESPECIAL | Archie y Erik.
ESPECIAL. Probablemente.
ESPECIAL. Para toda la vida.

Extra 3.

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By Mari_p08

Uno más

17 de agosto, 2032

No moví ni un músculo por un momento, simplemente me quedé en aquel taburete, con las piernas cruzadas y un libro interesante en mi mano. Le di un sorbo a mi taza de café mientras esperaba, y al mismo tiempo, avancé con mi lectura hasta casi terminar aquel capítulo.

Claro, antes de que escuchara los pasos provenientes de la segunda planta. Parecieron pisadas arrolladoras como de una estampida, pero no era una estampida.

Era mi segundo hijo.

Se detuvo en el último escalón con el balón en forma de óvalo bajo su brazo. Levanté la cabeza para mirarlo, él me frunció el ceño con algo de confusión. Suspiré, dejé el libro en la barra al igual que mi taza y mis lentes de lectura. Al volver a verlo, este parecía titubear

—¿A dónde vas? —le pregunté

Tenía su ropa deportiva, y su cabello deshecho

—A jugar —se encogió de hombros—. Mis amigos me esperan para practicar en el parque. Volveré antes de la cena.

Antes de que diera un paso, me adelanté

—¿Con permiso de quién? —enarqué una de mis cejas

Eso lo confundió, aunque terminó soltando un suspiro, desganado. Entonces, se preparó para soltar la palabrería

—Mamá, mujer hermosa y guerrera, la persona que más amo en este mundo, te ves hermosa hoy ¿te lo había dicho?

—No —batí mis pestañas

—Pues lo estás —esbozó una sonrisita—. ¿Puedo ir a...?

—No —respondí rápido, para después darle otro sorbo a mi taza

La cara de Elliot era un problema

—Pero... mis amigos me esperan.

—Y yo acabo de decirte que no —me mostré impasible—. Quiero que subas y me traigas tu examen de inglés. El que yo te firmé.

Sus ojos se abrieron más, pasmado

—Oh, no, cierto —bufé—. No lo firmé, lo hiciste tú ¿verdad? Falsificaste mi firma, porque sacaste una F.

Pestañeó, luciendo acorralado

—Mamá...

—Cariño, ni siquiera tenías que darme una explicación, sé que eres malo en inglés. En lugar de castigarte pude haberte ayudado a aprender más fácil, pero no hiciste eso. Decidiste ocultarme esa información como si no fuese a notarlo.

—Yo...

—De verdad que no quería hacer esto —suspiré, para después tenderle una de mis manos—. Dame tu balón

—¡No! —se aferró al objeto

—Elliot —advertí

—¡Fue un pequeño error! No voy a reprobar nada, lo juro. Estudiaré y me esforzaré para ser el mejor de mi clase, seré tu orgullo ¡lo prometo!

—Ya di una orden.

—Mamá, por favor —hizo un puchero—. Solo... dame una oportunidad.

—Estás al pendiente de tus juegos, futbol y amigos, pero nunca de tu estudio. Así que eso cambiará. Me entregarás el balón e irás a tu cuarto a realizar la corrección de ese examen en tu cuaderno, porque fue la condición que te puso la maestra para subir un poco tu calificación, ¿cierto? Hablé con ella.

Titubeó

—Es que... —miró el balón—. Papá me lo obsequió.

—Elliot...

—¡Papá!

Bajé mi mano, negando. En cuestión de segundos, escuché los pasos y luego mi querido esposo se hizo notar. Nos miró al uno y al otro, confundido

—¿Qué pasa?

—¡Ayúdame! —se le colgó a la pierna—. Mamá no me quiere, por favor dile que voy a ser el mejor de mi clase, pero que no me quite mi balón. Por favor, por favor, por favor, por favor...

Cerró sus ojos con algo de fuerza, mientras siguió repitiendo esas dos palabras como si de un rezo se tratara. Ryan me miró con el ceño fruncido, me encogí de hombros y él pareció comprender

—Elliot —lo liberó, para luego agacharse a su altura y poner las manos en sus hombros—. Si tu mamá quiere quitarte tu balón fue porque algo hiciste, ¿qué hiciste?

Puso una mueca

—Reprobé el examen de inglés, pero a nadie le gusta el inglés.

Negó

—Eso no está bien, campeón, sabes que el estudio debe ir primero. —le quitó el objeto sin que Elliot se opusiera—. Ahora sube a tu habitación y haz tu tarea si quieres tenerlo de vuelta, ¿de acuerdo?

Mi hijo no dijo nada en lo absoluto, simplemente salió corriendo escaleras arriba y luego oí la puerta cerrándose de un golpe un poquito brusco. Me quedé en la misma posición, para que después mi esposo viniera hacia mí donde me rodeó con sus brazos.

Descansé mi cabeza en su pecho

—Ahora yo soy la mala.

—No es cierto —tomó mi rostro con suavidad—. Eres una mamá increíble, sabes cuando ser divertida y cuando ser estricta.

—¿Enserio?

—Enserio —besó mis labios—. Confío en que siempre que lo castigas es porque se ha portado mal, conozco a mi hijo, lastimosamente es... idéntico a mí cuando tenía su edad.

—Así que todo es tu culpa. —bromeé

Eso lo hizo sonreír

Me estiré para pegar nuestras bocas, la caricia fue extremadamente suave, Ryan no tardó nada en bajar más su rostro para facilitarme el trabajo. Desordené su cabello mientras él me manejó esta vez, haciendo del gesto una acción lenta y perezosa.

Al separarnos, presionó sus labios contra mi frente

—Gracias por recordarme que no te había besado hoy.

Reí

—¿Y si vemos una película? —propuse—. Puedo hacer palomitas, o sacar toda la comida chatarra que guardamos en la repisa de arriba.

—Me gusta la idea —besó mi mejilla—. Iré a terminar algunas cosas y te busco, ¿te parece, amada esposa?

—Me parece, amado esposo.

Volvió a besarme, alargando el momento

—No tardo —fue lo último que dijo, antes de dar media vuelta y empezar a caminar escaleras arriba

Solté un largo suspiro

Amaba mucho a ese hombre.

Me puse de pie para recoger lo que estaba usando y dejarlo en mi cuarto. Excepto que, apenas pude moverme un poco cuando volví a oír pisadas de la segunda planta. Me asomé a mirar, justo para ver a Ethan bajar con normalidad

—¿A dónde vas? —pregunté, ceñuda

Él se detuvo, dudoso

—Ahm... ¿a la biblioteca?

—Uhm —murmuré, pensativa—. ¿Necesitas que te lleve?

—No, puedo irme solo.

Era la primera vez que decía algo semejante

—Vale —asentí, despacio—. Entonces no tardes, ¿sí? Y si no llegas antes de la cena iré por ti, sabes que no me gusta que te enfrasques tanto.

—Lo sé, mamá —se apresuró a salir—. Adiós.

Y no me dejó procesarlo cuando ya se había ido del todo

¿Y mi abrazo de despedida?

Okey, otro de mis hijos está actuando raro.

Al menos una hora más tarde, nos encontrábamos mi señor esposo y yo en el sofá de la sala disfrutando de la película, una que yo no había escogido, pero él sí, teniendo en cuenta mis gustos, obviamente. Sostuve el tazón de palomitas mientras la película avanzaba, y Ryan iba sacando de vez en cuando, absolutamente concentrado en la pantalla.

Eso, antes de oír pasos otra vez. Me giré en mi asiento, mirando sobre el sofá la figura que terminó de bajar

Reconocía ese suéter de lana color marrón

¿Otro Ethan?

Sospechoso

—¿A dónde vas, cielo? —pregunté suavemente

Ryan pausó la película para mirar también

—Voy a la biblioteca, ¿alguno puede llevarme?

El hombre y yo compartimos una mirada

—Buen intento —volví al niño—. Sube a tu habitación, Elliot, ya te dije que estás castigado.

Mi hijo frunció el ceño

—Mamá, no soy Elliot —rodó sus ojos—. Es físicamente imposible que nos sigas confundiendo, tenemos ocho años y ya no vestimos iguales.

—¿Crees que no me doy cuenta de que estás simulando ser tu hermano para poder salir? Ve a terminar tu tarea de inglés o te quitaré la Tablet toda la semana.

—¡Mamá! —reprochó—. ¡Soy Ethan, lo juro!

—Sube a tu habitación —señalé

—¡Pero es que soy yo!

—Ya hablé —repetí

Elliot hizo un mohín bastante molesto, sin embargo, dio media vuelta y caminó de nuevo hacia las escaleras donde las subió de a pisotones molestos.

Suspiré

—¿Desde cuándo no me obedece? —pregunté, pero Ryan no me respondió solo por mirar hacia el frente—. ¿Qué pasa?

—Es que es... raro, Ethan siempre nos pide que alguno de los dos lo llevemos a la biblioteca porque dice que caminando es muy lejos.

—¿Qué estás queriendo decir? —bufé—. ¿Qué mi hijo me engañó? Sí, claro. Soy una super mamá, no olvides eso, capitán. Sé cuando me mienten y cuando no.

Ryan suspiró

—Si tú lo dices, confío en ti. —se estiró y pasó un brazo por mis hombros, atrayéndome a su pecho

Entonces nos relajamos una vez más con la película reproduciéndose

Cuando el tiempo pasó y esta terminó, mi esposo se fue a la cocina en busca de algo más de beber. Mientras yo me quedé allí, pensando, porque por más loco que sonara no había podido sacar el asunto de mi cabeza, así que hice lo obvio, tomé mi teléfono y busqué el contacto de la chica que atiende la biblioteca los fines de semana por horas extras en su instituto.

Lo llevé a mi oído, no tardó mucho en responder

—¡Hola!

—Hola, Donna ¿cómo estás?

Bien, ¿y tú? Por aquí todo en orden.

—Ajá —mordí levemente mi labio inferior—. ¿De casualidad mi hijo mayor estuvo allí?

—¿Hablas del bebé Ethan? —se rio—. No, no lo he visto ¿por qué?

El enfado empezó a subir por todo mi cuerpo

—¿No lo has visto en todo el día?

Ahm no... ninguno de tus hijos ha pisado la biblioteca hoy y eso que he estado aquí desde la mañana.

Tomé una profunda respiración

—Gracias, Donna. Que tengas lindo día.

Igual tú, nos vemos.

Colgué, bajando el aparato para contar hasta diez.

¿Super mamá?

No, mi hijo menor de ocho años acababa de verme la cara.

📚

18 de enero, 2038

El día de hoy no solo era especial, bueno, cabe aclarar que es el cumpleaños de una persona muy importante en mi vida, lo que me llevó a despertarme con una sonrisa en el rostro y un plan en mente. Lo primero que hice fue bajar las escaleras hacia la cocina, revisé que todo estuviera donde lo dejé incluyendo el pastel que horneé en el horno.

Tomé dos guantes y lo saqué, poniéndolo en la encimera, enseguida el aroma a chocolate me inundó, sacándome una sonrisa al percibir que sí, estaba delicioso. A mi esposo no le agrada mucho el dulce, bueno, dejó de agradarle en su época de los treinta, así que solo le puse un poco de crema batida alrededor y algunos arándanos.

Tan pronto terminé, sequé mis manos y subí de dos en dos en busca de mis gemelos. Entré primero a la habitación de Ethan, donde este lo vi allí dormido con un libro en su pecho.

Negué con la cabeza, adentrándome de puntitas

La cama se hundió por mi peso cuando me senté en el borde, me incliné y moví un poco su cabello causando que su ceño se frunciera. Acaricié su mejilla

—Ethan, mi amor —lo moví—. Es hora de despertar.

—Cinco minutos —hundió su rostro en la almohada

—Son las 6:30

—Por eso mismo. —gruñó

—Sé que es temprano, pero es el cumpleaños de tu padre, ¿lo olvidas? Vamos a despertarlo con un delicioso pastel. Además, a las 7 ya debes empezar a arreglarte para la escuela.

No se movió

—Ethan —repetí

—Mamá, pero...

—Vengo en cinco minutos más te vale que ya te hayas lavado los dientes.

Lo dejé allí, caminando sin hacer mucho ruido para buscar a mi otro bebé. Al abrir la puerta, me llevé la sorpresa de no encontrarlo en su cama. Algo confusa, me acerqué y revisé por todo el colchón vacío, al no encontrarlo, caminé al baño, pero, aunque la puerta estuviera cerrada, no oí ruidos adentro

¿Y este dónde se metió?

No puede ser, seguro ya empezó con sus locuras.

¿Tan temprano?

—Elliot —nombré

Para mi buena suerte, escuché un sonido

—Murió.

Respiré hondo.

Sí, ya sabía dónde estaba.

Caminé de vuelta a la cama donde solo tuve que agacharme un poco para ver su cuerpo escondido allí, con la almohada bajo su cabeza en una posición extraña al dormir.

Negué

—¿Se puede saber qué haces?

—Ahm... dormir.

—¿Qué ocultas? —entrecerré mis ojos

Abrió uno de sus párpados

—No oculto nada.

—¿Por qué te acostaste en el suelo? —intenté moverlo, pero no me lo permitió—. Elliot, más te vale que no me estés ocultando nada.

—¿Por qué siempre crees que yo soy el malo de los dos? ¿Ya viste a Richi?

—Sal de ahí.

—Estoy muy cómodo y no me apetece...

—Que salgas —lo dije con un poco más de fuerza, aquello lo despertó por completo, entonces se dispuso a salir. Me hice a un lado, permitiéndoselo, y nada más tuvo que moverse un poco para que yo pudiera ver la razón de su comportamiento

Solté un jadeo sorprendido

—Mamá, no...

—¿Cómo es que? —me apresuré a tomar la Tablet que estaba allí escondida, conectada a una extensión super larga que parecía ir de esta habitación hacia la siguiente

Lo miré con enfado. Elliot soltó una risita

—¿Ya te dije que luces radiante al despertar?

Es tu hijo. Es tu hijo. Es tu hijo.

Elliot era el niño más hiperactivo que hubiese conocido en toda mi vida, y definitivamente salió de mí, pero es idéntico a su padre, lo que me lleva a pensar que esta travesura la estaba haciendo desde hace mucho tiempo.

Hace algunos días, Ryan y yo mandamos quitar los enchufes disponibles en esta habitación porque el joven de catorce años que tengo en frente se la pasa jugando con su Tablet hasta altas horas de la noche, intenté quitarle el aparato, solo que me alegó diciendo que allí podía realizar trabajos del instituto y que sería mi culpa si reprueba. Así que se lo permití, pero en las noches no tendrá ningún tipo de luz disponible como para distraerse.

Lo que no me esperé es que sacara una extensión de no sé dónde y la pasara directamente a la habitación de su hermano para robar energía. Todo sin que yo me diera cuenta.

Voy a terminar desheredándolo un día de estos

Conté hasta diez, respirando hondo

—Ve a cepillar tus dientes, iremos a despertar a tu padre con su pastel.

—Pero...

—Ya, Elliot Cox.

Se paró en dos segundos y corrió hacia el baño

No tengo idea de qué voy a hacer con él.

Al menos diez minutos después, salí nuevamente de la cocina con el pastel en mis manos, subí las escaleras justo donde mis gemelos me esperaban algo aburridos por lo temprano que era, sin embargo, nos adentramos a mi habitación sin hacer mucho ruido, justo para ver a mi esposo allí dormido, boca arriba

Miré a mis hijos

—Uno, dos...tres —susurré

—¡Feliz cumpleaños! —gritamos al unísono

Ryan se incorporó en segundos, quedando sentado en la cama, miró de lado a lado algo pasmado para después darse cuenta de las cosas, pues terminó relajándose, y luego pasando una mano por su rostro

—Vayan. Abrazo —les indiqué

Los gemelos, algo adormilados todavía, se acercaron a su padre y le dieron un abrazo algo corto donde le deseaban el mejor de los cumpleaños. Ryan no pudo evitar empezar a sonreír

Cuando se quitaron fue mi turno, así que dejé el pastel en la mesita de noche y me senté en sus piernas, donde no tardó en recibirme. Aferró sus brazos a mi cintura, y yo colgué los míos en su cuello

—Feliz cumpleaños, querido esposo

Su sonrisa se amplió

—Ya se van a poner acaramelados —escuché la voz de mi primer hijo

—Iug —pronunció Elliot—. Richi y yo iremos a desayunar, no nos apetece ver esto.

—Adiós —les dijo Ryan, sin quitar sus ojos de mí

Al momento de irse, me senté mejor, poniendo mis piernas a cada lado de las suyas, rápidamente me atrajo a su pecho y me dio un beso un poco largo que no tardé en devolverle

—Gracias, mi amor —susurró en mis labios—. Eres la mejor.

—Te hice el pastel que te gusta —jugué con el cuello de su camisa—. Y en la noche iremos a cenar como familia.

—¿Vas a hacer todas mis comidas favoritas?

—Sip —acaricié su pequeño rastro de barba—. Te voy a mimar todo el día.

—Me encanta —besó mi nariz—. Es mi mejor regalo.

Me reí

—Te amo —susurré

—No más de lo que te amo yo, mi bonita.

Sellamos nuestras palabras con otro beso

Luego de un desayuno en familia que nos trajo muchas risas, disfrutamos del momento y luego cada uno se dispuso a empezar con sus tareas normales. Me duché, me puse ropa cómoda y abordé el auto con mis gemelos atrás. Conduje tranquilamente con una suave melodía en la radio, y entonces luego de un recorrido un poco corto, aparqué en la acera frente al instituto

—Muy bien, amores —los miré por el espejo, ambos tomaron sus cosas—. Vendré a la hora de la salida, por favor, estén al pendiente y que no tenga que esperar.

—Sí, mamá —respondieron al unísono

—Elliot, ¿tienes la maqueta que tu padre te ayudó a hacer?

—Es algo pequeño, la guardé en mi mochila

—¿Y tú, Ethan? ¿Echaste el libro que te compré?

—Sí, mamá, para la clase de historia.

—Genial —sonreí—. Que tengan un lindo día.

Me respondieron con un asentimiento. El primero en bajar fue Elliot y le siguió su hermano. Cuando iban unos pasos más allá, decidí bajar la ventanilla

—¡Los amo, mis bebés!

Elliot volteó para verme con algo de vergüenza en sus ojos. Me reí, mientras tanto Ethan solo giró y agitó la mano en mi dirección. Pude ver como mi hijo mayor caminó derecho hacia el edificio mientras que Elliot se fue a un grupo de chicos que lo esperaban en una esquina.

A pesar de ser hermanos, no cruzan palabra, aunque sea necesario, y los puse en salones diferentes donde solo tengan que compartir una o dos clases, fue petición de ambos, además de que una de las normas de este instituto es no compartir curso con familiares ya que se presta para trampas o no sé qué más.

Los dos están mejor así, lo cuál agradezco.

Giré la llave, encendiendo el motor nuevamente, me dispuse a salir, salvo que no lo hice, pues escuché mi nombre proveniente de una voz que desconocía

—Señora Cox

Me asomé otra vez por la ventana

—Hola

—¿Cómo está? —se acercó a la ventanilla—. Me gustaría hablar con usted un momento, claro si tiene tiempo.

No tardé mucho en asentir, pues sí tenía tiempo. Al bajarme, divisé a Elliot con sus amigos, seguí a la mujer mientras me topé con la mirada de mi hijo menor, le enseñé mi muñeca con el reloj y este se vio aburrido, sin embargo, no tardó en decirle a los niños que lo rodeaban, entonces el grupo se dispuso a entrar al edificio.

Más satisfecha, seguí caminando con la señora a mi lado, pasamos por un pasillo y nos acercamos a una oficina. Fue entrar nada más para darme cuenta que estaba a punto de hablar con la directora.

—Siéntese, por favor —señaló un lugar

Le hice caso, ella se ubicó detrás del escritorio

—Ahm... ¿mis hijos hicieron algo malo? —pregunté

—No, no se preocupe —negó—. La razón por la que quiero hablar con usted es por Ethan, y no, no es nada malo.

Aquello me intrigó

—Y... ¿de qué se trata?

—Verá —se acomodó—. La cuestión es que su hijo es un niño muy callado, no sé si está conforme o no. No es algo malo, por supuesto, aún así me gustaría que se integrara más con el grupo. Estuve pensando y hay un grupo de estudiantes formando un club de lectura, teniendo en cuenta que Ethan disfruta de la lectura, pensé que tal vez le agradaría la idea.

Club de lectura

Inconscientemente sonreí

—Estoy segura de que le agradará.

—Bueno, es una actividad extracurricular, sería al menos dos veces a la semana, a eso de las 2 a las 4 pm, ¿eso es un problema?

—No, ninguno —negué—. Hablaré con mi hijo, pero algo me dice que le agradará la idea.

—Eso me alegra —se rio

Antes de que siguiera hablando, la puerta recibió algunos toques, la mujer le dio el pase al hombre que ingresó. Y supe que era un hombre, por el aroma a un perfume masculino inundando la estancia.

No era un delicioso aroma.

Por el contrario, empecé a sentir que la bilis se me subía a la garganta, causándome una mueca de asco que no pude ocultar. El tipo le murmuró algo a la directora y ella le respondió, pero yo no puse atención.

Era asqueroso.

Me tapé la nariz con disimulo

Eso hasta que la mujer me miró

—Señora Cox, él es el maestro Peterson, dicta la clase de historia que toma Ethan.

El hombre me tendió una mano

—Un gusto conocerla

La tomé solo por cortesía, aunque tuve que pasar saliva muchas veces para tratar de no sentir una oleada de náuseas abrumándome.

—Un gusto igualmente —respondí con dificultad

Ellos compartieron una mirada

—¿Se encuentra bien? —me preguntó ella

—Sinceramente no —me puse de pie, tomando mi bolso. Me eché algo de aire con la mano y, sin embargo, mi cuerpo urgía un baño—. ¿Eso es todo?

—Sí, ahm... ¿le gustaría que llame a...?

No la dejé terminar, abandoné la estancia agradeciendo la brisa de aire que sentí fuera de la oficina. El asqueroso olor parecía estar esparcido por todos los pasillos, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para que el mareo no me enviara al suelo.

Por suerte para mí, vi una puerta con la imagen de una niña así que supe que era el baño, me adentré y miré cubículo por cubículo a ver cuál estaba vacío, apenas puse un pie dentro, cerré y caí de rodillas frente al excusado. Empecé a expulsar todo mi desayuno, y todo lo que había comido de paso.

El calor estaba sofocándome.

Al menos el baño estaba vacío o al menos eso imaginé, pues no escuché nadie preguntando si estaba bien o algo parecido. Hubiese sido vergonzoso si alguien se hubiera enterado que una mamá de un niño vino a vomitar en su escuela.

Solté la cadena, quedándome un momento, sentada en el suelo mientras trataba de ubicarme. Me limpié las comisuras de mis labios con un pañito húmedo de esos que siempre cargaba en mi bolso, sin embargo, no fue suficiente, me sentía tan sucia que solo quería llegar a mi casa y lavarme los dientes con mucha mucha crema dental.

El mareo empezó a cesar poco a poco. Escuché mi teléfono sonar así que lo tomé para responder, sin leer el contacto

—¿Hola?

Hola, mi amor ¿cómo va todo?

Ryan

—Un poco bien y un poco mal —me levanté, tomando mis cosas, así también salí del cubículo y me aproximé al lavamanos—. ¿Te parece si hablamos en casa?

Ahm... claro... creo, pero ¿está todo bien?

Me miré al espejo

Estaba muy pálida.

Pestañeé

—Sí, hablamos después —colgué, dejando mi móvil en cualquier parte

Seguí mirándome, fijándome en que tenía algo extraño en el rostro, no era la misma Dani de treinta y siete años que tenía dos hijos de catorce, no era así. Y no precisamente porque luciera muy joven para mi edad, sino porque había algo más que no había notado.

Rápidamente tomé de nuevo el teléfono y me adentré a una aplicación en específico donde pude darme cuenta de algo que sorprendentemente no había notado

Retraso de cuatro semanas

Mi ceño se arrugó. ¿Cómo es que...?

Esperen.

Náuseas, asco, comida por montones, retraso...

Mierda

Sin pensarlo antes, solo me puse de lado y miré mi reflejo de esta manera, acariciando mi vientre con mis manos.

¿Será posible...?

Si luzco muy diferente, ¿cómo no pude darme cuenta?

Me pasé ambas manos por el rostro, desordenando mi cabello en el proceso. Y luego no lo pensé, tomé mis cosas y corrí hacia mi casa a pasos muy muy rápidos.

Antes de llegar me pasé por una farmacia donde compré lo que necesitaba, para después conducir como loca hasta que me detuve en el parqueadero de mi hermosa casa. Me bajé del vehículo, agradeciendo que no había nadie, corrí escaleras arriba y sostuve la caja en mis manos.

Caminé atropelladamente hasta el baño donde me metí y luego respiré hondo. Sí había sido mucha carrera y muchas vueltas al mismo tiempo.

Entonces, saqué el objeto de la caja

Test de embarazo

Sin pensarlo dos veces, solo lo hice.

Al menos cinco minutos después tenía el corazón en la mano y miles de sentimientos invadiéndome. Me encontraba sentada en el suelo con mi espalda pegada a la pared, y algunas lágrimas cayendo por mi rostro.

Sostenía el objeto en mis manos

Con una inevitable sonrisa en mi rostro

Positivo

No tenía idea de cómo se lo iba a decir a mi señor esposo, pero algo que sí tenía claro era que amaba la noticia, más que eso, me hacía tanta ilusión que, en lo primero que pensé, fue en qué nombre le pondría si es niña y qué nombre le pondría si es niño, me emocioné tanto que no controlé las lágrimas que derramé.

Tomé mi teléfono para textear, aun así, mis dedos temblaban así que no pude hacerlo, mejor activé la cámara y me fotografié con el test en mi mano, sonriente, a pesar de que mis ojos rojos y un poco hinchados me delataran

Los cuatro mosqueteros<3

Yo: Adivinen quiénes serán tíos otra vez.

Las respuestas llegaron en manada

Alicia: AAAAAAAAAAAA LO SABÍA PERRAS, SABÍA QUE NO SE IBAN A CONFORMAR SOLO CON DOS

Alicia: SOY LA MÁS FELIZ!!!!

Archie Felicidades, elefante. Pido ser el padrino:)

Erik: Tu eres el padrino de ellos gemelos, me toca a mí esta vez.

Archie: No envidies, cabeza de guanábana. Soy el favorito.

Erik: ¡Dani, dijiste que lo sería yo!

Me reí, limpiándome las lágrimas

Erik: Por cierto, felicidades, serás una gran mamá por tres<3

«Mamá por tres»

Volví a llorar de la felicidad

En eso, escuché el sonido de la puerta principal cerrándose, acompañado de unos llamados hacia mí, rápidamente me alarmé y tuve que actuar a la velocidad de la luz si no quería que se enterara de esa manera.

Ya había cometido un error la primera vez que le dije que estaba embarazada, ahora mismo debía darle la noticia de una forma más especial, no tan... directamente y sin anestesia.

Lo haría bien esta vez.

Salí del baño con ambas cosas, no sabía qué hacer y los pasos se aproximaban, así que me aproximé a correr al armario donde abrí mi cajón de la ropa interior y saqué todo para luego meter ambas cosas y cubrirlo con las prendas, de manera que nada más se vio.

Segundos después, la puerta de la habitación se abrió

—¿Dani?

—Aquí estoy —carraspeé, tratando de verme normal. Me pasé los dedos bajo los ojos para eliminar los rastros de llanto y después me alisé el cabello con los dedos. Al salir, él ya se estaba aproximando a mí—. Hola

—Hola —pronunció, confuso. Tenía ropa deportiva

—¿Por qué estás tan temprano aquí? —pregunté, nerviosa

—Ahm... bueno, cancelé el entrenamiento de los chicos, tu llamada me dejó algo inquieto, si soy honesto —se rascó la nuca

—¿Inquieto? —fruncí el ceño— ¿Por qué... por qué inquieto? No pasa nada, está todo bien, sí.

Disimula más, tonta

—Ajá —asintió, para sí mismo—. ¿Y entonces por qué lloraste?

—Yo no lloré —me apresuré

—¿Intentas negarmelo a mí? ¿Es enserio? ¿Recuerdas cuánto llevamos casados? —tomó mi muñeca para acercarme a su pecho

Touché

—Ahm... es que... —mi nerviosismo aumentó cuando percibí que no iba a creerme una negativa y tampoco se iba a rendir—. Vi una película... la del perro que es abandonado.

Arrugó el ceño

—¿Ah sí?

—Sí, y no me parece justo —volví a sentir mis ojos aguándose—. Solo he estado muy sensible últimamente, no me hagas caso.

Al menos eso lo hizo sonreír

—Mi amor —tomó mi rostro, dejando un beso en mi frente—. Si sabes que es una película, ¿cierto? Eso no pasó en la vida real, en realidad el perro se ganó un Oscar a mejor actor.

Entrecerré mis ojos. Él se rio

—No es divertido que te burles de mí —refunfuñé

—Está bien —acarició mis mejillas—. Segura que es eso, ¿no?

—Ajá —asentí—. Está todo bien, lo prometo.

Sin embargo, él no lo creyó del todo.

Y supe que no podía mentir por mucho.

📚

En la noche fuimos a cenar como una familia normal, los cinco (salvo que solo yo lo sabía) Obligué a mis gemelos a vestirse iguales al menos por esta noche, y Ryan se vio feliz con la idea, se vio feliz de que los tres le hubiésemos cantado la típica canción del cumpleaños con un delicioso postre solo para él.

Y teniendo en cuenta que sí había cumplido mi palabra de mimarlo todo el día con el tiempo que pasamos juntos, eso hizo que su cumpleaños terminara de ser perfecto.

O al menos eso esperaba.

A eso de las diez llegamos a casa, lo gemelos se fueron cada uno a sus habitaciones y yo solo tomé mi laptop que había dejado en la sala. Mi esposo se quedó mirándome con suspicacia, pues percibió que llevaba todo el día ocultando algo

—¿Me dirás que pasa? —se apresuró a preguntar

Definitivamente no sé ocultar secretos.

—Vamos a nuestra habitación.

Su sonrisa volvió

Apenas estuvimos dentro, Ryan se sentó en el borde de la cama, retirándose los zapatos y el saco elegante que tenía puesto, quedando únicamente en una camisa blanca de mangas largas. Me quité mis tacones, alargando el momento cuando me senté a su lado

—Fue un día increíble —murmuró, mirándome—. Gracias.

—Ahm... aún tengo una sorpresa que darte.

—¿Ah sí? —enarcó una ceja

El nerviosismo volvió. Me acomodé para tenderle la laptop, él la tomó con confusión, sin embargo, al abrir la tapa la pantalla se encendió. No le puse pin por lo tanto, solo presionó una tecla y de inmediato reveló una hoja con un escrito

—Es el final de mi libro —murmuré—. Quiero que lo leas y me des tu opinión.

—Mi amor, sabes que amo todos los libros que escribes.

—Este es... un poco especial —recosté mi cabeza en su hombro, mirando yo también—. Léelo.

Me hizo caso.

Durante toda mi vida, estuve imaginando cómo sería encontrar aquello que en verdad me haga feliz, aquello que está destinado para mí, aquello que podría brindarme todo lo que un día deseé.

Y fuiste tú.

Eres el mejor esposo, padre, amante y hombre de todos, me has dado lo que más amo en esta vida, y así mismo, me has enseñado a levantarme contra las adversidades. No consigo mi vida sin ti, porque tú lo eres.

Ahora, tengo tres preguntas qué hacerte.

¿Qué piensas de agrandar nuestra familia?

¿Y si no tenemos dos sino tres?

¿Te suena que uno más te llame papá?

Lo miré, cuando terminé, él estaba un poco o muy pasmado mirando únicamente la pantalla. Pasé saliva, al no percibir una reacción de ninguna manera.

—¿Te gusta? —le pregunté—. Porque no lo cambiaré.

Pareció reaccionar, pues en segundos, vi como una linda sonrisa estiraba las comisuras de sus labios

Luego, sin decir nada, dejó la laptop casi en el suelo y se giró hacia mí, donde tomó mi cintura con delicadeza para dejarme acostada en el cómodo colchón. Me reí, lo primero que hizo fue levantar mi vestido hasta mi cintura para dejar besos en mi vientre, acariciándolo

—¿Es enserio? —me miró

—Feliz cumpleaños, capitán.

Su sonrisa fue más amplia, volvió a dejar otro beso

—Joder, mi vida...

—¿Te gusta la idea?

—¿Qué si me gusta? —pareció incrédulo de que lo estuviera preguntando—. Me encanta, es la mejor noticia que me hayas dado, bonita.

—¿Ah sí? —sentí mis ojos llenarse de lágrimas

Él se incorporó, pasando a tomar mi rostro suavemente

—Por eso habías llorado esta mañana —dedujo

—Me enteré y quería decírtelo de una forma más especial.

—Fue la mejor —besó mis labios—. Te amo tanto.

Me reí, devolviéndole el beso con la misma fuerza. Despeiné su cabello mientras sentía su forma de profundizar el gesto casi pasando a un siguiente nivel. Al separarnos, volvió a mi vientre, sin creérselo

—Hola a ti —besó mi piel, y mi sonrisa se ensanchó— Vaya que te habías ocultado, ¿cómo no pude darme cuenta?

—Incluso yo no lo noté

—Eso es porque vas a ser niña, ¿verdad? —siguió hablándole en susurros—. Serás la nena de papá, la que lo vuelva loco.

—Ya lo creo —limpié una lágrima

—Te amo, y ya quiero conocerte —acarició mi vientre con las yemas de sus dedos—. Tendrás que portarte bien, ¿de acuerdo? No queremos que mami tenga muchos cambios de humor o se enojará conmigo.

—Oye —palmeé su hombro, haciéndolo reír

Se quedó un momento en silencio, luego me miró con sus ojos brillando

—Se llamará Eloise.

Eloise

Mi mente lo pronunció con emoción

—Me encanta —asentí

—¿Y si compro sus muñecas desde ya?

—Ryan —volví a reír

En eso, la puerta fue abierta de un tirón. Rápidamente tomé el edredón para cubrirme con torpeza, mientras que mi esposo no se movió, solo giró su cabeza para ver como Ethan y Elliot nos observaban desde el umbral

—Mamá, tengo sed y no hay leche —pronunció el primero

—¿Y qué quieres que haga? —pregunté

Miró al hombre

—Papá, tengo sed y no hay leche

Este suspiró

—En la encimera hay una bolsa del supermercado, ahí debe haber.

Pasó ahora a entrecerrar sus ojos con cautela, de la misma forma que se encontraba Elliot ya que no había pronunciado palabra alguna. Los dos se vieron exactamente igual, y supuse que quizás había pasado lo mismo por sus cabezas

—¿Qué sucede? —preguntaron al unísono

Mi esposo y yo nos miramos, al final me encogí de hombros, entonces el hombre miró a sus dos hijos con seriedad

—Ethan, Elliot —pronunció—. Su madre está embarazada.

—Van a tener una hermanita —sonreí

Hubo un pequeño momento de silencio, pues fue como si ninguno de los dos lo hubiese procesado aún. Al final, ambos abrieron sus ojos a la par

—¡¿Qué?!











*

¡Muchas gracias por leer!

No olviden que Elliot ya tiene su historia: se llama «el brillo de las estrellas»y ya está completa en mi perfil. 

Ethan también tiene su historia: se llama «Un cálido invierno» también en mi perfil.

También tendremos una nueva historia sobre su tercer bebé:) Todo formará parte de la saga «Los Cox»

*se emociona*

¡Gracias por cada voto y comentario!

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