La promesa

Galing kay begobr93

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En 1941, cuatro amigos se encuentran en su restaurante favorito de Cracovia sabiendo que será la última vez y... Higit pa

NOTA
PRIMERA PARTE
1. La última reunión
2. El gueto (Lena)
3. La amante (Gośka)
4. La resistencia (Wojtek)
6. El fin justifica los medios (Lena)
7. Nueva vida (Wojtek)
8. La liberación (Lena)

5. La lista (Solly)

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Galing kay begobr93

Płaszów, septiembre/octubre de 1944

Durante más de un año, la vida en el campo siguió su curso; asesinatos al azar por parte de Göth y más atrocidades que Solly escribía en un diario como posibles pruebas de cara a un ajusticiamiento final. Documentó con todo lujo de detalles cómo los nazis habían ido trayendo los restos de los judíos asesinados en la matanza del gueto y los habían quemado a gran escala, siendo ellos mismos obligados a realizar semejante tarea. Gracias a sus contactos en la fábrica, tenía acceso a la radio británica y el avance de las tropas aliadas iba despacio, pero con resultados esperanzadores. Cuando en junio desembarcaron en Normandía, lo celebraron en secreto. Solly, por otro lado lo celebró con Gośka en su lugar secreto.

Los dos habían retomado su relación y durante todo el año que había pasado desde que se reencontraron, los progresos tanto de su amor como de lo que habían planeado salía según lo previsto. Por suerte, Gośka no tuvo que acabar en la cama con los otros nazis, ya que Göth no estaba dispuesto a compartirla con los otros soldados, pero estos, borrachos, le contaban todo tipo de confidencias que luego iba a contarle a Solly durante sus encuentros. Incluso hablaban de boda y tener hijos. Gośka incluso le comentó que deseaba convertirse al judaísmo.

—Sería inútil —dijo Solly besándole los hombros una tarde de septiembre después de hacer el amor en el cobertizo. Soy ateo. No creo ni en Dios ni en ninguna religión.

—¿En serio? ¿No crees nada de eso? Pero de algo tenemos que venir.

—Por supuesto. De los monos. ¿Alguna vez has leído a Darwin? Si te fijas, verás que Göth tiene los mismos rasgos de un gorila salvaje.

Aquello hizo reír a Gośka. Nada podía estropear lo que tenía que decirle.

—Solly, hay algo importante que tengo que decirte.

Solly no pudo evitar sobresaltarse. Cuando una mujer hablaba de esa manera, solo podía significar una cosa. Gośka vio su mirada y respondió para tranquilizarle. Sin duda, era algo mejor que eso.

—No, no es lo que piensas. No estoy embarazada. Gracias a Dios. Me acabo de enterar de algo muy grave para vosotros. Van a deportaros a todos. Göth ha sido destituido como comandante.

—Lo de la deportación ya lo sabía. Stern, el contable de Schindler me lo contó. Está elaborando una lista con los trabajadores para irnos a su fábrica en Checoslovaquia. Al resto los van a mandar a Auschwitz. Pero es demasiado tarde. Göth se merecía haber sido destituido o incluso ejecutado.

—Ojalá pudiera irme contigo. Göth me ha dejado. Por una parte estoy feliz. Odiaba tener que dormir con él, pero si tú te vas, ya no sé a dónde ir.

—Puedes volver a Cracovia y buscar algún trabajo decente.

—Pero yo no quiero irme. No sin ti.

—Lo sé, pero no podemos hacer nada más. Me temo que nuestros caminos se separan aquí.

Gośka se echó a llorar. ¿Cómo podía Solly hablar con esa facilidad? ¿Es que acaso no la amaba? Solly la abrazó.

—Sé que piensas que soy un desalmado y que no te amo, pero son las circunstancias. Tú eres polaca y tienes privilegios. Te irá bien. A mi me irá mejor yéndome con Schindler a su fábrica. Si tengo que separarme de ti por un tiempo para asegurar mi supervivencia, créeme que lo haré. Me duele mucho, pero es lo mejor para los dos.

—Lo mejor sería que escaparas conmigo.

—Como si fuera tan fácil. Lo haría sin dudarlo si pudiera. Sigue habiendo guardias.

Gośka estaba desesperada. No podían separarse así tan de repente. Hacía más de un año que habían resuelto sus diferencias. Habían destruido a más de un oficial nazi, Göth entre ellos. Una conclusión llegó hacia ella.

—Ahora lo entiendo todo. Me has utilizado. Nunca me has querido —gritó Gośka, abofeteando a Solly, que tuvo que agarrarla de los brazos.

—No digas tonterías. Si nunca te hubiera querido, ni siquiera estaría aquí contigo y ni te habría perdonado tus aventuras. Me daría mucho asco acostarme contigo sabiendo que eres una puta de los nazis —replicó Solly, arrepintiéndose de lo último que soltó. ¿Acaso no entiendes que la vida es difícil para mi? Tú tienes lujos y libertad. Yo tengo que vivir en esta mierda aguantando insultos y arriesgando mi propia vida por si puedo ser el siguiente que ese cerdo va a disparar en su balcón. Me la he jugado todos estos meses para encontrarme contigo. Y todavía dices que nunca te he querido. Ahora es cuando más que nunca te quiero.

Gośka seguía llorando. Solly tenía razón, pero no concebía una vida sin él. No después de lo que habían compartido. La vida era muy injusta.

—Si pudiera hacer algo para ayudarte... —balbució Gośka, dejando de llorar.

—Vuelve a Cracovia. Allí estará Wojtek. Él te ayudará.

—Wojtek dejó Cracovia a principios del año pasado. Mataron a su padre y él tuvo que huir. No sé a dónde ha ido, pero seguramente esté con la Resistencia. Es propio de él.

Hablando sobre el destino de Wojtek, Gośka recordó algo que debía decirle a Solly. Mucho más importante que la destitución.

—Solly, después de meses, he conseguido saber dónde está Lena. Me ha costado mucho, pero por fin puedo decirte qué sé de ella. Como nos temíamos. Está en Auschwitz. Una de las guardianas de aquí estuvo allí destinada y me estuvo contando hace unos días que tiene a su servicio a una judía que por su descripción y el nombre, cuadra exactamente con el de Lena.

En ese momento fue Solly el que se echó a llorar, sin saber si era de desesperación o de alivio. Lena seguía vivia, si aquella zorra —así veía a todas las guardianas— no había mentido. Pero estaba en un lugar donde poco importaba si lo estaba. De todos los campos, Auschwitz era el peor donde se podía acabar. Gośka abrazó a Solly, que pensando en las calamidades que podía estar sufriendo su hermana se desesperaba más.

—Ahora más que nunca, debo sobrevivir. Y luchar para reencontrarme con mi hermana. Gośka, querida, he de irme ya. Espero que tengas suerte en la vida y que nos reunamos pronto. Pero antes tienes que prometerme una cosa.

—Lo que sea.

—Que pase lo que pase, te mantengas fiel y me esperes. Y, si Lena llega a ti, cuídala. Ella siempre te apreció y no permitía que habláramos mal de ti.

Gośka besó apasionadamente a Solly, sellando la promesa. Haría cualquier cosa por él. Permaneció allí un rato más cuando Solly aun ya se había marchado. Con parsimonia, caminó y fue hacia la casa en la que había habitado con Göth para recoger sus pertenencias. Vio que tenía muchas joyas que le había ido regalando y supo que debía venderlas. Le darían un dinero y con ello podría subsistir.

Pero una cosa estaba clara.

No podía volver a Cracovia. Allí la conocían todos y no veían con demasiados buenos ojos que fuera la amante de un nazi. Muy a su pesar, tendría que irse a Varsovia, que era la ciudad más grande que se le ocurrió. Allí por lo menos sería otra polaca más y nadie haría demasiadas preguntas. Pasó por última vez por el cobertizo para despedirse de él y en la puerta, observó una libreta. La cogió y la examinó.

Era el diario de Solly.

Se le debió haber caído ese día cuando iba a su encuentro. Gośka sabía perfectamente qué contenía, ya que Solly se lo leía con todo lujo de detalles. Lo guardó en su maleta. Sabía que tenía un gran valor y esperaba devolvérselo algún día.

Una vez en la ciudad, compró el primer billete de tren hacia Varsovia y montó en él. Cuando el tren comenzó a partir, se recostó y se quedó dormida enseguida. No quiso despedirse de Cracovia.

Solly volvió a su barracón. Allí estaba Itzhak Stern, el contable de Schindler. Llevaba una pila de folios mecanografiados. La lista de la que se hablaba.

—Lehmann, Schindler te está buscando. Ven conmigo.

Solly fue con Stern a la puerta de su barracón y allí se encontraba el orondo Schindler. En otras circunstancias lo habría odiado por su relación con Gośka, pero los años pasados en el gueto y en el campo, unidos a su afán por sobrevivir, hicieron que pasara aquello por alto. Además, Schindler no era como los otros nazis. Aunque al principio sus obreros le importasen poco, con el tiempo pudo ver que de verdad se preocupaba por ellos. Estaba redactando esa lista para salvarles la vida. Lo que Solly no sabía si él estaba dentro de ella. Le había dicho que sí a Gośka para no preocuparla demasiado. Allí no lo apreciaban demasiado. No le había importado entregar a los que intentaron pisotearle y los numerosos favores que tenía que hacer no le habían granjeado muchas amistades, por no hablar del miedo que le tenían por si los vendía a cambio de cigarros y putas. Solly reía entre dientes cuando insinuaban que se beneficiaba de ellas. Ninguna en su sano juicio habría querido acostarse con un judío. Les preguntó a bocajarro:

—¿Para qué me habéis llamado? Vais a restregarme la puta lista esa y vais a decir que estoy fuera de ella, seguro.

Stern pasó las hojas por la lista y al llegar a cierta página, se la enseñó. No se inmutó cuando vio «Solomon Lehmann» mecanografiado.

—No deberíamos haberte incluido en ella, pero Schindler se empeñó. Si tienes que darle las gracias, dáselas a él —dijo Stern.

—No voy a dárselas.

—Tampoco las espero —intervino Schindler con jovialidad. Eres joven y apuesto y tienes recursos para sobrevivir, por lo que no haría falta que estuvieras dentro, pero tu picardía me es necesaria. Todavía necesito muchos favores allá en Checoslovaquia y me eres útil para realizarlos. Por eso te he metido. Ahora, si no quieres, háznoslo saber porque hay personas que merecen más que tú estar dentro.

—Mira quién fue a hablar de moralidad. Por mi, podéis meteros la lista en el culo. Me importa una mierda si estoy dentro o no.

—Sería una lástima. Gracias a ti y a esa jovencita tan mona a Göth lo han puesto de patitas en la calle. Un talento como ese no se puede desperdiciar.

—Te recuerdo que te la tiraste en la fábrica. Yo mismo os vi.

—¿Seguro? Puede ser, este país está lleno de mujeres guapas.

Stern, que no sabía dónde meterse, tuvo que interrumpirlos:

—Lehmann, aparte de eso, te hemos llamado porque necesitamos tu ayuda. Bueno, más bien la de tu amiga, Małgorzata Biała. Esa a la que llamas Gośka. Es la amante de Göth y seguro que sabe qué ha sido de Jakub. Hace días que su madre no sabe de él y está preocupada.

Jakub era el último mozo de cuadras de Göth. Un adolescente que sentía admiración por Solly y que gracias a su influencia, había entrado a trabajar dentro de la casa, creyendo que aumentaría sus posibilidades de supervivencia. A veces Solly, en sus momentos de celos y desesperación, sospechaba que Gośka lo había seducido, porque Göth lo vigilaba constantemente y le había dado más de una paliza. Unos días antes de que Göth fuera destituido, había desaparecido. O al menos eso era lo que creían todos. Si les decía dónde estaba, al menos se quedarían tranquilos. Al menos a ellos se lo podía decir en ese mismo momento.

—Lo mandé a la ciudad. Göth estaba a punto de matarlo y gracias a uno de esos nazis a los que le he hecho tantos favores, le conseguí un carné falso, creyendo que era para mi. Si hubiera estado un día más, habría muerto. Allí le irá bien. Tengo contactos en la Resistencia que espero que lo acojan. Como veis, me preocupo de las personas.

Solly apreciaba a Jakub. Le ponía nervioso su servilismo excesivo, pero sentía lástima de lo que sufría con aquel cerdo. Tuvo que sacrificar su propia identidad falsa para salvarle la vida. Por eso no podía irse con Goska, ya que en realidad su plan era huir con ella bajo esa identidad. El chico apenas tenía diecisiete años y Solly lo veía como una versión más joven de él. Era un desperdicio que lo mataran y ni él ni su madre trabajaban en la fábrica, por lo tanto no entrarían en la dichosa lista.

Stern lo miró fijamente. Supo que no mentía. Al menos Lehmann por una vez en su vida se había preocupado de alguien.

—Ya os he dicho que no me importa si me metéis o no. Si me mandan a Auschwitz, al menos podré encontrar a mi hermana.

—Auschwitz es una muerte casi segura. Es mejor que vengas con nosotros —replicó Schindler. Sabes cómo os trato yo y cómo os tratan los demás. Serías estúpido si te negaras. Un talento como el tuyo es necesario y prefiero tenerte conmigo.

—Porque gracias a gente como yo te has llenado los bolsillos. A mi y a Pfefferberg nos has usado como tus recaderos.

—Si hubieras estado en el otro lado habrías hecho lo mismo.

Solly tuvo que admitir que ahí tenía razón. Stern, nervioso, volvió a la lista.

—Entonces, ¿te quedas o no?

Solly titubeó. Si se iba a Checoslovaquia, estaría más lejos de Lena. Estaba dispuesto a irse a Auschwitz a buscarla si era necesario. Pero sabía que podía ser una misión suicida. Uno de los rumores más extendidos era que a los prisioneros de los campos como Auschwitz eran asesinados en grandes cuartos donde los rociaban con gas. Solo de pensar que su hermana podría haber acabado ahí lo mortificaba todos los días. En el gueto la había protegido todo lo que había podido y no se perdonaba que ella hubiera acabado en otro campo. Pero la única oportunidad para poder hacer algo se la había llevado un infeliz de diecisiete años.

Por primera vez, Solly se vio atrapado en sus circunstancias. Quería y no quería ir a Auschwitz, pero sabía que sus probabilidades de supervivencia se reducirían si iba allí. Si se iba con Schindler, al menos una comida caliente y un lecho decente no le faltaría. Eran motivos egoístas, pero sin ellos, no se subsistía. Además, Schindler seguía manteniendo contactos con los altos cargos. Si lo usaba un poquito, podría sacarle más información valiosa. Entonces, tomó una decisión.

—Está bien. Me quedo. Pero con una condición.

Una vez la expuso, Schindler le ofreció la mano.

—Haré lo posible por encontrar a tu hermana y la sacaré de allí. Lo prometo.

Stern seguía revisando la lista, ajeno a aquel giro de la conversación. Los tres sabían que era una promesa que no se cumpliría, pero al menos mantenían a Lehmann como un ayudante. Era preferible que estuviera con ellos y no acabara en manos de otros. Todo el campo sabía de sus pocos escrúpulos. Le ofreció la mano también y con ello sellaron su acuerdo.

Días después, todos los judíos que estaban en la lista partieron hacia Brünnlitz, la ciudad natal de Schindler donde trabajarían en su fábrica, esta vez enfocándose en la industria del armamento en lugar de los esmaltes. Solly pensó en todo el dinero que había gastado Schindler en traer a nada menos que a más de mil judíos para llevárselos a otro país y que trabajaran para él. Sí que debían ser importantes. Había conocido la avaricia, la maldad y los oscuros propósitos de la gente, pero al ver que había incluido a todos los niños en la lista, tuvo ganas de llorar. Supo que Schindler en el fondo, a pesar de su cinismo y su afán de hacer dinero y favores, conservaba cierta humanidad. Los niños siempre eran los más perjudicados y en el gueto había visto morir a más de uno.

Solly se planteó si en el fondo todo valía para sobrevivir. Si alguien como Schindler, un empresario que le lamía el culo a los nazis había cambiado tanto como para poder salvar a una gran cantidad de judíos, por qué no él, que era uno de esos judíos no mostraba ni la mitad de humanidad cuando no dudó en entregar a varios de sus compañeros. Algunos de ellos todavía le pesaban. Incluso Gośka, que había quedado desamparada ya que al final la había abandonado. Había salvado, o eso esperaba a Jakub, pero posiblemente había perdido al amor de su vida.

Y ese no era el precio que él había tenido que pagar, sino sus propios principios.

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