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By -prome_dio-

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Cosas que hacen de Mรฉxico impredecible. ๐™ป๐š’๐š‹๐š›๐š˜ ๐š™๐šž๐š‹๐š•๐š’๐šŒ๐šŠ๐š๐š˜ ๐š˜๐š›๐š’๐š๐š’๐š—๐šŠ๐š•๐š–๐šŽ๐š—๐š๐šŽ ๐š™๐š˜๐š›: @_D... More

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By -prome_dio-

NOTA: Este capítulo forma parte de un maratón de viajes en el tiempo que en total lo conforman 3. "Cuatro de Julio" es el segundo. El primero fue "Viaje al pasado".


Cuatro de Julio

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~Hoy día la voz de puto el que no cante~

Bola— gritaron del otro lado de la mesa, abriendo juego con un par de tacos y dos cervezas en la esquina de los diamantes —Esa es mi canción—

~Estoy esperando mi camión en el terminal del A.D.O~

—Fue apenas ayer Sam, te lo juro, la vi besándose con otro. El pendejo de su hermano es una gata rompe hogares— algunas risas se escucharon detrás de los biombos de luz, e incluso más al fondo, se lograba apreciar los estéreos del bar en contraste con los patines y los bolos al caerse, las botellas brindando con aquella espumosa frescura, las bolas rojas y naranjas, moradas y verdes, la negra y la blanca desplazándose por la textura fibrosa de la madera. Ese era el billar de los Rowli's, cerca del instituto y del hospital.

~Estoy esperando mi camión en la terminal del A.D.O~

—Quiero que me lleve muy lejos, ¡y a la chingada de aquí!— continuaron los dos juntos mientras movían los pies; y aunque uno no tuviera ritmo en absoluto, el otro se comprometía en que el baile fuese un poco más decente. 

Ese era el ambiente del Rowli, trovador y coplero, casi como el poema recitado de un borracho desilusionado en plena madrugada. Y no era para menos, este santuario encarnizado desde el 79' se convirtió en el techo de los universitarios de la zona, indiscutiblemente, porque lo había fundado un fósil de 5 años que no sabía ya que hacer. Y por supuesto que era una fortuna encontrarlo libre un sábado 4 de julio a las 12 de la noche.

~No me he podido consolar desde que mi novia me dejó~

Precisamente hoy había un descuento de estudiante y dos por uno en alitas y papas. Probablemente porque era quincena y no tenía que faltar la liquidación de la beca por promedio excepcional.

También había una pista de reluciente resina para los enamorados enternecidos. Y si no había servicio en los baños; al fondo a la izquierda con un recorrido de sencillos y clásicos, casi iluminados por tres lámparas hediondas blindadas con mosquiteros oscurecidos en la penumbra del corredor: era porque alguien se había cagado como quien come una semilla de aguacate, y era mil veces mejor hacer cualquier necesidad afuera.

—Me parece que te estoy ganando—

—¿Ah, si? ¿Te parece? ¡Ya perdí otra vez Sam!— Se dirigió a USA, el amigo despilfarrador de dinero en las conferencias anuales del Comic-Con, amante de la leche deslactosada, del café con leche y alma de sus propias fiestas. Algunas veces Sam y otras bebote por ser tan grande y lento. Tan tierno pero también frígido con quien a veces le competía en belleza.

—Me debes 30, o un ICE, o lo que esté en tu bolsillo derecho—

—No te voy a dar mi teléfono pendejo. Ten, 30— sacó un billete y dos monedas con una paleta masticada y un chicle pegado a un clip.  —Lo siento, sólo tengo 10, tómalo o déjalo—

¿Y en el otro?— México se acomodó el pantalón y con un gesto de curiosidad hundió su mano en el bolsillo y sacó un cigarro aplastado, pero funcional.

—Hecho— tomó el billete, las dos monedas y el cigarro aplastado.  Pero a diferencia del mexicano, este lo había guardado en una cangurera que cruzaba el hombro y terminaba en la cadera —Pero falta algo México, lo prometiste— 

Ambos sabían de qué se trataba, o bueno, al menos uno de los dos lo tenía muy claro y el otro, en menor medida, lo tenía presente. 

~No me consuelan las chaquetas, ni las pastas ni el alcohol~

—No lo sé bebote— murmuró México —No creo que a Rusia le agrade la idea cuando lo vea, ya sabes cómo es el wey, además, ¿por qué no se lo mandas tú pendejo?— se inclinó al frente y le pegó con la punta del taco en el hombro; sin embargo, aquello ni siquiera pareció preocuparle al estadounidense. Él sabía que una apuesta era una apuesta y el mexicano era de aquellos que no retrocedían.

—Idiota, me dijiste que se lo mandarías. ¡Ahora ve y entrégaselo! —

—¿¡Pero y si piensa que se lo envié yo!?— se arrimó su tarro de cerveza al pecho y le dio un trago en seco, puro, sin la delicadeza de disfrutarla.

—A ver no, no México, tranquilo. Escúchame bien: sólo te vas a acercar a Alemania, no te tiene que importar la cara de estúpido que ponga Rusia. Miras a mi crush y se la entregas. Si te pregunta quién se lo manda sólo que di que un anónimo— si aquello sonara tan fácil; México ya hubiera entregado la carta desde el momento en que Sam se lo pidió, pese a que todo estaba en su contra y las circunstancias no eran las adecuadas.

Ahora, el nerviosismo seguía muy presente en él. Persistió hasta que regresó a ver la otra mesa de billar a 10 metros de ellos, justo detrás de los biombos de luz. No lo quería reconocer y tampoco daría un mínimo de esfuerzo en ello, pero justo ahí se encontraba su crush de la primaria, y para colmo el crush de USA desde séptimo grado. Y más desafortunado aún: ambos hermanos y ambos muy mierdas.

—Ay USA, sabes muy bien que me gusta el poste, va a pensar que—

—No Méx, no tiene por qué pensar nada. Anda ¡ve!—

Dio la vuelta, realmente muy indeciso e inquieto, como si fuera a entregar las pruebas de un robo o peor, de un asesinato en el que estuvo involucrado de pies a cabeza. Y luego estaba él, ahí sin mucho que hacer más que caminar sin remedio, por obligación más que por gusto, tal vez un poco por amenazas amistosas que llegaban desde sus espaldas.

—Este pendejo me va a deber una muy grande si salgo vivo de esta— murmuró despacio mientras se aferraba a la carta espantosamente doblada, escrita improvisadamente un lunes en la mañana cuando el maestro España daba clases de Álgebra lineal. Que importaba realmente la presentación; había leído aquella carta y estaba seguro de lo sinceras y poéticas que eran las palabras con las que había descrito USA el cabello de Alemania, sus ojos, y un montón de fanfarronerías intensas.

De pronto, se detuvo y volvió a Sam, incrédulo. Este sólo levantó los hombros y descubrió que le estaba dando un ataque de pánico al pobre mexicano. Desvergonzado, sólo le quedó darle apoyo con un pulgar arriba y la sonrisa más forzada de su vida. <<Vamos tu puedes, te la pela>> estaba seguro de que diría si lo tuviera en frente, y siguió.

Con dos pasos ultra silenciosos cruzó el biombo y vio apenas a tres metros de él a los Kuzmin. 4 hermanos muy buenos para demostrar su indiferencia con un solo gesto y un bate de béisbol (anécdota que fue retirada de la inmensidad de anécdotas que tuvo en la secundaria por salud mental).

Le tembló su mejilla y por una extraña razón también se le nubló la conciencia al ver al mayor de aquellos cristianos pecadores, pues Rusia nunca se había visto más enfermo que hoy: parecía que había estado fumando hasta por las orejas y sus acuosos ojos no le ayudaban mucho a su apariencia mórbida.

—Hola— saludó sin mucha ciencia, aunque luego se arrepintió: <<Imbécil, menso ¡si serás menso!>>

Los cuatro se detuvieron: Koza, el menor de todos, al parecer había sido interrumpido en un turno importante; Faddei dejó de masticar su paleta gorrona y Alexander, el alemán que traía loco a su amigo apenas y lo volteó a ver. El que parecía estar en la misma posición aún si México no hubiera llegado fue Novel; recargado en la maza del taco, mirándole no como usualmente vería a alguien como él.

Seguro, muy probablemente, en extremo: estaba drogado.

—¿Мексика?— preguntó inesperadamente.

—Carajo hombre, te ves muy mal— quiso acercarse a verlo, sin embargo, un taco lo detuvo justo a un pulgar de su estómago.

—¿Qué quieres Santiago?— <<Es cierto, la carta>> recordó sin mucho esfuerzo. Y al regresar a sus espaldas se sorprendió de que USA ni siquiera estaba en la mesa de antes. Sólo su tarro de cerveza.

—Ah, eh...—

Y de pronto escuchó: —¿Ты подстригся? [¿Te has cortado el pelo?]— volteó al instante y grande fue su sorpresa al percatarse de que la pregunta venía de Rusia. Otra vez hablándole en ese estado vagabundo —Yo también me corté el pelo, hace 3 días, saqué mi cartilla y me veo de la mierda— Novel se iba a bajar el gorro y México sintió aquel instante como el único que apreciaría en toda la maldita noche, o mejor, por el resto de su vida.

Pero si alguien le hubiera dicho a México que ese ruso se iba a dejar ver drogado y encima pelón, se reiría y después se lamentaría porque nunca iba a pasar. Y en efecto, nunca pasó: Koza lo detuvo antes de dejarle ver la frente rapada.

—Dinos que quieres México y vete—

—Carajo...este, tengo una carta y se la mandan a Alemania- ahh— y el menos interesado en la plática se incorporó de un brinco.

—¿Qué?, ¿De quién?— inesperadamente se asomó una mano impaciente y la tomó; no tardó mucho en analizarla con detalle, tal vez buscando el remitente.

<<De un anónimo>> recordó. Y estaba a punto de agregar algo, pero Rusia le ganó la palabra—¿Estás enamorado de mi hermano enano?—

—¿Yo?, ¡No, por supuesto que no!— trató de excusarse lo más pronto posible antes de que aquellos cuatro quisieran repetir la escena del bate de béisbol. Además, el ruso había dado repentinamente un cambio de aires iracundos cuando se irguió sobre el taco. 

—Dame eso mierda— otra vez Koza, le arrebató la carta a Alexander y se la regresó a México —Por favor, solo quiero evitar problemas Mex, vete—

—¡Es solo una maldita carta!— pero al parecer el alemán no estaba dispuesto a regresarla.

—Сукин сын, ты гребаный предатель, Получи свое! [Alemania hijo de perra, eres un traidor ¡consíguete la tuya!]—

Y de la nada, Rusia estaba encima de su hermano; y Faddei, que no había pronunciado una sola palabra durante la charla se tuvo que meter junto a Kazajistán para separar a aquellos dos. No entendió nada en ese momento, e incluso si alguien le llegaba a explicar seguiría sin entender.

Pero, si este día no podía ponerse aún más emocionante; lo que pasó después no lo pudo procesar ninguno de los que estuvo aquella noche 4 de Julio.

—¡México, Santiago!— escucharon los cinco al final del pasillo.

De antemano; sólo uno de ellos se interesó en ver que pasaba pues en estas circunstancias México nunca había escuchado gritar así a Sam, que atravesaba la planilla de discos y llegaba a él como quien corre de un perro.

—Ahh mierda, ay— vino pálido, desvaído de las manos y casi sin palabras que pudieran expresar el terror de su rostro.

—¿Qué pasó USA, por qué vienes así?— preguntó México ayudándolo a sentarse en el suelo.

En cambio, Novel y Alexander seguían forcejeando, ahora encima de la mesa y con ayuda del Rack. Ucrania se aferraba con los codos al costado del ruso y el kazajo metía entre ellos un taco que no tenía más razón que separarlos y evitar que se ahorcaran: porque el ruso en ese estado podía incluso hasta morder.

Pero del otro lado sólo estaba un pobre muchacho sin saber que hacer: —Mex, Mex...— nada le salía de la boca al estadounidense más que balbuceos y tartajeo —Hay un- un...—

—Respira Sam, respira...— y él así lo hizo.

—Hay un maldito cadáver en el baño—

Y trató de decirlo lo más apropiado posible, pero en realidad fue áspero y muy aterrador. Tanto que llegó a los oídos de los Kuzmin y ninguno tuvo la molestia de ser discreto al escuchar tal barbarie. Pero quien podría culparlos si ahora los que estaban casi al síncope eran los seis; cuyos rostros deformados por la confusión les cobraba curiosidad por ir y ver al individuo en el baño.

—Quédense aquí— les ordenó Alexander.

—Ohh no ni lo pienses. Tienes que cuidar a este drogadicto, por tu culpa está así— contradijo Koza, el menor, que bien podía ser el mayor si lo analizaba con detalle. —Faddei acompáñame—

—¡Es ist nicht wahr! [¡No es cierto!]— reprendió el Alemán.

El asunto de la carta había pasado a segundo plano, y el hecho de que Novel y Alexander estaban a punto de matarse también.

Finalmente, los cuatro se acomodaron en un espacio lo más retirado posible del otro. Por una parte, México consideró regresar a su mesa y pedir dos cervezas más, olvidar todo el asunto bochornoso que él había protagonizado y relajarse. Pero hasta ahora nada le permitía irse sin dejar solo a USA.

Así que se arrimó a él y lo aprehendió a su brazo izquierdo. Hoy era su cumpleaños y seguramente esperaba terminar atascado de alcohol en el hígado, tres rachas seguidas y su carta en el bolsillo de Alemania: pero en vez de todo aquello le llegó como regalo un susto terrible y una decepción amorosa, pues la carta había pasado de las manos del alemán al idiota de Koza.

—¿No sería mejor informarle al señor Alphonse? creo que él sabrá que hacer— comentó México en un hilo de susurros dirigidos más a sí mismo que al estadounidense.

—No tengo idea Mex, pero estoy seguro que vi un puto cadáver en ese baño, y lo peor de todo es que me dijo tío—

—Genial, tu amigo está más drogado que yo— Un tercero se integró a la plática y no precisamente con un tono preocupado.

—¡¿Y tú qué!? cricoso de mierda. Seguro sabes bien que pasó ahí, te ves del tipo que mata gente y deja sus cuerpos en el baño— Novel, que hasta ahora se había mantenido con la espalda recargada en el biombo; se incorporó difícilmente en la mesa de billar —Mira, ni siquiera te puedes levantar bastardo—

—Seré un cricoso de mierda pero no alucino con muertos que me dicen tío—

—Sam ya...— murmuró el mexicano antes de que su amigo se despegara del estaño aterciopelado.

—¡Hay un puto muerto en el baño de hombres, ¿y tú defiendes a tu novio?!—

—No es mi novio estúpido— golpeó su estómago con la intensión de callarlo, pero la histeria del estadounidense se había propagado por todo su inestable ser —Estaremos bien wey—

—¡No, no! No puedo, no mientras haya un muerto allá abajo y este pendejo esté así de tranquilo, ¡Míralo Mex! no tiene ni idea que está pasando a su alrededor—

—Ya cállate Sam— comentó el Alemán, irritado y a punto de lanzarle el taco.

Y este en un instante se calló.

Al parecer había sido un poco evidente que la orden había causado un efecto extraño sobre su cuerpo; al menos lo tenía claro cuando Rusia sorprendió al americano rojo de vergüenza y al mexicano casi chillando de la risa que ocultaba con el antebrazo. Iba a hacer un comentario al respecto pero Koza y Faddei llegaron detrás de él.

—No hay ningún cadáver en el baño, no seas estúpido Sam Cooper... y mi hermano es el cricoso— Kazajistán llegó fastidiado y por si fuera poco con un rostro que no delataba buenas intenciones —Ya vámonos bola de idiotas, papá me llamó y está muy enojado. Además, hay que llegar y darle un buen baño de agua fría a Novel antes de que el viejo llegue—

El mayor de los cuatro se sintió muy ofendido, pero agradeció la ayuda que le brindaron Alemania y Ucrania por igual.

En cambio, México y USA sólo se quedaron allí sin mucho que decir ni en qué pensar. O bueno, al menos el mexicano, porque Sam se estaba dando una tunda mental por hacer el ridículo y parecer un esquizofrénico frente a su crush. Y Santiago lo sabía; sabía que estaba diciéndose a sí mismo de todo tipo de cosas peyorativas e hirientes.

—Vámonos bebote— y lo ayudó a pararse.

Pero la advertencia de Kazajistán se hizo escuchar primero: —No quiero meterte en problemas a ti y al alienado de tu amigo; pero si dicen una palabra de Novel, o el estado en el que se encontraba, temo que tendrán cuentas que pagar—

—Y a nosotros que nos importa el tarado de tu hermano— Respondió USA, muy fastidiado.

—No creo que te importe más que esto— y frente a los ojos de ambos, se hallaba la carta que el estadounidense le había escrito a Alexander. Estaban seguros que Koza la había leído en el baño.

—¡Eres un- trató de arrancársela -hijo de perra!—

—No, no. Esto se queda conmigo—

Y aquellos dos estuvieron a poco de pararse y reclamar la actitud arrogante y altanera. Pero el hijo del señor Kuzmin era intocable, de hecho, todos lo eran desde el nacimiento: un privilegio que solo se les otorgaba a los que nacían en cuna de Élite.

Además, era bien sabido que el menor de todos permanecía al pendiente de lo que hacían los mayores. Si un secreto se develaba, automáticamente Kazajistán movía influencias; y era de reconocerle que aunque tuviera una actitud muy condescendiente en persona, dentro del núcleo de hermanos era quien llevaba la batuta y el escudo de guardaespaldas 24/7.

Al menos lo dejó en claro cuando regresó nuevamente a ellos, y les dijo: —Si se acercan a mis hermanos, les voy a partir la cara estúpidos—

Bueno, bien decía su abuelita que lo último que se pierde es la esperanza...y una pierna.

Koza no tardó más ahí. Se fue tan rápido como lo llamaron por teléfono, y en seguida, justo después de que no quedara nadie en los gabinetes del Rowli's: USA y México tomaron sus cosas que hasta ahora se habían mantenido en su antigua mesa de billar. 

Incluso los tarros de cerveza seguían a la mitad y su orden de papas con salsa que no habían pagado. 

—Hoy fue el peor cumpleaños de mi vidadijo al salir por el portón. 

Eran la una de la madrugada y ninguno de los dos se atrevió a hablarle a sus padres: en cambio, prefirieron ir al cuarto de USA en el edificio de la universidad. Al menos no los perturbaba la oscuridad de las avenidas ni el frío que calaba los huesos. 

—Vamos, no fue tan malo Sam: comimos y me ganaste 10 dólares y un cigarro

—¿Qué no fue tan malo?reclamó —Koza sabe de la carta y yo quedaré como un maldito cursi, apuesto que la compartirá con Faddei, Novel y se va a burlar de Alexander y de paso de mi por ser un loco esquizofrénico con trastorno de personalidadse tapó el rostro con ambos manos. 

Sus rubios cabellos estaban alborotados y le crecían unas bolsas enormes debajo de los ojos. Prueba de lo mal que en verdad se sentía por creer que había hecho el ridículo. 

—Bueno, si te pasaste con el muerto que te dijo tío wey, pero no creo que Kazajistán sea tan mierda para usar la carta como excusa para tenernos a raya con Alexander— 

—Créeme amigo, lo va a usar para todo. Incluso te va a involucrar a ti con el rusomurmuró muy apesadumbrado —Además, te juro por mi madre México, que vi un cuerpo tirado debajo de los lavabos: cuando entré me vio con sus ojos amarillos y la luz le daba al rostro; estaba pálido y de un aspecto pútrido. Hasta que alzó la mano a mi y me dijo 'tío'recordó con la mirada perdida en el fango de lodo que se formaba en la calle. 

Santiago no presentía un atisbo de mentira en aquellos gestos aletargados. Temblaba al recordarlo se le notaba en el mentón y en su labio más delgado. 

—Está bien hermano, ya pasósiguieron caminando hasta la entrada del primer edificio, y México agregó antes de entrar: —Mañana iremos con Koza y le pediremos la carta— 

—¿Estás loco? no nos dará nada ¡será una pérdida de tiempo!— 

—Se la robamos, no importa, pero el idiota no va a impedir que el culito del alemán sea tuyoambos rieron por unos segundos, en especial USA, pues casi nunca dejaba ver esos hoyuelos molares. 

—¿Y que pasará con tu novio?— 

—No es mi novioinsistió México al abrir la puerta del edificio y presionar el botón del elevador. 

—Por Dios México, no te diste cuenta de nada, ¿Cierto?— 

—¿De qué hablas?las puertas se cerraron detrás de ellos, sin embargo, ninguno de los dos se había percatado de la tercera persona que estaba a punto de entrar. 

—Pues el idiota pensó que- 

—¿Tío Sam?se escuchó a la par del timbre —¿Papá?— 

Los dos, estáticos sobre el borde metálico de las paredes, se estremecieron al percibir la llegada de un aire frío e inquietante. Estaban de espalda a las puertas y en el reflejo contiguo del elevador se observó como se volvían a abrir, y con ellas, la silueta de una persona alta, iluminada apenas por uno de los focos del techo que apenas delataban el rostro amorfo y en diamante de un hombre, o bien, por el tono de su voz, podría tratarse de un joven. 

Ambos voltearon con una lentitud estresante, y al llegar al otro extremo, ninguno quiso levantar la mirada hasta que volvieron a escuchar: —¿Papá, eres tú?— 

—¡ES EL MALDITO CADÁVER DEL BAÑO!gritó USA al percatarse del engendro. 

Aunque con un cambio realmente drástico, pues ya no tenía una apariencia descompuesta, más bien era noble y con una belleza soberbia. Con cejas bien pobladas como las del mexicano y rasgos endurecidos como la de los Kuzmin. 

Los dos gritaron de terror y se lanzaron al muchacho que estorbaba la entrada: México le dobló la rodilla izquierda mientras USA atacaba su cuello. 

—¡Papá soy yo! ¡Ulrik!— 

—No sé quien mierda eres pero tú no eres mi hijo, es más, ¡yo no quero tener hijos!comentó desorientado. 

Por un momento tuvieron la oportunidad de salir del elevador, pero el único que la aprovechó fue Sam al abandonar sin mucho cuidado los escalones que conducían abajo. En seguida, México trató de conseguir un espacio libre entre las puertas y él, pero no se lo permitió la mano en el talón. 

—¡USA, ayúdame tiene mi pie!gritó en el suelo. 

—¡Padre! ¡México!— 

—¡Sabe mi nombre, el cadáver sabe mi nombre!y de pronto las alarmas del edificio universitario comenzaron a sonar. 

—Ay carajo...México escúchame, ¿Dónde está España?

Y el mexicano estaba dispuesto a soltarle una patada en la cara, pero fue más contundente el extintor. En un instante, aquel muchacho se encontraba noqueado dentro del elevador mientras USA, aún aferrado al aparejo, se mantuvo firme sobre ellos y ayudaba a México a levantarse. 

—¿Está muerto?preguntó muy preocupado. 

—No sé— 

—¿Y si lo llevamos a la enfermería?— 

—No sé, no sé. USA, ¿Te diste cuenta que de lo que acaba de pasar?y con pasos dubitativos se acercaron al cuerpo tumbado en medio de las puertas: que se abrían y se cerraban. 

—Sabe mi nombre, tu nombre...

—Y el de mi padrecompletó. 

Sabían que no iban a tardar en llegar las autoridades del edificio, y eso significaba ser interrogados en la dirección general. Pero más allá de eso, al mexicano le preocupaba el hecho de que estaba sintiendo una vibrante conexión con el joven que lo había llamado padre, y a USA tío. 

Y miró a su amigo. 

—No Mex, no

—Sólo para entender que está pasando— 

—¡No!y ambos escucharon a lo lejos como los guardias que escoltaban el edificio 3, se dirigían a ellos por los corredores centrales. 

—¿Y si es un viajero del tiempo que tiene todas las respuestas a nuestras desgracias, que viene con la clave para ser millonarios y nos revela la cura del cáncer para patentarla alrededor del mundo y volvernos famosos?habló antes de razonarlo. 

Y no mucho después, antes de que los oficiales de dirección llegaran a las entradas del recinto: USA y México ya estaban jalando el cuerpo de nueva cuenta al elevador. El extintor había quedado a un lado del sesto de basura y los rastros que dejó la pelea anterior como la tierra y los rallones de uñas en el suelo, se borraron al arrastrar las mochilas otra vez adentro. 

—Si esto sale mal, diré que es completamente tu culpadijo USA antes de presionar el botón de su piso. 

—Hecho— 

[...]

Dio un brinco en la silla cuando se dio cuenta que estaba amarrado. Sin embargo, la cabeza le zumbó de dolor cuando la luz del cuarto chocó con su rostro. Era como el repiqueteo de un clavo, o mil de ellos en su sien.  

Apretó los dientes y cerró los párpados para aminorar un poco el dolor, que, de hecho, no se comparaba al que le habían dado con el extintor. 

Recordar era doloroso. Tan siquiera parpadear lo era, pero aún más lamentable era moverse y enfocar con detalle el lugar en que había venido a parar. No se encontraba en casa, evidentemente, pero si reconocía este pequeño cuarto, eran como los de su universidad. Reducidos y únicamente para aquellos que no podían pagar un departamento en provincia. 

—Mierda ya despertóescuchó detrás del él. 

—¿Papá?preguntó muy ofuscado por la luz. 

—No sé quién seas ni de dónde seas, pero hemos tenido clemencia de ti extraño. Ahora dinos si eres un viajero del tiempo o has venido aquí para evitar el fin del mundo. Cualquiera de las dos opciones puede asegurarte tu liberación...o tu perdiciónaquello había sonado como el guion de una película hollywoodense que a USA tanto le gustaban ver. Era posible que él haya escrito tal línea. 

—México, escúchame, sé que esto sonará extraño, pero tienes que creermede pronto, el chico no pareció tener ninguna actitud hostil hacia ellos, sino comprensiva y hasta cierto punto...amable. 

—No creeremos una sola palabra que salga de tu boca hasta que nos digas quién eres— 

—¡Es lo que trato de hacer!— 

—¡Pues comienza!— 

El chico dio un suspiro tan cansado, que comenzó después de dejar pasar 1 minuto. 

Frustrado, habló por fin: —Me llamo Ulrik Kuzminaquello había sonado tan raro, que nada prometía realmente decir quien era. Ese niño no podía ser hermano de los Kuzmin, no lo habían visto nunca en su vida ni en la universidad. . 

Y mierda. 

—No sé cómo llegué aquí, pero estaba con mi abuelo en una terapia de acupuntura: y de la perra nada, aparezco en un maldito baño de un bar que no conozco en una época diferente y con mis padres 22 años más jóvenes— 

Ya sin aguantarse la curiosidad, USA y México se asomaron a la luz de la única lámpara prendida. Si sus sospechas eran ciertas, sólo había una manera de asegurarse de que ese niño era su "hijo" del futuro. 

—Si eres mi hijo, di mi fecha de cumpleaños— 

—16 de septiembre, padre— 

—¡Cállate! no me digas padre hasta que digas la fecha de nacimiento de ély señaló a su amigo. 

—Hoy, 4 de julio. Bueno, es de madrugada así que relativamente fue ayery tanto Usa como México quedaron estupefactos. No llegaban a convencerse de que esto fuera posible, pero al parecer ese chico lo estaba logrando —Tienes 2 hermanos y tu papá se llama Antonio Souza. Precisamente trabaja en su propia clínica de acupuntura porque uno de sus hijos sufre ansiedad. si esto no fuera un interrogatorio, y aquel México tuviera 40 años: estaba seguro que no le hablaría así. Mucho menos si tenía cerca una chancla o un gancho. 

—No puede ser posiblemurmuró Sam. 

—Ay carajo, hombre, tengo un hijo— 

—Tienes 4— 

—¡TENGO 4!se exaltó aún más. 

—No, no, no, no,...yo no puedo tener hijos, no puedo, ¿Me escuchas Sam?, ¡No puedo!La sugestión se apoderó de México y de todos sus sentidos. Apenas podía procesar bien la información. 

—¡Tranquilo, tranquilo! lo primero que debemos de hacer es confirmar la información: no confío en este bastardo. Seguro nos quiere extorsionar— USA aún se mantenía escéptico. —¿Quién es tu otro padre niño?— 

Ulrik sólo empezó a reír, no estaba seguro de seguir con este cuestionario sin pensar que México era capaz de desmayarse. —Es curioso porque, el que quería tener muchos hijos era Rusia, no tú, papá— 

—¿¡Qué!?— 

—A veces las personas cambian— 

—No sabía que Novel quiere tener hijos. Eso es nuevo viniendo de los Kuzmincomentó sin mucho que agregar. Aunque quien sí tenía muchas preguntas era el mexicano. 

—¡Me vas a decir todo lo que sabes en este momentotomó de los hombros a Ulrik y lo llevó a un rincón del cuarto. Aquel golpe se había escuchado como un bate en una sandía. —¿Cómo es que yo consigo enamorar a ese ruso menso sin que Koza me mate?, ¿Es posible matar a Koza?, ¿Dónde consigo ácido y que permisos debo adquirir para-  lo interrumpió. 

—Woh wooh, tranquilo pa'. Es cuestión de tiempo— 

—Tiempo es lo que menos necesitaAyudó Sam. 

—Conociendo a папочка no creo q- e inesperadamente, detrás de aquellos tres, empezaron a tocar insistentemente la puerta. Los golpes eran fuertes y muy irregulares, y no se escuchaba un sólo puño, sino dos y en un momento se llegaron a escuchar hasta tres. 

No era la hora ni la manera apropiada para venir; entonces sólo había dos posibilidades y una de ellas era aterradora. La primera, en que abrían la puerta y encontraban a oficiales del edificio, o la segunda, donde abrían la ventana y aventaban a Ulrik por ella. 

No sabían cual de las dos era la peor. Pero lo que sí sabían era que si no se detenían los golpes iban a despertar a todo el piso. 

—¿Quién es?se acercó México para preguntar. 

Y enseguida pararon.

No lograban distinguir muy bien las voces de los murmullos, ni cuantas personas eran, ni quienes podían tener los huevos suficientes para molestar de esta forma, porque, oficiales no eran, y mucho menos inquilinos del edificio. 

—¿Quién es?volvió a preguntar fastidiado. 

Y pasaron como 30 segundos en silencio antes de que se asomara sobre el borde de la puerta una risa muy breve pero desorientada, una voz preocupada y otra suave, tenue y débil, diciendo: —México, somos nosotros— 

—No pues si, soy pinche adivinoAl chico atado le causó gracia tal comentario. Estaba más acostumbrado a escucharlos y no le gustaba admitirlo. 

—Soy yo, Alexander. Vengo con Faddei y Novel, venimos a pedirte ayuda porque no se le baja y ya nos preocupó: está así desde la mañanaes cierto. Rusia se veía muy mal en el Rowli's, y era increíble que se mantuviera así durante mucho tiempo. 

México volvió a USA, y después miró a Ulrik; este no tenía una sola expresión en el rostro, sólo reflejaba seriedad y cansancio. Si le creía que fuera Kuzmin; todos tenía la misma puta cara. 

USA movió la cabeza de un lado a otro, no estaba de acuerdo con que entraran teniendo al chico amarrado, sospecharían. Pero al contrario del americano México quería ayudar a Novel. Y los dejó pasar. 

—Lo sabíamurmuró USA y se dio una palmada en la cara. Pero antes de hacerlo, les preguntó: 

—¿No viene Koza, verdad?— 

—No, se quedó con papárespondieron detrás de la puerta —Abran rápido, por favor— 

Alemania y Ucrania aparecieron por el dintel con un Rusia muy perdido. Demasiado como para reconocer su alrededor, y lo suficiente para olvidarlo. Y para colmar la paciencia de USA aún más, lo acostaron en su cama mientras los otros dos recuperaban bocanadas de aire; seguramente no era nada fácil transportar aquel cuerpo que, más que estar en buen estado, parecía más bien un vegetal. 

Todos se miraron entre todos, ninguno cuestionaba las extrañas condiciones en que se encontraba cada quién, aunque si llamaba la atención el hecho de tener a alguien amarrado a una silla. 

—Cielos, papá se ve muy mal— 

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