Simplemente Vanesa

נכתב על ידי RoxanaInk

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Es la quinta vez que Vanesa se muda de ciudad en quince años, y ya se está haciendo a la idea de que (otra ve... עוד

Capítulo 1. Desierto
Capítulo 2. Odio a los chicos
Capítulo 3. Charlas nocturnas
Capítulo 4. Daisy
Capítulo 5. Mi profe es idiota
Capítulo 6. Daisy & The Geeks
Capítulo 7. Lucas
Capítulo 8. Porros
Capítulo 9. Una actitud inusual
Capítulo 10. Nietzsche
Capitulo 11. Debate
Capítulo 12. Silencio
Capítulo 13. Jenna
Capítulo 14. Cerrar un círculo
Capítulo 15. Enanos y pitos
Capítulo 16. Una sorpresa desagradable
Capítulo 17. El nuevo alcalde
Capítulo 18. Todo mal
Capítulo 19. Mi hermano
Capítulo 20. Laia
Capítulo 21. Ty
Capítulo 22. El príncipe se ha cansado del azul
Capítulo 23. Chicas como yo
Capítulo 24. El efecto mariposa
Capítulo 25. El mago de Oz
Capítulo 26. Ojos de sapo
Capítulo 27. La regla de las tres cosas
Capítulo 28. Gato negro
Capítulo 29. La historia del caimán morado
Capítulo 31. Karma
Capítulo 32. Trenes A y B
Capítulo 33. Una no-cita
Capítulo 34. El hilo rojo
Capítulo 35. Cenicienta
Capítulo 36. Lydia Bennet era feminista
Capítulo 37. Hierba mala
Capítulo 38. La navaja de Ockham
Capítulo 39. La reina abeja
Capítulo 40. Prácticamente blanca
Capítulo 41. Almas malditas
Capítulo 42. Casar, matar o coger
Capítulo 43. Conectar los puntos
Capítulo 44. Sin querer queriendo
Capítulo 45. Placeres culpables
Capítulo 46. La cuenta atrás para la felicidad
Capítulo 47. Secretos oscuros
Capítulo 48. Conversaciones con el espejo
Capítulo 49. Una monja en apuros
Capítulo 50. El amor es la muerte del deber
Capítulo 51. Kitsuné
Capítulo 52. Dulce venganza
Capítulo 53. Una mierda con patas

Capítulo 30. V de Vendetta

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נכתב על ידי RoxanaInk

Chris y yo entramos en el primer supermercado que encontramos y nos dirigimos rápidos como balazos hacia la sección de limpieza.

-¿Estás segura de que esto va a funcionar?- me pregunta mi amigo, extrañamente escéptico.

Yo le dirijo una mirada que tendría que ser considerada como un arma blanca.

-Claro que sí, Christian. No seas pesado.

-Si lo dices tú...

Cogemos todo lo que necesitamos y caminamos de vuelta hacia mi barrio. No me atreveré a subirme a un autobús en mucho tiempo.

Llegados frente a la casa de Karen, nos paramos. Sonrío con malicia.

-Llevo espiando esta vieja arpía aproximadamente desde que me mudé- digo con los dientes apretados.

-¿Y esto significa que eres una stalker?- Chris se rasca la cabeza y yo le calzo un buen madrazo entre la nuca y el cuello.

-No, genio. Esto significa que sé exactamente cuál es su rutina- achico los ojos e indico una ventana del segundo piso-. A las ocho y cuarenta y tres en punto, se ve luz a través de las cortinas- bajo mi dedo hacia otra ventana, y Chris lo sigue como si su vida dependiera de ello-. A las ocho y cuarenta y cinco, la vieja arpía se encierra en el baño, para salir de ahí solo a las nueve y veinte.

-¿Qué hace todo ese tiempo en el baño?

No despego los ojos de la casa.

-No lo sé y no quiero descubrirlo, Chris. Ahora céntrate, por favor.

-Vale, pequeña enana. Pero tengo la sensación que uno de los tuyos me mira feo.

Bajo la mirada hacia el enano al que le han dibujado el pito y suelto despacio el aire, molesta, mientras Chris se hecha a reír como loco.

-No es divertido. Crece un poco, Chris.

-Me lo dicen todos, pero evidentemente tengo unos cuantos problemas en entenderlo.

-Ya veo...- suspiro, intentando no perder la paciencia y mandar todo mi plan al carajo-. Ahora son las ocho. Tenemos exactamente una hora antes de que Karen se levante, y luego otros veinte minutos mientras está en el baño.

-Esto parece una novela de Sherlock Holmes contada por parte del villano.

-¿¿¿PERO QUÉ...???

Uno, dos tres, cuento mentalmente para calmarme.

Uno, dos tres.

Uno, dos tres.

-¿Por qué te has quedado muda, pequeña enana?

Uno, dos, tres.

Calma Vi, tú puedes con tal nivel de infantilidad.

Uno, dos, tres...

-Viii, ¿Por qué no me contestas?

UNO, DOS, TRES.

-Viii...

UNO, DO...

-¡Mira! ¡He encontrado a otro enano con pito!

-¡¡¡CÁLLATE, CHRIS!!!- grito de repente, explotando como una bomba de tiempo.

Chris se parte en dos de la risa frente a mi cara roja de rabia, y yo piso fuerte el suelo para minimizar mis ganas de matarlo. En estos momentos quisiera llevar conmigo una resortera.

-No te alteres, enanita- me susurra mi amigo, silbándome en los oídos-. ¿Qué estabas diciendo?

Respiro hondo, e inhalo y exhalo cuatro veces antes de agacharme, tomar un rollo de papel higiénico de los bolsos del supermercado y dárselo a Chris.

-Toma, Brad Pitt- le digo seca, haciendo referencia a su tatuaje -. Que empieze la fiesta.

~

Una hora después, la casa de Karen parece haber sido atropellada por un huracán aficionado a limpiarse el culo.

Hemos colgado largas tiras de papel higiénico por las ramas de los árboles y envuelto completamente el buzón, por no hablar del porche, sobre el cual parece haber nevado.

Miro satisfecha el trabajo que hemos hecho y choco los puños con Chris.

-Esto es mucho mejor que pintarle el pito a unos enanos...- suspira mi amigo, llevándose las manos a la cadera.

Asiento.

Es viernes por la mañana y, exactamente como predecían mis cálculos, la avenida alrededor de la cual se desarrolla mi barrio está completamente desierta. Si nadie se ha escondido en un césped para espiarnos, cosa que es muy improbable, estoy casi segura de que no hemos sido vistos.

Lanzo una última tira de papel higiénico sobre el alféizar de una ventana en la primera planta y abandono el cilindro de cartón sobre el pasto.

Hemos empapelado por completo los perterres ricos de azaleas y hortensias de Karen y le hemos dejado una nota anónima pegada a la puerta que proclama:

"OLVÍDATE DEL PERRO; CUIDADO CON NOSOTROS"

Lo de la nota fue idea de Chris, y tengo que admitir que, sin él y su infantilidad, nada de esto hubiera sido posible. A veces es útil tener un amigo con los músculos de un hombre y el cerebro de un niño a la mano.

Chris y yo volteamos instintivamente nuestras cabezas hacia la ventana de la habitación de Karen cuando ésta se ilumina, y nos apresuramos a escondernos tras los matorrales que separan su casa de la de su vecino.

-Ahora solo tenemos que esperar a que salga del baño y...

-... Y veremos cómo enloquece frente a un océano de papel higiénico- completo la oración de Chris y me acomodo mejor detrás de los matorrales.

-Eres un genio, pequeña enana- susurra mi amigo, guiñándome el ojo.

Sonrío, y miro a través de la hojas y las ramas el jardín de nuestra enemiga.

-¿No te parece que ese rincón está un poco vacío?- le pregunto a Chris, indicando un espacio que se ha quedado sin papel higiénico cerca de un árbol de manzanas.

Chris asiente, sus ojos irradiando maldad.

-Muy vacío, diría yo.

-Demasiado vacío.

-Terriblemente vacío.

Nuestras miradas se encuentran, y puedo ver como en nuestros ojos destella la misma chispa de venganza.

Miramos los bolsos del supermercado y nos percatamos de que aún nos quedan dos rollos de papel higiénico. Volvemos a mirarnos y nos levantamos corriendo.

-Esto parece V de Vendetta- murmura Chris mientras desenrollamos el papel y lo lanzamos sobre el pasto como se haría con unos confetis.

-Totalmente.

Desmenuzo el papel con los dedos y lo dejo caer sobre el árbol de manzanas.

Pinche Karen.

Va a pagar por lo que nos ha dicho ayer.

Mientras esperamos a que Karen salga del baño y nos entretenemos con su jardín, reflexiono un poco sobre mi vida y llego a la conclusión de que estoy cansada.

Cansada de tenerle miedo a la gente blanca.

Cansada de ser maltratada por las populares en el colegio.

Desde hoy, todos los que me han hecho daño van a pagar, y Karen será la primera.

Luego me ocuparé de Laia y su séquito y, cómo no, de Lucas. Mi ventana no se olvida de las piedras que le tiró.

-¡No me lo puedo creer!

Me congelo en mi sitio. Siento como la sangre dejar de fluir en mis piernas y mi corazón aporrear mi pecho mientras me giro hacia donde proviene la voz que acabo de escuchar.

Y entonces...

-Vanesa Gutiérrez la frijolera y Christian Montoya el violador que vandalizan la casa de una pobre anciana...- Lucas en persona chasquea la lengua y niega con la cabeza -. Me decepcionan, chicos.

Siento un nudo en la garganta que no sé si va a desaparecer nunca.

Lucas nos mira desde la acera, con los brazos cruzados y el peso de su cuerpo sobre una sola pierna. Tiene un skateboard con rayas de fuego pintadas en la parte superior bajo un pie, y lleva un chándal Nike negro.

Es tan sexy...

¡Conciencia!

¿Te has vuelto loca o qué? Él no nos gusta. No nos gusta en absoluto.

Habla por ti...

-Lucas...- Chris aprieta la mandíbula y deja caer su rollo de papel higiénico al suelo. Yo hago lo mismo.

Acabamos de ser pillados por el novio de Eve in fraganti, así que está confirmada mi mala suerte. Si Lucas habla, todo el barrio se enterará de que hemos sido nosotros los que hemos convertido en un vertedero la casa de Karen, y seguramente mi padre acabaría o multado o sin hogar. A Chris y a mí nos meterían en un correccional para menores hasta que cumpliéramos los dieciocho, y luego... Quién sabe.

Lucas recoje un cilindro de papel del suelo y se lo pasa entre las manos. Parece divertido.

-Los mexicanos son tan geniales- suelta, y me entran ganas de cometer un asesinato ahora mismo, en plena luz del día -. ¿Cómo se les ha ocurrido tal broma?

Miro la hora en mi celular. Son las nueve y dieciocho. En dos minutos, Karen saldrá del baño y se enterará de todo lo que ha pasado en su jardín. Pero...

Una idea tan retorcida como brillante cobra vida en mi mente, llenándome de esperanza y adrenalina otra vez. Si logro distraer a Lucas por dos minutos, cabe la posibilidad de que matemos a dos pájaros de un tiro y de que Chris y yo salgamos limpios de esa vuelta. No sé si va a funcionar, pero tengo que intentarlo.

-Es verdad, los mexicanos somos geniales- digo -. No se podría decir lo mismo de... Tí.

Chris parece confundido.

-Vi, no creo que sea una buena idea...

-Sé que eres novio de Eve- sigo, cruzándome de brazos yo también e ignorando a mi amigo. Sé lo que hago y no necesito que me salve.

Lucas esboza una sonrisa.

-¿Porqué me lo recuerdas? ¿Acaso estás enamorada de mí?

-Escúchame bien- mi voz es seria y letal cuando me acerco a él. Chris me sigue sin saber muy bien qué estoy haciendo -. Ahora mismo tengo ganas de untar tus pelotas en mantequilla de cacahuete, aventarte al lago de Rose Lake y dejar que los peces te castren por mí. Más te vale quedarte callado.

Lucas abre tanto los ojos que tengo miedo de que se le vayan a caer los bulbos oculares. No se esperaba que le dijera eso.

Aprovecho este momento de silencio total para checar la hora: las nueve y veinte.

Como un reloj suizo, la luz del baño de Karen se apaga y la mujer baja hacia la primera planta.

Por segunda vez en dos días, agarro una de las mangas de Chris y me echo a correr hacia mi casa lo más rápido posible, abandonando a Lucas con el cilindro de cartón aún entre las manos.

Escucho la voz chillona de Karen gritar como loca al ver al novio de Eve plantado frente a su casa vandalizada: ahora pensarán que el culpable es él.

-Los hemos chingado a los dos...- dice muy elegantemente Chris, entre risas y jadeos.

Chocamos los cinco y lo invito a merendar a mi casa. Él, obviamente, acepta: creo que, si tuviera que elegir entre un plato de tacos y nuestra amistad, elegiría los tacos.

Antes de cerrar la puerta de mi casa trás mi espalda, me asomo hacia la calle y le dedico un fantástico dedo medio a la mansión de Karen.

-Que te jodan, vieja arpía.

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