El Rostro Humano de Lucifer ©

By ROSE_RP09

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«¿Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mism... More

¿Por qué pasé la historia a borradores?
Sinopsis actualizada***
Prefacio
Dedicatoria
Nota Antes de leer
Reparto 1
Reparto 2
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Notita
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10 [+18]
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
¡1K!
Capitulo 18 [+18]
Capitulo 19 [Parte 1]
Capitulo 19 [Parte 2]
Capitulo 19 [Parte 3]

Capitulo 14

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By ROSE_RP09

"Ya no deseaba seguir matando sólo para quedarme con el cadáver"

-Jeffrey Dahmer. 

Ava Crawford.

Tres años después.

Dejé las bolsas de compra sobre la mesa, soltando un largo suspiro en el proceso. Aunque ya estaba acostumbrada. Al parecer, a mi compañero lo único que le apasionaba eran las pizzas. Comía napolitanas desayuno, almuerzo, merienda y cena. Por tanto, yo me encargaba de que la comida sana estuviese siempre en nuestra mesa.

Escuché, alejado de mi respiración agitada, una ducha abierta. Gabriel seguramente se estaba bañando después de llegar del restaurante en el que trabajábamos.

—¡Me estoy duchando! —gritó Gabriel desde dentro, como respondiendo a todas mis preguntas.

Habían pasado... ¿Cuánto? ¿Tres años? Sí, habían pasado tres maravillosos —y en veces desgarradores —años.

Y, te preguntarás: ¿Qué haz hecho, Ava en este pasado tiempo? Bueno, eso he de enumerarlo con una lista:

1. Cinco meses después de mi cumpleaños número dieciocho, comencé con un trabajo.

2. Gané una beca en mi último año de preparatoria y postulé para entrar en una universidad de un pueblo cercano a donde yo vivía.

3. Mi nuevo amigo y yo teníamos estancia en un departamento cerca de nuestra universidad, y dentro de poco íbamos a pagarlo todo para que fuese nuestro.

4. Me aventuré por filología.

5. Tenía un trabajo fijo, en un restaurante en donde también trabajaba Gabriel, y tenía un buen salario.

Después de mi cumpleaños, conseguí alejarme de mis padres un poco. No me mal entiendas, quería a mis padres, o eso creía. ¿A eso se le podía llamar amor? Con el paso de los años me había dado cuenta de que mamá sentía dependencia emocional por papá.

Aunque no estaba segura. Pero, aquello amor no era. Bajo mis básicos y poco experimentados conceptos de Psicología, aquello se definía como: relación tóxica. Con todo y negrilla.

Perdí comunicación con Julieta, con Lucas, un poco —aunque por lo que había escuchado andaba saliendo con una estudiante de intercambio —y con el Cosito. Bueno no, con Liam.

Por otra parte, me había aventurado por una carrera que me emocionaba, y me gustaba; filología. Tras devorar millones de libros, tanto que las personas me miraban con asombro al yo soltar que no recordaba la cifra de cuántos había leído, decidí estudiarla. Habían mucho de los libros que no había aprendido aún.

Estudié mucho, mañana, tarde, noche,  muchos ataques de estrés, y también, de pánico, pero estaba satisfecha.

Aunque exageré un poquito con el estudio, je.

Había conseguido una beca. Había sido la favorita del profesor —sin ser eso mi culpa —. Había sido la "nerd" del salón, había conseguido una mala reputación ante los ojos de mis compañeros de clase, pero todo lo había hecho con mi sudor. No quería recibir dinero de papá o mamá.

Toda la vida, nos habían llamado a mi hermano y a mí: "flojos" o "vagos", o para ser más directa: habían adulado que no teníamos ningún futuro. Que nuestros padres siempre nos tendrían que solucionar todo. Que nunca seríamos independientes y nunca seríamos nadie en esta vida ni en mil más.

Podía afirmar que estaba orgullosa de mí misma, y que no necesitaba de ellos. Eran mis padres, ajá, por una parte siempre los necesitaría. Pero, por la otra, cuando me aparecí en casa a recoger mis cosas, con mi certificado de graduación y mis documentos escolares, en ellos había una expresión muy obvia: nuestra Avita nos viene a rogar que le paguemos la universidad.

Les mostré mi beca, y, en ese entonces, me forcé a memorizar sus expresiones: sorpresa pura. Sus mandíbulas estaban llegando al suelo.

Presenté mis documentos a la universidad, y me aceptaron, alegando que sería un gusto y un placer.

La universidad no era muy grande, pero sí muy acogedora. Era pública, no se debía pagar mucho, y sus estudiantes muy cultos e inteligentes.

Allí había conocido a mi mejor amigo: Gabriel. Gabi se había retrasado en algunas asignaturas y yo le estaba ayudando con ellas. Compartimos algunas ideas, muchas en realidad, y decidimos alquilar un apartamento cerca de la Universidad Dawson.

Había un muy viejo amigo suyo que estaba abriendo un restaurante. Buscaba trabajadores, y Gabi habló con él. Ofrecían buen salario, quedaba no muy lejos de nuestra casa y no afectaba nuestra rutina.

Podía decir, que era una mujer realizada. Pero no dejaba de ser una niña con sueños.

Nadie nunca supo nada de lo de Jimena. Muchas veces me había cuestionado su "muerte desconocida" pero el efecto se disipaba casi al instante de pensarlo. Nadie nunca se enteró de mi presencia por aquella consulta. Nadie supo que yo era su paciente. Pura suerte, en realidad, porque de ser que analizaran un poco más el caso, lo hubiesen sabido.

Una vez leí una maravillosa frase: "Que la niña en tu interior se sienta orgullosa de la mujer que eres"...

El teléfono de casa empezó a sonar, con un pitido algo tupido, interrumpiendo mis pensamientos.

Me puse de pie, contestando la llamada.

—¿Bueno? —contesté con voz somnolienta.

—Hola... ¿Está... Gab? —preguntó Lori con timidez.

Lorian era la pareja de Gabi. Era unos cuantos años menor que él, ambos se sonrojaban por todo, pero los tipos se entendían.

Se veían muy felices juntos. Yo también estaba feliz. Gabi cuando era pequeño, según me contó, había ocultado, y reprimido, su sexualidad. Lo criaron siendo homofóbico. Llegó a cuestionarse si estaba enfermo, si que le pasaba, que si era asqueroso y repugnante. Pero Gabi era una persona fuerte y maravillosa. Gabi era una persona algo despegada emocionalmente, pero eso cambiaba cuando se trataba de Lori.

Lori, por el contrario, siempre aceptó su sexualidad tal y como era. Sin filtros. Y se sintió muy a gusto con dejar fluir sus sentimientos.

Gabi llegó corriendo de la ducha, en toalla. Reí un poco cuando por poco se le cae.

Me echó un vistazo rápido en el que pude distinguir la clara expresión de: ¿Estaba llamado mi macho y no me avisaste?

Me arrebató el teléfono de ambas manos, empujándome a un lado.

—¡Ey! —me quejé con un constante repiqueteo de zapatos —Sólo hablaba con Lori.

—Y ya te he dicho mil veces que no me llames de esa forma, Ava. —recalcó con voz suave Lorian, irrumpiendo por la puerta.

—¡Pececito! —chilló Gabi, lanzándose encima de Lori como si hace mucho no lo viera.

Empezó a darle besitos por toda la cara, como si la vida se le fuese en ello y no hubiese un mañana.

¿Ven a lo que me refiero cuando digo que era un idiota con corazón si se trataba de Lorian?

Al darme cuenta de que ya los besitos se convirtieron en un verdadero lavado de gargantas, decidí intervenir.

—Hey. Dejen el manoseo ya, como si no se hubiesen visto hace un milenio. —les reñí, arrugando mi nariz.

Al cabo de un rato, los besuqueos disminuyeron. Ojo, disminuyeron, no cesaron por completo.

Sus semblantes se tornaron serios. Y ambos carraspearon sus gargantas al mismo tiempo. Como si aquel simple gesto fuese a borrar los lengüetazos que se estuvieron dedicando minutos atrás.

Los miré con el ceño fruncido. Estaba pasando mi vista de Lori a Gabi y de Gabi a Lori. Me detuve a interpretar la cara de horror del novio de mi mejor amigo, que miraba  a un punto no fijo de cualquier parte incierta.

Entonces, lo entendí al reparar en mi castaño amigo: Se le había caído la putita toalla.

Sí, qué clase casualidad.

Abrí los ojos con sorpresa, mirando su cara y exigiéndole que se pusiera ropa.

La piel morena de Lori fue adquiriendo poco a poco un color más rosáceo, que podía apostar a que era la cosa más tierna entre un sin fin de cosas.

Abrí la boca para cantarle las cuarenta a mi castaño amigo, ya le había dicho mil veces que no se paseara en toalla por todo el apartamento. Para evitar accidentes, como por ejemplo: este inoportuno accidente para mí y para Lorian.

La estruendosa risa de Gabriel inundó la sala encapsulada por paredes azules por completo, reemplazando nuestro grado de vergüenza ajena —de la agradable —por una absoluta expresión de desconcierto.

Miré a Lorian, en busca de una explicación, que lógicamente, no me daría en esos momentos, y se encogió de hombros, en señal de más perplejidad.

—Sus... Caras... No tienen... Precio —dijo el risueño entre risas. Casi ni se le podía comprender sus palabras.

Soltó un suspiro antes de parar de reír, y alzó las manos a modo de rendición. Siempre hacía eso cuando iba a soltar algo absurdo que se escapaba de mis conceptos de lo que resultaba gracioso, pero que me hacía reír igual de idiota como un niño con un dulce.

—Pueden mirar, traigo ropa puesta —aclaró limpiando las lágrimas que se le escaparon productos de la risa —En serio.

—Total, ni que no te hubiera visto desnudo antes —Lori se hizo el indiferente.

Tiró la jarra que reposaba en la mesa delante de los sofás, a la cabeza de Gabi.

Tuve un ligero dolor de cabeza cuando intenté ponerme en pie, y coloqué la mano en mi frente. Después de eso, el dolor continuó intensificándose.

La temperatura se tornó fría, contraria a como era en aquel pueblo y, a como era hace unos instantes atrás: esta se tornaba fría, un poco difícil de respirar y erizante.

Gabriel y Lorian estaban muy ocupados en lo suyo como para darse cuenta. Y no hacía falta. Todo esto Ya me había pasado antes. Ahora no haría diferencia ¿O sí?

Caminé hasta la cocina, y un mareo me recibió con su no tan cálida bienvenida.

Tenía el peor dolor de cabeza de la historia. Y eso que había tenido muchos. Necesitaba una Aspirina para calmarme.

A punto de tomar acción al abrir el refrigerador, los párpados se tornaron pesados, la vista se tornó borrosa y todo a mi alrededor se volvió negro.

Había perdido el conocimiento.


—¡Creo que ya despertó! —exclamó una voz que se me antojó aguda y lejana.


Fui abriendo los ojos poco a poco. Una sala con paredes blancas —perfecta para llevar cualquiera a los brazos de la locura —me acogió. La vista se me tornó borrosa y fusiforme, y un pitido me llenó los oídos.

Al cabo de un rato, pude visualizar a Gabriel. Examiné su rostro, como si este fuese nuevo, como si nunca lo hubiese visto y el tipo que estuviese delante de mí no fuese mi mejor amigo. Y descubrí en sus ojos una chispa de preocupación.

Me fijé en su atuendo: traía una sudadera con estampado de una corona, y arriba había un cartel en negro que decía King.

Detrás de él entró Lorian, con un bote de comida en las manos. Eran... ¿Espaguetis? Eso parecían. O macarrones. Me olía a que era comida de hospital.

Ah, el detalle más importante: él también llevaba puesto una sudadera que también decía King.

Yo pude haber cometido muchos errores en mi vida, pero nunca usé una camiseta que dijera King y Queen.

A parte de no tener con quién, claro.

Los miré con una expresión divertida —y con algo de extrañeza—. Lorian se sentó a mi lado y prácticamente me obligó a comer, porque me metió la cuchara a la boca.

¿Cómo decirle que la comida me sabía a mierda y que no me pasaba por la garganta?

Gabriel lo observaba todo desde un metro de distancia, divertido. Oh, me iba a vengar del carajito cuando saliera de esta supuesta y repentina enfermedad.

Tragué otra cucharada de puré que Lorian me obligó a comer (oh surprise). En serio, se tenía que ver ese trastorno suyo de meter cosas de imprevisto, al menos sí conmigo.

De repente la sala se volvió más oscura a pesar del tono blanquecino de sus paredes, y la mirada de mis dos sexys acompañantes se cruzó con algún punto de la puerta. Una doctora anunció que había alguien esperando afuera, a lo que yo musité que pasara.

Lorian y Gabriel abandonaron la sala, no sin antes asegurarme de que hablarían con la doctora. Las puertas de la habitación se abrieron, y con ellas, el mayor causante de todas mis desgracias.

Y junto con él, una ola de recuerdos desagradables.

Holiii a todos ¿Cómo están los pedacitos de pollo más lindos de la vida?

Dejaré un edit que hice de ERHDL, estoy empezando a hacerle edits a la historia para promocionar :3 pero de paso se los dejo aquí también.

Por otro lado, ERHDL llegó a las 600 lecturas, muchas gracias por todo su apoyo, gracias por leerme, gracias por cada votito, es el mayor regalo para mí.

Cuando inicié con la historia, pensé que nadie la apoyaría, hasta he pensado en borrarla, pero me di cuenta de que les está gustando jjj. Muchísimas gracias por todo el apoyo. ❤️❤️❤️

El edit:


Ba bye 😊

Les quiere,

Rose! ❤️😼

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