La Vida No Es Bella

By EzKiz-13

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Dominic Velázquez es un adolescente que lucha con el día a día, haciendo todo lo que esté a su alcance para a... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
¡Ayudemos para que nos ayuden!

Capítulo 7

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By EzKiz-13

Lágrimas.

Sollozos.

Desespero.

Angustia.

   Limpié mis mejillas que estaban mojadas de tanto llorar. Las ansias se apoderaban de mí y creí caer en la desesperación.

   Habían pasado un par de años desde que papá se fue de la casa y no volvió, después de esa última noche donde todo se había salido de control.

NO.

No voy a recordarlo, no ahora, no es el momento.

   Leí una vez más los papeles en mi mano, la presión en mi pecho aumentaba y la rabia junto con eso.

Porque poco a poco, me estaba llenando cada vez más de rabia.

   Porque me sentía insignificante, débil, inútil, quería hacer más, pero no podía y eso me enfurecía.

   Ya no estaba papá, no sabía si tomarlo como un alivio al principio pero ahora sentía que me había equivocado, él hacía falta aunque odiaba admitirlo.

   Nunca nos había faltado nada cuando vivía con nosotros, a pesar que seguíamos siendo una familia pobre y humilde él trabajaba y nos ayudaba.

   Luego que nos dejó, mamá tuvo que trabajar el doble y ya casi ni estaba en la casa. Nos restringimos de muchas cosas que nos gustaban, comida y ropas buenas, salir de paseo, comer cosas ricas en la calle, tener internet, celebrar días festivos con algunos “lujos”… Y está bien, a pesar que me entristeció me sentía bien, porque estábamos unidos, mi madre, mi abuela y yo.

  Juntos me parecía que éramos invencibles, que no necesitábamos de nadie más, que podríamos vencer cualquier batalla.
Pero otra vez estaba equivocado.

   Mi abuela había comenzado a tener muchas dolencias hacía unos meses. Trabajaba en una casa de familia y hasta tuvo que dejarlo por los malestares.

Ayudé a mi mamá a vender cosas en la escuela y logramos reunir para sus exámenes, jamás me imaginé la posibilidad de que las cosas empeoraran tanto.

Artritis, osteoporosis y Diabetes.

   Tres enfermedades de un coñazo, como si era una prueba del mismo infierno y el mismo diablo se reía en nuestras caras.
En el momento que mamá llegó con mi abuela del médico y me mostraron el sobre, solo pude actuar como siempre.

__ Todo estará bien, te mejoraras abuelita, te prometo que ayudaré en todo y estarás bien. No dejare que me abandones, no te lo permitiré.

   Mi mamá y mi abuela habían llorado y yo las abrace muy fuerte y les di mi consuelo, sentí como se tranquilizaban. Les preparé la cena, vimos novelas juntos y las dejé descansar.

   Pero al entrar a mi cuarto no pude aguantarlo más y me derrumbé.
Aquella coraza, aquel muro que creí invencible, comenzaba a desmoronarse.
De solo pensar que podría perder a una de ellas…

NO.

NO.

Y NO.

No lo permitiría.

Haría lo que fuera para que nada le pasara.

Trabajo, conseguiría un trabajo, la escuela y los estudios podían esperar.

No estaba seguro de que hacer, después de todo, solo tenía nueve años. A pesar de ser solo un niño siempre creí que era el hombre de la casa, que tenía que dar la cara por mi familia dentro de lo que mis límites me permitieran.

Debía ser fuerte.

Debía aguantar.

Mostrarles a ellas que podíamos seguir adelante, que yo las ayudaría y nunca las abandonaría.

   Porque sabía que mamá ya no era la misma de antes, ahora la notaba muy pensativa, con ojeras, cansada, se vea tan deprimente y mi corazón se partía en tantos pedazos que a veces solo me provocaba apuñalarlo para dejar de sentir.

   Y por ella debía mostrarle que juntos cruzaríamos el mismísimo cielo y el universo entero, nada nos iba a derrumbar.


   Una sonrisa melancólica invadió mi rostro, aquellos tiempos tan difíciles que habíamos tenido que pasar solo me recordaba lo fuerte que éramos ahora.

   Recuerdo con tanta alegría como mi mamá y yo trabajamos como burros esclavos durante un año y medio hasta que compramos las maquinas, junto con varias deudas que nos habíamos ganado.

   Pero lo habíamos conseguido, un negocio familiar de costura que pudiésemos llevar desde la casa para cuidar a mi abuela, que yo pudiera estudiar y pudiéramos mantenernos nosotros mismos. No había sido nada fácil, tuvimos que sacrificar tantas cosas.

   Mamá vendió su computadora de mesa y yo todos mis juguetes, a veces ayudaba a compañeros hacer sus tareas para que me pagaran así fuera una miseria, me serviría para cualquier cosa. Mi madre a veces también preparaba dulces muy ricos y yo los vendía en la escuela y a los vecinos aguantando las burlas de mis compañeros, porque sí que me jodieron la existencia.

   Pero no me importaba, porque estaba ayudando a mis mujeres, y con tan solo tener mi conciencia tranquila que estaba haciendo lo correcto, yo estaba bien.
Pero ahora…

__ Maldita sea la vida.

__ ¡Dominic! Que sea la última vez que dices eso.

   Yo sonreí con arrogancia mientras me sentaba en el mueble, la sonrisa se convirtió en una carcajada sarcástica.

__ Tiene que ser una maldita broma.

__ Dominic. Ya basta ya –esta vez fue mi abuela la que habló.

   Recién había llegado de clases, después de intentar hablar con Gaby para disculparme pero resulta que se fué antes y no me esperó al medio día.

   La culpa no era uno de los sentimientos que solía degustar, es uno de los más desagradables y jodidos y yo siempre traté de evitarlo a toda cosa.

Porque no hay nada mejor que tener la conciencia tranquila.

Porque si tu conciencia no está bien, no está en paz, lo que te queda es la culpa.

   Así me sentí el resto del fin de semana, Gabriela estaba furiosa conmigo, de cierto modo estaba confundido, tampoco había hecho algo tan grave pero ya sabía yo lo testaruda que puede llegar a ser. Así que le daba la razón por sacarle el culo en la fiesta y dejarla así.

   Pero ahora eso no importaba tanto, ya lo solucionaría después, no era tan urgente.

   Porque cuando llegué a mi casa me encontré con que dos de las maquinas se les habían quemado el motor con un apagón de luz muy fuerte.

   Cada día comprobaba más la maldición de mierda que es la vida.

   Es tan jodida, que te vomita en la cara, se limpia el culo contigo pero no te permite abandonarla.

No en mi caso.

Y era por ellas.

   Jamás me perdonaría dejarlas solas, ellas me necesitaban y ahora más que nunca que nos habíamos quedado sin trabajo porque para poder cocerle a la empresa con los uniforme u otras cosas, necesitábamos al menos dos máquinas funcionado, con una no podíamos.

Todo se había ido al mismísimo coño.

   Hacía tanto tiempo que la angustia no se apoderaba de mí como ahora, la rabia me quemaba las neuronas. Así que antes de desmoronarme y entrar en la locura de la histeria, Salí de la casa.

   Avisé que vendría más tarde, aún con el uniforme puesto me dirigí a mi único refugio que sabía que tenía y me importaba una mierda si quería verme o no.

   Porque, tal y como siempre me equivocaba, pensaba que mi mundo tan frio y devastador solo lo vivía yo. Que yo era el único que confrontaba con todas sus fuerzas y posibilidades el infierno que me tocara traspasar para poder seguir adelante.

Pero que equivocado estaba.

El mundo en realidad no es pequeño como lo dicen.

Es todo lo contrario.

   No puedes llamar pequeño a algo que te ofrece tanta satisfacción, tantos buenos momentos, tantas bellezas, tantas abundancias, y a la misma vez, te ofrece tanta maldad, un karma que muchas veces no mereces o no es tu culpa recibirlo porque muchas veces no tenías más opciones que tomar. El mundo te da tanta miseria, tanto sufrir, y la vida te obliga a vivir en él.

Todo en tu contra.

   Porque los momentos malos no me parecen tormentas pasajeras, todo es al contrario. Los momentos buenos y felices eran los pasajeros.

   Y tratar de conseguirle sentido a tantas variantes, altos y bajos, es tan cansado, que muchas veces es mejor tirar todo por la ventana.

   Pero tirar todo por la ventana no es algo de lo que yo pueda darme el gusto, porque personas importantes en mi vida me necesitaban y eran mis caminos de luz, el único arcoíris en las feroces tormentas, el único rayo de sol que en los huracanes iba a ser más poderoso. Esas eran ellas. Eso era mi amor por ellas.

   Y por eso debía, tenía que seguir sin importar el costo, y si iba a refugiarme con el rabo entre las piernas en el único lugar que había para hacerlo cómodamente, me tragaría la vergüenza y lo haría.






   Okay, tampoco era tan grave el asunto con ella. Podia manejarlo.

Toqué el timbre de la casa mientras dejaba salir un largo suspiro.

   La puerta se abrió y esos lindos cabellos castaños cortos aparecieron a mi frente, se veía tan linda como siempre.

Su mirada se notaba molesta y aún asi, me parecía tierna.

   No esperé a que hablara para tomarla en mis brazos y estrecharla en mi pecho dejándole unos sonoros besos en su cabeza.
Pase al interior de la casa aún con ella en mis brazos y cerre la puerta atrás de mi.

__ Hueles tan bien que quiero comerte.

__ Hazme el favor de soltarme.

   Yo la aparté un poco y aun sujetándola por su precioso rostro le bese la frente y ambas mejillas, vi como sus cachetes se sonrojaron y me desviaba la mirada. Siempre tan timida, sonreí con gusto.

__ Que quieres.

__ Olerle el trasero a mi mejor amiga y hermana.

__ Eso no me pareció que demostraste la ultima vez.

__ Gaby yo-

__ No digas nada. No quiero escucharlo. Bastante claro me quedo el viernes lo bien que lo pasaste con Monica.

Mi seño se frunció y la miré directamente.

__ ¿Cómo sabes que fué con ella?

__ No puedo creerlo –se giró dándome la espalda para irse pero la sujete del brazo.

__ Gabriela.

__ ¿Quieres saberlo? El viernes, de regreso tu mismo me lo enseñaste, una foto de ella desnuda sobre ti y tu muy sonriente en tu teléfono como si fuera el premio de oro mas grande del mundo. Tan solo recordarlo me da nauseas y me repugna.

__ Estaba rascado Gaby, tu me viste cuando bajé del cuarto. A penas y podía sostenerme. Mi intención no fue dejarte sola.

__ Claro, como no –su sarcasmo era notable. Hace mucho tiempo que no la veía tan molesta.

__ Mírame –levantó su mirada mientras yo acunaba su rostro con mis manos, acariciandole las mejillas- No volverá a pasar ¿Entendido?

No parecía muy convencida.

__Gaby...

__ ¿Lo prometes?

__ Te lo prometo –dejé otro beso en su frente y volvi abrazarla.

Se sentía tan bien, no quisiera tener que soltarla nunca mas.

¿Y estás seguro que ella siempre te podrá sostener a ti?

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