Je T'Aime, París

By MELINAR31

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Después de tantos años anhelando conocer la ciudad del amor, París cumple su sueño de viajar a Francia para c... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
EPÍLOGO

CAPÍTULO 12

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By MELINAR31


Quedo sumergida en una total oscuridad mientras sus labios se apoderan lentamente de los míos.

Como arte de magia, voy sintiendo que mis otros sentidos se van definiendo más. Mi piel está más sensible al tacto, mi olfato siente las esencias que conforman el perfume de Elliot, en mi boca disfruto más el sabor de su aliento y puedo escuchar detalladamente el sonido de nuestros cuerpos al rozar.

Lentamente me deposita en la cama mientras sus besos juegan delicadamente con mis labios.

Su cálido aliento arrasa mi interior y es como si se fuera apoderando de cada rincón de mi cuerpo.

Sus dedos comienzan a acariciar mis hombros, la piel de mis brazos. Los mueve de una forma pausada, como si quisiera aprenderse cada espacio de mi ser.

Comienza a besar mi mandíbula suavemente y va bajando poco a poco a mi cuello mientras toma mi cintura con suma delicadeza.

Entre mis piernas siento el calor que se va acumulando por todas las sensaciones que se están despertando en mí, algo que me lleva a juntarlas rápidamente.

Continúa bajando hasta llegar a mi escote. Sus besos están cargados de ternura y mis manos viajan inmediatamente a su cabello, acariciándolo suavemente.

Sus labios llegan a uno de mis senos cuyos pezones se muestran erectos bajo la tela y él, despacio, le da una leve mordida que me estremece por completo y despierta un gemido en mi boca.

Siento su mano pasear por mis piernas, por el lado externo de mis muslos, y al llegar a mis rodillas que yacen dobladas y juntas, las separa lentamente.

El calor aumenta al sentir que su palma va subiendo nuevamente, pero esta vez por el interior de mis piernas. Sube hasta llegar a esa cuna de humedad que espera palpitante por su tacto.

Sobre mis bragas de encaje, siento sus dedos jugar con mi punto de placer sin perder el ritmo suave de sus movimientos mientras que su boca se apodera de mi otra montaña que se deleita con sus besos.

Siento que se levanta, se coloca entre mis piernas de rodillas y con sus dos manos comienza a deslizar el vestido por mi cuerpo.

Levanto los brazos para facilitar la desnudez y saca la prenda completamente, dejándome únicamente en ropa interior.

Logro escuchar su respiración ligeramente acelerada, como si estuviéramos llevando el mismo ritmo, y me siento en la cama mientras el continúa en el mismo lugar, inmóvil.

Estiro mis brazos y comienzo a desabrocharle uno a uno los botones de su camisa, y cuando me encuentro con la calidez de su piel, llevo mis manos a sus hombros y deslizo la prenda que se interpone entre nuestros cuerpos.

Me acerco para darle un beso en su pecho, en su abdomen, en sus costillas, y escucho como un suspiro sale de lo más profundo de su alma.

Desabrocho su pantalón sumergida en la oscuridad, y bajo la prenda poco a poco para encontrarme con su miembro ansioso y erecto esperando por mí.

Me toma de los hombros para poder besarme de nuevo y me acuesta sobre el calor de la sábanas.

Me llena de besos y caricias, llevándome a lo más alto de los cielos.

Su tacto y la forma que tiene de tocarme me hace sentir querida, y por qué no decirlo, amada. Con él siento algo más que deseo. Siento algo intenso que en cada caricia y cada aliento se hace más grande y poderoso.

Elliot me hace sentir viva y este encuentro se está convirtiendo en algo realmente mágico que sobrepasa la pasión, la lujuria y el desenfreno.

Este momento, en que sus labios adornan cada retazo de mi piel, es donde desaparecen las inseguridades, los miedos, los obstáculos y los malos recuerdos. Es un momento en el que sólo estamos él y yo, sintiéndonos, convertidos en dos almas de luz que están intercambiando un poco del gran amor que tenemos por dentro.

Sin darme cuenta, nos encontramos los dos tendidos en la cama, completamente desnudos. Me he dejado llevar por los pensamientos de tal forma que no sé a que hora me quitó la ropa interior y yo me deshice de la suya.

Nuestros cuerpos están pegados, piel con piel, sintiendo nuestro calor y nuestras ansias. Nuestra respiración se vuelve una sola. Es tanto lo que estoy viviendo que puedo escuchar el latir de su corazón a un ritmo que va al compás del mío.

Puedo quedarme así el resto de la noche.

Lo quiero, lo deseo...lo amo.

Lo amo por lo que me hace sentir, por lo que me ha hecho vivir, por lo que es ahora después de aquel accidente que le cambió su vida, lo amo por su talento.

Lo amo con locura.

De mis ojos se desprende una lágrima al darme cuenta del sentimiento que este hombre ha logrado despertar en mi en tan pocos días, y él, que continúa besando mi cuerpo con devoción, reacciona al escuchar que emito un suave sollozo.

Siento que se reincorpora y en menos de un segundo su rostro está frente al mío.

–¿Qué sucede París?– me pregunta preocupado y en voz baja.

–Nada, es solo que esto... es.... es demasiado.–respondo tomando agarrando sus manos que acarician mis mejillas.

–¿Quieres que me detenga? Si no quieres yo sabré entenderlo.

–No. No por favor. Lo que pasa es que todo es tan intenso y tan hermoso. No quiero que esta noche se termine.

–Tranquila mon amour, siento lo mismo que tú. Por eso quiero disfrutar cada segundo en tu cuerpo. Quiero sentir tu sabor para recordarlo en todo momento. Quiero sentir la electricidad que despiertas constantemente en mi piel al estar así, juntos. Pero no te pongas triste. Por favor.

–No estoy triste Elliot, estoy feliz. Lloro de felicidad por haberte encontrado y por estar viviendo esta noche junto a ti.– Subo un poco mi cabeza para darle un suave beso en sus labios. –Ahora déjame sentirte dentro de mi.

Me devuelve el beso de forma arrebatada, como si lo que acabo de decirle fuera el impulso que necesitaba para llevar al máximo su pasión.

Su lengua juega en el interior de mi boca de forma dulce, seductora, y mientras mueve su pelvis en medio de mis muslos, levanto mis piernas para rodear su cintura y así ofrecerme más él.

Entonces, con el calor innundo mis venas, entra en mi.

Lo siento adentro, llenándome por completo.

Cierro con más fuerza mis ojos y suelto un leve gemido que es atrapado por otro beso, y después de un par de manteniéndose quieto en mi interior, comienza a moverse pausadamente, como si estuviéramos bailando, como si cada embestida fuera la nota de una canción.

Mi espalda se arquea mientras lo siento en lo más profundo de mi cuerpo y besa con mimo mis pechos que se muestran ansiosos por sentir su calor.

Estamos sumergidos en un ambiente donde solo el chocar de nuestra piel, nuestros gemidos y nuestra respiración son los protagonistas.

Me hace el amor con determinación y a la vez con una suma delicadeza que despierta aun más mi excitación. Mi corazón late con tanta fuerza que siento que está a punto de escapar de mi pecho.

En eso, inesperadamente, se sienta y me lleva con él dejándome a horcadas sobre sus piernas, logrando que mis talones aprieten la piel de su trasero.

Rodeo su cuello con mis brazos para besarlo y me penetra nuevamente con un ritmo tan perfecto que logra hacerme sentir cosas que nunca había experimentado con alguien.

Me inclino hacia atrás y con mis manos me apoyo sobro la cama, dejando que pueda besarme donde quiera, dejando a la altura de su boca mis dos montañas que muestran un par de pezones erguidos.

Sus manos están clavadas en mis caderas, moviéndolas a su tiempo y yo me dejo llevar por él.

Nuestra respiración comienza a acelerarse rápidamente al igual que sus embestidas. Llevo mi cabeza hacia atrás a tal punto que mi cabello cae sobre las sábanas y él se inclina para enterrar su rostro en el centro de mis senos.

Una corriente de placer comienza a recorrer mi columna vertebral y llega a cada rincón de mi cuerpo, a cada poro de mi piel.

Un grito cargado de satisfacción sale de mi boca y me aferro a él mientras dejo que el orgasmo inunde por completo mis sentidos.

Apoyo mi frente en su cuello, dejando que esa sensación tan cargada de éxtasis continúe haciendo de las suyas, hasta que un gruñido sale de lo más profundo de su garganta y se quede completamente quieto dentro de mi, apretándome más a su cuerpo, como si estuviera a punto de transpasarme.

Su elixir llena mi interior por completo y nos quedamos enroscados, abrazados, jadeando de amor y de placer, de cansancio y felicidad.

Nuestros pechos se mueven al mismo tiempo y nuestra respiración comienza a tranquilizarse conforme pasan los segundos.

Quiero quedarme así, con él sumergido dentro de mi, con su aliento cerca de mi oído y su cabello rozando la piel de mi hombro.

A los pocos minutos nos acostamos, frente a frente, sin separarnos, con mis piernas aún enroscadas en su cintura.

Siento que sus dedos comienzan a acariciar mi cabello, tratando de colocarlo en su lugar, y después de hacerlo me acerco a él para darle un pequeño beso en la punta de la nariz.

No sé cuanto tiempo a pasado, sólo sé que estamos cómodos, así, con su masculinidad en el interior de mi cuerpo y mis manos jugando en su espalda, haciendo círculos y formas en ella.

Es ahí cuando, decido abrir poco a poco mis ojos, adaptándome a la luz de la luna que entra por mi ventana.

Cuando los abro completamente, me encuentro con las dos más hermosas estrellas que he visto en mi vida.

Sus ojos.

Los tiene abiertos y me está observando fijamente. Su mirada tiene un brillo increíblemente hermoso.

No le digo nada, pero mi corazón comienza a latir rápido nuevamente por la emoción de ver sus ojos por primera vez.

Por mi rostro comienzan a caer una pocas lágrimas y suspiro profundamente porque ahora que veo sus dos ventanas al alma, sé que mi destino está junto a él.

Quiero despertar todos los días con la imagen que tengo frente a mi. Quiero ser lo primero que vea todos los días al despertar, quiero convertirme en su punto de visión. Quiero... quiero tantas cosas.

Sólo que existe un pequeño problema.

Dentro de pocos días tengo que regresar a mi país.

El dolor de sólo pensar en la lejanía se apodera de mi. No quiero irme, no quiero dejar esto.

Sin embargo pesar de esa agonía que insiste en arruinar mi momento, una pequeña sonrisa se apodera de mis labios, y él, al ver mi gesto y pasear su vista por todo mi rostro, pasa lentamente una de sus manos por mi mejilla para limpiar la humedad, y por primera vez viéndome directamente a los ojos, me habla en un susurro cargado de ternura para decirme lo que mi corazón ansiosamente necesitaba.

–Je T'aime, París.

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