Simplemente Vanesa

By RoxanaInk

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Es la quinta vez que Vanesa se muda de ciudad en quince años, y ya se está haciendo a la idea de que (otra ve... More

Capítulo 1. Desierto
Capítulo 2. Odio a los chicos
Capítulo 3. Charlas nocturnas
Capítulo 4. Daisy
Capítulo 6. Daisy & The Geeks
Capítulo 7. Lucas
Capítulo 8. Porros
Capítulo 9. Una actitud inusual
Capítulo 10. Nietzsche
Capitulo 11. Debate
Capítulo 12. Silencio
Capítulo 13. Jenna
Capítulo 14. Cerrar un círculo
Capítulo 15. Enanos y pitos
Capítulo 16. Una sorpresa desagradable
Capítulo 17. El nuevo alcalde
Capítulo 18. Todo mal
Capítulo 19. Mi hermano
Capítulo 20. Laia
Capítulo 21. Ty
Capítulo 22. El príncipe se ha cansado del azul
Capítulo 23. Chicas como yo
Capítulo 24. El efecto mariposa
Capítulo 25. El mago de Oz
Capítulo 26. Ojos de sapo
Capítulo 27. La regla de las tres cosas
Capítulo 28. Gato negro
Capítulo 29. La historia del caimán morado
Capítulo 30. V de Vendetta
Capítulo 31. Karma
Capítulo 32. Trenes A y B
Capítulo 33. Una no-cita
Capítulo 34. El hilo rojo
Capítulo 35. Cenicienta
Capítulo 36. Lydia Bennet era feminista
Capítulo 37. Hierba mala
Capítulo 38. La navaja de Ockham
Capítulo 39. La reina abeja
Capítulo 40. Prácticamente blanca
Capítulo 41. Almas malditas
Capítulo 42. Casar, matar o coger
Capítulo 43. Conectar los puntos
Capítulo 44. Sin querer queriendo
Capítulo 45. Placeres culpables
Capítulo 46. La cuenta atrás para la felicidad
Capítulo 47. Secretos oscuros
Capítulo 48. Conversaciones con el espejo
Capítulo 49. Una monja en apuros
Capítulo 50. El amor es la muerte del deber
Capítulo 51. Kitsuné
Capítulo 52. Dulce venganza
Capítulo 53. Una mierda con patas

Capítulo 5. Mi profe es idiota

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By RoxanaInk

Nuestra aula de matemáticas avanzadas se encuentra en el piso superior, cerca del taller de artes plásticas. Cuando Daisy y yo entramos, por la megafonía ya suena el himno a la bandera y nuestros compañeros están parados con una mano sobre el corazón, cantando orgullosos.

Las dos nos quedamos quietas hasta que termina el himno, y luego entramos cabizbajas bajo la mirada desdeñosa del profesor. Es calvo, alto y lleva un bigote negro parecido a el de Hitler, y tengo la sensación de que sus penetrantes ojos oscuros se clavan en mi espalda con odio cuando le paso por delante y me siento en la última fila a la derecha, al lado de Daisy.

Seguro que es racista, pienso, mientras el hombre se vuelve hacia la pizarra e indica con un dedo unas frases escritas con tiza blanca. Desde aquí no las leo, probablemente me tendría que poner gafas, pero tampoco hace falta, porque Mr Hitler (ajá, me gusta dar apodos a los docentes), la lee en voz alta:

-En una empresa de traducción hay 84 empleados, y cada uno de ellos conoce por lo menos un idioma entre chino y japonés; además, el 20% de los que hablan japonés hablan también chino, y el 80% de los que hablan chino hablan también japonés. ¿Cuántos son los empleados que conocen ambas lenguas?

El profe volea hacia nosotros y nos mira uno a uno. Veo como se detiene cuando sus ojos, dos inexpresivos pozos negros, hacen contacto con los míos.

-Cada día que tendréis clase conmigo-, empieza, y me quita los ojos de encima, -les dejaré una pregunta como está escrita en la pizarra. Al final de la clase, si alguien ha logrado encontrar la respuesta correcta obtendrá un más. Tres más al final del semestre se transformarán automáticamente en una A en vuestro reporte. Sin embargo, tres menos equivaldrán a una F, y nadie quiere una F, ¿verdad?

Echa un último vistazo general y luego nos indica a Daisy y a mí con un amplio gesto de la mano.

-Las dos señoritas de allá atrás serán las primeras en ganarse un menos por haber entrado con retraso. Otras formas de ganar un menos son...

-Pero Mr Smith, ¡solo han sido dos minutos! - protesta Daisy, y el profe niega con la cabeza.

-Soy intransigente sobre el tema de la puntualidad. Por favor, señoritas, díganme sus nombres, así puedo señales sus menos en el registro.

-Daisy Sinclair- se rinde mi nueva amiga, mirando fijamente a su pupitre.

-Vanesa Gutiérrez- digo yo, molesta, y Mr Hitler repite nuestros apellidos en voz alta antes de ponernos los menos.

Oigo como se equivoca pronunciando mi apellido, y esto me molesta bastante. Mucha gente lo hace, sin embargo, hace un par de años, a mí no me molestaba. Fue mi padre quien me hizo notar que nosotros los latinos nos tenemos que esforzar mucho para aprender inglés, y que lo mínimo que pueden hacer los estadounidenses para compensar es pronunciar nuestros nombres y apellidos decentemente.

-Señorita Vanesa- empieza Mr Smith, -eres nueva en este instituto, así que empezaré por contarte que mañana tendremos examen sobre el programa del año pasado, como hacemos siempre. Será sobre ecuaciones e inecuaciones fraccionarias, sistemas de ecuaciones y radicales. Si te encuentras en dificultad porque no has tratado alguno de estos temas en tu vieja escuela, puedes tomar en consideración la opción de apuntarte a un curso de matemáticas menos exigente.

El hombre me sonríe, pero se ve tan forzado y falso que me entran ganas de vomitar sobre el pupitre.

¿Cómo se atreve a "sugerirme" de cambiarme de curso sin ni siquiera saber si soy buena estudiante o no?

Y no me vengas a decir que lo ha hecho para no ponerme en dificultad, porque ahora todos mis nuevos compañeros me miran de reojo y se ríen entre ellos ante mi cara furiosa.

Mr Smith también debe notar mi rabia, porque se retuerce las manos incómodo y me pregunta: -¿Quieres presentarte, Vanesa?

Yo me levanto como un resorte antes de que pueda decirme que no hace falta.

-Ya he estudiado todos los temas que ha mencionado anteriormente en mi vieja escuela- suelto, casi vomitando las palabras, -y estoy segura de que el examen de mañana me irá más que bien. Además, ya tengo la respuesta al problema de hoy.

Todos me miran sin aliento, y yo leo la respuesta que me he apuntado en mi cuaderno mientras el profe estaba ocupado recordándome que no merecía estar en su clase.

Mr Smith parpadea dos veces antes de admitir: -Es correcto.

Fijo mis ojos en los suyos, sin pestañear, y un chute de adrenalina me recorre las venas. Lo estoy haciendo sentir como una mierda, ¿verdad que sí?

-¿Algo más que añadir a tu heróica presentación? - se burla el profe, y una sonrisita malévola florece en mi rostro como si fuera primavera.

-Sí. Llámeme Vi, por favor.

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