Esclava

By Nicolebrayden

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Libro 2 Saga Mentiras. El tiempo no ha dejado de moverse, los enemigos se acercan. Ángel y Alex no tienen un... More

Sinopsis
Trigger Warnings
Multimedia
Prefacio
Prólogo.
1 | Celos.
2 | Un buen padre.
3 | Culpa.
4 | Funeral.
5 | Trato.
6 | Lejanía.
7 | Estallido.
8 | Huida
9 | Encuentro
10 | Ataque
11 | Culpa.
12 | Desición.
13 | Castigo
14 | Esclava
15 | Muerte
16 | Sangre por sangre.
17 | Canción
18 | Recuerdos a la basura.
19 | Declaración de amor.
20 | Pérdida.
21 | Promesa
22 | Reclamos
23 | Contacto
24 | Baños
25 | Tratamiento
26 | Confesiones
27 | Viaje.
28 | Castigos

29 | Primer castigo

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By Nicolebrayden

"El dolor y el placer van de la mano"


Alex.

— Alex, ¿sabes que tratar mal a tu esposa es considerado un delito penado por la ley?

— ¿Ah, sí?

— Sí, marido.

Ángel sigue intentando hacerme desistir mientras cargo con ella hacia un lugar que conoce demasiado bien, incluso diría que ha olvidado el hecho de que poseemos esta habitación. Una vez abro la puerta, ella jadea y se aferra a mi cuerpo con fuerza, pegando sus pechos al mío.

— Esas hermosas tetas no me harán desistir — gruño, entrando y empujando su cuerpo contra la pared.

La he estado sosteniendo en brazos pero necesito tocarla, necesito sentirla, abrazarla y fundirme en ella. Hemos hecho las paces y ondeado banderas blancas, es momento de reconciliarnos de la forma en la que solemos hacer.

— Alex... — su voz se pierde entre nuestros besos y mi polla palpita a medida que enredo sus piernas en mi cintura — mmm — acaba de jadear porque he mordido su labio inferior y he tirado de él con fuerza.

— ¿Sabes lo cruel que fue alejarme de ti de esa forma?

— Sí — jadea — lo sé.

— Me rompiste, Ángel.

— Lo sé — susurra.

— Tienes ese maldito poder sobre mí.

Ella me mira, sus ojos se han cristalizado. No quería llevar esta conversación hacia la parte triste. Quiero hacer esto excitante para ambos. Un juego más. Con mis manos, acuno su rostro y limpio sus lágrimas con mi pulgar.

— No llores — susurro, dejando mis labios sobre los de ella — yo cargaré con la mitad de la culpa de nuestros errores — le digo — pero tú cargarás con la otra mitad, ¿verdad, mi amor?

Ángel asiente — sí...

— Porque eres una buena chica, ¿verdad?

— Sí — acepta, dejándose besar de nuevo.

— Te explicaré las reglas. Es simple.

— Ahá.

— Doce meses....

— Doce castigos — jadea.

— Eso es, mi amor. ¿Sabes cual es el primero?

Ángel niega. Así que arrastro una silla de la zona del bar hacia una parte reformada del cuarto rojo. Guío a mi esposa hacia una tarima redonda y me acerco a encender las luces y tomar el control de la música. Solo entonces, Ángel comprende dónde está parada.

Es una barra de metal que llega desde el suelo hasta el techo, con luces de neón a su alrededor.

— ¿Ves esto que tengo en mi mano? — ella asiente — es un control para la música, cuando la música esté sonando, tienes permitido moverte, cuando no lo haga, te detendrás en la posición en la que estés y debes mantenerte en silencio.

Puedo ver el brillo en sus ojos y la forma en la que sus pies se mueven con nerviosismo. Le excita toda esta situación.

— ¿Que se supone que debo hacer aquí?

Su maldita voz inocente resuena en toda la habitación, agitando mi ya jodida polla. Desvío mi rostro de ella por un segundo antes de volver a mirarla. Luego me acerco en grandes pasos y rodeo mi brazo alrededor de su cintura para atraerla hasta mi pecho, mi mano libre la aprovecho para hundir mis dedos en su hermoso trasero. Ella gime, extasiada por nuestra cercanía. Mis labios se estrellan en los de ella sin previo aviso, pero se acomoda a mí de forma rápida, permitiendo ese frenesí que siempre nos envuelve.

Cada vez que nos unimos de esta manera, descubro algo nuevo, por eso nunca logro sentirme saciado de ella.

Finalmente, tras largos segundos, logro separarme de ella lo suficiente como para dejarla respirar. Siempre soy yo quien nos separa, ella nunca lo hace, incluso si está quedándose sin aire, Ángel nunca es la primera en alejarse.

— Sabes lo que tienes que hacer — le digo, acunando su rostro con una mano — ¿verdad, mi amor?

— Sí — asiente — bailar para ti.

— Bailas, te desnudas y cantas para mí.

Ella mueve la cabeza de arriba a abajo con rapidez — sí — asiente, noto el nerviosismo en su voz.

— Todo. Para. Mi. ¿Entendido?

Ella vuelve a asentir, pero quiero agregar nuestra antigua tradición.

— Sí, ¿qué? — gruño, enredando su cabello en mi mano y tirando de él.

Ángel abre la boca y jadea, veo cómo muerde sus labios y los suelta lentamente. Provocándome.

— Sí, amo.

— Ahora dame lo que quiero — le ordeno, soltándola.

Ella jadea y cuando la suelto, cierra los ojos por un segundo. La noto mirándome hasta que me acomodo en la silla que he puesto frente a la tarima. Tomo el mando en alto y enciendo la música. Ella inspira una bocanada de aire y se deja llevar por el sonido de la música.

Hoy lleva un conjunto de camisa blanca y falda negra de pliegues. La mayoría del tiempo le gusta enfundarse en vestidos de niña buena y estoy bien con eso, pero cuando decide usar algo tan pequeño, transparente y ajustado... logra volverme loco.

Los movimientos de Ángel en la barra son audaces, tranquilos pero llenos de picardía. Veo cómo menea su maldito trasero para levantar su falda y dejarme ver sus bragas. Tengo que abrir más las piernas y obligarme a mí mismo a relajarme para no perderme en sus contínuas provocaciones.

En un momento dado, cuando ella está con las rodillas separadas y apoyadas en el suelo, con el culo apuntando en mi dirección y su falda más subida de lo debido, detengo la música y ella se queda quieta. Sus manos están aferradas a la barra y veo cómo agacha la cabeza y relaja los hombros en cuanto siente que estoy detrás de ella.

Me he levantado solo porque necesito tocarla, paso mis manos por su espalda y siento su respiración dificultándose, pero no se mueve. Dejo el control de la música al lado de su rodilla solo para poder inclinarme sobre ella y besar su nuca. Es un punto sensible para ella porque jadea y vuelve a tensar los hombros.

— Te dije que tenías que desnudarte, ¿no lo entendiste, princesa? — demando muy cerca de su oreja.

Ella se remueve, nerviosa. Acerco mis manos a su falda y deslizo el cierre hacia abajo. Pensaba romper el resto de la tela pero esta se puede separar del todo. Una vez alejo la falda lejos de nosotros, meto una de mis manos entre las piernas de Ángel y busco su sexo. Ella no resiste ese simple toque, aleja ambas manos de la barra y se aferra a mis brazos.

Con mi mano libre totalmente abierta, acaricio la preciosa nalga de Ángel. Ella mira mi mano y suspira. Noto cómo cierra los ojos y se prepara. Una vez azoto su trasero, escucho el jadeo escapando de sus labios.

— Dime un tipo de flor.

Ella duda, se tiene que girar para mirarme — tulipán. ¿Por qué?

— Vuelve a poner las manos en la barra, princesa.

— Pero quiero saber....

¡Zas!

Otro azote. Ángel jadea esta vez, sus ojos me miran, quiere replicar, pero apoya las manos en la barra de mala gana y no dice nada más pese al mohín en sus labios.

Con mis dedos, acaricio sus labios y ella se frota contra mi mano sin ganas de perder oportunidad.

— Joder, Ángel, estás empapada — gruño, hundiendo mi nariz en su cuello y besando la piel de sus hombros.

En cuanto tomo su clítoris en mis dedos, Ángel pierde cualquier control sobre su voz y empieza a jadear. Pequeños lloriqueos salen de su boca y su cabeza se mueve de un lado a otro intentando no moverse demasiado.

— Alex... — susurra.

— ¿Cómo me has llamado? — demando, presionando mis dedos alrededor de su clítoris con más énfasis.

— Amo.... — susurra — dije... amo.

— Eso es... te quedan días muy largos por delante. No vuelvas a cometer el mismo error.

— No lo haré — jadea — pero... ¿puedo besarte?

Muerdo mis labios y respiro con fuerza. Alejo mi mano del sexo de mi mujer y me acerco a tomar sus muñecas. Ella se deja llevar hasta que la tengo apoyada en el suelo de la tarima, de piernas abiertas y con sus manos por encima de su cabeza. Una vez estamos cara a cara, acerco mis labios a los suyos y escucho sus gemidos.

Siempre he deseado a esta mujer, pero sentirme deseado por ella en respuesta es algo jodidamente agradable. Ángel no solo ve mi cuerpo, ve más allá. Ella está enamorada de mí pese a saber la clase de hombre que soy. Conoce a la perfección mis manías, mis defectos... y aún así, me ama.

— Maridi... — su voz se apaga, echa un vistazo en mi dirección, aclara su garganta y vuelve a abrir la boca — amo... tócame.

— ¿Cómo puede una sumisa exigir de esa forma a su dueño?

Ella ríe, enreda sus piernas alrededor de mi cintura y sus brazos en mi cuello — porque te quiero mucho, maridito.

— Olvídalo, no estamos discutiendo sobre esto — suspiro — vas a tener que girarte, mi primer castigo es que no pienso dejarte tocarme y besarme mientras hago que te corras de una forma sucia, ruda y cruel.

Ángel traga fuerte, sus ojos me observan por un momento antes de girarse lentamente — está bien, señor.

Una nalgada cruza su trasero y ella intenta cerrar las piernas, acción que no le permito al tener tomado uno de sus muslos.

— Repite.

— Sí, amo — jadea.

A mi preciosa esposa le gusta jugar, así es como hemos vivido hasta ahora, sin embargo, tiene un límite.

Una vez la tengo en cuatro, con las piernas abiertas y su pequeño y húmedo coño expuesto, dirijo la yema de mis dedos por sus muslos hasta llegar a sus labios. Ángel jadea y suspira al sentirme de esta forma. Sin previo aviso, meto tres dedos en su interior, hasta el fondo. Ella grita y tengo que volver a azotarla por desobedecer.

— ¿En qué quedamos? — demando.

Me he inclinado sobre su cuerpo y apoyado mi mano libre a un lado de su cabeza, con la otra todavía estoy penetrándola.

— Perdón, amo — jadea.

Ángel está mordiendo sus nudillos para mantenerse en silencio y no me pasa desapercibido el brillo en sus ojos. Estoy introduciéndome tan dentro de ella como puedo en un fuerte vaivén, eso le está provocando tanto dolor como placer. Aunque diría que es más lo segundo, porque momentos más tarde Ángel está empezando a doblegar su cuerpo.

— Si quieres correrte tienes que pedir permiso — le recuerdo.

Ella gruñe, muerde sus labios y lucha por abrir la boca — por favor... — suplica entre fuertes gemidos — déjame correrme, Alex. Por favor... — esto último sale en forma de lloriqueos de su preciosa boca.

— ¿Quieres correrte, princesa?

— Sí, sí quiero...

— ¿Vas a volver a alejarte de mí?

Ángel se contorsiona, más gemidos empiezan a salir de su boca — no, no lo haré de nuevo.

— ¿Por qué?

— Porque eres mi dueño.

— Eso es — sonrío, deteniendo los movimientos de mis dedos en su interior, ella jadea en protesta y mueve sus caderas, tengo que detenerla sujetando sus manos con la otra libre — eres mía. Y lo que es mío no puede alejarse de mí, ¿no estás de acuerdo?

— Estoy de acuerdo — sisea, volviendo a intentar reanudar el movimiento en sus caderas, vuelvo a detenerla, afianzando mi agarre en su cintura — amo... — protesta.

Con una sonrisa, beso la mejilla de Ángel y me alejo de ella. Saco mis dedos de su interior y no puedo evitar sonreír ante sus protestas. Una vez me he acomodado en la tarima, mis ojos se encuentran con los suyos.

— Ven aquí.

Ella se mueve con rapidez cerca de mí, acomodo a Ángel a horcajadas sobre mí, con su espalda contra mi pecho y su cabeza apoyada en mi hombro. Con mis manos acaricio sus pechos por encima de su camisa hasta tomarla por ambos lados y rasgar la tela, rompiendo los botones en el proceso. Quiero sus tetas expuestas a mí y necesito vía libre para ello.

Ángel no protesta cuando rompo su sujetador también, todo sea por acunar sus preciosas tetas entre mis manos. Ella se ve feliz.

— ¿Puedes tocarme, amo?

— ¿Dónde, princesa?

Entonces palidece, porque nunca le ha gustado decir palabras sucias saliendo de su boca. A ella le gusta escucharlas y disfruta de mi boca, pero no le gusta decir obscenidades. Pero como está siendo castigada, eso ya no importa.

— Dónde — repito.

— En mi... abajo.

Sonrío y niego con la cabeza, clavo mis dedos en la piel de sus muslos y le obligo a abrir las piernas — vamos a practicar en esa boca sucia, ¿entendido?

— Entendido — acepta, feliz porque se ha salido con la suya.

Sin más palabras entre nosotros, tomo el coño húmedo de mi mujer y empiezo a tocarla. No pienso meterle los dedos esta vez, porque no hace falta, en apenas pocos minutos, Ángel está clavando sus uñas en mis brazos y restregándose contra mi mano mientras se corre.

Tengo que sostenerla entre mis brazos para evitar que se caiga hacia adelante hasta que vuelve en sí, sus piernas siguen temblando pero ella ya empieza a respirar con más tranquilidad.

— ¿Ese es el primer castigo?

Una sonrisa se forma en mis labios y por la forma en la que ella abre los ojos, puedo asegurar que esto es solo el principio, he preparado un castigo por cada día que va a pasar aquí dentro y cada vez aumentaré más la intensidad hasta tenerla perdida en un completo mar de sensaciones nuevas para ella.

Esto será jodidamente divertido y placentero.



Angel.

Entendí el primer castigo después de que Alex me diera mi cuarto orgasmo solo con la ayuda de sus dedos. Me había parecido un juego divertido al principio, ya no más. Él está dispuesto a llevar estos castigos a cabo.

¿El primero?

Cero contacto.

No va a darme mimos, ni besos ni su polla en el tiempo que dure el primer castigo, tiempo que desconozco todavía. Cuando sus manos se posan sobre mí de nuevo, intento empujarlo, porque no me gusta esto. Es decir, es excitante, pero está empezando a agobiarme no poder tocarlo y él tampoco me ha besado en absoluto.

— Qué tienes — exige, lamiendo mi piel desde el inicio de mi clavícula hasta mi mentón.

— Quiero mimos.

Alex suspira, le veo dudar ante sus posibilidades y finalmente rodea su brazo alrededor de mi cintura, tira de mí para tenerme cerca de él y une sus labios a los míos. Es un beso suave, nada comparado a cómo sus manos se han movido contra mi cuerpo hasta ahora.

— ¿Es muy difícil para ti?

— Sí... — jadeo — porque no quieres besarme.

Alex se debate, veo la duda en sus ojos y finalmente toma mi cuerpo para acomodarse a horcajadas sobre él. Sus labios buscan los míos y nos funde en un beso. Mis manos se aferran a sus hombros y suspiro, aliviada.

— ¿Mejor?

— Sí, mejor.

Él rueda los ojos y vuelve a dejarme encima del suelo duro de la tarima pero lo hace con tanto cuidado que es como una caricia más.

— Tenemos que seguir con el castigo, princesa.

Lo miro, es la forma que utilizo cuando algo no me gusta e intento hacerle ceder. Él lo sabe, porque desvía los ojos de mí y suspira. Veo cómo pasa una mano por su cabello en su estado de irritación.

— Ven conmigo.

Siempre ha habido algo en su maldita voz que ha logrado mantenerme en ese punto. Odio que me den órdenes, pero... ¿Si me las da él? Solo tengo ganas de obedecer.

— Sí — susurro.

Alex apenas me guía unos metros de distancia. La última vez que estuve aquí este lugar me pareció más pequeño, pero ahora se ve más grande y organizado. El muy loco ha tenido tiempo para reformarlo y se ha esforzado en ello. Seguramente lleva planeando esto durante meses, loco.

— Aquí — me advierte — de rodillas en el suelo, ahora.

Oh, Dios... no puedo con su tono autoritario. Cada vez que me habla así mi sexo se contrae.

Cuando caigo de rodillas en el suelo, solo espero a por la siguiente órden, pero no llega. Alex ata mis manos en lo que creo, son cadenas. Después, escucho el sonido de su corbata deslizándose. Se la acaba de sacar, estoy segura de ello. Muevo los brazos por inercia, pero no puedo hacer nada cuando pasa la corbata por delante de mí. Lo hace solo para mostrármela. Cierro los ojos, esperando a que quiera vendarme los ojos con la tela, pero no lo hace, en su lugar, es mi boca quien recibe la tela.

Gimo, porque esto no me lo esperaba. Siempre está jugando un paso por delante, debo admitirlo. Una vez ha atado mi boca, muerdo la tela y lo observo, él sonríe.

— Me lo agradecerás — asegura.

Alex se da la vuelta, camina en dirección a una de las paredes y presiona un botón. Por un momento me quedo observando su alta figura, casi son dos metros de hombre en camisa blanca y pantalones negros de vestir. La forma en la que se arremanga la camisa hasta los codos también es... excitante. Todo él es atractivo.

En silencio, observo cómo, frente a él, se eleva una maldita estantería llena de cosas que no había visto en mi vida. No me llamo a mí misma una chica inocente, pero Alex es seis años mayor que yo. Y la experiencia no es algo que se pueda comprar, además, mi marido es un loco, sexualmente hablando. Solo hace falta ver la cantidad de cosas que hay en esa estantería, no puedo decir para qué sirve cada cosa más allá de los vibradores.

— ¿Por qué me da la sensación de que estás pensando cuán loco es tu marido? — pregunta Alex cuando se da la vuelta.

Veo la sorna en su voz y esa sonrisa torcida que pone cada vez que sabe que tiene razón. Ignoro su voz y me centro en él. Trae algo entre las manos que no me deja ver, pues lo esconde detrás de él.

— Blanco o marfil.

Mi ceño se frunce — marfil, odio las cosas ordinarias.

Alex rueda los ojos y entonces se pone de rodillas en el suelo, su rostro está tan cerca del mío como para poder notar su aliento en mi nariz.

— Derecha o izquierda.

— Derecha — contesto.

Está enfadándose porque puedo hablar aún con su mordaza improvisada en mi boca, señal de que no la ha presionado con la suficiente fuerza. Miro en su dirección intentando esbozar una sonrisa. Entonces él me enseña lo que hay detrás de su mano, es un vibrador, uno grande y ancho. Diría que es del tamaño de su pene, pero no estoy segura.

— Es una copia de mi polla, por si tienes curiosidad — admite.

Mis ojos se abren. Alex pasa la punta de silicona del objeto por mi nariz y hacia abajo, rozando esa monstruosidad por encima de uno de mis pezones hasta llegar a mi sexo, ya húmedo pese a no hacerme nada.

— ¿Sabes lo que voy a hacer?

Niego — voy a accionar este pequeño aparato — "Pequeño" mis ovarios. — Y cuando lo haga, te dejaré disfrutar de él. Sin embargo, si quieres correrte, vas a tener que pedírmelo, fácil, ¿Verdad?— asiento — el único problema — dice, deteniéndose. Ha dejado el vibrador en el suelo, demasiado cerca de mi seño, puedo notar su punta en mi clítoris. Alex acerca sus manos de nuevo a mí, y entonces puedo ver un segundo objeto, es una venda con la que cubre mis ojos antes de que pueda reclamarle al respecto. Una vez lo hace, siento sus manos de nuevo en la corbata amordazada alrededor de mi boca. Alex besa mi mejilla — es que no sé cuánto podré entenderte con esta cosa en la boca — se burla, ajustando la tela con más fuerza alrededor de mi cabeza.

Lanzo algunas palabras en protesta, pero se convierten en gemidos sin sentido.

— Esto va a ser muy divertido, mi amor — asegura.

Está jugando sucio, desgraciado.

Tomo aire hasta sentir sus manos en mi piel. Alex acaricia mis pezones y cintura antes de dirigirse a mis partes íntimas.

— Cielos, señorita, tu coño ya está demasiado mojado — se burla.

Cierro los ojos, aunque él no pueda verme, siento menos vergüenza de esta manera. Alex acerca el objeto a mí y en respuesta, alejo el mío, por lo que él tiene que tomar mi cintura y volverme a mi lugar. Un azote cruza mi trasero antes de sentir la punta de vibrador entrando en mi interior.

Me siento más sucia todavía porque puedo sentir la ropa de Alex rozando con mi piel desnuda. Él sigue vestido y ser la única sin ropa convierte a esta situación en algo todavía más sucio.

Una vez siento todo el aparato en mi interior, gimo con fuerza y suspiro.

— ¿Se parece a mi polla, princesa? — Asiento y él clava sus dedos en mi trasero, acercándome más a él — ¿Quieres que lo ponga en funcionamiento? Tiene seis niveles.

Muevo mi cabeza y Alex no se mueve — es que no te entiendo, mi amor.

— She... Quero — jadeo.

Puedo notar mi saliva empapando su corbata. Presiono la tela con mis dientes y respiro. Esto será largo.

— No te veo muy convencida.

Vuelvo a asentir — por... favosh.

— Está bien.

Una vez escucho el botón de encendido, me relajo y empiezo a sentir el habitual cosquilleo del objeto en mi interior. Dejo caer mis brazos todo lo que puedo e incluso acomodo mis caderas para introducir el objeto todavía más dentro de mí. Es exactamente el mismo grosor y tamaño que el pene de Alex pero no se siente igual, este es más liso, el de Alex es más... duro.

La intensidad va subiendo, poco a poco, Alex se deleita tocando mis pezones y metiéndolos en su boca para morderlos. Sus manos están por todo mi cuerpo, al igual que su boca. También noto su erección en mi estómago. Esto merece mucho autocontrol por su parte, porque significa que tiene que soportar el no follarme.

— ¿Estás a punto, verdad?

Su voz me trae de vuelta a la realidad, porque sí, estoy casi a punto. Pero entonces todo se detiene y Alex toma un puñado de mi cabello para atraerme hacia él.

— ¿No te dije que rogaras si querías correrte, pequeña zorra?

Algo en mí se mueve, tiro de las cadenas y jadeo al no poder llegar al orgasmo. Intento forcejear y esta vez siento un golpe en mi trasero, pero no es de la mano de Alex, es otra cosa. Una vara o algo más, no lo sé, no puedo saberlo porque no veo.

— Por favor, amo, quiero correrme — pero esas no son ni de cerca las palabras que salen de mi boca.

Alex ríe — esfuérzate más — me ordena.

Intento de nuevo, sin embargo, sigue siendo el mismo resultado. Gemidos absurdos saliendo de mi boca y un azote de esa cara en mi culo como respuesta. Alex sigue teniendo mi cabello entre sus manos.

— Por... favor — jadeo, mi sexo duele porque me he quedado a medias.

— Dime qué es lo que quieres, zorra.

De nuevo esa maldita palabra. Debería sentirme asqueada por cómo se refiere a mí. Esa forma sucia es algo nuevo, hasta ahora Alex solo se ha referido a mí con palabras dulces, pero esto... su boca tiene un nuevo nivel.

— Quiero...

Alex tira de mi cabello. Me encanta, siento el tirón pero no me duele, me excita.

— Esta zorra — dice, esperando que siga sus palabras.

— Ista... zorra.

— Le pide a su amo.

— Le... — suspiro, porque acaba de volver a activar el vibrador, esta vez, a toda potencia, logrando hacerme gritar — ¡Suplico! — chillo.

El vibrador se detiene de nuevo — Adelante, acaba — me dice.

— Co... correrme.

Alex ríe — de verdad que me gustaría complacerte, princesa, pero no logro acabar de entenderte — se lamenta con fingida pena brotando de esa sucia boca suya.

Jadeo y protesto moviendo mis hombros, en el proceso, el nudo de la corbata se deshace y puedo empujarla con mi lengua fuera de mi boca. Es solo un segundo antes de que Alex deje todo lo que estaba sosteniendo en sus manos y se apresure a por la corbata, pero es tarde.

— ¡Quiero correrme! — chillo — ¡Déjame correrme, amo!

Alex se detiene, la corbata vuelve a estar en mi boca y escucho su débil risa. Alex no se mueve por un momento, pero luego escucho el sonido de su cuerpo. Cierro los ojos, esperando su reacción, él vuelve a encender el vibrador sin decir nada. Los minutos pasan y me ayuda a llegar al orgasmo con sus dedos.

Una vez he acabado, escucho el sonido de las cadenas y él me guía hasta algo. No sé el qué, bien puede ser una mesa. Apenas me estoy recuperando del orgasmo pero él no tiene contemplaciones conmigo. Su mano va directo a mi cuello, donde refuerza una presión más enérgica de lo normal.

— Las manos delante, si te escucho gritar, solo recibirás un azote más. ¿Entendido?

— Sí, amo.

¿Estoy asustada?

No

¿Excitada?

Sí.

Tal vez por eso hacemos una buena pareja.

Alex no me ha sacado ni la venda de los ojos ni el vibrador del coño, pero no hace falta que lo haga. Me gusta estar así. Él vuelve a activar el vibrador y respiro para prepararse ante una nueva oleada de placer, sin embargo, él aplasta mi cuerpo hacia adelante, hasta tener mis tetas presionadas en la superficie plana.

¡Zas!

Un azote llega a mí. Es esa maldita vara otra vez, estoy segura. Un segundo golpe, esta vez, en el otro lado. Alex continúa, tres, cuatro, nueve azotes después, logra su cometido junto a un nuevo orgasmo. Chillo con fuerza y antes siquiera de cerrar la boca, otro azote pica la piel de mi trasero.

— Dime qué es lo que no vas a volver a hacer — susurra en mi oreja.

— Yo no... — jadeo.

Estoy demasiado excitada para pensar. Esa mezcla de dolor y placer me ha dejado en las nubes.

Otro azote en mi trasero, esta vez logro volver un poco en mí — no lo haré más — digo.

— El qué — exige, de nuevo, otro golpe.

Va a volver a llevarme al orgasmo de nuevo con tanto azote.

— No volveré a hacer trampa, lo prometo.

Alex se detiene, sus labios están pegados a mi oreja — ¿Por qué debería creerte?

— ¿Por qué soy tu perra?

Él se detiene de nuevo, sus manos dejan escapar la vara, lo sé porque escucho el ruido de algo cayendo al suelo y no es el vibrador, porque ese sigue atascado en mi jodido sexo caliente y palpitante.

— Eres una maldita tramposa, Ángel — gruñe.

Ahora se está concentrando en acariciar mi trasero y dejar besos por mi espalda. Durante unos segundos anhelo de nuevo el calor de su cuerpo contra el mío pero él vuelve casi enseguida. Su siguiente paso es tomarme por la cintura y darme la vuelta. Con cuidado, retira la venda de mis ojos.

Ahora puedo verle. Aunque desearía no hacerlo, Alex tiene las manos en el vibrador y está volviendo a subir las vibraciones del aparato. Nuestros ojos se encuentran mientras pasa sus dedos por mi pezón izquierdo y lo retuerce en sus dedos. Cualquier persona que lo viera desde fuera, pensaría que está torturándome. Pero me encanta lo que hace con ellos, retorcerse, morderlos, pellizcarlos... adoro sus manos sobre mis tetas pero es algo que no voy a reconocerle nunca.

Muevo mi cuerpo cuando noto cómo se acerca un nuevo orgasmo dentro de mí, Alex lo sabe y tira de mí hasta tenerme en el borde de lo que parece una mesa. Sus manos se apoderan de mis muslos, enredándolos alrededor de su cintura.

— Vamos a ayudarle, ¿no crees?

No entiendo sus palabras hasta que se recuesta sobre mí y con ayuda de su pelvis, presiona el vibrador más dentro de mí. Tengo que aferrarme a su espalda para no perder el norte. Sus embestidas no ayudan en absoluto al torbellino en mi estómago.

— Joder, Alex — gruño.

— Qué boca tan sucia — protesta, besando mis labios.

El castigo ha acabado, aunque sus embestidas no. Alex sigue empujando ese maldito aparato en mi interior hasta que clavo mis uñas con fuerza en su espalda, él embiste una última vez y dejo que la corriente eléctrica de sensaciones invadan el resto de mi cuerpo.

Paso algunos momentos gimiendo y luego relajo mi cuerpo.

— ¿Vas a decir que ese aparato te folla mejor que yo? — Alex parece tener los sentimientos heridos cuando me levanta para extraer el vibrador de mi interior y lo pone en alto frente a mí — está empapado — puntualiza.

No era necesario, porque puedo verlo, pero que lo diga logra ponerme roja.

— Tu no vibras — contesto.

Él pasa la punta de su lengua por el interior de sus dientes — no has aprendido la lección, ¿verdad?

— Era broma — me apresuro a decir, cuando él recoge la vara del suelo. No me ha hecho falta verla para saber qué era esa cosa — pero si tanto te duele, a lo mejor tendrías que empezar a vibrar.

Alex se aparta un poco de mí, aunque su mano todavía sigue en mi espalda. Él hace un ademán con su mano — adelante, corre, te voy a dar tres segundos de ventaja antes de ir por ti.

Después de perseguirme por toda la habitación roja, Alex logró atraparme cuando me disponía a salir. Es decir, no iba a hacerlo, pero pude ver el pánico en su rostro antes de atraparme. Él quiere seguir jugando tanto como yo.

Una vez en la cama, él besó mis labios tanto como pudo, logrando calmar mi corazón al demostrarme que también estaba ansioso de mí.

— ¿Quieres comer?

— ¿Hamburguesitas?

— Hamburguesas...

No se veía muy feliz de complacerme, pero tras salir de la habitación, Alex regresó minutos más tarde con una caja llena de comida.

— ¿Podemos ver películas, maridito?

— Podemos — dice, acomodándose de nuevo en la cama, a mi lado.

Decido ponerme tan cerca de él como puedo y meto mi cabeza en su cuello, donde aspiro su aroma. Alex respira con fuerza y presiona su mano en mi cintura, pegándome un poco más a él, de ser posible.

— Descansa, este solo era el primer castigo.

Con una patata en mi boca, lo examino por un segundo — qué malo.

— ¿Ah, eso crees? Porque puedo empezar el siguiente castigo ahora mismo.

Rápidamente niego con mi cabeza y lo abrazo — no marido, déjame descansar. ¿Sí?

— Algún día voy a poder contra esa voz de niña malcriada que me pones para manipularme.

— Bueno, puedes intentarlo tanto como quieras.

Alex rueda los ojos — deja de hablar y mira la película.

— Marido me tienes que poner crema en mi trasero, me has hecho daño de verdad.

— Ni siquiera está rojo.

— Igual me duele.

— Ángel, eres un grano en el trasero.

— ¿Ya no me amas?

— Tráeme la crema, a ver.

— No, tú tienes que ir por ella, yo estoy aquí castigada.

Alex lleva una mano a su cara y veo cómo lucha por no perder la paciencia, luego toma mis mejillas con esa misma mano y me llena de besos.

— Te prometo que un día voy a poder contigo.

— Me traes mi pijama también — le digo cuando lo veo caminar hacia la salida de nuestro cuarto de juegos.

Él no responde, pero su cara es un gran mapa de enfado. Adoro que sea así, por muy gruñón que sea, acaba haciéndome caso, fuera de la cama, al menos. 

He tardado como tres días escribiendo esto, ha sido algo bastante rápido pero me he bloqueado muchísimo. Deseadme suerte para salir adelante con los once castigos que restan y si podéis, por favor, enviadme ideas calientes. Fantasías, no lo sé, algo que refresque mi cerebro, siempre es bueno la idea de las lectoras. Aunque no lo creais, algunas veces saco ideas de vuestros comentarios, puede que algún día os confiese cuantas. 

Os adelanto que será un capítulo por castigo, así que durante once capítulos más, tendremos solo cosas sucias entre Alex y Ángel. Espero que eso no os aburra pero os daré una buena dosis de spicy antes de centrarnos en el tema principal de esta trama. Todavía no he revelado nada de la trama pero... supongo que muchas sabéis por donde va. 

Agrego que he estado leyendo los comentarios y muchas os quejáis de que Ángel nunca le pone un alto a Alex, muchas creéis que Ángel es abusada o que Alex se pasa como por ejemplo cuando le pellizca los pezones para que se esté quieta, así que estaré intentando que se vea que a Ángel le gusta esa clase de comportamiento en él. Es decir, si no le gustara eso, no le dejaría hacerlo, pero creo que a muchas no les ha quedado claro, así que vuelvo a repetir. Ángel es muy propensa a provocar a Alex porque le gusta que la castigue. 

Bueno, acabo por desearle suerte a Ángel, porque ahora sí que no va a poder caminar. Hahaha. 

Si podéis porfa, seleccionad este comentario y poned del 1 al 10, qué tan spicy os ha parecido. Así voy viendo qué tanto he mejorado. Gracias. 

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