La Musa de Fibonacci

Bởi Isabelavargas_34

27.8K 2.6K 207

Shannon y Dan forman la pareja perfecta: jóvenes, bellos, exitosos... pero sobre todo, enamorados y apasionad... Xem Thêm

1 SHANNON
2 DAN
3 SHANNON
4 DAN
5 SHANNON
6 DAN
Capítulo 7 SHANNON
9 DAN
10 SHANNON(+21)
11 AURELIO
12 SHANNON
13 DAN
14 SHANNON
15 SHANNON
16 DAN
17 AURELIO
18 SHANNON
19 SHANNON
20 DAN
21 SHANNON
EPÍLOGO

8 AURELIO

550 99 1
Bởi Isabelavargas_34


Ver el nombre de mi hija en la pantalla del teléfono móvil hace que contenga la respiración. Por regla general, no ocurriría nada; siempre hemos estado muy unidos y, a menudo, me llama simplemente para preguntar cómo me encuentro o cómo se encuentra su madre. Pero desde hace unos días hay un tema que nos preocupa a ambos. Y sé que ella iba a verse con ese inspector de policía, Leo Tugler.

Soy muy bueno en calar a las personas tan solo con un primer vistazo; los veo y sé si puedo confiar en ellos o no; de qué pie cojean o cuál es su punto débil. Pero con el inspector... Vi en él a un hombre íntegro, capaz, incisivo... y también peligroso. Sé que, si hay alguien que puede llegar a destapar lo que en realidad ocurrió aquel día, es él; ese día en el que ese hijo de mala madre, que una vez fue mi cuñado, se encontró cara a cara con su Creador.

Pulso el botón y respondo.

—¡Hija! —exclamo tratando de que no se note la preocupación que siento.

Hola, papá —me dice. Por su tono de voz ya sé que algo no marcha bien. Es algo que tenemos los padres; siempre sabemos cuándo a nuestros cachorros les ocurre algo.

—¿Ha pasado algo? ¿Estás bien?

La oigo chascar la lengua.

¿Vas a estar en casa?

Asiento sin pensarlo.

—Sí, sí. Claro.

¿Me invitas a comer?

Sonrío de forma inmediata.

—No necesitas invitación, cielo. Aunque ya no vivas aquí, esta sigue siendo tu casa. —Ella suspira y ese sonido no me indica nada bueno. Antes de que pueda decir algo más, mi impaciencia habla por mí—. ¿Qué quería el inspector? Porque habías quedado con él, ¿no es cierto?

—me responde sin paliativos, tal y como es ella. Lo ha heredado de mí y estoy sumamente orgulloso de ello.

—¿Y?

Voy para allá, papá. Hablamos en un rato.

Muy despacio, dejo el teléfono sobre la mesa de mi despacho y lo miro, como si hacerlo me ofreciera la imagen de mi hija con ese policía; como si se tratara de una bola de cristal en la que asomarme a lo que no puedo presenciar.

Tengo muy claro que, en cuanto ella llegue, me lo va a contar todo. No hay secretos entre nosotros, pero hasta que lo haga, mi cabeza no parará de elucubrar posibles argumentaciones y escenarios. Puede parecer una pérdida de tiempo y de esfuerzo, pero durante toda mi vida esto me ha ayudado a adelantarme a los acontecimientos. Alguien podría decirme que soy una persona calculadora y yo no se lo negaría. Para mí no es un rasgo negativo; por eso he llegado hasta donde estoy, por mirar más allá que los demás. Y es lo que pienso hacer con el asunto del entrometido inspector Tugler.

Mi hija llega tan solo media hora después. En su rostro veo que no trae buenas noticias. A pesar de ello, no quiero atosigarla ni transmitirle la sensación de que estoy ansioso por enterarme de qué se trata. Me da un beso en la mejilla y se cuelga de mi brazo, como suele hacer siempre. Sonríe, pero puedo apreciar que la sonrisa apenas llega a sus ojos.

—Ven, vamos al jardín a charlar. Hace un buen día —le digo. Y ella no se niega. Sigue mis pasos y salimos.

Fuera, el olor de la hierba recién cortada lo impregna todo. Caminamos en silencio hasta el banco que está colocado a la sombra de un gran árbol y nos acomodamos allí.

—He estado hablando con el inspector Tugler —suelta mi hija sin que yo tenga que preguntarle. Me preocupa la seriedad que veo en su semblante. No presagia nada bueno.

Asiento con la cabeza, pensativo.

—Ya veo. ¿Algo de lo que haya que preocuparse?

Es más una frase hecha que otra cosa, porque sé que no estaría aquí en caso contrario.

—¿Has oído hablar de que Raül tenía una novia? ¿O una amiga?

Trato de rebuscar en mi memoria. Lo cierto es que me importaba bien poco ese desgraciado que el destino me colocó como cuñado. No, no encuentro nada que me haga recordar alguna mujer reseñable en su vida. Seguro que había alguna puta, o alguna yonqui como él, pero jamás lo oí mencionar a nadie que pareciera importante. Ni tampoco recuerdo que se lo comentara a su hermana y con ella sí tenía esa confianza.

Finalmente, niego.

—No, no he oído hablar de nadie. ¿Por qué quieres saberlo?

Se gira en el asiento para que quedemos frente a frente.

—Porque ha aparecido alguien. Alguien que nos puede poner las cosas difíciles.

No dejo pasar ese plural que ha utilizado y me siento orgulloso de ella, de que juntos hagamos equipo. Me cuenta con todo detalle su conversación con Leo Tugler, incluido el contenido de esas declaraciones de la supuesta amiga de Raül. Siento que me hierve la sangre. No porque haya aparecido, que también me importa, sino porque ese despojo humano de mi cuñado tenía muy claro que su final iba a estar en mis manos.

Nos mantenemos en silencio durante un rato.

—¿Estás segura de lo que me has contado?

Ella asiente.

—Por completo. Palabra por palabra.

—¿Te fías de ese inspector Tugler?

Veo duda en su mirada y algo más a lo que no sé ponerle nombre. Entendería perfectamente que un hombre joven como el policía se enamorase de mi hija, de mi preciosa hija, pero que ella lo haga de él... Eso es harina de otro costal.

—Me fío, sí. No tiene por qué mentirme —responde al fin.

Tomo aire y levanto el rostro hacia el cielo sin nubes que nos cubre. Mi cabeza se empeña en recrear una y otra vez aquella noche; la noche en que la que el Argelino, el Miguel, el José y yo fuimos hasta el edificio abandonado en donde se encontraba Raül con aquellos yonquis, que no dudaron en dejarlo solo para follarse a aquellas putas que les proporcionamos. Yo me encargué de que mi cuñado no saliera más de allí; al menos, de que no lo hiciera con vida.

Asiento, absorto aún en mis pensamientos.

—Bien, deja entonces que yo me encargue de todo.

Los ojos de mi hija se abren como platos.

—¿Qué vas a hacer, papá? —me pregunta con la voz preñada de inquietud.

Le tiro con suavidad de un mechón de pelo, tal y como hacía cuando era una niña; pero ya es una mujer, una mujer hecha y derecha que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Aunque, para mí, siempre será esa cría que me miraba con adoración cuando la sentaba en mis rodillas y le leía un cuento.

—Nada de lo que debas preocuparte, cielo.

—¿Seguro?

—Muy seguro. Solo te voy a pedir un favor.

Noto que se envara y me mira muy seria, expectante.

—Claro. Lo que tú digas.

Me acerco y poso mis manos sobre sus brazos para atraerla un poco hacia mí.

—Ten vigilado a ese inspector Tugler, ¿de acuerdo? Necesitamos saber cada paso que dé, cada pista que encuentre... cada vez que vaya al baño, si es necesario. Tenemos que estar preparados. No puede pillarnos con la guardia baja, ¿me has entendido?

Esa petición final suena demasiado a una advertencia y nada más lejos de esa intención con mi pequeña.

Ella asiente sin dejar de mirarme, conocedora de que hay algo que no me encaja, pero es lo bastante lista como para no preguntar. Y se lo agradezco porque, de hacerlo, tendría que mentirle y eso es lo último que deseo.

—Sí, papá —dice al fin—. Tendré vigilado a Tugler.

—Anda, vamos dentro. Tu madre se alegrará de verte. Justo ayer se quejaba de que no te ve el pelo desde que vives con ese novio tuyo.

—Tenemos mucho trabajo, papá.

—¡Ah! Eso está muy bien. No hay que tener la mente ociosa, cariño. El trabajo duro es importante; dar lo mejor de uno mismo. Solo así se consiguen las recompensas.

Ella baja la mirada, reprime una sonrisa y asiente.

—Tienes razón, como siempre.

Durante unos minutos me intereso por lo que ella y su novio están haciendo, pero lo cierto es que mi mente va por delante. Me está comenzando a hervir la sangre, pero me esfuerzo en mantener la calma. Mi mujer, Carolina, sale en ese momento al jardín y me ofrece los segundos que necesito para pensar qué voy a hacer a continuación.

—¡Cariño! —exclama desde la puerta—. Me ha parecido escucharte. ¿Hace mucho que has llegado?

Mi hija niega con la cabeza.

—Hace solo unos minutos. Estaba hablando con papá.

Carolina sonríe y me mira.

—¡Ah! Muy bien. ¿Te quedas a comer? ¿Sí?

Desde que murió su hermano Raül, la sonrisa en el rostro de mi mujer es cada vez más esquiva, así que me alegra verla con ese brillo de antaño en los ojos. Miro a mi hija y le dedico un guiño.

—Sí, cariño, claro que se queda —digo en voz alta para que mi mujer me oiga. Entonces, me giro hacia mi hija—. Anda, id dentro, que tengo que hacer una llamada.

—Pero no tardes —insiste Carolina—. La comida estará en la mesa enseguida.

—No te preocupes —la tranquilizo mientras hago un gesto con el brazo—. Serán cinco minutos.

Ambas entran en la casa y toda sonrisa se borra de mi cara de un plumazo. Así que ahora mi queridísimo cuñado Raül, que así se pudra allí donde esté, tenía a alguien a quien le advirtió de su posible desenlace. La ira me carcome por dentro; me gustaría que estuviera vivo, sí, pero para volver a obligarlo a meterse aquellas rayas de cocaína que, gracias al Cielo, acabaron con su vida.

Busco en el bolsillo mi teléfono móvil y paso el dedo por la pantalla hasta dar con el contacto del Argelino. Si mi cuñado tenía una puta que dejaba que se la follara, el Argelino es el hombre indicado para saberlo.

¿Qué hay, Santos? —se dirige a mí en cuanto descuelga el teléfono. Lo hace con ese mote que me pusieron hace tantos años, cuando mi fe en Dios parecía inamovible. Hoy, después de que la vida me ha pasado por encima, no sé si volverían a darme ese mismo apelativo.

—Necesito que nos veamos —le digo con seriedad. Quiero que entienda que esta no es una reunión común.

Se queda callado y oigo cómo un ligero «humm» sale de su garganta antes de responderme.

Dime dónde.

—Donde siempre. Esta noche. A las nueve.

—¿Llamo a los demás?

Asiento sin pensarlo.

—Sí. Voy a necesitar la ayuda de los mejores y vosotros lo sois.

Sea lo que sea, dalo por hecho, hermano.

Cuelgo la llamada con un regusto agrio en el fondo de la boca. El muy hijo de puta de Raül se debe de estar retorciendo de la risa en su tumba.

Pero él ya rio por última vez antes de morir. Ahora me toca a mí.

Đọc tiếp

Bạn Cũng Sẽ Thích

2.1K 133 21
{LIBRO UNO} Ella solo quiere estudiar y él solo se quiere divertir una pésima combinación o ¿no? Chelsea no se ha enamorado porque piensa que es una...
7.3K 706 99
Cuando Miel recibe la golpiza de su vida, decide irse a vivir lo más lejos posible de su padre. Encontrará consuelo en su tía Andrea, quien le ayudar...
27.5K 1.7K 7
¿Qué tan difícil puede ser matar a una bestia? [BORRADOR] Prohibido su copia y adaptación.