Los Cazadores 1: Gemelas

By DHAraya

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Yamiko tiene una hermana gemela, con la que ha compartido con ganas y sin ellas casi todo en su vida, tiene u... More

Capitulo 1: Familia
Capitulo 2: Un buen trabajo
Capitulo 3: Conociendo a un extraño
Capitulo 4: Fiesta de graduación
Capitulo 5: Cuidando del extraño
Capitulo 6: Mi hermana y el extraño
Capitulo 7: ¿Qué eres?
Capitulo 8: Ya perdí la paciencia.
Capitulo 9: Adiós familia.
Capitulo 10: Otro extraño en mi vida.
Capitulo 12: Todos nos debemos ir.
Capitulo 13: Un pueblo fortificado.
Capitulo 14: Encuentros familiares.
Capitulo 15: La hermana cazadora.
Capitulo 16: Bajo sus órdenes.
Capitulo 17: ¿Practicas o torturas?
Capitulo 18: Hogar, dulce hogar.
Capitulo 19: Miedo.
Capitulo 20: No puedes evitar una verdad.
Capitulo 21: Decir la verdad no duele.
Capitulo 22: Vamonos de fiesta.
Capitulo 23: Tras tus pasos.
Capitulo 24: Solo yo.
Capitulo 25: La gran prueba.
Capitulo 26: Mi mejor amigo.
Capitulo 27: Rota.
Capitulo 28: La mariposa.
Capitulo 29: Que tengas suerte.
Capitulo 30: Mi profecía.
Capitulo 31: Reencuentro.
Capitulo 32: De regreso en La Frontera
Capitulo 33: Alguien ha estado aquí.
Capitulo 34: La lucha ha comenzado.
Capitulo 35: Resultados
Capitulo 36: El hombre del traje negro.
Capitulo 37: Pesadillas.
Capitulo 38: La boda de mi mejor amiga.
Capitulo 39: ¿Celos, por mi?
Capitulo 40: Te necesito, hermana.
Capitulo 41: Demasiado cerca.
Agradecimientos

Capitulo 11: Cuidado con el monstruo.

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By DHAraya

Cuando llegué a mi cuarto me senté y solté un largo suspiro. Reí al pensar en Max y Loreto, juntos. Pues, me alegraba por ellos, solo no quería que mi amiga sufriera.

Me acosté y miré a mi alrededor, me pregunté cómo sería para mí algo así, si encontrara a alguien con quien no tema estar, alguien en quien confiar en seguida, volví a suspirar y me acomode sobre mi cama. Bueno, siempre he considerado que todo recibimos lo que merecemos en algún momento, al parecer aun no llegaba el mío.

Desperté temprano y bajé a desayunar, ellos ya estaban en la cocina, sentados muy juntos y abrasados, al verme se miraron un segundo un tanto avergonzados, reí.

—¿Así que ya estás bien? —le pregunté a Max.

—Sí, lo estoy —dijo mirando a Loreto.

—Pues me alegro—. Me senté frente a ellos a desayunar.

—Yamiko, estaba pensando en tomar tu turno de la mañana—. Negué con mi cabeza.

—No, quédate, estoy bien.

—Pero...

—Nada—. Bebí mientras los observaba detenidamente, ella sonrío.

—Sabes —me dijo ella—, Max me invitó a bailar luego de mi turno—. Mire a Max y él sonrió.

—Que bien.

—Queríamos invitarte—. Eso sí me tomó por sorpresa.

—Pero no quiero incomodar, salgan ustedes—. Ella movió su cabeza de un lado a otro negando incluso antes de que terminara de hablar.

—Vamos, Yamiko, has pasado por mucho este tiempo, debes salir, conocer a alguien—. Arrugue mi frente.

—No nos molesta que vayas con nosotros —dijo Max.

Los observé unos segundos tratando de inventar una excusa lo suficientemente buena.

—Está bien —me rendí unos segundos después—, no es mala idea.

Ambos asintieron y yo terminó de desayunar, los observé. Daba la impresión de que siempre habían estado juntos, de que se conocían desde hace años, no un día. Ambos sonreían y hablaban entre sí como amigos, con cariño.

Me sentí celosa así que dejé de observarlos, quería algo así.

Llegué temprano a mi trabajo, el día pasó con normalidad, cambie de turno con Loreto que se veía radiante y regresé a la casa, Max no estaba y no me sorprendió.

Esperé a que llegara Loreto para cambiarme de ropa, luego esperamos a Max.

—Es increíble —me dijo ella, la miré—, es muy dulce conmigo, muy amable, muy...

—Eso está bien —dije antes de que su lista de "muy" continuara.

—Él me dijo lo que hacía, me contó sobre su vida—. Esperé—. Es extraño, pero todo lo que dijo, lo creí.

Me observó unos segundos, como si no supiera como continuar hablando.

—¿Qué te dijo?—. Dudo un segundo—. Puedes confiar en mí.

—Lo sé —murmuró—, me dijo que era un "cazador"—.  Levantó ambas manos para marcar la palabra cazador, y al oírla me congelé.

—¿Qué? —jadee.

—Cazador —repitió. "¿Qué es esto?" pensé confundida, ella continuó—. Que se encarga de atrapar a criminales—. Me miró con los ojos muy abiertos—. Pero no solo a eso, sino también a criaturas, monstruos—. Abrí mi boca sin saber que decir—. Me contó, que su último trabajo, era el de cazar a un hombre lobo.

—Oh rayos —solté, ella asintió con energía.

—Pero le creo— suspiró—. Su cuerpo tiene muchas cicatrices, me contó como se hizo algunas.

—No sé qué decir.

—Al principio dudé, mucho, pero se veía tan serio, tan seguro e hizo algo que me dejó sin habla.

—¿Qué? —. La observé esperando, ella me miró fijamente, con el rostro muy serio.

—Él dice que todos los cazadores nacen con una habilidad única—. Asentí escuchando—. Él puede mover cosas.

—¿Moverlas?, ¿movió algo?, ¿cómo? —jadee. Levanto ambas manos sin saber que decir.

—No lo sé, solamente las mira y estas flotan y se mueven, casi me hago pipi—. Su voz estaba un poco más aguda.

 Negué con mi cabeza incrédula.

—Es sorprendente.

—Él es sorprendente—. Ambas suspiramos hasta que ella me miró fijamente.

—¿Qué? —pregunté.

—¿No has sabido nada de tu hermana o él?—. Negué enseguida con mi cabeza, le había contado que se habían ido juntos—. Por lo que me contaste creo que él también es como Max.

—Ahora que lo dices, creo que sí—. La miré con los ojos muy abiertos.

Ni siquiera se me había ocurrida, él me había dicho que lo era pero yo simplemente asumí que estaba fuera de sí, confundido. Pero, si al parecer Max podía mover cosas, Miguel Ángel debía poder trasportarse, eso fue lo que hizo, ese día en el callejón.

Me estremecí.

Si era así, si en verdad esto era real, ¿quería decir eso que los hombres lobos existían?

—Esto está mal —murmuró, la miré detenidamente.

—¿Qué está mal?

—Mira, él me contó que ellos encuentran a su pareja, la verdadera pareja, mediante profecías—. "No puede ser", pensé y me quejé internamente—. Me contó la suya, como encontraría a su pareja—. Sonrió—. Ella lo golpearía y caería sobre él—. Me reí suavemente, eso lo sabía—. Me conté que te conocía.

—Yo...

—Está bien, él creyó que tu podías ser esa persona—. Suspiré.

—Pues, no lo soy.

—Lo sé, el problema es que he pensado que él también tiene una, por eso se fue con ella.

—No puede ser —me quejé.

—Exacto, él cree que ella es la mujer de su profecía —me miró a los ojos fijamente—, pero yo creo que esa persona eres tú.

—Has pensado mucho —murmuré, se encogió de hombros—. Solo que no puede ser, no sabemos si es así o no, si todo esto es cierto, su profecía podía decir que la encontraría, no lo sé... cuando despertara, o que sería la hermana de quien lo cuido, que se yo—. Me alejé de ella.

—O que la mujer para él lo ayudaría, le salvaría la vida—. La miré y me quejé.

—Esto no puede estar pasando —dije, llegó a mi lado.

—Dímelo a mí—. Comenzó a dudar.

—¿Qué? —pregunté, ¿qué más podía estar pasando?

—Él dice que es peligroso que me quede aquí.

—¿Te vas a ir?—. Asintió.

—Me iré con él—. Mis hombros cayeron por la noticia—. No ahora pero...

—¿Estas segura? —le pregunte un poco preocupada.

—Sí —asintió con su cabeza—, confió en él, Yamiko, de verdad, lo siento en mi corazón—. Puso su mano sobre su pecho para darle énfasis a sus palabas, ¿qué podía decirle ante eso?

—Está bien —terminé por murmurar, sonreí— si crees que es lo correcto, hazlo—. Sonrió.

—Puedes quedarte en la casa.

—Buscaré de todas maneras otro lugar.

—Yamiko...—negué con mi cabeza.

—Es tu casa y si ya no vas a estar aquí puedes, no sé, venderla o algo, estaré bien, ya es tiempo que tenga mi casa.

—Bueno —murmuró ella.

—Lamento la tardanza —dijo Max apareciendo de la nada, ambas lo miramos, él llegó al lado de Loreto en seguida, sonreí—. ¿Nos vamos? —preguntó, ella me miró.

—Claro —dije y nos pusimos de pie.

Fuimos a una discoteca de la cuidad que jamás había visto, la música retumbaba en mi pecho haciendo a mi corazón saltar, entramos y nos sentamos en una de las mesas. Jamás había asistido a algunas de esos lugares, me sentí muy emocionada, claro, sino fuera porque tenía una extraña sensación de estar fuera de lugar. Observé a la pareja.

—Yo había venido una vez aquí —dijo Loreto, tuve que concentrarme para poder oirla.

—Yo también —dijo Max, me miraron.

—Yo nunca— les dije, ellos sonrieron.

—Pidamos algo para beber —dijo Loreto y asentimos, me limité a pedir un trago suave, ni supe lo que ellos pidieron.

Hablamos animadamente y me divertí bastante, y yo tuve que decirles que me dejaran y fueran a bailar, aceptaron porque insistí, sonreí al verlos tan unidos, se venían muy bien.

Bebí tranquila mirando a la gente hasta que un hombre se acercó a mí, me tensé en la silla, tenía algo extraño en sus ojos, algo que no era bueno, miré alrededor un segundo.

—¿Quieres bailar? —me preguntó mientras invadía mi espacio personal.

Sonreí solo para hacer algo, tenía la extraña sensación de querer salir huyendo, pero también de no perderlo de vista. Como cuando veía a un perro peligroso que se interponía en mi camino, al final solo terminaba caminando alrededor de él, evitándolo pero sin perderlo de vista por si atacaba. Era la misma extraña sensación con este hombre.

Aunque dude un segundo pensé que lo mejor era decirle que sí, porque si yo le decía que no buscaría a otra y quizás esa persona no sabría que era peligroso.

—Claro —solté sin darme cuenta y me puse de pie, dejé mi chaqueta como los demás, no tenía nada de valor, y lo seguí.

Llegamos a la pista y comenzamos a bailar separados, la música era rápida, lo miré mejor. El hombre era enorme y muy pálido, yo mido un metro sesenta y cinco y él me sobrepasaba por más de quince centímetros.

Sentí sus ojos sobre mí, lo observé de reojo y arrugué mi frente ante la sensación de incomodidad que me causaban sus ojos, había algo ahí, algo malo e incorrecto.

La música cambio haciéndose más lenta, él se acercó a mí enseguida, su mano apareció en mi cintura y la otra en mi espalda, me encontré apretada contra él, miré alrededor entre divertida y asustada. Nos movimos siguiendo el ritmo, sentí algo extraño a mí alrededor, como si el aire se calentara, como si algo quisiera entrar en mí, arrugue mi frente extrañada y seguimos moviéndonos alrededor.

En algún momento, no sé cómo, me encontré mirándolo, extrañamente inclinada hacia él. Sabía que esto estaba mal, que yo no lo había hecho. Él sonrió de una extraña forma antes de besarme como si nada, solo que no amablemente, no con cuidado, había algo animal en el beso, demasiado fuerte, temí que me hiciera daño así que lo empujé con fuerza, demasiada al parecer porque él termino estrellado con una mesa.

—Pero qué...—pregunté al ver lo que había hecho. El hombre se levantó en seguida y me miró con rabia, ahí supe que tenía que salir del lugar, pensé en Loreto pero sabía que estaba con Max.

Corrí hacia la salida empujando a todos, cuando salí me moví por la calle hasta un callejón, me equivoque, mi idea era perderlo ahí pero no funciono, apareció delante como si siempre hubiera estado allí.

—¿Qué eres tú? —preguntamos ambos, nos quedamos callados esperando.

Trague nerviosa, ¿Qué rayos era todo esto? ¿Por qué sabía que él era algo malo y por qué quería detenerlo? Moví mi cabeza de un lado a otro molesta por el pensamiento. Como si yo pudiera hacerlo.

—¿No sabes lo que soy? —preguntó sonriendo.

—¿Debería? —dije y di un paso hacia atrás, él dio uno hacia adelante.

—No, no deberías, pero te lo diré—. Miró alrededor pensando—. Yo soy lo que tú conoces como vampiro—. Me congelé.

—¿Es una broma?—. Sonrió.

—Para nada, y soy uno muy hambriento.

Oh rayos, pensé, el tipo estaba loco, debía detenerlo o le haría daño a alguien.

Nos miramos a los ojos varios segundos hasta que se arrojó hacia mí, demasiado rápido. Alcancé a esquivarlo y choque con la pared, él llegó a mi lado y me tomó del cuello levantándome del suelo, se acercó a mí y olio.

Intente zafarme de su agarre, no podía respirar. Mis talones golpearon la pared frenéticamente mientras mis manos llegaban a su brazo. Mi corazón comenzó a latir muy rápido y mis pulmones dolieron por la falta de oxígeno.

—Me gusta como hueles —murmuró contra la piel de mi cuello.

Luché para que me soltara. Doble mis esfuerzos mientras intentaba respirar, una de mis manos llegó a la suya mientras la otra buscaba desesperada algo alrededor para afirmarme. Apreté con toda la fuerza que tenía su mano alrededor de mi cuello, sabía que si no me liberaba iba a morir, estaba segura de eso.

Lo observé arrugar su frente un segundo antes de que ambos escucháramos el crujido bajo mis dedos, solo que antes de poder pensar y preguntarme qué pasaba mis pies encontraron el suelo de nuevo. El supuesto vampiro había desaparecido.

Miré alrededor mientras llevaba una de mis manos a mi cuello y me apoyaba en la pared. Jadee repetidas veces y al ver a Max sobre el hombre, golpeándolo como si nada y recibiendo golpes, volví a sorprenderme en esa noche.

—¡Yamiko! —gritó Max y brinque por la sorpresa—, el tubo—. Miré alrededor buscándolo y lo encontré, lo tome en seguida y se lo entregue.

Lo vi romper el trozo de tubo de metal  con sus manos, quise gritar al observar como se lo enterraba en el pecho, solo que no fui capaz por la sorpresa. Solo me quede ahí, observando como la sangre espesa y demasiado oscura salía por la herida, el hombre se movió solo unos segundos antes de quedarse completamente quieto.

—Oh, rayos —murmuré mientras me sentada en el suelo. Miré a Max que lo examinaba detenidamente, no podía creer lo que el acababa de hacer, de repente él tomó su muñeca, la que yo había afirmado.

—Le rompiste la muñeca —dijo sorprendido, me miró.

—Está muerto —susurré, negó con su cabeza y se alejó de él.

Max llegó frente a mi enseguida y extendió una mano en mi dirección, la observe sin saber que hacer.

—Vamos, Yamiko—. Lo miré—. No te haré daño, él sí lo hubiera hecho.

Abrí y cerré mi boca, luego tomé su mano para poder levantarme.

—No, no lo está, solo lo detuve un rato—. Sacó un teléfono y llamó a alguien, se alejó mientras hablaba.

—Max, Yamiko —llamó Loreto apareciendo por el callejón, caminaba lentamente. La vi llegar a Max enseguida así que caminé hasta el hombre con el tubo en su pecho, lo observé detenidamente.

Estaba más pálido que antes, como la ceniza, según Max no estaba muerto pero nadie sobrevive a algo así. Observé a Max un segundo y luego al hombre. Debía considerar que él me ataco y extrañamente no sentía pena por él, un poco de culpa pero no pena.

—Yamiko —dijeron a mi lado y brinque.

—Por Dios —me queje al ver que era Loreto.

—Lo siento —murmuré y me abrazo—, ¿estás bien?—preguntó al alejarse, asentí.

—Esto es algo para añadir a la lista de  cosas raras que me han sucedido—. Ella asintió de acuerdo, Max llegó a su lado y la atrajo con un abrazo.

—Gracias —le dije, me había salvado al parecer.

—No te preocupes—. Todos lo miramos.

—¿Qué es? —preguntó Loreto casi en un susurro, como si el hombre a nuestros pies nos estuviera oyendo.

—Vampiro —dijimos los dos, los miré—, eso dijo que era—. Max asintió.

—Lo siento, debí estar más al pendiente —dijo, ambas negamos.

—No es tu culpa, cariño —le dijo Loreto.

—Es la mía —murmuré—, sabía que tenía algo raro, pero algo me hizo quedarme cerca—. Suspiré.

—¿Sabías que era peligroso?—. Miré a Max y asentí.

—Fue extraño, como si algo a su alrededor quisiera llegar a mí—. Negué con mi cabeza incrédula por mis palabras.

—Bien, los vampiros tienes el poder de atraer a sus víctimas— explico él, lo miramos—, cuando te vi con él me sorprendí, pero luego más cuando lo arrojaste lejos, creí que estabas bajo su poder.

—Logró besarme —murmuré.

—Eso es aún más interesante, ya que lo hacen para distraer a sus víctimas, para poder hechizarlos—. Bufé y ambos me miraron.

—Y yo que creí que mi irresistible personalidad había causado que me besara—. Ambos suspiraron por mi comentario.

—¿Qué pasará con él? —preguntó Loreto.

—Vendrán por el vampiro, se lo llevaran—. Asentimos.

—Esto es increíble —dijo Loreto.

—Claro que sí —murmuré.

—¿Por qué no van a su casa? —dijo él.

—Pero...—comenzó Loreto preocupada.

—Estaré bien —dijo él con suavidad, decidí darles espacio y caminé hasta la salida del callejón, suspiré.

Luego de unos minutos ella legó a mi lado.

—Toma —murmuró y me dio mi chaqueta.

—Gracias —me la puse—. ¿Estás bien?—. Asintió.

—Me preocupa que este solo, pero dice que es bueno en su trabajo y que preferiría que estuviera segura en mi casa.

Asentí.

—Eso está bien, tiene razón—. Ella suspiró.

—Bueno, vamos.

Caminamos en silencio hasta un taxi y partimos a casa, ya en el lugar ninguna se acostó, ella estaba demasiado preocupada por Max y yo por lo que había vivido. Vampiros, cazadores, hombres lobo, ¿qué rayos le pasaba al mundo? ¿Dónde rayos he estado viviendo?

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