—Ahora que al parecer eres tan buena amiga de la duquesa, ten la amabilidad de informar que no necesito una esposa —dijo Dominic, en un tono enérgico—. Tenía intención de hacerlo pero ahora que ella de repente se ha interesado en mi vida no deseo complacerle. De momento lo que me urge es una institutriz.
—¿Te sigue dando problemas? —exclamó su hermana menor, Hannah, desde su silla junto a la chimenea—. ¿Qué fue lo que hizo ahora?
—Le gusta escaparse al pueblo y colarse en habitaciones que no son la de ella.
Dominic trazó una fila vehemente de sombreados en los planos de la máquina de vapor que estaba dibujando, marcando de otro color el cigüeñal para diferenciarlo del cilindro.
Tal vez en algún lugar del intrincado sistema de vinculación encontraría la paz mental que se le escapaba.
El cansancio y la frustración arañaron su mente como la punta de un bolígrafo marcando la página. ¿Por qué no podía identificar la pieza que faltaba en el rompecabezas? El motor seguía siendo muy pesado y engorroso. Necesitarían tres caballos para sacar la maldita cosa.
—¿Sigue con la idea de ir a Francia? Insisto en que deberías cumplirlo.
—Sabes que eso está fuera de discusión.
—A veces la solución la tienes frente a tus narices y simplemente te niegas a verla.
—No lo sé, tendré que tener los ojos más abiertos entonces.
—¿Qué pasó con la invitada cautiva que sigues manteniendo en la habitación de la duquesa?
—Es una chica medio salvaje la verdad. Llegó aquí con un golpe en la cabeza y no estoy seguro de si es una actriz magistral o realmente no recuerda nada. El doctor dijo que es normal perder parte de sus recuerdos. Solo sabe su nombre y que es escocesa. Lo único que puedo asegurar es que es una chica bien educada, incluso ha estado enseñando a Charlotte a bailar.
La frustración de eso lo golpeó directamente en el estómago. ¿Por qué algo dentro de él le hacía creerla? Nadie era lo suficientemente bueno actuando como ella lo hizo al no recordar que pasó con su brazo. Sus charlas de los últimos tres días habían sido cordiales y escuetas. Casi no la había visto desde que le permitió salir de su habitación y según sus guardias nunca hacía nada sospechoso, se sentía extraño todo esto.
No le gustaba sentirse acorralado. Pero aquí iba a ciegas, tal como lo hizo un año atrás. Se había enamorado de una poetisa mundana, cinco años mayor que él, con el amor épico e indiferente de la juventud.
Ella había aplastado su corazón al confirmarle que había sido contratada para distraerlo de la subasta por las tierras de Ullapool y el negocio del ferrocarril. Lo había dejado con nada más que una creencia profundamente arraigada de que el amor era una emoción retorcida y condenatoria que le daba a otra persona demasiado poder.
Nunca más.
Ahora tenía que preocuparse por el buen nombre de su hermana menor.
No sería para nada extraño que Joanne fuera la suplente de Abigail.
—Si esta chica es pariente de algún noble y viene a reclamar honor tendrás que casarte con ella, recuerde la chica algo o no —añadió Hannah, sacándolo de sus pensamientos.
—He construido esta vida, Hannah, esta vida útil que avanza día a día con precisión y propósito. Mi fundición. Mis máquinas de vapor. Y ahora, ella representa estos pequeños engranajes que están atascados en el funcionamiento. No sé nada sobre ella y hasta que ella no recuerde no podré hacer más. Pero si alguien me puso una trampa para obligarme a hacer algo que no deseo no lo logrará.
—Uno pensaría que sí. Charlie dice que es bonita y amable.
—Charlie está empeñada en ser su amiga. Sin embargo, aterroriza a las institutrices y huye en cada oportunidad. Está en el parque de nuevo ahora mismo. El cochero la traerá a casa en cualquier momento.
—Dales tiempo, tanto a tu invitada como a nuestra hermana —dijo Hannah con una sonrisa comprensiva—. En Charlie es normal hace dos meses perdió a su madre y el mundo que conocía, aún es joven y solo necesita que hables con ella y realmente pongas atención a sus deseos.
—Me alegro de que Suzzett tuviera la sensatez de enviarla aquí antes de lo inevitable, y prometí darle todas las ventajas de la vida, pero es un mal momento, Hannah. Estoy tan cerca… —Miró los planos del motor—. Tan cerca de producir un camión de bomberos a vapor lo suficientemente liviano como para ser tirado por un solo caballo.
—¿Un solo caballo? ¿Por qué sería eso mejor?
—Porque llegará a los incendios más rápido, bombeará agua más lejos y apagará incluso las llamas más agresivas. —Trazó la problemática caldera con su bolígrafo—. Además, no llegará borracho al fuego, como lo hace la mitad de la brigada de bomberos.
—Creo que es maravilloso lo que estás logrando con tu fundición, pero algunas otras personas no están tan emocionadas.
—Supongo que te refieres a madre.
—Y al montón de gente tonta que cree que un duque de debe a su título y no a cosas tan desagradables como el trabajo, cosa que me parece una tontería.
—Sí, a ellos también. Pero, volviendo con madre: déjame ver, quiero hacerlo bien —acotó Hannah, levantando la nariz en el aire y asumió el tono altanero de la duquesa viuda—. Por favor, dígale al duque que su incursión en el comercio y el trabajo es de lo más indecoroso, ruinoso para su reputación, rebaja su posición y hará que sea más difícil atraer a una esposa de buenos valores, sin nombrar que sigue empeñado en arrastrarme por el barro.
—¿Ruinoso? —balbuceó Dominic—. ¿Qué te parece eso? Es mi fundición la que sacó a esta familia de la amenaza del empobrecimiento después de que nuestro padre casi la derribara. Dile que ahora soy más hombre de fundición que duque y nada cambiará eso. También que gracias a eso vive cómodamente en la mansión del norte.
—No mates al mensajero por favor —añadió Hannah, levantando las manos en señal de paz—. No fue fácil para mi transmitirlo, leí la carta pensando que solo quería desearme buen viaje y felicidad en mi matrimonio luego de su partida tan abrupta de la mansión, no fue así.
La pluma de Dominic se clavó con tanta fuerza que cortó el papel. —Lo siento mucho, Hannah. Nunca quise causarte dolor con mis palabras.
—A veces creo que la duquesa se siente sola. Y a su manera desea hacer las pases o quizá solo es la niña abandonada por sus padres que vive en mí la que necesita eso, y no me malentiendas tuve todo lo que necesité a tu lado como sé que lo tendrá Charlie.
—Entonces empieza a producir algo y dale a la duquesa lo que desea. Estoy demasiado ocupado en este momento.
Hannah levantó la ceja y le dirigió una mirada sofocante. —Bueno, sé que ahora te niegas a buscar esposa. Pero... —Sacó un billete de algún lugar debajo de su abrigo varonil—. Cincuenta libras —dijo ella agitando un billete.
Él le dirigió una mirada burlona.
—Cincuenta libras dice que te casarás y... tendrás un nieto para nuestra sufrida mamá antes que yo.
Dominic arrojó su pluma y abrió el cajón de su escritorio. —Y yo subo tu apuesta. Cien libras dicen que serás la primera en tener hijos. Siento pena por Brandon, si sigues apostando por cualquier tontería como antes, tu pobre marido estará a un paso de la cárcel de deudores cuando vuelvan de Italia—bromeó con su hermana.
—Deberías de quemar ese billete, en lugar de apostarlo hermanito. Voy a ganarte.
Dominic sonrió y negó con la cabeza.
—Será mejor que tengas cuidado —sonrió Hannah—. Podría pedirle a mamá que elabore una lista de debutantes adecuados y difundir el rumor de que estás en el mercado del matrimonio.
—No lo harías.
Su hermana sonrió con malicia. —En el amor, la guerra y las apuestas… todo se vale Dom.
Oh diablos. Probablemente Hannah lo haría. Sería mejor enviarla de regreso a los brazos de su esposo rápidamente.
—Lo que necesito ahora mismo es un poco de paz y una buena institutriz —dijo Dominic, cambiando de tema.
—¿Cuáles son los requerimientos?
—Nervios de acero. Estómago de hierro. Ojos como un halcón. Fornida como un boxeador.
—¿Por qué no le pones a un matón de Withechapel con un uniforme y lo haces trabajar de institutriz?
—Por el salario que ofrezco —dijo Dominic—, debería haber una fila de institutrices en mi puerta compitiendo por el puesto.
—Imagino que los orígenes de nuestra hermana tiene mucho que ver. Gente idiota —bramó Hannah indignada.
Pero en algo tenía razón, mucha gente se negaba a educar a hijos bastardos y que todos en Londres dieran por hecho que Charlotte podía ser tanto hija de él mismo, como de su padre no ayudaba a la causa.
—Al parecer Charlotte tomará tu título de hija del escándalo ahora que te has convertido en una mujer respetable.
—Créeme todavía puedo ser bastante salvaje —respondió su hermana soltando una risotada para nada femenina.
Douglas se aclaró la garganta. —La señorita Joanne desea hablar con usted, Su Gracia.
—Lo que me faltaba —susurró Dominic, haciendo una seña de aprobación al mayordomo.
—Muy bien, Su Gracia. —Douglas hizo una reverencia y se fue.
Buenos días, gente bella de Wattpad....
¿Cómo amanecieron? Espero que muy bien.
Después de mis largas vacaciones por las fiestas patrias de mi país, volvemos a la normalidad.
Nos leemos el viernes.