Los Sementales

By YukiTsuki18

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Machistas, lujuriosos, atractivos e infieles, así son los sementales... tres hermanos ricos y guapos que no c... More

Booktrailer y Presentación
0.- Prólogo
1.- Fruta prohibida
2.- Marcado
3.- En la cuna de Los Sementales
4.- Castigo
5.- Apuesta
6.- Calumnia
7.- Buitres
8.- Borracho
9.- El color de tus ojos
10.- Última cena
11.- Triste adiós
12.- Testamento
13.- El patrón
14. Boda
15.- Noche de Bodas
16.- Reencuentros
17.- De rodillas
18.- Capricho
19.- Estos celos
20.- Pasiones
21.- Evidencias
22.- Romances
23.- Bajo el mismo techo
24. Noche de donceles
25.- Corazón galopante
26.- Cita
27.- Primera vez
28.- Lágrimas
29.- La propuesta
30.- Poco a poco, lentamente
31.- Hacer el amor
32.- Nubes negras
33.- Decisiones
34.- Amar es libertad
35.- Lágrimas de amor

36.- El fin de Los Sementales

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By YukiTsuki18

¡ÚLTIMO CAPÍTULO!

CON SENTIMIENTOS ENCONTRADOS LES DOY LA BIENVENIDA A ESTE CAPÍTULO FINAL.

ME SIENTO MUY FELIZ DE CONCLUIR UNA OBRA MÁS, PERO NO PUEDO EVITAR SENTIR TRISTEZA POR DESPEDIRME DE MIS TRES ADORABLES SINVERGÜENZAS.

SIN EMBARGO, TODO TIENE QUE TENER UN FINAL Y NO LOS ENTRETENGO MÁS, DISFRUTEN DE ESTE CAPÍTULO Y NO OLVIDEN DARLE ESTRELLA Y COMENTAR SUS OPINIONES.
🤠🤠🤠

"LOS SEMENTALES, así es como les llaman a mis nietos... un título que no le hace honor a ningún hombre, por lo menos a ninguno que se precie de ser un caballero... yo soy el culpable de lo que son y por eso tengo que hacer algo para enderezarlos... antes de morir tengo que hacerlo".

Don Serafín Obregón, el patriarca de una de las familias más importantes del pueblo de San Benito, falleció con el pesar de ver a sus tres únicos nietos convertidos en hombres irresponsables, viciosos e incapaces de amar.

Pero ya ha pasado algún tiempo desde la muerte de don Serafín, tiempo en el que sus nietos se involucraron con tres hermosos donceles, los cuales le enseñarían a LOS SEMENTALES el significado del verdadero AMOR.

**********

"¡TE AMO, MARTÍN! créelo... jamás en mi vida, he hablado con tanta verdad como esta noche... ¡TE AMO COMO NUNCA PENSÉ AMAR A NADIE!"

Con lágrimas en los ojos, Carlos expresaba sus sentimientos, desnudando su alma ante el doncel que amaba... y esa era la prueba que Martín necesitaba para creer de nuevo en el padre de su hijo.

Antes que el barbado se marchara de la casa de Martín, el ojicafé lo detuvo dándole un cálido beso en los labios... un beso que era símbolo de su AMOR, pero también de su PERDÓN.

Sorprendido, Carlos sintió cómo la tierna boquita del doncel acariciaba sus labios de una manera dulce y seductora... el varón rodeó con sus brazos la estrecha cintura de Martín para apretarlo más a su cuerpo y profundizar el beso.

Recordando que se encontraban en el marco de la puerta de entrada, Martín se separó de Carlos sintiéndose apenado al ser observado por los músicos que el ojiverde contrató para llevarle serenata.

Carlos preguntó mirando a los ojos del doncel: ¿esto quiere decir que me perdonas?

Con sus delicadas manos, Martín acarició la barba de su marido, al tiempo de decirle con tímida sonrisa: sí, Carlos, te perdono... creo en tu AMOR...

Carlos dio un alarido de felicidad, que seguramente fue escuchado en toda la calle.

Sintiendo la misma emoción que un ganador de medalla de oro en las olimpiadas, el ojiverde le dijo a los músicos: ¿escucharon, muchachos? me perdonó... mi doncel me perdonó...

Con el rostro enrojecido, Martín veía que los músicos felicitaban a Carlos por haber logrado la reconciliación.

Luego que la banda musical se marchó tras recibir su pago, Carlos regresó al lado del doncel y entraron a la vivienda tomados de la mano.

Tras cerrar la puerta, el ojiverde comentó con una gran sonrisa: bueno, chiquito... recoge tus cosas y vámonos al rancho...

Martín respondió: espera, Carlos... no quiero regresar al rancho ahora mismo, prefiero pasar esta noche aquí...

La gran sonrisa desapareció del rostro del ojiverde: ¿quieres quedarte aquí esta noche?

Martín asintió: mañana volveré al rancho, pero hoy dormiré en esta casa...

Con tristeza, el varón aceptó: está bien, quédate esta noche... mañana temprano vengo por ti...

Martín: pero... ¿quién ha dicho que te vayas?... dije que quiero pasar la noche en esta casa, pero también quiero que tú te quedes conmigo...

Los ojos de Carlos se iluminaron al escuchar al doncel: ¿quieres que me quede?

Martín miró pícaramente al barbado y expresó: el deber de un marido es dormir junto a su doncel... ¿acaso yo no soy tu doncel y tú mi marido?

Comprendiendo lo que el ojicafé deseaba, Carlos contestó con voz gruesa: por supuesto que sí, bonito... tú eres mi doncel y yo soy tu marido, el hombre que te adora...

Sin esperar más, los labios de Carlos se fundieron nuevamente con los de Martín... la masculina boca se curvaba en un apasionado reclamo... la lengua del varón se deleitaba con el íntimo sabor del doncel al que era adicto.

Martín sintió que las manos del ojiverde comenzaron a palpar sus curvas, por lo que sin apartarse del beso, permitió las atenciones febriles de su marido.

El ojicafé ya no huía de las caricias del barbado, por el contrario, estas le hacían arder en llamas... su piel reaccionaba al tacto de Carlos, reconociendo que siempre le había pertenecido a él... no solo era suyo en estos instantes, el doncel sabía que siempre pertenecería al mayor de los hermanos Obregón.

Separando sus labios con esfuerzo, Carlos susurró: te necesito, Martín... deseo ser uno contigo... mi sexo necesita sentir tu interior...

Las ardientes palabras encendieron al ojicafé, quien poniéndose de puntillas le habló al oído al varón: yo también, Carlos, yo también necesito ser uno contigo...

Un escalofrío recorrió toda la espalda del varón, al tiempo que Martín lo tomó de la mano para conducirlo por las escaleras y llevarlo hasta su habitación.

Una vez dentro de la recámara del doncel, ninguno se atrevió a encender la luz... prefirieron continuar en penumbras con solo los tenues rayos de la luna colándose por la ventana, bañando sus cuerpos que ardían en deseo.

"Sabes delicioso", murmuró el varón tras probar nuevamente la miel de los labios del doncel y abrirle un par de botones de la camisa que ocultaba el pecho de porcelana.

"No dejes de besarme", jadeó el doncel suplicante mientras con sus pequeñas manos desabrochaba el cinturón del barbado.

"Si fuera por mí, te besaría cada segundo de lo que me reste de vida", afirmó el ojiverde terminando de sacarle la camisa a Martín y palpando con sus grandes manos esos pezones rosas y sensibles que tanto le gustaba succionar.

"Te creo, creo en tus palabras de amor, pero esta noche necesito que me lo demuestres con hechos", respondió atrevidamente el ojicafé, luego que el saco del varón cayera al suelo y la camisa desabotonada revelara la vellosidad del pecho viril.

"Cada una de mis palabras te las probaré esta noche, mañana al despertar no tendrás la mínima duda de mi amor por ti", prometió el ojiverde con una voz tan sensual que estremeció a Martín, haciéndole humedecer su ropa interior.

Sin dejar de verse a los ojos, Carlos y Martín caminaron hasta el pie de la cama, donde terminaron de desvestirse quedando como dos Adanes en el medio del Edén... embelesados devoraban sus labios mutuamente, en tanto que Carlos depositaba en el lecho a su doncel con el mismo cuidado que un artista toca la más bella de sus creaciones.

Con las nalgas desnudas sobre la cama, Martín permitió el acceso entre sus piernas al varón, quien acercándose íntimamente, apoyó su erecta masculinidad sobre la palpitante entrada del doncel.

Carlos acarició con su dedo índice derecho los labios rosas de Martín y declaró: te amo tanto...

El barbado se sorprendió cuando el ojicafé entreabrió la boca y le chupó el dedo de manera atrevida.

Sonriendo pícaramente, Carlos apartó su dedo de la boca ajena y lo deslizó sensualmente desde el cuello del doncel hasta llegar a su estrecha intimidad, la cual hurgó sin pudor.

Un jadeo salió de la garganta de Martín mientras que Carlos disfrutaba de la caliente humedad que destilaba de la zona íntima del doncel... el varón continuó insertando su dígito, acariciando las paredes internas sin darle tregua al doncel, que se arqueó de placer ante la sensual invasión.

Irradiando deseo a través de sus verdes ojos, Carlos saboreó la líquida excitación que brillaba en su dedo, tras retirarlo de la intimidad de Martín.

Carlos: eres lo más dulce que he probado...

Encendido por la pasión, Martín se colgó del cuello del barbado ofreciéndole sus labios.

Carlos lo besó con avidez y haciendo un compás con sus piernas, tomó a Martín de las nalgas y lo apretó contra el hinchado bulto de su sexo... el ojicafé se derritió contra el pecho del varón.

Mordiéndole el lóbulo de la oreja, el ojiverde expresó: dímelo, Martín... dime que ya no tienes dudas... dime nuevamente que crees en mi amor...

Martín miró directamente a los ojos de su amado y contestó acariciándole el cabello: ya no tengo ninguna duda... tu amor es tan verdadero como el que yo siento por ti...

Carlos cubrió una vez más los labios del doncel con los suyos mientras que ceñía el delicado cuerpo a la cama, preparándolo para adentrarse con vigorosidad.

Martín jadeaba enardecido mirando el varonil rostro de su marido cuando sintió que Carlos lo penetró de una poderosa estocada hasta llegar al fondo de él.

Cerrando sus ojos, Martín gritó al sentir la hombría de su amado rozándole lo más profundo de su ser: aghhhhhh... ahhhh...

El barbado se mantuvo inmóvil permitiéndole al doncel acostumbrarse nuevamente al miembro que ensanchaba su interior... el ojiverde besó el cuello y las mejillas del pelicastaño, quien se sintió dichoso por la ternura y paciencia que su marido le mostraba para no lastimarlo... atrás quedó el tiempo en que Carlos pensaba solo en su placer y ahora buscaba únicamente hacer gozar a Martín.

Esas atenciones relajaron al ojicafé, que acostumbrándose al dolor de la virilidad clavada en él, meció sus caderas incitando al varón a montarlo.

Carlos esperó a que Martín abriera sus ojos para mirarlo, y cuando sus miradas se encontraron, la tierna pasión del doncel encendió al barbado, que comenzó a moverse con cadencioso ritmo.

El ojiverde le susurró al oído: ¿te gusta así?

En respuesta, Martín gimió y echó la cabeza hacia atrás ofreciéndole su cuello... Carlos le besó la garganta mientras el cuerpo del doncel se abría por completo a su ardiente invasión.

Carlos se sintió en el paraíso del placer, adentrándose y fundiéndose con el doncel que amaba... en esos instantes, tuvo la certeza de estar atado para siempre a Martín, más allá de lo físico, más allá de su miembro enterrado al fondo de él... Martín le pertenecía por completo y siempre sería así.

Carlos: mío... mi doncel... solo mío...

Cada beso, cada exhalación, cada penetración, compuso una sinfonía de amor sobre el lecho que ambos amantes hicieron arder con su pasión y entrega.

Martín: tuyo... y tú mío... mi hombre...

Las torneadas piernas de Martín rodearon las caderas del varón, mientras se mecía voluptuosamente debajo de él... sus ojos estaban cerrados, pero el rostro del doncel no escondía el deleite de las sensaciones que su marido le prodigaba en cada empuje, cada caricia, cada afirmación de posesión.

Carlos sonrió enamorado advirtiendo alrededor de su miembro las primeras contracciones del éxtasis que sobrevendría.

El ojiverde ordenó en un ronco murmullo: entrégamelo, mi amor... entrégame tu placer...

Martín tensó el cuerpo, clavó la cabeza en el lecho y hundió sus dedos en la ancha espalda del barbado, exhalando un agónico grito cuando el éxtasis abrasó cada centímetro de su ser.

Martín: te amo, Carlos... ¡TE AMO!

El varón bebió el gozo de los labios de su doncel mientras lo sostenía con fuerza entre sus brazos... los placenteros espasmos que le ceñían rítmicamente el miembro, lo llevaron al límite de su control.

Carlos gruñó: fuiste hecho para mí, Martín... solo para mí...

Carlos sucumbió ante la urgencia de su propia liberación que vibraba contra su erección... su corazón, su propia alma, estallaron de alivio y con un gemido áspero y desesperado que le desgarró el pecho, alcanzó su propio clímax.

El ojiverde confirmó una vez más, mientras su miembro descargaba toda su simiente en el interior del doncel: te amo, mi Martín... ¡TE ADORO!

Con los brazos y las piernas entrelazadas, la piel brillante por el sudor, el cabello enmarañado y los fluidos internos de ambos amantes mezclados, Carlos y Martín se besaron apasionadamente.

Ya no había la más mínima duda... lo que sentían el uno por el otro era un sentimiento más fuerte que la pasión y el deseo... era AMOR VERDADERO.

**********

En el rancho de "Los Manzanos", el amor y la pasión también incendiaban las paredes de la recámara de Julián, quien era tomado con vehemencia por Diego en una reconciliación ardiente y salvaje.

El ojinegro gruñó hambriento de placer acariciándole los cabellos dorados al doncel, mientras su enhiesta masculinidad se abría paso entre los pliegues anales del ojiazul.

Julián exhaló haciendo una mueca de dolor y placer: ahhhh, Diego... aghhh...

Diego penetraba la intimidad de Julián con estocadas firmes y ardientes, aun cuando intentaba ser más suave, pero el tiempo en abstinencia lo tenía enloquecido... el varón necesitaba desfogar todo lo que guardó en el tiempo que el ojiazul lo rechazó... y el cálido néctar que bañaba su hombría potenciaba aún más su feroz deseo.

Entre jadeos, el varón expresó: perdóname, Julián, ahhhhh... perdóname si te lastimo, pero cada día sin hacerte mío, fue una tortura cruel...

Intentando controlar su agitada respiración, el pelirrubio tomó entre sus manos el viril rostro de su amado y respondió: más suave, mi amor... ahhh... házmelo más suave... ya me tienes, soy tuyo y nunca más me perderás...

Las tiernas palabras del ojiazul colmaron de felicidad al varón, quien haciendo un gran esfuerzo controló sus deseos de macho desbocado y suavizó sus embestidas volviéndolas más cadenciosas y afectivas.

Olvidándose del dolor y dejándose embargar por el éxtasis, Julián comenzó a menear sus caderas, acompasando el ritmo de las penetraciones que Diego le marcaba.

Con los ojos cerrados, el doncel se sentía en las nubes percibiendo las caricias que la longitud de su amado le daba en los rincones más íntimos de su ser.

Julián: oh, sí... así, Diego, muévete así... ah ah ah...

Cautivado por los gemidos que emitía Julián ante cada una de sus embestidas, Diego se aferró a las nalgas del doncel para profundizar más la penetración.

Sintiéndolo llegar a lugares jamás explorados de su intimidad, Julián abrió sus bellos ojos y mordió apasionadamente el hombro izquierdo del varón haciéndole notar el placer que lo consumía.

Diego: me vuelves loco, Julián, ahhhh... solo tú me vuelves loco...

Sentir su pene ser acogido y apretado por el caliente agujero del rubio era lo más erótico que Diego hubiera disfrutado nunca... para el ojinegro no existía nada más bello que observar los efectos del placer que provocaba en Julián.

Diego adoraba la forma en que el cuerpo de Julián se arqueaba y se amoldaba al suyo... le fascinaba sentirlo tensarse y que de su estrechez se derramara la miel de su orgasmo empapando su larga virilidad.

El conducto de su sexo era insuperablemente embriagador, sus cuerpos encajaban de manera perfecta.

Julián se retorcía debajo del musculoso cuerpo del ojinegro sintiendo en cada célula de su ser el torrente de placer que su cascada interna le provocaba mientras era embestido con ímpetu por el hombre que amaba.

Julián: ahh, Diego, te amo... te amo...

Diego sintió cómo el interior del doncel se ceñía sobre su hombría, contrayéndose alrededor suyo... el orgasmo de Julián ya era inminente.

El doncel gritó el nombre de su amado, mientras este no dejaba de penetrarlo y morderle los pezones aumentando su excitación.

Julián no aguantó más y alcanzando la cúspide del placer, estalló... el orgasmo del ojiazul condujo a Diego a su propia culminación y tras dar cuatro estocadas más, se vertió en el doncel entregándole algo más que su caliente semilla.

Bañando el interior del doncel con su semen, Diego le entregaba a Julián, una vez más, su corazón.

Antes de fundir sus labios con los de su amado, Diego exclamó: te amo, mi cielo... te amo, Julián...

Cerrando sus ojos, Diego se abandonó por completo sobre el sensual cuerpo del pelirrubio... en esos momentos de intimidad, el varón podía renunciar a todo, excepto a la piel, el aroma y el sabor del doncel en sus brazos... su apasionado cómplice, su compañero, SU DONCEL.

Julián depositó un suave beso en la frente del ojinegro: yo también te amo, mi amor...

El tifón amoroso había culminado, pero Diego y Julián permanecieron enredados en un abrazo... no supieron cuánto tiempo pasó, no importaba... se sentía bien estar simplemente abrazados... y ambos sabían que no había mejor lugar para estar que el cuerpo del otro.

Julián permanecía con los ojos cerrados disfrutando del momento entre los musculosos brazos de su amado cuando sintió que algo frío rozaba la punta de su nariz.

El doncel abrió sus ojos azules encontrándose frente a él con un anillo de oro y un brillante diamante en la punta del mismo.

Julián miró a Diego preguntando: ¿qué significa esto?

Con la frente perlada por el sudor después de la vigorosa actividad física, Diego contestó con una sonrisa: significa que ya no hay nada que nos impida estar juntos... cásate conmigo, Julián... quiero que seas mi esposo...

El rubio guardó silencio por unos instantes, por lo que el varón comentó con sorna: ¿por qué no respondes? ¿acaso piensas que quiero casarme contigo para embarazarte y después reclamar mi herencia?

Julián sonrió incorporándose para quedar sentado en la cama y decir: eres un tonto, pero un tonto encantador...

Diego se colocó de rodillas sobre el lecho e insistió: entonces, ¿qué dices? ¿aceptas ser mi esposo?

Julián: por qué esperas tan ansioso una respuesta, cuando tú mismo acabas de decir que ya nada nos impide estar juntos...

Diego: porque quiero escucharlo de tus labios...

Julián miró a los profundos ojos del varón y finalmente respondió: sí, Diego, acepto ser tu esposo...

El rostro de Diego se iluminó de felicidad y sin esperar más, colocó la bella sortija en el dedo anular de la mano derecha del doncel.

Diego expresó con gran algarabía: al fin serás mi doncel por todas las leyes... nos casaremos por el civil y ante Dios... para que solo la muerte pueda separarnos...

Julián empujó a Diego sobre la cama y colocándose a horcajadas encima de él, afirmó: sí, mi amor, nos casaremos frente a Dios, pero te amo tanto que ni la muerte podrá separarnos...

Diego besó apasionadamente a Julián y lo abrazó ciñéndolo a su pecho... con los cuerpos desnudos y la piel encendida por la pasión, Julián y Diego se comprometieron en matrimonio sellando su compromiso con caricias que jamás olvidarían.

***********

Pero así como hay matrimonios destinados a la felicidad, hay otros destinados al fracaso... con el lapicero en la mano, Mauro temblaba resistiéndose a firmar el acta de divorcio con Daniel.

Dentro del despacho del rancho, Julián y Diego observaban lo difícil que resultaba ese momento para el menor de los hermanos Obregón.

Con rabia, Mauro soltó el lapicero y le dijo al abogado representante del juicio de divorcio: no puedo... no quiero divorciarme de Dani... ¡NO QUIERO!

El ojimiel salió apresuradamente del despacho, por lo que Julián le indicó a Diego: ve a hablar con él, mi amor... tu hermano te necesita...

Diego asintió y se dirigió a la recámara de Mauro, donde el ojimiel se encontraba parado frente a su ventana.

El ojinegro se acercó a su hermano menor diciéndole: yo sé que esto es muy difícil para ti, pero tienes que hacerlo... no compliques más las cosas...

Mauro respondió con lágrimas en los ojos: es que no puedo hacerlo... ¿no entiendes que amo a Dani?... él no quiere darme una nueva oportunidad, pero quizás si tú le hablas, podrías convencerlo de...

Diego interrumpió: no insistas, hermano... ya Julián habló con Dani, incluso con el doctor Montero... Daniel está convencido de divorciarse de ti... él cree que es lo mejor para ambos... y sinceramente, yo también lo creo...

Mauro: ¿tú también estás en mi contra? ¿también consideras que no soy lo suficientemente hombre para Dani?

Diego: lo que creo es que en estos momentos de su vida, lo mejor para ti y para Dani es estar separados... Dani tiene metas que sueña cumplir y tú también deberías forjarte tus propias metas... aún eres muy joven como para encerrarte a sufrir un divorcio...

Mauro: no me hables como un viejo, que solo soy menor que tú 3 años y tú sí te vas a casar con Julián muy pronto...

El ojinegro replicó: la edad no importa cuando se trata de madurez... Dani es más chico que todos nosotros y está demostrando que ha madurado muchísimo... si tú quieres estar a la altura de Dani, también tienes que madurar...

Mauro: ¿y madurar significa divorciarme de Dani?

Diego: madurar significa entender que el amor es libertad... no puedes retener a Dani mediante un matrimonio... si lo amas, tienes que aceptar lo que él desea en estos momentos... tienes que dejarlo libre para que vuele en busca de sus propios sueños...

Agachando la cabeza, el ojimiel contestó: algo similar me dijo Tomasa el otro día... pero es que Dani piensa irse a estudiar a la capital y allá podría conocer a otro hombre y olvidarse de mí...

Diego: algo así también podría sucederte a ti... quizás pronto conozcas a otro doncel con el que quieras casarte de nuevo...

Mauro aseveró: eso no... para casarme el único doncel es Dani, porque él tiene todo lo que yo busco... su carácter fuerte y dominante me gustó desde que lo conocí... más de una vez intenté cambiarlo por otro doncel, pero terminé convenciéndome que Daniel Montero es el doncel que nació para ser mi esposo...

Diego colocó su mano sobre el hombro del ojimiel diciéndole: pues si estás tan seguro de eso, esfuérzate por convertirte en el hombre que Daniel merece... en estos momentos, él cree que tú no le convienes para su futuro, a pesar que te quiere... pero el futuro no está escrito en piedra, tú puedes cambiar y llegar a ser el hombre que encaje en los sueños de Daniel...

Mauro: ¿y si eso no pasa? ¿si Dani se va y se enamora de otro cabrón?

Diego: no pienses en eso... dale tiempo al tiempo... pero hoy, lo primero que tienes que hacer es demostrarle a Dani que estás comenzando a madurar y sobre todo que te importa lo que él quiere...

Mauro guardó silencio recordando las palabras que Daniel le dijo la última vez que se vieron.

"si de verdad me amas, demuéstramelo dejándome en libertad para que pueda cumplir mis sueños... demuéstrame que antes que tus deseos, está mi felicidad..."

Con pesar, Mauro le dijo a Diego: tienes razón... la mejor forma de demostrarle a Dani que lo amo es dejándolo en libertad...

**********

Esa misma noche, el doctor Montero le entregó a Daniel el acta de divorcio firmada por Mauro.

Sentado en la sala de su casa, el médico comentó: Mauro finalmente firmó el divorcio y ya estás legalmente separado de él... ya eres libre, Dani...

El ojiavellana no dijo nada, solo observó con melancolía la firma de Mauro sobre el acta de divorcio.

Montero: pensé que te alegrarías un poco más... tú decidiste esto, hijo... ¿acaso te arrepientes ahora?

Daniel: no me arrepiento, pero tampoco me alegro... tú bien sabes lo que sigo sintiendo por Mauro...

Montero: lo sé, pero tú mismo consideraste que separarse era lo mejor para tu futuro...

Intentando disimular su tristeza, el doncel expresó: sí, esto es lo mejor para mí y ahora que ya soy libre legalmente, quiero irme mañana mismo a la capital... no quiero seguir en San Benito...

Sorprendido, Montero cuestionó: ¿mañana mismo? no te precipites, hijo...

Daniel: entiéndeme, papá... en estos momentos, necesito ocupar mi mente en otras cosas y creo que empezar a estudiar cuanto antes en la academia de ballet me servirá mucho... tengo que irme ya...

Montero: comprendo esa parte, pero ¿irte mañana? Al menos espérate al fin de semana... me gustaría organizarte una cena de despedida... estoy seguro que a tus amigos, Julián y Martín, les gustaría despedirse de ti...

El ojiavellana refutó: no, papá... no quiero ninguna despedida... quiero irme sin decir adiós... ya de por sí es muy difícil lo que estoy haciendo... despedirme de las personas que quiero me dolerá mucho... ya después me comunicaré con Julián y Martín...

Montero se acercó a su hijo diciéndole con ternura: esto no solo es difícil para ti, también a mí me dolerá verte partir...

Daniel abrazó a su padre expresándole: lo sé, papá... yo sé que te duele, pero también sé que siempre has deseado lo mejor para mí y sabes que esto es lo mejor...

Montero besó la cabeza de su amado hijo: sí, Dani, lo comprendo... solo recuerda que aunque estemos separados, siempre podrás contar conmigo... sin importar la distancia, yo siempre estaré para apoyarte en cualquier decisión que tomes...

Daniel miró a los ojos de su padre expresándole con gran afecto: gracias, papá... gracias por quererme tanto... quizás nunca te lo he dicho, pero eres el mejor papá del mundo y le agradezco a Dios por darme un papá como tú...

El doncel besó la mejilla de su padre, quien contestó con lágrimas asomándose por sus ojos: te quiero mucho, Dani, nunca lo olvides... siempre recuerda que cuando dos corazones se aman no importa el tiempo, ni la distancia...

Daniel asintió comprendiendo las palabras de su padre y al día siguiente se marchó a la capital con la firme idea de luchar por sus verdaderos sueños.

**********

Varios meses pasaron rápidamente y una soleada mañana, las campanas de la catedral de San Benito repicaban anunciando que dentro, se vivía una ceremonia, la boda de Julián y Diego.

Ante una iglesia llena de feligreses, el párroco le hizo la pregunta a Diego, quien vestía un esmoquin negro, que lo hacía lucir gallardo y varonil.

Padre: Diego Obregón, ¿aceptas a Julián Grajales como tu legítimo esposo? ¿prometes serle fiel, cuidarlo y respetarlo, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida y hasta que la muerte los separe?

Diego miró amorosamente a Julián y contestó con firmeza: sí, padre, acepto...

El sacerdote se dirigió a Julián, quien engalanado con un esmoquin de color blanco satinado, lucía radiante y hermoso, resaltando aún más sus bellos ojos azules.

Padre: Julián Grajales, ¿aceptas a Diego Obregón como tu legítimo esposo? ¿prometes serle fiel, cuidarlo y respetarlo, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida y hasta que la muerte los separe?

Esta vez fue Julián quien le dirigió una mirada tierna a Diego, para luego responder con seguridad: sí, padre, acepto...

Padre: entonces, por el sagrado poder que me confiere la Iglesia, yo los declaro marido y doncel... adelante, Diego, ya puedes besar a tu esposo...

Diego sonrió y besó los labios de Julián al tiempo que todos los asistentes comenzaron a aplaudir alegremente.

En la primera banca del templo se encontraban aplaudiendo Martín, Carlos, Mauro, Tomasa y Ana, la madre de Julián, que llegó a San Benito especialmente para la boda.

Como toda madre, Ana lloraba al ver a su hijo casándose, radiante y feliz; también por las mejillas de Tomasa rodaban lágrimas de alegría.

Por su parte, Martín ya contaba más de 8 meses de embarazo, por lo que estaba más sensible que nunca y de sus ojos se escaparon lágrimas de emoción; Carlos, que estaba a su lado, lo rodeó con sus brazos y le ofreció su pañuelo para limpiarse el rostro.

Mauro también aplaudía, aunque con un aire de melancolía.

Entre los asistentes al matrimonio religioso también estaban el doctor Montero, el licenciado Riva Palacio y otros amigos de la familia que felicitaron a la feliz pareja a la salida de la Iglesia.

Después de la ceremonia eclesiástica, en el rancho de "Los Manzanos" se celebró una íntima recepción a la que asistieron únicamente las personas más cercanas a la familia.

En el amplio jardín, Julián y Diego bailaron su primer baile como esposos, eligiendo para este emblemático momento el vals de "Julián".

🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼
"Y este vals es para ti, para ti, Julián...
Báilalo, disfruta da capo y coda...
En tu graduación y el día de tu boda...

Este vals es para ti, para ti Julián...
Yo también lo voy a estar celebrando...
Desde algún rincón, te miraré bailando".
🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼

Hecha un mar de lágrimas, Tomasa pensaba que desde algún lugar, don Serafín observaba contento la unión de Diego y Julián: así es como usted lo hubiera querido, abuelo... yo sé que desde el cielo les da su bendición...

Esa misma noche, luego que los invitados se fueron, Julián y Diego, más contentos y enamorados que nunca, abrían los regalos que recibieron.

Julián: este regalo nos lo mandó Dani, desde la capital... en la tarjeta se disculpa por no poder asistir, pero nos envía todos sus buenos deseos...

Abriendo otro de los regalos, Diego comentó: este nos lo manda Fabricio... mira, trae una carta para ti... toma...

Julián abrió el sobre y sacando la misiva la leyó en voz alta.

"Mi querido Julián, te envío mis mejores deseos para esta nueva etapa que estás comenzando... estoy seguro que serás muy feliz al lado de Diego, ya que él demostró ser un buen hombre, pero sobre todo, demostró que te ama... desde el fondo de mi corazón les deseo mucha felicidad para ambos.

Te ofrezco disculpas por no asistir a tu boda, pero mis ocupaciones en el hospital infantil donde laboro actualmente son muchas, sin embargo no me quejo... no sabes lo satisfactorio que es trabajar para los niños, ver en sus pequeños rostros una genuina sonrisa de agradecimiento es algo que no tiene precio.

No niego que es muy cansado, pero tengo ayuda y muy eficiente, entre ellos un lindo enfermero que se parece mucho a ti, en sus ojos se refleja la pasión y compromiso por ayudar a los demás... verlo trabajar me hace recodar cuando te conocí estudiando en la escuela de enfermería... pero bueno, no te aburro más con mis historias... te reitero mis mejores deseos y quizás algún día volvamos a vernos... no me despido con un adiós, solo con un hasta pronto...

Dr. Fabricio Cisneros"

Con una gran sonrisa, Julián expresó: Fabricio, yo tampoco te digo adiós... estoy seguro que nos volveremos a ver...

Acariciando la mejilla del ojiazul, Diego comentó: ¿así que un "lindo enfermero" que se parece mucho a ti? Creo que Fabricio ya encontró a alguien para compartir su vida... quizá la próxima vez que lo veamos sea el día de su boda...

Julián: nada me daría más gusto que eso... de corazón, espero que Fabricio encuentre alguien a quien amar y que lo ame, para que pueda ser tan feliz como yo lo soy ahora...

Diego agregó: yo también estoy muy feliz... feliz de que al fin seas mi doncel al 100 por ciento...

Rápidamente, el ojinegro cargó en sus fuertes brazos a Julián, quien sorprendido exclamó: ¿qué haces? todavía nos faltan regalos por abrir...

Sonriendo ampliamente, el varón respondió con picardía: y los abriremos mañana... ya es hora que tú, mi lindo esposo, y yo tengamos nuestra noche de bodas... me tuviste en abstinencia más de una semana por no sé qué tradición, así que esta noche, me las voy a cobrar todas...

Julián: no fue por ninguna tradición, sino porque mi mamá estuvo aquí ayudándome para los preparativos de la boda... no quería que ella supiera que tú y yo hicimos "cosas" antes de casarnos...

Caminando con el ojiazul en sus brazos, el varón contestó: pues a partir de esta noche ya eres mi doncel legalmente y religiosamente, así que mi suegra no tiene por qué decir nada... y si te escucha gritar de placer que se tape los oídos...

Julián no pudo evitar reír y rodeando con sus brazos el cuello de su ahora marido, se dejó llevar a la habitación que ocuparían como esposos y en la que pasarían su primera noche como felices recién casados.

**********

Pero hay momentos felices que son antecedidos por un poco de dolor, como el dolor que produce tener un hijo.

En el hospital, Martín se esforzaba por dar a luz a su pequeño... dos días después de cumplir los 9 meses de embarazo, las contracciones se presentaron y de inmediato, Carlos llevó a su doncel a la clínica, donde comenzó con el trabajo de parto.

En la sala de alumbramiento, el doctor Montero ayudaba al doncel ojicafé en el proceso: puja, Martín, puja con fuerza... ya falta poco...

El tierno doncel se esforzaba soportando con estoicismo los fuertes dolores para traer al mundo a su bebé.

Martín: aghhhhhh... aghhhhhhh...

Montero: ya casi, Martín, puja un poco más... tu bebé ya está por salir... tú puedes... puja, puja...

En la sala de espera, Carlos era un manojo de nervios dando de vueltas, esperando impaciente a que el médico saliera a decirle que Martín y su hijo estaban bien.

Ahí también estaban Diego y Julián, quienes pensaban que terminarían mareados de ver dar tantas vueltas al impaciente futuro padre.

Diego se acercó al barbado diciéndole: tranquilízate un poco, hermano... vas hacer un hoyo en el suelo de tantas vueltas...

Deteniéndose, Carlos respondió con preocupación: ¿es que no escuchaste cómo se quejaba Martín cuando llegó? los dolores que sentía eran muy fuertes...

Diego: y eso es completamente normal... pero no te preocupes, Martín es muy fuerte y los donceles están diseñados para ser madres... ten confianza en que todo va a salir bien...

Al mirar a los ojos de Diego, el barbado no pudo evitar observar en ellos un brillo similar a los de su difunto padre... aunque Samuel murió cuando los tres hermanos eran pequeños, Carlos aún recordaba los ojos de su papá.

Carlos comentó con seriedad: no cabe duda que el abuelo tenía razón... tú, Diego, eres el que más se parece a papá... en estos momentos que me gustaría tener a papá conmigo, no puedo evitar pensar que a través de ti él está presente...

Diego se emocionó al escuchar a su hermano mayor y titubeó: Carlos, yo... no sé qué decir... gracias...

Carlos: no, Diego, gracias a ti... gracias por siempre apoyarme y estar conmigo en las buenas y en las malas... yo soy un año mayor que tú y sin embargo tú siempre te has portado como el hermano mayor... has aguantado mis berrinches, mis malos tratos y a pesar de todo, aquí estás, apoyándome más que como un hermano, como un padre...

Con un nudo en la garganta, el ojinegro respondió: y estaré siempre contigo, hermano... recuerda que el abuelo nos enseñó que la familia siempre está por encima de todo...

El musculoso varón abrazó fuertemente a Carlos, quien agregó con emoción: perdóname, Diego... perdóname por haber sentido envidia de ti... tú no tenías la culpa de nada y yo fui un cabrón contigo...

Diego: olvídate ya de eso... hoy inicia una nueva etapa de tu vida... vas a ser padre y tienes que ser el mejor papá del mundo...

Carlos: eso intentaré... no quiero que mi hijo sufra lo mismo que nosotros... quiero que él crezca rodeado de afecto, todo el afecto de padres que a nosotros nos faltó...

El conmovedor momento fue interrumpido por la aparición del doctor Montero... rápidamente todos lo rodearon, pero fue Carlos, quien preguntó con impaciencia.

Carlos: ¿cómo están mi doncel y mi hijo?

Con semblante serio, pero satisfecho, el médico respondió: todo salió muy bien, Carlos... no fue fácil, pero Martín es un doncel muy fuerte y tu hijo nació completamente sano...

Sonriendo lleno de felicidad, Carlos cuestionó: ¿mi hijo? entonces nació un varón ¿verdad?

Momentos después dentro de una habitación, Martín lloraba embargado de la emoción mientras cargaba en sus brazos a su pequeño bebé... el ojicafé no cabía de la dicha al ver que esa criatura tan pequeña e indefensa había nacido de su ser.

La puerta de la habitación se abrió dando paso a Carlos, quien lentamente se acercó hasta la cama, sentándose al costado de Martín, que lo miraba con la cara empapada en llanto.

Carlos: ¿lloras de felicidad?

Martín: sí, estoy muy emocionado por tener a mi bebé en brazos... porque al fin puedo tocarlo y besarlo... estoy muy feliz, aunque no sé si tú sientas lo mismo...

Carlos: ¿por qué lo dices?

Tras unos segundos de silencio, el ojicafé expresó: porque tú querías tener un varón y di a luz a un doncel... quizás ya ni siquiera desees que se llame Carlos Samuel...

Sin poder disimular una sonrisa, Carlos extendió su mano para limpiar algunas lágrimas del rostro de Martín.

Carlos: no pienses eso, bonito... a este bebé lo amo por el simple hecho de ser mi hijo... nuestro hijo... es verdad que siempre expresé que quería tener un varón, pero me da igual... lo único que realmente deseaba es que naciera sano... yo también estoy muy feliz, mi amor, muy feliz...

Martín: ¿quieres cargarlo?

Carlos se rascó la cabeza diciendo: n-no lo sé... no sé cómo cargar un bebé...

Sonriendo, el ojicafé dijo: es fácil... tómalo con cuidado para que no llore...

El barbado cargó en sus fuertes brazos al pequeño bebé, que al sentir el calor de su padre, continuó durmiendo plácidamente.

Con un nudo en la garganta, Carlos comentó: está hermoso... se parece mucho a ti...

Martín dijo sonriendo: aún es muy pequeñito como para saber a quién se parecerá...

Carlos: yo solo espero que tenga tus mismos ojos... esos bellos ojos que me enamoraron desde la primera vez que te vi...

El ojicafé acarició la barba de su marido diciéndole: tenía miedo que te enojaras porque tu primer hijo es un doncel y no un varón...

Carlos: pero cómo voy a enojarme por eso... solo Dios decide esas cosas... además, tampoco es que solo vayamos a tener un hijo... vamos a tener muchos más hijos y el varón llegará...

Martín: ¿muchos hijos?

Carlos: claro, mi amor... quiero tener muchos hijos, al menos cinco... me gustaría tener dos varones, una niña y un doncel más ¿no te agrada la idea de una gran familia?

Martín evocó el deseo de Carlos, imaginándose rodeado de niños... el ojicafé siempre deseó tener muchos hermanos para no sentirse solo y ahora deseaba que su bebé no pasara por lo mismo.

Martín: sí, yo también deseo una familia grande para que Carlos Samuel no se sienta solo...

Carlos miró a los ojos de su doncel asegurándole: él nunca estará solo porque nosotros le daremos todo el cariño del mundo... gracias, Martín, gracias por hacerme padre de este bello niño... te amo...

El barbado acercó su rostro al de Martín para besarlo en los labios... el ojicafé correspondió amorosamente al beso de su marido, sintiendo entre sus cuerpos ese pequeño bebé que era la mayor representación de su amor y el lazo que los uniría para siempre.

***********

El tiempo siguió su curso y unos meses después en la capital, específicamente dentro del auditorio de una prestigiada academia de danza clásica, Daniel ensayaba sobre el escenario sus pasos de ballet.

Las clases ya habían terminado por ese día, pero el ojiavellana acostumbraba a quedarse para practicar, sobre todo, porque en breve montarían la obra de "El lago de los cisnes" y Daniel participaría con un personaje importante.

Con los ojos cerrados, Daniel ejecutaba sus pasos de danza imaginado que pronto ese auditorio vacío estaría lleno de personas aplaudiéndole... de pronto, el doncel escuchó unas palmas aplaudiéndole y abrió sus ojos.

Daniel se sorprendió al ver que quien le aplaudía era Mauro, que parado en la primera fila de las butacas lo miraba con una agradable sonrisa.

Daniel preguntó con tono molesto: ¿qué haces aquí? ¿cómo entraste?

Mauro respondió al tiempo de subirse al escenario: entré porque el vigilante me permitió el acceso... él y yo nos hemos hecho amigos en las últimas semanas que he estado viniendo...

Sin comprender, el ojiavellana cuestionó: ¿cómo? ¿has estado viniendo las últimas semanas?

Mauro: así es, he venido a esta academia casi todos los días de este último mes, siempre con la intención de verte... algunas veces te he visto salir, otras te veo ensayar, pero hasta hoy tomé la decisión de hablarte...

Daniel: no estoy entendiendo nada... ¿cómo puedes estar viniendo a verme a diario? Estamos en la capital del país y tú vives en San Benito...

El ojimiel se acercó más al doncel revelándole: ya no vivo en San Benito, desde hace tres meses estoy viviendo en esta ciudad...

Sin disimular su sorpresa, el ojiavellana inquirió: ¿qué?

Mauro aclaró: sí, Dani... me mudé de San Benito porque comencé a estudiar la carrera de "finanzas" en la universidad...

Daniel: ¿estás estudiando la universidad?

Mauro: así es... después que nos separamos, reflexioné mucho sobre mi vida, pero sobre todo recordé que alguna vez mi abuelo me dijo que a pesar de yo tener más de 20 años, no había logrado nada por mí mismo... y tenía razón, porque después de egresar de la preparatoria, me negué a estudiar una carrera universitaria y me dediqué a la vagancia, esperando algún día heredar a mi abuelo... por esa herencia, hice muchas tonterías, bueno tú mejor que nadie conoce esa historia...

El ojiavellana escuchaba con atención cada palabra del varón: pero, después de saber que tú te fuiste de San Benito para luchar por tus sueños, me di cuenta que eso es precisamente lo que a mí me faltaba, UN SUEÑO... a pesar de ser mayor que tú, yo carecía de metas en mi vida, no tenía ninguna, más que heredar mi parte del rancho, pero qué iba hacer con esa herencia, ni siquiera sabría cómo administrarla... ahora más que nunca entiendo por qué el abuelo dejó a Julián como albacea, porque al menos yo me hubiera ido a la ruina en menos de un año...

Mirando a los ojos de Daniel, Mauro agregó: ahora sí tengo un sueño, quiero convertirme en un economista profesional para algún día administrar no solo mi parte del rancho, sino emprender una empresa propia... deseo seguir el ejemplo de mi abuelo y así como él logró convertirse en un gran productor de manzanas, yo también deseo cosechar mis propios éxitos...

Daniel guardó silencio tras escuchar el discurso de Mauro y después cuestionó: pero hay algo que no entiendo... según recuerdo, una de las cláusulas del testamento te impedía abandonar el rancho por cinco años... ¿cómo hiciste para mudarte?

Mauro sonrió: porque llegué a un acuerdo con Julián... él entendió mis deseos de superarme y estudiar una carrera, por eso esa cláusula no se hará válida en tanto yo me mantenga estudiando en la universidad...

Daniel observó de pies a cabeza a Mauro notando que el varón frente a él, ya no era el mismo niño inmaduro que conoció, ahora tenía la apariencia y los sueños de un hombre.

Ante el silencio del ojiavellana, Mauro comentó: ¿no me dices nada más?

Daniel respondió con desdén: ¿qué quieres que te diga? ¿que me alegro por ti? pues sí, me da mucho gusto que has comenzado a forjar tu propio futuro... espero que cumplas tu sueño...

El ojimiel caminó hasta quedar muy cerca de Daniel: es que además de mi sueño de graduarme como economista... tengo otro anhelo y es compartir mi sueño junto al doncel que amo... junto a ti...

Daniel se apartó: no comiences de nuevo, Mauro... entre tú y yo no puede haber nada otra vez...

Acortando la distancia, el varón insistió: pero por qué no... yo te amo y sé que tú también me sigues queriendo... todos estos meses separado de ti me han servido para madurar, para reconocer que casarnos de la manera que lo hicimos fue un error, pero ahora estoy aquí ya no como uno de LOS SEMENTALES, sino como un hombre que quiere luchar por sus sueños junto al chico que lo inspiró a soñar...

Daniel: pero Mauro, entiende que...

El ojimiel colocó dos de sus dedos en los labios del doncel: por favor, Dani, dame otra oportunidad... esta vez no te estoy pidiendo que te cases conmigo para vivir en el rancho y darme un hijo, esta vez quiero que juntos compartamos nuestros sueños, quiero que tú me ayudes a lograr mis metas y yo también te apoyaré para que cumplas las tuyas... al fin entendí que una verdadera pareja no se trata de una competencia por dominar al otro, una pareja es aquella que se apoya mutuamente para lograr la realización de ambos...

Daniel: ¿y los hijos? tú querías tener un hijo pronto y yo aún no estoy preparado...

Mauro: los hijos llegarán cuando ambos lo decidamos... ser padres no es decisión de solo una persona, sino de dos...

Daniel agachó la cabeza sin decir nada... a pesar del tiempo que habían pasado separados, el doncel no había podido arrancarse del corazón a Mauro, aun con la distancia, no podía dejar de pensar en el hombre que lo cautivó desde la primera vez que lo vio.

Mauro tomó con suavidad el mentón del doncel y lo obligó a mirarle a la cara, al tiempo de preguntar: ¿qué me respondes? ¿aceptas volver conmigo? ¿me das una nueva oportunidad para ser el hombre que tú mereces?

Tras pensarlo varios minutos, Daniel respondió con seriedad: hace meses cuando me divorcié de ti, lo hice porque mi corazón y mi razón entraron en conflicto, mi corazón me decía que te seguía amando, pero mi razón me aconsejaba que te dejara porque no caminábamos en la misma dirección... al final le hice caso a mi razón...

Con el pecho agitado, Mauro preguntó: ¿y hoy a cuál de los dos vas hacerle caso? ¿a tu razón o a tu corazón?

El ojiavellana contestó con voz firme: a ambos, porque hoy después de escuchar tus sueños y verte convertido en alguien diferente, mi corazón y mi razón me dicen que tú eres el hombre que amaré siempre y el único indicado para mí...

Sintiendo que un nudo se formaba en su garganta, el ojimiel atinó a contestar: Dani, mi amor... ¡TE AMO!

En respuesta, Daniel rodeó con sus brazos el cuello de Mauro para fundir sus labios con los de su amado.

El ojimiel tomó por la estrecha cintura al doncel para apretarlo contra su cuerpo y profundizar el apasionado beso, un beso que además de pasión, reflejaba amor, anhelo, pero sobre todo, madurez.

Separando sus labios, Mauro expresó con voz gruesa: mi amor, te prometo que esta vez voy a ser el mejor de los maridos, uno que se sentirá muy orgulloso al verte convertido en un gran bailarín...

Sonriendo ampliamente, el doncel agregó acariciando la mejilla del varón: yo también te prometo ser un buen esposo, uno que siempre te motivará y te alentará para ser el mejor de los hombres...

Los jóvenes enamorados sellaron su pacto con otro ardiente beso, que demostraba la necesidad que tenían sus cuerpos para volver a enlazarse... pero por encima de la pasión juvenil, Mauro y Daniel comprendieron que para amar intensamente, primero hay que crecer como seres humanos.

***********

Y los meses pasaron nuevamente... en el rancho, bajo el gran árbol de manzanas, Julián pensaba mirando el ocaso del sol y sosteniendo entre sus manos el amuleto de don Serafín.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la aparición de Diego, quien se acercó sigilosamente para abrazar a su doncel por la cintura y tras darle un beso en la mejilla le comentó: Mauro y Dani ya se instalaron en su habitación... se quedarán todo el fin de semana y se regresarán a la capital la noche del domingo, después de la fiesta de bautizo de Carlos Samuel...

Julián: en un rato más voy a verlos... me alegra tanto que Mauro y Dani estén otra vez juntos...

Diego: yo también me alegro... al fin todos estamos felices en este rancho, pero por qué te veo tan pensativo... ¿pasa algo?

Julián: pues... porque uno siempre se pone a reflexionar sobre la vida cuando se tienen hijos...

Diego: entiendo, pero nosotros no tenemos...

El ojinegro calló y tras unos segundos, preguntó: no me digas que tú... que vamos a...

Mordiéndose los labios, Julián asintió mirando a los ojos de su marido: sí, Diego... vamos a ser papás... hace una hora me entregaron los análisis y estoy embarazado...

Diego cargó muy emocionado al ojiazul mientras exclamaba: ¡UN HIJO! ¡VOY A SER PAPÁ! ¡VAMOS A SER PAPÁS!

Dándole un beso al varón, Julián le confirmaba: sí, mi amor, muy pronto vamos a tener un bebé más en este rancho...

Diego: estoy tan feliz y emocionado... gracias, Julián, gracias por hacerme el hombre más dichoso...

Julián: yo también estoy muy feliz... incluso he pensado que si el bebé es varón o doncel, me gustaría llamarlo Serafín... ¿te agrada?

Uniendo su cabeza a la del rubio y dándole un tierno beso esquimal, Diego respondió: me encanta la idea... es una bella manera de honrar a mi abuelo... te amo, mi cielo...

El bello momento fue suspendido por la aparición de Carlos y Mauro, quienes preguntaron a qué se debía la algarabía... muy orgulloso, Diego le contó a sus hermanos que sería padre, por lo que lo felicitaron con estrechón de manos y fuertes abrazos.

Tras felicitar también al doncel, el barbado ojiverde tomó la palabra: Mauro y yo queremos aprovechar este feliz momento para hablar contigo, Julián... para decirte algo muy importante...

Julián miró a sus cuñados y preguntó, al tiempo que Diego lo abrazó por la cintura: ¿qué pasa? ¿qué quieren decirme?

Mauro expresó: Carlos y yo queremos ofrecerte una disculpa, Julián, queremos pedirte perdón por todo lo mal que te hemos tratado...

Sorprendido, Julián miró a Diego, quien le sonrió con satisfacción.

Mauro continuó hablando: perdónanos, Julián... ahora ya comprendo las razones que tuvo mi abuelo para hacer lo que hizo, entiendo que todo fue para protegernos, para hacernos madurar... tú solo quisiste ayudar a cumplir los últimos deseos de mi abuelo y nosotros nos portamos muy crueles contigo, pero a pesar de todo, tú siempre estuviste apoyándonos... discúlpame, por favor...

Carlos suspiró hondamente antes de comenzar a hablar: todo lo que Mauro hizo, no se compara con todos los maltratos y ofensas que yo te hice, Julián... no sé si algún día seas capaz de perdonarme por lo mal que te he tratado... pero aunque no merezco tus disculpas, quiero que sepas que estoy arrepentido de corazón... tengo que reconocer que desde que llegaste a este rancho solo has hecho cosas buenas por esta familia, cuidaste a mi abuelo en sus últimos días y le diste el afecto que sus propios nietos no fuimos capaces de darle...

Con lágrimas en los ojos, el doncel escuchaba atentamente las palabras del mayor de los hermanos Obregón: tengo que reconocer que a pesar de toda mi violencia y todos mis insultos, tú siempre intentaste apoyarme y tenderme la mano para hacer de mí un hombre de bien... tengo que reconocer que siempre estuve equivocado contigo, te acusé de mil mentiras, pero hoy te lo digo de frente, Julián... te reconozco y admiro porque siempre has sido una persona íntegra y espero que algún día puedas perdonarme...

Lágrimas gruesas escurrían por las mejillas del pelirrubio, que tras varios minutos, hizo un esfuerzo para hablar: no saben cuánto me emociona escucharlos a ambos, porque llegué a creer que jamás llegaría este día... nunca esperé que me pidieran perdón, porque yo no soy Dios para perdonar, solo él puede hacerlo... sin embargo, quiero decirles que las mejores disculpas para mí es verlos convertidos en lo que su abuelo siempre quiso que fueran, hombres de bien y no LOS SEMENTALES... a partir de hoy todo está olvidado, comencemos de nuevo y vivamos como lo que ahora somos, UNA FAMILIA...

Limpiándose las lágrimas, Julián se acercó a Carlos y Mauro para abrazarlos a los dos al mismo tiempo... ambos varones correspondieron al abrazo con humildad.

Diego sintió un nudo en la garganta al observar a sus dos hermanos abrazándose fraternalmente con Julián, pues sabía lo feliz que eso hacía a su bello doncel.

Y así, bajo la sombra del gran árbol de manzanas, Julián y los hermanos Obregón se olvidaban de los rencores e iniciaban una nueva relación basada en el respeto y el perdón.

**********

Dentro de su habitación, Martín observaba alegremente que Daniel cargaba en sus brazos con gran emoción al pequeño Carlos Samuel.

Daniel: tu bebé está hermoso, Martín... y qué grande está...

Muy sonriente, el ojicafé expresó: lo sé, está enorme... apenas cumplió los seis meses y parece de más de un año...

Dándole de besos en la mejilla al infante, Dani respondió: está tan precioso que me dan ganas de morderlo... me encanta...

En ese instante, Julián entró a la habitación y comentó: te ves muy bien cargando a Carlos Samuel, Dani... me alegra ver que te gustan los bebés...

Acostando al pequeño en su cuna, el ojiavella contestó: me encantan los niños, sobre todo cuando son bebés... pero por ahora yo solo seré el "tío consentidor"... falta mucho para que decida tener hijos propios, mientras tanto me dedicaré a malcriar a mis sobrinos, les daré muchos regalos, les compraré chocolates, en fin...

Sonriendo, Julián dijo acariciando su plana barriga: me da gusto oírlo porque pronto vas a tener un sobrino más que consentir...

Al escucharlo, Martín se acercó al ojiazul muy emocionado: quieres decir que tú...

Asintiendo, Julián reveló: sí, Martín... muy pronto Carlos Samuel va a tener un primo con quien jugar...

Martín abrazó lleno de alegría a Julián y Daniel se sumó a la celebración efusivamente.

Daniel: esto tenemos que celebrarlo en grande... tenemos que hacer una nueva noche de donceles...

Julián: por supuesto, Dani, ya habrá tiempo para celebrar... lo que más me emociona es saber que dentro de poco en este rancho habrá muchos niños jugando ¿verdad Martín?

Martín: seguramente sí... Carlos ya me dijo que en cuanto Carlos Samuel cumpla un año, quiere que encarguemos otro bebé...

Daniel exclamó: ¿tan pronto? al paso que van, ustedes van a sobrepoblar San Benito...

Los tres donceles rieron alegremente, al tiempo que Julián comentó: los quiero mucho, chicos... soy muy feliz de que ustedes sean mis concuñados... son los hermanos que no tuve...

Martín: yo siento lo mismo... aunque no llevemos la misma sangre, somos hermanos de corazón...

Julián: así es, por eso quiero invitarlos para que este domingo, antes del bautizo de Carlos Samuel, me acompañen junto con Diego, Carlos y Mauro a un lugar especial...

Daniel preguntó: ¿un lugar especial? ¿a dónde?

**********

Con los primeros rayos del sol iluminando San Benito, los tres hermanos Obregón y sus respectivas parejas llegaron al panteón municipal para visitar la tumba de don Serafín.

De pie frente al sepulcro, las tres parejas oraban en honor al que alguna vez fue el patriarca de la familia Obregón.

Abrazado a Diego, Julián expresó en voz alta: don Serafín, aquí parados frente su tumba están sus tres nietos... ellos quieren decirle algo, quieren hablarle como los hombres que son ahora, como los hombres que usted siempre deseó que fueran...

El primero de los nietos en hablar fue Mauro, quien sujetando de la cintura a Daniel, se dirigió a la tumba.

Mauro: abuelo, vengo a pedirte perdón por no haber sido el nieto que tú deseabas mientras estuviste vivo, también vengo a decirte que hoy las cosas han cambiado... aprendí que madurar no es cuestión de edad, sino de actitud ante la vida... entendí que para dejar de ser un niño hay que forjar su propio camino y luchar por metas propias...aprendí que un hombre no es aquel que tiene muchas parejas, un verdadero hombre es aquel que tiene solo una y dedica cada día de su vida para hacerla feliz...

Daniel sonrió, sintiéndose muy orgulloso de las palabras de Mauro y colocó su cabeza en el hombro de su amado.

El segundo en hablar fue Diego, quien tomado de la mano de Julián, se acercó más al sepulcro.

Diego: abuelo, siempre me dijiste que soy el más parecido a mi padre, pero nunca pude demostrarte que era capaz de honrar su legado y su apellido... hoy soy un hombre diferente... logré vencer mi orgullo y mi soberbia para entregarle mi corazón a Julián, quien al igual que tú, siempre vio en mí cosas que yo mismo desconocía de mi persona... aquí, de pie ante tu tumba, te juro que voy a luchar porque el apellido Obregón siempre sea recordado con respeto y admiración... solo honrando tu memoria, sé que alcanzaré tu perdón y te sentirás muy orgulloso de mí...

Julián acarició el cabello de su marido mirándolo lleno de admiración y cariño.

El último en dirigirse a la tumba de don Serafín fue Carlos, quien se acercó acompañado de Martín, cuya cintura era rodeada por el brazo del barbado.

Carlos: abuelo, yo también vengo a pedirte perdón, perdóname por todos los problemas que te causé... tú tenías razón al decirme que era el peor de tus nietos porque también tenías razón al suponer que mi corazón estaba vacío... toda mi vida me resistí a creer en el amor, pues pensaba que era solo un invento de las novelas románticas... hasta que conocí al más dulce y compresivo de los donceles...

El ojiverde acarició la mejilla de su tierno esposo, al tiempo de seguir hablando: Martín me enseñó a amar... con su ternura y paciencia fue descongelando mi corazón... y con su bondad y perdón tocó lo más profundo de mi alma... hoy al fin te entiendo, abuelo, entiendo ese "amor verdadero" del que me hablaste... aprendí que el amor es lo que le da sentido a la vida y por lo que vale la pena vivir... el amor es capaz de cambiar hasta al más cruel de los hombres, pues el verdadero amor hace milagros... el amor verdadero no tiene precio, no se compra con dinero...

Levantando su mirada hacia el cielo, Carlos pronunció: abuelo, yo sé que me perdonas...

Muy orgulloso de su marido, Martín besó la mejilla de Carlos con amor y ternura.

Luego de hacer una oración en conjunto, las tres parejas salieron del cementerio con el corazón rebosante y libre de culpas.

Cada uno de los hermanos Obregón se subió a un caballo y con ellos iban sus respectivos donceles.

Cabalgando por las calles de San Benito, los pobladores observaban pasar a las tres felices parejas.

🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼
"Cuando estoy a tu lado...
se detiene todo el tiempo...
me entretengo con tus besos...
despiertas mis sentimientos...

Cuando estoy a tu lado...
se me olvidan mis problemas...
eres mi mejor amigo...
quisiera que siempre fueras..."
🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼

Mauro le dijo a su doncel: gracias, Dani... gracias por inspirarme a madurar y darme un propósito para vivir...

Sonriendo, el ojiavella respondió: gracias, Mauro... gracias por entenderme y apoyarme para luchar por mis sueños...

Mauro y Daniel se besaron los labios con amor y pasión.

🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼
"A tu lado quiero estar...
tengo el cielo en tu mirar...
con ansias de poder besar...
esos labios que me hacen suspirar..."
🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼

Diego le susurró al oído a su doncel: gracias, Julián... gracias por creer en mí, hacerme ver mis cualidades y ayudarme a vencer mis defectos... gracias por motivarme a ser mejor...

El ojiazul contestó con alegría: gracias, Diego... gracias por ser mi apoyo cuando más lo necesitaba, por brindarme tu respaldo, pero sobre todo por ser mi motivo para no rendirme...

Diego y Julián unieron sus labios en un beso lleno de amor y devoción.

🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼
"A tu lado yo moriré...
y en el cielo te esperaré...
y de nuevo ha de renacer...
este amor que es verdadero..."
🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼🎼

Carlos besó el cuello de su doncel, al tiempo de decirle: gracias, Martín... gracias por perdonar todos mis errores y enseñarme a amar de verdad...

Acariciando la barba de su marido, el ojicafé contestó con gran sonrisa: gracias, Carlos... gracias por tener el valor de cambiar por mí, por convertirte en un buen hombre, pero sobre todo gracias por amarme...

Con los sentimientos a flor de piel, Carlos y Martín fundieron sus labios en un beso cargado de amor y adoración.

"Y de nuevo ha de renacer... ESTE AMOR QUE ES VERDADERO".

Mauro propuso a sus hermanos: ¿una carrera hasta el rancho? ¿qué dicen?

Carlos respondió: yo le entro... pero qué castigo recibe el perdedor...

Diego gritó: SEMENTAL el último en llegar... ¡VAMOS!

Los tres donceles se aferraron a los brazos de sus parejas, al tiempo que los tres varones arrearon a sus caballos dando inicio con la carrera a todo galope.
**********

Y así, el pueblo de San Benito fue testigo de una historia que se convertiría en leyenda... con el paso de los años, se contarían fábulas y se cantarían corridos sobre los hermanos Obregón.

Ancianos le contarían a sus hijos y a los hijos de sus hijos, la historia de tres hermanos que se enamoraron de tres donceles... la historia de tres hombres que cambiaron por amor... la historia de tres hombres a los que alguna vez todo un pueblo llamó...

"LOS SEMENTALES".

🥹🥹🥹🥹🥹🥹

CON LÁGRIMAS EN LOS OJOS, LLEGO AL FINAL DE ESTA HISTORIA, QUE ESPERO HAYA SIDO DE SU TOTAL AGRADO.

MIL GRACIAS A TODAS Y TODOS LOS LECTORES QUE ESTUVIERON APOYANDO LA HISTORIA CON SUS COMENTARIOS Y QUE LEYERON CADA CAPÍTULO SEMANA A SEMANA.
DESDE EL FONDO DE MI CORAZÓN, MIL GRACIAS.
😊😊😊😊

¡NOS LEEMOS MUY PRONTO!
🤠🤠🤠🤠

23/07/2022

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