Los Sementales

By YukiTsuki18

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Machistas, lujuriosos, atractivos e infieles, así son los sementales... tres hermanos ricos y guapos que no c... More

Booktrailer y Presentación
0.- Prólogo
1.- Fruta prohibida
2.- Marcado
3.- En la cuna de Los Sementales
4.- Castigo
5.- Apuesta
6.- Calumnia
7.- Buitres
8.- Borracho
9.- El color de tus ojos
10.- Última cena
11.- Triste adiós
12.- Testamento
13.- El patrón
14. Boda
15.- Noche de Bodas
16.- Reencuentros
17.- De rodillas
18.- Capricho
19.- Estos celos
20.- Pasiones
21.- Evidencias
22.- Romances
23.- Bajo el mismo techo
24. Noche de donceles
25.- Corazón galopante
26.- Cita
27.- Primera vez
28.- Lágrimas
29.- La propuesta
30.- Poco a poco, lentamente
32.- Nubes negras
33.- Decisiones
34.- Amar es libertad
35.- Lágrimas de amor
36.- El fin de Los Sementales

31.- Hacer el amor

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By YukiTsuki18

¡NUEVO CAPÍTULO!

DOBLE CAPÍTULO ESTA SEMANA PARA AGRADECER SU APOYO Y SUS COMENTARIOS A ESTA HISTORIA.

ESTE ES UN CAPÍTULO MUY ESPECIAL, PUES OCURRE LO QUE MUCH@S HAN ESPERADO DESDE HACE TIEMPO.

ME ESFORCÉ MUCHO EN ESTE CAPÍTULO Y ESPERO QUE LES GUSTE CÓMO QUEDÓ

¡DISFRÚTENLO Y NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR !
🤠🤠🤠

En el baño de la suite que Carlos rentó para pasar uno noche íntima con Martín, el doncel se observaba al espejo vistiendo una seductora lencería de encaje color rojo.

La timidez de Martín le impedía exhibirse así a los ojos de su marido, por lo que decidió: mejor me quitaré esta ropa y le diré a Carlos que me tardé por otra cosa...

Pero el ojicafé olvidó ponerle seguro a la puerta del baño, por lo que Carlos la abrió sin llamar.

Carlos: Martín, ¿por qué te tardas tan...?

El semental mayor no pudo terminar su pregunta al encontrarse de pie frente al espejo del baño a Martín luciendo de manera tan sexy y provocativa.

Al ver a su marido entrar de manera inesperada, el rostro de Martín se pintó de mil colores y sus labios rosas apenas pudieron exclamar: ¡CARLOS!

Con la boca abierta, el barbado recorrió con sus ojos, de pies a cabeza, la silueta semidesnuda del hermoso doncel.

Apenadísimo, Martín agarró rápidamente una toalla para intentar cubrir su cuerpo y la lencería que tenía puesta.

Tartamudeando, el doncel expresó: sal-salte, Carlos... te-tengo que cambiarme... salte po-por favor...

Sin salir de su asombro, el varón no hizo caso y en lugar de marcharse, caminó hacia el doncel que temblaba de nerviosismo.

Al pararse frente a Martín, Carlos le sujetó la mano con la que sostenía la toalla para intentar deshacerse de ella.

Pero Martín se aferró más a la toalla.

Con voz gruesa, el ojiverde habló: suelta la toalla... quiero verte solo con lo que tienes puesto...

Martín: n-no quiero... n-no sé por qué me vestí así... soy un tonto... me muero de pena...

El barbado acarició la mejilla del doncel al tiempo de decirle: no tengas pena... no debes de tenerla porque te ves hermoso... por favor, Martín, déjame verte solo con la lencería...

Ante las palabras de aceptación de su marido, Martín sintió mayor seguridad y aflojó la mano con la que sujetaba la toalla... Carlos de inmediato se deshizo de ese molesto paño y sus ojos volvieron a gozar una vez más del espectáculo que su doncel le ofrecía.

Martín agachó la cabeza con timidez al sentir cómo Carlos lo devoraba con la mirada, apreciando cada detalle de ese esbelto y sensual cuerpo enfundado en prendas tan seductoras.

Con la cara tan roja como un tomate, el doncel preguntó entre titubeos: ¿te-te gu-gusta?

Embelesado, Carlos miró a los ojos del doncel para responder: me fascina... luces exquisito y me encanta como te ves... jamás pensé verte vestido así... eres mi sueño hecho realidad...

Martín: Carlos, yo...

El barbado interrumpió al tiempo que colocó sus grandes manos en los hombros desnudos del doncel: esta es la lencería que te elegí aquel día en la tienda de ropa ¿verdad?

El ojicafé asintió: s-sí... la compré ese mismo día, pero nunca la había usado, hasta hoy... me daba pena probármela, pero me apenaba más pensar en tu reacción al verme...

Carlos sonrió por la dulce confesión de su esposo: eres tan tierno, Martín... me haces el hombre más feliz del mundo al saber que te has vestido así para mí... que compraste la lencería que yo te elegí... gracias, Martín...

El semental mayor no pudo contenerse más y besó apasionadamente al doncel, quien sintió derretirse en los brazos de su marido, ya que además de acariciarle los labios, el varón colocó sus manos en las nalgas desnudas del ojicafé.

Sintiendo que le faltaba el aire, Martín separó sus labios alcanzando a susurrar mientras echaba su cabeza para atrás: oh, Carlos...

El ojiverde besó el cuello del doncel, a la par que le masajeaba las nalgas.

Carlos: ya no aguanto más, Martín, necesito hacerte mío, reclamar tu cuerpo y marcarlo con mi semen...

El doncel no respondió por la excitación y solo sintió que era elevado por los aires para ser cargado como una princesa en los fuertes brazos de su marido.

Carlos salió del baño con su doncel en brazos, a quien no dejaba de besar en la boca y en el cuello durante el trayecto a la cama.

Cuando llegaron al lecho, el barbado depositó con suavidad al doncel disfrutando una vez más de la bella vista... sobre esas sábanas blancas, Martín se encontraba recostado semidesnudo y cubierto únicamente con lencería de encaje, dispuesto a entregarse por amor... ni en el sueño más erótico del varón, se imaginó algo así.

Carlos expresó casi jadeando: Martín, te deseo como no he deseado a nadie más en mi vida...

Con el corazón latiéndole a mil por hora, el doncel respondió con tono sensual y cargado de erotismo: Carlos... quiero hacerlo solo contigo... no quiero que nadie más me toque... siempre, quiero hacerlo contigo...

Al escuchar a Martín, Carlos sintió que su erección rompería el bóxer negro que aún tenía puesto... pero antes de desnudarse totalmente, el varón separó las piernas del doncel para colocarse entre ellas.

Martín envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Carlos... sin poder resistir la separación de sus labios, volvieron a besarse apasionadamente.

Fue un beso tan intenso que parecían animales salvajes mordiéndose, chupándose y lamiéndose instintivamente.

Martín se estremeció cuando las manos de su marido le apretaron las tetillas y sus nalgas... la lencería parecía no ser ninguna barrera para las ansiosas manos del semental.

El ojicafé sentía un ardiente cosquilleo en su interior, por lo que abrió sus piernas esperando que su marido hiciera algo pronto para calmar su ansiedad.

Percatándose de la necesidad de su doncel, Carlos se relamió los labios... lo que más deseaba era penetrar de una vez a su esposo, pero el ojiverde recordó su promesa.

Carlos murmuró: desearía entrar en ti ahora mismo, pero prometí ser suave, así que voy a cumplir dándote todo el placer que te mereces...

Después de decir esas palabras, el barbado agarró con ambas manos los muslos del doncel para luego acercar su boca hasta el rincón más íntimo y prohibido del pelicafé.

Martín: ¡ahhhhh...!

El doncel se sobresaltó al sentir que Carlos hizo a un lado el hilo de la tanga, para comenzar a lamer su zona íntima... temblando por el contacto con esa ardiente lengua, Martín empujó los hombros del barbado con los pies.

Carlos levantó lentamente la mirada observando cómo el ojicafé se tensaba ante cada movimiento de su lengua, cómo el doncel se mordía los labios disfrutando del sexo oral.

Sintiendo un escozor en su interior que amenazaba con enloquecerlo, Martín dijo: me-me siento tan extraño... ahhhh, ahhh...

Los ojos del barbado se levantaron de nuevo sin dejar de introducir su lengua juguetona y ardiente en el apretado orificio: ¿qué se siente extraño?

Martín: uhhh, ahhh...

El doncel no podía contestar porque sus propios gemidos se lo impedían... su cuerpo era estimulado incluso por el más mínimo roce de la suave lencería en su piel... su interior ardía y sintió que comenzaba a humedecerse.

Las palabras de Martín salieron como un sollozo: debajo, ahhh... se siente raro abajo, tu lengua, ahhh ahhh...

Carlos sonrió pícaramente: tan pronto te estás mojando... apenas estamos comenzando y tú ya estás escurriéndote...

El rostro de Martín se ruborizó aún más al escuchar a Carlos y sentir que en el interior de sus muslos corría un líquido que salía de sus adentros.

Carlos: sabes delicioso, tu miel es tan dulce como tú... estás desbordado...

Escuchar describir su estado de humedad provocó que Martín pidiera: pa-para.. ahhh, ahhh...

Carlos detuvo los movimientos de su lengua para cuestionar: en verdad, ¿quieres que me detenga?

Martín no estaba seguro si asentía o rogaba a su marido que siguiera haciéndole el anilingus.

Al no escuchar respuesta, Carlos endureció su lengua y siguió lamiendo, disfrutando de los jugos del doncel.

Junto al ataque de su lengua y los sonidos húmedos de su saliva, se podían escuchar los jadeos de Martín: ahhh ahhh, ahhh...

La sensación delirante estaba más allá del límite de Martín, provocándole casi el llanto, incapaz de soportar tanto placer.

Pero antes que el doncel se desbordara totalmente, Carlos frenó su inquieta lengua, para escalar sus besos hasta el vientre abultado de su pareja.

Carlos: me encanta ver que ya se está notando tu embarazo... tu estómago comienza a hincharse...

Tartamudeando, el doncel respondió: pe-pensé que-que no te gustaría ve-verme así...

Respondiendo con besos en el estómago, Carlos expresó: al contrario... me excita aún más saber que llevas algo mío dentro de ti todo el tiempo... eso me hace sentirme más dueño de ti...

Martín no dijo nada, cerró sus ojos para luego abrirlos al sentir que el barbado ahora introducía un dedo en su intimidad, arrancándole un nuevo gemido: ahhhh...

Carlos: prometí ser suave y tengo que expandirte antes de entrar en ti... no quiero que te duela, solo que disfrutes...

Nuevamente el doncel no respondió, embriagado por la placentera sensación que segundos después se volvió mayor ante un segundo dígito insertado.

Los dedos de Carlos se movían cortos y rápidos... la cabeza de Martín se inclinó hacia atrás ahogando un grito de éxtasis... el varón no tenía dudas que su doncel estaba gozando y eso le inflaba el pecho orgulloso.

Un tercer dedo se coló en el apretado agujero del doncel, quien intentaba pedir que las caricias a su interior fueran más lentas, pero su garganta no podía emitir más que sonidos de placer.

Después de varios minutos, Carlos finalmente sacó sus dedos lentamente del trasero del ojicafé, los cuales emergieron cubiertos por un líquido viscoso, la señal de que Martín ya estaba preparado para recibirlo en su interior.

Carlos: ya es suficiente... es hora de que ambos gocemos...

Apresuradamente, el varón se deshizo de su bóxer dejando en libertad a su larga y gruesa hombría, la cual además de estar endurecida como una roca, ya escurría un líquido blanquecino en la punta del glande.

Martín intentaba tranquilizar su respiración, pero el varón no perdió el tiempo y se acomodó entre las piernas abiertas del doncel, listo para introducir su enhiesta virilidad en esa cueva íntima.

La piel de Martín se erizó, sabiendo lo que vendría al sentir el pene del ojiverde punteando su húmeda abertura inferior.

Carlos susurró: perdóname, Martín...

Martín: ahhh, ahhh, ¿por qué me pides perdón?

Carlos: porque no sé si pueda cumplir mi promesa... te prometí ser suave, pero tu cuerpo me enloquece y provoca a la bestia que hay en mí...

Martín llevó sus delicadas manos hasta las mejillas del varón y mirándolo a los ojos, expresó: no te preocupes... no tienes que intentar ser otro conmigo, yo te he aceptado como eres... quiero que seas Carlos, el mismo hombre del que me enamoré...

Esas palabras bastaron para que el semental no aguantara más la ansiedad en su virilidad, por lo que penetró la intimidad de su doncel hasta lo más profundo.

La visión de Martín se volvió borrosa por el empalamiento y desde lo más hondo de su garganta, surgió un gemido: aghhhhhhhhh...

Carlos exhaló salvajemente al sentir que las paredes internas del doncel apretaban con fuerza su longitud.

Acarició las nalgas de Martín con ambas manos, luego lo agarró por la cintura mientras echaba su pene hacia atrás, lo sacó hasta que solo su glande permaneció adentro, antes de empujarlo nuevamente hasta lo más profundo.

El ojicafé se quedó sin aliento sintiendo que su vientre se abultaba... un placer aterrador recorrió su cuerpo... le gustaba la sensación de estar completamente conectado a su marido... fundidos en un solo ser.

Despojándose de los fantasmas que por mucho tiempo habitaron en su cabeza, Martín apretó con fuerza sus paredes internas provocándole mayor placer al semental.

Carlos evocó el nombre de su doncel al tiempo que mordió con fuerza la nuca del ojicafé: oh, Martín, cuánto placer me das...

Y el varón añadió: relájate... solo disfruta... disfruta conmigo...

Martín exhaló mientras que su ano se mantenía expandido por el falo ardiente de Carlos, quien apretó los dientes por el desbordante placer... los músculos de su mandíbula se pusieron rígidos mientras trataba de calmarse.

Ese era el problema de Carlos al tener relaciones sexuales con Martín... el doncel le provocaba un placer indescriptible, tanto que sentía el impulso de actuar siguiendo sus instintos, aunque sabía que para su esposo no era tan placentero.

Carlos seguía conteniéndose, intentando domar al semental desbocado que vivía dentro de él.

El varón miró las manos de Martín que sujetaban la sábana con fuerza... sus pequeños puños estaban temblando.

Carlos dijo: lo siento, Martín, ya no puedo contenerme más...

Acto seguido, el ojiverde desgarró la tanga de Martín, así como el sujetador, asombrando al doncel por esa acción.

Martín exclamó al quedarse solo con las medias puestas: ¡Carlos! ¿por qué?

Con la voz ensombrecida por la pasión, Carlos expresó: quiero poseerte sin nada encima... penetrarte gozando de tu desnudez...

Martín: pero la lencería...

Carlos interrumpió: después te compraré toda la lencería que quieras, pero ahora te necesito desnudo y abierto para mí...

Martín se sonrojó instantáneamente mientras que Carlos introdujo su hombría hasta lo más hondo, provocando que el doncel gritara.

El varón acarició el pecho ahora desnudo del doncel, sin olvidarse de estimularle los pezones... además comenzó a mover su cadera, entrando y saliendo de esa cueva que él ya había conquistado.

El sonido de sus pieles chocando sonó obscenamente.

Carlos pronunció el nombre de su esposo con una voz llena de placer: Martín, mi Martín... tan mío, solo mío...

La calidez del húmedo interior del doncel hacía que el macho se sintiera genial.

Cuando la cadera de Martín comenzó a estremecerse debido al placer, Carlos empleó toda su paciencia para no tratarlo con demasiada dureza.

Carlos mordió la oreja del ojicafé al susurrarle: ah, Martín, ahhhh... me encantas, me fascinas, naciste para ser mi doncel... naciste para ser solo mío... mi Martín...

Al escuchar su nombre, el doncel tuvo una extraña sensación, por lo que aferró sus uñas en la espalda del barbado al tiempo de anunciar: Carlos, voy a... me voy a... ahh ahhh...

El ojicafé sabía exactamente lo que estaba a punto de suceder, ya que lo había experimentado antes... su orgasmo estaba por llegar y con ello, sus jugos internos empaparían el pene de su marido.

Carlos: no te contengas, Martín, déjalo salir... deja que el placer te envuelva y ríndete a él...

Sintiendo que la hombría del macho llegaba hasta lo más hondo de su ser, Martín intentó empujarlo, pero Carlos lo presionó con su cuerpo para evitar que se moviera.

Los endurecidos pezones del doncel fueron aplastados por el pecho firme y velludo del varón.

Carlos también sujetó las muñecas de Martín a ambos lados de su cabeza.

Ahora que sus cuerpos estaban completamente fusionados, Carlos comenzó a mover su cintura rápidamente, ignorando el crujido de la cama.

Carlos: ahora Martín, dilo... reconoce que eres mío... reconoce que soy tu dueño y el único hombre al que te entregarás en toda tu vida...

Martín hizo un gran esfuerzo para hablar entre jadeos: s-sí, Carlos... soy tuyo... tuyo y de nadie más... y tú también eres mío ¿verdad?

Con voz gruesa, Carlos afirmó: fui tuyo desde el día que vi tus ojos por primera vez...

Carlos besó con gran pasión la boca de Martín, quien extasiado sentía que sus lenguas se frotaban en una danza primitiva y salvaje.

Martín se puso rígido y arqueó la espalda estremeciéndose.

Martín: hmm... ahhhhh...

Las paredes interiores de Martín se tensaron... Carlos gruñó debido a que su virilidad fue fuertemente apretada.

Martín no aguantó más y alcanzó el orgasmo rompiendo su fuente interna, mientras sufría espasmos intermitentemente.

Carlos seguía moviendo lentamente su cintura percibiendo que su pene era bañado por los fluidos de su doncel... la sensación le fascinaba, porque sabía que era símbolo del gran placer que había provocado en el ojicafé.

Sin esperar a que el doncel estabilizara su respiración, Carlos se encajó varias veces más en Martín hasta sentir que él también estaba llegando a la cúspide del éxtasis.

Finalmente, el ojiverde también se corrió gimiendo rudamente: aghhhh ahhhhh...

Mientras continuaba abrumado por el placer, Martín pudo sentir que el caliente semen de su marido se esparcía en su interior.

Martín cerró sus ojos sintiendo que, junto a la mezcla de sus fluidos internos, también se mezclaban sus respiraciones y sus corazones latían al mismo compás.

El varón y el doncel terminaron abrazándose después de tener una relación sexual que fue como nadar en una piscina llena de miel.

Martín dejó escapar un gemido de satisfacción mientras se mantenía abrazado a Carlos.

Sus cuerpos sudorosos estaban uno sobre el otro... cuando sus miradas se encontraron, se besaron por reflejo.

Martín pensó mientras sus labios se frotaban: esto realmente es tener relaciones sexuales, sentirse bien mutuamente, compartir emociones, estar completamente conectados el uno con el otro...

Hasta este día, Martín había experimentado relaciones sexuales violentas y forzadas, sin que sintiera satisfacción total, simplemente eran actos para satisfacer el deseo carnal de Carlos, pero esta vez fue muy diferente.

Como si adivinara los pensamientos del doncel, Carlos le susurró: esto Martín, esto es ¡HACER EL AMOR!

Martín asintió, al tiempo que Carlos se acostó colocando al doncel sobre su pecho... el silencio se hizo presente en esa habitación donde hasta hace unos segundos gemidos resonaban en las paredes, pero no era un silencio incómodo, sino ese tipo de silencio agradable que llega después de las tormentas.

Una de las manos del varón descendió para acariciar las piernas del doncel, que seguían enfundadas en las medias transparentes.

Carlos comentó con una sonrisa: cuando te quites estas medias, me las quedaré yo... serán el recuerdo de la noche en que te entregaste a mí por primera vez... el recuerdo de la noche en que al fin fuiste completamente mío...

Martín enterró su cara en el pecho de su marido permaneciendo en silencio hasta que dijo repentinamente: Carlos, ahora tú ya sabes que te quiero... me he entregado en cuerpo y alma a ti...

Acariciando los vellos del pecho del barbado, el doncel preguntó con voz suave: ¿y tú, Carlos? ¿tú me quieres? ¿me amas?

Carlos tomó la barbilla del doncel para que sus miradas pudieran encontrarse y entonces comentó: Martín, mi dulce Martín... ¿aún necesitas que diga con palabras lo que ya resulta obvio?

El ojiverde acarició el estómago del castaño y agregó: tú y este pequeño dentro de ti son mi única razón para vivir... ¿necesitas escuchar algo más?

Martín sonrió con la ternura de un ángel y recostó nuevamente su cabeza en el pecho de su marido.

Carlos también sonrió y entrelazó una de sus manos a las de su doncel.

Ambos cerraron sus ojos dejándose abrazar por el sueño, un dulce sueño que les acariciaba después de una de las noches más importantes de toda su vida... la noche en que ambos descubrieron por primera vez lo que significa ¡HACER EL AMOR!

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¡ALTO!
DISFRUTEN DE UN VIDEITO ESPECIAL DE CARLOS Y MARTÍN Y DESPUÉS CONTINÚEN CON LA LECTURA
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**********

Pero si para Carlos y Martín esta fue una de sus mejores noches, para Diego había sido una de las peores de su vida.

El ojinegro apenas si pudo conciliar el sueño, pues no podía dejar de pensar en sus problemas con Julián... en más de una ocasión, pensó en salir de su recámara a buscarlo y pedirle explicaciones, pero sabía que terminarían peleando... el musculoso semental sabía que debía tener paciencia y esperar a que los análisis de Tiago comprobaran que ese hijo no era suyo.

El dolor del rechazo de su amado también le provocó deseos de irse a la cantina y olvidar sus penas con el alcohol, como lo hacía antes... pero Diego ya era otro hombre, uno que había sido reformado por el amor de Julián, por eso se contuvo y se quedó en su cama sin poder dormir hasta que los primeros rayos del sol entraron por su ventana.

Tras darse una ducha de agua fría, el varón se vistió y salió de su recámara para desayunar y posteriormente irse al campo a trabajar.

Pero cuando Diego descendió por las escaleras, se encontró con Tomasa, quien tenía un gesto de preocupación.

Tomasa: ay Diego, que bueno que despiertas... estaba a punto de subir a buscarte...

Percatándose del nerviosismo de la mujer, el ojinegro cuestionó: ¿qué pasa Tomasa?

Tomasa: Julián no vino a dormir, ni avisó que no vendría... estoy preocupadísima por él...

El gesto desencajado de Diego cambió por un semblante de angustia.

Diego: ¿qué dices? ¿estás segura que no llegó? Quizás sí vino, pero salió nuevamente muy temprano y...

Tomasa: no, Julián no regresó... me quedé esperándolo hasta muy tarde para hablar con él como te lo había prometido, pero no llegó... además, fui muy temprano a su recámara y todo está tal como yo lo arreglé ayer... Julián no durmió en el rancho, no vino a dormir...

El semental vociferó: pero ¿por qué me avisas hasta ahora? Debiste decirme desde el momento que viste que anoche no llegó...

Tomasa: es que pensé que se había quedado en el hospital y regresaría de madrugada, pero no vino...

Diego interrumpió: el hospital, sí, eso es... seguramente se quedó con Dani... Julián debe estar ahí...

Tomasa: pero por qué no avisó... Diego, ve al hospital para cerciorarte que esté ahí... desde anoche tengo un presentimiento en el pecho... siento que nubes negras rondan el rancho... temo que algo muy malo está por suceder...

Diego: por favor, Tomasa, no me asustes... nada malo va a pasar... Julián debe estar bien, tiene que estar en el hospital... ahora mismo voy a buscarlo...

El semental salió apresuradamente de la casa, en tanto que Tomasa se quedó con las manos entrelazadas y mirando hacia arriba: don Serafín, no permita que nada malo ocurra con sus nietos, ni con las personas que ellos aman... ayúdelos, por favor... que este presentimiento sea solo eso, un presentimiento y nada más...

**********

Pero el presentimiento de Tomasa no tenía nada que ver con Julián, quien se encontraba bien y había pasado la noche en una posada del pueblo, la misma en la que se quedó cuando llegó por primera vez a San Benito... cuando llegó como un simple enfermero, sin imaginar todo lo que el futuro le deparaba.

Julián prefirió no pasar la noche en el rancho, pues sabía que Martín no dormiría ahí, ni tampoco estaba Daniel... los dos donceles a los que consideraba sus amigos estaban fuera, entonces el ojiazul pensó, ¿para qué dormir en el rancho?

El rubio salió de la posada muy temprano, pero antes de volver al rancho, prefirió ir al panteón para visitar la tumba de don Serafín.

De pie frente al sepulcro, Julián tomó entre sus manos el amuleto que el anciano le regaló y comenzó a hablar: perdóneme, don Serafín, perdóneme por no poder cumplir con la promesa que le hice... el día de su entierro juré que convertiría a LOS SEMENTALES en hombres de bien, pero fallé terriblemente... nada de lo que he hecho ha servido para que ellos cambien, ni para que me acepten...

Dejando salir gruesas lágrimas de sus ojos azules, el doncel continuó diciendo: pensé que había logrado algo con Diego, pero también me equivoqué... ninguno de sus nietos ha cambiado, don Serafín, y yo ya no puedo más con esta carga sobre mis hombros... mi peor error fue entregar mi corazón nuevamente y hacerlo precisamente con uno de LOS SEMENTALES... yo ya no quiero seguir sufriendo más, no me lo merezco y por eso ya he tomado una decisión...

Julián guardó silencio por unos instantes como si temiera decir lo que pensaba, a pesar que frente a él solo había una tumba silenciosa.

Julián: don Serafín, he decidido que... me iré de San Benito para siempre... no podré cumplir con la encomienda de vivir 10 años en el rancho... no podré cumplir con el cargo de albacea, como usted me lo pidió... perdóneme, se lo ruego, pero tengo que sanar mi corazón y para eso tengo que irme de este pueblo... no pienso irme hoy mismo, pero lo haré en cuanto arregle los asuntos legales necesarios... nuevamente le ruego que me disculpe don Serafín, pero ahora que usted ve desde el cielo lo que pasa con sus nietos y conmigo, sé que podrá entender mi decisión...

Luego de persignarse, el ojiazul expresó: adiós don Serafín, no creo volver por aquí, porque mi mayor deseo era venir algún día acompañado de sus nietos convertidos en hombres de bien, pero fallé miserablemente en mi misión y no tengo cara para volver a visitarlo sabiendo que no pude cumplir mi promesa... adiós, don Serafín...

Julián se limpió las lágrimas y salió del cementerio sin mirar atrás con la firme determinación de marcharse lo más pronto posible de San Benito.

**********

En la suite del hotel, los rayos del sol llegaron hasta el rostro de Martín, quien abrió los ojos percatándose que un nuevo día había comenzado.

El doncel se encontraba pegado al cuerpo se su marido, quien lo mantenía de costado abrazado por la cintura... ambos cubrían su desnudez con una sábana que les llegaba hasta la mitad de sus cuerpos.

Martín intentó moverse, pero sus mejillas se pusieron nuevamente rojas al darse cuenta que no solo estaba abrazado a Carlos, sino que aún se mantenían conectados por sus intimidades.

El pene del varón aún estaba encajado en el trasero de Martín, quien recordó al instante que, durante la madrugada, Carlos lo hizo suyo en más de una ocasión.

La última vez que lo hicieron fue al inicio del alba, por eso Carlos se mantenía enterrado en Martín, durmiendo de lo más plácidamente.

El ojicafé intentó separarse de su marido, por lo que lentamente empezó a alejarse sintiendo que la hombría de Carlos iba saliendo de su agujero poco a poco.

Pero cuando más de la mitad del falo ya había salido, el barbado despertó y como acto reflejo jaló a Martín hacia su cuerpo empalándolo una vez más.

El pobre doncel gritó adolorido: ayyyyyyy...

La queja del ojicafé despertó al barbado, quien dijo sobresaltado: ¿qué pasa, Martín? ¿qué tienes?

Con una mueca de dolor, el castaño respondió: tengo... tengo tu "cosa" adentro...

En ese instante, Carlos fue consciente que permanecía enterrado en su doncel.

Martín comentó rojo como un tomate: te quedaste dormido sin sacarlo y... cuando quise levantarme, tú...

Besándole la frente, Carlos añadió: discúlpame, hermoso, estas cosas solo me pasan contigo... hasta durmiendo, te estoy cogiendo... es que tu culito es una funda muy calientita para mi "amigo"...

Apenadísimo, Martín dijo dándole un ligero golpe en el pecho a varón: no seas cínico y sácalo ya...

Con picardía, el semental mayor inquirió: ¿estás seguro? ¿no quieres aventarte un "mañanero"? son los mejores...

Martín: ¿qué? ¿otra vez? no, Carlos, en la noche me despertaste varias veces para hacerlo... ya no puedo más...

Carlos: discúlpame, chiquito, pero todos los días que estuve en el hospital y desde antes ya no lo hacíamos, así que tenía demasiada leche acumulada... tenía que aprovechar para vaciarme...

Martín respondió molesto: no seas cochino, Carlos... no me digas esas cosas...

Carlos: pero ¿por qué te enojas? somos marido y doncel y es algo normal hablar de esto en pareja...

Martín: pues a mí me da pena... y ya quítate de encima que me quiero bañar...

Con decepción, el varón tuvo que obedecer y finalmente desenvainó su pene, provocando que Martín tuviera una sensación de vacío.

Rápidamente, aunque haciendo esfuerzos, Martín se puso de pie cubriendo su desnudez con la sábana.

Martín: me voy a bañar y después de desayunar quiero que regresemos al rancho...

Carlos: ¿qué? ¿por qué tan temprano? la habitación podemos entregarla hasta la una de la tarde...

Martín: pero yo quiero regresar ya, por favor...

Carlos: ¿por qué la prisa?

Martín no quiso decirle a Carlos que sus deseos de volver al rancho eran porque le preocupaba Julián... él sabía que su amigo no la estaba pasando bien y necesitaba de su apoyo.

Con voz tierna, el doncel comentó: por favor, Carlos, solo quiero volver... compláceme ¿quieres?

Sonriendo, el barbado aceptó: está bien... será como tú quieres... después de desayunar volvemos al rancho... cuando pones esa carita, sabes que no puedo negarme...

Martín no dijo más y entró al baño mientras que Carlos continuó acostando recordando todo lo que había pasado la noche anterior.

El varón aún continuaba embelesado por la imagen de Martín entregándosele en lencería.

Carlos se levantó de la cama y recogió las medias de encaje que yacían en el suelo... el varón las olió y percibió que el aroma de su doncel estaba impregnado en ellas, pero no solo el aroma de Martín, sino también su propio olor... el barbado supuso que seguramente las medias se humedecieron con su semen que escurrió por los muslos del ojicafé.

Embriagado por el aroma tan sexual de esa prenda íntima, a la mente de Carlos llegó una idea cuando escuchó el agua de la ducha caer.

Con gran sonrisa, Carlos caminó sigilosamente, como un niño a punto de hacer una travesura, y entró al baño sorprendiendo a Martín duchándose.

Martín exclamó: ¡Carlos! me estoy bañando, salte...

Carlos: yo también quiero bañarme, así que hagámoslo juntos...

El desnudo semental se metió bajo la regadera permitiendo que el agua mojara su fornido cuerpo.

Martín: pero Carlos... yo no...

Bajo el agua tibia, el ojiverde silenció al doncel colocando dos dedos en su boca: shhhh... te prometo que solo nos vamos a bañar... no te voy hacer nada que tú no quieras...

Haciendo una mueca de molestia, Martín contestó: espero que esta vez sí cumplas tu promesa...

Carlos contestó muy sonriente: claro que sí... aunque si dejas que te enjabone y luego tú me enjabonas, yo no me molesto...

Martín arrojó agua al rostro del ojiverde: ¡CARLOS, YA!

Y así entre risas y falsos enojos, Martín y Carlos vivieron una nueva experiencia, bañarse juntos como pareja.

**********

En casa de la familia Riva Palacio, Tiago desayunaba junto con su abuelo, quien leía el periódico.

Nervioso, el pelirrizado habló: abuelo, ¿ya hablaste con Julián?

Don Joaquín respondió sin quitar la vista de su periódico: no, precisamente hoy en la tarde voy a verlo, pero lo haré para tratar asuntos de negocios del rancho...

Tiago le arrebató bruscamente el diario al anciano: pues más que del rancho deberías verlo para preguntarle si ya convenció a Diego de responsabilizarse por el hijo que estoy esperando...

Joaquín: Julián fue muy claro al decirnos, que él se comunicaría conmigo respecto a ese asunto...

Tiago: sí, pero es que parece que a ti no te importa esperar todo el tiempo del mundo, pero yo no... quiero casarme con Diego antes que mi embarazo sea evidente y todo el pueblo empiece a hablar de mí...

El anciano rio con sarcasmo: ahora resulta que te preocupa lo que opina el pueblo... eso debiste pensarlo antes de acostarte con ese SEMENTAL...

Tiago: sí, abuelo, ya sé que cometí un error, pero tú como mi familia, tienes el deber de ayudarme... recuerda que si Diego se burla de mí, también se está burlando del apellido Riva Palacio...

Joaquín: ya deja de calentarme la cabeza... entiende que si Julián no se ha comunicado conmigo es porque quizás Diego aún no ha regresado de su viaje o...

El ojiazul interrumpió: Diego ya regresó y lo sé porque la otra noche vino a reclamarme por haberle contado todo a Julián... imagínate que hasta se atrevió a pedir una prueba para confirmar que el hijo que espero es suyo... está loco si cree que me voy a prestar a algo tan humillante...

Joaquín: pues yo no le veo nada de descabellado... es normal que Diego te pida algo así...

Tiago: ¿cómo puedes decirme eso, abuelo? Tú también deberías sentirte ofendido... Diego me está tratando como si fuera un "cualquiera"... lo que tú debes hacer es aprovechar que verás a Julián para pedirle que Diego acepte responsabilizarse de mi hijo sin que me haga esa prueba...

Joaquín: pero ¿cómo crees que voy a pedirle algo así a Julián? eso sería ponerte más en entredicho... ¿por qué le tienes tanto miedo a esa prueba? o es que ¿acaso el hijo que esperas no es realmente de Diego?

Fingiendo estar al borde de las lágrimas, el pelirrizado afirmó: por supuesto que es hijo de Diego, pero me ofende muchísimo que después que me usó, pretenda lavarse las manos y poner en duda mi reputación exigiéndome esos análisis...

Llorando, Tiago añadió: tú como mi abuelo deberías estar de mi parte, pero creo que también dudas de mí... mi bebé y yo estamos solos y no tenemos nadie que nos apoye...

El viejo abogado habló con firmeza: ya basta Tiago, deja de llorar... por supuesto que cuentas con mi apoyo y yo soy el primero en desear que todo esto se resuelva... yo tampoco quiero que tengas un hijo sin estar casado...

Tiago colocó su mano sobre la de su abuelo al tiempo de decir: entonces ayúdame, presionando a Julián para que convenza a Diego de casarse conmigo...

Joaquín: no es a Julián a quien tengo que presionar... hasta el momento, me he mantenido al margen, pero ya es momento que yo tenga una conversación muy seria con Diego Obregón... tú tienes razón y mi deber es respaldarte y no permitir que Diego te humille exigiéndote esa prueba... eres un Riva Palacio y tu palabra vale tanto o más que la de Diego...

Limpiándose las lágrimas, Tiago se esforzó en disimular una perversa sonrisa.

**********

En el hospital, Diego entró como una saeta al consultorio de Fabricio, quien se sorprendió de ver al semental frente a él.

Fabricio: ¿qué haces tú aquí otra vez? el doctor Montero fue muy claro al decir que no quiere a ninguno de LOS SEMENTALES en este hospital...

El ojinegro respondió con voz gruesa: escuché perfectamente al doctor Montero, pero si estoy aquí es porque necesito que me digas si sabes dónde está Julián...

Con gesto de extrañeza, el joven médico comentó: ¿Julián? yo qué sé dónde está... la última vez que lo vi fue anoche cuando se fue del hospital...

Diego: ¿entonces Julián no pasó la noche aquí?

Fabricio: por supuesto que no... Julián salió del hospital alrededor de las 10 de la noche, yo mismo lo vi...

El semental no pudo disimular un gesto de preocupación.

Diego: si Julián no pasó aquí la noche, entonces ¿dónde está? porque al rancho no llegó a dormir... dime la verdad, Fabricio, ¿tú no sabes en dónde está Julián?

Con tono molesto, el ojiverde contestó: ya te dije que no... ¿o crees que lo tengo escondido en mi casa?

Diego: pues Julián no puede desaparecer así... temo que algo malo le haya pasado...

Fabricio aseveró: entonces, búscalo, y más te vale que lo encuentres bien porque si algo le pasó a Julián tú serás el único responsable... tú, que lo único que has hecho es arruinarle la vida...

Diego: ¿cómo te atreves a decirme eso? Te recuerdo que fuiste tú quien le rompió el corazón a Julián, al serle infiel unos días antes de su boda...

El médico rio con ironía: ahora resulta que los patos le tiran a las escopetas... ¿tú, uno de LOS SEMENTALES, me va a reprochar a mí sobre infidelidades?

Diego: pues sí, te reprocho porque yo no le he sido infiel a Julián... es verdad que al inicio me porté como un canalla con él, pero desde que nos hicimos novios, lo he respetado...

Fabricio: ¿respetado? tú ni siquiera sabes lo que es el respeto... quizás a Julián puedas engañarlo, pero a mí no... yo conozco muy bien a los tipos de tu calaña... ¿cómo puedes hablar de respeto cuando andas de novio con Julián y al mismo tiempo tienes embarazado a otro doncel?

Los ojos de Diego se abrieron grandemente al escuchar la acusación de Fabricio.

Diego: ¿cómo sabes tú eso? ¿Julián te lo contó?

El ojiverde se percató que había hablado de más, por lo que se vio obligado a mentir.

Fabricio: sí, Julián me lo contó...

Diego: pues Julián está confundido... reconozco que tuve relaciones con Tiago Riva Palacio, pero el hijo que espera no es mío porque...

El médico interrumpió: a mí no pretendas enredarme con tus embustes... te repito que conozco perfectamente a los hombres como tú... y mejor lárgate de una vez a buscar a Julián... más vale que no le haya pasado nada, porque de lo contrario jamás podrás vivir tranquilo...

Con los ojos encendidos por la rabia, Fabricio vociferó: la mayor desgracia de Julián no fue que yo le haya sido infiel, su mayor desgracia fue llegar a este pueblo y conocerte a ti y a tu maldita familia...

Los instintos de Diego le ordenaban callar a Fabricio con un golpe, pero su preocupación por Julián pesó más y prefirió marcharse dejando al ojiverde completamente fuera de sus cabales.

**********

En el rancho, Tomasa entró a la habitación de Mauro con una bandeja de comida, ya que el menor de LOS SEMENTALES no había salido de su cuarto ni para desayunar.

Tomasa: te traje algo para que desayunes... ni siquiera te has quitado la pijama, Mauro... ¿es que no piensas salir de la cama?

Con los ojos enrojecidos por no dormir en toda la noche, Mauro respondió: y ¿para qué quiero levantarme? Si al único lugar que quiero ir, me tienen prohibida la entrada... el doctor Montero no me deja ver a Dani y yo necesito verlo para comprobar que está bien...

Al percatarse del nerviosismo del ojimiel, Tomasa se acercó al joven: tranquilo, Mauro, haciendo berrinches no vas a solucionar nada... te aseguro que Daniel está bien o de lo contrario ya sabríamos que pasó algo malo ... además, entiende que el doctor Montero está muy molesto contigo por como se dieron todas las cosas entre tú y su hijo...

Mauro: pero eso no le da derecho a impedirme el acceso al hospital... Dani es mi doncel ante la ley y yo debería estar con él... yo necesito verlo y escuchar de sus labios que está bien... necesito verlo para pedirle que me perdone...

Tomasa: ¿que te perdone? ¿por qué?

Mauro aclaró con los ojos llenos de lágrimas: porque Dani fue a parar al hospital por mi culpa... yo le pegué a una bofetada, pero te juro que jamás lo hice con la intención de que se cayera y se golpeara la cabeza...

Tomasa: pero Mauro, ¿por qué le pegaste?

Mauro: porque Dani me sacó de mis casillas... no es una justificación, pero él me engañó tomando pastillas anticonceptivas a mis espaldas, yo sé que no debí levantarle la mano, pero Dani me llevó al límite de mi paciencia...

Con el rostro bañado en llanto, el ojimiel añadió: pero yo no soy un asesino, yo no quería enviar a Dani al hospital... a pesar de todo, él es mi doncel y lo quiero... tú me conoces desde niño, Tomasa... tú sabes que yo no soy un golpeador de mujeres, ni de donceles... puedo tener mil defectos, pero no soy un asesino...

Conmovida al ver al menor de LOS SEMENTALES en esa condición, Tomasa abrazó al joven diciéndole: lo sé, Mauro, yo sé que tú no eres un asesino, ni un golpeador, por algo don Serafín te quería tanto... tú eras su niño consentido, el menor de sus nietos, nunca dejó de verte como un niño...

Mauro: ahora más que nunca me hace falta mi abuelo... si él viviera, podría aconsejarme porque te juro que yo no sé qué hacer...

Tomasa: desde donde quiera que esté, tu abuelo te está ayudando, Mauro... sé paciente y no pierdas la calma... estoy segura que tu doncel volverá a este rancho sano y salvo, entonces podrás platicar con él para pedirle disculpas y solucionar sus problemas...

Limpiándose las lágrimas, Mauro comentó: sí, Tomasa, eso es lo que más quiero... ver a Dani de nuevo... porque estas horas de angustia que he vivido me han abierto los ojos y ahora más que nunca estoy seguro de lo que siento por él... ¡QUIERO A DANI, LO AMO Y NO QUIERO PERDERLO!

********

Pero mientras Tomasa consolaba a Mauro, en el hospital, el doctor Montero platicaba muy seriamente con su hijo.

Montero: estuviste a punto de perder la vida, Dani... podrías haberte desnucado por el golpe en la cabeza ¿no te das cuenta?

Con la cabeza vendada, el ojiavellana respondió: lo sé, papá... ya sé que mi vida estuvo en riesgo, pero no me reproches más... ahora entiendo que jamás debí casarme con Mauro, pero si lo hice fue por...

Montero interrumpió: por un maldito capricho...

Llorando, Daniel replicó: no... no fue un capricho... yo realmente amo a Mauro, aunque sé que es un amor tóxico, pero lo amo... a pesar de todo, lo sigo amando y aunque quiero arrancármelo del corazón no puedo...

Montero: y entonces ¿qué vas hacer? ¿piensas volver al rancho con él? ¿piensas poner una vez más tu vida en riesgo?

El doncel dudó en responder, pero luego de unos segundos lo hizo entre lágrimas: no, definitivamente no pienso volver al rancho... regresar con Mauro sería lo mismo a ponerme una pistola en la sien... ya entendí que, aunque lo quiera, no puedo hacer una vida con él... y también entendí que él no me ama, de lo contrario no me habría golpeado...

Montero se acercó a su hijo para acariciarle la mejilla: no sabes cuánto me alegra escucharte decir eso... al fin que veo que estás madurando y que, por encima de tus pasiones, piensas con la razón y no con el corazón...

Daniel: tengo que hacerlo porque, aunque me duela el alma, debo entender que no existe un futuro para Mauro y para mí... nuestras metas no son las mismas... él desea algo que yo no quiero darle y ninguno piensa ceder...

Montero suspiró: ay, hijo, me duele tanto que hayas tenido que pasar todo este sufrimiento para comprender que ese SEMENTAL no es tu destino... maldigo la hora en que lo conociste... tú eras un doncel lleno de sueños y ese desgraciado apagó tu luz...

Daniel: por favor, papá, ya no quiero seguir hablando de Mauro...

Montero: pues vamos a tener que seguir haciéndolo porque te recuerdo que estás casado legalmente con Mauro y además aquí hay un crimen que no podemos dejar impune...

Daniel miró a los ojos de su padre: ¿un crimen?

Montero: sí, Dani, lo que Mauro hizo contigo es un crimen y merece un castigo... tú no puedes quedarte callado... si quieres rehacer tu vida, tienes que empezar por hacer lo correcto y lo correcto es que denuncies a Mauro Obregón por haberte golpeado...

**********

Era casi mediodía cuando Carlos y Martín regresaron al rancho a bordo de una camioneta.

Pero antes de bajar del auto, el doncel recordó: ¡Carlos! Me olvidé de tus medicamentos en el hotel...

Carlos: no te preocupes, compramos otros en la farmacia...

Martín: es que también olvidé la receta, estaba en una bolsa con los medicamentos... soy un tonto...

El barbado acarició el cabello del ojicafé: no digas eso, tú no eres ningún tonto... un olvido le pasa a cualquiera... hablaré al hotel y más tarde iré por esos medicamentos...

Martín: no, tenemos que ir de una vez... te conozco y después no querrás ir... y recuerda que debes terminar tu tratamiento para curarte totalmente de la neumonía... vamos de una vez...

Tras dar un suspiro, el varón aceptó: está bien, pero iré solo yo... tú mejor quédate en el rancho porque eras quien más prisa tenía en volver... además, podrías prepararme una de tus deliciosas tartas de manzana para que me quite el mal sabor de los medicamentos que aún tengo que tomar...

Sonriendo, Martín comentó acariciando su barriga: sí, yo también tengo antojo y eso quiere decir que a Carlos Samuel también se le antoja... tú ve al hotel y yo me quedo preparando la tarta...

El doncel estaba por abrir la puerta de la camioneta cuando Carlos le sujetó del brazo diciéndole: te vas a bajar ¿sin darle un beso de despedida a tu marido?

Martín sonrió: pero si no te vas a tardar más de una hora...

Carlos: aunque me demore 10 minutos, tus labios los extraño con tan solo segundos de no probarlos...

Martín contestó juguetón: eres un mentiroso, pero un adorable mentiroso...

El doncel besó tiernamente los labios de su marido y después descendió de la camioneta muy sonriente.

Tras ver a Carlos salir del rancho, el ojicafé entró a la casa encontrándose con Tomasa, quien le dijo: joven Martín, gracias a Dios que volvió... ¿y Carlos?

Martín: olvidamos algo en el hotel y fue a buscarlo, pero ¿qué te pasa? te veo nerviosa...

Tomasa: ay, joven, si supiera todo lo que ha pasado en su ausencia...

Intrigado, Martín cuestionó: ¿qué cosa? cuéntame...

La ama de llaves explicó: pues para empezar, el joven Daniel está hospitalizado, ayer se cayó y se golpeó muy fuerte en la cabeza... lo peor es que no sabemos exactamente cómo está porque el doctor le prohibió la entrada al hospital a Mauro y sus hermanos... Julián se quedó en el hospital, pero hasta ahora tampoco sabemos nada de él...

Preocupado, Martín exclamó: ¡Santo Dios! Dani en el hospital... tengo que ir a verlo ahora mismo... necesito saber si está bien...

El doncel se dirigió a la puerta, aunque Tomasa intentó detenerlo: pero joven, ¿no piensa esperar a Carlos?

Martín: si dices que el doctor Montero le prohibió la entrada al hospital a Mauro y sus hermanos, eso incluye a Carlos... iré a ver a Dani y cuando mi marido regrese, dile lo que pasó y a dónde fui...

Martín no dijo más y salió apresuradamente del rancho.

**********

Poco después, Carlos volvió a "Los Manzanos" y Tomasa le contó lo que estaba pasando.

Molesto, el barbado comentó: Martín debió esperarme... él sabía que no me demoraría...

Tomasa: es que como le dije que el doctor Montero les prohibió la entrada al hospital, pues Martín prefirió no esperarte...

Carlos: pues a mí me vales madres esa prohibición... Montero es el director general del hospital, pero no es el rey de ese lugar y yo entro porque entro...

La conversación de Tomasa y el semental mayor fue interrumpida por la aparición de Julián.

La mujer exclamó con alegría: ¡Julián! gracias a Dios que estás bien... pensé que algo malo te había ocurrido porque no viniste a dormir...

Cabizbajo, el ojiazul respondió: discúlpame por no avisar, Tomasa, pero estoy bien, no te preocupes...

Tomasa: entonces ¿te quedaste toda la noche en el hospital?

Julián: pues la verdad es que...

El timbre del portal del rancho sonó en esos instantes y Tomasa tuvo que salir para ver quién llamaba.

Carlos y Julián se quedaron frente a frente, y como era su costumbre, el barbado intentó ignorar al doncel, pero el rubio le detuvo.

Julián: espera, Carlos, tengo que hablar contigo...

Carlos contestó groseramente: pero yo no tengo nada que hablar contigo... y ahora voy a buscar a Martín al hospital...

Julián: ¿Martín en el hospital?

Carlos: sí, se enteró que Daniel está hospitalizado y salió corriendo a verlo...

Julián: pues me alegro que él no esté en estos momentos porque precisamente es sobre Martín que quiero hablarte...

Extrañado, el ojiverde inquirió: ¿qué tienes tú que decirme de mi doncel?

El rubio aclaró: de él nada, pero de ti, sí... estoy enterado que las cosas entre tú y Martín marchan muy bien, es por eso que quiero pedirte que le hables a Martín con la verdad...

Carlos: ¿la verdad? ¿de qué verdad estás hablando?

Julián: de la verdad que le has ocultado todo este tiempo... ya es hora que Martín sepa la verdadera razón por la que te casaste con él... tienes que hablarle de la existencia de la cláusula número 3 del testamento de tu abuelo...

El semblante relajado de Carlos cambió al escuchar al rubio: claro, debí suponer que a ti menos que a nadie le alegraría que Martín y yo estemos tan bien... ¿qué pretendes? ¿meter intrigas entre mi doncel y yo?

Julián aclaró: no es ninguna intriga y aunque lo dudes, me alegra muchísimo que tú y Martín estén bien, pero si realmente lo quieres, debes decirle toda la verdad... porque un verdadero matrimonio no puede cimentarse sobre las mentiras...

Carlos vociferó: no te metas en lo que no te importa, Julián... ese es un asunto entre Martín y yo...

Julián: te equivocas, es un asunto de toda la familia... no es posible que todos en esta casa sepamos de las cláusulas del testamento, menos Martín... entiende que tarde o temprano él va enterarse y lo mejor es que lo sepa de tu boca y no de alguien más... si lo quieres, díselo de una vez...

Exaltado, el ojiverde gritó: tú no sabes nada de mis sentimientos, ni te creo que estés haciendo esto por mi bien... tú me odias y quieres destruir mi felicidad con Martín...

Julián también levantó la voz: no puede haber felicidad cuando hay verdades ocultas... me queda claro que ahora amas a Martín y en nombre de ese amor, te exijo que le digas todo a Martín...

Carlos: ¡TÚ A MÍ NO ME EXIGES NADA! estoy harto de ti Julián... ¿por qué no te desapareces definitivamente de nuestras vidas y nos dejas a todos en paz?

Julián: ¡SÍ, ME VOY A IR! despreocúpate que pronto tu deseo se volverá realidad, pero antes de irme, me aseguraré que Martín conozca todas las cláusulas del testamento... así que te doy una última oportunidad, o le dices toda la verdad a Martín, ¡O SE LA DIRÉ YO!

Carlos vociferó: tú a mí no me amenazas...

Julián: no es una amenaza, simplemente te estoy avisando que, si tú no le dices la verdad a Martín, lo haré yo...

Carlos iba a responder nuevamente, pero Mauro los interrumpió bajando de las escaleras.

Mauro: ¿qué pasa? ¿por qué pelean ahora? Sus gritos se escuchan hasta mi cuarto...

Carlos contestó: peleamos por lo mismo de siempre... Julián es un metiche que ahora se ha propuesto arruinar mi matrimonio... y si te descuidas, también arruinará el tuyo, Mauro...

Julián: yo no quiero arruinar tu matrimonio, Carlos, lo que quiero es...

Ahora fue Tomasa quien interrumpió hablando con un temblor en su voz: Julián, Carlos, estos señores están buscando a Mauro...

El ojimiel preguntó al tiempo de ver a tres hombres vestidos de negro, los cuales entraron a la casa junto a la ama de llaves: ¿me buscan a mí?

Uno de los hombres habló mientras sacaba su placa de identificación: buenas tardes, señor Mauro Obregón, somo agentes del ministerio público y vinimos a buscarlo porque hay una denuncia en su contra por agresión física a su esposo, Daniel Montero...

Los ojos de Julián, Carlos y Mauro se abrieron grandemente al escuchar al agente.

Mauro inquirió: ¿una denuncia en mi contra?

El mismo hombre respondió: así es, señor Obregón... tendrá que venir con nosotros ahora mismo, ¡ESTÁ USTED DETENIDO!

**********

Y en el hospital, dentro de una habitación, Daniel le contaba a Martín todo lo ocurrido, así como su decisión de no volver al rancho con Mauro.

Con los ojos llenos de lágrimas, Daniel dijo: aunque me duela, tengo que separarme de Mauro... no puedo perdonarle lo que me hizo... me demostró que es un poco hombre y que no me ama...

Intentando consolar al ojiavellana, Martín comentó con serenidad: te estás dejando llevar por la ira y estás tomando decisiones apresuradas... creo que debes pensar mejor las cosas, no justifico para nada a Mauro, pero quizás se merezca otra oportunidad...

Daniel: no, Martín... Mauro no se merece ninguna oportunidad... él es igual que sus hermanos, es un canalla, un miserable... Mauro, Diego y Carlos son exactamente lo mismo, los tres son unos SEMENTALES sin corazón que solo usan a los donceles...

Martín: estás muy nervioso, Dani... no sabes lo que estás diciendo...

Daniel miró a los ojos a Martín: sé perfectamente lo que digo... LOS SEMENTALES no quieren a nadie, solo nos usan para sus placeres y para sus propios beneficios...

Martín: estás equivocado, Dani... tranquilízate...

Sin pensar en las consecuencias de sus palabras, el ojiavellana refutó: no estoy equivocado... y tú, Martín, tú también eres una víctima de ellos, a ti también te están usando...

Sorprendido, el ojicafé cuestionó: ¿qué dices? ¿quién me está usando?

Daniel respondió: Carlos... Carlos te está usando... ¡Y YA ES TIEMPO QUE TÚ SEPAS TODA LA VERDAD!

CHAN CHAN... ¿CREYERON QUE ESTE CAPÍTULO ERA TODO COLOR DE ROSA?
PUES, NO
😌😌😌

¿DANI LE CONTARÁ A MARTÍN SOBRE LA CLÁUSULA 3 DEL TESTAMENTO?

¿CÓMO REACCIONARÁ MARTÍN?

¿MAURO IRÁ A LA CÁRCEL POR GOLPEAR A DANI?

RECUERDEN QUE PARA MÁS CAPÍTULOS, DEBEN VOTAR Y COMENTAR.

NOS LEEMOS PRONTO
🤠🤠🤠

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