Soberbia (Pecados #1)

By Dragonologe

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Reese ha caído en el infierno sin saberlo. O más bien, hay un grupo de demonios y seres humanos que están cui... More

Apocalipsis 20:10
Lucas 16:26
Juan 15:18
1 Pedro 3:13
Isaías 14:12
1 Pedro 3:14
Ezequiel 28:12-13
Juan 4:18
1 Corintios 13:2
Epílogo: Cantares 1:2

Proverbios 3:3-4

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By Dragonologe

"Que el amor y la verdad
no se separen de ti:
átalos a tu cuello,
grábalos en tu corazón"

Proverbios 3:3-4

Reese no le informó de esta decisión en un comienzo, pero algo en el ligero cambio en su relación le hizo pensar que Luc la presentía.

Y por supuesto, con él, todos los otros seres de su entorno e incluso los que se relacionaban desde la distancia con el primer ángel caído.

Reese salió de la sala del trono un día, vestido con la capa de príncipe del infierno que Luc había colocado sobre sus hombros de nuevo, para toparse con dos arcángeles en el corredor. Luc, que iba justo detrás de él, se detuvo e hizo las presentaciones ignorando a Gabriel.

—Reese, Miguel —Apuntó al arcángel que tenía una expresión demasiado amable para ser el guerrero comandante de los ejércitos celestiales—. Miguel, este es Reese.

Gabriel carraspeó y se apuntó a sí mismo con un gesto. Sin titubear, Luc declaró:

—Reese, el ángel asistente de Miguel. Ya lo conociste.

Ni siquiera sabía que la cara de un ángel pudiese ponerse tan roja como la de Gabriel en ese instante. Miguel lo detuvo con un gesto de su mano de cualquier tipo de reacción explosiva que pudiese dar inicio a una disputa y Gabriel cerró la boca de mala gana.

—Es un placer, Reese —Miguel cabeceó hacia él, pero no le tendió su mano y Luc le sujetó la muñeca a Reese cuando hizo ademán de ofrecérsela él.

"Te puede hacer daño cuando estás en pleno proceso de contaminación"

Reese giró el rostro y lo observó, boquiabierto. Estaba seguro de que había escuchado su voz sin que él moviese los labios.

"Es una habilidad normal de los demonios" le explicó Lucifer, sin darle importancia, pero sí que le dedicó una mirada de disculpa. "No estoy revisando tu mente ni nada de eso, no quería que pensaras que era invasivo"

Reese se enterneció y se abrazó a uno de sus brazos. No notó de inmediato que ambos arcángeles, a pesar de no poder oír lo que decían a través de ese nuevo canal de comunicación, prestaban atención a los mínimos cambios en su rostro y actitud.

—¿Qué hacen aquí? —Luc fue directo al punto.

Miguel sonrió con sus ojos puestos en Reese.

—El Hijo del Padre quería darte sus mejores deseos en esta nueva etapa. Le gustaría que se vieran pronto para ponerse al día. El Padre, en cambio...me pidió echar un vistazo —Entonces sí que regresó su mirada a Lucifer— para que pudiese asegurarle que no tiene nada de lo que preocuparse.

Luc resopló y masculló algo sobre el "Padre" y su forma de preocuparse por otras personas.

Después Miguel le preguntó a Reese si había oído alguna vez acerca de cuando Luzbel estaba aprendiendo a volar.

Reese no dudó en caminar al lado del arcángel, atrapado por la historia. Luc y Gabriel los siguieron de cerca.

—...porque por supuesto que el mundo todavía era relativamente nuevo y no nacimos sabiéndolo todo. Fue de los primeros serafines, ningún otro grupo de ángeles tenía cuatro alas hasta entonces y no podíamos explicarnos por qué el repentino deseo del Padre de añadirle esas dos, pero como los deseos del Padre no se cuestionan, lo que podíamos hacer era sostener las manitos de ese pequeño serafín e intentar descubrir cómo hacer para que sacudiera las cuatro alas al mismo tiempo en su forma más humana y no se convirtiera en una esfera brillante de luz que intentase quemarnos...

—Pero nos quemaba —añadió Gabriel— y a veces parecía que intencionalmente...

—Un serafín recién creado no tiene maldad, Gabriel —Miguel le contestó en tono distraído, como si fuese algo que le decía con frecuencia, y continuó hablándole a un enternecido Reese—. Fue la única época en que se veían por el Cielo pequeños serafines que no se cubrían siempre con sus alas, pero sí admito que hubo un par de accidentes, sobre todo cuando sus hermanos mayores lo sorprendían- y paf. Luzbel se convertía en una esfera brillante, por eso el Padre decidió darle ese nombre...

No fueron los únicos en reconocer el cambio en su relación. Los mini demonios que intentaron ayudar a Reese con la limpieza antes se mudaron fuera de su cuarto, y de manera colectiva, decidieron que el único que tenía derecho a acercarse y sujetarse de su dedo índice era el pequeño demonio de cola puntiaguda al que Reese decidió llamar "Hades". El resto lo observaba desde lejos hasta que Reese se riese y los invitase a acercarse.

—¿Tú eres Hades también? —le preguntó a Luc mientras jugaba con el pequeño Hades y él sólo se limitaba a observarlo desde su asiento—. ¿Es un personaje basado en ti?

—No exactamente —Fue la única respuesta que recibió, acompañada de un amago de sonrisa.

Los demonios de ceniza continuaron evadiéndolo en los pasillos y los demonios del sexo dejaron de acercársele y soltar risitas y bromas a su alrededor, aunque la súcubo que le dio la capa la última vez sí se atrevió a preguntarle si la había usado, si le gustó y si quería ayuda para aprender algo.

—¿No tenía algo raro esa capa? —indagó Reese, recordando lo que Luc le dijo.

Ella sólo sonrió más y se llevó el índice a los labios.

—No es nada malo. Nuestros poderes no son malos. Le puse un poco de energía que realzará su...atracción por ti, pero es algo que ya está ahí. Si no estuviese, no funcionaría. Nuestros poderes sólo funcionan con atracción y consentimiento de por medio.

Luego procedió a explicarle cómo aprendió a hacerla por su cuenta y la mitad del proceso era de energía y la otra no, hasta que Reese se sintió culpable por dudar de ella y ni siquiera probársela.

Entendió lo que quería decir cuando llegó a la sala del trono de Lucifer con la capa puesta, dio una vuelta y le cuestionó qué tal le quedaba. Él pensaba que estaba bien.

No se esperaba la parte en que era presionado sobre la mesa, con la capa a medio subir por el torso y un príncipe del infierno metido entre las piernas, pero no tenía quejas.

Reese salió de la sala pensando que debería preguntarle a Asmodeo por el nombre de esa súcubo.

Incluso la forma en que otros príncipes y sus asistentes lo trataban sufrió de un ligero cambio.

—¿Reese va a ir con nosotros? —Oyó que le preguntaba Belfegor a su hermano mayor, después de contarle sobre un asunto que tenían por resolver en otro de los niveles del infierno.

Luc ni siquiera levantó la mirada de su libro.

—Pregúntale a él.

Belfegor observó a Reese y este titubeó. No había visto los otros niveles del infierno.

"Eres libre de ir a donde te plazca" fue la respuesta que Luc le hizo llegar a través de su canal de comunicación cerrado. "Te reconocerán y te tratarán bien"

Entonces Reese dijo que le encantaría pasar por el infierno de Pereza.

—¿Te tengo que decir Su Alteza Reese cuando estemos frente a Su Majestad o no? —le preguntó Jordi apenas se vieron en la entrada al infierno de Belfegor.

—¡Claro que no! —replicó Reese, negando.

Pero, en su opinión, los mejores cambios fueron los paseos por la orilla del río del Edén y Luc sosteniendo su mano mientras Reese avanzaba junto a la línea del agua. Sentarse en el trono de Luc, con sus piernas pasando sobre el regazo del otro, al mostrarle unos papeles, comer en su cuarto hablando sobre la Tierra o cuando se cansaba después de un largo rato en el Purgatorio y Luc le rodeaba los hombros con su capa, le sostenía la cabeza y le pedía que se tomase un descanso con un tono suave que lo derretía y algunos besos convincentes por todo su rostro.

Reese dejó de dormir según su ciclo de sueño regular en la Tierra. Se adaptó a este ciclo, a este paso del tiempo y a la sensación de no estar cansado. Luc le dijo que el infierno era diferente y descansaría cuando se cansase, no necesitaba más. También se percató de que su piel a veces estaba más fría que de costumbre y podía pasar más tiempo sin comer y no se ponía en riesgo ni suponía algún tipo de consecuencia para su sistema.

—Son los cambios normales por la estadía aquí y la contaminación. Pierdes parte de los procesos humanos y son reemplazados por algo más cercano al ciclo de vida del demonio —le contó Lucifer. Estaban sentados en el trono, frente a frente, las espaldas contra los reposabrazos y sus piernas entrelazadas en el medio de ambos—. En esta etapa, todavía se puede revertir de forma temporal cuando te desprendas de la energía en la Tierra. Luego será parte de ti.

Tomando esto en cuenta, Reese viajó a la Tierra sólo en compañía de Hades la siguiente vez. Cambió la capa de Luc por su ropa casual y metió al pequeño demonio en su bolsillo. Uno de los asistentes de Hammón le mostró cómo abrir la puerta a la Tierra para que lo llevase a donde quería.

Reese aprovechó la ocasión para hacerle una visita a Ingrid. La encontró terminando su turno, le invitó una bebida y una porción de pastel y le presentó a Hades, lo que la hizo ahogar un grito y reír mientras jugaba con la criaturita entre los dedos y Hades no entendía cómo podían usar la palabra "tierno" para describir a un "ser del mal" como él.

—Maggie está muy cerca de cruzar —le informó Reese—, estamos completamente seguros. Te juro que esta vez sí. Luc y yo no pensamos abandonarla y nunca nos olvidamos de ella ni de ti.

Ingrid adoptó una expresión más suave, el pequeño demonio todavía entre sus dedos.

—Gracias —musitó—. ¿Ya ves? ¡Por eso le digo a la gente que Lucifer no es tan malo como creen! Pero insisten en que sueno satánica...

—Un poco, sí —admitió Reese, riendo.

—¡No sueno satánica! Mira, te lo mostraré...

Y comenzó a contarle la anécdota de la vez que vio a Luc salvar a un gatito.

—¿Un gatito? —repitió Reese, arqueando las cejas.

Ingrid asintió, bastante seria.

—Estaba en la calle y llovía y Lucifer dijo que podía tomarlo como fiero guardián en el infierno. Yo sólo lo vi como una excusa para llevárselo —Ingrid agitó las manos—, pero luego vi que sí que se convirtió en una cosa muy aterradora...

Reese se dijo que tenía que preguntarle dónde estaba ese "gatito guardián" cuando volviese. Y todavía lo recordaba al despedirse de ella y regresar a la puerta del infierno, pero hizo una pausa tras cerrarla y tuvo otra idea.

Él había tomado su decisión. Le dijo a Luc que lo dejase decidir lo que quería y lo tenía bastante claro: se iba a quedar allí. Aceptaría lo que viniese y cómo lo hiciese, pasando por estos cambios en su compañía.

No sentía que hubiese estado tan a gusto en un lugar como en el infierno ni que hubiese hecho algo tan importante, algo tan grande y tan bueno por otras personas como en el Purgatorio. Quería conservar eso.

Y sí, a Lucifer también lo quería.

Pero las palabras acerca de que la Tierra no volvería a ser su hogar le hizo plantearse algo y se giró para abrir la puerta de nuevo, fijando otra dirección en su mente.

La puerta lo dejó en una calle que conocía bastante bien y Reese deambuló durante unos minutos por un conjunto de los suburbios, apretando con fuerza el medallón de trisquel que Luc le regaló. Pensar en él le daba algo de confianza para hacer esto.

Aunque pudiese visitar la Tierra cuánto quisiera, todavía estaría separado de ella. Existiría una división. Lo único que la conectaría aún a este mundo serían las personas en la casa frente a la que se detuvo.

Un escalofrío recorrió su espalda ante la visión de la propiedad. Algo en el fondo de su mente empujaba hacia afuera con cuidado y su lado consciente advertía que no le gustaría lo que saldría.

Reese tomó una respiración profunda, y sin soltar el trisquel en ningún momento, ingresó al patio. Atravesó el sendero hacia la puerta como de costumbre y se detuvo cuando estaba a punto de tocarla con los nudillos.

Inhaló y exhaló. Luego tocó.

A su madrastra le tomó alrededor de un minuto abrirla. Su boca se quedó abierta al verlo parado al otro lado y lo que sostenía se le resbaló.

Jamás vio a alguien empalidecer tan rápido.

—¿Cómo es que no estás muerto? —siseó, echándose hacia atrás.

Esa no era la reacción que esperaba. Bien, quizás no tenía la mejor relación con ella, pero era una primera frase muy extraña.

Antes de que Reese pudiese decirle lo que fuese, algo golpeó su cabeza y su vista se nubló.

Cuando recuperó la consciencia, le palpitaba un lado de la cabeza y sentía los párpados pesados. Oía dos veces discutiendo y sabía, por la falta de peso en su cuello, que le arrebataron el colgante.

Hades se asomaba desde su bolsillo, encogido y a punto de lloriquear. Reese quiso decirle que estarían bien, pero no estaba seguro de qué pasaba.

A medida que su mente se enfocaba, creía reconocer algo en las siluetas que tomaban forma frente a sus ojos. En la mesa de madera, en las velas negras encendidas, en la tinta blanca y roja sobre la piedra, en el olor a quemado que casi lo asfixiaba.

De pronto, volvieron a él. Lo hicieron uno a uno, apartando a un lado los demás recuerdos para que todo lo que llenase su mente fuese aquel día.

Sabía que no le gustaría recordar cómo llegó al infierno. Y Luc le había dicho que fue su culpa.

Lo que no recordaba era quiénes lo enviaron allí.

La discusión entre las dos voces se paró cuando escucharon un sollozo de Reese.

—¿Cómo es que está vivo?

Ese era su padre. Aún con la cabeza baja, pudo ver los zapatos de suela que siempre usaba acercándose.

—Tal vez por eso salió mal —ofreció su madrastra, con suavidad—. El sacrificio no funcionó y Él no pudo darnos nada a cambio por eso...

Oírlo fue peor que empezar a recordarlo. Reese sintió que las emociones eran demasiadas para mantenerlas bajo control y se desbordarían, tragándolo en el proceso, e intentó concentrarse en otra cosa, lo que fuese, excepto los recuerdos que seguían instalándose y sus palabras.

Sus gritos pidiendo ayuda.

Reese se centró en el pequeño Hades que acababa de salir de su bolsillo de forma disimulada.

Su llanto y sus preguntas a su padre sobre por qué lo tenían atado y qué pensaban hacer.

Las súplicas.

Reese apretó los párpados e intentó regular su respiración. Volvía a estar atado, sí, pero al menos no tendido en el altar de piedra. Todavía podía hacer algo.

Las puñaladas con el cuchillo ceremonial.

Ahogó otro sollozo y sólo entonces notó que todo estaba en silencio.

Reese parpadeó a través de las lágrimas para descubrir que su padre y su madrastra estaban de rodillas. Y algo caminaba hacia él.

"Cierra los ojos, Reese"

Esa era la voz de Luc.

—Pero...

"Por favor". Sonaba muy angustiado.

Reese sólo tuvo un breve vistazo de lo que se acercaba. Después cerró los ojos con fuerza.

Los amarres se soltaron solos. El pequeño Hades regresó a su bolsillo y el colgante cayó sobre su cuello otra vez.

"Sujétate"

Reese fue alzado y se aferró a lo que fuese que lo sostenía. Desprendía un calor casi insoportable y tenía un fuerte aroma a azufre, pero no podía importarle menos. Conocía la voz y esa forma de sostenerlo.

Oyó que su madrastra le preguntaba por su "parte" del acuerdo y podría jurar que, por un instante, lo que lo sujetaba fue tan helado como un témpano.

Esa voz que le contestó fue dura, gutural y escalofriante.

El único trato que haría con ustedes dos sería si prefieren que les arranquen la cabeza primero o si quieren conservarla y ver sus órganos dejar su cuerpo uno a uno.

Antes de marcharse, sin embargo, recordó añadir:

La próxima vez que los veré estarán en el infierno. Y será divertido, pero no para ustedes dos.

Reese no supo por dónde o cómo se fue, pero una parte de él sintió que entraban al infierno de nuevo. A casa.

Quiso mover la cabeza y una mano la presionó hacia debajo de nuevo.

"Todavía no" indicó Luc. "Por favor".

Eligió obedecer y seguir con los ojos cerrados unos momentos. Tenía la sensación de que lo que lo llevaba era de gran tamaño, y a medida que avanzaba por el pasillo, empequeñecía, hasta que estuvo seguro de que eran los brazos de Luc en su forma usual los que lo sostenían.

Entonces Reese hundió el rostro en su cuello y dejó que el llanto de puro terror al fin saliese.

—Esa es.

Luc sostenía su mano y ambos estaban frente al espejo en el corredor antes de su sala del trono.

—Por eso te dije que era la ira. Una reacción normal, después de todo.

Reese aún tenía los ojos y la nariz hinchados por el llanto. Tuvieron que llamar a Asmodeo para asegurarse de que su mente no reaccionaba de forma negativa a los recuerdos que regresaron y Luc no le permitió abandonar la habitación por largo rato, limitándose a acariciar su cabeza o su espalda y dejarlo tener bebidas calientes de su agrado.

Ahora que se veía en el reflejo, con los ojos rojos, la respiración entrecortada y a punto de saltar sobre alguien para golpearlo, entendía que su reflejo fuese tan maleducado con él. Había bloqueado esto y el daño sólo lo experimentaba una parte de sí, mientras el resto lo ignoraba. No era justo.

Reese utilizó su mano libre para rozar el espejo.

—¿Me voy a ver como tú en la otra forma un día?

Luc soltó un resoplido.

—No. Pero con la contaminación y el nivel de ira...tal vez tus ojos se pongan rojos algunas veces.

—¿Cuando me enoje?

—Es lo más probable.

Reese respiró profundo y "acarició" el reflejo frente a sí.

Todavía quería llorar. Sabía que no le gustaría recordar, pero era difícil entender por qué harían esto.

—Alguien extendió la creencia de que esa era la forma de llamarme —Luc le contestó a su pregunta no formulada, mirándolo a través de su reflejo—, lo siento. Nunca ha funcionado así, pero tampoco he podido detenerlos. Libre albedrío, ya sabes. Usualmente quienes hacen cosas así ni siquiera ofrecen tratos interesantes y termino haciendo acuerdos con gente que nunca haría eso para llamarme...

—No fue tu culpa.

Reese apretó su mano y volvió a fijarse en su reflejo, que aunque tenía los ojos rojos y una expresión molesta, al menos ya no quería atacarlo.

No fue culpa de ninguno de los dos, pensó.

No creía que esto fuese lo que se buscaba con el libre albedrío, pero cuando esos dos llegasen al infierno, podría pasar a saludar.

Y a darles un pequeño susto también, para qué negarlo.

Un detrás de escenas en el infierno mucho tiempo en el futuro:

Reese, sonriendo: hola, papá.

Su padre y su madrastra viéndolo con la capa de príncipe del infierno: oh, no... 

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