Nerd 2.5: Parafilia [+18] [CO...

بواسطة AxaVelasquez

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«-¿Qué edad tienes? -La que tú quieras que tenga. -Tienes veintiuno a partir de ahora. -¿Y mi nuevo nombre? ... المزيد

Edits, adelantos y personajes
Advertencia y aclaración
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18 [+18]
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21 [+18]
Capítulo 22 [+18]
Capítulo 23
Capítulo 24 [+18]
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30 [+21]
Capítulo 31 [+18]
32: FINAL

Capítulo 27

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بواسطة AxaVelasquez

Cumplí el maldito castigo. Tardé tantas horas durante las cuales insulté de mil maneras a Sama'el y a toda su generación, buscando entre los archivos y cajones cualquier información del hombre que me fuese útil sin hallar resultado alguno. Solo era un salón de clases más. El tipo no era lo suficientemente estúpido ni descuidado para dejar nada sucio a mi alcance. En general, dudaba de que ese hombre fuese de los que dejaban cabos sueltos.

Para cuando terminé de clasificar y archivar en el instituto para mi castigo ya eran casi las doce de la madrugada y tenía que devolverme sola caminando al caserón, o al menos a una avenida concurrida donde pudiera pedirme un taxi.

Si es que decidía volver al caserón.

Seguía sin sentirme capaz de enfrentarme a la normalidad luego de saber que había alguien con el poder de mis secretos, amenazando a mi debilidad. No estaba lista para regresar sin pensar en un modo infalible de mentirle a Azrel sin que me volara la cabeza.

Estaba aliviada de no tener el teléfono encima, no había forma de que Azrel me rastreara como para saber mi hora de salida e interceptarme, a menos que estuviese esperando fuera del instituto desde el momento en que todos salieron menos yo.

Pero, aquellos primeros callejones oscuros, no vi ni rastro de mi jefe provisional. Lo que no significa que no viera a nadie. Porque a alguien sí me encontré, al último que esperaba ver por esa zona a esas alturas de la noche.

Lo habría esperado de Aaron, el rarito que le gustaba ver dormir desconocidas semidesnudas en sus balcones; no de Roman, el decente barman de Parafilia que respetaba a una mujer en un ataque de ansiedad incluso cuando esta se le lanza encima con toda intensión de intimar.

Estaba parado en una esquina y por suerte no daba signos de haberme visto. Estaba tan oscuro que zolo lo reconocí por la luz de la pantalla de su celular contra su rostro. Lo revisaba cada medio minuto y luego fijaba la vista en su entorno hacia todos lados, como si esperara a alguien.

Me oculté a esperar, solo por curiosidad. El mejor motivo para hacer cosas cuando vives encubierto.

Eso, sumado a que Roman era un nombre de interés en mi lista. Trabajaba para Sama'el, guardaba secretos de Parafilia, tenía relación con el diezmo y, lo más interesante de todo, ocultaba un detalle que estaba segura de que su jefe desconocía.

Tenía que quedarme a ver.

Y así hice, aguardé las sombras casi sin respirar. No moví mis pies ni un centímetro por precaución, en las noches nunca se está seguro del terreno, un paso incierto puede desatar el roce de una piedra con otra, y delatar tu posición.

Estuve así hasta que apareció una linda muchacha que caminaba en dirección a Roman. Iba vestida con bufanda, lentes de sol y sombrero, y por la manera nerviosa que vio hacia todos lados antes de lanzarse a los brazos macizos del hombre en la oscuridad, intuí que aquella era una aventura prohibida de dos amantes inocentes.

Pero una corazonada, un tirón de mi instinto vio algo raro en la situación, lo suficiente para decidirme a seguirlos de vuelta a la institución y verlos colarse por una ventana a un salón de clases.

Me acerqué para ver desde una esquina cómo se besaban, ella sentada de frente con las piernas abiertas encima de él, él lamiendo su cuello con una pasión que los hizo a ambos envolver el silencio en murmullos de deseo desenfrenados.

La escena, él deslizando las manos por la espalda de ella por debajo de su camisa para quitarle el sostén, la manera en la que ella se restregaba contra su entrepierna mientras Roman le agarraba el culo con alevosía; todo era tan sensual y erótico al punto en que consideré la posibilidad de tocarme ahí, detrás del colegio, oculta y sin posibilidad de testigos. No perdería nada, salvo que... algo me desconcentró.

No entendí muy bien lo que pasaba al principio; no pude debido a que todo pasó muy rápido y de manera muy extraña. En un momento, ella estaba gimiendo a toda voz, embistiendo contra él con la ropa puesta con una intensidad que dejaría rozaduras en la piel, y de pronto ese escándalo se tornó violento y atemorizante. Sus gritos agredieron el cristal desde donde yo los espiaba, como profetas de una masacre, solo que Roman nunca se detuvo por ellos.

Dada mi interpretación, lo noté mucho más excitado con esa demostración de dolor, de agonía, besando con más ímpetu el cuello de su amante, aceptando los arañazos en la espalda como un premio lascivo...

Hasta que ya no hubo más gritos, porque la mujer no tenía garganta. Roman se la había arrancado a mordiscos, manchando de salpicaduras carmesí el rostro de ambos y de lagunas vinotinto sus ropas; hasta que el único sonido posible fue el gorgoteo de despedida de la mujer, ahogándose en su propia sangre hasta desplomarse hacia atrás, atrapada en los fuertes brazos del barman.

No sé qué hice entonces para delatarme, ni sé qué excusa poner. Creo que fue la conmoción.

No esperaba una escena así.

No lo esperaba de él.

No lo esperaba tan sangriento. Sádico. Frío. Sereno a la hora de devorar a carne viva a una mujer a la que estaba a punto de cogerse.

Un psicópata caníbal, un depredador sádico y lujurioso.

Así que sí, puede que por el impacto que tuvo la situación en mí, pero lo cierto es que, en medio de mi sorpresa, cometí un desliz.

Puede que hubiese sido solo un jadeo, una exhalación fuerte, pero hice voltear a Roman hacia la ventana.

Me oculté de inmediato, por supuesto, y me mantuve cubierta hasta pasados sesenta segundos contados con lentitud, para luego volver a asomarme a la ventana a ver si él seguía ahí.

Y lo estaba.

No pudo haber notado mi presencia, pues limpiaba su escena como quien deshace el reguero de una mesa luego de un desayuno desastroso. Tranquilo, casi sonriente. Se enfocaba en borrar los rastros de sangre mientras el cadáver yacía acostado y doblado en una posición incómoda encima de un pupitre como un muñeco inerte, con su propia bufanda usada como torniquete para evitar el goteo de su cuello.

¿Qué haría Roman con el cuerpo?

Ya no era mi problema, y no debía quedarme ni un segundo más para averiguarlo. Había visto suficiente. Había visto demasiado. Estaba tentando a la suerte con brío, y la muy puta sí que se las sabe cobrar cuando te sobrepasas con ella.

Así que me fui y dejé a Roman con su bocadillo nocturno.

Tenía muchas cosas que pensar y analizar, en especial lo que haría con el nuevo problema que amenazaba con el arma de mi pasado, mi vida y su vida. Cómo haría para mentirle a Azrel al respecto. Qué haría con Aysel, su locura y su caso de presunto homicidio en el que seguía envuelta. Cómo descubrir el punto débil de Sama'el, sus secretos más sucios capaces de destruirlo, sin acostarme con él, ni con su hijo. Y, por si fuera poco, qué mierda era Roman y cómo podría eso perjudicarme a mí.

Definitivamente tenía trabajo que hacer, pero me preocuparía luego de ello, porque un golpe seco y fuerte a mis espaldas me dejó fuera de juego por esa noche.

Mierda.

☠💀☠

Se estaba volviendo una muy mala costumbre eso de quedar inconsciente y despertar en autos ajenos. Primero Aaron al transportarme al cementerio, y luego Roman, quien me conducía entre la penumbrosa noche sin estrellas hacia quién sabe dónde.

Tampoco había mucho que identificar apenas abrí los ojos, pues estaba muy cansada, sin posibilidades de orientarme y con el pálido y helado crimen de Roman descansando en mi regazo.

Me preguntaba qué clase de criminal era él. Si fue lo suficiente cuidadoso al secuestrarme como para que nadie me encontrara jamás ni se enterara del destino que tenía planeado para mí.

Porque si no lo fue, si fue tan descuidado como para dejar alguna colilla de cigarro aplastada con ADN, huellas, conversaciones rastreables o manchas de sangre, la policía acabaría por dar con él. Sino, Azrel lo haría.

Pero no quería que me encontraran para contar la historia de mi cadáver, quería escapar de ahí y vivir, maldita sea.

¿Cómo es posible que haya bajado la guardia así con Roman? ¿Cómo pude dejarme atrapar?

En algún punto de la madrugada antes de mi despertar una llovizna comenzó a caer, así que al mirar hacia la ventanilla me fijé en las gotas que se deslizaban por los cristales empañados por la neblina de fuera.

Lo único que con esfuerzo pude identificar del camino es que pasábamos sobre unas viejas vías de tren a mitad de un terreno baldío.

¿Seguiríamos en Malcom?

No veía nada que me diera un indicio de ello, como si me hubiese arrastrado a las entrañas de la nada.

Me fijé en Roman sentado en el asiento del piloto mientras conducía. Tenía una pala entre las piernas y no tenía ni la más mínima duda de lo que seguiría a ese detalle.

La pregunta era, ¿esa tumba que estaba por cavar sería solo para el cadáver dormido sobre mis piernas? ¿O aprovecharía la oportunidad para deshacerse de mí también?

Cuando el empleado de Parafilia reparó en que había despertado, sus ojos en el retrovisor delataron todo sus emociones: nervios, desespero, remordimiento. Nada en comparación al hombre que vi devorar viva a su amante.

¿Tendría algo que ver con que a mí no quería matarme?

—No debiste haber visto eso.

Eso respondía mi pregunta.

Pero yo no podía hablar, no de inmediato. Estaba adormilada como por obra de un sedante animal. Mis labios tenían una pesadez insólita y mis extremidades parecían estar sumergidas en arena movediza, inmovilizándome con mucha más efectividad que las sogas atadas a mis brazos y tobillos.

Cuando al fin logré escapar un segundo de la bruma, usé mi lucidez para articular en un balbuceo:

—¿Vas a matarme?

Él detuvo en auto en seco y salió, abriendo mi puerta.

—Ya deberías estar muerta con la dosis que te inyecté.

Veneno, el arma del cobarde. Así que era cierto, no me quería matar.

Por suerte para él y para mí, no moriría pronto. Al menos no por ese medio. El veneno más letal en ese auto era yo.

—Ro... —pero ya no me salían las palabras.

Él me agarró por el brazo sin delicadeza, haciéndome impactar con violencia contra el suelo rugoso cerca de las vías del tren. Teniéndome en el piso, me arrastró por una pierna tras él, la punta de la pala rozando el suelo y levantando una nube de polvo que respiré a la vez que mi boca saboreaba toda la tierra.

Porque, al tener las manos atadas, no podía amortiguar el impacto y todo el terreno lo recorría mi rostro, abriéndose a medida que la fricción y la tierra hacían su trabajo.

Fue ahí cuando el horror, la adrenalina y las vívidas sensaciones de dolor que experimentaba mi cuerpo me dieron vida nuevamente para gritar y retorcerme.

—¡Roman, para!

—Por favor, por favor, no lo hagas más difícil...

Me arrastró con más fuerza, como si quisiera acabar con eso de una vez, y supe que tenía una única oportunidad para recurrir a la opción más desesperada de todas.

—¡Dain me envió, hijo de puta!

Y me soltó.

—¿Cómo...?

—Mi clavícula. Mira el tatuaje en mi clavícula.

—Pero... No tenías ningún...

—Me lo tapo con la ropa o el maquillaje —tosí con desespero con miedo de que no me creyera.

Se agachó hacia mí y escarbó para corroborar mis palabras, frotando para remover el maquillaje.

—Es cierto...

Yo tenía esa corazonada desde que lo vi por primera vez en Parafilia, la fecha en números romanos tatuada en su clavícula llamó mi atención en ese entonces. ¿Doble agente? O sería, como yo, ex miembro de dengus.

También podía haber sido la fecha de muerte de su abuelita, pero al final mi instinto tuvo razón. Sabía de Dain.

El problema era que yo no sabía hasta qué punto estuvieron involucrados, así que podía meter la pata fácilmente y acabar con mi vida en un paso en falso.

Así que no dejé cabida a esa posibilidad, y mientras todavía tenía a Roman cerca de mí analizando mi clavícula, tomé, con las manos juntas por la soga, la pala del suelo donde él la había soltado y volteé mi cuerpo con la fuerza suficiente, la desesperación surtiendo efecto, para clavarle el arma en la sien hasta abrirla y dejarlo desangrándose frente a mí.

~~~

Nota:

Se prendió esta mierda pero BIEN PRENDIDA.

Faltan poco más de un par de capítulos para el final, amarren esas pantaletas.

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