Se Paciente Conmigo |TERMINAD...

De Demitae_6

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1ER LIBRO La vida de Elizabeth Aydin cambia de manera drástica, cuando conoce a Ahmed y Baadir, dos millonari... Mais

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ANUNCIO IMPORTANTE
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EPÍLOGO

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De Demitae_6

AHMED ÜLKER

He hecho todo, literalmente todo lo que ha estado en mis manos para tratar de hablar con mi Sultana y saber si está bien o necesita algo, pero parece que todo está en mi contra. Intenté sacar dinero en el pueblo más cercano que tiene una pequeña sucursal de un banco, pero no me dejaron sacar lo suficiente, pusieron mil excusas y al final me aconsejaron ir a la ciudad si quería sacar más dinero, lo cual para mí no era una opción, pues no quería alejarme tanto de Hanan y de ella.

Traté de mil formas hablar con los padres de mi Sultana y encontrar alguna solución para sacarla de este problema, pero no pude. El alcalde ordenó que la familia Aydin no podía hablar con nadie y los tienen prácticamente encerrados en su casa. Pero eso no me detuvo, les dejé cartas por debajo de la puerta, pero nunca obtuve respuesta alguna y sé que, si las leyeron, yo los vi por una ventana mientras abrían el sobre, y aun así no movieron un dedo por su hija, por eso al final desistí y decidí no perder más mi tiempo con ellos.

Hubo dos problemas más de los cuales me ocupé el mismo sábado. El primero fue tratar de encontrar algo decente donde quedarme pues no iba a seguir viviendo con el imbécil de Baadir, podría matarlo solo al verle la cara y no quiero más problemas ahora. El segundo problema fue más bien un gran dolor de cabeza. Tuve que rechazar la mano de Elif que su insistente abuelo me estaba casi obligando a aceptar. Al final se dio por vencido y salió casi tirando la puerta de la casa donde me estoy quedando de lo enfadado que estaba.

«Pero hoy finalmente es el día, hoy pase lo que pase me la tengo que llevar de aquí.»

Me levanté muy temprano para tener todo listo, desde mis cosas que las tengo ya en el auto, hasta las personas que contraté que me están esperando afuera. Contraté a seis hombres con el poco dinero que pude sacar del banco. Ellos saben que seña haré para cada cosa que necesite lo cual para mi es más que suficiente.

Salgo de la casa casi corriendo pues de tanto pensar en los diferentes eventos que podrían llegar a presentarse, se me ha ido prácticamente todo el día. Cuando ya estoy afuera les doy las últimas indicaciones a los "guardaespaldas" y me subo al auto de inmediato. Mientras conduzco no puedo apartar la mirada de la caja que se encuentra a mi lado. Contiene una de las coronas que compré para ella en Turquía, la cual por alguna razón me ha dado algo de fuerza con solo verla e imaginarme a mi Sultana llevándola mientras nos escapamos de aquí.

Cuando paso por la casa de Baadir no puedo evitar frenar un momento frente a ella. Quisiera entrar a esa casa para sacar a Baadir a rastras si es necesario para que confiese la verdad, pero sé que de nada serviría. Ya lo intenté el domingo y lo único que encontré ahí dentro es un hombre drogado hasta la médula que solo se reía de mí y de la situación de mi Sultana. Claro que intenté golpearlo, pero Kiral tampoco me permitió acercarme tanto a él por lo que decidí no perder más tiempo con esa gente.

Aquí estoy, en la maldita plaza del pueblo donde todos se han reunido como si de un evento de entretenimiento se tratara. Desde la pequeña colina en la que estoy con mi auto, puedo divisar que los antagonistas principales ya se encuentran ahí, en primera fila para regocijarse cuando condenen a mi Sultana.

Los padres y hermanas de mi Sultana están detrás del alcalde, el cual se encuentra en una tarima riéndose y regocijándose con Elif y Emir que se encuentran sentados a cada uno de sus lados. Repaso mi vista por todo el lugar, para saber si mis hombres ya están en posición, pero me detengo cuando noto que Baadir, Kiral y Anastasia Amery se encuentran aquí y en primera fila.

«Los odio, a cada uno de ellos los odio, como nunca he odiado a alguien.»

Me bajo del auto cuando noto que la patrulla que la llevó ese día llega a la plaza. La gente también se ha dado cuenta por lo que se han empezado a golpear entre ellos para tener un lugar en primera fila. Ahora mismo me arrepiento no haberme bajado antes pues sé que me será muy difícil llegar hasta adelante.

Intento pasar entre la gente y lo voy logrando, aunque recibo uno que otro golpe en el camino. Cuando estoy a nada de llegar, tropiezo con una mujer que también trata de llegar adelante y ambos caemos. Por su perfil me doy cuenta de que no es una muchacha, es una señora, por lo que me apresuro a levantarla.

Cuando ya se encuentra de pie, el velo que cubría parte de su rostro se cae y con el mi alma al darme cuenta quien es la mujer que se encuentra frente a mí. Ella tarda en reconocerme, lo sé porque me detalla durante mucho tiempo y cuando se da cuenta a quien me parezco, sus ojos se abren sorprendidos.

—A-anastasia. —Digo casi en un susurro.

Es lo único que puedo decir. No puedo llamarla "madre" como alguna vez lo hice de pequeño.

«Antes de que me abandonaras eras mi madre.»

—Hijo —dice también en un susurro.

Suelto su mano de inmediato, como si me quemara su tacto.

Tengo en la punta de la lengua todo lo que siempre quise preguntarle cuando supe que me abandonó. Tengo tantas preguntas que ni siquiera sé con cual empezar. Pero antes siquiera de que termine de escoger la pregunta con la que empezaré el interrogatorio, la voz del alcalde me hace volver a la realidad.

Aun con la mente casi nublada me doy la vuelta para centrarme en lo que me importa ahora, Elizabeth. Ni siquiera me había dado cuenta de que ya la han puesto en medio de la plaza. A pesar de todo se ve bien y sin ningún rasguño, solo está un poco sucia y algo despeinada, pero eso no opaca su belleza.

—Pueblo de Hanan —empieza el alcalde y junto con mi ma-, con Anastasia nos colocamos adelante—. El día de hoy se llevará a cabo el juicio contra Elizabeth Aydin conforme nuestras leyes y tradiciones, las cuales nos han guiado desde siempre y que, por el bien del pueblo, debemos mantenerlas vigentes para siempre.

Elif le pasa un libro enorme y el alcalde continúa.

—Como saben, el gran libro sagrado que tengo aquí cuenta la historia, tradiciones y leyes de nuestros antepasados en turco y orkhon, ambas lenguas que representan nuestras raíces —levanta el libro—. Por eso, el día de hoy el juicio será llevado a cabo en turco que es el lenguaje que todos hablamos —se detiene y mira sonriente a mi Sultana—, bueno, casi todos. Empecemos.

«No es justo, nada de esto lo es.»

—Primero haré un pequeño interrogatorio —empieza a hablar en turco y veo en la cara de mi Sultana que no entiende nada—. Aunque creo que no será necesario, pues cuando la arrestamos confesó todo frente a varios testigos, por lo que...

—¡Señor alcalde! —doy un paso al frente—. Mi..., Elizabeth no entiende nada y tiene derecho a conocer de lo que se le está hablando en su juicio. Necesita un traductor.

«Debí ser abogado, debí hacerle caso a mi padre.»

—Tienes razón muchacho —dice con hastío en su voz— Pero ¿Quién se ofrecerá a ser su traductor? —un hombre al otro extremo de la plaza da un paso al frente y el alcalde mientras lo ve continúa—. Tengan en cuenta que, si la acusada es declarada culpable, el honor del ayudante podría quedar manchado a los ojos del pueblo.

El hombre que antes había dado un paso al frente se regresa y yo sin pensarlo doy dos pasos en dirección a ella, pero me detiene la voz del alcalde.

—Tú tampoco podrás ser su traductor, muchacho.

—¿Por qué? A mí no me importa el "honor" ante sus ojos. —digo molesto.

—Entiendo que no te importe pues no eres de aquí, pero no puedes ser su traductor por el simple hecho de que eres el amigo del otro pecador —estoy a punto de contradecirlo, pero continúa—, incluso viviste en su casa, así que no, no podrás ser tú.

Estoy a punto de gritarle que deje su estupidez a un lado, pero otra voz a mi espalda me detiene.

—Yo puedo ser su traductora señor alcalde. —Habla Anastasia muy segura.

Regreso a verla y para mi sorpresa ni siquiera me está mirando a mí, mira a mi Sultana con una sonrisa esperanzadora, la misma que me daba cuando era mi madre y trataba de decirme que todo estará bien cuando creía que mi mundo se acababa por alguna mala nota en la escuela.

—Está bien, no pienso perder más el tiempo —dice el alcalde con molestia—. Pase a lado de la acusada y tradúzcale lo que tenga que traducirle.

Ella apresura el paso y se coloca a lado de mi Sultana. Se dan un abrazo largo que me hace dar cuenta que ya se conocen desde antes.

«El mundo es tan pequeño.»

El alcalde nuevamente empieza y hace las preguntas que según él son más que suficiente para un interrogatorio para una mujer de "esa" clase. Ni siquiera deja que Anastasia traduzca completamente lo que mi Sultana le dice y finaliza rápidamente.

—Como escucharon pueblo, no hay excusa válida que esta mujer pueda inventarse para evadir su castigo, el castigo que una mujer impura y una cualquiera merece —los hombres del pueblo empiezan a aplaudir y ovacionar como locos al otro loco que tienen en la tarima—. Y como es conocimiento de todos, su castigo será ser lapidada hasta la muerte, así que pido a los del consejo que tienen todo preparado, pasen adelante y tomen sus posiciones.

Mientras siguen las ovaciones por parte del pueblo, ocho hombres caminan hasta donde está mi Sultana y Anastasia, las rodean y dejan en el suelo sus baldes llenos de piedras enormes que podrían matar a cualquiera con una sola de ellas.

Sin pensarlo salgo corriendo al centro y me coloco junto a ellas.

—Vete de aquí — dice mi Sultana desesperada—, la señorita Anastasia ya me dijo lo que me harán —Suelta las primeras lágrimas que hacen que mi corazón se encoja—. Tienes que irte o también te harán daño.

Aparto mi mirada de ella y la coloco en el alcalde.

—No pueden hacer esto, debe haber otra manera de resolver esto.

—No interfieras Ahmed —dice molesto mientras abraza a Elif que sonríe victoriosa—, o también serás lapidado junto a ella, tú decides.

—Si quiere lapidarme, hágalo, pero a ella no le haga nada, déjela libre. —digo sin pensar en las consecuencias.

«No me arrepiento.»

—No sé qué artimañas habrá usado esta mujer sobre ti para que la defiendas tanto, pero nada cambiará mi decisión, así que...

—¡Señor alcalde! —interviene Anastasia—, le pido que antes de dar la orden para lapidarla, me diga el articulo y en qué parte de la ley escrita de Kriana está que de cometer un acto impuro como usted lo llama, la mujer deberá ser lapidada, porque cuando fui profesora en este pueblo yo leí y enseñé en la escuela las leyes que rigen a Kriana y jamás vi eso.

Todo el pueblo empieza a susurrar entre ellos y alcanzo a escuchar que algunos están cuestionándose la veracidad de las palabras del alcalde, el cual se ve preocupado y enojado a la vez.

—No hace falta que lo lea o lo vea señorita Anastasia, de seguro tiene mala memoria —interviene enojado—, usted ni siquiera es parte de este pueblo, además es mujer por lo que no tiene derecho a pedir algo como eso, así que no puedo mostrarle nada, continuemos.

—¡Yo soy de Kriana! —habla el señor Aydin por primera vez en todo el juicio— y soy hombre, así que le pido que me muestre lo que pide la señorita Anastasia.

«Debió defender a su hija desde un comienzo.»

—No entiendo nada ¿Qué dijo mi padre? —dice mi Sultana entre sollozos— ¿Pidió que me maten?

Antes de que Anastasia le traduzca, yo lo hago.

—No, no pidió eso, solo espera y te diré lo que pasa porque ahora mismo no dicen nada relevante ¿ok? —asiente.

Dirijo mi mirada nuevamente al frente y veo que Emir se acerca a susurrarle algo al alcalde, al cual mientras lo hace, se le forma una sonrisa en el rostro que termina de ensancharse cuando Emir se aleja y dirige su vista hacia nosotros.

—Señor Aydin me acaban de informar algo que creo le hará cambiar de opinión.

—Dígame señor, pero creo que nada me hará cambiar de opinión.

—Me comentan que su hija Issadora es otra engatusadora como su hermana Elizabeth—todo el mundo se sorprende, excepto Elizabeth que no entiende nada y yo—. El señor Emir me acaba de informar que ella lo sedujo y consumaron el acto, así que ...

No puedo creer que culpen a mi Sultana hasta de los actos de su hermana. Ni siquiera puedo entender porque la gente sigue teniendo a alguien como ese tipo en el poder.

—¡Todo es por esa maldita mujer que le enseñó todas esas cosas a mi hija! —interviene histérica la señora Aydin—, ella le enseñó todo, mi Issadora no tiene la culpa de tener una hermana así, debe creerme señor alcalde, usted conoce a mi hija y ella jamás haría eso.

—Lo siento señora, pero es su palabra contra la del respetado Emir y para mala suerte de usted lo que hizo también tiene un castigo —sonríe victorioso—, pero podríamos hacer una excepción en esta ocasión, claro si su marido acepta.

—Cualquier cosa que diga, él aceptará. —Dice desesperada.

—Muy bien, entonces, si el señor acepta que su otra hija sea lapidada sin poner ninguna otra excusa o pedido, accederé a perdonar a Issadora.

«¡Los está chantajeando, maldita sea!»

Estoy a punto de hacer la señal que mis hombres necesitan para llevar a cabo mi plan, pero me detengo cuando el señor Aydin vuelve a hablar.

—Y si no accedo ¿Qué le harán a Issadora? —dice mirando a la nada mientras su esposa lo aniquila con la mirada.

—Lo que se merece, solo será azotada, pues ella no es una mujer comprometida, así que no estaría rompiendo ninguna ley valiosa que atente a la moralidad.

El señor Aydin dirige su vista hasta mi Sultana y no la aparta mientras habla.

—Acepto —el alcalde sonríe y yo levanto la mano para dar la señal, pero me detengo cuando continúa—, dele el castigo que se merece a Issadora, pero muéstreme lo que la señorita Anastasia dijo, por favor.

Algunas mujeres del público aplauden por lo bajo mientras los hombres reprochan el actuar del señor Aydin. El alcalde mientras tanto no deja de ponerse más rojo. Noto que le pasa el libro a Elif y le dice algo al oído.

—Está bien señor Aydin, pero me tomará unos minutos encontrar la página, tal vez esos minutos les sirvan para despedirse de su querida hija Elizabeth.

La señora Aydin y la otra hermana empiezan a llorar mientras abrazan a Issadora la cual ni siquiera se inmuta. De pronto la señora Aydin se va contra su esposo y le pega una cachetada.

—¡Idiota!, dejas que lastimen a tu verdadera hija solo por salvar a esa recogida que ni siquiera es tu hija.

Esta vez todo el pueblo se calla y miran condescendientes a mi Sultana.

«¿No es su hija?»

—¿Qué pasa Ahmed? No entiendo nada, dime que dijo mi mamá.

Regreso a verla y noto que hasta Anastasia la mira con condescendencia.

No sé qué decirle, lo único que hago es agachar la cabeza.

—Señorita Anastasia ¿Qué dijo mi madre? Usted no me puede mentir ¿Me van a matar verdad?

Levanto mi cabeza de inmediato y mirando a Anastasia hablo en turco para que solo ella me entienda.

—No le digas nada, por favor. —mi voz sale en tono de súplica porque lo estoy haciendo.

Anastasia solo asiente y regresa su vista a mi Sultana.

—Nada mi niña, no dijo nada importante, solo están tratando de apelar a tu favor para que no te hagan nada.

—¿Mi mamá está peleando por mí? —suelta unas lágrimas mientras sonríe—. Entonces si me quiere, me quiere. —lo último lo dice casi en un susurro.

No tengo el valor de decirle la verdad y sinceramente espero que podamos irnos de aquí antes de que alguien se lo diga. No quiero que su corazón se rompa y peor aún si es por esa mujer que dice ser su madre.

—Pueblo —habla el alcalde llamando la atención de todos—, he encontrado la inscripción de la ley que el señor Aydin me pidió, pero hay un problema —sonríe—. Como saben, el libro está escrito en una mitad con Orkhon que es el turco antiguo y la otra mitad del libro tiene la traducción en turco. En este caso la página donde se encuentra la ley en turco no está, pero si la tengo en Orkhon.

—¿Y qué quiere decir con eso? —dice el señor Aydin.

—Señor Aydin, lastimosamente en este pueblo soy el único que sabe leer y entender Orkhon, así que yo les diré lo que dice en...

«Si claro, que conveniente maldito.»

—Señor alcalde, yo también sé leer y entender Orkhon —interviene Anastasia tras de mí—, podría ayudarlo, claro, si el padre de la víctima me lo permite y me autoriza.

—Sí, sí, —dice desesperado— yo permito que la Señorita Anastasia verifique lo que se va a leer para que no haya ningún error.

«No sé qué pretende mi ma..., Anastasia, sólo espero que ayude a mi Sultana.»

Anastasia se dirige hasta la tarima donde está el alcalde. Sube de manera imponente y sin bajar la mirada ante los que la juzgan. Mientras tanto yo me acerco más a mi Sultana para empezar a traducirle todo.

—Lo leo y lo traduzco o usted lo hace señor alcalde —Habla Anastasia.

El alcalde toma asiento y enfurecido responde.

—Continúe ..., señorita Anastasia, espero no se equivoque en nada o conocerá las consecuencias.

«Pero ¿Quién se cree para amenazarla?»

—Entiendo señor alcalde, no tiene por qué amenazarme —le da una sonrisa y se acomoda para empezar—. Aquí dice que:

"Si una mujer comprometida o casada tiene relaciones con alguien que no es su pareja y se comprueba que lo ha hecho, deberá ser azotada ... —se detiene y por un momento lo hace mi corazón—, deberá ser azotada 5 veces y deberá casarse de inmediato con otro hombre que acepte de manera voluntaria otros 5 azotes, los cuales contarán como un dote de la mujer deshonrada. Inmediatamente después de haber cumplido con su castigo, ambos deberán ir a la casa de los padres de la novia y harán el ritual correspondiente antes de partir al siguiente día pues no pueden quedarse en el pueblo por ninguna razón. De no haber un hombre que se ofrezca a limpiar el honor de la mujer acusada, ella será encerrada en los calabozos hasta el final de los días para evitar contaminar a otras mujeres con sus pensamientos y actos impuros."

—¿Continúo señor alcalde? Porque de aquí en adelante no dice más que la forma de hacer el ritual y en ningún lado dice que la mujer deberá ser lapidada.

«¡Lo sabía, lo sabía! Ella no morirá.»

De pronto el alcalde empieza a quejarse de un dolor de cabeza fuerte y manda a pedir un té. Mientras tanto la gente no deja de murmurar por lo bajo por qué el alcalde les ha mentido, lo cual no solo hace enojar más al alcalde que no deja de ponerse rojo, también lo hace su nieta.

—¡Miente! No son 5 azotes, son 10, aquí dice —saca una hoja de entre su vestido—, usted trata de ayudar a Elizabeth, pero no es...

El alcalde se levanta y le da una cachetada a Elif.

—Muchacha idiota, ¿Qué acabas de hacer?

—Acaba de mostrar que usted mintió todo este tiempo —responde Anastasia— y que trató de ocultar la verdad arrancando la hoja de la traducción, así que dígame, señor alcalde ¿Por qué lo hizo?

«Así se habla ma..., Anastasia, así se habla.»

Noto las intenciones del alcalde cuando se acerca a Anastasia y levanta su mano. Aun en esa situación ella no baja la mirada, al contrario, saca el pecho y se para más derecha.

—¡Que ni se le ocurra ponerle una mano encima! —grito y noto que se detiene.

A regañadientes se aleja enojado, trata de aclararse la garganta mientras la multitud empieza a murmurar cosas como "¿Será que nos mintió antes? ¿Las leyes y tradiciones en verdad existen o es otra mentira?, Deberíamos de buscar otro alcalde, no podemos tener a un mentiroso en el poder"

—Continuando con el juicio —dice tratando de parecer tranquilo, pero no lo logra— y gracias a la gran intervención de la Señorita Anastasia y a la corrección de..., de mi nieta, procederemos a darle 10 latigazos a la acusada.

Le traduzco lo último a mi Sultana, mientras los ocho hombres que nos estaban rodeando se retiran e ingresa uno con un látigo.

—No te preocupes, no voy a dejar que te hagan daño, y si te quieren hacer algo yo te cubriré, no dejaré que te toquen. —Digo antes de abrazarla.

—No moriré Ahmed —dice cansada entre pequeños sollozos—, déjame recibir ese pequeño castigo para que el alcalde no vuelva a inventarse alguna ley solo para molestarnos.

—Ni lo sueñes, no dejaré que te toquen.

—Por favor, no hagas las cosas más difíciles, déjame recibir el castigo, ya estoy acostumbrada y diez azotes no son nada comparado a lo que me solían hacer mis padres —intento hablar, pero me interrumpe—. Si no lo haces ellos podrían sacarte de aquí por impedir continuar con el proceso y no podrás ayudarme más.

«Tiene razón maldita sea, si me sacan de aquí no podré llevármela.»

Sin nada que perder, revelo mi plan.

—Contraté a unas personas y ellas te sacarán de aquí, ahora voy a dar la orden y ellos te sacarán de aquí para...

—Si me sacas de aquí sin recibir el castigo, les harán pagar a mi familia, ellos recibirán mi condena—dice en un susurro—. No hagas nada por favor, solo aléjate y deja que terminen con los azotes, ya verás que esto pasará más rápido de lo que crees.

No pienso hacerle caso. Alzo mi mano listo para dar la orden cuando noto que me toman de ambos brazos y me arrastran lejos del centro de la plaza. Cuando llegamos a una orilla de la multitud, me sueltan y por primera vez regreso mi vista a los imbéciles que me apartaron de mi Sultana.

«Tenían que ser estos imbéciles.»

—Ya sé que me quieres matar —habla Baadir—, pero si no te sacaba de ahí, ellos —señala a unos policías que no dejan de verme—, pensaban llevarte a la estación de policías por orden de Emir y te aseguro que ahí no la pasarás tan bien como crees.

—Gracias por nada maldito infeliz —lo empujo para que se aparte pues no soporto estar cerca de él—, si no fuera por tus mentiras, ella no tendría que pasar por esto.

—Cálmate Ahmed —interviene Anastasia Amery, la cual ni siquiera había notado cuando llegó—. Ya hiciste todo por esa mujer, deja de humillarte y dañar tu amistad con Baadir solo por una mujer, no lo vale.

—¿No le dije que se largaras de aquí señorita Amery? —digo cansado— ¿Qué más necesita para entender que su presencia no hace más que estorbarme?

Está a punto de decir algo, pero el primer grito de mi Sultana hace que todo el pueblo se calle. Cierro los ojos por inercia, pues si veo lo que le hacen soy capaz de ir y matar al que le está infligiendo dolor.

«6...,7...,8...,9... y 10.»

Termino de contar los golpes y gritos que resuenan por toda la plaza para al fin abrir los ojos. Mi mirada de inmediato viaja hasta ella. Se encuentra tendida en el suelo con manchas de sangre en la tela de su vestido.

Corro hacia ella haciendo caso omiso a los gritos de Anastasia Amery. Cuando estoy a su lado la levanto y ella me mira sonriente, como si no le doliera lo que le acaban de hacer.

«¿Por qué no me la llevé antes? Soy un idiota por dejar que esto pasara.»

Noto que Anastasia, mi "madre" llega a mi lado y también la ayuda limpiándole las lágrimas y la tierra que tiene en su ropa. Yo ni siquiera puedo preguntarle si está bien, porque si me dice que no lo está, probablemente solo me odie más de lo que ya lo hago por haber sido un idiota.

—Gracias por ayudarme —dice mi Sultana casi en un susurro—, los dos se parecen tanto, tienen un gran corazón.

Miro a Anastasia y ella hace lo mismo, me mira sonriente de manera cómplice, como si aún tuviéramos esa conexión de madre e hijo, lo cual no tenemos, ya no.

—Ahora que ha cumplido el castigo —habla el alcalde aún en turco y mi atención se vuelve a él—, por favor señores policías llévensela a los calabozos.

«¿Pero qué carajos le pasa?»

—Señor alcalde eso no dice la ley. —grito mientras Anastasia le traduce todo a mi Sultana.

—Claro que lo dice muchacho —rueda los ojos con cansancio—, bueno, dice que, si hay algún hombre que acepte recibir un castigo igual y casarse con ella, podrá librarse de ir a los calabozos, pero creo que nadie aquí lo hará, a nadie le gustaría casarse con una pu...

—Yo lo haré señor. —hablo firme y se forma un gran silencio en la plaza.

A lo lejos escucho como Anastasia Amery grita y trata de llamar mi atención como siempre. No hago caso a los balbuceos que grita y me centro en el alcalde, que al igual que todos, se ha quedado mirándome como si hubiera dicho algo horrible.

El siguiente capítulo es la continuación de este, pero como era muy largo decidí dividirlo.

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