Heridas Ocultas ✅ | editando |

Af kendymadness

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La vida de Dominic Armstrong siempre había sido un tormento. Durante su infancia y adolescencia tuvo muy mala... Mere

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho.
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiséis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo treinta.
Capítulo treinta y uno.
Epílogo.
Capítulo extra.
Capítulo extra: DEGAN.

Capítulo veintinueve.

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Af kendymadness

Había hecho una parada en una tienda de autoservicio. Tenía el propósito de llevarle a Megan algo que le gustara. Fui un desastre al momento de hacer mi elección. Incluso el encargado se dio cuenta de eso y tuve que soportar su mirada confundida mientras paseaba por los pasillos. Debió pensar que era un idiota.

Sin embargo, pude encontrar lo que necesitaba.

Me llevó poco tiempo llegar al departamento de Megan. Cuando me abrió la puerta, las manos me comenzaron a sudar detrás de la espalda.

—Hola, Dominic —dijo con una sonrisa.

—Hola. Creo que esto te pertenece. —Le entregué el suéter y tras una pausa, le di una rosa—. Y esto también.

Lo cogió con cierto atisbo de asombro. Me pregunté que tan patético era por haber comprado únicamente una. Era simple y común pero para mí era todo un desafío. Significaba lo mucho que me importaba. Era un detalle para demostrar lo agradecido que estaba por tenerla a mi lado.

—Gracias. —Hizo girar la rosa entre sus dedos mientras sus mejillas se teñían de un ligero tono rosa.

—Pensé que podíamos salir. Ya sabes, aprovechar que las clases fueron suspendidas.

—Me encantaría.

—A mi también —escuché una voz desde la sala.

Megan rió, sacudiendo la cabeza y me invitó a entrar.

—Iba a mencionar que fui por mi hermano al instituto y él está aquí.

Localicé a Chad sentado en el sofá. Esbozó una sonrisa y dejó su pequeño videojuego en la mesita de centro. Se veía diferente. Quiero decir, seguía luciendo como un chico de trece años pero pude percibir más confianza en su actitud. Además de que necesitaba un corte de cabello. El flequillo comenzaba a ocultarle los ojos.

—¡Dominic! —Se levantó con entusiasmo y me puse rígido cuando me dio un rápido abrazo.

Vaya, al parecer estaba feliz de verme.

—¿Cómo has estado? —pregunté cuando se alejó—. ¿Qué tal la escuela?

—Todavía me faltan unos proyectos por terminar, pero todo bien. —Se encogió de hombros y luego frunció el ceño cuando me miró con detenimiento—. ¿Te hiciste más tatuajes?

Bajé la vista a mis brazos y solté carcajada.

—Estás alucinando ahora, amigo. No me he tatuado desde hace semanas. —Me tomó un poco por sorpresa mis propias palabras. Comúnmente lo hacía para sentir algo de dolor.

—Supongo que mi cerebro aún sigue acostumbrándose a tu apariencia.

—Chad... —advirtió Megan, lanzándole una mirada.

Sonreí, porque ella seguía viéndose dulce y tierna apesar de pretender ser exigente.

—¿Y bien? —Chad alternó la mirada con interés—. ¿A dónde iremos?

Megan me miró antes de cruzarse de brazos y volverse a su hermano.

—Tú irás a casa. Mis padres deben estar esperándote.

Chad puso mala cara.

—Yo quiero ir con ustedes. Por favor. No tengo nada con qué entretenerme en casa. Papá me prohibió jugar videojuegos hasta que termine la etapa de exámenes.

—Y sin embargo, estás usando uno a escondidas —dije, señalando el aparato que estaba en la mesa de centro.

—Es provisional. —Lo guardó en su mochila y luego me miró interrogante.

Dejé salir un suspiro y le eché un vistazo a Megan.

—Por mí no hay problema que vaya con nosotros. —Realmente no tenía pensado un lugar a dónde ir. Simplemente quería pasar tiempo con ella. Y la compañía de Chad no arruinaba mis planes; después de todo, me agradaba.

—¡Genial! —dijo él, colgándose la mochila en un hombro y nos esquivó efusivamente en dirección a la puerta—. ¡En marcha!

Reí brevemente y Megan sacudió la cabeza mientras ponía un frasco de vidrio con agua en medio de la mesita de la sala.

—De los tres, es el más entusiasmado. —Colocó la rosa dentro del frasco y me sonrió.

Sin poder resistirme, me acerqué a ella y la tomé de la cintura. Se sobresaltó, pero luego sus manos se apoyaron en mi pecho. Con una discreta sonrisa, incliné la cabeza en el hueco de su cuello y lo besé. Aspiré su aroma a vainilla y fresas, y disfruté de su esencia.

—No lo creo —susurré contra su piel que se estremeció.

Mi boca subió a lo largo de su cuello, recorriendo lentamente su mandíbula hasta que nuestros ojos se encontraron. Había algo en su mirada que me hacía sentir refugiado y con ganas de atravesar cualquier cosa que se interpusiera en mi camino. Lo haría por ella.

Posé mis labios en los suyos y prácticamente me olvidé de todos mis problemas. Quería permanecer así, saboreando y explorando la textura de sus besos por toda una eternidad. No me quejaría en ningún momento.

—¿Podrían dejar eso para después?

Me aparté y miré a Chad sobre mi hombro. Creo que necesitaba hablar con él sobre no aparecer en situaciones como ésta. Megan rió por lo bajo y cuando me volví para tomar su mano, estaba sonriendo. Besé su mejilla sonrojada y salimos del departamento.

(...)

Después de ir a comer y escuchar a Chad acerca de lo que hizo en éstos días, fuimos a la playa. Nos alejamos de los turistas y nos quedamos en un lugar tranquilo en donde solamente se percibía el ruido de las olas del mar chocando entre sí, y el sonido de las gaviotas que parloteaban por diferentes rumbos.

—Es un juego fácil de aprender, Dominic —dijo Chad, abriendo su mochila. Sacó un bate y una pequeña pelota de béisbol.

—¿Qué diablos traes en esa mochila? —Fruncí el ceño—. Se supone que debes traer solamente libros y cuadernos.

Alzó un hombro mientras me lanzaba la pelota. —Lo llevo al instituto para jugar con mis compañeros en las horas libres.

—Espero que en un futuro no tengas un reporte por haber roto alguna ventana —intervino Megan, sentándose en la arena.

Chad rodó los ojos y se puso en posición, sosteniendo el bate y recargando la base en su hombro.

—No estamos en un campo de béisbol —dije—. Así que ten cuidado con la velocidad, a menos que estés dispuesto a sacar la pelota del mar.

—Tranquilo. La lanzaré al lado opuesto.

—Entonces los turistas estarán en riesgo —escuché decir a Megan.

—No será mi culpa si ellos se atraviesan. —Volvió a encogerse de hombros y reí mientras Megan sacudía la cabeza, volviendo su atención al teléfono.

—Bien. —Me rasqué la nuca, soltando un suspiro—. Fingiré entender la finalidad del juego.

Sostuve la pelota y calculé la distancia que me separaba de Chad. Luego de que me diera la señal, la lancé a una velocidad óptima y a un ángulo que concordara con su altura. El bate golpeó la pelota y ésta voló al aire por encima de mí. No hice el esfuerzo de alcanzarla.

—Se supone que no debes dejarla caer —Chad me miró como su hubiera cometido un delito.

—Al parecer no soy bueno en esto —Le dije a Megan, sintiéndome ofendido y sonrió.

Un niño rubio que parecía tener la misma edad de Chad se acercó con la pelota y aproveché su presencia para invitarlo al juego. Chad no pareció incomodarle ya que en los próximos minutos se apresuraron a hacer un equipo cuando fue mi turno de tirar. Megan se unió al poco rato y así formamos complot de dos contra dos.

Al final cambiamos las reglas del béisbol, jugando a nuestro modo.

Después de varias lanzadas y de considerarme pésimo en batear, Megan y yo tomamos un descanso. Nos sentamos en una roca mientras Chad y su nuevo amigo, Will, retomaban los puntos que yo desperdicié.

—Ten cuidado de no lastimar a alguien —le recordó Megan, ganándose un brusco asentimiento de Chad.

—Tu hermano es bueno —dije mientras lo veía golpear la pelota con un ágil movimiento en su muñeca—. También lo es en los videojuegos.

—Excepto en sus calificaciones.

—Tenemos eso en común —bromeé.

—No me sorprende. —Acurrucó su cabeza en mi hombro y cogí su mano, manteniéndola en mi rodilla.

Durante el silencio, mi cuerpo se relajó sintiendo la cercanía de Megan. Sin embargo, mis pensamientos se trasladaron a la conversación que tuve con el agente Craig hace unas horas. Todavía tenía reciente su relato. Seguía abrumado por la historia que él y mi madre compartieron. Era desconcertante todo lo que vivió. Se podría decir que la culpa que cargaba era similar a la mía, con la diferencia que en vez de ser una pérdida, eran dos: La de mi madre y su hija.

Por otro lado, mi padre merecía experimentar el dolor que hasta la fecha, tanto el agente como yo, seguíamos soportando.

—Dominic, ¿estás bien? —Aparté la mano de Megan cuando me di cuenta que estaba apretando la suya con fuerza.

—No. Lo siento.

—¿Qué sucede? —Me quedé callado, con la vista al frente. Luego sentí sus dedos en mi barbilla y me obligó a mirarla a sus ojos, que me observaban con angustia—. Sabes que puedes contar conmigo.

—Hay cosas que no sabes. Cosas sobre mi padre. —Tomé una respiración profunda y giré mi cuerpo hacia a ella—. No quiero involucrarte en mis problemas.

—Se trata sobre ti, Dominic. Y por lo tanto me importa.

Diablos. ¿Cómo negarme cuando me hablaba de esa manera?

Le hablé del regreso de mi padre, la relación que tenía la madre de Daniel con él y en lo que estaba implicado. También le conté del agente Craig, le di un resumen sobre el romance que tuvo con mi madre y la manera desastrosa en que concluyó.

Para cuando terminé, el rostro de Megan se convirtió en mezcla de tristeza y compasión.

—Dios, ese hombre es terrible —dijo, refiriéndose a mi padre. Me limité a asentir. No quería expresarme con palabras porque sabía que no me controlaría. Pero me calmé un poco cuando sus labios me rozaron el lóbulo de la oreja—. Aprecio que me lo hayas contado.

—Gracias a ti por escucharme —agradecí, depositando un beso en su frente.

—¡Hasta luego, Will! —gritó Chad mientras caminaba hacia nosotros—. Creo que es hora de irnos. Mamá y papá van estar preguntando en dónde estuve toda la tarde.

—Les mandé un mensaje que estarías conmigo —dijo Megan, aún acurrucada en mi hombro.

—Sí, pero no específicaste que estabas con Dominic.

—Entonces, vámonos. —Me levanté, llevándome a Megan conmigo—. No quiero que te castiguen por mi culpa.

(…)

Al llegar a su casa, Chad se despidió y Megan lo acompañó. Una adolescente un tanto arrogante abrió la puerta y asumí que era la otra hermana de Megan. Chad y Hayley entraron a la casa y justo cuando pensé que Megan volvería al auto, sus padres aparecieron en la puerta. Instantáneamente comencé a ponerme nervioso. Más aún cuando sus miradas se deslizaron hacia a mí desde la acera.

Diablos.

Dejando a un lado la cobardía, bajé del auto y me dirigí hacia a ellos. Sabía que no estaba listo ni presentable. Hablar con sus padres usando un par de vaqueros desgastados, botas militares, una camiseta informal que exponía los tatuajes de mis brazos y parte de mi pecho, no daría una buena impresión.

—Buenas noches, señor Lewis—dije, ofreciéndole la mano y la estrechó con una pizca de inconformidad. Me volví hacia su mamá—. Señora Lewis.

Ella sonrió forzadamente mientras observaba mis tatuajes. Maldita sea. Fue la única vez que consideré la opción de removerlos con tal de evitar sus reacciones. Aunque tampoco era como si fuera un prófugo de mala muerte.

—¿Así que eres Dominic, el chico que está saliendo con mi hija? —preguntó su padre, cruzando sus robustos brazos sobre su pecho.

Me aclaré la garganta y miré a Megan por un instante antes de responder. —Sí, señor.

—Interesante —dijo su madre, arqueando una ceja—. Megan no suele salir con chicos que parecen... ser adictos.

Los músculos en mi mandíbula se tensaron.

—No soy ningún adicto, señora. —Hablé con cautela—. Y con todo respeto, no debería juzgar a las personas por cómo se ven.

Por el rabillo del ojo, vi a Megan sonreír. Su madre se quedó pensativa y luego asintió, con la misma sonrisa forzada.

—Un gusto conocerte, Dominic. —Se dio la vuelta y se introdujo a la casa.

—Bueno, Megan tiene sus razones para estar contigo —dijo el padre, luego de una pausa—. Así que no tengo problema con su relación siempre y cuando cuides de ella.

—Lo haré, señor —concordé, con el propósito de terminar la conversación.

—Bien. —Asintió como si él mismo estuviera convenciéndose que no era un secuestrador, y luego abrazó a Megan—. Hablamos luego, cariño.

—Adiós, papá. —le devolvió el abrazo y pude respirar con libertad cuando entramos al auto.

Minutos después, me estacioné frente a su departamento.

—Soy un idiota, lo sé —dije mientras la canción Gold de Imagine Dragons se escuchaba por lo bajo de los altavoces.

Megan se volvió hacia a mí con el ceño fruncido.

—Lo hiciste bien, Dominic. Realmente no se portaron como pensé que lo harían.

—Debiste ver el rostro de tu madre cuando me miró. —Sacudí la cabeza, riendo con amargura—. Tus padres deben estar pensando que soy un asesino o un drogadicto.

—Dominic, te conozco lo suficiente como para saber que no eres una mala persona. —La seriedad en su voz me limitó a mirarla—. Además estás saliendo conmigo, no con ellos.

No sabía qué decir. Pero sabía que era perfecta en todos lo sentidos.

—¿Te he dicho lo mucho que te quiero? —dije finalmente.

Se ruborizó y alejé las manos del volante para fijar sus labios sobre los míos. Suave y lento. Tomándome la paciencia de disfrutar la manera en que sus dedos rodeaban mi cuello con ternura. Conforme pasaron los segundos sentí que el tamaño del auto me sofocaba. Necesitaba espacio para estar cómodo y acobijarla en mis brazos.

De pronto, sonó un claxon. Demonios. No estábamos en medio de la carretera como para ser interrumpidos. Volvió a sonar y luego unas luces de auto se iluminaron en nuestros rostros.

—Diablos —murmuré en los labios de Megan antes de separarme.

Un auto estaba frente a nosotros y rápidamente reconocí el Camaro de Derek. Ese imbécil. Vi a Cecy en el asiento del conductor y entendí por qué estaba aquí. Derek asomó la cabeza fuera de la ventanilla y esbozó una sonrisa deslumbrante.

—¿Puedes despedirte de una vez? Necesito tu trasero en el gimnasio. —Su exigencia significaba un par de tragos y preguntas sobre lo que estuve haciendo el día de ayer y hoy.

Encaminé a Megan hasta su puerta y entró al departamento. Cecy la alcanzó a los pocos segundos. Empecé a conducir y luego el auto de Derek apareció a mi lado. Su ventanilla estaba a la altura de la mía, así que podía ver su rostro y el cigarrillo en su boca.

—Por lo que veo las cosas con Megan van en serio.

—Jodidamente en serio. —El pecho se me infló de orgullo y sonreí por instinto.

—¿Dominic enamorado? Mierda. —Resopló y escuché su risa mientras su auto se alejaba.

Permanecí con esa estúpida sonrisa en todo el camino. No podía ocultarlo. Estaba enamorado de ella y cada día parecía estarlo con más intensidad. No cambiaba nada el hecho que sus padres estuvieran inconformes o que mis conflictos emocionales me bloquearan, estando con ella me llenaba de esperanza y felicidad.

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